lunes, 19 de junio de 2017

1. "El Reino es lo único absoluto" (papa Pablo 6°)

E L   R E I N O   D E   D I O S


Recopilación, Pedro Pierre (PR), Guayaquil, 2017.


“BUSQUEN PRIMERO EL REINO DE DIOS” (Mateo 6,33).


ÍNDICE
1.  El Reino es lo único absoluto. PR.
2.  La centralidad del reino. J. Sobrino.
3.  El Reino en la Biblia. PR.
4.  Economía y Reino de Dios. V. Hoff.
5.  La familia, modelo del Reino. PR.
6.  Jesús al servicio del Reino. J. Pagola.
7.  Jesús fue el Mesías del Reino. PR.
8.  “El Reino es…” J. Comblin.
9.  Contenido detallado del folleto.




1.   “ E L   R E I N O  E S   L O   Ú N I C O   A B S O L U T O ”

Pedro Pierre.

“No es el pan que hace falta, sino la voluntad de compartirlo juntos”




CONTENIDO

Introducción

“EL REINO ES LO ÚNIC ABSOLUTO”
(Pablo 6°)

A. En el Antiguo Testamento
  1. El “Árbol del Reino”: Génesis 1-2
  2. El proyecto de Dios con Abraham y Moisés
  3. En la época de los Jueces
  4. Con los Profetas
  5. En los libros Sapienciales

B. En el Nuevo Testamento
  1. La organización política de Palestina
  2. El Reino que quiso Jesús
  3. Jesús retomó el proyecto de Dios
  4. Los primeros cristianos continuaron el proyecto del Reino

C. Hoy con nosotros, personalmente y como Iglesia
  1. Nosotros somos testigos del Reino de Dio
  2. Ser artesanos de la Nueva Evangelización
  3. La Nueva Evangelización nos exige ser Iglesia de los Pobres

Conclusión

Anexos:
  1. Texto de Pablo 6º (“El Reino es lo único absoluto”)
  2. Unas 5 guías sobre el Reino





INTRODUCCIÓN: ‘Vayan y proclamen que el Reino de Dios está cerca’ (Mateo 10,7)


-          Es la recomendación de Jesús al enviar sus discípulos a misionar.
-          En Jesús, el Reino se ha hecho ‘cercano’, pues Jesús es la presencia del Reino.

  1. Jesús es el Profeta del Reino
      Sí hacemos el recuento de la palabra más empleada por Jesús en los 4 evangelios, nos damos cuenta que es la palabra ‘Reino’: 111 veces en la boca de Jesús. Cuando Jesús empieza su misión, se nos dice que ‘Jesús predicaba el Reino de Dios’. ¿Es también para nosotros la palabra que más empleamos cuando rezamos, cuando hablamos de religión, cuando nos referimos a la fe? Y nos decimos cristianos o sea discípulos de Jesús, seguidores de Jesús…
      En otra oportunidad Jesús dirá que ‘el Reino está en medio de ustedes’. Tal vez sea la misión de nosotros cuando visitamos familias, cuando nos reunimos entre cristianos: Reconocer, revelar cómo el Reino está en medio de nosotros. No es que, como misioneros, aportamos el Reino de Dios. No: El Reino ya está.
      Otra vez, dice Jesús: ‘El Reino está en ustedes’. El Reino ha sido sembrado en nosotros el día de nuestro bautismo. Lo hacemos realidad cuando vivimos el amor, el compartir, la justicia, la organización, la lucha por una sociedad mejor.

  1. ‘El Reino es lo único absoluto’, escribió el Papa Pablo 6º en una carta encíclica de 1975.
      Va retomando una palabra del mismo Jesús: ‘Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y el resto vendrá por añadidura’ (Mateo 6,33). ¿Es el Reino para nosotros nuestra prioridad, nuestra primera preocupación?
      Por eso, la oración de Jesús, el Padrenuestro, se puede definir como ‘la oración del Reino’: La voluntad de Dios es el Reino; venga a nosotros tu Reino. Y la 2ª parte del Padrenuestro es la petición por la presencia del Reino: el pan compartido, el perdón siempre ofrecido, la superación de la tentación de olvidarnos del Reino, la lucha contra el mal, es decir contra todo lo que destruye el Reino.

  1. Según Jesús, el Reino es de los pobres y de los que tenemos el espíritu de los pobres
      Estas son las bienaventuranzas de Jesús.
-          Lucas hace decir a Jesús: ‘¡Felices los pobres porque de ellos es el Reino de Dios!’ (5,3).
-          Y Mateo: ‘¡Felices los que tienen el espíritu de los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios!’ (6,21).
El Reino está en medio de los pobres consientes, organizados, valientes, con fe, y con los que nos hace pobres como ellos y luchamos con ellos contra la pobreza que deshumaniza.

Conclusión
-          Seamos el Pueblo de Dios, o sea el Pueblo de los Pobres que quiere Dios.
-          Somos ‘pobres’ cuando compartimos y no explotamos.
-          Somos el Pueblo de los Pobres, cuando nos unimos para hacer retroceder todo lo que atropella a los pobres y cuando luchamos con ellos para disminuir la pobreza que nos destruye.



 “ E L   R E I N O   E S   L O   Ú N I C O   A B S O L U T O ”  (Pablo  6°).


CONTENIDO de esta exposición
            Introducción
            1ª parte: En el Antiguo Testamento
            2ª parte: En el Nuevo Testamento
            3ª parte: Hoy con nosotros, personalmente y como Iglesia
Conclusión
            Anexos: Pablo 6º (párrafo 8 completo).


INTRODUCCIÓN


Papa Pablo 6º: ‘La Evangelización del mundo contemporáneo’ (8).
            ‘Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo un reino, el reino de Dios; tan importante que, en relación a él, todo se convierte en ‘lo demás’ que es dado por añadidura. Solamente el reino es pues absoluto y todo el resto es relativo (Mateo 6,33)’.


            En Ecuador, las cosas andan de mal en peor: la crisis financiera, la corrupción de las distintas instituciones estatales, las pugnas por el poder de los legisladores, el Plan Colombia y la base norteamericana en Manta, la política neoliberal del gobierno, la dolarización y el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para las Américas)… Hay mucha confusión y otro tanto de desconfianza. Y las cosas parecen amarradas tanto adentro del país como desde fuera: ‘a río revuelto ganancias de pescadores’.
            A pesar de todo, hay motivos de esperanza: las Organizaciones Indígenas, los Movimientos Populares, los Grupos de Derechos Humanos, de Mujeres, de Medio Ambiente, las Comunidades Eclesiales de Base y la Iglesia de los Pobres…
Como cristianos, la Biblia nos confirma que el Reino de Dios es de los pobres: nace y se construye desde ellos. Al mirar la Biblia desde el punto de vista histórico, humano y organizativo, mucho vamos a descubrir para confirmar los motivos de esperanza, lucha y puesta en marcha de alternativas que hacen presente el Reino entre nosotros.





 Primera  parte :  EL  REINO  EN  EL  ANTIGUO  TESTAMENTO.


I. EN EL LIBRO DEL GÉNESIS: ‘EL ÁRBOL DEL REINO’, O SEA, EL PROYECTO DE DIOS’

            El proyecto de Dios abarca toda la vida: personal, colectiva y ecológica. En lo colectivo, o sea, en la organización social, están: la Economía, la Política y lo Socio-cultural-religioso. Todo grupo, toda institución, todos los países tienen esta triple organización. Si el libro del Génesis nos presenta el proyecto de Dios sobre la creación, ahí vamos a encontrar los criterios que Dios nos propone para que estas 3 estructuras sociales - la economía, la política y las ideologías - sean conforme s su sueño, a su proyecto. Veamos.

Descripción: apocalipsis1A. DIBUJO: EL ÁRBOL DEL REINO, O SEA, EL PROYECTO DE DIOS EN LA CREACIÓN. Génesis 1 y 2

El dibujo del Árbol de Reino explica como el proyecto de Dios comenzó a proyectarse en la creación. Al dibujar un árbol, nos inspiramos de los 2 primeros capítulos del Génesis.
  • Dios está a la raíz y al origen de toda la creación.
  • Al crear, Dios comparte lo que es, o sea, vida, amor y comunidad. Para él y a su imagen, la armonía es el eje y la meta de todo el universo.
  • Dios creó primero los 4 elementos, luego los vegetales y animales: eso es la NATURALEZA cuyo destino es, según Dios, ser compartida para el beneficio de todos. Todo esto va a ser el campo de la ECONOMÍA, que es la organización de las relaciones del ser humano con la naturaleza, mediante el compartir de todas las riquezas nacionales. En esta parte, el pecado está en la acumulación. Ver Éxodo 16,14; Mateo 20,1; Hechos 2, 42 ...
  • Luego, Dios creó a la HUMANIDAD cuyo objetivo es el convivir. Esto va a ser el campo de la POLÍTICA, que es la organización de las relaciones entre todas las personas, o sea del convivir entre sí y con todos los grupos étnicos de la nación. El pecado está en el dominar. Ver Éxodo 18,13; 1° Samuel 8; Marcos 10,42…
  • En fin, Dios comunicó al ser humano su SABIDURÍA para que nos podamos expresarnos de múltiples maneras y, así, enriquecernos con el aporte de todos y todas. Esto va a ser el campo de las IDEOLOGÍAS, que es la organización de las distintas propuestas para expresarnos y organizar la economía y la política. El pecado está en el engaño y la mentira. Ver Daniel 2; Lucas 4,16; 1° Corintios 1,27…
  • Esto es el SUEÑO DE DIOS, su plan de vida, amor y felicidad. Es el Reino que Jesús hará presente y que nos entregará para continuarlo, completarlo, actualizarlo.

B. ‘LOS 2 CAMINOS’, DEUTERONOMIO 30,15-20
La creación es un todo del que participamos todos para bien como para mal: todo lo que hacemos o no hacemos repercuta sobre todo el resto de la creación. Al hacernos ‘a su imagen y semejanza’, Dios nos hace co-creadores con él, pero con la libertad de elegir o no el camino de Dios. Así, no hay más que 2 caminos: o construimos su creación o la destruimos. Jesús llamará este resultado de la creación y de nuestros esfuerzos: el Reino de Dios.
La vida y la muerte están en nuestras manos, como también la salvación y la perdición. A veces colaboramos con la una, otras veces con la otra.
Dios nos pide que hagamos su creación, o sea, la naturaleza y la Humanidad, siempre más bella, escogiendo los caminos de la vida para lograr la felicidad presente y futura. Nuestra felicidad consiste en hacer crecer el Reino. ‘El Reino es pues absoluto y todo el resto es relativo’, dijo el Papa Pablo 6° (Carta sobre ‘La Evangelización en el mundo contemporáneo’, número 8, año 1975), comentando lo que dijo Jesús: ‘Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, el resto vendrá por añadidura’ (Mateo 6,33).
Pensemos que Jesús lloró sobre Jerusalén porque sus paisanos no habían sabido reconocer en él la visita de Dios. Además no supieron comprender que venía para un proyecto religioso que cambiaba las malas maneras de vivir, convivir, compartir y expresarse. Para los judíos, esta ceguera terminaría con la muerte de Jesús y, unos 40 años más tarde, con la destrucción de su ciudad y la dispersión de sus habitantes.


II.   EL PROYECTO DE DIOS SE PUSO EN MARCHA CON ABRAHAM Y MOISÉS

A. LA DOBLE INTUICIÓN DE ABRAHAM: Génesis 12
Luego comenzó a realizarse con Abraham que, al dejar su tierra, emprendió un doble proyecto social y religioso. Hace 4,000 años, con el llamado de Dios, Abraham abrió un nuevo camino de fe: Dios único y amigo de los pobres. Este camino es un camino de fraternidad e igualdad. Y un nuevo camino de organización social: contra el sistema dominador de los reyes de la época, y desde los oprimidos. Pero sus descendientes terminaron esclavos en Egipto.

