domingo, 3 de junio de 2018

Medellín:: Unos10 documentos sobre este gran acontecimiento


  REUNIÓN  DEL  CELAM  EN  MEDELLÍN,  COLOMBIA, 1968.
COMENTARIOS  VARIOS


“PRESENCIA DE LA IGLESIA EN LA ACTUAL TRANSFORMACIÓN DE AMÉRICA LATINA”

CELAM: Consejo Episcopal Latino América, Bogotá.

ÍNDICE
1.       Entender Medellín, Pedro Pierre, 2018.
2.       Pacto de las Catacumbas, Roma, 1965.
3.       Medellín y el Concilio, Elena Bicera, 2017.
4.       Medellín con 16 de sus frases, Pedro Pierre, 2018.
5.       Significado de Medellín, Gustavo Gutiérrez, 1973.
6.       Recordar Medellín, Juan M. Hurtado, 2018.
7.       De Medellín a hoy, José Comblin, 2008.
8.       “La pobreza en la Iglesia”, capítulo 14 del Documento de Medellín.
9.       De Medellín a Francisco, Pedro Pierre, 2018.
10.    Con Medellín Dios pasó por América Latina. ¿Con quién pasa ahora? Jon sobrino, 2012.


Pedro Pierre, Guayaquil, junio de 2018.



1.   E N T E N D E R   L A   R E U N I Ó N   D E   M E D E L L Í N
Pedro Pierre, 2028.

                La reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia (1968) es la aplicación creativa del Concilio Vaticano 2º para la Iglesia latinoamericana. La realidad de pobreza y el despertar de los sectores populares inquietaron a los cristianos y a los sacerdotes y obispos sensibles a la pobreza de estos sectores. Con Medellín la Iglesia de América Latina pasó a ser la cuna de la Iglesia de los pobres para toda la Iglesia católica.

A. ANTES DEL CONCILIO

1.       El despertar de los pobres en América Latina en el siglo pasado
        La realidad de AL, más que de pobreza, es miseria masiva. Los movimientos populares cuestionaron esta situación y la calificaron como la consecuencia de un sistema que pone el dinero en primer lugar por encima de la persona humana. Ese despertar comenzó a darse en la década del ’50. Recordemos que el triunfo de la revolución cubana se dio el 1º de enero de 1954.

2.       La solidaridad de los cristianos con los pobres
-          El despertar de los pobres provocó el despertar de los cristianos a solidarizarse con ellos y sus luchas. Muchos cristianos y varios sacerdotes entraron en las filas de la lucha armada: Camilo Torres de Colombia es el más conocido. Esta época igualmente fue el comienzo, en Brasil, de las primeras Comunidades Eclesiales de Base, con Monseñor Antonio Fragoso.
-          Por otra parte, los obispos más cercanos a los cristianos de los sectores populares, que estaban atentos a esta situación, decidieron hacer una reunión de todos los obispos latinoamericanos (o sus delegados en todos los países). Esta reunión se dio en Río de Janeiro, Brasil (1955) y se fundó allí el CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano). Las conclusiones de esta reunión apenas abordan esta situación, pero la necesidad de un compartir pastoral entre obispos está sembrada.

B. LA GRAN LUZ DEL CONCILIO VATICANO 2º
                El concilio Vaticano 2º tuvo lugar en Roma a lo largo de 4 años: 1962-1965, convocado por el Papa Juan 23. Provocó grandes cambios e ilusiones en el modo de ver y de ser de la Iglesia.

1.       El concilio descarta el modelo tradicional
        El concilio Vaticano 1º (1870) había fortalecido un modelo piramidal de Iglesia: la Iglesia era principalmente la jerarquía, o sea el clero. Con el Concilio se terminó la era de la Cristiandad comenzada en el siglo 4, creyéndose la Iglesia la única dueña de la verdad.



2.       El modelo de Iglesia-comunión
        En su reflexión sobre la Iglesia, los obispos insistieron en la Iglesia “Pueblo de Dios”. Esta visión está confirmada por el gran documento dogmático “Luz de las Naciones” (Lumen gentium), que promueve una Iglesia-Comunión, donde todos los bautizados son importantes, y no sólo el clero. Por el bautismo todos somos ‘profetas, sacerdotes y reyes-pastores’.

3.       El modelo de Iglesia-servidora
        Durante el Concilio, muchos obispos se dieron cuenta que los documentos se centraban casi exclusivamente en la Iglesia y su vida interna. Nació una corriente que insistía en la misión de la Iglesia, como el aspecto más importante de su identidad. Se dio una reflexión pastoral a este propósito y ésta se concretó en la visión de la Iglesia como servidora de la humanidad: su servicio es la humanización del hombre, y de todos los hombres.

C. EL MODELO LATINOAMERICANO DE ‘IGLESIA DE LOS POBRES’
                Este nuevo modelo de Iglesia se originó en el Concilio Vaticano 2º, pero no llegó a concretarse en Roma, sino 3 años después en la 2ª reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia (1968).

1.       El Papa Juan 23 está al origen de la expresión
        Quién habló por 1ª vez de “Iglesia de los Pobres” fue el Papa Juan 23, en su radio-mensaje del 11 de septiembre de 1961 cuando comunicó públicamente que se iba a dar el comienzo del Concilio Vaticano 2º. Dijo: “La Iglesia es y debe ser la Iglesia de los pobres”.

2.       La proclamación de Monseñor Lercaro
        Quien entendió la propuesta del Papa Juan 23, fue el obispo italiana Giacomo Lercaro. En una notable intervención durante el concilio, proclamó que “el tema del Concilio es la Iglesia de los pobres”. Pero la mayoría de los obispos no era preparada a esta visión y la preocupación por los pobres poco apareció en los documentos conciliares (GS 1, LG 39).

3.       El grupo de obispos latinoamericanos “Iglesia de los Pobres”
        Durante el Concilio, los obispos latinoamericanos más progresistas, como monseñor Helder Cámara de Brasil, decidieron reunirse regularmente para compartir inquietudes, propuestas y fraternidad. Se denominaron “Iglesia de los Pobres”. Al terminar el concilio, se reunieron en la catacumba romana de Domitila, lugar de sepultura de los primeros cristianos, y se comprometieron a luchar contra la pobreza y a vivir pobres. Esta reunión es conocida como "el Pacto de la Catacumbas”. Fueron estos obispos los promotores de la reunión de Medellín.

4.       La carta encíclica “El Desarrollo de los Pueblos” del Papa Pablo 6º
        Dos años después del Concilio, en 1967, el Papa Pablo 6º retomó la inquietud por los pobres que no había salido durante el Concilio. Esta carta tuvo una gran acogida, en particular porque decía que la pobreza es la consecuencia de la acumulación de riquezas. Proclamó que “el verdadero desarrollo es el paso de cada persona y de todas las personas de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas” (20).

5.       Medellín fue el “bautismo” de la Iglesia de los Pobres
        Sobre proposición del CELAM, el mismo Papa Pablo 6º convocó la 2º reunión de los obispos latinoamericano en Medellín, Colombia, en 1968. En esta reunión los obispos recogieron lo mejor del Concilio Vaticano 2º para aplicarlo a América Latina:
-          Definen la pobreza, siguiendo el pensamiento del Papa Pablo 6º, como “empobrecimiento”,
-          Se proponen luchar, desde la fe, contra la pobreza, pidiendo una liberación integral,
-          Deciden hacer opción por los pobres, o más exactamente, una “solidaridad preferencial” por los pobres,
-          Confirman la Comunidades Eclesiales de Base y la necesidad de una nueva evangelización, exactamente: “evangelizar de una manera nueva, desde la realidad”, en particular la realidad de pobreza,
-          Se comprometen también a llevar una vida más sencilla y cercana a los pobres…

CONCLUSIÓN
                Toda esta nueva realidad eclesial se fue unificando en la reflexión teológica llamada “teología de la liberación”, con su mayor exponente, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, cuyo libro del mismo título saldrá en 1970. Dice el teólogo José Comblin (sacerdote en Brasil) que Medellín es el “comienzo de una Iglesia verdaderamente latinoamericana” y que es, para las decisiones futuras, una realidad ineludible. Medellín marca el principio de una nueva historia de la Iglesia latinoamericana, más fiel al Evangelio y más solidaria a los pobres del continente. Es la Carta Magna de la Iglesia de los Pobres en el continente.



2.  EL  PACTO  DE  LAS  CATACUMBAS,  Roma,  1965.

El Pacto de las Catacumbas es un documento redactado y firmado el 16 de noviembre de 1965 por unos 39 o 40 obispos de la Iglesia católica, la mayoría latinoamericanos, que se encontraban en ese momento participando de la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, ya próximo a su clausura. El documento fue firmado después de la eucaristía en la Catacumba de Domitila, y posteriormente por otros obispos. Por ese pacto los obispos firmantes se comprometieron a adoptar una vida de sencillez despojada de posesiones, y una nueva actitud pastoral orientada a los pobres y a los trabajadores. El documento ha sido considerado como uno de los antecedentes de la teología de la liberación que aparecería en América Latina a partir de 1969.
El Pacto tiene trece cláusulas por las cuales los firmantes se comprometen a llevar una vida sencilla y sin posesiones, "según el modo ordinario de nuestra población", rechazar los símbolos, títulos y privilegios de poder, no participar de agasajos ni banquetes organizados por los poderosos, transformar la “beneficencia” en "obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas", dando prioridad a los "pobres" y "personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados", para impulsar el "advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios".
Mediante el Pacto los firmantes se propusieron también llevar adelante una acción pastoral que constituya un "verdadero servicio", apoyada en cuatro principios: Que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así: “revisar nuestra vida”, animadores antes que jefes, humanos y acogedores y "abiertos a todos, sea cual sea su religión".
El 21 de marzo de 2013, apenas una semana después de ser designado Papa, Francisco recibió al Premio Nobel de la Paz el argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien le entregó al Papa una copia del Pacto de las Catacumbas por pedido del teólogo español de la liberación Pedro Casaldáliga, con el pedido de que le diga que "trate de escuchar, reflexionar y de llegar a un acuerdo, una reconciliación con los teólogos latinoamericanos". Según las declaraciones de Pérez Esquivel, Francisco no pareció conocer el documento: “Cuando recibió el documento, Francisco leyó la lista de quienes adhirieron (Hélder Câmara, Antônio Fragoso, Luigi Betazzi, Manuel Larraín, Leonidas Proaño, Vicente Faustino Zazpe y Sergio Méndez Arceo, entre otros) y exclamó "¡Uy, quiénes están aquí!".
En un artículo publicado en julio de 2014 titulado "El pacto de las catacumbas vivido por el Papa Francisco", el teólogo de la liberación Leonardo Boff transcribe el Pacto de 1965 y concluye su artículo preguntándose: "¿No son estos los ideales presentados por el Papa Francisco?"


TEXTO DEL PACTO DE LAS CATACUMBAS

Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:
1)       Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción y a todo lo que de ahí se sigue.
2)       Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente evangélicos: ni oro ni plata.
3)       No poseeremos inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas.
4)       Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos administradores que pastores y apóstoles.
5)       Rechazamos ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre.
6)       En nuestro comportamiento y en nuestras relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos (ej.: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos).
7)       Del mismo modo, evitaremos incentivar o lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social.
8)       Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida y el trabajo.
9)       Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes.
10)   Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios.
11)   Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en estado de miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos a:
-          participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
-          pedir juntos a nivel de los organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el Papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.
12)   Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así:
-          nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
-          -buscaremos colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
-          procuraremos hacernos lo más humanamente presentes y ser acogedores;
-          -nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.
13)   Cuando volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles

Los padres firmantes del Pacto mantuvieron en reserva su identidad con el fin de evitar que el mismo fuera tomado como una presión indebida o un acto de soberbia con respecto a los demás participantes del Concilio. Con los años se han conocido los nombres de los participantes, aunque existen pequeñas variantes según los testimonios.
Entre los firmantes del pacto que se han revelado, se encuentran los siguientes:
-          De Brasil: Dom Antônio Batista Fragoso, obispo de Crateús, Ceará. Don Francisco Austregésilo de Mesquita Filho, obispo de Afogados da Ingazeira, Pernambuco. Dom João Batista da Mota e Albuquerque, arzobispo de Vitória. P. Luis Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória. Dom Jorge Marcos de Oliveira, obispo de Santo André, São Paulo. Dom Helder Camara, obispo de Recife. Dom Henrique Hector Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, São Paulo. Dom José Maria Pires, arzobispo de Paraíba
-          De Colombia: Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín. Mons. Antonio Medina Medina, obispo auxiliar de Medellín. Mons. Aníbal Muñoz Duque, obispo de Nueva Pamplona. Mons. Raúl Zambrano de Facatativá. Mons. Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia.
-          De Argentina: Mons. Alberto Devoto, obispo de Goya. Mons. Vicente Faustino Zazpe, obispo de Rafaela. Mons. Juan José Iriarte, obispo de Reconquista. Mons. Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba.
-          De otros países de América Latina: Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto, Uruguay. Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto, Uruguay. Mons. Manuel Larraín Errázuriz, obispo de Talca, Chile. Mons. Marcos Gregorio McGrath, obispo de Santiago de Veraguas, más tarde arzobispo de la arquidiócesis de Panamá, Panamá. Mons. Leonidas Eduardo Proaño Villalba, obispo de Riobamba, Ecuador. Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, Morelos, México.
-          De Francia: Mons. Guy Marie Riobé, obispo de Orleans. Mons. Gérard-Maurice Eugène Huyghe, obispo de Arras. Mons. Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille.
-          De otros países de Europa: Mons. Charles-Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica. Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia, España Mons. Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia, Italia.
-          De África: Dom Bernard Yago, arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil. Mons. Joseph Blomjous, obispo de Mwanza, Tanzania. Mons. Georges-Louis Mercier, obispo de Laghouat, Argelia.
-          De Asia y América del Norte: Mons. Máximo V Hakim, arzobispo melquita de Acre, Israel. Mons. Grégoire Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano. Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec, Canadá. Mons. Charles Joseph van Melckebeke, de origen belga, obispo de Yinchuan, Ningxia, China



3.  MEDELLÍN  CON  16  DE  SUS  F R A S E S

LA  CARTA  MAGNA  DE  LA  IGLESIA  DE  LOS  POBRES

Guayaquil, Pedro Pierre. Abril de 2018.

INTRODUCCIÓN

-          Se trata de la 2ª reunión de los obispos latinoamericanos en Colombia, en 1968, tres años después del Concilio Vaticano 2° en Roma. Los obispos quisieron aplicar el Concilio a la realidad de América Latina y lo lograron magistralmente.
-          El Documento final recoge lo mejor de las experiencias y reflexiones de las Iglesias latinoamericanas y caribeñas, en particular las intuiciones pastorales y teológicas de las incipientes Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Los grandes obispos de esa época son los “Padres de la Iglesia Latinoamericana”.
-          Se retomó el método clásico del mayor documento pastoral conciliar (‘Gaudium et spes’): “Las ‘Alegrías y esperanzas’ de los pobres son las alegrías y esperanzas de la Iglesia”. Este método marca el caminar de la Iglesia de los pobres: partir de la realidad (ver), iluminarla con la Palabra de Dios y los Documentos eclesiales (juzgar), actuar en consecuencias individual y colectivamente, y celebrar la resurrección de Jesús en los avances del Reino.
-          Medellín es el ‘bautismo’ de la Iglesia de los Pobres en América Latina, tal como lo quería el papa del Concilio, Juan 23: “La iglesia es y debe ser la Iglesia de los pobres” (nov. de 1961).
-          Felizmente, unos 40 años después, los obispos confirmaron las opciones de Medellín en su 5ª reunión latinoamericana en Aparecida, Brasil, 2007, proclamando la Iglesia esencialmente misionera, pobre y al servicio de la liberación: “Medellín reconoció en ellas (las CEBs) una célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” (193).
-          El papa Francisco se inspira de lo mejor del Concilio y de Medellín-Aparecida. Es el fruto de las CEBs y de su teología de la liberación: ¡Bendito sea Dios! A los 50 años de Medellín, era tiempo de retomar el camino del Concilio.


