LA REFORMA DE LA CURIA VATICANA
SELLADA POR FRANCISCO
Pedro
Pierre, marzo de 2022.
I. PRESENTACIÓN
El papa Francisco acaba de
publicar una “Constitución Apostólica” que sella la reforma de la Curia
vaticana. Se la habían encargada cuando los cardenales lo eligieron papa hace 9
años. No comenzó el papa presentando un proyecto de trabajo, sino que poco a
poco fue purificando la administración del Vaticano, llena de “lobos feroces”,
según la expresión del papa Benedicto 16 cuando botó la toalla, porque estaba
gobernada por distintas mafias: de las finanzas, de la pedofilia, del
integrismo, del ‘carrerismo’, de la búsqueda de poder… Su tenacidad enraizada
en el Evangelio, la sencillez y la cercanía tuvieron razón del “cáncer del
clericalismo” llevado a sus máximos logros.
El pasado 19 de marzo publicó el
documento que confirma los cambios realizados durante sus 9 años de
pontificado, poniéndoles el último retoque. Lo tituló: “Constitución apostólica
“Anuncien el Evangelio” sobre la curia romana y su servicio a la Iglesia
en el mundo”. Ya los papas anteriores habían aportado sus modificaciones para
actualizar la organización de la Curia vaticana. Juan Pablo 2° había hecho sus
aportes en 1988, luego de los del papa Pablo 6° en 1967 y Pío 10° en 1908. El
papa Francisco hace notar que la Curia vaticana esta al “servicio de la Iglesia
en el mundo”. La Iglesia no existe para sí mismo, sino para humanizar el mundo
mediante la fraternidad y el justicia.
Se ha resumido su contenido de
la siguiente manera: “Una Curia humanizada, desclericalizada, laical, femenina
y servicial”. ¡Y eso es bastante! Se trata de "la conversión misionera de
la Iglesia", tal como lo expresa el preámbulo.
El nombre de este documento,
sacado de sus primeras palabras, da el tono que se quiere imprimir a la
reforma: “Anuncien el Evangelio”. Parte de la decisión del papa Francisco de
volver al Evangelio: “Anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo el Señor,
y con él incitar a todos los pueblos a escuchar la fe”. Ahí notamos la característica
de la misión: No se trata de imponer el Evangelio ni de imponerse como
autoridad sagrada, sino “anunciar, proclamar, predicar, dar testimonio… y con
él incitar a escuchar la fe”. La misión es una propuesta, una invitación para
entrar libremente en un proyecto de vida: la colaboración a la construcción del
Reino de Dios en la tierra porque Dios es un padre bueno y una madre amorosa
que busca felicidad de las personas y de los pueblos.
Varias novedades llaman la
atención. Hasta ahora, en la Curia vaticana el departamento administrativo que
tenía el primer lugar era él de “la Doctrina de la fe” que sí, durante los
pontificados anteriores de Juan Pablo y Benedicto ‘imponían la verdad’ y
castigaban a los teólogos que proponían novedades teológicas, bíblicas y
pastorales. Ahora lo va precediendo el departamento de la Evangelización y en
tercera posición viene el de “la Caridad”. También aparecen nuevos
‘ministerios’: “el Servicio del Desarrollo Humano Integral”, “la Comisión para
la Protección de los Menores y Personas vulnerables”, “la Secretaría de
Comunicación”…
Son cambios de acentos que
exigen, según el papa, una “conversión misionera” para no llegar a ser el
personal del Vaticano meros funcionarios de una institución intocable y por
encima del pueblo cristiano. El tiempo de servicio de este personal está
limitado a 5 años. Además, “su servicio debe ser sinodal”, es decir,
interrelacionado con los demás servicios, los obispos y con el mismo pueblo de
Dios…. ¡Menuda tarea! El papa quiere una autoridad ejercida entre todos y por
todos. Por este motivo, el papa ha nombrado numerosos seglares, en particular
mujeres, en estos servicios, no sólo en espacios secundarios, sino también en
puestos de decisiones… al punto de decir algún comentarista: “¿Cuándo una mujer
a la cabeza de la secretaría de Estado?”, es decir, como segundo personaje
después del papa… Así se va cumpliendo el deseo del papa en su proyecto de una
Iglesia sinodal, donde todas y todos trabajamos a ser iguales y tomar iguales
responsabilidades la participación de los laicos, hasta “en
funciones de gobierno". Eso es la muestra de la conversión
misionera de la Iglesia: una renovación para ser “luz del mundo, estrella que
muestre los horizontes de nuestro camino… (mediante) el don sobrenatural de la
fe”.
Estas tareas exigen una fuerte espiritualidad centrada en Dios,
que asume el ejemplo de Jesús y el testimonio de las primeras Comunidades
cristianas. Ya el Concilio proponía la espiritualidad del Buen Samaritano: “el
hombre que se desvía de su camino para hacerse cercano a un medio muerto que no
pertenece a su pueblo y al que ni siquiera conoce”.. Como él, somos llamado a
ser una Comunidad que “se pone con obras y gestos en la vida cotidiana de los
demás, acorta las distancias, se rebaja, asume la vida humana tocando la carne
sufriente de Cristo en el pueblo, cuida de los hermanos y hermanas más débiles,
más enfermos y más sufridos”.
Recalquemos unas frases muy
significativas
-
“‘Anunciar el Evangelio’ constituye el primer
servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el
mundo de hoy.
-
El poder de gobierno en la Iglesia no proviene
del sacramento del Orden, sino del cumplimiento la misión.