B. LA TRIPLE MISIÓN DE MOISÉS
Vamos a partir de la triple misión de Moisés, insistiendo en la puesta en marcha de una organización igualitaria porque permitió sobrevivir en al desierto e impedía regresar a la práctica de la esclavitud a lo menos entre los Hebreos.
Moisés fue un hebreo de la tribu sacerdotal de Leví. Para salvarlo de la orden del Faraón de suprimir a los varones que nacían, su madre logró que la hija del Faraón lo adoptara y lo criara, en la corte del Faraón, como su propio hijo. Joven, Moisés se solidarizó con sus compatriotas: mató a un egipcio que maltrataba a un hebreo. Al tener que huir al desierto, Moisés se integró a una tribu y se casó. Dios lo llamó en desde una ‘zarza ardiendo sin consumirse’ y le confió una la triple misión (Éxodo 3,1-15): liberar a sus compatriotas esclavos en Egipto (libertad), sellar una alianza del Pueblo con Dios (fe) y poner en marcha una organización igualitaria que haga imposible la esclavitud (equidad).
Primero, liberar a sus compatriotas hebreos de la esclavitud de Egipto (Éxodo 3-15). En Egipto, el Faraón era el dueño de todo y de todos (Éxodo 1). Allí, los hebreos eran esclavos, pero conservaban la conciencia de su origen y de su identidad como descendientes de Abraham y de los Patriarcas (Génesis 12-37). Conservaban también su fe en el Dios de Abraham, único, amigo y liberador.
Luego, celebrar una alianza con Dios en el desierto (Éxodo 19-24). Moisés realizó esta liberación por un llamado y una protección especiales de Dios. Se daba cuenta, junto con todo el Pueblo, que Dios estaba con ellos en este éxodo y esta liberación: había que hacer un pacto con él, afín de no desviarse del sueño-promesa de una tierra y de ser el Pueblo de ese Dios, porque los guiaba hacia una nueva vida y una felicidad.
En fin, lo más importante: emprender una organización social igualitaria (Éxodo 20-23). Al salir de la esclavitud, Moisés y los Hebreos decidieron desterrar la esclavitud que habían sufrido durante unos 2 siglos y organizarse de tal manera que fuera imposible regresar a ella. Los 10 mandamientos son la Carta Magna de este nuevo Pueblo: la base indispensable del rechazo a la esclavitud por la decisión a vivir en la igualdad, en nombre del Dios con quien acababan de hacer alianza.

C. LAS PRIMERAS BASES DE LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DE MOISÉS

1.         Comentario de Éxodo 16,1-36: La experiencia básica del ‘maná’
Según parece, el ‘maná’ la resina de las zarzas que crecen en el desierto. Es ‘parecido a granos de rocío’ (v. 14): ‘esto es el pan que Yahvé les da de comer’ (15). Miremos, en un primer tiempo, el contenido de esta experiencia que duró ‘40 años’ (35-36), y, luego, su significado.

a)      Contenido de esta experiencia del ‘maná’: Para recoger o apropiarse de ‘este pan’, hay dos recomendaciones, una de Yahvé y otra de Moisés.
·         La de Yahvé ‘manda que cada uno recoja solo cuanto necesite para comer él y la gente de su tienda’ (v. 16). Y la realidad demuestra que ‘ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos. Cada uno tenía lo necesario para su consumo’ (v. 18).
·         La recomendación de Moisés era que ‘nadie guarde para mañana’ (v. 19). De hecho, para los que no hicieron caso, lo guardado ‘se pudrió’ (v. 20).
·         Además, hay que notar, primero, que los versículos 35-36 dicen que ‘los hijos de Israel comieron maná durante 40 años, hasta que llegaron a la tierra de Canaán’. Sabemos, luego, que es lo mismo que Jesús nos hace pedir en el Padrenuestro: ‘Danos hoy el pan de este día’ (Mateo 6,11) y San Pablo se refirió al maná para justificar la colecta en beneficio de los cristianos de Jerusalén (1 Corintios 8,13).

b)      Significado de la experiencia del ‘maná’:
·         Dios no abandonó a su Pueblo cuando lo invitó a tomar un camino difícil y lleno de imprevistos.
·         El pan de cada día es un don de Dios, y el resultado del un esfuerzo mancomunado.
·         El plan de Dios es que cada cual y su familia tengan lo necesario para su consumo y que nadie acumule o guarde para el día siguiente. Se trata de una regla de dimensión personal y comunitaria.
·         Dios quiso dar a su Pueblo una lección de confianza en la organización igualitaria: gracias a la organización comunitaria, él mismo vela por todos sus hijos.

2.           Las primeras base de la organización igualitaria
Esta organización igualitaria se fundamenta en el compartir de los bienes (Éxodo 16,13-21: el Maná) y de las decisiones (Éxodo 18,13-27: los representantes). Poco a poco nacieron unas exigencias para regir las relaciones, signos de la presencia liberadora de Dios:

a)      ‘No debe haber pobres en medio de ti’. Es la exigencia de Dios en Deuteronomio 15,4. La decisión de los que habían salido de la esclavitud de Egipto era: ‘no más esclavos’, o sea, no seremos más esclavos y no tendremos esclavos. Y la razón de tal actitud es la fe en Dios: pues, él los liberó de la esclavitud. El pacto con Dios es un pacto contra la esclavitud: hay alianza con él si hay hermandad e igualdad entre los humanos. Hoy como ayer Dios no quiere pobreza ni esclavitud.
b)      La exigencia de la participación. Un Pueblo existe solamente si se organiza y si sus miembros participan a todos los niveles. Es lo que Moisés puso en marcha gracias a las sugerencias de su suegro (Éxodo 18,13-27). Recordemos cómo el profeta Samuel se disgustó cuando sus compatriotas le pidieron un rey, porque ahí estaba la tentación y la semilla de regresar a la situación de Egipto (1 Samuel 8). Nosotros hoy, por ser bastante desorganizados, poco participativos, y algo faltos de fe, tenemos parte de culpa por la situación en la que nos encontramos: permitimos que otros nos empobrezcan.
c)      La necesidad de la igualdad. En su caminata por el desierto del Sinaí, el Pueblo de Moisés descubrió que, si quería sobrevivir, había que compartirlo todo, o sea, no guardar ni acumular nada, porque era quitarle al otro lo que necesita para vivir. Fue la experiencia del ‘mana’: ‘Ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos’ (Éxodo 16,18). Dios quiere la igualdad, o sea, la pobreza digna, fruto del compartir. Es pobre aquel que comparte, o sea, el que no acumula y no explota a nadie. ¿Será cierto que somos pobres según el corazón de Dios?

3.         Unas 10 leyes estables
Los 10 mandamientos (Éxodo 20,1-17) son primero la defensa y promoción de esta organización igualitaria con fundamento religioso (Carlos Mesters: ‘Los 10 mandamientos, herramienta de la Comunidad’). Los 10 mandamientos fueron la manera institucionalizada de decir ‘no a la esclavitud’ de Egipto y ‘sí’ a una nueva forma de organización igualitaria en nombre de Dios: ‘Yo soy Yahvé, tu Dios, que te sacó de la esclavitud de Egipto’ (Éxodo 20,1). En este ‘Decálogo’, 3 mandamientos se refieren a Dios y 7 a la Comunidad:
1.      ‘No tomes en vano el nombre de Yahvé, tu Dios’. Faraón usaba la religión para oprimir. Yahvé es liberador de los pobres: no usarás su nombre para oprimir o reprimir, explotar o engañar.
2.      ‘No te hagas estatuas de nada ni de nadie’. Las imágenes sustentaban la magia que era una manera de presionar y de comprar a la divinidad para que obedeciera al suplicante. No reducirás a Dios a obedecer tus intereses individuales.
3.      ‘Acuérdate del día sábado: trabaja 6 días, pero, el 7º día es día de descanso consagrado a Yahvé, tu Dios. Que nadie trabaje’. En la esclavitud de Egipto, se trabajaba todos los días: la producción era lo más importante. Como Pueblo nuevo, hay que romper esta situación: el trabajo no es lo primero, sino la dignidad de cada persona, la fraternidad y la fe.
4.      ‘Respeta a tu padre y a tu madre’. Donde el Faraón, había que respetar la jerarquía: hay unos más grandes que otros. Moisés enseña a respetar a los padres de la familia y de la Comunidad, los ancianos, los sabios, porque enseñaron una nueva manera de creer y de vivir: son los garantes de la Comunidad.
5.      ‘No matarás’. En Egipto, la vida de los pobres nos valía nada; se mataba y había la pena de muerte por cualquiera razón. La nueva ley invita a respetar la vida personal y la de la Comunidad. Pues, la vida se destruye no sólo por el crimen y la guerra, sino también por el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la humillación, la falta de amor.
6.      ‘No cometas adulterio’. Al tener o ir con varias mujeres, se comete una discriminación de la misma mujer, usándola por su placer. La prohibición del adulterio era para promover la igualdad entre varón y mujer: todos somos iguales.
7.      ‘No robes’. Los esclavos no tenían ni derecho ni propiedad: nada les pertenecía; todo se les podía quitar. No robar quería decir: no quitarás a otro sus medios para vivir: su tierra, sus animales, sus herramientas,…
8.      ‘No des falso testimonio contra tu prójimo’. El sistema social de Egipto tenía como bases la mentira, el engaño, la corrupción. Una nueva vida comunitaria supone relaciones de verdad, de respeto, de transparencia en las decisiones y los juicios.
9.      y 10. ‘No codicies nada de lo que pertenece a tu prójimo’. La posesión y acumulación de tierra y bienes eran la fuerza y las bases del poder del Faraón y su corte. Promover el compartir y la igualdad supone la prohibición de acumular y, por lo mismo, de la dominación de unos sobre otros.
A veces nosotros también nos sentimos bastante desesperanzados. Entre nosotros, existe opresión en las casas contra la mujer y las trabajadoras domésticas, en las empresas con los bajos salarios y los malos tratos. Por la falta de atención médica y escolar, muchos andamos esclavos de la enfermedad y del analfabetismo. Por la deuda externa y la dominación internacional, el hambre y la muerte rondan en muchos hogares.
La experiencia del Éxodo nos hace discernir hoy la presencia de Dios liberador de los pobres. Es en nuestra situación donde Dios mantiene vivo su proyecto comenzado con Abraham, puesto en marcha por Moisés y confirmado por Jesús. El Reino de Dios es y será, ayer como hoy y mañana, la obra de los pobres, esclavos, miserables, a condición de que sepamos escuchar el llamado de Dios, como en tiempos de Abraham, Moisés y Jesús.