DEL MENSAJE DE LOS OBISPOS A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA:

“Nuestra palabra de Pastores quiere ser signo de compromiso. Como hombres latinoamericanos, compartimos la historia de nuestro pueblo…
Nuestro propósito es alentar los esfuerzos, acelerar las realizaciones, ahondar el contenido de ellas, penetrar todo el proceso de cambio con los valores evangélicos… alentar una nueva evangelización para lograr una fe lúcida y comprometida.
Medellín, 6 de septiembre, 1968.”

RESUMEN DE MEDELLÍN EN 16 FRASES del mismo documento.

EL DOCUMENTO DE MEDELLÍN CONSTA DE 16 CONCLUSIONES, DIVIDIDAS EN 3 TEMÁTICAS.

Título general:Presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina”
-          Promoción Humana: Justicia, Paz, Familia y demografía, Educación y Juventud.
-          Evangelización y crecimiento de la fe: Pastoral popular, Pastoral de élites, Catequesis y Liturgia.
-          La Iglesia visible y sus estructuras: Movimientos de laicos, Sacerdotes, Religiosos, Formación del clero, Pobreza en la Iglesia, Pastoral de conjunto y Medios de comunicación social.

  1. JUSTICIA.
“No tendremos un continente nuevo sin nuevas y renovadas estructuras; sobre todo, no habrá continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente libres y responsables” (1,3).

  1. PAZ.
“Los principales culpables de la dependencia económica de nuestros países son aquellas fuerzas que, inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la dictadura económica y al «imperialismo internacional del dinero» condenado por Pío XI en la ‘Quadragesimo Anno’ y por Pablo VI en la ‘Populorum progressio’” (2,9e).

  1. FAMILIA Y DEMOGRAFÍA.
“Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para fijar una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o adquirir los valores fundamentales que la capacitan para cumplir su misión. Entre éstos, queremos señalar tres especialmente: la familia formadora de personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo” (3,4).

  1. EDUCACIÓN.
“Como toda liberación es ya un anticipo de la plena redención de Cristo, la Iglesia de América Latina se siente particularmente solidaria con todo esfuerzo educativo tendiente a liberar a nuestros pueblos… pues ha de anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en la personalización de las nuevas generaciones, profundizando la conciencia de su dignidad humana, favoreciendo su libre autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario” (4,8 y 9).

  1. JUVENTUD.
“La actitud de diálogo implica la respuesta a los legítimos y vehementes reclamos pastorales de la juventud, en los que ha de reconocerse un llamado de Dios… Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres” (5,15).

  1. PASTORAL POPULAR.
“Que se revisen muchas de las devociones a los santos para que no sean tomados sólo como intercesores sino también como modelos de vida de imitación de Cristo.
Que las devociones y los sacramentales no lleven al hombre a una aceptación semi-fatalista sino que lo eduquen para ser co-creador y gestor con Dios de su destino” (6,12).

  1. PASTORAL DE ÉLITES.
“La evangelización debe estar en relación con los «signos de los tiempos». No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los «signos de los tiempos», que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un «lugar teológico» e interpelaciones de Dios” (7,13).

  1. CATEQUESIS.
“No puede, por tanto, la catequesis limitarse a las dimensiones individuales de la vida. Las comunidades cristianas de base, abiertas al mundo e insertadas en él, tienen que ser el fruto de la evangelización, así como el signo que confirma con hechos el Mensaje de Salvación” (8,10).

  1. LITURGIA.
“La liturgia es acción de Cristo Cabeza y de su Cuerpo que es la Iglesia. Contiene, por tanto, la iniciativa salvadora que viene del Padre por el Verbo y en el Espíritu Santo, y la respuesta de la humanidad en los que se injertan por la fe y la caridad en el Cristo recapitulador de todas las cosas” (9,2).

  1. MOVIMIENTOS DE LAICOS.
“Ahora bien, comprometerse es ratificar activamente la solidaridad en que todo hombre se halla inmerso, asumiendo tareas de promoción humana en la línea de un determinado proyecto social. El compromiso así entendido, debe estar marcado en América Latina por las circunstancias peculiares de su momento histórico presente, por un signo de liberación, de humanización y de desarrollo” (10,9).

  1. SACERDOTES.
“En la Nueva Alianza, Cristo Jesús, Señor resucitado, es el único Sacerdote, Mediador siempre activo ante el Padre en favor de los hombres (11,12)… La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el servicio de los hombres (11,17)… Los presbíteros han de ser testigos del Reino, siendo pobres de corazón e imitando a Jesucristo” (11,27).

  1. RELIGIOSOS.
A lo largo de la historia de la Iglesia, la vida religiosa ha tenido siempre, y ahora con mayor razón, una misión profética (12,2)… Los religiosos, por su estado, dan preclaro y eximio testimonio de que el mundo no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas (12,3)… Atender, educar, evangelizar y promover sobre todo a las clases marginadas” (12,13e).

  1. FORMACIÓN DEL CLERO.
“Se pide al sacerdote de hoy saber interpretar habitualmente a la luz de la fe, las situaciones y exigencias de la comunidad. Dicha tarea profética exige, por una parte, la capacidad de comprender, con la ayuda del laicado, la realidad humana y, por otra, como carisma específico del sacerdote en unión con el obispo, saber juzgar aquellas realidades en relación con el plan de salvación” (13,10).

  1. POBREZA EN LA IGLESIA.
“Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte… Cristo nuestro Salvador, no sólo amó a los pobres, sino que «siendo rico se hizo pobre», vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres… Debemos agudizar la conciencia del deber de solidaridad con los pobres, a que la caridad nos lleva. Esta solidaridad significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar por ellos. Esto ha de concretarse en la denuncia de la injusticia y la opresión, en la lucha cristiana contra la intolerable situación que soporta con frecuencia el pobre,… compartir la suerte de los pobres, viviendo con ellos y aun trabajando con sus manos (14,2,7,10,15).

  1. PASTORAL DE CONJUNTO.
“La comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial y foco de la evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (15,10).
“Una acción pastoral planificada exige: a) Estudio de la realidad…; b) Reflexión teológica sobre la realidad detectada;… c) El personal especializado…; d). Elaboración del plan pastoral…; f) Evaluación periódica de las realizaciones” (15,36).

  1. MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL.
Ponemos “de relieve la importancia que tienen hoy los medios de comunicación social; sin ellos no podrá lograrse la promoción del hombre latinoamericano y las necesarias transformaciones del continente. De esto se desprende no sólo la utilidad y conveniencia sino la necesidad absoluta de emplearlos a todos los niveles y en todas las formas de la acción pastoral de la Iglesia” (16,24).


4.  ¿ POR  QUÉ  LA  “ EVANGELII  GAUDIUM ”  PRODUCE  LA 
EVOCACIÓN  DE  LO  RECIBIDO  DE  “ MEDELLÍN ” ?

Elena Bicera, abril de 2017.

“No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo
interés que en otras épocas y son rápidamente olvidados”, Francisco, EG 25.

Este es un texto mártir, porque hay que corregirlo, completarlo y mejorarlo con una reflexión y profundización de la totalidad del contenido de los documentos y sería mucho mejor aún, realizarla en común. Elegí, apenas algunos pasajes para comenzar a buscar si existe alguna relación entre ellos, porque no encontré, en la ’Evangelii Gaudium’ (EG) (A), ninguna cita o referencia a los documentos de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (B).
Para comenzar a responder la pregunta, recuerdo cómo era la Iglesia Católica de Montevideo (que es parte del mundo y de AL) en la época en que se realizó la II conferencia del CELAM en Medellín, cómo era nuestra iglesia en la época en la que leímos los documentos por primera vez.
Aunque ¡Ya pasó casi medio siglo! creo que vale la pena hacerlo, porque algo muy importante sucedió, en 1968: la Iglesia Católica Latinoamericana, en la persona de sus obispos, recibió al Concilio Vaticano II en América Latina. En ese entonces, el Obispo de Montevideo era Monseñor Carlos Parteli, quien participó en el Concilio Vaticano II y en la Conferencia de Medellín. Llegó de Tacuarembó porque el Papa Pablo VI lo designó Administrador Apostólico Sede Plena, de Montevideo el 26 de febrero de 1966”… (1) Su Vicario General era El Pbro. Haroldo Ponce de León, quien vivió su sacerdocio en diferentes parroquias de Montevideo, en la JOC, en proyectos de Viviendas, en los Scouts, como Asesor de muchos Grupos de Revisión de Vida, tenía un profundo compromiso político.
Junto a ellos estaban Bosco Salvia y Miguel Ángel Curto ambos presbíteros con una total entrega a seguir a Jesús, estuvieron en varias parroquias de Montevideo, asesoraron movimientos especializados como la JEC, la JUC, el MIIC-PAX ROMANA y siempre acompañaron a los laicos en el triste y durísimo camino que vivieron, en Uruguay, por su compromiso cristiano.
Es necesario tomar en cuenta también, el contexto del sistema de información en el 68, para comprender la importancia de un documento escrito por los obispos de América Latina entre ellos, Mons. Parteli que junto a Gustavo Gutiérrez escribió.
Ya se había adquirido el hábito de leer todo lo que llegaba del Concilio Vaticano II, ya estaban las Paulinas en Montevideo con su librería, los documentos de Medellín se leyeron y se siguieron. Esos hablan, por ejemplo, de “el compromiso en el mundo”. Hay que tener en cuenta que ese compromiso, en la Iglesia Católica Uruguaya, había comenzado a construirse mucho tiempo antes del Vaticano II y de Medellín, mediante diferentes opciones de laicos y consagrados, recuerdo algunos ejemplos de:

“UNA VERDADERA NUBE DE TESTIGOS” Hebreos 12.1:
  • En 1947, influidos por las ideas del padre Louis-Joseph Lebret sobre Economía y Humanismo, un grupo de jóvenes crearon los Equipos del Bien Común luego, comienza Economía Humana en 1957.
  • Familia Carlos de Foucauld. Integrada por consagrados y laicos.
  • Dominicos franceses.
  • Jesuitas.
  • Hermanas domínicas.
  • Hermanas del Sagrado Corazón.
  • Franciscanos.
  • Sectores de la Acción Católica Especializada emprendieron caminos nuevos.
  • JAC, JEC, JIC, JOC, JUC. (C)
  • Parroquia Universitaria. Desde los 50. Laicos y asesores consagrados.
  • Curas, monjas y laicos “comprometidos” iban a vivir a barrios pobres.
  • Laicos y sacerdotes trabajaban en fábricas, como obreros,
  • O se comprometían gremial y políticamente,
  • O se reunían buscando caminos nuevos, por ej., Mons. Luis Baccino, Obispo de San José, un referente de jóvenes, universitarios, trabajadores. Su enseñanza fue origen de la creación del CCU., del Movimiento Cooperativo Uruguayo, grupos de JAC. y de JUC. Muchos laicos, de esos movimientos, fueron enviados a estudiar al exterior.
  • La Iglesia del Cordón, con Salvia, Spadaccino y Sastre, acompañaban y recibían a los estudiantes universitarios, en las celebraciones eucarísticas.
  • Comunidades Eclesiales de Base en algunas parroquias.
  • Comunidades de Vida de laicos se instalaban en barrios pobres u obreros,
  • Comunidades de estudiantes de las que algunos se instalaban en un conventillo y los demás desarrollaban un trabajo de diálogo, ayuda y promoción de la gente que vivía allí.
  • Los grupos de Revisión de Vida con el método ver, juzgar y actuar (método de la JOC belga junto a Mons. José Cardjin, de los años ‘30).
La lista no está terminada; apenas comenzada.

ALGUNOS REGALOS DEL CONCILIO VATICANO II
  • La cercanía de Jesús, padre y hermano.
  • El ‘aggiornamento’ o actualización: El documento conciliar Sacrosanctum Concilium resume el espíritu del aggiornamento de la siguiente manera: "Fomentar la vida cristiana entre los fieles, adaptar mejor las necesidades de nuestro tiempo a las instituciones susceptibles de cambio, promover todo lo que pueda ayudar a la unión de todos los creyentes en Cristo, y fortalecer lo que puede contribuir para llamar a todos al seno de la Iglesia". (4)  
  • La Iglesia abrió sus puertas y ventanas al mundo, hasta entonces ajeno.
  • El aprendizaje de reconocer ‘los signos de los tiempos’.
  • La misa se comenzaba a comprender, porque era en nuestro idioma y el celebrante ya no nos daba la espalda.
  • La Iglesia es Pueblo de Dios. Los laicos tienen un rol en la Iglesia: participan en la construcción del Reino de Dios, aquí y hoy.
  • La teología del miedo, de las prohibiciones, del juicio, del castigo que nos habían enseñado en el catecismo, se transformó en la teología de la libertad, del amor, de la esperanza, de la fraternidad, de la alegría.
  • La profunda unión de le fe con la vida de cada uno.
  • La paz sólo es posible si hay justicia.
Ante a los Documentos de Medellín y a la Exhortación Apostólica de Francisco, la “Iglesia Hogar”, profundamente ligada al Evangelio, fiel al camino de Jesús, aparece y leyéndolos encontramos algunos puntos de encuentro.
Pero, además, creo que cada uno que haga este ejercicio va a encontrar otros puntos bien diferentes, porque la lectura de este material tiene resonancias que se vinculan a la fe y la vida de cada uno de nosotros y ambas son experiencias.


ALGUNOS PUNTOS DE ENCUENTRO

II CONFERENCIA DEL CELAM:
MEDELLÍN 1968
‘EVANGELII GAUDIUM’ EXHORTACIÓN APOSTÓLICA del papa FRANCISCO 2017 (EG)
Vivencia de un Jesús cercano padre y hermano
Volver a Jesús. 97
La opción preferencial por los pobres
Una iglesia pobre para los pobres. 97
Compromiso en el mundo
Iglesia en salida. 20
Relación nueva e imprescindible entre la fe y la vida
El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo. 24
Vida comunitaria y en la sociedad
En el corazón mismo del evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. 177
Coparticipación en la construcción del reino de dios, nueva manera de organizar la convivencia entre hermanos
La propuesta del evangelio no es sólo la de una relación con Dios, ni una suma de pequeños gestos personales… la propuesta es el reino de Dios Lc. 4, 43. 180.
Mientras exista un ser humano pobre, marginado, sin dignidad humana, no podemos ser enteramente felices
La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la encarnación, mateo 25, 40. 179. 
La vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz de dignidad para todos. 180
Compendio de la doctrina social de la iglesia. 184
Ver juzgar y actuar (3)
Cada cristiano y cada comunidad discernirá 20
80 años del método
Reconocimiento de los signos de los tiempos
Reconocimiento comunitario de los signos de los tiempos. 14
Proceso de humanización
Cada cristiano, cada comunidad, instrumentos de dios para la liberación y promoción de los pobres. 187
No podemos realizarnos ni salvarnos solos. 178.
No hay paz sin justicia
No a la iniquidad que genera violencia. 59. Economía que mata. 53
Cambio de estructuras injustas
Cambio de estructuras injustas 189

Recuerdo que vivimos un post-concilio y un post Medellín de muy pocos años llenos de luz que encandilaba, alegraba, inspiraba e iluminaba el sentido de la vida de obispos, sacerdotes, religiosas, religiosas y laicos latinoamericanos, pero, muchos de ellos sufrieron persecución, tortura, cárcel, exilio y algunos perdieron la vida por elegir un determinado camino que unía su fe con su vida, luego de un divorcio milenario. Gustavo Gutiérrez y Jon Sobrino relatan esa época.
Después, vino la oscuridad, “el invierno de la Iglesia” como lo llamó Víctor Codina, duró más de 40 años, fue la consecuencia de una estrategia y acción poderosísimas de algunos integrantes del poder de la institución eclesial junto a integrantes de las iglesias locales, que se propusieron borrar el Vaticano II, Medellín y la Teología de la Liberación. Aquella teología profundamente latinoamericana, declarada muerta muchas veces, que nació de la realidad latinoamericana, del Concilio Vaticano II, del Pacto de las Catacumbas, de la Conferencia de Medellín y que inspiró la de Puebla. Se desató contra ella una continua persecución contra todo lo que se le relacionara, los teólogos, los obispos, los presbíteros, los religiosos, las religiosas, los laicos pero, contra toda esa fuerza negativa, todos ellos continuaron creando, recreando y comprometiéndose. Todos ellos gastaron sus vidas en el camino inspirado y emprendido a partir de aquellos acontecimientos que ocurrieron entre 1962 (comienzo del Concilio Vaticano II) hasta 1968 (II Conferencia del CELAM en Medellín)
Hoy, la Iglesia vive el papado de Francisco y Víctor Codina considera que una característica del pontificado del Papa Francisco es el impulso a los preceptos del Concilio Vaticano II generando así el retorno de una "primavera eclesial" dentro de la Iglesia y consolidando a Francisco no como un gran teólogo como lo fueran sus dos antecesores, sino como un pastor.” (5)

Mientras tanto, recuerdo que:
“A pesar de la decadencia de la Iglesia, Jesucristo nunca se ha perdido.
El nombre de Jesucristo es como un “hilo dorado”
en el gran tapiz de la historia de la Iglesia.
Aunque a menudo el tapiz aparece deshilachado y mugriento,
ese hilo vuelve siempre a penetrar la tela”
Hans Küng. (6)

Referencias
(A)    Exhortación Apostólica ‘Evangelii gaudium’ del papa Francisco. Conferencia Episcopal Argentina. Diciembre de 2013.
(B)    Las cinco Conferencias generales del Episcopado Latinoamericano (CELAM), Bogotá, Colombia, 2014. Río de Janeiro, Brasil, 1955; Medellín, Colombia, 1968; Puebla, México, 1979; Santo Domingo, República Dominicana, 1992 y Aparecida, Brasil, 2007.
(C)    JOC (Juventud Obrera Cristiana 1925), JAC (Juventud Agraria Cristiana, 1929), JEC (Juventud Estudiante Cristiana 1930), JIC (Juventud Independiente Cristiana 1935), JUC (Juventud Universitaria Católica 1950).

