lunes, 19 de junio de 2017

2. "El Reino es lo único absoluto" (papa Pablo 6°)



4.   E L   R E I N O   E N   L A   B I B L I A

Pedro Pierre.

CONTENIDO



Introducción: el Árbol de Reino (Génesis 1-2).

1.    El Reino en el Antiguo Testamento
-          La doble intuición de Abraham
-          La triple misión de Moisés
-          Las primeras bases de la organización social de Moisés
-          La organización tribal en la época de los Jueces
-          Los profetas defienden el proyecto de Moisés contra los reyes
-          Los libros sapienciales son una resistencia ideológica
2.   El Reino en el Nuevo Testamento
-          La organización política del país de Jesús
-          El Reino que quiso Jesús
-          La práctica de Jesús retomó el proyecto de Moisés
-          Los primeros cristianos continuaron el proyecto del Reino

3.   Hoy nosotros, personalmente y como Iglesia
Conclusión: Seguir a Jesús personal y colectivamente.

Anexo: Preguntas para grupos





 I N T R O D U C C I Ó N.


“SOLAMENTE EL REINO PUES ES ABSOLUTO”, papa Pablo 6º, 1975.
Carta encíclica “La Evangelización de los Pueblos”, 8.

       “Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ente todo un Reino, el Reino de Dios; tan importante que, en relación a él, todo se convierte en ‘lo demás’ que es dado por añadidura (Mateo 6,33). Solamente el Reino pues es absoluto y todo el resto es relativo. El Señor se complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha de pertenecer a ese Reino, una dicha paradójica hecha de cosas que el mundo rechaza (Mateo 5,3-12); las exigencias del Reino y su carta magna (Mateo 5-7), los heraldos del Reino (Mateo 10), los misterios del mismo (Mateo 13), sus hijos (Mateo 18), la vigilancia y la fidelidad requerida a quien espera su venida definitiva (Mateo 24-25)”.



 I .  EL  REINO  DE  DIOS  EN  EL  ANTIGUO  TESTAMENTO.


Concretamente, el Reino arrancó con Abraham y Moisés, y luego continuó con los Profetas y los Sabios.

A. LA DOBLE INTUICIÓN DE ABRAHAM: Génesis 12.
El proyecto del Reino comenzó a realizarse con Abraham que, al dejar su tierra, emprendió un doble proyecto social y religioso. Hace 4,000 años, con el llamado de Dios, Abraham abrió un nuevo camino de fe: Dios único y amigo de los pobres. Esta novedad religiosa abre un nuevo proyecto de organización social: de liberación, fraternidad e igualdad, contrario al sistema dominador de los reyes de la época, y desde los oprimidos. Pero los descendientes de Abraham terminaron esclavos en Egipto.

B. LA TRIPLE MISIÓN DE MOISÉS
Moisés fue un hebreo de la tribu sacerdotal de Leví. En el desierto del Sinaí, Dios lo llamó en desde una ‘zarza ardiendo sin consumirse’ y le confió una triple misión (Éxodo 3,1-15):

  1. Liberar a sus compatriotas esclavos en Egipto (libertad),
  2. Sellar una alianza del Pueblo con Dios (fe) y
  3. Poner en marcha una organización igualitaria que haga imposible la esclavitud (equidad). Lo más llamativo fue emprender una organización social igualitaria (Éxodo 20-23). Al salir de la esclavitud, Moisés y los Hebreos decidieron organizarse de tal manera que fuera imposible la esclavitud entre ellos. Los 10 mandamientos son la Carta Magna de este nuevo Pueblo: la base indispensable del rechazo a la esclavitud por la decisión a vivir en la igualdad, en nombre del Dios con quien acababan de hacer alianza.


C. LAS PRIMERAS BASES DE LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DE MOISÉS

  1. La experiencia básica del ‘maná’ (Éxodo 16,14-36)
-          Yahvé ‘manda que cada uno recoja solo cuanto necesite para comer él y la gente de su tienda’ (v. 16). Y la realidad demuestra que ‘ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos. Cada uno tenía lo necesario para su consumo’ (v. 18).
-          La recomendación de Moisés era que ‘nadie guarde para mañana’ (v. 19). De hecho, para los que no hicieron caso, lo guardado ‘se pudrió’ (v. 20).
-          Fue una larga experiencia. Los versículos 35-36 dicen que ‘los hijos de Israel comieron maná durante 40 años, hasta que llegaron a la tierra de Canaán’.
-          Jesús nos hace pedir en el Padrenuestro: ‘Danos hoy el pan de este día’ (Mateo 6,11); el mismo Jesús compara la Eucaristía al maná (Juan 6,32) y San Pablo se refirió al maná para justificar la colecta en beneficio de los cristianos de Jerusalén (1 Corintios 8,13).
-          La gran exigencia de Dios era la erradicación de la pobreza: “No debe haber pobres en medio de ti” (Deuteronomio 15,4). La Iglesia de los es testimonio de esa exigencia.

  1. Unas 10 leyes estables. Los 10 mandamientos (Éxodo 20,1-17) son primero la defensa y promoción de esta organización igualitaria con fundamento religioso. Los 10 mandamientos fueron la manera institucionalizada de decir ‘no a la esclavitud’ de Egipto y ‘sí’ a una nueva forma de organización igualitaria en nombre de Dios: ‘Yo soy Yahvé, tu Dios, que te sacó de la esclavitud de Egipto’ (Éxodo 20,1). En este ‘Decálogo’, 3 mandamientos se refieren a Dios y 7 a la Comunidad.

1.      ‘No tomes en vano el nombre de Yahvé, tu Dios’. Faraón usaba la religión para oprimir. Yahvé es liberador de los pobres: no usarás su nombre para oprimir o reprimir, explotar o engañar.
2.      ‘No te hagas estatuas de nada ni de nadie’. Las imágenes sustentaban la magia que era una manera de presionar y de comprar a la divinidad para que obedeciera al suplicante. No reducirás a Dios a obedecer tus intereses individuales.
3.      ‘Acuérdate del día sábado: trabaja 6 días, pero, el 7º día es día de descanso consagrado a Yahvé, tu Dios. Que nadie trabaje’. En la esclavitud de Egipto, se trabajaba todos los días: la producción era lo más importante. Como Pueblo nuevo, hay que romper esta situación de esclavitud: el trabajo no es lo primero, sino la dignidad de cada persona, la fraternidad y la fe.
4.      ‘Respeta a tu padre y a tu madre’. Donde el Faraón, había que respetar la jerarquía: hay unos más grandes que otros. Moisés enseña a respetar a los padres de la familia y de la Comunidad, los ancianos, los sabios, porque enseñaron una nueva manera de creer y de vivir: son los garantes de la Comunidad.
5.      ‘No matarás’. En Egipto, la vida de los pobres nos valía nada; se mataba y había la pena de muerte por cualquiera razón. La nueva ley invita a respetar la vida personal y la de la Comunidad. Pues, la vida se destruye no sólo por el crimen y la guerra, sino también por el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la humillación, la falta de amor.
6.      ‘No cometas adulterio’. Al tener o ir con varias mujeres, se comete una discriminación de la misma mujer, usándola por su placer. La prohibición del adulterio era para promover la igualdad entre varón y mujer: todos somos iguales.
7.      ‘No robes’. Los esclavos no tenían ni derecho ni propiedad: nada les pertenecía; todo se les podía quitar. No robar quería decir: no quitarás a otro sus medios para vivir: su tierra, sus animales, sus herramientas,…
8.      ‘No des falso testimonio contra tu prójimo’. El sistema social de Egipto tenía como bases la mentira, el engaño, la corrupción. Una nueva vida comunitaria supone relaciones de verdad, de respeto, de transparencia en las decisiones y los juicios.
9.       y 10. ‘No codicies nada de lo que pertenece a tu prójimo’. La posesión y acumulación de tierra y bienes eran la fuerza y las bases del poder del Faraón y su corte. Promover el compartir y la igualdad supone la prohibición de acumular y, por lo mismo, de la dominación de unos sobre otros.


D. LA ORGANIZACIÓN TRIBAL DE LA ÉPOCA DE LOS JUECES

  1. Los 7 criterios de la organización social
Unos 7 principios o criterios van naciendo de la práctica del Pueblo de Moisés acorde a su memoria del tiempo de sus antepasados, contraria a la esclavitud vivida en Egipto y conforme a vivencias liberadoras de los Pueblos que encontraron en su travesía del desierto.

1.      Contra la jerarquía de los dioses egipcios que justificaban la dominación de unos sobre otros, se retoma la fe en un solo Dios que funda la igualdad entre todos y todas.
2.      En Egipto, las tierras estaban en pocas manos, con el fin de controlarlo todo. Para los hebreos, la tierra es de Dios que la dio a cada familia para vivir y convivir. Esta no se negocia y si se una familia hubiera tenido que empeñarla, cada 50 años regresaba a su propietario originario: esto impedía la acumulación de tierra y de riquezas (Levítico 25).
3.      Faraón detenía sólo todo el poder sobre todo y todos. Los hebreos se organizaron por medio de clanes (varias familias) y de tribus (varios clanes), con sus correspondientes representantes. Un ‘juez’, con poder moral, era elegido en Asambleas generales de todo el pueblo (Josué 24). Esto impedía la posibilidad de dictadores.
4.      En Egipto, las leyes cambiaban con cada Faraón y según sus intereses del momento. Moisés dio a su Pueblo 10 leyes permanentes que eran la defensa institucionalizada de su organización igualitaria.
5.      En Egipto, la educación era únicamente asequible a los familiares y allegados del Faraón. Entre los Hebreos, para que cada familia pudiera acceder a la educación (las mujeres quedaron marginadas), se creó un nuevo abecedario que permitió una conciencia común, una identidad propia y una cohesión de todo el Pueblo.
6.      El ejército egipcio era permanente, mercenario y asalariado, es decir, abierto a todos, egipcios y extranjeros, y remunerado. Al contrario, los Hebreos se organizaban, cuando era necesario, en autodefensa voluntaria por clanes, tribu y entre tribus. Todos defendían lo de todos y no había posibilidad de una guerra de agresión.
7.      En Egipto, los sacerdotes participaban de la corte del Faraón, eran grandes terratenientes y oficiaban un culto basado en los sacrificios humanos. Entre los Hebreos, los sacerdotes, provenientes de la tribu de Leví, no tenían propiedades, pero, sí, eran apoyados con los diezmos y las primicias. Su culto consistía principalmente en hacer memoria de los hechos fundadores del Pueblo y celebrar la presencia liberadora de Dios en ellos.

  1. Las leyes sabáticas y jubilares
Esta organización igualitaria se fundamenta en el compartir de los bienes (Éxodo 16,13-21: el Maná) y las tomas colectivas de decisiones (Éxodo 18,13-27: los representantes). Poco a poco nacieron unas exigencias para regir las relaciones humanas, la propiedad y el respeto a la naturaleza, signos de la presencia liberadora de Dios.

a)      ‘No debe haber pobres en medio de ti’. Es la exigencia de Dios en Deuteronomio 15,4. La decisión de los que habían salido de la esclavitud de Egipto era: ‘no más esclavos’, o sea, no seremos más esclavos y no tendremos esclavos. Y la razón de tal actitud es la fe en Dios: pues, él los liberó de la esclavitud. El pacto con Dios es un pacto contra la esclavitud: hay alianza con él si hay hermandad e igualdad entre los humanos. Hoy como ayer Dios no quiere pobreza ni esclavitud.
b)      Las leyes sabáticas que se revisaban cada 7 años, son 3:
o   Dejar descansar la tierra durante un año.
o   Liberar a los extranjeros que se habían integrados como esclavos.
o   Condonar las deudas
c)      Las leyes jubilares que se revisaban cada 50 años (7 semanas de años):
̵            Retomaban las 3 leyes sabáticas
̵            Revisaban la pertenencia o devolución de la propiedad a cada familia, evitando así la esclavitud y la acumulación-dominación.



E. LOS PROFETAS DEFIENDEN ESTE PROYECTO DE MOISÉS CONTRA LOS REYES
El tiempo de los Reyes marcó una ruptura en la realización, aunque imperfecta, del proyecto de Dios puesto en marcha por Moisés y llevado adelante por los Jueces. Los Profetas van a ser los que conservan la fidelidad y la memoria del proyecto de Dios. Los profetas son centinelas del proyecto de Dios, centinelas del Reino.

1.      Isaías es el profeta del Mesías: un “nuevo Moisés” vendrá a hacer realidad el proyecto de Dios.
2.      Ezequiel es el profeta de la esperanza para los desterrados en Babilonia.
3.      Jeremías es el profeta de la verdad: denuncia las falsas seguridades como el templo y los ritos vacíos.
4.      Oseas es el profeta de la ternura de Dios, que es siempre fiel a su pueblo a pesar de sus infidelidades.
5.      Amos es el profeta de la justicia social: no se puede amar a Dios si no se practica la justicia entre compatriotas.
6.      Débora es la gran mujer profetiza: sabe sacar a su pueblo adelante en los momentos de desesperanza.
7.      Daniel es el profeta del Reino de Dios: este Reino nace del pueblo de los pobres.
8.      Habacuc es el profeta de los: ¿Por qué me hacer ver la injusticia? (1,1-3).
9.      Sofonías es el profeta de la esperanza: La Iglesia de los Pobres es heredera y protagonista del proyecto de Dios (3,12).


F. LOS LIBROS SAPIENCIALES SON UNA RESISTENCIA IDEOLÓGICA
En medio de tantas dominaciones por Egipto, Persa, Asiría, Damasco, Grecia, Roma… el Pueblo hebreo siempre supo conservar espacios de fraternidad interna, de fe viva y de solidaridad abierta. En un tiempo en que nosotros estamos invadidos por las imágenes culturales de los imperios modernos, en particular el norteamericano, la meditación de los libros sapienciales puede aportarnos muchos elementos de conciencia crítica, resistencia, alternativas y esperanza. Tal vez, esto nos ayudará a valorar los proverbios de hoy para no dejar confundir, sino más bien identificarnos en nuestra cultura y sabidurías populares.

1.      Daniel 2: El Pueblo de los Pobres es capaz de derribar todos los imperios.
2.      Sirácides: La gloria de Dios se manifiesta en la naturaleza y en la historia del Pueblo de Dios.
3.      Sabiduría: Es un tratado destinado a los Judíos exiliados en Egipto para ayudarlos a resistir las persecuciones y mantener la fe de los antepasados.
4.      Las novelas populares fueron expresión de la vida y resistencia del Pueblo de Dios
5.      Protagonismo de la mujer: Rut, Judit, Ester, las mujeres labradoras (Nehemías 5,1-5), la Sulamita del Cantar de los Cantares, Susana (Daniel 13).
6.      La Comunidad como lugar de renovación. La familia, la casa y la Comunidad son los lugares desde donde se fortalece el proyecto original de Dios.
7.      Los Salmos nos ofrecen oraciones en abundancia. Largas o cortas, esas oraciones personales y colectivas expresan la fe en la presencia inmediata de Dios porque ‘escucha el clamor de los afligidos’ en el templo y en cualquier lugar.