III.  LA ORGANIZACIÓN TRIBAL DE LA ÉPOCA DE LOS JUECES

  1. Los 7 criterios de organización social
Unos 7 principios o criterios van naciendo de la práctica del Pueblo de Moisés acorde a su memoria del tiempo de sus antepasados, contraria a la esclavitud vivida en Egipto y conforme a vivencias liberadoras de los Pueblos que encontraron en su travesía del desierto. La época de los Jueces utilizó el sistema tribal como organización social igualitaria. La base era la familia; las familias estaban organizadas en clanes; los clanes formaban una tribu y las 12 tribus se reunían en Asamblea. (Josué 24: Asamblea Popular). La repartición de la Tierra Prometida, que hubo que conquistar, se hizo primero por tribu, luego por clanes y finalmente por familia: ‘cada familia tenía una parcela que nos se podía vender ni comprar, porque la tierra es de Dios (Levítico 25: Las leyes del Jubileo contra las deudas, la esclavitud y el acaparamiento de las tierras).
El biblista popular brasileño Carlos Mesters (‘Un proyecto histórico de Dios’) sacó 7 criterios (económicos, políticos e ideológicos) que sustentaban esta organización, durante unos 2 siglos. El sistema monárquico no supo asumir estos criterios y fue un fracaso (1 Samuel 8) que terminó con el exilio. He aquí los 7 criterios alternativos a la esclavitud:
1.      Contra la jerarquía de los dioses egipcios que justificaban la dominación de unos sobre otros, se retoma la fe en un solo Dios que funda la igualdad entre todos y todas.
2.      En Egipto, las tierras estaban en pocas manos, con el fin de controlarlo todo. Para los hebreos, la tierra es de Dios que la dio a cada familia para vivir y convivir. Esta no se negocia y si se una familia hubiera tenido que empeñarla, cada 50 años regresaba a su propietario originario: esto impedía la acumulación de tierra y de riquezas (Levítico 25).
3.      Faraón detenía sólo todo el poder sobre todo y todos. Los hebreos se organizaron por medio de clanes (varias familias) y de tribus (varios clanes), con sus correspondientes representantes. Un ‘juez’, con poder moral, era elegido en Asambleas generales de todo el pueblo. Esto impedía la posibilidad de dictadores.
4.      En Egipto, las leyes cambiaban con cada Faraón y según sus intereses del momento. Moisés dio a su Pueblo 10 leyes permanentes que eran la defensa institucionalizada de su organización igualitaria.
5.      En Egipto, la educación era únicamente asequible a los familiares y allegados del Faraón. Entre los Hebreos, para que cada familia pudiera acceder a la educación (las mujeres quedaron marginadas), se creó un nuevo abecedario que permitió una conciencia común, una identidad propia y una cohesión de todo el Pueblo.
6.      El ejército egipcio era permanente, mercenario y asalariado, es decir, abierto a todos, egipcios y extranjeros, y remunerado. Al contrario, los Hebreos se organizaban, cuando era necesario, en autodefensa voluntaria por clanes, tribu y entre tribus. Todos defendían lo de todos y no había posibilidad de una guerra de agresión.
7.      En Egipto, los sacerdotes participaban de la corte del Faraón, eran grandes terratenientes y oficiaban un culto basado en los sacrificios humanos. Entre los Hebreos, los sacerdotes, provenientes de la tribu de Leví, no tenían propiedades, pero, sí, eran apoyados con los diezmos y las primicias. Su culto consistía principalmente en hacer memoria de los hechos fundadores del Pueblo y celebrar la presencia liberadora de Dios en ellos.


  1. Las leyes sabáticas y jubilares
Esta organización igualitaria se fundamenta en el compartir de los bienes (Éxodo 16,13-21: el Maná) y las tomas colectivas de decisiones (Éxodo 18,13-27: los representantes). Poco a poco nacieron unas exigencias para regir las relaciones humanas, la propiedad y el respeto a la naturaleza, signos de la presencia liberadora de Dios.

a)      ‘No debe haber pobres en medio de ti’. Es la exigencia de Dios en Deuteronomio 15,4. La decisión de los que habían salido de la esclavitud de Egipto era: ‘no más esclavos’, o sea, no seremos más esclavos y no tendremos esclavos. Y la razón de tal actitud es la fe en Dios: pues, él los liberó de la esclavitud. El pacto con Dios es un pacto contra la esclavitud: hay alianza con él si hay hermandad e igualdad entre los humanos. Hoy como ayer Dios no quiere pobreza ni esclavitud.

b)      Las leyes sabáticas que se revisaban cada 7 años, son 3:
̵            Dejar descansar la tierra durante un año.
̵            Liberar a los extranjeros que se habían integrados como esclavos.
̵            Condonar las deudas.

c)      Las leyes jubilares que se revisaban cada 50 años (7 semanas de años):
̵            Retomaban las 3 leyes sabáticas
̵            Revisaban la pertenencia o devolución de la propiedad a cada familia, evitando así la esclavitud y la acumulación-dominación.


IV.   LOS PROFETAS DEFIENDEN ESTE PROYECTO IGUALITARIO CONTRA LOS REYES

El tiempo de los Reyes marcó una ruptura en la realización, aunque imperfecta, del proyecto de Dios puesto en marcha por Moisés y llevado adelante por los Jueces. Al querer copiar la organización de las demás naciones, el Pueblo hebreo se aleja de la Alianza. Los Profetas van a ser los que conservan la fidelidad y la memoria del proyecto de Dios. Por eso que los libros proféticos son muy numerosos e importantes. Veamos unas proclamas de los profetas que invitan a la fidelidad, la resistencia y la esperanza.
Los profetas son centinelas del proyecto de Dios, centinelas del Reino.

  1. Isaías es el profeta del Mesías
-          5.8-13 y 10,1-4: Denuncia de los que compran casa tras casas, y cambian las leyes para explotar a los pobres.
-          25,6-12: La Cena de los Justos es símbolo del Reino.
-          52,13-53,12: El Pueblo de Dios, como Servidor sufriente, es llamado a ser el salvador de las naciones, a imagen de Jesús. Hoy es la misión del Pueblo de los Pobres en América Latina.
  1. Ezequiel es el profeta de la esperanza
-          37,1-14: Los ‘huesos secos’ representan la resistencia del Pueblo de los Pobres a todas destrucciones.
-          34: Los malos pastores de Israel.
  1. Jeremías es el profeta de la verdad
-          1,4-19: La misión de todo profeta es ‘plantar y derribar’.
-          7,1-15: El templo no sirve para nada si nos celebra la fraternidad.
  1. Oseas es el profeta de la ternura de Dios
14,2-10: Nuestro Dios es compasivo y misericordioso.
  1. Amos es el profeta de la justicia social
5,10-24: La valentía por denunciar lo que no está bien.
  1. Débora es la gran mujer profetiza
            Jueces 4,1-16: Una mujer de lucha y de fe.
  1. Daniel es el profeta del Reino de Dios
            2,27-46: El sueño de Dios se realizara
  1. Habacuc 1,1-3: ¿Por qué me hacer ver la injusticia?
  2. Sofonías 3,12: La iglesia de los Pobres es heredera y protagonista del proyecto de Dios.


V. LOS LIBROS SAPIENCIALES SON UNA RESISTENCIA IDEOLÓGICA

Tal vez hemos tenido la costumbre de dejar en un segundo plano los libros sapienciales por considerarlos como una información segundaria, un recuerdo agradable del sentido poético del Pueblo de Dios. Es dejar de un lado una parte muy importante del mensaje que Dios nos quiere comunicar mediante estos libros. Al profundizarlos, vamos a ver que estos libros fueron una manera muy efectiva de resistir la invasión cultural de los Pueblos que dominaron el Pueblo hebreo. En medio de tantas dominaciones por Egipto, Persa, Asiría, Damasco, Grecia, Roma… el Pueblo hebreo siempre supo conservar espacios de fraternidad interna, de fe viva y de solidaridad abierta.
En un tiempo en que nosotros estamos invadidos por las imágenes culturales de los imperios modernos, en particular el norteamericano, la meditación de los libros sapienciales puede aportarnos muchos elementos de conciencia crítica, resistencia, alternativas y esperanza. Tal vez, esto nos ayudará a valorar los proverbios de hoy para no dejar confundir, sino más bien identificarnos en nuestra cultura y sabidurías populares.

  1. Daniel 2: El Pueblo de los Pobres es capaz de derribar todos los imperios.

  1. Sirácides: La gloria de Dios se manifiesta en la naturaleza y en la historia del Pueblo de Dios.
-          6,5-17: Tener un buen amigo es tener un gran tesoro.
-          13,1-24: Cuidarse de los ricos; la vasija de barro no va con la olla de hierro.
-          34,18-25: Quitar el pan a un pobre es un crimen. Texto que provocó la conversión de Bartolomé de Las Casas, el mayor defensor de los Indígenas.
-          44,1.15: Es un himno a los antepasados y a los mártires del Pueblo y de la Iglesia de los Pobres.

  1. Sabiduría: Es un tratado destinado a los Judíos exiliados en Egipto para ayudarlos a resistir las persecuciones y mantener la fe de los antepasados.
-          1,1: ‘Amen la justicia, ustedes que gobiernan la tierra’.
-          14,7:‘¡Bendito el leño del que se hace un recto uso!’.

  1. Las novelas populares fueron expresión de la vida y resistencia del Pueblo de Dios

-          Protagonismo de la mujer: Rut, Judit, Ester, Las mujeres labradoras (Nehemías 5,1-5), La Sulamita del Cantar de los Cantares, Susana (Daniel 13). El protagonismo de todas estas mujeres simboliza que el Pueblo indefenso, por medio de su resistencia, fue el sujeto de su propia historia.

-          La Comunidad como lugar de renovación. La familia, la casa y la Comunidad son los lugares desde donde se fortalece el proyecto original de Dios. En este punto, contrastan con las obras de los cronistas: Esdras, Nehemías, y Crónicas 1 y 2. En ellos, los lugares en donde se realiza la acción son el palacio real, la cúpula dirigente y el Templo.

-          Oraciones en abundancia. Largas y numerosas oraciones personales expresan la fe en la presencia inmediata de Dios porque ‘escucha el clamor de los afligidos’ en cualquier lugar, y también fuera del Templo.



 Segunda  Parte :  EL  REINO  EN  EL  NUEVO  TESTAMENTO.


A. BREVE PRESENTACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL PAÍS DE JESÚS

  1. Primero, antes de Jesús

a).     Con Moisés y los Jueces, había bastante participación del Pueblo, y eso durante unos 250 años.
o   La meta común era la igualdad (Levítico 19,9-18) y la solidaridad (Deuteronomio 24,5-22).
o   El poder central era compartido, primero con Moisés en la época del desierto, luego, en Palestina por los representantes de las distintas tribus.
o   Los Jueces, que podían ser hombres o mujeres, fueron unos buenos servidores de su Pueblo: son, por la mística que supieron mantener viva, los ‘padres de la patria’ hebrea.

b).     Con los Reyes, se debilitó la organización igualitaria de Moisés a pesar de las advertencias del profeta Samuel (1° libro, cap. 8). Saúl fue el primer rey y David, su sucesor, reinó por el año 1,000 antes de Jesús.
o   Se olvidaron del pasado y copiaron la organización de los países vecinos.
o   Los profetas buscaron mantener la fidelidad a los valores de la alianza de Moisés y confirmar la venida de un nuevo Moisés que haga posible la realización del sueño de Dios y el ideal de los primeros 250 años del Pueblo hebreo.

2.      En tiempos de Jesús, el imperio romano había invadido la Palestina

a)      Los Romanos tenían ocupado el país de Jesús, cobrando impuestos y controlando todas las decisiones. El emperador, en Roma, el Cesar, era considerado como dios. Su representante en Palestina era Poncio Pilato.

b)      Las Autoridades judías debían referirlo todo al gobernador romano antes de tomar alguna decisión.

o   El rey Herodes era encargado por los romanos de la provincia norteña de Galilea. Los Samaritanos, de la provincia central de Samaria, se consideraban algo independientes de Jerusalén. La Judea, provincia sureña tenía por capital a Jerusalén.
o   Los grandes propietarios, conforma el Consejo de los Ancianos: se les consultaba en ocasiones especiales. Los sacerdotes elegían al Sumo sacerdote que era la máxima autoridad, apoyado por una policía y un tribunal llamado Sanedrín.
o   Todo giraba en torno al templo de Jerusalén: los romanos permitían una cierta independencia religiosa.  c). El mensaje y la práctica de Jesús.
o   Cuando llegó Jesús, él fue aquel que retomó la alianza del SINAB y el sueño de Moisés, en su proclamación e inauguración del Reino de Dios cuando su primer discurso en Nazaret (Lucas 4,16-21). Este Reino, como comenzó a ser en tiempo de Moisés, abarca toda la vida en sus dimensiones personales, familiares y sociales (en lo económico, político e ideológico, como lo veremos más adelante).

c)      Con Juan Bautista y los Apóstoles
o   Juan Bautista iba ya en esa dirección: predicó la conversión, la justicia, el compartir (Lucas 3,11).
o   El grupo de los Apóstoles hacía bolsa común (Juan 12,6). Varias veces, Jesús multiplicó los panes (Mateo 14,13 y 15,32), para significar que toda persona tiene derecho a comer y comer lo necesario (Mateo 6,11). Según Jesús, el dinero es algo ‘maldito’ (Lucas 6,24-25) que hay que usar para hacerse amigos de todos (Lucas 16,9). El salario debe cubrir la necesidad familiar (Mateo 20,1-16). Los apóstoles y los primeros cristianos pusieron sus bienes en común y se los repartían según sus necesidades (Hechos 2,42 y 4,32). San Pablo insistió en la solidaridad y el compartir entre comunidades e Iglesias (2° Corintios 8 y 9), e invitó a eliminar la esclavitud en la carta a su amigo Filemón.

d)      Jesús tuvo que enfrentar muchos conflictos por su predicación y realización del Reino
-          Además de sus familiares y apóstoles, Jesús entró en conflictos con estos distintos poderes romanos y judíos, porque no eran al servicio del Pueblo, más bien lo dominaban, lo explotaban y lo engañaban.
-          Jesús anunciaba a un Dios que ama a todos, pero que defiende prioritariamente a los pobres, a las mujeres, a los maltratados: es el protector y liberador del pobre, del huérfano, de la viuda...
-          Su Reino es de los pobres (Lucas 6,20) y de los que optan por tener el espíritu de los pobres y asumir sus causas (Mateo 5,3). El mismo Jesús dio el ejemplo: nació, vivió y murió pobre entre los pobres. Su mandamiento es el amor. Este Reino se realiza mediante la presencia de la fraternidad, la justicia, la verdad.
-          Jesús criticó todo afán de poder y de dominación, y orientó a sus discípulos hacia el servicio (Marcos 10,35-45). Lloró sobre Jerusalén porque no supo reconocer en él la visita de Dios que le traía la paz, mediante una nueva manera de vivir personal y colectivamente (Lucas 19,41-44).