Notas
1. Https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Parteli#Biograf.C3.ada
2. Http://www.carlosparteli.org/index.php?Option=com_content&view=article&id=59:temporal&catid=42:parteli-x-parteli&Itemid=68
3. Https://pastoraldejuventud.files.wordpress.com/2008/09/la_metodologia.pdf VER, JUZGAR, ACTUAR, REVISAR Y CELEBRAR. Http://www.caritasecuador.org/2015/07/ver-juzgar-actuar-metodo-pastoral/ “Al traducir en realizaciones concretas los principios y las directrices sociales, se procede comúnmente a través de tres fases: planteamiento de las situaciones; valoración de las mismas a la luz de aquellos principios y de aquellas directrices; búsqueda y determinación de lo que puede y debe hacerse para llevar a la práctica los principios y las directrices en las situaciones, según el modo y medida que las mismas situaciones permiten o reclaman. Son tres momentos que suelen expresarse en tres términos: ver, juzgar, actuar» (MM 236). Juan XXIII…” La metodología adoptada por la II Conferencia General de los Obispos Latinoamericanos en Medellín (1968) corresponde al método ver-juzgar-actuar.
4. Https://es.wikipedia.org/wiki/Aggiornamento
5. Http://antiguo.iglesiaviva.net/entrevistas/7602-p-victor-codina-el-papa-es-una-pastor-que-regresa-la-primavera-a-la-iglesia.html 
6. “La Iglesia Católica”. 2002-2013 Debate. Barcelona, España.



5.  SIGNIFICADO  DE  MEDELLÍN  PARA  LA  IGLESIA  LATINOAMERICANA,  Gustavo  Gutiérrez,  1973

Resumen 2004, PR.

                La reunión del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) en 1968 en Medellín, manifestó la toma de conciencia de nuestra Iglesia de su mayoría de edad, de su adultez, en un continente que se percibía también como adulto.

A. ITINERARIO DE UNA TOMA DE CONCIENCIA EN NUESTROS PUEBLOS Y EN LA IGLESIA
                Hasta esta fecha, la Iglesia latinoamericana nació y vivió dependiente de España y de Roma. De allá venían todas las orientaciones y normas. Es una Iglesia doblemente colonial, externa e internamente, a pesar de las personalidades que la pensaron a partir de su propia realidad. Internamente, se encerraba en un falso apolitismo que, en realidad, significaba el tácito apoyo al gobierno de turno y la implícita bendición el sistema imperante. Además, por su orientación espiritualista, su pastoral era totalmente desencarnada de la realidad, lo que impedía una verdadera evangelización.
                Por los años ’60, nuestros Pueblos adquieren conciencia de su condición de dependencia. Pertenecemos a un continente explotado y oprimido al interior de la historia mundial. Aparecen las cifras trágicas de las tasas de mortalidad, subempleo y subalimentación. Se denuncia que nuestro subdesarrollo enriquece a los países industrializados. Al señalar las causas de esta situación de miseria como injusticia, se despejó el camino para una nueva historia.
                Al nivel eclesial, el Concilio Vaticano 2º (1962-65) había abierto la posibilidad de un tal análisis. Medellín era ‘la aplicación del Concilio Vaticano 2º a América Latina’. La reunión de Medellín (1968) tuvo una preparación de 2 años gracias al CELAM, con aportes de teólogos, laicos, religiosos, sacerdotes y obispos. El gran esfuerzo fue el análisis de la realidad. Se evitó partir de principio generales y fuera de la realidad. La segunda riqueza fue la visión unitaria de la historia. Se reconocía la historia humana como historia de la salvación, valorando las luchas por la justicia en todos los aspectos de la realidad económica, política, social, cultural y espiritual. Esto permitió calificar la presencia y ausencia del Reino y evaluar el impacto y las opciones de la Iglesia en tal contexto.
                La reunión duró tan solo unos 10 días. Significó sin embargo un gran avance. Por primera vez en muchos siglos de la vida de la Iglesia universal, una Asamblea pública reunía a laicos, sacerdotes y obispos, con derecho a voz y voto sobre los Documentos finales de la reunión. Se manifestó así la gran capacidad del ‘Pueblo de Dios’ en América Latina para decidir de sus orientaciones eclesiales.

II. NIVEL DE CONCIENCIA ECLESIAL PARA UNA MISIÓN LIBERADORA
                La toma de conciencia sobre la realidad socio-económica y la situación eclesial conlleva una nueva manera de situarse y comprometerse de la Comunidad eclesial.

  1. Esta conciencia eclesial se realizó en función de la realidad
El método empleado en los 16 capítulos del Documento final comienza siempre por un análisis de la realidad antes de la reflexión teológica y las orientaciones pastorales. Este análisis permitió una reformulación del mensaje evangélico y de la misión de la Iglesia. Medellín marcó la diferencia con las 2 reuniones anteriores del Episcopado latinoamericano, centradas una problemática intraeclesial. Se habló de los problemas latinoamericanos en un lenguaje asequible para todos, en particular con la teoría de la dependencia y dominación. Señalemos 2 puntos característicos de esta realidad.

a)       El concepto de ‘violencia institucionalizada’. Se cuestionó de raíz la falsa legalidad existente en América Latina y se declaró ilegítimo e injusto el orden social existente. Las leyes vigentes sólo garantizan la violación de los derechos humanos. Las reacciones populares violentas son calificadas de respuestas a esta primera ‘violencia institucionalizada’. La violencia nos comienza con las protestas callejeras sino cuando se comete la injusticia con la explotación y opresión. La primera causa de la violencia es la situación colonial de los países de América latina. La contra-violencia es calificada de mal menor y como último recurso de legítima defensa. Se trata de una novedad ética enraizada en la tradición cristiana.
b)       El término de ‘liberación. Esta palabra designa la postura de los movimientos opuestos al orden social imperante. Se señala una doble liberación:
-          Liberación, por una parte, frente a la violencia institucionalizada, la cual es rechazada y debe ser superada por una auténtica liberación;
-          Por otra, frente al llamado ‘desarrollismo’ que se queda en meras reformas que no cambian la raíz del sistema. El texto de Medellín fue asumido como planteamiento que obliga a redefinir la misión de la Iglesia en el proceso revolucionario del continente, y tuvo la aprobación del Papa Pablo 6º.
Pero las reacciones opuestas no se hicieron esperar:
-          La revista colombiana ‘Visión’ habló de plataforma de acción política contra el imperialismo para las clases explotadas.
-          El ex presidente de Colombia y ex secretario de la OEA (Organización de los Estados Americanos) escribió: ‘La firmeza de la monarquía cimentada en la sólida roca de Pedro se ve amenazada por la subversión no de laicos inquietos sino de clérigos que rompen con la misión evangélica y abren las puertas al marxismo’.
-          En el Perú, se acusó a los obispos de ‘progresistas y radicales’ denunciando la inspiración marxista del capítulo sobre la Paz.

  1. Una 2ª nota de esta nueva conciencia de la Iglesia es el tipo de reflexión teológica
Esta novedosa reflexión teológica responde a los 2 temas centrales del Documento: la violencia institucionalizada y la liberación.

a)       Una situación de pecado. Medellín calificó teológicamente la situación de violencia institucionalizada como ‘situación de pecado’. Donde no hay justicia, no hay paz y está ausente el Señor de la paz. Por lo tanto, esta situación es una negación del mismo Señor. Esta valoración no nació de las ciencias sociales sino de perspectiva de fe y de valoración teológica. Además, esta calificación de pecado no se limita a la esfera intimista o privada, sino que se refiere a hechos sociales, a situaciones de injusticia y violencia generalizadas y legalizadas.

b)       El sentido espiritual y cristológico de liberación. Medellín habló de ‘liberación en Cristo’, situando al interior de esta liberación el proceso de construcción de una sociedad justa y fraterna. Esta liberación total en Cristo es la salvación que obra ya en la historia y la unifica dándole sentido y plenitud. En definitiva, la historia humana es un sí o un no al amor del Padre revelado en Jesucristo (Justicia 3). No se trata de una reducción de la liberación de Cristo a la liberación política, sino que se trata más bien de integrar esta como dimensión de aquella. Así concebida, la liberación como transformación humana y social no se limita a un nivel espiritualista, sino que unifica en una única visión la salvación y la liberación política sin agotar la salvación en esta última.

  1. La reformulación del mensaje evangélico y de las estructuras eclesiales
El análisis de la realidad fue hecho no para adaptar un mensaje definido y completo sino para lograr una nueva inteligencia de la fe, una nueva perspectiva teológica y una nueva comprensión de la Iglesia. Por esta razón, aparecen dos puntos muy claros: el de la pobreza de la Iglesia y el de la inadecuación de las estructuras eclesiales frente a la realidad actual. Estas 2 preocupaciones se dan en diversos capítulos y luego se señala actitudes y pistas de solución.
El capítulo sobre la Pobreza es el más importante. Se inicia con una constatación: no es de pobreza la imagen que da de sí misma la Iglesia latinoamericana. Y la reflexión teológica sobre esta realidad es novedosa. La pobreza material o sea la carencia de bienes necesarios no puede ser un ideal, más bien es un mal ‘que clama hacia el cielo’. Tiene sentido la pobreza evangélica cuando es signo, por una parte, de solidaridad con el pobre y despojado y, por otra, de protesta ante esta situación de pecado. Esta visión de la pobreza es exigente e intranquilizadora.

                Estos rasgos novedosos tipifican el esfuerzo propio de la Iglesia latinoamericana para encontrarse y definir su misión en función de la realidad en la que está inmersa.


C. LOS DESAFÍOS DEL POST-MEDELLÍN

  1. Reacciones encontradas
En un primer tiempo, podemos hablar de un ocultamiento del mensaje de Medellín, como fue el caso en Europa. Allá, por ejemplo dieron más publicidad al Congreso Eucarístico o a la visita del Papa Pablo 6º a Bogotá, cuando el mismo Papa dio el discurso de apertura de la reunión de Medellín. Por otra parte, a lado del respaldo que recibieron los movimientos cristianos renovadores ya existentes, se utilizó el adjetivo ‘liberador’ para disimular los viejos y desgastados contenidos de ciertos movimientos eclesiales tradicionalistas.
De todos modos, la reunión de Medellín estaba provocando un examen serio y profundo de la Iglesia con miras a vitalizar la pastoral en el sentido de una preocupación efectiva por el hombre latinoamericano. Otro impulso dado por la reunión de Medellín fue el apoyo a la reflexión teológica propia a América Latina. Se confirmaba así lo que decía el mismo Papa Pablo 6º al clausurar el Concilio en 1965: ‘La preocupación por el hombre es atención al Señor’. Se rechazaba de esta manera las acusaciones de horizontalismo hechas al Concilio y repetidas contra Medellín.
Para los poderosos que dominan y se privilegian de la miseria generalizada, Medellín resultó demasiado audaz. En la misma Iglesia, no faltaron voces para interpretarlo de una manera espiritualista o declararlo inaplicable o simplemente prohibir su divulgación.

  1. Unas 4 observaciones finales
a)       Medellín representó un esfuerzo y un proyecto nuevos. La reunión de Medellín es fruto de un proceso no acabado, cuyas etapas no han terminado todavía. Hemos entrado en una dinámica de renovación a continuar, profundizar y mejorar.
b)       Medellín significó una ruptura con el orden social existente. No es extraño que los sectores del poder comiencen a desconfiar de la Iglesia latinoamericana. El informe Rockefeller solicitado en Santa Fe, Estados Unidos, por el partido demócrata (conservador), partiendo de un ‘sano realismo’, calificó a la Iglesia latinoamericana de ‘juvenil y romántica’, pronta con los jóvenes idealistas a ser conquistada por movimientos subversivos y hacer una revolución sin tener claros ni sus fines ni los medios para lograr mayor justicia social.
c)       Medellín fue una redefinición eclesial en función del Pueblo latinoamericano. Significó la búsqueda de superación de conflictos intraeclesiales con miras a atender prioritariamente a los pobres. Esto dejó sin piso a muchas reflexiones teológicas intelectuales sobre ‘teologías de la revolución’, en particular en los países industrializados.
d)       Medellín fue responsabilidad de todo el Pueblo de Dios. Este giro que tomó la Iglesia latinoamericana fue el resultado del esfuerzo de muchísimas personas. Los cambios se darán si se continúa, en las bases, un trabajo serio y comprometido. Medellín es obra nuestra, pero hay que traducir en hechos lo que se ha escrito. Esto es el compromiso de todos. Se trata de una experiencia espiritual fundamental: ver en la solidaridad con los pobres y oprimidos el lugar de encuentro renovador con el Señor. Es el comienzo de una espiritualidad propia a América Latina: Cristo en los pobres.

                Celebrar Medellín, a los 5 años, significa comprometernos con las causas de los pobres y caminar hacia el Dios de la vida que nos da cita en ellos Estamos buscando su liberación material y espiritual, desde un renovado pensamiento teológico de la salvación, del Evangelio y de la Iglesia.

‘Colección Páginas’ número 2. CEP, Lima, 1978.



6.   R E C O R D A R   M E D E L L Í N,  Juan  M.  Hurtado  L.

15 de Febrero de 2018

1.       Recordar Medellín es traer a la mente los nombres de grandes obispos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de aquel tiempo, no sólo de los que participaron ahí directamente, sino de todos aquellos que conformaron esa gran corriente profética después del Concilio Vaticano II. Muchos de ellos estuvieron en el Concilio.