 II .  EL  REINO DE DIOS  EN  EL  NUEVO  TESTAMENTO.


A. LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL PAÍS DE JESÚS
En tiempos de Jesús, el imperio romano había invadido la Palestina.

  1. Los Romanos
Tenían ocupado el país de Jesús, cobrando impuestos y controlando todas las decisiones. El emperador, en Roma, el Cesar, era considerado como dios. Su representante en Palestina era Poncio Pilato.

  1. Las Autoridades judías debían referirlo todo al gobernador romano antes de tomar alguna decisión.
-          El rey Herodes era encargado por los romanos de la provincia norteña de Galilea.
-          Los grandes propietarios, conforma el Consejo de los Ancianos que se consultaba en ciertas ocasiones.
-          Los sacerdotes elegían al Sumo sacerdote que era la máxima autoridad, apoyado por una policía y un tribunal llamado Sanedrín.
-          Todo giraba en torno al templo de Jerusalén: los romanos permitían una cierta independencia religiosa.

  1. El mensaje y la práctica de Jesús. En su primer discurso en Nazaret Jesús retomó la alianza del Sinaí y el sueño de Moisés (Lucas 4,16-21), o sea el Reino de Dios.

  1. Con Juan Bautista y los Apóstoles

a)      Juan Bautista iba ya en esa dirección: predicó la conversión, la justicia, el compartir (Lucas 3,11) afín de evitar el castigo divino.
b)      Jesús va más lejos y es más concreto:
-          La salvación viene de los pobres y de los que se hacen pobres con ellos, únicos capaces de construir el Reino de Dios.
-          Forma una Comunidad estable que vive lo que predica Jesús.
-          Insiste mucho en el uso del dinero. Su grupo hacía bolsa común (Juan 12,6). Varias veces, multiplicó los panes (Mateo 14,13 y 15,32), para significar que toda persona tiene derecho a comer y comer lo necesario (Mateo 6,11). Para Jesús, el dinero es algo ‘maldito’ (Lucas 6,24-25) que hay que usar para hacerse amigos de todos (Lucas 16,9). El salario debe cubrir la necesidad familiar (Mateo 20,1-16).
c)      Los apóstoles y los primeros cristianos pusieron sus bienes en común y se los repartían según sus necesidades (Hechos 2,42 y 4,32). San Pablo insistió en la solidaridad y el compartir entre comunidades e Iglesias (2° Corintios 8 y 9), e invitó a eliminar la esclavitud en la carta a su amigo Filemón.

  1. Jesús tuvo que enfrentar muchos conflictos por su predicación y realización del Reino
-          Además de sus familiares y apóstoles, Jesús entró en conflictos con estos distintos poderes: el poder militar con los invasores romanos y el poder religioso con las autoridades judías, porque no eran al servicio del Pueblo, más bien lo dominaban, lo explotaban y lo engañaban.
-          Jesús anunciaba a un Dios que ama a todos, pero que defiende prioritariamente a los pobres, a las mujeres, a los maltratados por ser víctimas de la injusticia: es el protector y liberador de los pobres, los huérfanos, las viudas...
-          Su Reino es de los pobres (Lucas 6,20) y de los que optan por tener el espíritu de los pobres y asumir sus causas (Mateo 5,3).

  1. María confirmó esta visión del plan de Dios en su canto del Magníficat (Lucas 1,51-54).


B. EL REINO QUE QUISO JESÚS

1.      Las concepciones de los diferentes grupos religiosos contemporáneos de Jesús

-          Para los Sacerdotes, Fariseos, Maestros de la Ley, el Reino consistía en la estricta aplicación de la Ley.
-          Para los Esenios, el Reino era puramente espiritual e iba a llegar de un momento a otro.
-          Para los Zelotes, el Reino era exclusivamente de los judíos y había que echar fuera a los romanos que manchaban este proyecto divino: Simón el zelote y Simón Pedro tenían contactos con estos grupos.
-          Para Juan Bautista, el Reino suponía la conversión personal y la práctica de la justicia.

2.      La concepción original de Jesús respecto al Reino

a)      Jesús es el Profeta del Reino: es la palabra que los evangelistas más ponen en la boca de Jesús (unas 100 veces).
-          La mayoría de sus parábolas tienen que ver con el Reino.
-          Jesús tenía claro que el Reino era de los pobres.
-          La ley del Reino es el amor personal, colectivo y social (Juan 13,34 y 15,17), a partir de la compasión.
-          El Reino tiene una triple dimensión: está en nosotros, entre nosotros y por manifestarse en su plenitud. Es una manera de vivir: valorándonos personal y colectivamente -el Reino es dignidad-, compartiendo equitativamente los bienes de la creación -es justicia-, conviviendo como hermanos y hermanas -es fraternidad-, y celebrando su presencia en medio de nosotros -es belleza.

b)      El Reino está descrito en Apocalipsis como el triunfo de la una mujer sobre el mal (12,1-10) -cuya semilla es la Iglesia de los Pobres- y como una ciudad de hermandad y alegría (21,1-8) -la nueva sociedad cuya semilla somos nosotros-; el centro de todo es Dios. Los poderes del mal no lograrán derrumbar este Reino de Dios, el cual triunfará definitivamente de todos. El Árbol de la Vida, central en el Génesis y signo de destrucción del mal en la cruz de Jesús, es evocado al final del Apocalipsis como recompensa de los que hayan sido fieles a Dios, a su proyecto, a su Reino (22,14).
El Reino somos nosotros cuando vivimos lo que inauguró Jesús, personal, colectiva y socialmente: ‘anticipando ya el futuro la fiesta que viene’, tal como nos lo ideó Moisés, lo realizó Jesús y lo profetiza el Apocalipsis.

C. LA PRÁCTICA DE JESÚS RETOMÓ EL PROYECTO DE MOISÉS
Jesús resumió en 2 los 10 mandamientos del Antiguo Testamento: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Mateo 22,37 y 39). Además, Jesús nos dio su propio mandamiento: ‘Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros: Ustedes deben amarse como yo lo he amado. A esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros’ (repetido 3 veces en Juan 13,34-35, y 15,12 y 17). Notemos que todos los mandamientos se reducen o se abren a uno solo: el de un amor colectivo entre los humanos y que el modelo es el amor que tuvo Jesús con nosotros.

1.      La práctica liberadora de Jesús. Jesús creció y vivió en una realidad muy conflictiva. Decidió ayudar a todas y todos a liberarse de todas las formas de opresión y destrucción: espiritual, individual, colectiva, social.
2.      Jesús se presentó como el ‘Profeta del Reino’. Toda su predicación, todos sus milagros, su vida y su muerte tuvieron como eje principal la inauguración del Reino de Dios.
  1. Para construir el Reino, Jesús se colocó del lado de los excluidos y de entre ellos eligió a sus apóstoles, discípulas y discípulos.
  2. Jesús negó y combatió todas las divisiones creadas por los hombres: entre pobres y explotadores, entre judíos y paganos, entre profano y sagrado, entre puro e impuro; proclamó que las leyes eran al servicio del ser humano y no lo contrario…
  3. Jesús combatió los males que dañan la vida humana: el hambre, las enfermedades, el miedo, los malos espíritus, la muerte… Se enfrentó a los males de la naturaleza, como la tempestad… Luchó contra la ignorancia, la mentira, la hipocresía, la prepotencia, la mala interpretación de Dios…
  4. Jesús abrió el camino de un nuevo orden social
-          Si Dios es nuestro Padre, todos debemos vivir como iguales,
-          El poder es servicio del bien común, y prioritariamente en favor los más necesitados,
-          Las leyes están al servicio del bienestar de todos los seres humanos,
-          El amor a Dios y al prójimo son como los 2 lados de la misma moneda,
-          El Reino, o sea, la salvación, es de los pobres conscientes, unidos y organizados, y de los que tienen el espíritu de los pobres,
-          Para Jesús, los últimos son los primeros, y los primeros los últimos…
  1. Con Jesús, todo fue renovado para nuestra felicidad: la manera de creer en Dios -‘Padre de todos’-, las relaciones humanas -todos somos iguales-, la sociedad -cuyos pobres organizados son las bases y su futuro…

D. LOS PRIMEROS CRISTIANOS CONTINUARON EL PROYECTO DEL REINO

1.      Las Primeras Comunidades tienen una organización propia conforme al proyecto de Jesús.
-          Hechos 2,42 y 4,32: La Primera Comunidad retomó el proyecto de Moisés, confirmado por Jesús, en particular el compartir de bienes.
-          Hechos 6.5-6: Los diáconos son nombrados por la Comunidad y presentado a los apóstoles.
2.      Los Apóstoles
-          Corintios 1,27-29: Dios eligió a los pobres para su proyecto.
-          Efesios 6,10-17: Nuestra lucha es contra las fuerzas sobrenaturales del mal que se encarnan en las autoridades del mundo.
-          2 Corintios 8,7: La colecta para los cristianos de Jerusalén se hace con referencia al maná.
-          Santiago 5,1-6: ¡Hay de ustedes los ricos!
  1. Las Comunidades Cristianas al final del primer siglo: El Apocalipsis canta la fuerza victoriosa de los pobres sobre el imperio romano, capaces de construir un mundo según Dios.


 IIIª  parte :  HOY  NOSOTROS,  PERSONALMENTE  Y  COMO  IGLESIA.


A. NOSOTROS SOMOS TESTIGOS DEL REINO DE DIOS
Nuestra misión es triple:
-          Primero reconocer a Jesús y su Reino presentes entre nosotros, como lo reconocieron los discípulos de Emaús y el mismo Pablo en el camino a Damasco.
-          Luego, comunicar este reconocimiento del resucitado y esta pujanza del Reino hoy.
-          En fin, celebrarlo humana y cristianamente.


B. SER ARTESANOS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN (NE)

1.      La vieja evangelización ya “pasó a mejor vida” (Sto. Domingo 24): ¿Cuál es el modelo de evangelización que ha pasado a ser viejo e inútil? He aquí unas características:
-          Pensar que llevamos a Dios y su Reino a los lugares donde vamos a misionar.
-          No vamos a buscar la conversión de ‘posibles paganos’…
-          No vamos a plantar Iglesias ni instituciones católicas.
-          Dejar de ser arrogantes y prepotentes pensando que somos los mejores o los únicos elegidos.
-          No condenar lo que no entendemos todavía.
-          No vivir en el lujo ni en puestos de poder o de servicio dominadores…

2.      Breve historia de la Nueva Evangelización

a)      La NE nació en el concilio Vaticano 2° (1962 a 1965). Se pidió estar abiertos a todos los valores humanos; se habló del valor que tenía toda religión -las ‘Semillas del Verbo’-, como encuentro de Dios y camino de salvación.
b)      En Medellín (1968), para aplicar el Concilio a la situación de América Latina, los obispos invitaban a los católicos de América Latina ‘poner en marcha una nueva manera de anunciar el Evangelio, que parta de la realidad, especialmente de los sectores pobres’ (Catequesis).
c)      En Puebla (1979) los obispos retoman la denuncia de la pobreza hacha en Medellín, explican que este empobrecimiento tiene causas personales y estructurales, y que son pecados, tanto la miseria como los mecanismos que la producen: es el pecado social. La opción por los pobres es el objetivo de la práctica de toda la Iglesia (1134).
d)      En 1984, el Papa Juan Pablo 2°, en su viaje a Santo Domingo (República Dominicana), invitó oficialmente a ‘una Nueva Evangelización’ en América Latina, y explicó en qué debe ser “nueva en su ardor, en su método y en su expresión”.

  1. Las tres orientaciones papales para lograr la Nueva Evangelización

a)        Debe ser ‘nueva en su ardor’
-            Profundizando la práctica de Jesús y de los Apóstoles, en particular con los romanos, los samaritanos y los extranjeros.
-            Redescubriendo la práctica ejemplar de alguna de los primeros evangelizadores del continente (Bartolomé de las Casas).

b)        Debe ser ‘nueva en su método’ con sus 4 pasos: ‘Ver, Juzgar, Actuar y Celebrar (Lucas 24,13-35).

c)         Debe ser ‘nueva en su expresión’. Para evangelizar de una manera nueva, hay que re-expresarlo todo a partir de la historia, las culturas y la realidad latinoamericana. Hay que inculturar la liturgia, la Iglesia, el Evangelio y la fe ya en marcha entre nosotros (Documento de Santo Domingo).

C. LA NE NOS EXIGE SER LA IGLESIA DE LOS POBRES

1.      Origen reciente de la expresión ‘Iglesia de los pobres’
-          El papa Juan 23 fue el primero en retomar esta expresión en vísperas del Concilio (1961): ‘Frente a los países subdesarrollados, le Iglesia se presenta tal cual es y quiere ser: la Iglesia de todos y más particularmente la Iglesia de los Pobres’.
-          Durante el Concilio Vaticano 2° (1962-65), unos obispos latinoamericanos más comprometidos se autonombraron ‘Iglesia de los Pobres’ y firmaron el “Pacto de las Catacumbas” para vivir pobres y al servicio de los pobres.
-          El papa Juan Pablo 2° confirmó la expresión en su Carta Encíclica sobre “El trabajo humano’ (1981): ‘La Iglesia esta vivamente comprometida en esta causa (de la solidaridad), porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente ´Iglesia de los pobres´” (8).
-          No podemos olvidar todos nuestros héroes y mártires latinoamericanos: el más conocido es Monseñor Oscar Romero. De Ecuador, el profeta de la Iglesia de los Pobres. Recordemos también a Monseñor Leonidas Proaño y a cuántas y cuántos más cristianos, mártires desconocidos de los cuales tenemos que conservar la memoria viva…

  1. La espiritualidad de la Iglesia de los Pobres, en los Documentos de la Iglesia latinoamericana

a)      Medellín (Colombia, 1968) donde los obispos definen a los pobres como los empobrecidos por el sistema capitalista, y con quienes nos invitan a solidarizarnos.
b)      Puebla (México, 1979), donde nos solicitan “hacer nuestra la causa de los pobres porque es la causa de Jesucristo” y optar por las Comunidades Eclesiales de Base (Mensaje 8 y nº 1134).
c)      Santo Domingo (República Dominicana, 1992), cuyos 3 temas son ‘la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Inculturación’.
d)      Aparecida (Brasil, 2007) confirmó la validez de las CEBs (178) y de la opción por los pobres para emprender una gran Misión que renueva toda la Iglesia.
Gustavo Gutiérrez resumió esta espiritualidad en su libro famoso: ‘Beber en su propio pozo’ (Lima 1983).