María confirmó esta visión del plan de Dios en su canto del Magníficat (Lucas 1,51-54).


B. EL REINO QUE QUISO JESÚS

  1. Un Pueblo elegido por Dios
̵            Con Abraham, Dios se reveló como único, amigo de la humanidad y portador de un proyecto de vida.
̵            Con Moisés, se manifestó como el protector y liberador de los pobres. Los quiere unidos e iguales como Pueblo fraternal, por eso hace alianza con él, haciéndolo su Pueblo organizado para que sea su Dios.
̵            Con los Profetas, Dios comunicó que su proyecto era universal y que el Mesías, su propio Hijo, lo implantara mediante la constitución de un Reino de justicia, fraternidad y verdad.


  1. Las concepciones de los diferentes grupos religiosos contemporáneos de Jesús
En tiempos de Jesús había mucha expectativa sobre la venida del Mesías y la llegada del Reino de Dios. El problema era que había varias concepciones bastante diferentes de cómo iba a ser este Mesías y este Reino.
̵            Para los Sacerdotes, Fariseos, Maestros de la Ley, el Reino consistía en la estricta aplicación de la Ley de Moisés, y ellos eran los intérpretes oficiales de esta Ley. Sus palabras eran ‘la verdad de Dios’.
̵            Para los Esenios, que formaron Comunidades religiosas en el desierto, apartándose del ‘mundo’ como célibes, el Reino era totalmente espiritual e iba a llegar de un momento a otro.
̵            Para los Zelotes, el Reino era exclusivamente de los judíos y había que echar fuera a los romanos, por todos los medios posibles, en particular con la violencia armada. Simón el zelote y Simón Pedro tenían contactos con estos grupos.
̵            Para Juan Bautista, el Reino suponía la conversión personal y la práctica de la justicia: el Mesías iba a eliminar a toda gente mala.

  1. La concepción original de Jesús respecto al Reino

a)      Jesús es el Profeta del Reino: es la palabra que más ponen en su boca los evangelistas. La mayoría de sus parábolas tienen que ver con el Reino.
̵            Jesús tenía claro que el Reino era de los pobres (Lucas 6,20) y de los que optan por tener el espíritu de los pobres y asumir sus causas (Mateo 5,3). Ellos son los herederos y continuadores de este Reino (1° Corintios 1,22-29).
̵            La ley del Reino es el amor personal y colectivo (Juan 13,34 y 15,17). Solos los que se hacen servidores de los demás pueden entrar en él (Juan 13,6-17).
̵            El Reino tiene una triple dimensión: está en nosotros, entre nosotros y por manifestarse en su plenitud. Es una manera respetuosa de vivir consigo mismo, entre humanos, con la creación y con Dios: valorándose personal y colectivamente - el Reino es dignidad -, compartiendo equitativamente los bienes de la creación - es justicia -, conviviendo como hermanos y hermanas - es fraternidad -, y celebrando su presencia en medio de nosotros - es belleza.

b).    El Reino está descrito en Apocalipsis como el triunfo de la una mujer sobre el mal (12,1-10) - cuya semilla es la Iglesia de los Pobres - y como una ciudad de hermandad y alegría - la nueva sociedad cuya semilla somos nosotros -; el centro de todo es Dios (21,1-8). Los poderes del mal no lograrán derrumbar este Reino de Dios, el cual triunfará definitivamente de todos (12,1-10). El Árbol de la Vida, central en el Génesis y signo de destrucción en la cruz de Jesús, es evocado al final del Apocalipsis como recompensa de los que hayan sido fieles a Dios, a su proyecto, a su Reino (22,14).

El Reino somos nosotros cuando vivimos lo que inauguró Jesús, personal y colectivamente: ‘anticipando ya el futuro la fiesta que viene’, tal como nos lo ideó Moisés, lo realizó Jesús y lo profetiza el Apocalipsis.


C. LA PRÁCTICA DE JESÚS RETOMÓ EL PROYECTO DE DIOS E INAUGURÓ EL REINO DE DIOS
Jesús resumió en 2 los 10 mandamientos del Antiguo Testamento: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Mateo 22,37 y 39). Además, Jesús nos dio su propio mandamiento: ‘Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse como yo lo he amado. A esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros’ (repetido 3 veces en Juan 13,34-35, y 15,12 y 17). Notemos que todos los mandamientos se reducen o se abren a uno solo: el de un amor colectivo entre los humanos y que el límite es la imitación del amor que tuvo Jesús con nosotros.

  1. La práctica liberadora de Jesús
Jesús creció y vivió en una realidad muy conflictiva:
-          la religión oficial era opresora y discriminadora,
-          la opresión romana provocaba siempre nuevas rebeliones,
-          las clases altas y los jefes religiosos eran muy complacientes con la dominación de los romanos,
-          las tierras eran acaparadas por una minoría de terratenientes,
-          el empobrecimiento era fuerte y el desempleo grande en las ciudades,
-          los impuestos para el templo y para los romanos eran elevados,
-          la piedad popular era confusa y ambigua: a la vez servía de refugio y de resistencia contra la dura realidad…


  1. Jesús se presentó como el ‘Profeta del Reino’
Durante sus 30 años de vida en Nazaret, Jesús se adentró en la realidad de su Pueblo y de su país: buscó cómo conocerlo todo desde adentro, tanto en la realidad social como la religiosa. Al sentirse llamado a ser el profeta del Reino, Jesús lo anunció claramente primero a los de su ciudad, luego a toda la gente: ‘El Señor me ha enviado a proclamar la Buena Nueva a los pobres’ (Lucas 4,18-19), ‘El plazo está vencido. El Reino de Dios está cerca: conviértanse y crean en la Buena Nueva’ (Marcos 1,15). De hecho, toda su predicación, todos sus milagros, su vida y su muerte tuvieron como eje principal al Reino de Dios.

  1. Jesús se colocó del lado de los excluidos
Nacer en Belén, crecer en Nazaret, ser carpintero de pueblo, no eran para Jesús algo sin importancia. Quiso vivir siempre con los que no tenían lugar en el sistema social imperante en su época: los pobres, los niños, las mujeres, los campesinos, los pescadores, los enfermos, los publicanos, las prostitutas, los hambrientos, los ciegos, los rengos, los mendigos, los poseídos por malos espíritus, los samaritanos, los extranjeros,… De este Pueblo de los pobres eligió a sus discípulos y apóstoles, encargados de continuar su misión y seguir construyendo su Reino.

  1. Jesús negó y combatió las divisiones creadas por los hombres
En tiempo de Jesús, las divisiones provenían de las relaciones de producción, de raza y de religión. Muchas veces eran justificadas por una interpretación equivocada e interesada de la Palabra de Dios. Jesús denunció estas divisiones y las combatió a través de actitudes muy concretas:
-          Frente a las divisiones entre pobres y explotadores, compartió su vida y el pan entre todos,
-          Frente a las divisiones entre judíos y paganos, curó a todos los que se lo pedían,
-          Frente a las divisiones entre profano y sagrado, puro e impuro, lugares profanos y tiempos sagrados, proclamó que las leyes eran al servicio del ser humano y no lo contrario…
Actuando así, Jesús relativizó y sacudió los pilares del sistema judío, especialmente en lo religioso, ya que el ‘Templo’ concentraba todos los poderes: económicos, políticos, armados, judiciales y religiosos. Con su manera de actuar, defendió la causa de los pobres y desató su poder: los proclamó herederos naturales del Reino de Dios.

  1. Jesús combatió los males que dañan la vida humana
Jesús luchó contra todo lo que disminuye y destruye la vida humana, e incluso todas las formas de opresión que impiden la abundancia de vida:
-          Combatió el hambre, las enfermedades, el miedo, los malos espíritus, la muerte…
-          Se enfrentó a los males de la naturaleza, como la tempestad…
-          Luchó contra la ignorancia, la mentira, la hipocresía, la prepotencia, la mala interpretación de Dios… Por eso que los jefes de su Pueblo no se lo perdonaron y lo crucificaron a los 3 años de este ministerio profético.

  1. Jesús abrió camino a un nuevo orden social
Es cierto que Jesús no propuso un programa económico y político. Pero sí, dio los criterios y las bases de un nuevo orden social que debe inspirar las relaciones entre seres humanos, con la naturaleza y con Dios.
-          Si Dios es nuestro Padre, todos somos iguales,
-          El poder es servicio del bien común, especialmente en favor los más necesitados,
-          Las leyes están al servicio de todos los seres humanos,
-          El amor a Dios y al prójimo son como los 2 lados de la misma moneda,
-          El Reino, o sea, la salvación, es de los pobres y de los que tienen el espíritu de los pobres,
-          Los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos…

  1. Con Jesús, todo fue renovado para nuestra felicidad
Con Jesús, se dio un cambio de todas las bases de la vida personal y colectiva:
-          Cambió la manera de creer en Dios: es ‘Padre de todos, pero defensor y liberador de los pobres’,
-          Cambió el esquema de las relaciones humanas: en nuestras diferencias, todos somos iguales,
-          Cambió el punto de partida de la organización social: los pobres organizados son las bases y el futuro de la humanidad,
-          Cambió la escala de valores: el mejor no es aquel que más tiene, sino aquel que mejor sirve,
-          Cambió el sentido de la vida: se la gana cuando se la da hasta la muerte,
-          Cambió el sentido de la muerte: es camino hacia la resurrección si se ha vivido por los demás,
-          Cambió el contenido religioso: la mejor ofrenda para Dios es un Pueblo fraternal que celebra a Jesús como su único Señor…
Nuestra fe nos confirma que el Reino comienza ahora y por medio de nosotros. Se encarna en toda la realidad, porque toda la realidad debe manifestar la presencia de Dios: en lo personal y lo colectivo, en lo económico y lo político, en lo social y lo cultural, en la naturaleza y todo el cosmos. La religión no es más que ese contacto permanente con Dios, reconocido y celebrado como el único Señor. Los cristianos tenemos mucho que aportar a nuestro mundo confundido y atemorizado. Somos los testigos de la esperanza, desde los pobres.


D. LOS PRIMEROS CRISTIANOS CONTINUARON EL PROYECTO DEL REINO

  1. Las Primeras Comunidades
-          Hechos 6.5-6: Los diáconos son nombrados por la Comunidad y presentado a los apóstoles.
-          Hechos 2,42 y 4,32: La Primera Comunidad retomó el proyecto de Moisés, confirmado por Jesús.

  1. Los Apóstoles
-          Corintios 1,27-29: Dios eligió a los pobres para su proyecto.
-          Efesios 6,10-17: Nuestra lucha es contra las fuerzas sobrenaturales del mal que se encarnan en las autoridades del mundo.
-          2 Corintios 8,7: La colecta para los cristianos de Jerusalén, con referencia al maná.
-          Santiago 5,1-6: ¡Hay de ustedes los ricos!