2.       Recordar Medellín es escuchar las voces proféticas de Don Helder Câmara, Don Samuel Ruíz García, Manuel Larraín, la labor del Card. Pironio. Aquí en México recordamos al gran Don Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca. Todo un Patriarca Don Sergio: por su estatura, pues medía casi dos metros de altura; por su inteligencia: era agudo, perspicaz, profundo, intuitivo, escudriñador; por su solidaridad con el pueblo de Cuba, de Haití, de Guatemala, de Chile y con tantos otros. Gran innovador litúrgico en su diócesis: aplicó de inmediato las orientaciones del Concilio en su catedral de Cuernavaca e hizo del recinto toda una catequesis y una propuesta teológica.
Don Sergio fue un luchador incansable, apoyó las huelgas de los trabajadores, de los sindicatos, de los estudiantes. No había lucha por la justicia en la que Don Sergio no se hiciera presente de una o de otra forma, celebraba misas en los más variados escenarios: en las fábricas, en la calle, en las plazas; hablaba en los sindicatos, apoyó fuertemente las Comunidades Eclesiales de Base en su diócesis y en el país cuando apenas era el inicio de esta “caminhada”. Historiador de la Iglesia y amigo de intelectuales como Iván Ilich y Lemercier del convento benedictino de Cuernavaca.
Por su presencia en el Encuentro de Cristianos por el Socialismo en Chile y por su actitud ante las injusticias se ganó el mote de “el obispo rojo”. En México más de algún obispo le negó la entrada a su diócesis y le prohibió celebrar y predicar. Esto no lo arredró, al contrario, siguió firme y convencido. Don Sergio era una persona con muy buen humor, se reía fácilmente de todas estas situaciones y siempre tenía una palabra oportuna.
Cuando el Presidente Carlos Salinas de Gortari restableció las relaciones entre el Estado Mexicano y la Iglesia, el Presidente invito a los obispos a una comida a la Residencia oficial de Los Pinos. Ahí intercambió unas palabras con el Presidente. “¿Qué le parece la nueva situación?”, le preguntó el Presidente. A lo que Don Sergio le respondió: “Ya veremos con quién nos va mejor: con Diocleciano o con Constantino”. Al final de la comida y ya para despedirlos, el Presidente le preguntó a Don Sergio: “¿Y por qué me dijo eso, Don Sergio?” “Pues sí, le contestó Don Sergio. Diocleciano (245-313) persiguió a los cristianos y tuvimos mártires. Constantino reconoció a la Iglesia y la enriqueció y se perdió mucho la frescura del Evangelio. Así nos puede pasar ahora”.
Don Sergio nunca quiso tener chofer. Él manejaba su propio carro -un carro viejo y grandote- en Cuernavaca y en la Ciudad de México, aún ya con sus 80 años. Alguna vez le preguntaron el por qué de su negativa para aceptar un chofer que lo ayudara. A lo que respondió con ironía: “No me gusta que me manejen”. Con lo que quedaban totalmente aclaradas ambas cosas: su profunda libertad para tomar decisiones y el hecho práctico de ser él quien prefería manejar personalmente su coche.

3.       Recordar Medellín es traer toda esa corriente utópica que recorría América Latina y el mundo: el Che Guevara, Camilo Torres, el Movimiento del 68 en México, París, la Primavera de Praga, en la Iglesia el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. Esa utopía de algo nuevo en la sociedad y en la Iglesia alimentó fuertemente nuestros anhelos juveniles en la década de los 60s y de los 70s. Cuando nos visitaba alguno de esos personajes, para nosotros eran una braza encendida que alimentaba nuestros sueños juveniles. Todavía recuerdo una Misa que celebró Don Helder Câmara en la parroquia universitaria en Münster en mis años de doctorado. Don Helder encendió literalmente aquella multitud de 1000 jóvenes que ávidos lo escuchábamos. Pero lo mismo nos pasaba con Daniel Viglietti, Ángel Parra, Inti Illimani, Quilapayún, Ernesto Cardenal y tantos otros. Esa era la gran corriente de nuestras utopías y nuestros sueños.

Recordar Medellín es frescura y encanto que motivan.



7.   D E   M E D E L L Í N   A   H O Y.  José  Comblin,  2008.

CONTENIDO: Visión histórica a los 40 años de Medellín
1.       Medellín y Aparecida
2.       El episcopado
3.       El clero
4.       Las y los religiosos
5.       Los laicos
6.       La Iglesia y el mundo
7.       Qué queda de Medellín

¡Medellín! ¡Tan cerca para algunos, tan lejos para la gran mayoría! Pues, en 40 años América Latina ha cambiado y la Iglesia también ha cambiado, tal vez más que la misma sociedad. Muchos ni se acuerdan de Medellín.
En Medellín los obispos miraban hacia América latina en esta forma: “Estamos en el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente, llena de un anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva. Percibimos aquí los prenuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación” (Introducción, 4). Los que todavía hablan así hoy en día son tratados de dinosaurios.
En 1968 y en 2008 los católicos confiesan los mismos dogmas, reciben los mismos sacramentos, dentro de la misma estructura eclesiástica. Pero todo ha cambiado, todo lo que es realmente importante: la vida. Vamos a ver las grandes diferencias producidas por 40 años de historia.

1.- VATICANO 2º
En 1968, Paulo 6º había publicado "Populorum Progressio” (El Desarrollo de los Pueblos) y todavía tenía todo el prestigio del Concilio Vaticano 2º que había llevado hasta un final feliz. No era “popular”, pero podía contar con un gran respeto por parte del clero, de los religiosos, y de los laicos formados que esperaban de él que fuera capaz y dispuesto a orientar la aplicación del Concilio: todavía no se percibían los síntomas de la gran depresión que iba a afligirlo en los últimos años de su pontificado.
Paulo 6º no era teólogo, pero tenía un gran cultura y una gran atención a la cultura de su tiempo. Estaba muy marcado por la Iglesia de Francia, sus teólogos, sus obispos, sus experiencias pastorales. Maritain (filósofo cristiano) era para él lo mejor del catolicismo francés. No se había dejado asustar por los franceses aunque la Curia romana hubiera condenado todo lo que había en Francia. Era tímido, lo que impedía que pudiera imponer su dirección a la Curia. A veces se dejaba empujar por la Curia, aunque fuera de Roma pocos estuvieran conscientes de ello en aquel tiempo.
Había aprobado con evidente satisfacción la propuesta de una nueva Conferencia el CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano) hecha por monseñor Manuel Larraín (chileno). Quiso estar presente en su inauguración creando así un precedente. Su encíclica sobre el desarrollo fue muy importante en la Conferencia de Medellín. Paulo 6º había entendido muy bien el mensaje de Juan 23: la Iglesia debía mirar hacia el mundo y hablar a los hombres de su tiempo y emanciparse de un lenguaje que ya nadie entendía.
Benedicto 16 es un teólogo de gran prestigio. Es un teólogo conservador bastante distante del mundo teológico de Alemania. Lo han elegido para que fuera el continuador de Juan Pablo 2º. Había sido durante casi todo el pontificado de Juan Pablo 2º el teólogo más influyente al lado del Papa. Fue el gran defensor de las tesis tradicionales en eclesiología y en moral. Fue el promotor y el alma del Sínodo extraordinario de 1985 encargado de explicar y actualizar el Concilio Vaticano 2º. En la práctica el Sínodo sirvió para relativizar el Concilio de tal modo que ya no tuviera ninguna fuerza de transformación. Aniquiló la fuerza transformadora del Vaticano 2º e hizo que la Iglesia se encerrase en sí misma como una fortaleza que se defiende. El cardenal Ratzinger destruyó y eliminó del vocabulario eclesiástico el concepto de pueblo de Dios que, para la mayoría conciliar, era el núcleo central del Concilio. Aceptó toda la argumentación de R. Vekemans sobre el marxismo de la teología de la liberación sin dar atención al episcopado latinoamericano. Condenó la teología de la liberación. El Papa Juan Pablo 2º trató de atenuar los estragos provocados por la instrucción del cardenal Ratzinger, pero el mal estaba hecho. La Instrucción de la Congregación de defensa de la fe logró que esa teología latino-americana fuera rechazada como peligrosa en la mayoría de las diócesis. Su lucha contra esa teología fue implacable. Más fuerte que la de Juan Pablo 2º que ya era bastante fuerte. De la teología de la liberación desde entonces no se puede hablar ni en las facultades de teología ni en los seminarios, salvo un poco en Brasil. Fue el gran adversario de la ordenación de las mujeres, y no manifiesta señales de cambio en ese asunto. Estaba muy cercano al movimiento de Giussani 'Communione e Liberazione' que defendió en la vida pública italiana las tesis más rigurosas de la moral. Muy cercano también a los movimientos lefebristas, da la impresión de cultivar la nostalgia de la Iglesia pre-conciliar. Es una persona muy amable, de muy buenas relaciones sociales, sin autoritarismo en la relación humana, pero inflexible en la doctrina. Busca el diálogo y fueron muy bien vistas sus conversaciones con Habermas o con Küng. Pero son diálogos sin conclusión: mucha sonrisa, mucha amabilidad, pero ninguna concesión sobre el fondo de la cuestión.
En su discurso inaugural en Aparecida el Papa fue muy moderado. No condenó a nadie. También no había nada para condenar puesto que Roma tiene el control total sobre todo lo que pasa en la Iglesia. Aun así su moderación era un elemento muy favorable porque quiso dejar un espacio de autonomía a los obispos. Sin embargo, en el contexto de la Conferencia, los discursos y las actividades, había dos señales representativas de su pontificado. Primero, en un discurso a los obispos del Brasil, hizo referencia a la salida importante de los católicos. Son millones que se van a las Iglesias pentecostales. Los obispos fueron culpabilizados porque entendieron que el Papa les reprochaba una falta de fervor apostólico. Como siempre en la Iglesia, los problemas son atribuidos a fallas personales. El Papa no puede sentir que es un problema de estructuras y de cultura, y que los más santos obispos no podrían impedir esa huida. Pero en la Iglesia nadie puede decir que el problema es estructural y nadie puede insinuar que una cultura diferente pueda exigir cambios. Entonces la culpa la tienen los obispos. Ahora bien los obispos han sido escogidos por el Papa y hacen rigurosamente todo lo que la Curia les manda. ¿Cuál es la conclusión?
En segundo lugar las visitas y los encuentros del Papa fueron con los movimientos, lo que manifestó una especial cercanía entre el Papa y los movimientos, continuación del pontificado de Juan Pablo 2º. El mensaje era claro para los obispos.

2.- MEDELLÍN Y APARECIDA
La Conferencia de Medellín fue reunida para aplicar el Concilio a América latina. El Concilio estaba presente a cada momento. En primer lugar había el movimiento total, el significado global del Concilio. En América latina fue entendido como exhortación a los cambios. Los obispos estaban reunidos para definir los cambios necesarios en la Iglesia latinoamericana. Esta era su predisposición. Para casi todos los obispos el Concilio había sido una gran sorpresa. Todos abrieron los ojos y se convirtieron. Estaban en Medellín con el fervor de neo-convertidos. De modo más específico, la preocupación era la promoción de los laicos, el cambio de los ministerios en el sentido de servicio al pueblo de Dios, la opción por los pobres, el servicio activo de la Iglesia en la liberación temporal de los pueblos de América latina, y el cambio de las estructuras para dar respuesta a esos retos.
En Aparecida, la motivación fundamental no fue enunciada y no se explicitaba. Había un tabú. Era la inmensa migración de los católicos hacia las comunidades evangélicas. En ningún momento se reconoció que éste era el motivo, pero en las conversaciones informales siempre aparecía. El desafío era encontrar una respuesta eficaz a ese problema. La Iglesia estaba perdiendo terreno cuantitativamente y cualitativamente. Su influjo en la sociedad estaba disminuyendo. No se podía reconocer públicamente. Habría sido confesar una debilidad.
Por eso, el gran tema fue la misión. Si toda la Iglesia se hace misionera, ella podrá impedir la continuación del proceso de huida de los católicos y reconquistar el terreno perdido. De nuevo, no se podía reconocer que esa migración, que es sobre todo de los pobres, tenía causas estructurales y necesitaba cambios estructurales. La causa y el remedio solo podía estar en los individuos: ahora todos los católicos debían ser misioneros. No se preguntaba por qué no lo son: solo podía ser por flojera. La exhortación de los obispos sería suficiente para que empezaran a hacer lo que no hacían. El problema era de pereza y no era problema estructural o cultural. En este momento no se piensa en cambios, sino más bien en conservación o retorno al pasado para que los individuos cambien en las mismas estructuras que impidieron que fueran misioneros. No hay nostalgia del Concilio, sino más bien nostalgia de la Iglesia pre-conciliar.

3.- EL EPISCOPADO
Los obispos de Medellín estaban saliendo del Concilio con el sentimiento de que estaba naciendo una nueva Iglesia. El CELAM era para ellos una realización de la colegialidad episcopal. Pero había algo más que el Concilio: los organizadores de Medellín venían del Pacto de las Catacumbas firmado en la catacumba de Sta. Domitila en Roma el 16 de noviembre de 1965 por 40 obispos que querían hacer una opción personal por los pobres. Discretamente como siempre, don Helder Cámara (obispo brasileño) era el alma del Pacto y el alma de Medellín. Su profunda amistad con Manuel Larraín y su experiencia de estrecha colaboración en la fundación y el desarrollo del CELAM le daba un destaque merecido.
Estos obispos querían que Medellín fuera en primer lugar un programa de conversión para ellos mismos, los obispos. En la opción por los pobres, en la lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanos querían estar al frente con la voluntad de convencer a sus Iglesias particulares a adoptar las mismas opciones. Los del Pacto y otros ya se habían convertidos y ya vivían en medio de los pobres una vida pobre y humilde, totalmente ajena al modelo tradicional de obispo. No querían aparecer como príncipes, sino como hermanos.
No todos los obispos latinoamericanos llegaron a imitar a Helder Cámara, Leonidas Proaño, Enrique Angelelli, Fernando Ariztía, Sergio Mendes Arceo, Samuel Ruiz y otros más recientes como Oscar Romero. Pero algo cambió en el estilo de vida de todos. Todos se hicieron más cercanos a su pueblo y más cercanos a los pobres, aunque fuera poco.
Los obispos que orientaron Medellín querían estar al frente de la conversión de la Iglesia a los pobres. Por eso todos fueron perseguidos. Todos fueron castigados en Roma. Todos fueron hostilizados por las autoridades políticas y odiados por los poderosos: 4 obispos murieron asesinados, tal vez 5. El signo más famoso de esa persecución fue cuando la policía del Ecuador prendió en Riobamba a 17 obispos latinoamericanos y los llevaron a un cuartel de Quito, juntamente con 38 personas entre las cuales sacerdotes, religiosas, una pastora alemana y seglares, entre ellos el futuro premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Ese acto simbólico fue más significativo cuando se supo que en el origen de esa prisión estaban el nuncio apostólico y el arzobispo de Guayaquil (Bernardino Echeverría), implacables enemigos de monseñor Leonidas Proaño.
El episcopado actual es diferente. Son personas muy dignas, llenas de virtudes, realizando muy bien el modelo del Concilio de Trento. Son buenos administradores, preocupados con su diócesis. Pero no hacen de los pobres su prioridad, no se meten en los problemas sociales para defender a los oprimidos. Son ministros del recinto sagrado, Viven en la Iglesia “ad intra” y solo aparecen discretamente al lado de las autoridades civiles o militares. No tienen conflictos y no suscitan ninguna forma de persecución. Son discretos. La TV solo los muestra en misas o procesiones, o bien al lado de las autoridades en algunos eventos públicos.
Muchas veces son escogidos por su vinculación con movimientos: Renovación carismática, Opus Dei, Schönstatt, Focolari. En Brasil es notable el número de obispos hechos por Chiara Luppich, la fundadora del movimiento Focolari. En general los nuevos obispos son escogidos entre los que trabajan con la clase media, pocas veces entre lo que trabajan en el mundo popular: estos no ofrecen las mismas garantías de fidelidad al modelo tradicional pre-conciliar. En tiempos de Medellín varios obispos habían trabajado en la Acción católica y fueron los que hicieron Medellín. Los actuales nunca conocieron la Acción católica.
Los obispos actuales no pueden cuestionar estructuras de la Iglesia. Se atienen a los dogmas definidos y a las normas morales de la Santa Sede sobre todo en materia de sexo y reproducción. Defienden los “derechos” de la Iglesia” más que los derechos humanos y promueven la fundación de muchas obras de culto o de caridad. Hay algunas excepciones, por supuesto, pero son excepciones que no logran cambiar la dirección básica del episcopado que es conservadora, en el sentido de conservar el pasado.
En actividad ya no hay obispos que estuvieron en Medellín. Los nuevos son muy controlados por la Curia romana y no tienen ningún deseo de tener problemas con Roma. Además siempre más son formados en Roma, incluso siempre más se escogen personas que eran funcionarios de la Curia romana. Así queda más claro que el obispo será un buen funcionario romano enviado a su país de origen.