  1. Las palabras del profeta Sofonías son muy iluminadoras (3,11-17).
‘Dentro de ti, dejaré subsistir a un Pueblo humilde y pobre’. La Iglesia de los pobres es este Pueblo humilde y pobre que continúa fiel a Dios y manifiesta su presencia liberadora, igual que ayer y anteayer. Podemos decir que, en América Latina, los que componen esta Iglesia de los Pobres, son principalmente el Pueblo de los Pobres que se organiza en Comunidades Eclesiales de Base y en Grupos Cristianos que hacen la opción por la pobreza y se identifican con las causas de los pobres.

D. LAS CEBs SOMOS FERMENTO DE UN MUNDO NUEVO

1.      Somos la clase popular, la clase oprimida, capaces de renovar la Iglesia y la sociedad.
2.      Nuestros obispos llaman a un cambio personal, religioso y social.
  1. Ya vivimos algo distinto como Iglesia y sociedad: somos la Iglesia de los Pobres que quiso Jesús y la semilla del mundo nuevo más conforme al Reino.
  2. Somos un Reino de fraternidad y de libertad, por nuestro propio bautismo que nos hace profetas, sacerdotes y reyes-pastores.


 CONCLUSIÓN: SEGUIR A JESÚS PERSONAL Y COLECTIVAMENTE.


A. SEGUIR PERSONALMENTE A CRISTO COMO BAUTIZADA Y BAUTIZADO

-          Primero, ser profeta y profecía: el profeta es aquel que habla en nombre de Dios, tanto para anunciar y ser buena noticia como para denunciar la maldad, sin miedo, porque siente que es su deber (Jeremías 1,7-19). En nuestras Comunidades, somos profecía viva.
-          Luego, ser sacerdote y el sacerdocio de Cristo hoy: el sacerdote es aquel que ofrece, bendice, consagra. Es también nuestra tarea, a cada uno, cada una de nosotros (Éxodo 19,6). En Comunidades, actualizamos el sacerdocio de Cristo.
-          Por fin, ser rey-pastor y el Reinado de Dios: Jesús prefería el título de ‘Pastor’, menos ambiguo. Pastor es aquel que reúne a su rebaño y vela por él, defendiéndolo a costa de su propia vida (Juan 10,11). En nuestras comunidades, hacemos presente el Reinado de Dios.


B. SEGUIR A JESÚS EN COLECTIVAMENTE, EN IGLESIA

-          Isaías 52,13-53,12: El servidor sufriente no representa solo a Jesús, sino a todo el Pueblo de Jesús, y hoy a nosotras y nosotros: el Pueblo de los Pobres que, por una parte, anunciamos, por medio de nuestros sufrimientos, una salvación y, por otra, denunciamos el misterio del mal presente en nuestro mundo. Juntos somos una profecía viviente.
-          Romanos 12,1: ‘Que se entreguen Uds. mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ese es nuestro culto espiritual’. Juntas nos ofrecemos al Señor con toda nuestra vida y actividad comunitaria; ofrecemos a todas las personas con quienes trabajamos. Juntos somos un sacerdocio.
-          Apocalipsis 1,6 y 1ª Pedro 2,9-10: ‘Nos purificó haciendo de nosotros un reino… Antes no eran su Pueblo, pero ahora son Pueblo de Dios…’ Como cristianos, nuestra característica es ser un Pueblo, o sea una fraternidad, una sola familia que manifiesta que Dios es Padre a través de nuestra hermandad. Juntos somos ya la muestra del Reinado de Dios.



4.  ECONOMÍA  Y  REINO  DE  DIOS :
NEOLIBERALISMO  Y  DIGNIDAD,  OPUESTOS  QUE  VIVEN  JUNTOS

Francisco VanderHoff Boersma.


CONTENIDO
Punto de partida
1.     El mercado: sus pretensiones y sus mitos
2.    Algunas características del neoliberalismo
3.    Nuevas ideas y nuevas prácticas de los excluidos
4.    Economía y ética
5.    Economía y Reino
6.    Qué hacer
7.    Insertarse en el mundo de los pobres
8.    La mística


PUNTO DE PARTIDA

No se pueden comparar manzanas y peras, menos el mercado con el Reino de Dios. Son dos categorías de diferentes ámbitos. Pero sí tienen relación. Manzanas y peras se pueden comer. Mercado y Reino tienen que ver con el ámbito de la convivencia humana y se puede, o mejor dicho, se debe hacer las preguntas: ¿cómo funcionan y qué reglas existen en la cancha de la convivencia humana, cuáles son las características principales de la realidad actual que vivimos y sufrimos en un mercado que pretende globalizar todo? ¿Cómo puede el creyente cristiano ver, juzgar y actuar humanamente en este sistema dominante sin perder su fe en los ideales, sueños y promesas de la realidad realizable del Reino de que hablaba sobre todo Jesús?
El neoliberalismo como conjunto de ideas que marcan la marcha de la economía de bienes, de alimentos, de ideas, de servicios, de ideologías, de políticas, de grandes capitales, promete y exige libertad. La gran pregunta queda: ¿esta marcha anula la dignidad del ser humano?
Muy brevemente veremos los grandes hitos del sistema dominante, la vertiente neoliberal del capitalismo actual para después entrar en elementos de juicio desde una óptica ética y al final haremos referencia a los grandes hitos del Reino confrontándoles con la realidad.


1. EL MERCADO ACTUAL, SUS PRETENSIONES Y MITOS

Todo inició con el Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés). Desde 1947 representantes de los países miembros trabajaron discretamente a favor de la reducción de los impuestos a las importaciones. Con la última ronda (de Uruguay), que va de 1986 hasta 1993 se logró el objetivo, puesto que en marzo de 1994, se firmó en Marrakech, Marruecos, el acta constitutiva de la Organización Mundial del Comercio (OMC) cuyas 800 páginas, con varios miles de anexos, dotaron al comercio mundial de un reglamento mucho más firme que el débil GATT. Muchos representantes de países, sobre todo del sur, firmaron sin tener la oportunidad de leer completo el documento y menos corregirlo, ya que muchos de ellos lograron ingresar a las sesiones de discusión cuando todo ya estaba preparado por los representantes y consejeros de las grandes compañías de los países ricos y poderosos.
Con esta institución las empresas transnacionales tienen un instrumento firme e idóneo para profundizar la globalización e imponer sus nuevas reglas a todas las actividades humanas que, de ahora en adelante, serán tratados como «objetos comerciales».
La OMC, con su sede en Ginebra, en el mismo palacio que el GATT, tiene bajo su régimen varios nuevos acuerdos y sobre todo su brazo jurídico, el Órgano de Regulación de los Diferidos (ORD) con una disciplina férrea que puede imponer sanciones a todos los países. El denominador común de todas estas instituciones es su falta de transparencia y control democrático.
No olvidemos que el neoliberalismo es el capitalismo realmente existente y sin contrapeso de ningún sistema económico fuerte y diferente, excepto la economía de los pobres y débiles, los excluidos. El capitalismo había ganado y tenía plena libertad de hacer lo que siempre anheló: poner una sola casa y un solo sistema de reglas del manejo de ingresos y egresos. Acumular libremente en un mundo de libre competencia.
El sistema neoliberal no nació por la fuerza de gravedad de la historia, fue creado por personas con un propósito muy claro, una construcción totalmente artificial en su doble sentido: pensado y hecho con argumentos de intereses muy específicos, fundamentados y argumentados con ideas claras.
Desde tiempo atrás los economistas y filósofos de la «Gran Transformación» entendieron que las ideas tienen consecuencias. Desde la Universidad de Chicago un grupo minoritario bajo la dirección del economista filósofo Friedrich von Hayek y estudiantes como Milton Friedman, crearon redes internacionales de instituciones, centros de investigación, publicaciones, escritores, relaciones públicas y fundaciones en todos los países del norte para promover sus ideas respecto a una sociedad después del socialismo. Ellos entendieron lo que Antonio Gramsci hablaba cuando desarrolló (en la cárcel) sus conceptos sobre hegemonía cultural. Cuando hayas ocupado las cabezas de las personas, sus corazones y sus manos seguirán fielmente.
Lograron impregnar con sus ideas a mucha gente, líderes económicos, intelectuales y sobre todo políticos (y hasta funcionarios eclesiásticos y teólogos como M. Novak1, el más conocido pero no el único en el campo de defensores teológicos del sistema neoliberal). No importa cuántos desastres de todo tipo el sistema neoliberal visiblemente ha creado, no importan las crisis económicas que ha engendrado, no importa cuántos perdedores y excluidos está creando; siguen con el discurso de ser inevitable, como un acto de Dios.
Este grupo, en un principio con poca popularidad e influencia, logró establecer la «religión mundial más grande y poderosa con su doctrina dogmática, sus sacerdotes, sus instituciones donde hacen las leyes. Además, construyeron el establecimiento de un infierno para paganos y pecadores que se atrevan a contradecir la verdad revelada»2.


2. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL NEOLIBERALISMO

  1. Cuando Margaret Thatcher, discípula de Friedrich Hayeck, tomó el poder en Inglaterra como primera ministra justificaba sus políticas neoliberales con una sola palabra: TINA (en inglés: There Is No Alternative, no hay otra alternativa). La idea central de su doctrina y del neoliberalismo mismo es la noción de competencia. Competencia entre naciones, regiones, compañías y por supuesto entre individuos. Competencia es lo central porque separa los chivos de las cabras, los fuertes de los débiles, los hombres de los hombrecillos, los buenos de los malos, los inteligentes de los no educados, en una palabra: los incluidos de los excluidos.
Para el neoliberal el mercado es tan sabio y tan bueno que —como Dios: «la mano invisible— puede sacar cosas buenas de un aparente mal. Implica no tener que preocuparse de todos los que quedan fuera en esta lucha competitiva. ¡Que los filántropos se preocupen un poco de ellos! Pero que quede claro que las personas son desiguales por naturaleza.
La competencia es el motor de la sociedad, y con eso se propone una antropología de buenos y malos por nacimiento, origen, etnia, estatus social o color de la piel. El libre mercado pide no solamente abrirnos al comercio mundial, sino renunciar a ser sujetos activos de nuestro futuro y dejar que el mercado decida por nosotros.

  1. Favorece capital sobre trabajo y así mueve dinero de los estratos de bajo ingreso a los de arriba.
En el tiempo de Reagan como Presidente de Estados Unidos, 10% de las familias más ricas aumentaron en 16% y el 10% de las familias más pobres bajaron 15% en sus ingresos. En 1977 la cúspide de 1 por ciento de las familias más ricas tenían 65 más ingresos que el 10% del sector más pobre, pero en 1987 los ricos ya tenían 115 veces más que los más pobres. Así, Estados Unidos es una de las sociedades más desiguales del mundo. Los sujetos son mercancía, tienen valor solamente en la medida que sirven al capital y su acumulación.

  1. Otra característica del neoliberalismo es su mandamiento: «sean eficientes» a cualquier costo.
Y la eficiencia se mide con las alzas en la bolsa de valores y resultados positivos en el balance anual. Los resultados pueden dejar de ‘sufrir’ (no solamente los ricos lloran, también el dinero). Los que no son eficientes merecen la exclusión total. Este mandamiento de la eficiencia tiene consecuencias enormes que no ahondaremos en este momento.3 Sólo señalaremos que la acumulación de la riqueza en pocas manos ha aumentado enormemente sobre todo por los capitales especulativos y la fusión acelerada de las transnacionales. También tenemos que señalar que la destrucción ambiental es ya desastrosa y la pauperización de millones es ya un hecho.

  1. Los neoliberales de diferentes orígenes, liderazgos y posiciones y nos lo dicen en toda la variedad de tonos e instancias: ‘No solamente vivimos tiempos históricos nuevos, sino sobre todo únicos’. Son economistas, políticos, líderes nacionales, pero también filósofos y hasta teólogos. La aventura del mercado libre tiene su enfoque primordial a nivel económico, pero tiene sus aliados políticos importantes y no solamente de la nueva derecha. Partidarios de una vertiente socialdemócrata, izquierdista de origen, profesan su fe en el mercado libre, el neoliberalismo como última versión de su evangelio progresista y popular.

  1. El neoliberalismo ha cambiado fundamentalmente la naturaleza de la política.
Tradicionalmente la política tenía que tratar primordialmente las siguientes dos preguntas: quién gobierna a quién y quién va tener una parte del pastel. Aspectos de estas cuestiones fundamentales quedan, pero hay una cuestión completamente nueva y central en la política: quién tiene el derecho de sobrevivir y quién no. La exclusión radical es hoy en día política común y corriente, con muchos ocultamientos mediante jerga populista y de promesas falsas.