  1. Las Comunidades Cristianas al final del primer siglo
El Apocalipsis canta la fuerza victoriosa de los pobres para un mundo según Dios.
Hoy como ayer, Dios quiere que su proyecto, o sea, su Reino, no fracase. Por eso sigue llamando a hombres y mueres para emprender una liberación, sellar una nueva alianza y organizarse en fraternidad, a pesar de todos los pesares. Miremos nuestra vida de ayer y de hoy: ¡Cuántos compañeros y compañeras nos han ayudado a liberarnos de la maldad, del individualismo, de la ambición! ¡Cuántos amigos y amigas nos ayudan a formar comunidad, en la fe, la fraternidad, la organización! Dios nos llama a cada uno a entrar en ese proyecto. Necesita de gente pobre, ignorante, despreciada, pero decidida a aportar su granito de arena para construirse en un Pueblo de hermanos y hermanas.



 Tercera  Parte :  HOY  NOSOTROS  PERSONALMENTE Y COMO IGLESIA.


            Hoy el resucitado sigue caminado con nosotros y enviándonos su Espíritu, para que colaboremos en la obra del Reino.

A. NOSOTROS SOMOS TESTIGOS DEL REINO DE DIOS
            Nos toca hacer presente al resucitado, ayudando a otros y otras a reconocerlo, para continuar juntos su obra: el crecimiento del Reino. Ahora somos su Palabra, actualizamos sus milagros, completamos ‘lo que falta a su pasión’, hacemos real y viva su resurrección, con la fuerza de su Espíritu. En resumen, nuestra tarea es triple: reconocer a Jesús como resucitado, manifestar su presencia viva y celebrarlo alegremente.

-          Primero reconocerlo, como lo reconoció Pablo en el camino a Damasco. Pablo no encontró al Jesús humano como los demás apóstoles, sino que lo reconoció resucitado, en el camino a Emaús. A nosotros, de igual manera, Jesús se nos revela no solamente en la oración, la Palabra de Dios y los sacramentos, sino sobre todo en los acontecimientos y las personas que nos rodean, especialmente en los pobres y en las organizaciones humanas que viven los valores del Reino. Ayudémonos a ver esta presencia constante del resucitado en medio de nosotros y alimentemos nuestra oración de esta presencia vivificadora.

-          Luego, comunicar este reconocimiento del resucitado. No podemos quedarnos solo en reconocer a Jesús resucitado. Se trata, sobre todo de confesarlo y comunicarlo personal y comunitariamente, primero, entre nosotros y nosotras, luego a los que nos rodean. Este testimonio fortalecerá nuestra esperanza y nuestros esfuerzos de vivir según el Evangelio de Jesús; esto ayudará a nuestros hermanos y hermanas a revivir en su fe y compromiso cristiano.

-          En fin, celebrarlo humana y cristianamente. Es el tercer paso que nos queda para que nuestro vivir cristiano adquiera su plena dimensión, es el de la de la fiesta, de la celebración. Espontáneamente, nuestra gente sencilla sabe celebrar los pequeños o grandes logros y éxitos de su vida, de sus esfuerzos y de sus luchas. Muchas veces, en estas celebraciones están presentes una oración y una Palabra de Dios. Eso es un camino que hay que valorar y acostumbrar. Estas celebraciones revelan la dimensión trascendental de lo que hacemos, buscamos y somos: es como si tocáramos del dedo al resucitado y al Reino definitivo. Luego, nos es más fácil rezar, discernir la vocación y la misión que nos toca realizar, integrarnos como comunidad viva y continuar a trabajar por el Reino.

B. SER ARTESANOS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN (NE)

  1. La vieja evangelización (Sto. Domingo 24)
¿Cuál es el modelo de evangelización que ha pasado a ser viejo?
-          ‘Antes, a nosotros, los seglares, no se nos tomaba en cuenta’.
-          La misa y los sacramentos eran en latín, y no entendíamos nada’.
-          ‘No se podía ni tener, ni leer, peor comentar la Biblia’.
-          ‘Nuestro papel era obedecer y cumplir. Ahora, participamos, tenemos responsabilidades, el sacerdote nos consulta para tomar decisiones’.
-          ‘Antes, los sacerdotes vivían generalmente en grandes casas: no se les podía acercar; eran amigos de los grandes, Ahora, son más sencillos, viven entre nosotros, nos conocen más’.
-          ‘No había ministerios para seglares. Ahora tomamos decisiones a nuestro nivel’…
Aquí están unos rasgos de la primera evangelización, que continúan todavía hoy, en la mayoría de las parroquias. Se sigue la práctica de los evangelizadores durante la colonia: los Españoles vivieron seguros de que tenían toda la verdad y la impusieron a la fuerza,… Solamente unos poquitos evangelizadores, durante los 50 primeros años de la colonización, dijeron que este método de evangelización no era correcto y buscaron una manera respetuosa de anunciar el Evangelio. El más conocido de ellos es Bartolomé de la Casas.

  1. Breve historia de la nueva evangelización

a)      La NE nació en el concilio Vaticano 2° (1962 a 1965). Se habló del valor que tenía toda religión - las ‘Semillas del Verbo’ -, como búsqueda de Dios y camino de salvación.
b)      En Medellín (1968), para aplicar el Concilio a la situación de América Latina, los obispos invitaban a los católicas de América Latina ‘poner en marcha una nueva manera de anunciar el Evangelio, que parta de la realidad, especialmente de los sectores pobres’ (Catequesis).
c)      En Puebla (1979) los obispos retoman la denuncia de la pobreza hacha en Medellín, explican que este empobrecimiento tiene causas personales y estructurales, y que son pecado, tanto la miseria como los mecanismos que la producen: el pecado social. La opción por los pobres es el objetivo de toda la Iglesia.
d)      En 1984, el Papa Juan Pablo 2°, en su viaje a Santo Domingo (República Dominicana), invitó oficialmente a ‘una Nueva Evangelización’ en AL, y explicó en qué debe ser nueva: ‘en su ardor, en su método y en su expresión’.
-          En Santo Domingo (1992) los obispos eligieron como primer tema de reflexión ‘la Nueva Evangelización’. Retomaron las tres palabras del Papa que califican su novedad: ‘en su ardor, en su método y en su expresión’.
-          En el Sínodo de la Américas (Roma 1998), los obispos del continente reconocieron que la Nueva Evangelización era su mayor preocupación y que el camino hacia ella era ‘la comunión, la conversión y la solidaridad’.

  1. Las tres orientaciones papales para lograr la nueva evangelización

a).  Debe ser ‘nueva en su ardor’
Es una invitación a renovar la mística que nos anima, las motivaciones que nos mueven y el entusiasmo que nos habita. Podría ser de las 3 maneras siguientes:

1.          Profundizando la práctica de Jesús y de los Apóstoles
-          Primero, miremos cómo Jesús actuaba con los no judíos. ‘No estás lejos del Reino de Dios’, dice a un capitán romano. A una mujer de una región vecina: ‘en Israel, no he encontrado una fe tan grande’. Y con los Samaritanos, afirma que ‘ni en Jerusalén, ni en Samaria, se adorará exclusivamente a Dios, sino en espíritu y en verdad’ (Juan 4, 21-24).
-          Luego, miremos a los Apóstoles. Pedro descubre que los paganos han recibido el Espíritu Santo sin el intermediario de la predicación de los apóstoles y Dios le revela que las leyes judías sobre ‘lo puro y lo impuro’ ya no son indispensables para la salvación en Jesucristo. A los Griegos, San Pablo no exige la circuncisión judía para que lleguen a aceptar a Jesús. Todo esto conduce al Concilio de Jerusalén donde se decide que las leyes del Antiguo Testamento ya no son el camino exclusivo de la salvación (Hechos 15,28).

2.          Redescubrir la práctica ejemplar de alguna de los primeros evangelizadores del continente.
Los principios de Bartolomé de las Casas el ejemplo más llamativo y valioso de una Evangelización respetuosa de los Indígenas eran los siguientes:
-          Vivir en medio de los Indígenas y hacerse amigos de ellos.
-          Dar un testimonio personal y comunitario del seguimiento de Jesús.
-          Proponer nuestra palabra, el Evangelio y los sacramentos sin imposición alguna.
-          Respetar y promoverla buenas costumbres y prácticas de los Indígenas.
-          Ordenar sacerdotes a los mismos Indígenas (por esto comenzó un Seminario indígena).
Pero, esta línea de evangelización fue perseguida por los mismos obispos de la época y abandonada durante varios siglos. Con la NE, la ‘Opción por los Pobres’ se vuelve opción por las culturas nativas.
̵            Para anunciar el Evangelio hoy, se trata de partir de las culturas, sabidurías y religiones indígenas, negras: conociéndolas, respetándolas y valorándolas como base imprescindible para la Nueva Evangelización. Son como su ‘Antiguo Testamento’ que ha de conducirlos a Cristo.
-          Los Documentos de Medellín, Puebla y Sto. Domingo nos invitan a dejarnos evangelizar por los pobres y postergados. Las prácticas de varias diócesis y Conferencias Episcopales (Guatemala, Bolivia, Perú y Ecuador) son de una gran iluminación al respecto.
-          Tenemos que reconocer que la gente sencilla practicó este método de la NE en la religiosidad popular, su arte secular, a través de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe ‘estrella de la Nueva Evangelización’ (SD, Mensaje, 29).
Más que nunca tenemos que ‘beber en nuestro propio pozo’, (Gustavo Gutiérrez).

b)      Debe ser ‘nueva en su método’
Se trata del esquema utilizado en su mayor Documento del Concilio, ‘Alegrías y esperanzas’, el de ‘la Acción Católica’. Este fue retomado en las distintas Conferencias del Episcopado latinoamericano, en Medellín, Puebla y Santo Domingo, con sus 3 pasos: ‘Ver, Juzgar y Actuar.
En su ‘Mensaje a los Pueblos de América Latina y del Caribe’, el Documento de Santo Domingo presenta como ‘modelo de la Nueva Evangelización el episodio de los discípulos de Emaús’ en Lucas 24,13-35 (Mensaje 12-27). He aquí las 4 etapas sugeridas por la práctica del mismo Jesús: el tiempo de la escucha y de la amistad, de la palabra iluminadora, el tiempo del compartir alegre y el tiempo de la celebración festiva.

c).  Debe ser ‘nueva en su expresión’
Para evangelizar de una manera nueva, hay que re-expresarlo todo a partir de la historia y de la realidad latinoamericana. Esto lo lograremos si nos dejamos guiar por nuestra misma gente, despojándonos de nuestro poder, tener y saber, para aprender desde los pobres y según ellos el camino de una Nueva Evangelización. Se trata nada más que de un proceso nunca acabado de inculturación, o sea, de encarnación en las culturas de este continente dejándonos transformar por ellas. Iremos para renaciendo a una nueva experiencia, y en particular la experiencia indígena, negra y popular de Dios, de su Iglesia, de su liturgia y de su Evangelio. No se trata de un injerto ni de una mezcla de 2 colores, sino de una fecundación: hay un enriquecimiento, una nueva vida; la herencia se transforma sin perderse, desde las raíces donde se sitúa.

-          Unos comienzos de Inculturación:
. ‘Yo siento a Dios de otro modo’, artículo de una mujer en la Revista Páginas (1986 Lima, Perú), diciendo que éramos ‘en el umbral de una nueva Espiritualidad’.
. ‘La teología negra de la liberación’: Libro de un negro norteamericano, Jame CONE, escrito en 1970.
. ‘La religión de los Orixas: ¿otra Palabra de Dios?’, articulo de un amigo sacerdote que trabajaba en Brasil: había sido nombrado sacerdote de la religión afro-brasileña de ‘Los Orixas’.
. La Religiosidad Popular es la mayor experiencia de Inculturación, a respetar y purificar con nuestra misma gente, según Puebla.