4.- EL CLERO
En tiempos de Medellín, en muchas regiones todavía prevalecía el modelo colonial. Los sacerdotes eran curas-párrocos en las ciudades. Atendían también a una región rural cercana, pero esa actividad era muy limitada: algunas visitas cada año y sobre todo participación en la fiesta del Santo o de la Santa. Casi todo el tiempo era reservado a la parroquia. La parroquia concentraba casi toda la actividad pastoral. Había entre los sacerdotes algunas asociaciones de piedad. La vida del clero era esencialmente dedicada al culto. Se celebraban fiestas magníficas con mucha expresividad.
El párroco era una autoridad social reconocida. La religión todavía era reconocida públicamente y sus fiestas tenían gran importancia social y cultural. La parroquia todavía era una realidad cultural importante salvo en las grandes ciudades con más de un millón de habitantes. La industrialización estaba confinada todavía a algunas ciudades. La clase obrera existía en esas ciudades pero todavía no tenía gran expresión al nivel nacional y los sindicatos estaban dominados por el Estado o por caciques locales.
Sin embargo, ya había desde los años ‘50 algunos sacerdotes que habían descubierto las periferias de las grandes ciudades, el nacimiento de los tugurios y las villas-miseria, que habían descubierto los problemas de los obreros. En aquel tiempo penetró en algunos países la Acción Católica Obrera y estos sacerdotes estaban en contacto con ese movimiento que les daba más motivaciones. Trabajaban con algunos obispos, o bien en forma solitaria. Querían descentralizar las parroquias y crear pequeñas comunidades porque estaban bien conscientes de que los nuevos pobres nunca irían a una Iglesia parroquial.
No se puede subestimar la contribución de los miles de sacerdotes europeos que Pio 12 mandó para América latina. Los que venían tenían un espíritu misionero más fuerte y traían experiencias de sus países. A veces creaban problemas porque querían imponer algo que no respondía a la cultura del pueblo, pero en general ellos se adaptaban. Esos grupos de sacerdotes nacionales o extranjeros fueron los iniciadores de las comunidades eclesiales de base nacidas de la creatividad de algunos sacerdotes de la misma región.
En aquel tiempo muchos comentaban que había pocos sacerdotes. Había un sacerdote para cada 10.000 habitantes. Hoy día el número de sacerdotes ha triplicado, pero la población ha triplicado también de tal suerte que la condición no ha cambiado. En aquel tiempo la mayoría de los habitantes vivían en el campo y esos no ocupaban el tiempo de los sacerdotes.
La formación en los seminarios menores o mayores era habitualmente buena, mejor que ahora. Muchas vocaciones venían de una familia de nivel cultural superior al promedio del país. Por eso los sacerdotes parecían más cultos que ahora, por supuesto en la cultura de ese tiempo.
En la actualidad el clero nacional ha crecido y los extranjeros están en vías de desaparecimiento. Pero el nuevo clero es muy diferente del anterior. El anterior acogió y quiso poner en la práctica el programa de Medellín. Una parte importante se fue a vivir con los pobres de los tugurios. Otros entraron en los problemas sociales levantados por Medellín. Algunos entraron en “Cristianos por el socialismo”, o en movimiento de revolución social o nacional. Les dieron mucha publicidad, pero numéricamente eran muy pocos. La mayoría se dedicaba a la evangelización del mundo popular y a la concientización política y social dentro de las normas de Medellín.
El nuevo clero sigue las normas de Juan Pablo II. Concentra sus actividades en la parroquia. El seminario lo prepara para administrar parroquias. Por eso tiende a centralizar de nuevo la pastoral. No cree en las comunidades eclesiales de base o en los pequeños grupos locales. Valora mucho el culto y valora todos los elementos que enriquecen el culto: paramentos litúrgicos, imágenes, devociones, canto y conjuntos musicales. Hay muchas oraciones. No hay formación teológica o bíblica o espiritual. La música y el canto reemplazan a la reflexión y al estudio. En esto este sistema corresponde muy bien a la nueva cultura.
Frecuentemente los sacerdotes trabajan con los nuevos movimientos: sobre todo con el movimiento carismático, o neo-catecumenal, o focolarino y muchos otros más, más o menos importantes según la región. En ese caso, en la práctica la pastoral la dirigen los movimientos. Ahora bien los nuevos movimientos están presentes casi exclusivamente en la clase media.
El nuevo clero no se mete en los problemas sociales, en el desarrollo de la ciudad o en la cultura local. Los padres son hombres “separados” como quería el Concilio de Trento y como no quería el Concilio Vaticano 2º. Del Vaticano 2º, poco se habla y de Medellín nunca.
La vida parroquial se hace más intensa pero limitada en el espacio, porque alcanza solamente una parte de la población bautizada. El mundo de los pobres ha sido abandonado y, en la práctica, entregado a los evangélicos. La gente de la parroquia pertenece a una clase media baja, y, a veces también a una parte de la clase media más alta, pero siempre menos.
Después de Vaticano 2º y de Medellín muchos sacerdotes dejaron el ministerio. Pero este fue un problema general, sobre todo en Europa. Fue bastante común atribuir a Vaticano 2º o a Medellín la fuga de tantos sacerdotes. Era la aplicación del sofisma “post hoc, ergo propter hoc” (después de esto, entonces por esto). En realidad el fenómeno coincidió con la inmensa revolución cultural de los años 67-68. Esta destruyó las instituciones tradicionales porque denunció todas las formas de autoridad: la familia, la escuela, la universidad, el Estado y también la Iglesia. Solo escapó la empresa mostrando así cuál era la institución más fuerte. Esta revolución continúa y también la salida de muchos sacerdotes absolutamente sin relación con Medellín o Vaticano 2º. Es un fenómeno que afecta a toda la cultura occidental.

5.- LAS RELIGIOSAS Y LOS RELIGIOSOS
La evolución de los religiosos y religiosas es en gran parte paralela a la evolución del clero. En América latina la vida religiosa había sido muy perturbada por los fenómenos ligados a la independencia. La vida religiosa antigua casi desapareció. Durante la segunda mitad de siglo 19 y la primera mitad del siglo 20 se reconstruyó la vida religiosa por la llegada de innumerables congregaciones religiosas venidas de Europa o de América del Norte. Habitualmente fueron europeos o europeas que reinstalaron la vida religiosa. Lo hicieron en los moldes de su patria de origen. En aquel tiempo la estructura religiosa era rígida y los europeos impusieron su modo de vivir a los nativos sin ninguna adaptación. ¡Mala suerte!
En forma general los religiosos y las religiosas se dedicaron a las obras que realizaban en su país de origen. La diferencia fue que en Europa se dedicaban en gran parte al mundo popular y en América latina al mundo de la clase media. Fue sobre todo a la educación, secundariamente a los hospitales. Nacieron congregaciones nacionales pero según el modelo europeo que era el modelo romano, en el que la obediencia era el resumen de la vida religiosa. Los religiosos varones fueron orientados hacia las parroquias y perdieron su carisma específico. Ocuparon el lugar de un clero diocesano insuficiente. Otros, como también las religiosas, se dedicaron a la educación de las burguesías de las ciudades. Ignoraron la existencia del inmenso mundo de los pobres.
Llegó Vaticano 2º y llegó Medellín. Cada evento trajo una crisis. La crisis de identidad de los religiosos afectaba a las congregaciones europeas, pero indirectamente también sus sucursales latinoamericanas. En Medellín apareció la crisis de la aplicación del modelo romano para una América latina que se hacía consciente de su identidad y de su propia historia. “Los cambios provocados en el mundo latinoamericano por el proceso de desarrollo, y, por otra parte, los planes de pastoral de conjunto a través de los cuales la Iglesia de América latina quiere encarnarse en nuestras realidades concretas, realidades de hoy, exigen una revisión seria y metódica de la vida religiosa y de la estructura de la comunidad” (Medellín, Religiosos 7).
Vaticano 2º y Medellín provocaron dentro de los Institutos religiosos dramas pequeños o grandes, personales o comunitarios. Era muy difícil mantener la unidad, era muy difícil legar a la unanimidad para realizar cambios en la práctica de cada día, como en los objetivos y la razón de ser del Instituto, lo que llamaban el carisma de la congregación. A la resistencia de los mayores de edad se juntaba la resistencia de los religiosos o las religiosas que habían importado un modelo extranjero y asistían a su contestación por los jóvenes. Al conflicto de generación se añadió el conflicto entre naciones y culturas nacionales. En general hubo divisiones en los Institutos religiosos. Una parte de los religiosos o de las religiosas se fueron al mundo de los pobres y otra parte se quedó en el mundo de la clase media.
Muchos y muchas jóvenes encontraron en Medellín una motivación fuerte para emanciparse de una estructura muy dura y sin relación con su cultura nacional. Muchos religiosos y religiosas dejaron la vida religiosa después de haber vivido dramas muy dolorosos.
Además otro problema vino a perturbar la evolución de los Institutos religiosos: la concurrencia de los nuevos movimientos que movilizaron muchísimas mujeres jóvenes llenas de ideal. La vida religiosa ya no era el único camino para dedicar su vida a Dios y a su reino. Para los varones, la situación no era igual. Lo que los candidatos buscaban en general era más bien el sacerdocio, y no la vida religiosa. La vida religiosa era una forma de vida parroquial. No les importaba mucho el color. Entraban en tal congregación porque era la más asequible. Y había menos posibilidades para los varones en los nuevos movimientos.
La CLAR (Consejo Latino Americano de Religiosas y Religiosos) tuvo un papel extraordinario para incentivar los cambios exigidos por Vaticano 2º y Medellín. Tuvo en su directorio, durante muchos años, personalidades de valor excepcional. Al principio hubo entendimiento perfecto entre el CELAM y la CLAR. Cuando en 1972 Alfonso López Trujillo (obispo de Medellín, Colombia) asumió de hecho poderes dictatoriales en el CELAM, inició la guerra. Quiso destruir la CLAR. Logró infligirle daños importantes. Claro está que la CLAR ya no tiene en América latina el influjo que tuvo alrededor de Medellín.
Los religiosos y las religiosas han pasado por una evolución semejante a la evolución del clero. Las nuevas generaciones buscan una vida religiosa menos comprometida con el mundo exterior, más intimista, más recogida en modelos de oración más tradicionales. Las congregaciones que tienen más vocaciones son las que se mantienen fieles a las estructuras pre-conciliares. Pero hay Institutos religiosos que se han mantenido en la línea de Medellín a pesar de los vientos contrarios. Las grandes Órdenes tradicionales se mantienen más fieles aunque con un número más reducido de miembros.
Los religiosos han sufrido el contra-golpe de la preferencia dada a los nuevos movimientos laicales por Juan Paulo 2º, y, aparentemente, por el Papa actual. Los religiosos nunca han sido los queridos de Juan Paulo 2º, seguramente porque no les encontraba suficientemente obedientes. Es verdad que después de Trento las congregaciones han sido como el ejército del Papa para defender incondicionalmente la política del Papa. Después de Vaticano 2º y de Medellín han abandonado ese oficio y hasta ahora los movimientos lo han asumido.
Hubo fundaciones importantes buscando el retorno al esquema rígido del catolicismo tridentino. Se ubican voluntariamente al revés de la evolución cultural moderna. Son defensores agresivos de la moral rígida en materia de sexo y de reproducción, y, por eso tienen un acceso privilegiado en Roma. Son sobre todo el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero hay muchos otros más locales o menos numerosos como el Sodalitium en Perú. Son totalmente ajenos al espíritu de Medellín.
Por otro lado, están apareciendo muchos grupos de jóvenes que quieren dedicar su vida a Dios según el evangelio, sin que se sepa si van a evolucionar hacia una forma de vida religiosa o hacia una forma laical. ¿Será una respuesta? Hay también muchos grupos o asociaciones que dan señales de desequilibrio humano. El Papa dijo que los obispos debían practicar el discernimiento. A veces parece que también en Roma falta discernimiento.

6.- LOS LAICOS
Lo que se entiende por laico ha cambiado más que todo lo demás. El documento de Medellín menciona dos categorías de laicos. Hay movimientos de laicos que “no supieron ubicar debidamente su apostolado en el contexto de un compromiso histórico liberador” (Movimientos de laicos, 4). No es difícil identificarlos: son el Apostolado de la Oración, las congregaciones marianas, las antiguas hermandades, y las asociaciones que preparan fiestas religiosas, peregrinaciones o practican devociones propias. Había muchas controversias a propósito de ellas en aquel tiempo. Medellín las desacredita.
“Lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo, entendido éste como marco de solidaridades humanas, como trama de acontecimientos y hechos significativos, en una palabra como historia. El compromiso debe estar marcado en América latina por las circunstancias peculiares de su momento histórico presente, por un signo de liberación, de humanización y de desarrollo” (Movimientos de laicos, 9). Los movimientos laicales aprobados y estimulados son los que se comprometen con la liberación por su acción en el mundo. También no es difícil identificarlos: son los movimientos de Acción católica, y los movimientos políticos nacidos de eses movimientos. ¡Los tiempos han cambiado! Vino el tiempo en el que hablar de liberación ya era sospechoso.
Las comunidades eclesiales de base todavía no aparecían como movimiento global. Ellas ya existían en varios lugares bajo nombres distintos. Medellín les dará una expansión extraordinariamente rápida, pues en Puebla ya son un movimiento importante, objeto de controversias muy fuertes.
Pues, pocos años después de Medellín, con el golpe de Sucre (Bolivia) en donde Alfonso López se hizo el dictador del CELAM, comenzó una campaña muy bien montada, dirigida desde los Estados Unidos y con la contribución de los poderes económicos locales, de la midia, y también con la contribución militar. Fue una campaña de denuncia de las comunidades eclesiales de base, y una campaña en contra de la Acción católica, y de los movimientos políticos con los que católicos colaboraban. Todos fueron denunciados como comunistas. En los regímenes militares, los movimientos políticos de liberación fueron exterminados. Miles de católicos comprometidos fueron muertos. En América central (Guatemala, Honduras, El Salvador) fueron decenas de miles.
Los movimientos de Acción católica fueron perseguidos: muchos miembros fueron muertos. Las comunidades eclesiales de base fueron perseguidas sobre todo en América central. Además las comunidades eclesiales fueron víctimas de la campaña de difamación también en la Iglesia. Muchas fueron abandonadas por el clero, otras desaparecieron porque sus dirigentes fueron muertos o presos. Muchas de las que subsisten han perdido su carácter original y son comunidades de culto. Sobrevive una minoría en algunas diócesis, en donde son aceptadas o toleradas por el obispo y apoyadas por un padre o una religiosa. Estas comunidades tratan de vivir su compromiso en el mundo según las posibilidades actuales. En total los laicos han pagado un precio de sangre muy alto. Y un precio de sufrimientos en las cárceles, o los campos de concentración. Los laicos fueron las mayores víctimas de la persecución en contra de Medellín. Si usaban la palabra liberación, ya eran comunistas. Después de la caída de los militares no se volvió a la situación anterior porque la Iglesia había cambiado.
Nuevos movimientos habían surgido. Venían de Europa o de los Estados Unidos. Venían con muchos medios porque venían de países ricos y porque en esos países estaban muy bien instalados en la clase rica. Estos movimientos llegaron ya con su estructura hecha. Por eso son también ajenos al espíritu de Medellín puesto que no conocen la evolución de la Iglesia y se instalan como islas de cultura superior en medio de las poblaciones latinoamericanas. Son acogidos con entusiasmo por las clases medias y superiores que se encantan con las bellezas importadas desde países más desarrollados y más cultos.
Los nuevos movimientos llegaron antes de Medellín, pero no tuvieron mucha expansión. En Medellín no se habla de ellos. Fue sobre todo a partir de los años ‘70 que se multiplicaron y ocuparon un lugar importante en la vida social y política. Ahora han llegado a ser la fuerza dominante en la Iglesia. Pertenecen a la clase media que es la única que pueda entrar en sus modelos culturales. Ignoran el mundo popular, salvo en parte los movimientos carismáticos. Su éxito se debe en gran parte a la evolución social. Con la globalización las organizaciones populares perdieron su fuerza social y política. También hubo la gran migración del campo para la ciudad que debilitó mucho las tradiciones religiosas del pueblo del campo. Nació una clase media más numerosa mientras la clase obrera iba disminuyendo por las nuevas tecnologías que dispensaron mucha mano de obra.
Millones de campesinos expulsados de la tierra vinieron a formar las inmensas masas que viven en las periferias de megalópolis con más de 5 millones de habitantes, inmensas masas de marginados sin empleo, sin garantías sociales, con habitación muy precaria. Forman entre ellas una pequeña economía paralela. La Iglesia católica las abandonó y ellas migraron para Iglesias evangélicas. Con eso la presencia del mundo popular en la Iglesia solo podía disminuir. Todavía hay viejos fieles a Medellín que mantienen restos de organizaciones populares, pero su influjo real en la pastoral es mínimo. A veces todavía algunos recuerdan el discurso de Medellín pero la vida corre por otros caminos.
El movimiento más fuerte, que logra a veces penetrar en el mundo popular, es el Movimiento carismático. Como todos los movimientos sustenta obras de caridad para ayudar a los más abandonados, y hacen en eso un trabajo excelente. Pero están muy lejos del espíritu de Medellín. El centro es la oración carismática con fenómenos sicológicos típicos que atribuyen al Espíritu Santo. No se puede descartar que haya fenómenos místicos, pero no es lo más común y la mística nunca ha sido un fenómeno de masa.
Hay en la humanidad una larga tradición de experiencias religiosas de masa con exaltación religiosa que dan la impresión de ultrapasar las fronteras del conocimiento natural, como si fuera la entrada en un mundo sobrenatural. Basta evocar las religiones africanas que han llegado con los esclavos y están llenas de semejantes fenómenos. Los fenómenos carismáticos cumplen con un problema creado por la civilización capitalista: el vacío de espiritualidad, la soledad, el desamparo en una sociedad que ignora a las personas y las trata como puros productores-consumidores. En la reunión de oración carismática el hombre y la mujer salen de su aislamiento: sienten que Jesús está con él o ella y les ofrece socorro en los sufrimientos de la vida. Viven habitualmente en un purgatorio y de repente pasan algunas horas en el cielo.
Además, con la gran vuelta al culto, hay un número siempre más importante de laicos al servicio de las parroquias y sobre todo del culto. Aparecieron muchos ministerios litúrgicos con paramentos que recuerdan las antiguas hermandades. Esos laicos no tienen ninguna relación con Medellín.
El laicado está muy dividido en partidos que parecen antagónicos. Hay los que vuelven a las Cruzadas como los Heraldos del evangelio. Otros vuelven a Trento, como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei. Otros están integrados en la lucha de la Iglesia para defender su posición privilegiada en la sociedad, fase inaugurada por los Papas Pio’s y reasumida por los nuevos movimientos. Por otro lado hay el resto de las comunidades eclesiales de base. Hay algunos sobrevivientes de los movimientos de liberación al lado de otros que se han convertido a la globalización neoliberal. Finalmente hay los que sirven en la parroquia fuera del tiempo, del mundo terrestre y de la historia.
También no podemos olvidar que la nueva cultura de masa que procede de los Estados Unidos. Logra ocupar de tal modo la psicología de la juventud que quedan pocas entradas para algo religioso. La juventud sabe poco de la antigua cultura rural tan religiosa. En las favelas poca cosa subsiste de ese pasado.