Encontré en apuntes sueltos una cita de alguien que resume bien lo que tratamos de plantear: «Los estados nacionales pasaron a ser teledirigidos por el fundamento del poder financiero: el libre cambio comercial. El capitalismo mundial sacrifica sin misericordia alguna a quien le dio futuro y proyecto histórico: el capitalismo nacional. Empresas y Estados se caen en minutos, pero no por las tormentas de las revoluciones proletarias, sino por los embates de los huracanes financieros. El hijo (el neoliberalismo) devora al padre (el capitalismo nacional) y de paso destruye todas las falacias discursivas de la ideología capitalista: en el nuevo orden mundial no hay democracia ni libertad ni igualdad ni fraternidad».
Compara la bomba de neutrones, que sólo destruye la vida y respeta las construcciones, con la bomba neoliberal que no sólo destruye la polis, el Estado, sino que impone la muerte, el terror, la miseria a quienes la habitan. Los nuevos dueños del mundo no son gobierno, no necesitan serlo. Los gobiernos nacionales se encargan de administrar los negocios en las diferentes regiones del mundo. Ha estallado la Cuarta Guerra Mundial y como en toda guerra hay pedazos rotos de la realidad destruida: «Cuando menos siete de esas piezas pueden reconstruirse y alentar la esperanza de que este conflicto mundial no termine con su rival más débil: la humanidad. La una es la doble acumulación de riqueza y pobreza, en los dos polos de la sociedad mundial. La otra es la explotación total de la totalidad del mundo. La tercera es la pesadilla de una parte errante de la humanidad. La cuarta es la nauseabunda relación entre crimen y Poder. La quinta es la violencia de Estado, la sexta es el misterio de la megapolítica. La séptima es la multiforme bolsa de resistencia de la humanidad contra el liberalismo».
Existe ya una literatura extensa de defensores y de oponentes de todos los colores ideológicos.4


3. NUEVAS IDEAS Y NUEVAS PRÁCTICAS DE LOS EXCLUÍDOS

Mirando a secas las propuestas e implementaciones del neoliberalismo y sus consecuencias para miles de millones de personas y el medio ambiente se puede quedar con un sabor muy pesimista. Pero entre tanto ya mucho está pasando para contrarrestar esta realidad diabólica y antihumanista. Nuevas ideas están surgiendo, nuevas prácticas de resistencia y alternativa están creando los excluidos, junto con intelectuales comprometidos con las causas populares. Estamos divulgando un simple slogan: la felicidad no está en venta y menos en compra.
No estamos contra una liberalización del mercado. Las barreras fiscales, los proteccionismos, prejuicios comerciales internacionales, etcétera, no favorecieron una convivencia pacífica entre los pueblos. Han causados guerras mundiales y locales y mala distribución internacional del bien común. Intervenciones estatales en áreas económicas han demostrado ineficiencias, corrupciones y hasta desastres sociales. Pero un mercado sin restricciones y previsiones sociales, medidas de equidad, protección de sectores débiles y excluidos, sin condicionamientos y criterios ecológicos y culturales, fomenta un liberalismo económico en vez de una economía en libertad. Esta libertad humana exige un régimen económico restringido y condicionado por las exigencias humanas mismas y ambientales en su sentido más amplio.
Repudiamos una economía estatal, igual que una economía neoliberal, y proponemos una economía social sostenible. En vez de una economía de exclusión y de muerte proponemos una economía de inclusión, de vida. Nunca hubo tanta hambre y muertes prematuras como en la actualidad, a causa del desempleo, de los bajos salarios, de las enfermedades y de la violencia en las relaciones sociales, y decenas de naciones indígenas están desapareciendo. Y con esto perdemos para siempre formas de humanidad de las que tanto necesitamos. Buscamos una alianza de paz con la naturaleza y un equilibrio entre la producción y el placer. Entonces tendremos lecciones sabias que aprender de nuestros indígenas.5
Postulamos una modernidad alternativa e integral, que incorpora el inmenso caudal de ciencia y de técnica (fruto de la modernidad burguesa) con democracia social en beneficio de toda la humanidad (el sentido de la modernidad proletaria) en una conciencia amplia de un destino común. No es poco lo que proponemos, pero no hay nada que perder, solamente hay que ganar con ideas rectas, convergencias y alianzas, con espíritu de esperanza masiva. Seamos democráticos y vamos por la mayoría realmente existente: los pobres de hoy. No son moralismos, sino exigencias éticas humanas.


4. ECONOMÍA Y ÉTICA

Nuestra propuesta privilegia una lógica social, por lo que incluimos tópicos como el laboral, los derechos humanos, la igualdad de género, el medio ambiente y las minorías, que representan los temas y grupos excluido. Nuestra crítica y propuesta están sustentadas técnicamente pero también surge de un imperativo ético. Nos negamos a aceptar al mercado como un dios que regula nuestras vidas.
La libertad y la democracia son postulados éticos y no se puede subordinarlos a leyes económicas. El neoliberalismo nos pide creer que la empresa privada produce libertad y la democracia la administra. La libertad no se produce como salchichas y tampoco la democracia cabe en una cartera y viaja por avión.
El neoliberalismo con su afán globalizante pretende que la libertad es una institución que se llama mercado. El hombre es libre cuando obedece ciegamente a las leyes de esta institución hasta la identificación completa. Quienes no obedecen estas leyes son enemigos de la libertad y cualquier medio puede eliminar estos enemigos, sea por hambre, exclusión o por represión del Estado, vigilante de esta libertad del mercado libre. La institución mercado es «societas perfecta» (y la contraria es la «sociedad perversa»), es sociedad total. Haga lo que haga el hombre y la mujer, si lo hacen dentro de esta estructura, está bien hecho, porque es salvífica, es servicio al otro, ejercicio de amor al prójimo, como nos dice el teólogo católico Michael Novak en su libro «El Espíritu del capitalismo democrático»6.
Detrás de estas medidas económicas neoliberales existe no sólo una estrategia política y económica, sino que subyace una concepción inaceptable de la persona humana y una cultura que es necesario erradicar. Un profundo criterio ético nos impulsa a plantear nuestro propio modelo de sociedad, por lo que luchamos al lado de tantos hombres y mujeres movidos por la esperanza de vivir y dejar a las futuras generaciones una sociedad más justa y humana.
La economía no solamente es el arte del manejo de la casa, sino hoy en día es sobre todo la lucha para sobrevivir de las grandes multitudes, concentradas en los países del sur, aunque no solamente en el sur. El norte también tiene sus excluidos en forma creciente.
La economía actual nos pone frente un cuestionamiento y planteamiento ético: qué es bueno y qué es malo producir y meter en el mercado. Bombas atómicas o bombas químicas ya no son bien vistas en el mercado. Hay un avance ético al respecto de las armas masivas y se promueve una ética de armas más sofisticadas. Una de estas armas es el control sobre la producción, industrialización y comercialización de alimentos. Son unas cuantas transnacionales las que controlan este circuito hasta un 80 por ciento y de hecho son los que deciden quién se va alimentar y quién no.
El abuso del medio ambiente se trata de restringir sobre papel o convenios de paridad de leyes de protección ambiental, resultando en un piso del minimismo. La lucha contra la pobreza por parte del BM y FMI es en parte ética y en parte política de los más fuertes con poco o ningún control democrático. Las transnacionales tienen sus «fundaciones de benevolencia social y cultural», muy lucrativo por ser deducibles de impuestos en su gran mayoría. Existen gobiernos nacionales que tratan de privatizar por completo los programas sociales. Se crea así un tipo de «Foster Parents Plan» para los ciudadanos de mala suerte, los pobres. «Adopte un pobre campesino para que él salga adelante» y olvide a los otros miles por el simple hecho de que por el momento no se puede hacer más. La política mexicana actual parece ir en este camino rumbo a la filantropía individualizada con microcréditos y benevolencias.
La ética de la economía humana trata de fundarse en la dignidad humana. La ética humana no está basada en Dios, sino en lo humano de la dignidad humana, de la persona. Todos, creyentes cristianos, islamitas, budistas etcétera, y no creyentes, buscamos las normas éticas para preservar la dignidad humana, una vida digna en libertad. Y todos saben que la libertad tiene sus fronteras exactamente en esta dignidad de la persona. La experiencia de la muy mala distribución de la economía mundial con sus efectos hace surgir la búsqueda de normas éticas en los juegos económicos mundiales y locales.

Fuentes de esta ética
Hay muchos tipos de razón: la razón ética, la razón económica, la razón cultural, la razón teológica, etcétera. No todas son del mismo nivel, del mismo tono, ni se trata sobre el mismo objeto pero sí se trata del mismo sujeto: el ser humano y el futuro de nuestro planeta. Pero todas estas razones (parciales y con un objeto y objetivo propio que no se puede formular en términos absolutos), tienen que ver en una u otra manera con la realidad vivida. Hay realidades imaginadas que ideológicamente se venden como realidades. Se aprende con pedazos y poco a poco surge un tipo de mosaico donde los pedazos aprendidos, masticados y reubicados consiguen su lugar y aparece un mural más o menos coherente. ¿Qué quiero decir? Simplemente lo siguiente: solamente podemos partir de realidades vividas y masticadas.
Esta ética basada en la persona, el ser humano íntegro no se aprende en los libros. Refiere a experiencias personales como miles la han descubierto.
Desde hace unos treinta años estoy trabajando con gente «jodida», pobres, excluidos en una zona extensa de la diócesis de Tehuantepec, Oaxaca, en el sur de México, con un 70 por ciento de población indígena. Sobre todo, en los últimos veinte años descubrí que el pecado (social e individual) es muy tenaz, torpe, torcido y complejo. Descubrí que el gobierno local y regional, los caciques locales, los empresarios del lugar consideraron este trabajo con los «indios», (como ellos llaman a los zapotecos, mixes, chontales, mixtecos, zoques y hueves) como algo pecaminoso y peligroso. Según ellos, la Iglesia no debe andar con ellos, sino más bien ¡con los justos, sabios y cultos que además tienen dinero! ¿Cómo la Iglesia puede vivir bien de estos pobres mugrosos? Luchar por las diez demandas de «Trabajo, Tierra, Techo, Alimentación, Salud, Educación, Dignidad, Democracia, Justicia y Paz» fue considerado como algo subversivo.
La lucha social hecha en serio y con cariño no es un trabajo que aparezca en la lista de las cosas loables. Pero dar de comer a los que tienen hambre y de beber a los que tienen sed es un trabajo de protesta, es un reproche fundamental al neoliberalismo y a una economía que excluye a la gran mayoría. Es una crítica a un sistema económico y social decadente que, además con su cultura globalizante y globalizadora pretende anunciar el reino de la libertad.
Con este punto de vista, con estos lentes y este espejo enfrente veo y vivo la realidad. Fue un caminar con aprendizajes y conversiones lentos. Fue difícil el descubrimiento de los herederos idealistas de la Ilustración: el liberalismo y el socialismo dogmático. Las promesas del progreso infinito de la modernidad están en un contraste doloroso con la realidad. Son los pobres mismos que me lo han enseñado. Y no descubrí a los pobres en forma romántica, paternalista o como objeto de caridad. No son los buenos por sí, son pecadores iguales a los ricos y a todo el resto del mundo. He aprendido y creo firmemente que los pobres son los que Dios Padre gratuitamente escogió para su Reino. Son su reinado, su gente de corazón divino. No es cosa de concientización, sino de compasión, empatía en el sentido que Fromm da a esta experiencia con el otro. Solamente el sufrimiento puede enseñarla. No hay que olvidar que la palabra «sufrir» no aparece en el diccionario de los ideólogos del neoliberalismo. Solamente el mercado sufre. Y el sufrimiento es pan de cada día para millones que no se dejan agobiar por esto, sino que se hacen fuertes y con gran dignidad. El sufrimiento hace también posible la responsabilidad para con el otro. Pienso que la moral más humana se funde en el sufrimiento en su sentido amplio: individual, social, cultural y religioso. Huir de esta experiencia humana es huir cualquier tipo de moralidad. Compasión, empatía, solidaridad se funden en el sufrimiento humano, individual y colectivo, el ser excluido, despreciado, tratado como inútil y hasta obsoleto. Pero el sufrimiento vivido y aceptado como una experiencia hondamente humana se hace fértil y sobre todo sabia. Como afirma Albert Camus en su famosa novela «La Peste»: «’Doctor ¿quién le enseñó todo esto?’ Y la respuesta llegó pronto: ‘¡El sufrimiento!’» Este sufrimiento se hace empatía y espiritualidad.
Modelos de liberación teatral y teórico no han creado lo esperado, tampoco las grandes categorías y enunciados de la teología de liberación de los años ochenta. Fueron demasiado grandes para la gente chica. Esta variante del pensamiento occidental está demasiado lejos del sufrimiento real de la gente. Tan pronto como la categoría sufrimiento entró en esta teología, la liberación se hizo dolor divino y fértil de los «pequeños». Además tenía que descubrir que el pobre «pobre» no existe. Un pobre, según categorías sociológicas de índole funcionalista y según categorías económicas del modelo desarrollista, no se autodefine a sí mismo en estos términos. Las grandes promesas de gobiernos, investigadores y clérigos en cuanto a crear condiciones de desarrollo salen de otro mundo. El «desarrollo» se plantea siempre desde una perspectiva de una supuesta sociedad desarrollada. Desarrollo y subdesarrollo salieron de una fábrica de una fantasía glamorosa, prometiendo un avance paso a paso para poder alcanzar la condición de insectos económicos completos, desarrollados.7 El desarrollo significa de hecho para las mayorías sociales excluidas iniciar un camino que otros conocen mejor, hacia una meta que otros han alcanzado ya en una calle de un solo sentido.
Pero la gente «jodida» no está en esta calle, sino que tienen una calle propia con doble sentido: uno para crecer, otro para morir, uno para cantar, otro para sufrir. Los planes para estrechar la brecha entre desarrollo y subdesarrollo fracasaron. Se abre cada día más. Los llamados «pobres» ya lo saben y plantean la restauración que el desarrollo les negó: la oportunidad de crear su propio modo de vida, establecer y regular sus propios ámbitos de comunidad, producir orgánicamente y comercializar profesionalmente sus productos y vivir en dignidad. Para ellos, lo opuesto al desarrollo no es el subdesarrollo, que representa tan solo una descalificación grosera, conforme a un supuesto simplista de evolución unilateral. Lo opuesto al desarrollo es la hospitalidad, aceptar que el otro existe y tiene el derecho de existir como lo que es, con sus dioses, sus esperanzas, su camino propio. Desarrollar mercados propios donde la hospitalidad, el acuerdo mutuo y transparente entre productores y consumidores se celebra y se festeja, tiene su propia lógica. La creación del mercado alternativo, justo, es resultado de esta hospitalidad. El otro que necesita mi producto es parte de mi familia. Así también lograron romper las cadenas de varias ilusiones y las cadenas sofocantes de la economía. La comida es más que una actividad técnica de producción y consumo. Esto no excluye que se produzca comida, pero la cultivan en forma orgánica, saludable para el cuerpo y el ambiente.