-          La práctica de Jesús y de los apóstoles:
. Jesús entró en la Religiosidad de su tiempo: los peregrinajes, las fiestas, su comprensión de la serpiente alzada (Juan 3,14). ‘Los verdaderos adoradores del Padre lo adorarán en espíritu y en verdad’ (Juan 4,23).
. Pedro y Pablo descubren que, para evangelizar, hay que hacerse ‘griego con los Griegos’.

-          Las orientaciones de nuestros obispos sobre la Inculturación, en Santo Domingo, van en 4 direcciones: Hay que inculturar la liturgia, la Iglesia, el Evangelio y la fe ya en marcha entre nosotros:
. Una liturgia inculturada está presente en la Religiosidad Popular, los altares familiares, las oraciones devocionales, los símbolos indígenas de las fiestas y de las danzas,…
. Una Iglesia inculturada se construye a través de los nuevos ministerios, las iniciativas que toman los seglares, la nueva organización que se pone en marcha a partir de ellos, según su organización ancestral,…
. Un Evangelio inculturado se hace realidad en las interpretaciones que dan nuestras gentes de Jesús, de sus parábolas, de sus gestos y actividades. Cuando lo pintan, con sus colores y sus símbolos, con sus Cristos morenos y negros, con un rostro nuevo, acorde a su realidad.
. Una fe inculturada aparece donde un Pueblo se adueña del cristianismo: Todas nuestras visiones de Dios son incompletas y distintas, y deben juntarse para completar el verdadero rostro de Dios, aunque siempre algo o mucho estará por descubrirse.

Dejémonos evangelizar por los más pobres, si de ellos es el Reino de Dios. Hagámonos indígenas con los Indígenas, negros con los Negros, pobres con los pobres: ellos son el camino para darnos a conocer cómo se revela Dios aquí y cómo hay que anunciar a Jesucristo.

C. LA NE NOS EXIGE SER IGLESIA DE LOS POBRES

  1. Origen reciente de la expresión ‘Iglesia de los pobres’
La Iglesia de los Pobres nació durante el Concilio Vaticano 2°. Unos obispos latinoamericanos más comprometidos y muy cercanos a la gente humilde tuvieron la iniciativa de reunirse para reflexionar juntos los Documentos Conciliares que se producía, y se autonombraron ‘Iglesia de los Pobres’. Dieron su valioso aporte especialmente en el Documentos ‘Alegría y Esperanza’ (en latín, Gaudium et Spes).
Luego, el Papa de este entonces, Juan 23, retomó en uno de sus discursos esta misma expresión. Más recientemente, el Papa actual, Juan Pablo 2°, le dio su propio matiz en su Carta Encíclica sobre ‘El trabajo humano’ en 1981: ‘La Iglesia esta vivamente comprometida en esta causa (de la solidaridad con los trabajadores), porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente ´Iglesia de los pobres´’ (8).
No podemos olvidar todos nuestros héroes y mártires, cuyo más conocido es Monseñor Oscar Romero, asesinados por los promotores y cómplices del sistema neoliberal: 4 obispos más, unos 70 sacerdotes, otro tanto de religiosas, y miles de cristianos y cristianas pobres. De Ecuador, el profeta de la Iglesia de los Pobres es el recordado Monseñor Leonidas Proaño y cuantos más, cristianos desconocidos de los cuales se conserva la memoria viva…

  1. La espiritualidad de la Iglesia de los Pobres

a). Medellín (Colombia, 1968), donde definen a los pobres como los empobrecidos por el sistema capitalista, y con quienes nos invitan a solidarizarnos.
b). Puebla (México, 1979), donde nos solicitan para ‘hacer nuestra la causa de los pobres porque es la causa de Jesucristo’ (Mensaje 8 y nº 1134).
c). Santo Domingo (República Dominicana, 1992), cuyos 3 temas son ‘la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Inculturación’.
d). ‘Beber en su propio pozo’ Gustavo Gutiérrez, Lima 1983.

  1. Las palabras del profeta Sofonías son muy iluminadoras (3,11-17)
Con los años y los siglos, la alianza del Pueblo de Moisés con Dios se iba debilitando. Las injusticias e infidelidades podían hacer dudar de que esta alianza siguiera viva. Igual que los demás profetas, Sofonías tuvo la misión de animar a su Pueblo y de hacerle descubrir los signos de su presencia. Sofonías se dio cuenta del desorden en que se encontraba el Pueblo de Dios y tuvo palabras muy duras para denunciarlo. Pero, al mismo tiempo, supo proclamar palabras de esperanza. En esta lectura, Sofonías se dirigía al Pueblo de Dios en general, le recordaba la misión que le había sido confiada por medio de Abraham y Moisés. Al reclamarle por sus infidelidades, le anunciaba que las promesas de Dios no habían terminado. Y anunció que, sí, ‘un pequeño resto’ se mantenía fiel a la alianza con Dios: este pequeño resto era, en medio de la gran nación,  un ‘Pueblo humilde y pobre’, con el que Dios terminaría gozando y bailando el Reino (v. 17).
Sofonías descubrió que Dios era fiel a sí mismo: optaba siempre por los pobres, los pequeños, los humildes, los explotados.... Y estos eran aquellos a quienes Dios confiaba la misión de continuar siendo los portadores de sus promesas. Era por medio de ellos que estas iban a realizarse. Esto se cumplió en Jesús y los apóstoles. María y José hacían parte de este Pueblo humilde y pobre, igualmente los discípulos y todos los y las que siguieron a Jesús y a los apóstoles, dentro y fuera de Palestina. Ayer como hoy, Dios se comunica por medio de una Comunidad y desea que los que quieren escuchar su voz formen Comunidades y una gran Comunidad de Comunidades, la Iglesia, y, particularmente, la Iglesia de los Pobres.
El texto del profeta Sofonías se aplica a la Iglesia en general: ‘Dentro de ti, dejaré subsistir a un Pueblo humilde y pobre’. La Iglesia de los pobres es este Pueblo humilde y pobre que continúa fiel a Dios y manifiesta su presencia liberadora, igual que ayer y anteayer. Podemos decir que, en América Latina, los que componen esta Iglesia de los Pobres, son principalmente el Pueblo de los Pobres que se organiza en Comunidades Eclesiales de Base y en Grupos Cristianos que han hecho la opción por la pobreza y por identificarse con las causas de los pobres y promoverlas. Sus más dignos representantes son los mártires de estos 30 últimos años y las grandes figuras de la Iglesia latinoamericana. Su expresión universal es la teología de la liberación, nacida del mismo Concilio, confirmada por al Papa en Brasil como ‘no solo útil sino necesaria’, que ha concretizado la ‘Opción por los Pobres’: ‘Afirmamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral’ (Puebla, 1134).
De esta conversión de los mismos pobres que se organizan en torno a la Palabra de Dios y de los que nos hacemos pobres con ellos asumiendo su causa (Mensaje de Puebla, 3), está naciendo y creciendo ‘la Iglesia de los Pobres’, cuya solidaridad es ‘la verificación de la fe’, tal como lo indicó el Papa Juan Pablo 2° (‘El trabajo humano’8). Estos cristianos pobres, fraternales, creyentes, solidarios y organizados están conscientes de esta misión que el Señor les ha confiado. Se reconocen el alma de la Iglesia, los depositarios del Reino, el tabernáculo del Dios de la vida, la esperanza de la resurrección en marcha, el signo de la fidelidad de Dios con los hombres y mujeres de hoy, la manifestación y revelación actuales de su amor liberador... Se sienten llamados, con el Jubileo, a renovar a la Iglesia desde dentro para que sea más evangélica y a cambiar la sociedad para que sea más conforme al Reino.

D. LAS CEBs SOMOS FERMENTO DE UN MUNDO NUEVO

  1. Somos la clase popular, la clase oprimida
Hemos escuchado o dicho: "Yo no digo nunca que vivo en el suburbio".- "Mi hija se casará en una iglesia del centro".- "Aquí no se puede hacer nada".- "La gente no tiene ninguna cultura: son unos patanes".- "Los jóvenes no son más que unos vagos".- "Ahora hasta las mujeres se organizan"… En estas expresiones y otras parecidas, ¡qué desprecio por la clase popular! Tal vez hasta nosotros mismos nos despreciamos.
Esto es fruto de siglos de colonización y dependencia. Y ahora, seguimos sufriendo la explotación, la mala información, la deformación que da la misma educación escolar. Los medios de comunicación nos imponen modo de pensar y de vivir según lo que se hace en el extranjero, para su beneficio.

  1. Nuestros obispos llaman a un cambio
Por todo eso, nuestros Obispos reunidos en Puebla, nos hablaron de "La situación inhumana  pobreza en que viven millones de latino americanos" (29), analizando que: "esta pobreza no es otra etapa casual, sino el fruto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas injustas", y añaden: "esta realidad exige cambios que, o no se han dado, o han sido demasiado lento" (30).
Así, en todos los países hermanos se lucha para lograr otro sistema social en donde retroceden la miseria, la explotación y la persecución en que estamos mantenidos. Muchos cristianos - de simple laicos hasta obispos - han dado su vida, y otros siguen comprometidos en estas luchas por hacer realidad el Reino de Dios.

  1. Ya vivimos algo distinto
En todas partes del continente, hombres y mujeres del Pueblo se están organizando para constituir un modo de vivir  distinto, una nueva sociedad. Se quiere responder así al llamado del Papa Juan Pablo 2º que desea para América Latina "una civilización del Amor". Todo este esfuerzo constituye un gran movimiento popular, o sea, personas que unen en Comités Barriales, Asociaciones de Moradores, Frente de Mujeres, Cooperativa de Viviendas, de Ahorros, centros Populares de Salud, Escuelas de Padres, Cursos de Alfabetización o de Manualidades, Sindicatos de las distintas profesiones, etc.
Conocemos muchas de estas organizaciones; unos somos miembros activos de ellas. Estas asociaciones han nacido porque en nuestro pueblo, hombres y mujeres, cristianos y no cristianos, mayores y jóvenes, obreros y campesinos han hecho la opción por un vivir distinto, movidos por el afán de una vida más llena, por un amor a los demás y, sobre todo por escuchar el llamando de Dios en las necesidades de nuestros hermanos.
También hemos despertado a una fe más activa, hemos descubierto a un Cristo liberado y vivo hoy; la Resurrección se hace realidad en nuestro vivir comunitario. Como en otras partes, empujados por el Espíritu Santo, hemos entrado a formar parte de las organizaciones populares; demos nuestra voz para protestar contra la injusticia y los atropellos; queremos construir nosotros mismos nuestro propio destino; exigimos que se respeten nuestros derechos.... Somos ya una CEB como lo desean nuestros obispos.

  1. Somos un Reino de fraternidad y de libertad
Descubrimos que somos de una misma clase social: la de los oprimidos y despreciados, ‘basura del mundo’, como dice San Pablo a los corintios (Primera 1,27-31) y a los Filipenses (3,8-10). Para Dios, somos sus preferidos; y Cristo nos elige para llevar a la luz y a la práctica su mensaje liberador.
Acordes con la mayoría de pueblo de los pobres, los obispos han lanzado ‘la opción preferencial por los pobres’ (Puebla 1134), como característica de una verdadera vida cristiana. Solamente los pobres - y en especial los indígenas -, unidos en fraternidad, haremos realidad un mundo nuevo. Las demás clases sociales tienen que convertirse a la sabiduría y a la práctica  de los pobres. Decía Jesús: ‘Felices los pobres porque de ellos es el Reino de Dios’ (Mateo 5, 3) y al estudiar Nicodemo: ‘Si no renaces, no puedes entrar en mi Reino’ (Juan 3, 3). Renacer hoy es convertirse a la opción de los pobres: ahí está la verdadera conversión.
Si los pobres somos la semilla del Mundo Nuevo, tenemos que valorarnos, reconocer nuestra grandeza, admirar nuestra cultura popular, rescatar nuestros valores. Los verdaderos pobres compartimos, nos solidarizamos con los maltratados, no explotamos a nadie perdonamos a nuestros operarios, luchamos con todos los que quieren cambiar el actual sistema de injusticias, confiamos en Dios y sabemos que su palabra se cumplirá…
No tengamos miedo a las palabras: hacer un mundo nuevo según el corazón de Dios es hacer una Revolución, una revolución que se inicia y progresa cada día: es dar su vida, su tiempo en el trajinar cotidiano para que triunfen la unión, la paz, la fe; es actualizar la muerte y resurrección de Jesús , o sea, “completar en nuestro cuerpo (y en el cuerpo del pueblo) lo que falta en la pasión de Cristo”, como lo dice el mismo Pablo a los Colosenses (1,24). La basura del mundo, los despreciados del continente somos la tierra de sembrío que Dios elige para hacer  germinar y crecer plantas y frutos de resurrección: ‘Somos un pueblo Santo, un reino divino...’, dice San Pedro (Primera Carta 1,9-10).
Hermanos: sigamos adelante en esta fe y en esta misma lucha cristiana… en fidelidad a tantos hombres y mujeres que han dado su vida por la causa de los pobres, porque ‘es la causa de Cristo’ (Introducción al Documento de Puebla).