7.- LA IGLESIA Y EL MUNDO
Medellín se ubicó en la línea de Gaudium et Spes (Concilio) y de Populorum Progressio (Carta encíclica de Pablo 6°). Quiere tratar de la Iglesia como servicio al mundo, incluso en su evolución terrestre y actual. Cuando mira hacia el mundo, es para buscar la contribución que puede darle. Las primeras palabras de la introducción ya lo dicen claramente: “La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centró su atención en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso histórico”.
Medellín deja de ver al hombre como objeto inerte de la evangelización, puro receptor pasivo destinado a ser formado por la Iglesia. Ve en el hombre un sujeto activo que construye su existencia y un mundo nuevo. No se trata de formar al hombre como si se dejara manipular pasivamente. Esta fue la visión de la Iglesia durante toda la cristiandad. Medellín rompe con esa visión.
Los obispos de Medellín tienen viva conciencia de que América latina está en un proceso de conquista de autonomía, de búsqueda de liberación, de creación de una sociedad más justa. El sentimiento de cambio era básico, así como él es inexistente en la actualidad. Los obispos se ubicaban en medio de los diversos movimientos de liberación de ese tiempo. Rechazaban, pero con comprensión, los movimientos que querían una revolución por las armas. Claro que era una alusión a Cuba y a todos los movimientos que empezaban a querer realizar una revolución semejante en su país. Todos se acordaban de Camilo Torres, y no querían otros Camilo Torres. Pero daban fuerte apoyo a los movimientos que buscaban una revolución por medios pacíficos y el modelo era el Chile de Eduardo Frei, católico convicto y fervoroso. Todos, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos eran convocados para entrar en luchas semejantes.
En aquella época dominaba un gran optimismo histórico. Había un gran optimismo en la confianza en la fuerza histórica de los pobres, de la concientización y de la Iglesia. Esto ha desaparecido desde la restauración de la llamada democracia. La globalización lo aplastó.
En el tiempo de Medellín ya había en Brasil una dictadura militar nacida de un golpe el 31 de marzo de 1964. Ese golpe militar fue acogido por el episcopado y la inmensa mayoría de los católicos como un regalo de Dios. Agradecieron a los militares que habían salvado el país del comunismo. Miles de católicos habían sido muertos, presos o exiliados. De eso no se habló en Medellín. En Brasil algunos obispos ya habían empezado a abrir los ojos, animados por dom Helder, dom Távora, dom Fragoso y otros, pero la mayoría no imaginaba lo malo que podían ser los regímenes militares. La CNBB (Conferencia Episcopal de Brasil) perseveraba en su confianza en los militares y creía que realmente su país había estado en situación de peligro de comunismo.
Pero luego en 1968 el régimen se puso más duro en Brasil y aparecieron golpes militares en Chile, Uruguay, Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia. En Colombia una dictadura militar no era necesaria puesto que, dada la guerra civil, los militares dominaban de hecho la política. Después vinieron El Salvador y Guatemala. En otros países no fue necesario porque el mando estaba en manos de dictadores civiles que eran fieles servidores de Estados Unidos: República Dominicana, Haití, Nicaragua, Paraguay, Honduras. En México el PRI (Partido Revolucionario Institucionalizado) era una garantía.
La Iglesia quedó dividida. Después de 1970 en Brasil, algunos meses después del golpe en Chile, el episcopado se puso crítico de los militares. La Iglesia fue un refugio para muchos perseguidos políticos y nacieron instituciones de defensa de los derechos humanos bajo la protección de los obispos. En esos países la resistencia al gobierno militar dictatorial favoreció la expansión de las comunidades eclesiales de base. Aunque fueran sospechosas y muchas veces perseguidas, ellas ofrecían una base de resistencia.
En la Argentina el episcopado, salvo pocas excepciones, se identificó con los generales. Cerró los ojos: 30.000 murieron sin que los obispos dijeran nada. El nuncio jugaba tenis con el almirante Masera, el más cruel de la Junta Militar. Hubo resistencia de algunos sacerdotes y algunos laicos, pero muchos militantes católicos habían sido asesinados. El drama de las Madres de la Plaza de Mayo ilustraba muy bien la situación. En Perú el general Velasco Alvarado realizó algunas reformas sociales pero fue reemplazado. En el Ecuador los militares se mostraron más moderados que en la Argentina. Por eso en Perú y Ecuador los conflictos fueron menos acentuadas, y las complicidades menos graves.
En América central sucedió lo peor. En El Salvador la mayoría de los obispos apoyó a los militares incluso después del martirio de monseñor Romero. Mataron muchos miles, pero la voz de monseñor Romero no encontró apoyo en la mayoría de los obispos. En Guatemala la Iglesia tomó una actitud de denuncia y de resistencia, pero decenas de miles fueron asesinados por las fuerzas militares.
Roma siempre tuvo una actitud ambigua. Globalmente dio apoyo a los gobiernos militares. Lo más escandaloso fue en la Argentina y en Chile. En Chile el nuncio Angelo Sodano (nuncio en Chile, actual secretario del Papa) fue aliado fiel de Pinochet y cambió todo el episcopado que estaba en la oposición. En Brasil hubo conflicto permanente de la nunciatura contra la Conferencia episcopal. En el Ecuador la nunciatura provocó la prisión de los 17 obispos reunidos en Riobamba. En El Salvador la mayoría de los obispos dieron apoyo a los que mataron Romero. Roma tenía acuerdos con los Estados Unidos y se había comprometido en la lucha contra el comunismo. Adoptaba todas las informaciones de las agencias norte-americanas denunciando el comunismo en cualquier movimiento social o popular. Un momento significativo fue el viaje de Juan Pablo 2º a Nicaragua en donde había tres sacerdotes en el gobierno sandinista. Otro fue el viaje a Cuba en donde el Papa pensaba que iba a levantar un movimiento popular en contra de Fidel Castro. No pasó nada. Los obispos críticos del sistema militar fueron castigados, por ejemplo los cardenales Lorscheider y Arns en Brasil, y muchos otros.
Terminaron los gobiernos dictatoriales militares. Vino la democracia. Este cambio fue bien acogido por casi todos los católicos, salvo algunos argentinos. Pero esa democracia llevó de hecho a una desmovilización popular. La Iglesia como muchos pensó que la democracia iba a instalar sistemas sociales justos, iba a promover a los pobres y a garantizar una participación de todos los ciudadanos en el gobierno. Creían que la liberación anunciada en Medellín iba a realizarla el gobierno democrático y no ya la concientización popular.
Lo que sucedió fue otra cosa. Fue la instalación del sistema económico neoliberal en todos los países. En los ‘90 cada país tuvo un presidente que se encargó de abrir las puertas de su país a las multinacionales, al capital extranjero, al libre mercado. Se trataba de modernizar la economía aplicando los preceptos del neoliberalismo. Se trataba de transformarlo de tal modo que en poco tiempo pudiera entrar en el Primer Mundo. En esa forma pusieron a su país en la dependencia de las potencias dominantes. Los países poderosos no practican el libre mercado pero quieren imponerlo a los países más débiles: quieren conquistar las naciones más débiles por la dependencia económica.
Las víctimas fueron los pobres. Aumentó la pobreza en forma catastrófica. Lo peor fue en la Argentina pero todos los países sufrieron y la emigración a los Estados Unidos y Europa apareció a muchos latinoamericanos como la única solución. Vino la crisis en los Estados Unidos y hoy día hay una amenaza de depresión en todas las naciones dependientes.
Los pobres fueron las victimas porque se destruyeron los movimientos populares por todos los métodos posibles, se redujeron las leyes sociales de protección a los trabajadores, apareció una inmensa cesantía y la creación de una economía informal entre los millones de habitantes de las grandes ciudades, excluidos de la vida ciudadana.
La reacción de la Iglesia ha sido muy débil. Queda la impresión de que la jerarquía opina que ese problema es de los laicos y ella no tiene por qué intervenir. Pero los laicos católicos ni hablan, ni actúan, si la jerarquía no levanta la voz. Han sido formados para obedecer y no para tomar iniciativas. Y no tienen autoridad en la Iglesia, ni en la sociedad.
Los poderes económicos dominantes controlan el inmenso aparato tecnológico que permite centralizar todas las informaciones que circulan en el mundo. Siempre defienden sus privilegios y engañan a los pobres. El poder ideológico del sistema de globalización es algo nunca imaginado en la historia. Existe realmente un pensamiento único. Como habrá democracia con un pensamiento único. Estamos en una dictadura mundial dirigida por un grupo reducido de poderes financieros.
No es una dictadura como las del siglo 20. Es mucho más profunda porque su aparato ideológico es mucho más fuerte. No se trata solamente de escribir documentos que nadie lee. Son necesarios signos elocuentes de denuncia y de repudio del sistema. Por si sola la llamada doctrina social de la Iglesia es totalmente ineficiente. Las clases dominantes no le dan ninguna importancia porque no molesta en nada.
La voz de Medellín fue muy fuerte porque suscitó una reacción formidable de los poderosos. Los de Medellín fueron perseguidos: señal de su valor evangélico. Ahora la Iglesia no es perseguida. Está durmiendo tranquilamente sin temer nada. No es una buena señal.
En la práctica muchos católicos y casi todos los de clase media aceptan la evolución actual del sistema socio-económico. Viven según el principio moral del sistema: cada cual cuida de sí mismo. Todos tratan de ser buenos productores-consumidores dentro de las normas morales del sistema o bien poquito al lado. La Iglesia está separada del mundo económico, social e informativo. No cuenta para nada y ella no se molesta.
En estos últimos años han aparecido gobiernos de un tipo diferente. Son gobiernos conducidos por líderes con mucha fuerza carismática que fueron elegidos por las masas populares contra la clase dominante tradicional. Ellos disponen de un apoyo popular, sobre todo de los más pobres y realizan reformas sociales que benefician a los pobres sobre todo en materia de educación, salud, habitación, sueldo vital. Esto se ha producido en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay. Por primera vez las elecciones han logrado derrumbar las clases tradicionales que mantuvieron el estado de pobreza de las masas. Fue una señal de que por medio de elecciones democráticas es posible en algunas circunstancias establecer gobiernos que logran hacer algunas de las reformas que la Iglesia reclama hace muchos años.
Sin embargo, esos gobiernos encuentran una oposición en algunos casos incluso muy virulenta por parte de la jerarquía y buena parte del clero. El clero conducido por sus obispos toma la defensa de las clases que dominaron y oprimieron el país durante siglos. Esto muestra que la Iglesia actual está muy lejos de los pobres, ni los conoce, ni los entiende, ni los acepta a pesar de discursos bonitos, pero sin contenido real.
El mismo documento de Aparecida alude a esos nuevos gobiernos en forma claramente negativa (nº 74). Es una señal de que los obispos escuchan lo que dicen las elites y no lo que piensa el pueblo de los pobres. La jerarquía exhorta a los laicos a que asuman compromisos políticos, pero el sentido es ambiguo, porque se tiene la impresión de que la acción de los laicos tiene por criterio la defensa de los derechos de la Iglesia, más bien que los derechos de los pobres y para imponer a la sociedad entera la moral definida por los Papas. Como en el siglo 19 y durante la época de los Papas Pio’s la Iglesia está a la defensiva. Defiende su pasado. Lo contrario de lo que querían Vaticano 2º y Medellín.

8.- ¿QUÉ QUEDA DE MEDELLÍN?
Queda una señal inolvidable. Medellín es más evangélico que todos los Concilios ecuménicos. Por eso Medellín tiene mucho más sentido. Pero aplicarlo siempre será difícil. Que la Iglesia sea evangélica es muy difícil. La cuestión de la pobreza es el grande desafío. Jesús nació pobre, vivió pobre, murió pobre, actuó en medio de los pobres, quiso liberar a los pobres, restituirles la conciencia de su dignidad, de su valor, de ser los privilegiados de Dios y darles una vida mejor aquí mismo en la tierra y no solo en el cielo. En el evangelio la cuestión de la pobreza es prioritaria.
Puesto que la prioridad de los pobres, que incluye que la Iglesia sea de los pobres es algo terrible, espontáneamente tratamos de eliminar esa exigencia, atenuando el sentido de las palabras de los evangelios, buscando todos los subterfugios posibles para no ver la verdad. Claro está que debemos reconocer nuestra debilidad y nuestra incapacidad de ir lejos en el camino de Jesús, pero debemos reconocer que es el único válido. Los obispos de Medellín lo hicieron. Los Concilios anteriores no lo hicieron. Estaban preocupados con otras cosas que, sin embargo, eran secundarias. Esto fue posible en Medellín porque muchos participantes ya estaban bien adelantados en el camino de Jesús, no en las palabras, sino en la realidad material de la vida de cada día.
En segundo lugar queda una minoría abrahámica que permanece fiel y mantiene viva la llama de Medellín, buscando la vida evangélica. Gracias a esa minoría de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, Medellín deja más que un libro y un recuerdo de cristianos del pasado, Medellín permanece vivo porque algunos lo viven y dan testimonio en medio de la Iglesia que trata de evitar el tema.
En la historia cristiana hubo muchas personas, laicos, ordenados, consagrados que siguieron ese camino de Jesús. Pero nunca hubo una asamblea de obispos, lo que le confiere un valor de autenticidad más grande.

Editor: Enrique A. Orellana F. Cuadernos ‘Opción por los Pobres’ – Chile. http://alainet.org



8.  LA  POBREZA  DE  LA  IGLESIA

Texto del Documento de Medellín.
Capítulo 14.