5. ECONOMÍA Y REINO

La temática de economía y Reino de Dios la veo desde un paradigma ético que se funda en el sufrimiento del pobre y del Pobre, su existencia, su realidad y su verdad. No es por mérito del pobre como pobre, sino por elección divina. Dios es un Dios parcial que se hizo y se hace vulnerable con los vulnerables. Así trasciende lo humano y hace de la humanidad su cancha de revelación de sí mismo, como lo hemos descubierto en Jesús.
Fue el paradigma de Jesús, su manera, de vislumbrar la realidad humana en términos de esperanza, de alternativa, de aspiración auténticamente humana. «Anuncio el reino de Dios, doy este evangelio a los pobres, así hago la voluntad de mi Padre/Abba, que dice desde el cielo: ‘Éste es mi hijo en quien tengo confianza y le doy nombre sobre todos los nombres: Señor de la Historia’». (Fil. 2,8-9, Gal. 4,4).
«Reino de Dios» es un concepto clave en el mensaje de Jesús y es la expresión bíblica de la esencia de Dios mismo. Es el amor soberano incondicional y liberador en cuanto se manifiesta y se revela en la vida de la gente que quiere hacer la voluntad de Dios. Hablar del Reino de Dios es hablar de Dios.
El concepto de Reino de Dios, el reinado, poderío de Dios (Basileia del Basileus, el Reinado del Rey) no suena en nuestro tiempo, y tenemos que aclarar el sentido de este concepto. Reino significa un territorio geográfico, habitado por hombres y mujeres que tienen en común una ley constitutiva y un gobierno. Reino de Dios es el espacio mundial entero: la oicumene del mundo habitado donde el «reinar de Dios» se realizará cuando las personas en libertad se involucren en este Reino de Dios. Ésta es la cancha donde todas las religiones principales del mundo se encuentran: Budismo, Hinduismo, Islam, Judaísmo, Cristianismo, etc.
Según el nuevo testamento, este adviento del Reino de Dios está estrechamente vinculado con metanoía, una renovación de personas, un ver y actuar diferente (Mc. 1,15; Lc. 11,20). Los discípulos de Jesús experimentaron, sintieron mediante conversión, metanoia, que con Jesús este Reino estaba cerca y ya había llegado. Cambió su vida. Entendemos este priorizar de Jesús el «Reino de Dios» cuando vemos sus palabras, parábolas y actuación. «Busca primero el Reino de Dios y su justicia y el resto sigue como añadidura» (Mt. 6,33).8 Y le llenaba de alegría: «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y tierra, porque, sí has escondido estas cosas a los sabios y sofisticados, se las has revelado a la gente sencilla» (Mt. 11,25).
«El Reino de Dios es como…» y vienen las parábolas. Y el Reino de Dios está cerca porque Jesús estaba dando de comer a los que tenían hambre, de beber a los que tenían sed y sobre todo la buena nueva se predica, se da a los pobres (Lc. 4,17).
La opción preferencial por los pobres es primordialmente una opción espiritual y llega a una mística, un modo de «conocer» a Dios en gran profundidad. Es como la tradición ancestral del profeta Jeremías: «Hizo justicia a pobres y desdichados, y eso sí que es conocerme - oráculo del Señor». (Jer. 22,16).
El rostro de Dios es Jesús. Él es su Palabra, su Portavoz vivido. Nos muestra quién es Dios y a qué estamos llamados: a vivir como hijos de Dios. Dios nos ama tanto, que se hace hombre, que se compromete haciéndose humano. Pero no vale decir sólo que se hizo hombre: hay muchas clases y razas de hombres: se hizo hombre pobre sufrido (Fil. 2,6-12). Los seres humanos somos hechos hijos de Dios, divinos desde un pobre, un carpintero, un campesino, desde un crucificado, un excluido. Y éste es el misterio radical desde donde se desarrolla todo el misterio de Dios, de los humanos y de las Iglesias cristianas. Nos revela quién es Dios y quiénes somos nosotros los humanos: nacer desde los de abajo, los excluidos, hacerse pobre con los pobres, con cariño y ternura como la de Dios. La cumbre de la espiritualidad, el hombre más místico fue un pobre, un hombre vulgar y corriente en su vida diaria, hijo de su pueblo. Fue tan humano ese pobre que sólo después descubrimos (después de su muerte y su resurrección) que era Dios. Dios elige lo más humano para su propio hijo. Dios elige lo mejor para su hijo y lo hace pobre con todas sus consecuencias.
La economía, el arreglo de la casa es por eso una categoría para la reflexión teológica. Y como cualquier reflexión teológica decente es una categoría religiosa, espiritual y un camino hacia la mística vivencial. Es como dijo San Ambrosio en uno de sus sermones: dar de comer al pobre es un acto supremo de espiritualidad. Por supuesto tiene ramificaciones políticas. Para el cristiano y cualquier creyente la opción preferencial por el pobre es un acto religioso y por consecuencia un acto político.
Pero el milagro sigue: los excluidos sobreviven y gritan de vez en cuando. Hay un sistema económico social que hace sobrevivir a las tres quintas partes de la población mundial. La llaman la economía informal. El nombre ya no importa. Es la sagacidad del pobre para mantener su humanidad con su propio dogma: quiero sobrevivir, porque tengo el derecho humano, avalado por Dios, sea Padre, sea Allá, sea lo más profundo del Carma.
Hay mucho conocimiento del funcionamiento de la economía dominante, pero se sabe muy poco de la economía del pobre. Es algo muy raro porque es la economía de la mayoría. Nunca se menciona en las primeras noticias de la mañana del CNN o en cualquier periódico nacional que tres quintas partes de la población mundial ha sobrevivido otro día, a pesar de la economía de los ricos y la acumulación muy desigual de las riquezas. Pero sí sobreviven. Hay una economía, un arreglo de la casa en tal forma que pueden sobrevivir, sea raquíticamente, pero si empiezan un nuevo día, buscando el pan de cada día sin tener la seguridad de encontrarlo. La llaman ¡la economía informal!
Sin embargo, veo el crecimiento diario de la pobreza de las mayorías. Veinte años atrás los campesinos indígenas tenían en mi pueblo donde vivo un ingreso anual de novecientos dólares. Esto ha bajado a seiscientos dólares reales en la actualidad. Los cafeticultores organizados en una unión (Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo, UCIRI) venden ellos mismos su café orgánico en el mercado mundial, y no han aumentado sus ingresos reales durante dieciocho años de lucha.


6. ¿QUÉ HACER DESDE LA VIDA RELIGIOSA FRENTE A TODO ESTO?

Ya hemos visto varios puntos de lo que no tenemos que hacer o por lo menos poner entre paréntesis y bajo un escrutinio más a fondo y con discusiones amplias:
̵            No creer simplemente en un desarrollo económico y social, por el simple hecho de que no existe o por lo menos no tenemos una idea clara de lo que se trata;
̵            No pretender que sabemos qué es el subdesarrollo, por el simple hecho de que no tenemos medidores confiables;
̵            No dejarse engañar por necesidades básicas y su satisfacción por el simple hecho de que son muy variables;
̵            No crear más fantasmas que tienen su afinidad con la fe en un progreso infinito;
̵            No creer las mentiras de las cifras y estadísticas, sobre todo cuando no conocemos las fuentes;
̵            No aceptar las revoluciones tecnológicas y manipulaciones genéticas en cuanto no haya claridad de sus efectos sobre la humanidad;
̵            No creer que la conversión del corazón y alabar a Dios es superfluo, pero tampoco pretender que es la solución para todos los males en el mundo de hoy;
̵            Nada de filantropía por ser una nueva droga para los excluidos.

Y muchas más cosas del diablo que mejor dejamos al diablo.
El sistema actual de la economía no tiene nada que ver con el Reino de Dios. Buscar «vestigios Dei» en la economía actual es pérdida de tiempo e insulto a los pobres y excluidos. Es tiempo de denunciar en todas formas, científica, ética, social y cristianamente sus efectos negativos y sus principios, distinguiendo claramente los diferentes campos y entradas.
Todo esto implica la creación de alianzas con todos y todas que han regresado de tantas vueltas y están nuevamente en la plaza pública para discutir qué hacer ahora. Desde los callejones de la derecha y de la izquierda se pueden hacer nuevos planteamientos.


7. INSERTARSE EN EL MUNDO REAL Y ESPIRITUAL DE LOS POBRES

Haré referencia a algunos elementos espirituales cristianos, pero con los pies en tierra firme: Esto no es un lujo o castigo de algunos locos. Es una invitación y obligación religiosa que surge del voto de obediencia a la vida evangélica y sale intrínsecamente del voto de pobreza que nunca debe hacer tratos con el diablo mismo.
Estar con los pobres para hacer una misa, dirigir una reunión de catequistas, llevar una reunión sobre promoción humana, sobre organización popular, todo esto es bastante fácil, hasta cierto punto. Lo que nos cuesta es «estar con», compartir con ellos sin ninguna función o tarea especial a realizar, pasar el tiempo con ellos bajo el árbol compartiendo penas y alegrías, conversando sobre la vida y los problemas de cada día. Como agentes de pastoral, religiosos y religiosos, tenemos el peligro de pasar enseguida a hacer la salvación, y dejamos de lado la encarnación. Sin querer, buscamos la tarea y función de promocionarlos (¿funcionarios?) y nos olvidamos de ser humanos, cercanos y prójimos. La inserción es un proceso de encarnación que lleva a desencarnarnos de muchas cosas y estilos de vida, salir de diosecillos falsos. Supone «salir de» y así «entrar y vivir con» los pobres la nueva vida de Dios.
También tienen que ver con el voto de castidad: pensar puro, actuar con amor al pobre, permanecer lleno de ternura para la causa y con los pobres hasta que la muerte nos separe. Nace de los pobres, de la oración y trascendencia de Dios que es más grande que nuestros proyectos y deseos. Gracias a los pobres, a ese empeño y opción de construir comunidades, refortalecerlas, hacer organización. En todo esto se nos muestra un estilo de vida, una urgencia y radicalidad de opción de vida, profunda y global. Dejar muchas cosas: el dinero, la fama, la familia y amigos, el instinto de paternidad, el impulso sexual. Nos hace más sencillos, libres y susceptibles. Es algo que sale de la vida de Jesús mismo: no doblegarse por conveniencia, por comodidad, o por misericordia consigo mismo. Implica estar en el lugar donde el diablo opera con pleno vigor, crueldad y potencia.


8. LA MÍSTICA: EL MUNDO DEL POBRE COMO LUGAR DE GRACIA

El pobre es el testimonio vivo, gracioso y lleno de ternura que por su vida demuestra lo contrario de lo que los grandes economistas pretenden. Jesús vino para salvar a los perdidos, pecadores, peleadores con el diablo que pierden de vez en cuando, pero que se levantan para caminar de nuevo en búsqueda del pan de cada día. Porque en el centro de la oración de Jesús, el Padre Nuestro se reza: «y danos hoy nuestro pan de cada día». No mañana, sino hoy, no el pan mío, sino nuestro. Es la primera plegaria no de deseos, los grandes anhelos (hágase tu voluntad…), sino «danos», imperativo y contundente. Es obligación y no es un acto de caridad o una cuestión de menos armas, más ayuda internacional y menos conflicto.
En efecto, la esperanza de un futuro feliz viene del pobre, del indígena y del campesino. Son ellos quienes dan profundidad al tiempo y cambian el sistema económico que explota, el sistema político que excluye y el sistema social que denigra.
En los años sesenta el compromiso con y para los pobres se consideró sobre todo como un acto político. Ahora este compromiso se experimenta más bien como un acto religioso que por supuesto está cargado de elementos políticos. Son dos corrientes: una que se puede nominar la corriente crítica de la sociedad y la otra que se concentra más en lo religioso. Una dualidad poco fructífera e incomprensible. Fe y acción social son caras de la misma tortilla, aunque diferentes en sus perspectivas. Fe sin mística se vuelve esterilidad e hipocresía.
Cuando se mira al mundo por los ojos de los pobres que sufren o mueren, el mundo no se hace más bello, sino más sano y santo. Se trata del meollo de la herencia de la fe cristiana.
«Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado y al tercer día resucitó de entre los muertos». Lo proclamaron con grandes palabras y se trata de la realidad más concreta de la humanidad de hoy en día: los pequeños, humildes, pobres, desdichados se ven en estas palabras. Resucitar de entre los muertos es resucitar entre y con ellos. Morir la muerte de un esclavo, pasar por el infierno y así hacerse vida es una visión de fe que tiene gran vigor y actualidad.
Con esto el cristianismo no ofrece belleza estética, para el cristiano el mundo no es en primer lugar un lugar precioso. Pero este mundo se vuelve así un lugar santo: salvo y sano, visto, experimentado y conquistado desde el infierno de injusticia. Hay que comprometerse con la lucha por la justicia en el mundo desde «los de abajo», el infierno, el lugar donde el diablo del sistema injusto se mueve, devora y ve dónde puede aplastar. Esto no es solamente un enunciado teológico, sino sobre todo una visión ética de una mística profunda de donde se ubica la felicidad, grandeza del hombre y… su economía.
Desde el mundo del pobre anunciar alternativas es el desafío cristiano religioso por excelencia. Es la economía que comparte, que busca en conjunto alternativas para crear condiciones familiares y comunales de sobrevivencia con dignidad.
Desde el mundo del indígena campesino he aprendido que esta alternativa no solamente se hace, que también se disfruta como un anticipo del Reino. Compartir, solidarizarse en organizaciones sociales, culturales y hasta políticas, buscar nichos sólidos y solidarios en el mercado mundial son signos del reino. La expresión de una responsabilidad por la tierra, defendiéndola, cuidándola, trabajándola mediante formas de una agricultura ecológica es otro signo.
La felicidad está de por medio. Convivir con los «jodidos», los excluidos, los despreciados da la gana da una vida llena de ternura y vigor. Llenarse con bondad y felicidad no es algo que se pueda comprar, sino que se hace con y la recibes de la gente misma en toda su fragilidad, situaciones pecaminosas, pero llenas de perdón. Es algo de un pueblo con estatura, grandeza por el simple hecho que saben perdonar. Los ricos nunca perdonan, exigen que el otro les pida perdón. «El rico ofende y encima se ufana. El pobre es ofendido y encima pide perdón» (Eclo. 13.3). Después de más de dos mil años esto no ha cambiado.


Notas
1. Vea Josep Vives, «M. Novak, ¿una teología del capitalismo?» en Varios, El neoliberalismo en cuestión. Sal Terrae, 1993, 233-244. Todo este libro es de mucha importancia para esta temática. Vea también: Bas de Gaay Fortman y Berma Klein Goldewijk: God and the Goods, Global Economy in a civilizational perspective. WCC publications. Geneva. 1999. Pero sobre todo sigue en vigor las reflexiones de Franz Hinkelammert, La Fe de Abraham y el Edipo Occidental. San José, DEI, 1989, 101 pp
2. Vea Susan George, «A short History of Neoliberalism» en Varios, Global Finance; new thinking on regulating speculative capital markets, London, 2000. p. 29.
3. Vea Libre Comercio: promesas versus realidades. Compilador Beat Schmid. Ediciones Heinrich Boell. El Salvador, 2000, 248 pp
4. Queremos referir a los interesados a algunos estudios recientes. Graham Dunkley: The Free Trade Adventure; the WTO, the Uruguay Round and Globalism, a critique. Zed Books, London/New York.2000, pp 338. Sobre todo: Susan George, The Lugano Report, on preserving Capitalism in the Twenty-first Century. Pluto Press, London, 1999. pp 213. John Tomlinson, Globalization and Culture, Polity Press, Cambridge. 1999, pp 238. Paul Hirst and Graham Thompson, Globalization in Question. The International Economy and the Possibilities of Governance. Polity Press,Cambridge. 1999. Walden Bello etc. Global Finance; new thinking on regulating speculative capital markets. Zed Books, London. 2000. Paginas Web sobre esta tem\'e1tica hay muchos, pero vale la pena de ver: http://www.tercermundo.economico.org.uy, y http://www.rmalc.org.mx
5. Vea Leonardo Boff, Ecología, Mundializacion, Espiritualidad. México, D.F., 1993, p 100-104.
6. Publicado en Buenos Aires, Tres Tiempos, 1983. Vea también su libro Hacia el Futuro; el pensamiento social católico y la economía de los Estados Unidos. Una carta laica. (junto con William Simon y Alexander Haigh)., ed. Del Rey, Buenos Aires 1988.
7. Vea Gustavo Esteva: «La construcción comunitaria: más allá del derecho sustentable» en: Desarrollo Sustentable. UNAM, México, 1994, pp 13-38.
8. Quiero hacer referencia a dos teólogos de diferentes continentes que coinciden en gran parte en sus reflexiones sobre el Reino de Dios: Edward Schillebeeckx, op; Mensen als verhaal van God. (La gente como relato de Dios.), Nelissen. Baarn 1989, sobre todo pp 130-163 y Jon Sobrino, sj; Jesucristo Liberador; Lectura histórico-bíblica de Jesús de Nazaret. Edit. Trotta, Madrid, 1991, sobre todo pp 95-234.