 CONCLUSIÓN: SEGUIR A JESÚS PERSONAL Y COLECTIVAMENTE.


  1. SEGUIR PERSONALMENTE A CRISTO COMO BAUTIZADA Y BAUTIZADO
Este seguimiento arranca de nuestro ser de varón o de mujer y de nuestro bautismo. La decisión va a ser personal, aunque siempre otros y otras me ayudan a discernir, decidir y cumplir.
De nuestro bautismo, arranca nuestro seguimiento de Jesús, desde que el sacerdote nos marcó con el santo crisma diciendo: ‘Por esta unción, eres profeta, sacerdote y rey’. Seguir a Jesús no es cosa tan insignificante: va con un triple compromiso.

-          Primero, ser profeta: el profeta es aquel que habla en nombre de Dios, tanto para anunciar y ser buena noticia como para denunciar la maldad, sin miedo, porque siente que es su deber. ‘Arrancarás y derribarás, perderás y destruirás, edificarás y plantarás… Este día, hago de ti una fortaleza…Yo estoy contigo para protegerte’ (Jeremías 1,7-19). A todos y a todas nos toca ser profeta, cada uno, cada una a su manera, anunciando y denunciando en nombre de Dios, lo que construye y lo que destruye hoy el Reino de Dios.
-          Luego, ser sacerdote: el sacerdote es aquel que ofrece, bendice, consagra. Es también nuestra tarea, a cada uno, cada una de nosotros. En nuestras oraciones, nos toca ofrecer la vida, las alegrías de nuestras gente, bendecir el pan, los niños, ser una bendición de Dios para los demás; nos toca también consagrarnos juntos con otros para ser los servidores que Dios quiere (Éxodo 19,6).
-          Por fin, ser rey: Jesús prefería el título de ‘Pastor’, menos ambiguo. El rey, el pastor es aquel que reúne a su rebaño y vela por él, defendiéndolo a costa de su propia vida (Juan 10,11). Nuestra misión, en este mundo tan individualista, es unir a la gente, reunirla, ayudarla a organizarse, porque Dios nos quiere como Pueblo fraternal, porque él es Trinidad, modelo de toda comunidad.
            Desde nuestro bautismo comienza nuestra misión de nacer presenta a Jesús profeta, sacerdote y rey-pastor.

  1. SEGUIR A JESÚS EN COLECTIVAMENTE, EN IGLESIA
Al elegir la vida religiosa, elegimos vivir con una dimensión comunitaria permanente: juntas vamos a hacer realidad nuestra misión. Por esto, nuestro testimonio ha de ser, no solo personal, sino también comunitario. No se trata de ser solo individualmente profeta, sacerdote y rey, sino juntas ser una profecía, un sacerdocio y el reinado de Dios: ser una manifestación comunitaria de la presencia y acción de Jesús hoy, continuando lo que él comenzó ayer.
-          Isaías 52,13: El servidor sufriente no representa solo a Jesús, sino al Pueblo de Dios, y hoy a nosotros, que anunciamos en medio de nuestros sufrimientos una salvación y denunciamos el misterio del mal presente en nuestro mundo. Somos como comunidad una profecía viviente.
-          Romanos 12,1: ‘Que se entreguen Uds. mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ese es nuestro culto espiritual’. Juntas nos ofrecemos al Señor con toda nuestra vida y actividad comunitaria; ofrecemos a todas las personas con quienes trabajamos. Somos un sacerdocio.
-          Apocalipsis 1,6 y 1ª Pedro 2,9-10: ‘Nos purificó haciendo de nosotros un reino… Antes no eran su Pueblo, pero ahora son Pueblo de Dios…’ Como cristianos, nuestra característica es ser un Pueblo, o sea una fraternidad, una sola familia que manifiesta que Dios es Padre a través de nuestra hermandad.


 A N E X O S.


1.   EL  REINO  ES  LO  ÚNICO  ABSOLUTO ”
Papa  Pablo  6º en “La Evangelización del Mundo Contemporáneo” 8.

         “Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ente todo un Reino, el Reino de Dios; tan importante que, en relación a él, todo se convierte en ‘lo demás’ que es dado por añadidura (Mateo 6,33). Solamente el Reino pues es absoluto y todo el resto es relativo. El Señor se complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha de pertenecer a ese Reino, una dicha paradójica hecha de cosas que el mundo rechaza (Mateo 5,3-12); las exigencias del Reino y su carta magna (Mateo 5-7), los heraldos del Reino (Mateo 10), los misterios del mismo (Mateo 13), sus hijos (Mateo 18), la vigilancia y la fidelidad requerida a quien espera su venida definitiva (Mateo 24-25)”.




2.   PARA  GRUPOS :  UNAS  5  GUÍAS  SOBRE  EL  REINO

1. EL ÁRBOL DEL REINO: “El Reino es lo único absoluto” (Pablo 6º. Mateo 6,33)
Dialoguemos: El Reino exige nuevas relaciones con todo nuestro entorno.
  1. ¿En qué sentido podemos decir que el Reino de Dios lo abarca todo: en lo material, lo social y lo humano?
  2. ¿Qué es lo más importante de todas las cosas que hemos nombrado? ¿Por qué?
Palabra de Dios. Apocalipsis 21,1-5 y 2 Pedro 3,13: El cielo nuevo y la nueva tierra donde reine la justicia.
  1. Según esta lectura, ¿en qué consiste el cielo nuevo y la nueva tierra?
  2. ¿Dónde tenemos que hacer realidad este cielo nuevo y esta tierra nueva?
  3. ¿Qué pasos estamos dando para hacer realidad el Reino entre nosotros y nosotras?
            Comentar y aplicar a nosotros el número 475 de Puebla.

2. El REINO de Jesús proyecta UNA ECONOMÍA EQUITATIVA de los bienes de la creación (Éxodo 16,14-18)
Dialoguemos: Lo más importante es el trabajo humano.
  1. ¿Qué es preciso tener para hacer una blusa, sembrar maíz y construir una casa?
  2. ¿Qué es lo más importante de todas las cosas que hemos nombrado? ¿Por qué?
Palabra de Dios. Éxodo 16,14-21: La experiencia del ‘maná’.
  1. ¿Qué importante era esta experiencia del maná para el Pueblo de Moisés?
  2. ¿Por qué motivo decimos nosotros que Jesús es el ‘nuevo mana’? (Juan 6,49)
  3. ¿Cómo relacionamos estas reflexiones con una economía solidaria?
            Comentar y aplicar a nosotros el número 178c del documento de Santo Domingo.

3. El REINO de Jesús proyecta UNA POLÍTICA PARTICIPATIVA para favorecer el bien común de la nación (Éxodo 18,5-12)
Dialoguemos: En gobierno hace lo que le exigimos o le dejamos hacer.
  1. ¿Qué es lo que no funciona bien en la organización política y cívica de nuestro país?
  2. Digamos la responsabilidad que tenemos en esta situación de nuestro país.
Palabra de Dios. Marcos 10,35-45: Las ambiciones de poder de 2 apóstoles.
  1. Según la lectura: ¿qué buscaban los apóstoles Santiago y Juan?
  2. ¿En qué nos ayuda a nosotros la respuesta de Jesús a los 2 apóstoles?
  3. ¿Cómo relacionamos estas reflexiones con una política participativa?
            Comentar y aplicar a nosotros Medellín 1,10 y Puebla 511.

4. El REINO de Jesús proyecta la organización de LA EXPRESIÓN SOCIO-CULTURAL del pueblo de los pobres (1 Corintios 1,17-29)
Dialoguemos: La importancia de medios de comunicación respetuosos de verdad y de nuestros intereses.
  1. ¿Qué medios tenemos a nuestra disposición para formarnos y expresarnos?
  2. Enumeremos los que están más favorables a nuestros intereses.
Palabra de Dios. 1 Corintios 17-29: La locura de confiar en los pobres.
  1. Según la lectura: ¿a quiénes eligió Dios para conformar su Iglesia?
  2. ¿Qué hemos descubierto al conformar esta Iglesia de los pobres?
  3. ¿Qué mensaje y vivencias nuestras enriquecen a nuestra Iglesia y sociedad?
            Comentar y aplicar a nosotros los números 96 y 296 de Santo Domingo.

5. El REINO de Jesús proyecta UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA POPULARES (Sofonías 3,11-20).
Dialoguemos: Seamos la Iglesia de los pobres.
  1. ¿Cuáles la misión religiosa de los cristianos de las CEBs y los sectores populares?
  2. Precisemos cuál es la espiritualidad de los pobres.
Palabra de Dios. Sofonías 3,11-20: La Iglesia de los pobres encarna este Pueblo humilde y pobre.
  1. Según la lectura: ¿qué profetiza Sofonías?
  2. ¿Cuándo somos hoy ese ‘Pueblo humilde y pobre que confía siempre en Dios’?
  3. ¿Qué tenemos que fortalecer entre nosotros para ser Iglesia de los Pobres?
            Comentar y aplicar a nosotros Mensaje de Puebla 3,14 y Puebla 26.

3.   LA  CENTRALIDAD  DEL  REINO  DE  DIOS 
ANUNCIADO  POR  JESÚS

Jon Sobrino, Centro de Reflexión Teológica, San Salvador.


CONTENIDO
1.   La Centralidad del Reino de Dios
̵            En la Escritura
̵            El contenido del Reino
̵            Características fundamentales
2.   La utopía
̵            Esperanza y utopía
̵            El anti-Reino
̵            Dios de la vida e ídolos de muerte
3.   Centralidad del pobre en el cristianismo
̵            La hondura de la opción por los pobres
̵            La opción más honda
̵            Reflexiones
4.   El seguimiento de Jesús
̵            Seguimiento y praxis
̵            Seguimiento y martirio
̵            Seguimiento y trascendencia
5.   Una palabra final


INTRODUCCIÓN

            El reino de Dios anunciado por Jesús es central en la vida cristiana y en la misión de la Iglesia. Sin embargo, no está presente en el Documento de participación, preparatorio para la 5ª Conferencia del CELAM. De la cristología desaparece prácticamente el Jesús de Nazaret concreto, en beneficio de un Cristo abstracto, lo cual lleva al “eclipse del reino de Dios”, en la comprensión del ser y hacer de la Iglesia.
            No vamos a analizar en detalle todo lo que el reino de Dios significó para Jesús, ni abordaremos el tema del “reino de Cristo”, también importante en el Nuevo Testamento. Entre otros posibles, desarrollaremos tres temas, de gran raigambre evangélica, que están en estrecha relación con el reino: la utopía, los pobres y el seguimiento. Si los cristianos y las Iglesias los incorporamos a nuestra vida y misión, el cristianismo será, también hoy, buena noticia. De otra forma, pensamos, no será fácil.


A. LA CENTRALIDAD DEL REINO DE DIOS

            Comenzamos con una breve reflexión sobre la centralidad del reino de Dios en la Escritura, su contenido formal y material, y sus características fundamentales.