I. REALIDAD LATINOAMERICANA

1. El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria.

2. Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte. «Nos estáis ahora escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube de vuestro sufrimiento», ha dicho el Papa a los campesinos en Colombia.
Y llegan también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos. Al respecto debemos precisar que con mucha frecuencia se confunde la apariencia con la realidad. Muchas causas han contribuido a crear esa imagen de una Iglesia jerárquica rica. Los grandes edificios, las casas de párrocos y de religiosos cuando son superiores a las del barrio en que viven; los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de vestir heredada de otras épocas, han sido algunas de esas causas.
El sistema de aranceles y de pensiones escolares, para proveer a la sustentación del clero y al mantenimiento de las obras educacionales, ha llegado a ser mal visto y a formar una opinión exagerada sobre el monto de las sumas percibidas.
Añadamos a esto el exagerado secreto en que se ha envuelto el movimiento económico de colegios, parroquias, diócesis: ambiente de misterio que agiganta las sombras y ayuda a crear fantasías. Hay también casos aislados de condenable enriquecimiento que han sido generalizados.
Todo esto ha llevado al convencimiento de que la Iglesia en América Latina es rica.

3. La realidad de muchísimas parroquias y diócesis que son extremadamente pobres y de tantísimos obispos, sacerdotes y religiosos que viven llenos de privaciones y se entregan con gran abnegación al servicio de los pobres, escapa por lo general a la apreciación de muchos y no logra disipar la imagen deformada que se tiene.
En el contexto de pobreza y aun de miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre. Y no faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que trabajan con ellos o abogan por su suerte.

II. MOTIVACIÓN DOCTRINAL

4. Debemos distinguir:
a.       La pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en cuanto tal, un mal. Los profetas la denuncian como contraria a la voluntad del Señor y las más de las veces como el fruto de la injusticia y el pecado de los hombres;
b.       La pobreza espiritual, es el tema de los pobres de Yavé. La pobreza espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor. Aunque valoriza los bienes de este mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes del Reino;
c.        La pobreza como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la condición de los necesitados de este mundo para testimoniar el mal que ella representa y la libertad espiritual frente a los bienes, sigue en esto el ejemplo de Cristo que hizo suyas todas las consecuencias de la condición pecadora de los hombres y que «siendo rico se hizo pobre», para salvarnos.

5. En este contexto una Iglesia pobre:
-          Denuncia la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra;
-          Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor;
-          Se compromete ella misma en la pobreza material. La pobreza de la Iglesia es, en efecto, una constante de la Historia de la Salvación.

6. Todos los miembros de la Iglesia están llamados a vivir la pobreza evangélica. Pero no todos de la misma manera, pues hay diversas vocaciones a ella, que comportan diversos estilos de vida y diversas formas de actuar. Entre los religiosos mismos, con misión especial dentro de la Iglesia en este testimonio, habrá diferencias según los carismas propios.

7. Dicho todo esto, habrá que recalcar con fuerza que el ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y al que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de los tiempos.
Cristo nuestro Salvador, no sólo amó a los pobres, sino que «siendo rico se hizo pobre», vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres.
Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante «tantas debilidades y ruinas nuestras en el tiempo pasado». La Iglesia de América Latina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo.
La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que «rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad».
La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo de valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de solidaridad con los que sufren.

III. ORIENTACIONES PASTORALES

8. Por todo eso queremos que la Iglesia de América Latina sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos, testigo del valor de los bienes del Reino y humilde servidora de todos los hombres de nuestros pueblos. Sus pastores y demás miembros del Pueblo de Dios han de dar a su vida y sus palabras, a sus actitudes y su acción, la coherencia necesaria con las exigencias evangélicas y las necesidades de los hombres latinoamericanos.

Preferencia y solidaridad
9. El particular mandato del Señor de «evangelizar a los pobres» debe llevarnos a una distribución de los esfuerzos y del personal apostólico que dé preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los segregados por cualquier causa, alentando y acelerando las iniciativas y estudios que con ese fin ya se hacen.
Los Obispos queremos acercarnos cada vez más, con sencillez y sincera fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta nosotros.

10. Debemos agudizar la conciencia del deber de solidaridad con los pobres, a que la caridad nos lleva. Esta solidaridad significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar por ellos.
Esto ha de concretarse en la denuncia de la injusticia y la opresión, en la lucha cristiana contra la intolerable situación que soporta con frecuencia el pobre, en la disposición al diálogo con los grupos responsables de esa situación para hacerles comprender sus obligaciones.

11. Expresamos nuestro deseo de estar siempre muy cerca de los que trabajan en el abnegado apostolado con los pobres, para que sientan nuestro aliento y sepan que no escucharemos voces interesadas en desfigurar su labor.
La promoción humana ha de ser la línea de nuestra acción en favor del pobre, de manera que respetemos su dignidad personal y le enseñemos a ayudarse a sí mismo. Con ese fin reconocemos la necesidad de la estructuración racional de nuestra pastoral y de la integración de nuestros esfuerzos con las de otras entidades.

Testimonio
12. Deseamos que nuestra habitación y estilo de vida sean modestos; nuestro vestir, sencillo; nuestras obras e instituciones, funcionales, sin aparato ni ostentación.
Pedimos a sacerdotes y fieles que nos den un tratamiento que convenga a nuestra misión de padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos honoríficos propios de otra época.

13. Con la ayuda de todo el Pueblo de Dios esperamos superar el sistema arancelario, reemplazándolo por otras formas de cooperación económica que estén desligadas de la administración de los sacramentos.
La administración de los bienes diocesanos o parroquiales ha de estar integrada por laicos competentes y dirigida al mejor uso en bien de la comunidad toda.

14. En nuestra misión pastoral confiaremos ante todo en la fuerza de la Palabra de Dios. Cuando tengamos que emplear medios técnicos buscaremos los más adecuados al ambiente en que deban usarse y los pondremos al servicio de la comunidad.

15. Exhortamos a los sacerdotes a dar testimonio de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales, como lo hacen tantos particularmente en regiones rurales y en barrios pobres.
Con empeño procuraremos que tengan una justa aunque modesta sustentación y la necesaria previsión social. Para ello buscaremos formar un fondo común entre todas las parroquias y la misma diócesis y también entre las diócesis del mismo país.
Alentamos a los que se sienten llamados a compartir la suerte de los pobres, viviendo con ellos y aun trabajando con sus manos, de acuerdo con el Decreto ‘Presbyterorum ordinis’.

16. Las comunidades religiosas, por especial vocación, deben dar testimonio de la pobreza de Cristo. Reciban nuestro estímulo las que se sientan llamadas a formar entre sus miembros pequeñas comunidades, encarnadas realmente en los ambientes pobres. Serán un llamado continuo para todo el Pueblo de Dios a la pobreza evangélica.
Esperamos también que puedan cada vez más hacer participar de sus bienes a los demás, especialmente a los más necesitados, compartiendo con ellos no solamente lo superfluo, sino lo necesario y dispuestos a poner al servicio de la comunidad humana los edificios e instrumentos de sus obras.
La distinción entre lo que toca a la comunidad y lo que pertenece a las obras permitirá realizar todo esto con mayor facilidad. Igualmente permitirá buscar nuevas formas para estas obras, en que participen otros miembros de la comunidad cristiana, en su administración o propiedad.

17. Estos ejemplos auténticos de desprendimiento y libertad de espíritu, harán que los demás miembros del Pueblo de Dios den testimonio análogo de pobreza. Una sincera conversión ha de cambiar la mentalidad individualista en otra de sentido social y preocupación por el bien común. La educación de la niñez y de la juventud en todos sus niveles, empezando por el hogar, debe incluir este aspecto fundamental de la vida cristiana.
Se traduce este sentido de amor al prójimo cuando se estudia y se trabaja ante todo como una preparación o realización de un servicio a la comunidad; cuando se dispone orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad.

Servicio
18. No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna, sino que quiere ser humilde servidora de todos los hombres. Necesitamos acentuar este espíritu en nuestra América Latina.
Queremos que nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de connivencias y de prestigio ambiguo; que «libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza», sea más transparente y fuerte su misión de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de Cristo, presente en la construcción del mundo.
Queremos reconocer todo el valor y la autonomía legítima que tienen las tareas temporales; sirviéndolas no queremos desvirtuarlas ni desviarlas de sus propios fines. Deseamos respetar sinceramente a todos los hombres y escucharlos para servirlos en sus problemas y angustias. Así la Iglesia, continuadora de la obra de Cristo, «que se hizo pobre por nosotros siendo rico, para enriquecernos con su pobreza», presentará ante el mundo signo claro e inequívoco de la pobreza de su Señor.



9.  DE  MEDELLÍN  A  FRANCISCO

Guayaquil, Pedro Pierre, mayo de 2018.

                La reunión episcopal latinoamericana en Medellín (1968) con el objetivo de aplicar el Concilio Vaticano 2° a América Latina, marca una etapa significativa en la Iglesia de América Latina. De hecho empezó a ser ‘la Iglesia de los Pobres que quería el papa Juan 23. Nada iba a ser como antes. En Argentina el padre Jorge Bergoglio, luego obispo y cardenal, ahora papa Francisco, ha vivido toda esta época, terminando siendo en 2007 secretario de la Reunión episcopal latinoamericana de Aparecida (Brasil). No sólo ha vivido esta época, sino que la ha asumido, tal y como lo demuestran sus palabras y sus actitudes. Revisar estos 50 años nos ayuda a entender la importancia de Medellín y nos da claves para comprender las opciones del papa Francisco.

Digamos para empezar que la década de los ’60 fue de grandes novedades tanto en la sociedad como en la Iglesia. Siempre son los acontecimientos sociales los que nos traen grandes novedades en la Iglesia. Generalmente también estas novedades eclesiales tienen dificultades para ser asumidas. Eso es lo que pasa en nuestro continente: Parece que recién nos damos cuenta del impacto de la reunión de Medellín. Para resumir digamos:
-          Con la reunión episcopal en Medellín, Colombia 1968, nació una nueva manera de ser Iglesia.
-          Con las reunión episcopal de Aparecida, Brasil 2017, nació una nueva manera de ser cristiano.
Esas son las opciones con las que el papa Francisco se identifica plenamente, llamándonos con insistencia a hacerlas realidad en nuestro continente.

A. ANTECEDENTES SOCIALES Y ECLESIALES
                Los tiempos de cambios sociales exigen compromisos a los cristianos y así provocan cambios eclesiales. Es lo que pasó en los años ’60. Por todas partes se gestaban cambios sociales, espacialmente en Europa y en América Latina.
                En Europa, los movimientos de Acción Católica nacido de la JOC (Juventud Obrera Católica) con el padre José Cardjin en Bélgica permitieron el despertar y el compromiso de los jóvenes en la sociedad y en la Iglesia. Estos movimientos de base preparaban sin darse cuenta el Concilio Vaticano 2°, en particular gracias a su método de reunión y compromiso: ‘Ver, Juzgar y Actuar’ desde los jóvenes de los sectores pobres de las grandes ciudades.
En América Latina despertaban los movimientos populares para un cambio de sociedad: el triunfo de la revolución cubana en 1959 había prendido la chispa por todas partes. En ellos muchos cristianos se hicieron presentes, hasta en los movimientos guerrilleros. Sacerdotes y obispos se inquietaron y se reunieron para entender lo que estaba pasando y cuál era la misión de la Iglesia en esta realidad.
El Concilio Vaticano 2°, de 1962 a 1965, permitió el expresar de todas estas inquietudes, ponerse a la escucha de lo que estaba pasando, abrir nuevos caminos y confirmar una Iglesia pobre y servicial, aunque los Documentos finales se acercaban más a las preocupaciones europeas. La iglesia de América Latina, mediante el CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano), fue la única en organizar una reunión episcopal continental, la segunda, en Medellín (Colombia), en 1968 para entender “la presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina” a la luz del Concilio, tal como lo indica el lema de dicha reunión.
Para el papa Francisco, las intuiciones y orientaciones del Concilio son sus prioridades, haciéndonos entender que un Concilio es en la Iglesia la máxima autoridad y el mayor acontecimiento eclesial del siglo 20.

B. EN MEDELLÍN NACIÓ UNA NUEVA MANERA DE SER IGLESIA
                En América Latina, la década del ’60 fue de gran efervescencia tanto en la sociedad como en la Iglesia. El despertar de los pobres sacudía el desorden establecido. En la Iglesia nacían, entre los cristianos pobres, las Comunidades Eclesial de Base (CEBs), siendo Brasil su primera cuna en la década de los ‘50.
                El Concilio llevaba la preocupación por los pobres pero no profundizó en su problemática ni en las nacientes CEBs latinoamericanas. Las intervenciones de los obispos latinoamericanas no lograron que esta preocupación realizara el sueño del papa Juan 23 que había convocado el Concilio: “La Iglesia es y deber ser la Iglesia de los pobres”. Pero unos 40 obispos mayoritariamente latinoamericanos sellaron su compromiso de vivir pobremente y al servicio de los pobres, mediante “El pacto de las Catacumbas”. Además se comprometieron a hacer una reunión latinoamericana para aplicar el Concilio en América Latina.
                En Medellín los obispos van con sus asesores que pasaran a ser los teólogos de la liberación. Comienzan escuchando unas ponencias de los obispos más relevantes de América Latina: Eduardo Pironio de Argentina, Pablo Muñoz y Leonidas Proaño de Ecuador, Samuel Ruiz de México… sobre las inquietudes pastorales del momento. Con otros, ellos son “los Padres de la Iglesia Latinoamericana” e hicieron de Medellín el lugar de nacimiento de una nueva manera de ser Iglesia: La Iglesia de los Pobres. De visita en Colombia, el papa Pablo 6° inauguró dicha Conferencia Episcopal Latinoamericana y luego aprobaría (por teléfono) sus conclusiones.
Por todos estos motivos el Documento de Medellín son la cédula de identidad de la Iglesia latinoamericana. ¿Cuáles fueron las líneas principales?
-          Análisis de la realidad: América Latina se encuentra en una situación de empobrecimiento por la situación de dependencia frente a los países industrializados.
-          Iluminación cristiana: Esta realidad de pobreza ‘clama al cielo’ y constituye una ‘situación de pecado social’ que hay que combatir.
-          Compromisos: La Iglesia hace una opción por los pobres solidarizándose con sus causas y confirmando las nacientes CEBs como ‘primer núcleo de Iglesia’.
Tales opciones encontraron enseguida mucha oposición tanto en la Iglesia como en la sociedad. Los grupos eclesiásticos más tradicionalistas tildaron a los obispos y sacerdotes mentores de Medellín como ‘comunistas. Los papas Juan Pablo 2° y Benedicto 16 fueron sus máximos representantes. El gobierno de Estados Unidos no tardó en enviar de visita al continente una misión liderada por el millonario empresario Rockefeller para analizar lo que pasaba en la Iglesia y orientar al gobierno para contrarrestar las novedades que podían ‘afectar los intereses norteamericanos’. De allí nació el famoso ‘Documento de Santa Fe’ (California, EE.UU.) que programó la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina: las dictaduras sangrientas y los miles de asesinatos de obispos, sacerdotes, religiosas y seglares afín de neutralizar la Iglesia de la Pobres de América Latina. Notaremos que estamos con el ¡4° Documento de Santa Cruz! Esto hace pensar que esta Iglesia de los Pobres sigue, por una parte, viva en América Latina y, por otra, combatida por el imperio del norte…
        Cuando su visita a Colombia, el papa Francisco hizo de su discurso en Medellín una orientación sobre lo que debe ser la Iglesia, conforme a los Documentos de la reunión del CELAM en 1968: “Nos dejó la propuesta de una moral humanitaria que priorice la lucha contra la desigualdad y la pobreza, como esencia de la construcción de una nueva Colombia”.