6.  JESÚS,  CREADOR  DE  UN  MOVIMIENTO  PROFÉTICO  DE  SEGUIDORES  AL  SERVICIO  DEL  REINO  DE  DIOS.
7.  José  A.  Pagola,  teólogo.

(Foro Religioso, Vitoria, Gasteiz).

“ NO  ES  TIEMPO  DE  CALLAR,  ES  TIEMPO  DE  HABLAR ”


CONTENIDO



1.   Jesús, enraizado en la tradición profética de Israel
• Los profetas en la historia de Israel
• Presencia alternativa que llama al cambio
• Novedad que genera esperanza
2.   Jesús, profeta del reino de Dios
• Ya está aquí Dios buscando reinar en la historia humana
• La pasión de Jesús por el reino de Dios
• Dios al servicio de una vida más humana
• El programa liberador del Profeta del reino
3.   Pasión por Dios, compasión por las víctimas
• Profeta de la compasión de Dios
• La compasión activa de Jesús
- Profeta curador
- Profeta defensor de los pobres
- Profeta amigo de pecadores
4.   La crítica profética de Jesús
• Rompe la cultura de la indiferencia
• Se identifica con el sufrimiento de las víctimas
• Grita su protesta cuando otros callan
• Habla desde la autoridad de los que sufren
• Su crítica radical desde la cruz
5.   La esperanza nueva de Jesús
• Reacciona frente a un mundo cerrado a la novedad de Dios
• Es posible otro mundo diferente
• Recuerda públicamente los anhelos de los últimos
• Introduce una alternativa con su actuación
• La esperanza última en el Resucitado
6.   Volver a la causa de Jesús
• Reavivar el espíritu profético en las comunidades cristianas en torno al relato de Jesús
• Recuperar la centralidad del reino de Dios• Romper silencios, liberarnos de miedos, despertar la esperanza.




INTRODUCCIÓN

Entiendo mi intervención, no como una exposición sistemática del contenido objetivo del reino de Dios, sino como un acercamiento a la dinámica profética que vive Jesús al asumir el proyecto del reino como centro de su predicación y de su acción. Haciendo memoria de Jesús, Profeta del reino de Dios, al comienzo de estas Jornadas, estaremos mejor dispuestos a escuchar su llamada a recuperar su causa.


A. JESÚS, ENRAIZADO EN LA TRADICIÓN PROFÉTICA DE ISRAEL

Jesús no es un sacerdote del templo: no pertenece a ningún linaje sacerdotal. Nadie lo confunde con un maestro de la ley, dedicado a explicar la Torá. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos y sus palabras la actuación de un gran profeta que los impacta: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Su autoridad no es como la de los letrados; no viene de la institución; no se basa en las tradiciones. «Este enseñar con autoridad es nuevo». Nace de la fuerza del Espíritu de Dios, que desciende sobre él en el Jordán para impulsar su actividad curadora e inspirar sus palabras de fuego. Así resumen su vida los discípulos de Emaús: «fue un profeta poderoso en obras y en palabras ante Dios y ante todo el pueblo».
La historia de Israel es impensable sin la intervención de los profetas. Su presencia se debe a la acción de Dios, empeñado en guiar a su pueblo con su Espíritu, cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben conducirlo por los caminos de la Alianza. Los profetas no forman parte de la estructura política de Israel ni de la institución religiosa. No son nombrados por ninguna autoridad. A diferencia de los reyes o de los sacerdotes, no son ordenados ni ungidos por nadie. Su autoridad proviene de su experiencia de Dios. El profeta es «nabi», es decir, un hombre «llamado» por Dios para decir al pueblo cómo se ven las cosas desde su corazón.
Voy a señalar dos rasgos esenciales de los profetas: la vida del profeta introduce, por una parte, una presencia alternativa que invita al cambio y la conversión; por otra parte, una esperanza que rompe la indiferencia y abre un futuro nuevo a la acción de Dios.

1.       Por una parte, en medio de una sociedad injusta donde los poderosos no tienen conciencia de estar arrebatando el pan a los pobres, donde los privilegiados buscan su propia seguridad silenciando el sufrimiento de los que lloran, y donde se renuncia a la compasión a cambio de bienestar, el profeta introduce una forma alternativa de percibir la realidad: desde su experiencia de Dios se esfuerza para que el pueblo y sus dirigentes pueden contemplar su propia historia a la luz de la compasión de Dios y de su deseo de justicia. Más allá de los gestos o de las palabras de indignación, lo que caracteriza a Miqueas o Amos, a Isaías o Jeremías es su existencia, su manera de leer y de vivir la realidad desde la verdad de Dios: su presencia alternativa que llama audazmente a la conversión.

2.       Por otra parte, cuando la religión se acomoda a un estado de cosas injusto; cuando los intereses religiosos no coinciden ya con los intereses de la justicia de Dios; cuando la crítica no puede ser practicada desde el templo porque ha desaparecido la pasión por el Dios de los pobres, sustituido por el Dios del orden; cuando la religión es utilizada para cerrar el paso a toda novedad, considerándola una amenaza para lo establecido; cuando ya casi todos han olvidado que Dios es libre y puede actuar al margen y hasta en contra de esa religión que lo mantiene «cautivo», aparece el profeta.
̵            En el nombre de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño que reina en casi todos;
̵            Libera a la religión de la insensibilidad hacia los últimos;
̵            Critica la ilusión de eternidad y absoluto que la paraliza, recordando a todos que sólo Dios es Dios: introduce imaginación y esperanza para pensar el futuro de Dios con libertad.

      Jesús es la culminación de esta corriente profética que atraviesa la historia de Israel. El Hijo de Dios no se ha encarnado en un sacerdote consagrado a la religión estática del Templo, ni en un letrado ocupado en mantener el orden establecido por la Ley. Se ha encarnado en un profeta, oriundo de una aldea desconocida de la Baja Galilea, que, movido por el Espíritu de Dios, vive llamando a una conversión radical y abriendo caminos a la novedad de Dios. Esta vida marcada, como la de casi todos los profetas, por la tensión y el conflicto con las autoridades políticas y religiosas, terminará en una cruz, condenado por los dirigentes del Templo como falso profeta, y ejecutado por el representante del Imperio como peligroso para la «paz romana». Resucitado de entre los muertos, Dios reivindica su vida y su muerte proféticas, declarándolo Hijo amado y Profeta de su Reino.


B. JESÚS, PROFETA DEL REINO DE DIOS

Jesús no enseña propiamente una doctrina nueva para que sus discípulos la aprendan y la difundan correctamente. Anuncia un acontecimiento nuevo que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo.

1.       Ya está aquí Dios buscando reinar en la historia humana
Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos afirmando algo que ningún profeta de Israel se había atrevido a declarar: «Ya está aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre nosotros». El primer evangelista resume así su mensaje profético: «El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en esta Buena Noticia». Empieza un tiempo nuevo; Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, sufrimientos y desafíos. Quiere construir, junto a nosotros, una vida más humana. Hemos de aprender a vivir creyendo en esta Buena Noticia. Este «reino de Dios» no es una religión. Es mucho más. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier religión. Es una experiencia nueva de Dios que lo resitúa todo de manera nueva. Si de Jesús nace una nueva religión, como de hecho sucedió, tendrá que ser una religión al servicio del «reino de Dios».
Lo sorprendente es que Jesús nunca explica propiamente lo que es «el reino de Dios». Lo que hace es sugerir con gestos liberadores y parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si sus hijos e hijas actuaran como él. Podemos decir que «el reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios.
Estos son sus principales rasgos: una vida de hermanos y hermanas, regida por la compasión que tiene Dios hacia todos;
̵            Donde se busca la justicia y la dignidad para todo ser humano, empezando por los últimos;
̵            Donde se acoge sin excluir a nadie de la convivencia y la solidaridad;
̵            Donde se promueve la curación de la vida liberando a las personas y a la sociedad entera de toda esclavitud deshumanizadora;
̵            Donde la religión ha de estar al servicio de las personas, sobre todo de las que más sufren o están más olvidadas;
̵            Donde se vive desde la confianza en el perdón gratuito de Dios, en el horizonte de una fiesta final junto al Padre.

2.       La pasión de Jesús por el reino de Dios
Esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje, la pasión que anima toda su vida y la razón por la que será ejecutado. El centro de su experiencia mística y de su actividad profética no lo ocupa propiamente Dios, sino «el reino de Dios», pues Jesús no separa nunca a Dios de su proyecto de transformar el mundo. No lo contempla encerrado en su misterio insondable, olvidado del sufrimiento humano, sordo a los clamores de los que sufren. Lo experimenta como la presencia buena de un Padre que está buscando abrirse camino en el mundo para humanizar la vida.
Desde este horizonte lo vive Jesús todo. Por eso, no invita a sus seguidores a buscar a Dios, sino a «buscar primero el reino de Dios y su justicia», lo demás es secundario. No llama a «convertirse» a Dios, sin más, sino que pide «entrar» en el reino de Dios. Y cuando sus discípulos le piden que les enseñe a orar, a Jesús le sale desde dentro su pasión por el reino: «Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra…».

3.       Dios al servicio de una vida más humana
Esta pasión por el reino lleva a Jesús a asociar a Dios con la vida. Los dirigentes religiosos de Israel asocian a Dios con su sistema religioso y no tanto con la vida y la felicidad de la gente: lo primero y más importante para ellos es dar gloria a Dios asegurando los sacrificios del templo, observando la ley y cumpliendo el sábado. Jesús, por el contrario, vincula a Dios con la vida; lo primero y más importante es que sus hijos e hijas disfruten de una vida más digna y justa. Lo primero es el proyecto de Dios, no la religión; la vida de las personas, no el culto; la curación de los enfermos, no el sábado; la reconciliación social, no las ofrendas que se llevan hacia el altar; la acogida amistosa a los pecadores, no los ritos de expiación.
Por eso mismo, Jesús asocia a Dios, no con los poderosos y privilegiados, sino con los pobres y marginados. Para entrar en el reino de Dios es necesario salirse del imperio del cruel Tiberio, siempre ávido de más riqueza, poder y honor, desde su retiro en la isla de Capri. No hay que dar a ningún Cesar lo que sólo pertenece a Dios: sus pobres, los excluidos de la ciudadanía romana, los explotados, los olvidados por todos; de ellos es el reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios hay que salirse del reinado de la riqueza. O Dios o el Dinero. Dios no puede reinar entre nosotros si no es buscando hacer justicia a los que nadie hace.

4.       El programa liberador del Profeta del reino
Por eso, mientras los dirigentes religiosos se sienten urgidos por Dios a cuidar la religión del templo y la observancia de la ley, mientras el Cesar de Roma, su vasallo Antipas y los poderosos terratenientes de Séforis y Tiberíades siguen explotando a los campesinos de Galilea, Jesús, el Profeta del reino de Dios, se siente enviado por el Espíritu de Dios a promover su justicia e impulsar la liberación. Ese es su programa.
Lucas lo ha captado muy bien cuando presenta a Jesús en la sinagoga de su pueblo de Nazaret, aplicándose a sí mismo estas palabras del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia del Señor». Jesús, lleno del Espíritu de Dios, se siente impulsado a introducir en el mundo la «Buena Noticia» para los pobres: «liberación» para los cautivos, «luz» para los ciegos, «libertad» para los oprimidos, «gracia» para los desgraciados.


C. PASIÓN POR DIOS, COMPASIÓN POR LAS VÍCTIMAS

En el núcleo de esta experiencia del reino de Dios que vive Jesús, como centro y principio dinamizador de su actividad, encontramos su pasión por Dios y su compasión por las víctimas. La compasión que está en el origen de toda su actuación profética no es sino expresión de su pasión por un Dios compasivo que pide justicia para todos sus hijos e hijas.

1.       Profeta de la compasión de Dios
Jesús capta y vive la realidad insondable de Dios como bondad y compasión. Lo que define a Dios no es el poder sino sus entrañas maternales de Padre. La compasión es el modo de ser de Dios, su manera de mirar el mundo y tratar a las personas. El Padre lo vive todo desde la compasión. Esta es la experiencia de Dios que comunica Jesús en sus parábolas más conmovedoras.
Es precisamente esta compasión de Dios la que atrae a Jesús hacia las víctimas, los que más sufren, los maltratados por la vida o por las injusticias de los poderosos. El Dios de la ley y del orden, el Dios del culto y de los sacrificios, el Dios del sábado jamás podría generar la actividad profética que lo caracteriza. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de los inocentes y la humillación de los excluidos. Nada puede ofender más al Padre que hacer sufrir injustamente a sus hijos e hijas, o tolerar ese sufrimiento con indiferencia.
El Profeta del reino no puede pasar de largo ante los que sufren. Alimenta al pueblo con su palabra porque «siente compasión» al verlos como ovejas sin pastor. Cura a los enfermos, leprosos y desquiciados porque «se le conmueven las entrañas». Es la compasión de Dios la fuerza que está en el origen y trasfondo de toda su actuación profética imprimiendo fuego a sus palabras y ternura a sus gestos. Así vivirán también sus seguidores: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

2.       La compasión activa de Jesús
Para captar mejor la compasión activa de Jesús al servicio del reino de Dios, vamos a considerar tres líneas de fuerza de su actuación profética.