-
Todo cristiano, en virtud del Bautismo, es un
discípulo misionero… Descubre los caminos de Dios en el mundo… Discierne los
signos de los tiempos.
-
Cada uno escuchando a los demás, y todos
escuchando al Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para saber lo que dice a
las Iglesias.”
Esta ‘Constitución apostólica’
del papa Francisco nos provoca a todas y todos para evaluar nuestro compromiso
de bautizados al servicio del Reino, la vida de nuestras parroquias como
Iglesia samaritana y la organización de las Curias episcopales para acordar sus
prioridades y actividades a la reforma vaticana.
II. ‘DEFICIENCIAS’
1. Personalmente,
había notado algunas contradicciones en la Carta papal:
-
El preámbulo es positivamente ambicioso: ‘Toda
la Iglesia es evangelizadora’… pero la Reforma se limita a la
Curia vaticana. Es una reforma en la Iglesia, no de la Iglesia.
-
La Reforma no se proyecta sobre la organización
sobre la Curia diocesana, ni sobre las parroquias…
-
La organización jerárquica de la
Iglesia es fuertemente confirmada…
-
… y choca con la sinodalidad y una
Iglesia comunión (Concilio Vaticano 2°).
-
Llama la atención la interpretación tradicionalista
del ‘colegio apostólico’ (los 12 apóstoles), fuente del colegio episcopal.
-
Es la misión canónica que da autoridad:
¡Todos somos iguales, pero unos son ‘más iguales’ que otros!
-
La ausencia de la palabra ‘Reino’:
“Anunciar el Evangelio”… ¿por qué no: ‘Construir el Reino’?
-
Se habla de los pobres, pero no de la opción
por los pobres.
-
No señala el clericalismo como
lacra de la institución y ‘cáncer de la Iglesia’.
2. José
Antonio Estrada, en Religión Digital, nos da un mayor desarrollo de las ‘Deficiencia’:
"Una reforma que conlleve un cambio…”
. . .
“No hay duda sobre el avance
de esta Constitución respecto a la anterior de 1988, de su afán misionero y de
la apertura de sus estructuras a los laicos. Sin embargo, desde la perspectiva
eclesiológica hay que indicar también algunas deficiencias.
-
Se parte de una eclesiología de comunión, pero
esta se centra en la comunión jerárquica.
-
A pesar de la importancia que ha tenido en y
después del Vaticano II no se parte de la Iglesia comunidad, el pueblo de Dios,
sino de los apóstoles y sus sucesores.
-
También hay una ausencia de protagonismo del
Espíritu Santo, sin el cual no se puede comprender ni el origen ni la evolución
de la Iglesia.
-
El cristomonismo de la Constitución impide
asumir como eje de la eclesiología el binomio comunidad de fieles y pluralidad
de ministerios y de carismas.
-
Se olvida por tanto el esquema del Concilio
Vaticano II de partir de la comunidad y los laicos (Capítulo 2 de la Lumen
Gentium) antes de hablar de la Jerarquía (capítulo 3 de la Lumen Gentium).
-
La carencia de pneumatología se hace notar en la
teología que se hace de los apóstoles: se habla de los dones dados por el
Espíritu, pero los apóstoles como grupo estable son constituidos por Cristo.
Estos son los que eligen a sus sucesores episcopales, olvidando en el Preámbulo
la tradición apostólica que marca al primer milenio: “Que se ordene como obispo
al que ha sido elegido por todo el pueblo”. En el posterior artículo 105 sobre
el nombramiento de obispos se menciona la participación del pueblo de Dios “de
manera adecuada”, pero sin especificar nada.
-
La renovación de la eclesiología del Nuevo
Testamento y la creatividad de la iglesia postpascual al constituir los
ministerios está ausente. La teología de la Constitución es la de
Cristo-apóstoles-obispos, la cual dificulta el diálogo ecuménico, sobre todo
con ortodoxos y anglicanos.
-
Se privilegia la eclesiología universal sobre la
local y se posibilita pasar del afecto colegial a una colegialidad real de las
Conferencias episcopales, que permita más autonomía a los obispos respecto de
la Curia. Pero no se plantea la validez de las decisiones de la
Conferencia episcopal respecto a cada obispo en su diócesis.
-
Tampoco se dice nada sobre la falta de
fundamentación teológica de los obispos miembros de la Curia sin una comunidad
real en la que sean pastores.
-
El papa Francisco rechaza que los ministros se
conviertan en funcionarios eclesiales, pero la Curia es la mayor concentración
de estos, por su no pertenencia a iglesias vivas.
-
No hay alusión a la igualdad inicial entre obispos
y presbíteros, hasta que se impone el obispo monárquico. Se mantiene además una
teología de las potestades recibidas en lugar de partir de los ministerios
jerárquicos como servicios a la Iglesia y como inspirados por el Espíritu.
-
Se potencia a los laicos, que pueden ocupar
cualquier puesto en la Curia romana, pero hay silencio sobre los presbíteros y
su relación con los obispos. Se menciona la carencia de ministros que puedan
celebrar la eucaristía, pero sin profundizar en el problema más allá de avalar
una mejor distribución de los presbíteros (artículo 115) y la formación de
seminarios interdiocesanos.
En general se puede hablar de
una eclesiología tradicional de la Iglesia como institución jerárquica, con más
amplitud y flexibilidad que en la teología anterior. Quizás una reforma que
conlleve un cambio de modelo profundo solo pueda ser posible a partir de un
Concilio ecuménico, porque la reforma integral de la Iglesia sobrepasa las
posibilidades de cualquier constitución papal.”
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