C. EN APARECIDA NACIÓ UNA NUEVA MANERA DE SER CRISTIANO
                La 5ª reunión episcopal latinoamericana se dio en 2,007 en Aparecida, Brasil. Monseñor Jorge Bergolio es su secretario general. Abordaron la manera de ser “discípulos y misioneros de Jesucristo para que en él nuestros pueblos tengan vida”. La gran novedad de Aparecida fue que se confirmara las grandes orientaciones de Medellín: su método de trabajo, su opción por los pobres, las CEBs, la conversión eclesial a Jesucristo y a la misión, la liberación calificada de ‘auténtica e integral’… “mediante una fuerte conmoción que impida (a la Iglesia) instalarse en la comodidad, el estancamiento y la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres”. Hasta se planeó una ‘Gran misión continental’ para tal propósito. Diez años después, nuestra Iglesia sigue en general, por una parte, bastante ‘cómoda, estancada y tibia’ frente a la realidad de pobreza y, por otra, bastante indiferente al ‘remesón’ que representan las palabras y acciones del papa Francisco.
                Aparecida marca el comienzo de una época centrada en los bautizados, los ‘cristianos de a pie’, cuyo doble camino es, por una parte, el ‘discipulado’, o sea, el seguimiento de Jesús, y, por otra, la ‘misión’, o sea, como dice el papa Francisco, siendo y haciendo una ‘Iglesia en salida, pobre y para los pobres’. Los obispos y sacerdotes tienen que dejarse evangelizar por los pobres…
Los capítulos 7-8 del Documento de Aparecida, relativos a la misión son los más significativos:
1.       “La Iglesia precisa de una ‘fuerte conmoción’.
2.       El cambio afectará todas las instituciones eclesiales, comenzando por la parroquia.
3.       La pastoral social es reforzada.
4.       Los desafíos son la ecología y la pastoral urbana.
5.       Los que conviven con el mundo de los pobres son los que van poner este programa en práctica.
6.       Los futuros discípulos misioneros capaces de cambiar la fisonomía de la Iglesia serán laicos, misioneros laicos.
7.       Se comenzará con personas voluntarias decididas a entrar en una aventura, pero sin programa previo ni gran formación porque el Espíritu les mostrará lo que deben hacer” (José Comblin).
Por las grandes tendencias tradicionalistas en la Iglesia y las grandes fuerzas conservadoras al nivel social, el Documento de Aparecida no encontró gran acogida en la institución eclesial y la ‘gran misión continental’ se quedó en un bonito enunciado… Muchos jerarcas y clérigos esperan que la ‘tormenta’ levantada por el papa Francisco, secretario de la Conferencia de Aparecida pase, afín de que todo siga como siempre…
        En cuanto al papa Francisco, sabemos que, “viniendo del fin del mundo”, lleva las huellas de una Iglesia latinoamericana, capaces de transformar la Iglesia universal y acercarla a mensaje y a la misión de Jesús.

CONCLUSIÓN: Hacia una Iglesia ‘laical’ o Iglesia de los Pobres
                El desafío está en el campo de los laicos y de los que nos solidarizamos con ellos. La Iglesia es de los bautizados y todos somos primero bautizados. El sacerdocio ordenado tiene que ponerse al servicio de la misión bautismal de todos los cristianos: ser profetas, sacerdotes y reyes-pastores, individualmente y en comunidad. Los sacerdotes tenemos que dar el paso de “sacerdotes celebrantes a asamblea cristiana sacerdotal”, como ya ha comenzado a hacerse realidad en varias partes de nuestro continente. El futuro de la Iglesia está ligado, en gran parte, a este cambio estructural, tanto de parte de los sacerdotes como de parte de los laicos: ser la Iglesia de los pobres, apasionados de Dios y de los hombres… o nos iremos ‘muriendo sin pena ni gloria’.
                No se trata de ser sólo una “Iglesia pobre para los pobres”, sino ser “la Iglesia de los pobres”. Al decir una Iglesia ‘para’ los pobres, no situamos fuera de los pobres: Esto nos exige una mudanza hacia esta Iglesia de los pobres. Aquella es de los mismos pobres (Lucas 6,21) y de los que nos hacemos pobres y solidarios con ellos (Mateo 5,3). Son, como dijo el teólogo José Comblin (Brasil), los que son pobres y optan por los pobres que van a construir la Iglesia de los Pobres. Por allí va nuestro camino y nuestra conversión. Esta es triple: en palabras, en hechos y en estructuras.
                Estemos atentos al Espíritu que está trabajando en las bases tanto de la sociedad como de la Iglesia: con los oídos puestos en estos 2 espacios tenemos que ser protagonistas de una Iglesia discípula, misionera y celebrativa como también de una sociedad equitativa, fraterna y participativa. “No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino” (Lucas 12,32). ¡Ayudémonos en todo esto!
                Ahora hemos de entender mejor por qué el papa Francisco deseó desde el primer día de su papado “una Iglesia pobre y para los pobres”. Eso está en continuidad con el caminar de la Iglesia latinoamericana en estos 50 años. Entremos de lleno en esta dinámica, fruto del Espíritu de Jesús en nuestro continente. Allí están “los signos de los tiempos” o llamados de Dios para nosotros, de los que hablaba el papa Juan 23,



10.  CON  MEDELLÍN  DIOS  PASÓ  POR  AMÉRICA LATINA.
¿ CON  QUIÉN  PASA  AHORA ?  Jon  SOBRINO,  2012.

Los diez años de Medellín (1968) a Puebla (1979) fueron únicos en la época moderna de la Iglesia católica en América Latina. Después comenzó un declive al que Aparecida (2007) quiso poner freno, aunque hasta ahora queda mucho por hacer. Al hacer este juicio, no nos fijarnos en la iglesia tal como la analizan los sociólogos, sino que nos fijamos en “el paso de Dios”. Sin duda es más difícil de calibrar, pero toca la dimensión más honda de la Iglesia, y al servicio de qué debe estar. En definitiva qué aporta a los seres humanos y al mundo como un todo. Y obviamente hay que preguntarse “qué Dios” es el que pasa por la historia en un momento dado.

MEDELLÍN
Fue un salto cualitativo. Irrumpieron los pobres, y en ellos irrumpió Dios. Fue un hecho fundante que penetró en la fe de muchos y configuró a la Iglesia. Sorprendentemente, para la asamblea de obispos la prioridad no la tuvo la Iglesia en sí misma, sino el mundo de pobres y víctimas, es decir la creación de Dios. Sus primeras palabras proclaman la realidad del continente: “una pobreza masiva producto de la injusticia”. Los obispos actuaron, ante todo, como seres humanos, y dejaron hablar a la realidad que clamaba al cielo. Son los clamores que Dios escuchó en el éxodo, le hicieron salir de sí mismo y entró decididamente en la historia. De igual modo, con Medellín Dios entró en la historia latinoamericana.
Desde esa irrupción de los pobres, y de Dios en ellos, Medellín pensó qué es ser Iglesia, cuál es su identidad y misión fundamental, y cuál debe ser su modo de estar en un mundo de pobres. La respuesta fue “una iglesia de los pobres”, semejante a la ilusión que tuvo Juan XXIII y el cardenal Lercaro. En el concilio no prosperó, en Medellín sí. La Iglesia sintió compasión por los oprimidos y decidió trabajar por su liberación. Por muchos, con mayor o menor conciencia explícita, fue acogida como bendición. Por otros, fue percibida, con razón, como grave peligro.
Muy pronto reaccionó el poder. En 1968 Nelson Rockefeller escribió un informe sobre lo que estaba ocurriendo, y esa Iglesia, nueva y peligrosa, tenía que ser debilitada y frenada, y lo mismo ocurrió al comienzo de la administración Reagan. Oligarquías con el capital, ejércitos, escuadrones de la muerte, desencadenaron una persecución contra la Iglesia, desconocida en la historia de América Latina. La persecución, y el mantenerse firme en ella, dejó en claro lo novedoso y evangélico que estaba ocurriendo: la Iglesia de Medellín estaba con el pueblo pobre y perseguido, y corrió su misma suerte. Miles fueron asesinados, entre ellos media docena de obispos, decenas de sacerdotes, religiosos y religiosas, y multitud de laicos, mujeres y varones. Con limitaciones, errores y pecados, era una Iglesia mucho más casta que meretriz, mucho más evangélica que mundana.
Al interior de la Iglesia católica, Pablo VI propició y animó esta nueva Iglesia, pero altos personeros de la curia romana, y de otras curias locales, la descalificaron, trataron mal e injustamente a sus representantes señeros, también a obispos, y diseñaron una iglesia alternativa, diferente y aun contraria, más devocional, intimista, de movimientos, sumisos a y defensores de la jerarquía. Y lo que había que evitar era que la Iglesia volviese a entrar en conflicto con los poderosos. La iglesia popular, nacida alrededor de Medellín, creyente y lúcida, de comunidades de base, que vivía la pobreza del continente, sufrió la doble persecución del mundo opresor, y, con alguna frecuencia, de la propia iglesia.
Una Iglesia así fue testigo y seguidora de Jesús de Nazaret. Encarnada, defensora y compañera de los pobres, cargaba con la cruz y con frecuencia moría en ella. Anunció una Buena Noticia como Jesús en la sinagoga de Nazaret. Tuvo sus “doce apóstoles”, los Padres de la iglesia latinoamericana con don Hélder Camara uno de los pioneros, con Enrique Angelelli, don Sergio Méndez Arceo, Leonidas Proaño, con monseñor Romero, pastor y mártir del continente, y otros. Llegó a ser ekklesia, en la que mujeres y varones, religiosas y laicos, latinoamericanos y venidos de fuera, llegaron a formar cuerpo eclesial, una gran comunidad de vida y misión. Entre los de casa y los de lejos se generó una solidaridad nunca vista: se llevaban mutuamente. Creció la esperanza y el gozo. Y del amor de los mártires nació una brisa de resurrección, ajena a toda alienación, que volvía a remitir a la historia para vivir en ella como resucitados.
En esa Iglesia soplaba el Espíritu, el espíritu de Jesús y el espíritu de los pobres. Ese espíritu inspiraba oración, liturgia, música, arte. Y también inspiraba homilías proféticas, cartas pastorales lúcidas, textos teológicos de casa, no textos simplemente importados que no habían pasado por el crisol de Medellín. En el centro de todo estaba el evangelio de Jesús. Lucas 4, 16: “He venido a anunciar la buena noticia a los pobres, a liberar a los cautivos”. Mateo 25, 36-41: “Tuve hambre y me dieron de comer”. Juan 15, 13: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por los hermanos”. Y Jesús de Nazaret, el crucificado resucitado, Hechos 2, 23: “A quien ustedes dieron muerte Dios le devolvió a la vida”.

¿Y AHORA?
Encuestas, estudios sociológicos y antropológicos, económicos y políticos, ofrecen datos y suministran explicaciones sobre la Iglesia católica y otras iglesias cristianas. Nos dicen si subimos o bajamos en número y en influjo en la sociedad. Desde esa perspectiva nada tengo que añadir. Y estrictamente hablando, tampoco es mi mayor preocupación cuál será el futuro de lo que llamamos “Iglesia”, aunque en ella he vivido y vivo, y me he acostumbrado a pertenecer a la familia.
Lo que me interesa, y me alegra, es que “Dios pase por este mundo”. Y la razón es sencilla. El mundo está “gravemente enfermo”, decía Ellacuría, “enfermo de muerte”, dice Jean Ziegler. Es decir, necesita salvación y sanación. Por ello, como creyente y como ser humano, deseo que “Dios pase por este mundo”, pues ese paso siempre trae salvación a las personas y al mundo en su conjunto. Tuvimos la dicha de sentir ese paso de Dios con Medellín, con Monseñor Romero, con muchas comunidades populares. Con muchas personas buenas, sencillas en su mayoría. Con una pléyade de mártires. Y también, aunque eso solo se puede sentir “en un difícil acto de fe”, como decía Ellacuría al explicar la salvación que trae el siervo sufriente de Isaías, con el pueblo crucificado.
¿Cómo estamos hoy? Sería cometer un grave error caer en simplismos en cosas tan serias. Sería injusto no ver lo bueno que, de muchas formas, existe en las iglesias. Y sería arrogante no intentar descubrirlo, aunque a veces se esconda tras una corteza que no remite con claridad a Jesús de Nazaret. En cualquier caso, el paso de “Dios” siempre será misterio inescrutable, y sólo de puntillas y con máximo respeto a todos los seres humanos podemos hablar sobre ello. Pero con todas estas cautelas algo se puede decir. Mencionaremos las realidades de los fieles y sus comunidades, pero tenemos en mente sobre todo a las instancias, altas en jerarquía, históricamente muy responsables de lo que ocurre, y a las que no se puede pedir cuenta con eficacia. Con sencillez doy mi visión personal.
De diversas formas abunda el pentecostalismo, como forma de iglesia distante de los problemas reales de vida y muerte de las mayorías, aunque trae ánimo y consuelo a los pobres, lo que no es desdeñar cuando no tienen dónde agarrarse para que su vida tenga sentido -distinta es la situación en clases más acomodadas. Prolifera un gran número de movimientos, docenas de ellos, proliferan los medios de comunicación de las iglesias, emisoras de radio y televisión, sumisos en exceso a ideales y normas que provienen de curias, sin dar sensación de libertad para tomar ellos mismos en sus manos un evangelio que anuncia la buena nueva para los pobres, en forma de justicia, y sin sospechar la necesidad de un estudio, reflexivo, mínimamente científico, de la Palabra de Dios, y en general de la teología que propició el Vaticano II y Medellín. Proliferan devociones de todo tipo, las de antes y las de ahora. Jesús de Nazaret, el que pasó haciendo el bien y murió crucificado, es dejado de lado con facilidad en favor del niño Jesús, sea de Atocha, de Praga, el Dios niño, dicho con gran respeto. Con facilidad se diluye el Jesús recio de Galilea, del Jordán, el profeta de denuncias alrededor del templo de Jerusalén, en favor de devociones, basadas en apariciones con un trasfondo sentimental y melifluo en exceso. Por decirlo con sencillez, la divina providencia puede atraer más que el Padre de Jesús, el Hijo que es Jesús de Nazaret, el Espíritu Santo, que es Señor y dador de vida, y Padre de los pobres como se canta en el himno de Pentecostés.
En su conjunto cuesta hoy encontrar en la Iglesia la libertad de los hijos e hijas de Dios, la libertad ante el poder, que no por ser sagrado deja de ser poder. Se nota excesiva obsecuencia y sumisión hacia todo lo que sea jerarquía, lo que llega a convertirse en miedo paralizante. Desde las instancias de poder eclesial apunta el triunfalismo, y lo que he llamado la pastoral de la apoteosis, multitudinaria, mediática. En muchos seminarios el discurrir y pensar es sustituido por el memorizar. En las reuniones del clero, por lo que sabemos, las preguntas, la discusión y el debate son sustituidas por el silencio. Las cartas pastorales de los años setenta y ochenta -verdadero orgullo de las iglesias, que reverdecen en ocasiones, en Guatemala por ejemplo- son sustituidas por breves mensajes, modosos y comedidos, con argumentos tomados de las últimas encíclicas del papa. El centro institucional no parece estar ya en América Latina, sino en la distante Roma. Todo esto está dicho con respeto.
Cómo será el paso de Dios por América Latina y con quién pasará está por ver, y en definitiva es cosa de Dios. Pero es cosa nuestra anhelarlo, trabajar por ello, y aprender de cómo ocurrió en el pasado alrededor de Medellín. Bueno es saber y analizar los vaivenes de la membresía y el influjo de las Iglesias en la sociedad. Por lo que dicen los datos, en ambas cosas la Iglesia católica va a menos. Pero más presentes hay que tener las raíces de cuya savia ha vivido el paso de Dios. Y regarla humildemente, con aguas vivas. Qué le ocurrirá a nuestra iglesia, y a todas las iglesias, está por ver. Mi deseo es que, ocurra lo que ocurra en lo exterior, sea por ponerse al servicio del paso de Dios por este mundo, el Dios de Jesús, compasivo, profeta y crucificado. Y el Dios dador de esperanza.
Estas son preguntas que podemos hacerlas siempre. Pero quizás es bueno hacerlas al comienzo de cuaresma. Este tiempo nos exige reciedumbre para caminar a Jerusalén. Y nos ofrece esperanza de encontrarnos allí con Jesús crucificado y resucitado.
Jon Sobrino, es sacerdote jesuita y teólogo en San Salvador (El Salvador) - jsobrino@cmr.uca.edu.sv
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