̵            Jesús vive al Dios compasivo como Amigo de la vida. Sufre al ver la distancia enorme que hay entre el sufrimiento de tanta gente desnutrida y enferma, y la vida sana que Dios quiere para sus hijos e hijas. Él se siente Profeta curador, lleno del Espíritu bueno de Dios, no para condenar y destruir, sino para curar, liberar de espíritus malignos y potenciar la vida. Para Jesús, Dios es una Presencia buena que bendice la vida y quiere la curación. Por eso, bendice a los enfermos y enfermas que no pueden recibir la bendición de Dios en el templo, pues se les cierran sus puertas. Impone sus manos sobre ellos porque quiere envolver con la ternura de Dios a quienes se sienten castigados por él. Y, cuando logra contagiarles su fe y se produce la curación, Jesús proclama proféticamente que la experiencia del reino de Dios se va haciendo realidad: «Si yo expulso demonios por el Espíritu de Dios, es que está llegando a vosotros el reino de Dios». Se abre caminos al reino de Dios cuando se lucha contra el sufrimiento y el mal.
Nunca presenta Jesús estas curaciones como una forma fácil de suprimir el sufrimiento en el mundo, sino como signo que indica la dirección en la que hemos de actuar para construir el reino de Dios. Por eso, pone en marcha un proceso de sanación no sólo individual sino también social. Su rebeldía frente a tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo, culto vacío de solidaridad); sus esfuerzos por crear una convivencia más justa y digna para todos; su voluntad de liberar a la mujer del dominio posesivo del varón; su ofrecimiento de perdón gratuito a gentes hundidas en el desprecio social y la ruptura interior; su empeño en liberar a todos del miedo para vivir desde la confianza absoluta en el Padre, son otras tantas formas de encaminar la sociedad hacia una vida más digna y saludable.

̵            Jesús experimenta al Dios compasivo como el Dios de los últimos, los empobrecidos por los poderosos y olvidados por la religión. Jesús sufre al ver que nadie les hace justicia. Él se siente Profeta defensor de los pobres. Su primer gesto profético es compartir su suerte. La vida pobre e itinerante de Jesús y sus seguidores no es austeridad. Es su forma de compartir la indefensión, la vulnerabilidad y los riesgos que padecen tantos desgraciados. Jesús, profeta pobre de Dios, vive entre los pobres, conoce su hambre y sus lágrimas, estrecha contra su pecho a los niños y niñas de la calle, y sufre con todos ellos. Así habrán de vivir también sus seguidores.
Al mismo tiempo, comienza a hablar con un lenguaje provocativo. La compasión de Dios está pidiendo que se haga justicia a sus hijos más débiles. Ellos son los primeros que han de experimentar el reino de Dios. Jesús lanza sus gritos proféticos por toda Galilea. Se encuentra con familias que no han podido defender sus tierras ante los abusos de los terratenientes y grita: «Dichosos los que no tenéis nada porque vuestro rey es Dios». Observa la desnutrición de aquellas mujeres y niños, y les asegura: «Dichosos los que ahora tenéis hambre porque seréis saciados». Ve llorar de impotencia a los campesinos cuando los recaudadores se llevan lo mejor de sus cosechas, y les dice: «Dichosos los que ahora lloráis porque reiréis»
No es burla ni cinismo. Jesús habla con total convicción. Esta afirmación es central en su mensaje profético del reino: «Los que no interesan a nadie, interesan a Dios; los que sobran en los imperios construidos por los hombres, tienen un lugar privilegiado en su corazón; los que no tienen una religión que los defienda, le tienen como Padre». Si el reino de Dios es acogido, el mundo irá cambiando para bien de los últimos. Este mensaje de Jesús no significa ahora mismo el final del hambre y la miseria, pero sí una dignidad indestructible para todas las víctimas. Son los predilectos de Dios y esto da a su dignidad una seriedad absoluta. En ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios, si no es liberando a los pobres de su miseria. Ninguna religión será bendecida por Dios, si no busca justicia para ellos. Esto es buscar el reino de Dios: poner a las religiones y los pueblos, a las culturas y las políticas mirando hacia los últimos y trabajando por su dignidad.

̵            Jesús experimenta al Dios compasivo como acogida y perdón inmerecido a todos. Sufre cuando los publicanos y las prostitutas son despreciados mientras el Padre los está buscando. Él se siente «Profeta, amigo de pecadores». Dios no es propiedad de los buenos. El Padre «hace salir su sol sobre buenos y malos. Manda la lluvia sobre justos e injustos». Dios ofrece a todos el sol, la lluvia y la vida como regalo, rompiendo nuestra tendencia a discriminar y excluir a los indignos. Jesús capta en el misterio de Dios un proyecto de comunión donde los justos no desprecien a los pecadores, los puros no excluyan a los impuros, los poderosos no abusen de los débiles, los varones no discriminen a las mujeres. Dios no bendice la exclusión ni la discriminación. Dios no separa ni excomulga. Dios abraza, acoge y perdona.
Movido por esta experiencia de Dios, Jesús abre caminos a su reinado, acogiendo en su entorno más cercano a las mujeres, acariciando con sus manos a los leprosos, curando a impuras e impuros, conviviendo con gentes alejadas de la Alianza, sentándose a comer amistosamente con pecadores, prostitutas e indeseables. La mesa de Jesús no es la «mesa pura» de los fariseos que excluyen a los impuros, tampoco la «mesa santa» de la comunidad de Qumrán de la que se excluye a los «hijos de las tinieblas». Es la mesa donde la misericordia acogedora ha sustituido a la santidad excluyente. La mesa donde se rompe el círculo diabólico de la discriminación, abriendo un espacio nuevo para el encuentro amistoso con Dios. La única mesa que anticipa y prepara la fiesta final en torno al Padre.
Acoger el reino de Dios es eliminar prejuicios y romper fronteras, crear fraternidad y promover la acogida. El perdón gratuito del Padre sólo puede ser anunciado desde una comunidad acogedora. En el horizonte de todo trabajo auténtico por el reino, no puede faltar el mensaje del perdón gratuito: «Cuando os veáis juzgados por la ley, sentíos comprendidos por Dios. Cuando os sintáis rechazados por la sociedad o la religión, sabed que Dios os acoge. Cuando nadie perdone vuestra indignidad, abríos al perdón inagotable del Padre. No lo merecéis. No lo merece nadie, pero Dios es así: amor y perdón. Creed en esta Buena Noticia».


D. LA CRÍTICA PROFÉTICA DE JESÚS

Vamos a ahondar ahora en el servicio de Jesús al reino de Dios, señalando la dinámica de su crítica profética y algunos de sus rasgos:

1.       Jesús critica de manera radical la cultura dominante de la indiferencia. El sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio. No puede ser aceptado como algo normal. Es inaceptable ante Dios. La atención al que sufre ha de ocupar el lugar de la insensibilidad general. «Sed compasivos como vuestro Padre». De ordinario, la compasión activa que reclama justicia es lo único que no está permitido por los que detentan interesadamente el poder político o religioso. Se defiende lo establecido como si no hubiera dolientes ni llantos de ninguna clase. Desde el poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. En el trasfondo de las palabras y los gestos de Jesús, resuena un grito que sacude las conciencias: las cosas no son como las quiere Dios. En Galilea no reina la compasión ni la justicia. Hace tiempo que la política de Roma y de sus vasallos herodianos viene oprimiendo a los más débiles, mientras los dirigentes religiosos del templo se han desentendido de su sufrimiento.

2.       Jesús grita su protesta interiorizando en su propia existencia el sufrimiento de todas las víctimas que la cultura dominante (familias herodianas, terratenientes de Galilea, escribas y maestros de la ley o sacerdotes del templo) niega, oculta o ignora con su indiferencia. Anuncia el reino de Dios, identificado con las víctimas, participando de su aflicción, compadecido de un pueblo que vive perdido como «ovejas sin pastor», llorando por Jerusalén porque «no conoce los caminos de la paz». Aquí está la novedad del reino. Jesús actúa desde la aflicción de los últimos. No es éste el estilo del poderoso que pretende mantener el control político o religioso. El poderoso no llora. El profeta de la compasión, sí.

3.       Movido por el Espíritu de Dios, Jesús alza su voz mientras otros permanecen callados por inconsciencia, ceguera o cobardía. Capta con lucidez la injusticia que se está cometiendo con los más débiles, y proclama su protesta. «Los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros». Dios está contra el poder opresor. Dice también: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos… Atan cargas pesadas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas». No ha de ser así. Dios está contra la religión opresora.

4.       Jesús actúa con una autoridad profética que proviene de Dios y se manifiesta como autoridad de los que sufren. Nadie la puede discutir. Es la primera verdad exigible a cualquier política y a cualquier religión. Esta autoridad de los que sufren carga las palabras y los gestos de Jesús de una fuerza crítica radical. Cura a los enfermos rompiendo el sábado. ¿Por qué? Porque ni la ley más sagrada está por encima del sufrimiento de los desgraciados: «Dios creó el sábado por amor al hombre y no al hombre por amor al sábado». Toca a los leprosos, acoge a los excluidos del templo, come con pecadores despreciados por todos. ¿Por qué? Porque a la hora de practicar la compasión de Dios, el malo y el indigno tienen tanto derecho como el bueno y el piadoso a ser acogidos con misericordia. Ofrece el perdón de Dios a los pecadores sin exigirles bautizarse en el Jordán ni ofrecer sacrificios de expiación en Jerusalén. ¿Por qué? Porque nadie puede controlar el perdón de Dios imponiendo un sistema perdonador que esté por encima de la compasión libre y liberadora de Dios.

5.       El gesto profético más grave de Jesús desencadenó su rápida ejecución. Su intervención en el templo no pretende la purificación del culto. Es un gesto más radical: anuncia el juicio de Dios contra un sistema religioso, económico y político que se opone frontalmente a su reinado. El templo se ha convertido en símbolo de todo lo que oprime a los últimos. En la «casa de Dios» se acumula la riqueza, mientras en las aldeas de sus hijos crece la pobreza y el hambre. Desde aquel templo no se defiende a los últimos ni se protege a los más vulnerables. Se repite de nuevo lo que Jeremías condenaba en su tiempo: la casa de Dios se ha convertido en una «cueva de ladrones». El Dios de los pobres no reina ni reinará desde ese templo; jamás legitimará ese sistema. Con la venida del reino de Dios pierde su razón de ser.

6.       La crítica radical de Jesús alcanza su culminación al ser crucificado en las afueras de la ciudad santa de Jerusalén. En la cruz se revela de manera definitiva su pasión por el reino de Dios y su compasión por todas las víctimas cuya aflicción asume hasta el final. Su petición de perdón al Padre para los verdugos que lo crucifican es, al mismo tiempo, un gesto sublime de compasión y una crítica suprema de la insensatez del poder político y religioso: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Por otra parte, su grito a Dios pidiendo alguna explicación a tanta injusticia y abandono, y su entrega confiada al Padre quedan en labios del Crucificado reclamando una respuesta de Dios más allá de la muerte: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», ¿Por qué nos has abandonado?. «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu», Padre, en tus manos quedan nuestras vidas.



F. LA ESPERANZA NUEVA DE JESÚS

La esperanza muere para todos cuando las expectativas de cambio para los pobres son mínimas o no existen. Así sucede en Galilea. El imperio romano pretende que la «Pax romana» es la paz plena y definitiva; la religión del templo defiende que la «Torá» de Moisés es inmutable y eterna. Mientras tanto, los últimos, es decir, los excluidos del imperio y los olvidados por la religión, están condenados a vivir sin esperanza. Puede haber alguna mejora en la «Pax romana», puede cumplirse de manera más escrupulosa la «Torá», pero nada decisivo cambia para los pobres: el mundo no se hace más humano. En esa sociedad y en esa religión no es posible imaginar un nuevo comienzo. La cultura dominante no permite novedad alguna. Nadie cree en las promesas. No se sabe cómo y dónde podría brotar una esperanza nueva para los pobres y para esa sociedad indiferente y cínica.

1.       Lo primero que hace Jesús es romper ese mundo cerrado introduciendo una novedad: está irrumpiendo el reino de Dios. Ese mundo sin alternativa ni esperanza es falso. Esa política que no admite una crítica de fondo, esa religión segura de sí misma que ni siquiera sospecha la interpelación de Dios desde los pobres, no responden a la verdad de Dios. Es posible luchar por un mundo nuevo porque es el mundo querido por Dios, que va más allá de los derechos del César y más allá de lo establecido por la Ley. Lo que Jesús dice de Dios y lo que hace por los últimos es captado como algo nuevo y bueno. Jesús es una Buena Noticia. Así lo percibe la gente: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo».

2.       Además, Jesús recuerda públicamente los anhelos de los últimos, que están hasta tal punto ignorados y reprimidos que ya ni parece que existen. Se resiste a sumarse a la desesperanza general. Sus bienaventuranzas son una provocación a una esperanza nueva y desconcertante: «Dichosos los pobres porque de vosotros es este Dios que quiere reinar en el mundo. Dichosos los que tenéis hambre porque Dios os quiere ver comiendo. Dichosos los que lloráis porque Dios os quiere ver riendo». Sus gritos subversivos introducen una novedad que rompe todos los esquemas: «Los últimos serán los primeros y los primeros últimos»; «quienes se ensalcen serán humillados y quienes se humillen serán ensalzados». Los publicanos y las prostitutas entran en el reino de Dios antes que los dirigentes religiosos. Será grande quien se ponga a servir a los últimos.
Para Jesús, estos gritos no son palabras sin contenido, sino que orientan y marcan su conducta profética. En el imperio los últimos son y serán siempre los últimos; en el templo siempre entrarán antes los sacerdotes, nunca los publicanos ni las prostitutas. Con su actuación Jesús introduce una alternativa que despierta esperanza. Para él los últimos son los primeros. No entra en Tiberíades donde viven los ricos terratenientes, lo necesitan en las aldeas pobres de Galilea. No vive admirando a los fuertes, se acerca a los enfermos para aliviar su sufrimiento. No anda rodeado por piadosos y observantes, come con pecadores e indeseables porque al médico le necesitan los enfermos, no los sanos.

Esta esperanza nueva que introduce Jesús en el mundo sólo es posible proclamarla y acogerla desde la fe en un Dios que no abandona a las víctimas. Un Dios libre y liberador, que no tiene por qué acomodarse a las pretensiones de los poderosos, ni seguir los caminos que le marcan las autoridades religiosas. A este Dios le hace presente Jesús cuando parecía ya olvidado por el poder y domesticado por la religión. La resurrección del Crucificado, desautorizando al representante de Roma y a las autoridades del templo, constituye la intervención definitiva de Dios que abre un futuro definitivo a la historia humana. En este Dios que resucita al Crucificado se fundamenta nuestra esperanza.
La actitud curadora de Jesús introduce salud en los enfermos de Galilea, pero está ya anunciando la salvación eterna que nos ofrece Dios. Su acogida a quienes viven excluidos por la sociedad y la religión es ya promesa de la acogida definitiva y del perdón reconciliador. Sus comidas con pecadores, prostitutas e indeseables anticipan ya el banquete del reino en torno al Padre. La última palabra sobre la historia humana la tiene Dios. Cuando su proyecto del reino es impedido por el mal, fracasa por nuestro pecado, o queda a medias interrumpido por la muerte, Dios lo lleva a su plenitud en la vida eterna. Un día las bienaventuranzas se cumplirán. Dios será todo en todos. Él «secará las lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas porque el mundo viejo habrá pasado».


G. VOLVER A LA CAUSA DE JESÚS

Voy a señalar brevemente algunas líneas de fuerza que puedan orientar y alentar nuestro esfuerzo por volver a la causa de Jesús.

1.       Reavivar el espíritu profético en el pueblo de Dios en torno al relato de Jesús.
El nacimiento de la Iglesia en Pentecostés es descrito como una efusión del Espíritu. Lucas interpreta el hecho como el cumplimiento de unas palabras del profeta Joel que habla de una efusión del don de profecía no sólo sobre los varones y los ancianos, sino incluso sobre las mujeres y los jóvenes. Los profetas de las primeras comunidades son signo de que la comunidad posee el Espíritu profético de Jesús resucitado. Ellos contribuyen, junto a otros carismas, a «edificar el Cuerpo de Cristo». Ocupan un lugar eminente pues, juntamente con los apóstoles, constituyen «el cimiento» de las comunidades. Por eso, pide Pablo a las tesalonicenses que no apaguen la profecía: «No apaguéis el Espíritu, no menospreciéis las profecías».
Pronto se observa, sin embargo, un temor a que se conviertan en una fuerza incontrolada. Pablo se ocupa ya de poner orden y paz en la comunidad de Corinto. Todavía durante un tiempo, siguen desempeñando un papel importante en la vida de las comunidades. Sin embargo, a finales del siglo segundo, el profetismo comienza a decaer. Hans von Balthasar afirma que «cae sobre el espíritu de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto nunca a quitarse del todo». Posteriormente, al irse configurando el cristianismo como la «vera religio» del imperio, el espíritu profético va desapareciendo hasta ser prácticamente absorbido por otras funciones y ministerios institucionales.
Sin embargo, siempre se ha mantenido en la Iglesia la conciencia de que no se ha de perder el espíritu profético entre los seguidores de Jesús. Después del Concilio, Karl Rahner ha sido la voz que, con más fuerza, ha denunciado la pobreza espiritual y profética del cristianismo actual y que, con más fe, ha pedido una «Iglesia de espiritualidad auténtica», es decir, abierta a la acción del Espíritu, no sólo a través de la institución, sino también fuera y junto a lo institucional. En la Iglesia actual apenas hay lugar para la profecía. De espaldas al Espíritu del Concilio, olvidando sus líneas de fuerza y su perspectiva evangelizadora, corremos el riesgo de caminar hacia el futuro, privados una vez más del espíritu profético necesario para actuar como seguidores de Jesús al servicio del reino de Dios.
La situación es grave. No sólo hay entre nosotros ausencia de espíritu profético. Hay algo más. Sin promover discernimiento alguno y sin alentar el diálogo tan necesario en estos momentos de desconcierto, se está cultivando el recelo frente a toda novedad del Espíritu que no provenga de las directrices institucionales o no se ajuste a las consignas oficiales. La Iglesia corre así el riesgo de estructurarse de manera antiprofética, incapacitándose para discernir los signos de los tiempos y para escuchar lo que el Espíritu de Jesús nos dice hoy a sus seguidores. Sin embargo, el camino abierto por Jesús sólo puede ser recorrido con espíritu profético.
¿Qué hacer?

̵            El camino no es la rebelión, mucho menos la resignación y la pasividad. Se nos está llamando a un trabajo interior, una gestación que hemos de alentar sobre todo en las comunidades cristianas para que sean, antes que nada, espacios de libertad, de conversión y de esperanza, donde se pueda aprender a vivir la fe cristiana como mutación, como cambio, proceso de conversión a Jesucristo e identificación con su proyecto del reino de Dios.
̵            Esta conversión a una Iglesia más profética no puede ser liderada por la jerarquía, ni promovida por un organismo oficial. Es en el seno de la comunidad cristiana donde podemos y debemos escuchar la llamada de Pablo: «Buscad el amor y aspirad los dones del Espíritu, sobre todo, la profecía». Es en las comunidades donde hemos de iniciar la reacción hacia una fase nueva de cristianismo, más inspirado y motivado por Jesús, y mejor estructurado para servir al proyecto del reino de Dios. El cambio decisivo es ir pasando de comunidades primordialmente cultuales, centradas en la celebración y la catequesis, hacia comunidades proféticas más centradas en el reino de Dios y en la acción evangelizadora. Estoy pensando en una conversión «sostenida» a lo largo de los años venideros, que hemos de iniciar ya las generaciones actuales y que hemos de trasmitir como herencia y talante a las minorías que vienen tras nosotros. La renovación que necesita la Iglesia no vendrá por vías institucionales, sino por las brechas abiertas por el espíritu profético.
̵            No es posible marcarle los caminos al Espíritu, pero sí crear un clima donde sea más posible su acción. Tal vez, lo primero es resistirnos a vivir sometidos al dinamismo de lo establecido o lo acostumbrado: no sentirnos obligados a mantener un pasado inmóvil. Hemos de insistir mucho más en el contacto vital con Jesús y en la interiorización de su proyecto del reino: sólo así estamos abriendo camino al espíritu profético. Hemos de dar pasos hacia el futuro sabiendo que lo decisivo en la comunidad no son los entendidos, sino los testigos, no es la estructura sino el estilo de vida, no es el número sino la calidad de vida. Hemos de aprender a vivir cambiando. Hemos de despedir lo que ya no abre caminos al reino de Dios, y estar más atentos a lo germinal, a lo que está tratando de brotar hoy. Dar la palabra no sólo a los presbíteros sino a los laicos, no sólo a los varones sino a las mujeres, no sólo a los que hablan en nombre de la institución sino a quienes nos recuerdan el Espíritu de Jesús. Volver con sencillez a la novedad primera del Evangelio sabiendo que lo nuevo no es necesariamente distinto, pero es siempre algo más profundo, más coherente, más evangélico y más fecundo.

2.       Recuperar la centralidad del reino de Dios
¿Es hoy el reino de Dios el centro de la Iglesia, la pasión de los cristianos, el objetivo prioritario de las comunidades? ¿Es el horizonte real desde el que se promueve la evangelización y la acción pastoral? Es indudable que la Iglesia contribuye a la construcción del reino de Dios colaborando de múltiples maneras a la humanización del mundo, pero, a lo largo de los siglos, el Proyecto del reino en cuanto tal se ha ido oscureciendo y diluyendo, a veces de manera inconsciente, otras de manera expresa. No es este el momento de analizar las diferentes causas que han originado esta situación. Sólo quiero señalar algunas bases para iniciar la reacción.

̵            Lo primero es no identificar el reino de Dios con la Iglesia. La Iglesia no es lo central y absoluto. Lo primero es el reino de Dios. El eclesiocentrismo es una de las desviaciones más graves y que, con más inconsciencia, se han introducido en la historia del cristianismo. Ha llegado el momento de tomar conciencia y desenmascarar el hecho. Cuando se olvida la primacía absoluta del reino de Dios y los cristianos orientamos nuestras energías hacia la Iglesia y su propio desarrollo, estamos distorsionando el movimiento de Jesús y la misión de la Iglesia. Pablo VI lo recordó de manera rotunda después del Concilio: «Sólo el reino es absoluto. Todo lo demás es relativo». Más tarde, Juan Pablo II precisó la naturaleza de la Iglesia en estos términos: «La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento». Hemos de tener muy claro que evangelizar no es difundir una religión, sino abrir caminos al reino de Dios dentro de la Iglesia y dentro del mundo. Queremos una Iglesia más evangélica y una religión más cristiana, pero es porque buscamos una vida más humana y un mundo más justo, según el corazón de Dios.

̵            El movimiento profético de Jesús se ha configurado a lo largo de los siglos como una religión, con su propio culto, sus creencias, obligaciones y prácticas. El hecho es legítimo y necesario, pues la religión crea un espacio que puede alimentar e impulsar el seguimiento a Jesús y la adhesión al Señor resucitado. Pero el desarrollo de una religión poco fiel al Espíritu de Jesús, puede ocultar el proyecto del reino de Dios y distanciar a los cristianos de su tarea primordial. Hemos de recordar que el cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene todo ser humano. Es una religión profética, nacida de Jesús para humanizar el mundo, según el proyecto de Dios.

̵            Por eso, no hemos de permitir que los signos sacramentales que se celebran en el culto cristiano sustituyan a los signos liberadores del reino que Jesús practicaba en la vida: signos de compasión, de justicia, de fraternidad, de acogida, denuncia o curación al servicio de una vida más humana y digna. La iniciación a los sacramentos y a la doctrina religiosa no ha de suplantar a la iniciación al seguimiento de Jesús y a su práctica del reino. No se trata de minusvalorar la religión sino de entenderla con el Espíritu de Jesús al servicio del reino de Dios.

̵            Esta religión profética sólo es posible en comunidades enraizadas de manera nueva en Jesús. Hemos de aprender de nuevo a reunirnos en su nombre, aunque sólo seamos dos o tres: es Jesús resucitado quien ocupa el centro; él quien nos convoca, nos alienta y nos envía. Hemos de celebrar cada domingo la eucaristía haciendo memoria de lo que fue Jesús, interiorizando su proyecto y comulgando con él. Hemos de introducir en la comunidad la dinámica del reino de Dios, recuperando el lenguaje, los gestos, las reacciones y actitudes de Jesús.
En este clima será posible cultivar de manera paciente un estilo de vida al servicio del reino de Dios, diferente del estilo de vida de un practicante religioso. Habremos de privilegiar actitudes muy propias de Jesús: fe en el reino de Dios, confianza filial en el Padre, compasión activa y solidaria, indignación profética, actividad liberadora, acogida incondicional a todos, austeridad de vida, libertad de espíritu, coraje para cargar con la cruz, esperanza en el reino definitivo de Dios. No serán muchos los que vivan así, pero son ellos quienes podrán ayudarnos a dirigir nuestros pasos hacia comunidades capaces de ofrecer un modelo de vida alternativo y un comienzo nuevo del movimiento de Jesús. ¿Puede el Espíritu suscitar este nuevo nacimiento en la Europa vieja y satisfecha de nuestros días? ¿Nos llegará de las comunidades de los países pobres?

3.       Romper silencios, liberarnos de miedos, despertar la esperanza
Karl Rahner veía el Concilio Vaticano II como «el inicio de un nuevo comienzo de la Iglesia». Sabía que el futuro después del Concilio no sería fácil: «Quizá se vea cubierto otra vez por una ola pasajera de corriente contraria, de prudencia, de miedo ante el propio valor, de susto ante las falsas consecuencias que pudieran deducirse… Pero los embriones verdaderos de una semilla nueva, esto es, de una actitud y una fuerza nuevas para mantener y entender cristianamente el futuro de mañana, están sembrados en la parcela de la Iglesia y del mundo».
Esa «ola pasajera» ha llegado introduciendo el desconcierto y la inquietud en no pocas comunidades. Muchos no entienden lo que está sucediendo, pero sienten que algo está cambiando. Lo que hace unos años era ilusión, renovación conciliar y creatividad se va convirtiendo en decepción, desencanto y miedo. Muchos se abstienen, callan y permanecen distantes. ¿Hacia dónde se nos quiere llevar? Sin embargo, en estas mismas comunidades hay un potencial espiritual grande. Bastantes cristianos intuyen, desean y son capaces de vivir su adhesión a Jesucristo de manera diferente en una Iglesia renovada. ¿Qué podemos hacer ahora mismo?

̵            Lo primero es poner al pueblo de Dios en contacto vivo con el Evangelio. Que los cristianos conozcan de manera más directa e inmediata a Jesús, y sintonicen con su Espíritu. Nada ni nadie tiene más fuerza que Jesús resucitado para transformar las comunidades. La verdadera novedad en la Iglesia sería que la fuerza del Evangelio circulara en el seno de las comunidades cristianas. Que se despertara en el pueblo de Dios el deseo del Evangelio. Que lo reclamara con fuerza a la jerarquía. Es cierto que hoy todo se decide sin el pueblo de Dios y lejos de él, pero nada serio y bueno se puede hacer en la Iglesia sin contar con él. Como dice Marcel Légaut, «es el pueblo cristiano quien salvará el cristianismo y no sus dirigentes que, al fin y al cabo, no pueden sino seguirlo».

̵            Todos nos hemos de convertir. Nuestras comunidades están llenas de cristianos mudos, sin palabra. Hemos de ir pasando de una religión de autoridad que crea pasividad e infantilismo, a una religión de llamada que genera responsabilidad y seguimiento a Jesús. Hemos de despertar la palabra del pueblo de Dios enmudecida durante siglos. Romper silencios. Que los creyentes sencillos del pueblo aprendan a pronunciar en voz alta palabras buenas, constructivas, curadoras, liberadoras, consoladoras: palabras que no provienen siempre de lo establecido por la tradición o la institución, sino del Espíritu de Jesús y de un amor sincero a su Iglesia.

̵            Hemos de liberarnos de tantos miedos que nos paralizan para promover la conversión a Jesucristo. Tal vez, nuestro mayor pecado contra Jesús es cultivar el miedo en su Iglesia. El miedo nos paraliza, ahoga la alegría y la creatividad, nos hace vivir bajo el recelo y la sospecha, hace desaparecer la fraternidad y la comunión. Donde comienza el miedo, termina la fe. Necesitamos hacer crecer la confianza y la audacia, el respeto mutuo y la comunicación, la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia de Jesús.

̵            Por último, hemos de reavivar entre nosotros la esperanza, no con palabras de ánimo y exhortaciones piadosas, sino construyendo nuevas bases desde las que sea posible vivir más allá de la experiencia global de crisis. La esperanza no se construye con reacciones fanáticas o acciones desesperadas, sino con actitudes humildes y gestos constructivos que nacen del contacto vital con Jesús. Esta esperanza es hoy posible si vivimos individual y comunitariamente la experiencia de un nuevo inicio. Necesitamos vivir la experiencia de ser reengendrados por el Evangelio a una manera nueva de seguir a Jesús.
Dentro de poco, nuestras comunidades serán muy pequeñas. Existe el riesgo de que en muchas se termine viviendo la religión cristiana de manera empobrecida y sectaria. Habrá también comunidades donde irán quedando sólo quienes se sientan realmente atraídos por Jesús y su proyecto.

Todo será más difícil y costoso, pero también más sencillo. La crisis habrá ido despojando el cristianismo de muchas adherencias superfluas a las que nosotros nos seguimos aferrando. Seguramente habrá cristianos que volverán a lo esencial. Se alimentarán del evangelio más que de doctrina. Entenderán mejor que nosotros lo que es ser «levadura», «sal» y «luz» en medio del mundo. Y Dios seguirá impulsando su reinado. Al movimiento de Jesús le esperan muchas sorpresas. Jesús no ha dado todavía lo mejor. Nosotros no lo veremos. A nosotros nos toca vivir la misma experiencia que vivió Jesús, y que consiste en sembrar sin poder cosechar.


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