1.   La centralidad del Reino en la Escritura
      El reino de Dios está muy presente en la tradición del Antiguo Testamento, como forma importante de expresar el designio salvífico de Dios y la esperanza del pueblo. Israel, en efecto, pasó por innumerables vicisitudes, problemas y tragedias, pero mantuvo siempre una esperanza basada en su fe. No confinó a Dios en un nebuloso más allá, sino que tuvo la experiencia de su paso por la historia, y de forma muy concreta. En Egipto, Dios escuchó los clamores de un pueblo oprimido y bajó a liberarlo, y ese fue el origen de su confesión de fe y de su esperanza. Y lo formuló en terminología de realeza y reinado. “Ya llega a regir la tierra, regirá el orbe con justicia y a los pueblos con equidad” (Salmo 96, 13 ss).

2.   El contenido del Reino para Dios, el Pueblo de Israel y para las personas

-          Cuando Dios reina, el mundo se convierte en reino de Dios, y por ello, antes de mencionar el reino, es preciso mencionar el reinado de Dios. En cuanto al contenido, ese reinado hace real, ante todo, el ideal anhelado de justicia. Dios muestra que reina en el mundo en el hecho de que, siendo bueno y misericordioso con todas sus criaturas (Cf. Salmo 86, 15s; 145, 9), transforma una realidad histórico-social injusta en otra justa, en la cual reina la solidaridad y en la cual ya no hay pobres (Cf. Deuteronomio 15, 4). Según esto, el reinado de Dios debe ser comprendido como liberación, no sólo como acción benéfica, y como parcial, pues los oprimidos están, de derecho, en el centro de la mirada y la acción de Dios. Tiene una dimensión histórica, pues se trata de liberación de opresiones objetivas, aunque la mirada se irá abriendo a la trascendencia; y social, pues es liberación y justicia para un pueblo, y la mirada se vaya dirigiendo a lo personal. Y, como hemos dicho, es a la vez teologal, pues Dios revela su realidad, al pasar así, y no de otra manera, por la historia.

-          Pero ese reino, que es don de Dios, se convierte también en tarea de un pueblo, lo cual es central en la Escritura, y es muy importante recordarlo, al pensar hoy en la misión de la Iglesia. Dicho en otras palabra, la forma de actuar de Dios, compasivo, liberador, hacedor de justicia, debe ser también la forma de actuar de Israel: “No habrá pobres entre ustedes, compartirán los frutos de la cosecha con los más pobres, ayudarán al forastero, a la viuda” (Cf. Deuteronomio 15 y 26; Levítico 19). Y siendo así, no sólo por ser elegido, Israel será pueblo de Dios. La elección no comporta, pues, un privilegio que ponga a Israel sobre los demás pueblos. Es, más bien, grave responsabilidad, y comprenderlo así es importante, pues la conciencia de “ser elegido” entraña siempre graves peligros -también en la Iglesia. Por eso, es bueno recordar que el Antiguo Testamento no tiene empacho en afirmar que Dios también ha liberado a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir (Amos 9, 7ss). Y que liberará, ¡precisamente!, a los egipcios, de quienes liberó a Israel: “Cuando clamen a Yahvé a causa de los opresores, les enviará un liberador que los defenderá y los liberará. Será conocido Yahvé de Egipto, conocerá Egipto a Yahvé aquel día” (Isaías 19, 20s). La conclusión es que Dios puede hacer maravillas con cualquier pueblo – importante a tenerlo en cuenta en el diálogo interreligioso. La elección no es, pues, pura arbitrariedad. Ni es la coartada para no hacer lo que se exige de todo ser humano. Al contrario, a la elección hay que corresponder, haciendo históricamente lo mismo que Dios ha hecho con ellos. No es, pues “gracia barata”.

-          Digamos, por último, que el reinado de Dios también tiene una dimensión personal. Dios reina, cuando los seres humanos, “hechos a imagen y semejanza de Dios”, reproducen en sus vidas la bondad y la compasión de Dios, la justicia y la reconciliación. Dios reina, cuando el corazón de piedra se transforma en corazón de carne (Ezequiel), cuando el ser humano llega a conocer, en intimidad, a Yahvé (Jeremías).

3.   Características fundamentales
      De esa tradición provenía Jesús. Anunció la inminente llegada de ese reino, y puso signos de su presencia: curaciones, expulsión de demonios, acogida de pecadores y despreciados, comidas con ellos... Era la buena noticia de Dios para los pobres. Se puso a su servicio y los defendió de sus opresores, hasta su final, en cruz. Y aun en medio de la oscuridad, mantuvo la esperanza de la venida del reino. Al final, pensó que llegaría poco después de su muerte, y que incluso ésta podría adelantar su llegada. Tras su muerte, sus discípulos reconocieron que, en Jesús, Dios estaba reinando en la historia: “Jesús pasó haciendo el bien, curando a todos los oprimidos por el diablo”, lo que interpretaron como el paso de Dios: “porque Dios estaba con él” (Hechos 10, 38).
      En los evangelios queda más explicitado que en el Antiguo Testamento el reinado de Dios, no ya sobre un pueblo, sino sobre las personas. Jesús anuncia la buena noticia a personas bien concretas y la hace real para ellas. Y también exige de ellas, personalmente, una forma de vida para que Dios reine en Israel. Exige el seguimiento, una praxis del reino y un configurarse, según el mensaje y la persona del mismo Jesús, en la línea de la parábola del samaritano, la del hijo pródigo, de las bienaventuranzas... Y exige también participar en su destino de persecución y cruz, debido al enfrentamiento profético con el mundo opresor.
      Jesús, por último, invita a los suyos a llamar a Dios ‘Abba’ – como él lo hacía: ‘Papito Dios’ –, realidad personal de novedosa y escandalosa bondad, ternura e incondicional acogida. Y les exige también que dejen al ‘Abba’ ser “Dios”, inmanipulable, que puede exigir la denuncia profética, la inserción en conflictos, el correr peligros, los caminos desconocidos, la disponibilidad hasta el final, hasta el “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Eso deberá configurar el modo de ser de lo suyos, de modo que Pablo podrá decir espléndidamente, que el designio de Dios es que “lleguemos a ser hijos en el Hijo”. Es la forma como Dios reina sobre las personas.
            Veamos ahora realidades importantes que están, por así decirlo, en la órbita del reino de Dios, y cuya existencia peligra o se desvirtúa, cuando se ignora el reino.


B. LA UTOPÍA

  1. Esperanza e utopía

a)      La gran mentira del ‘fin de la historia’
Al anunciar el acercamiento del reino, Jesús traía esperanza, sobre todo a los pobres. Por eso, comenzamos preguntándonos cómo está hoy la esperanza, más aún, la utopía, en el mundo y en la teología. Hace todavía poco tiempo era tópico hablar de esperanza, y aun de utopía. De Europa llegaba el anhelo de Bloch: “Que el mundo llegue a ser un hogar para el hombre”. En América Latina, unos hablaban de “revolución”, y Medellín, de “liberación de todas las esclavitudes”. La utopía y la esperanza estaban vivas, pero el capitalismo las adulteró. Fukuyama decía que ya había llegado el fin de la historia, y hoy, aunque no se use ese lenguaje, se intenta introyectar que la utopía está llegando con la globalización.
Crítica o sapiencialmente, la postmodernidad ha desprestigiado la utopía, ha puesto fin a los grandes relatos y aconseja, como más razonable, pactar con relatos más pequeños, lo cual para los ricos, significa moderación (sugerencia nada desdeñable, si se hiciese comprometidamente, desde una perspectiva social universal, que llevase a una civilización de la austeridad), mientras que para los pobres, significa resignación (en lo cual se expresa la crueldad de nuestra civilización: condenar a las mayorías a vivir sin esperanza, como lo recuerda Dante a las puertas del infierno: “Dejad toda esperanza los que entráis a este lugar”). Y, por cierto, la post-modernidad debiera tener muy presente que los “grandes relatos” siguen campantes, en nuestro mundo, eso sí, desde lo negativo, en África, Asia central y América Latina, en su conjunto.
Por otras razones (desencanto, retrocesos, involución, imposición y centralismo eclesial), también la esperanza de Medellín fue perdiendo fuerza, aunque siempre quedan, más silenciosas, buen número de comunidades, y crecen movimientos de resistencia, de “otro mundo posible”. Don Pedro Casaldáliga sigue haciendo profesión de fe: “La utopía es necesaria como el pan de cada día”. Y lo formula también con audacia: “Los cristianos somos un ejército de derrotados de una causa invencible”.

b)      El Reino es utopía
Vayamos ahora al Evangelio. En él, el reino es utopía, pero una utopía específica, que debe clarificarse bien. Responde no a cualquier carencia y limitación de los humanos, sino al sufrimiento de los pobres. Y a ella se corresponde con esperanza, alimentada por los signos del reino: curaciones, expulsiones de fuerzas destructoras, acogida a despreciados, comidas de fraternidad.
Esto quiere decir que la utopía del reino nada tiene que ver con la sofisticación de otras utopías, la república de Platón o la sociedad de Tomás Moro. Estas son ‘realidades sin lugar’, precisamente, por la perfección que suponen, imposibles de alcanzar en la historia de miseria en que vivimos. La utopía del Evangelio, - y la de la teología de la liberación -, es más modesta, pero más humana, y más necesaria y urgente: Que la vida justa y digna de los pobres llegue a ser una realidad, de modo que la crueldad, muy real de sus sufrimientos, no tenga la última palabra. Los no-pobres, en efecto, dan la vida por supuesto, y de ahí sus utopías fantásticas. Pero la vida es, precisamente, lo que los pobres no dan por supuesto. De ahí que la vida sea utopía, mínima para aquéllos, máxima para éstos. En palabras de la tradición latinoamericana, pobres son ‘los que mueren antes de tiempo’, y lo que desean es, por eso, no morir a destiempo. Por ello, hoy insistimos en la utopía como lugar de lo bueno e insistimos también en que no puede ser lo que no ha lugar: Es aquello para lo cual tiene que haber lugar. Por eso, hay que trabajar con valor hasta revertirla y convertirla de realidad de muerte en realidad de vida.
Como el pobre es el oprimido, la carencia de vida le es impuesta, y la muerte no es, entonces, sólo negación de vida, sino también de fraternidad. Y a la inversa, la superación de la muerte infligida es necesaria para que en la humanidad exista no sólo “vida para todos”, sino “comunión de vida de todos”. Pero no se trata de una fraternidad cualquiera, nominal y diluida, aunque sus raíces se hagan remontar a la Ilustración y la Revolución francesa, o se quiera hacer creer que es ligada a democracia, sino la que se expresa en la praxis de superación de la muerte del pobre y, por supuesto, en no producirla. Así, la fraternidad universal puede ser formulación de la utopía universal.
Tras esta visión de la utopía, desde los pobres, hay una determinada experiencia de Dios. Dios ve el sufrimiento de los de pobres, escucha sus clamores y, a través de signos históricos, los defiende y los ama (y por ese orden), tal como dice Puebla (1142). Y entonces resplandece y vemos la gloria de Dios. Así lo recalcan estas dos conocidas frases. Una es de Juan Bautista Metz. “El cristianismo, de una religión sensible al sufrimiento, se convirtió cada vez más en una religión sensible al pecado”. Esto no significa minimizar el pecado, pero sí hacer del sufrimiento lo central, aquello en lo cual Dios, en directo, pone su mirada y su corazón - y Jesús acoge y se vuelca en los que sufren, por ese mero hecho. Esto puede aplicarse a todo ser humano, pero muy especialmente a los pobres. La otra es de Monseñor Romero: “La gloria de Dios es el pobre que vive”. La gloria de Dios no es, pues, cualquier cosa, sino que los sin vida tengan vida.
La esperanza en esa utopía vive, como hemos dicho, de los signos del reino, signos liberadores como los de Jesús, pero vive en definitiva del amor. La esperanza no es producto de extrapolaciones, cálculos u optimismo, por importantes que éstos sean. Y es esperanza contra esperanza. Vive del amor de quienes se solidarizan con los pobres y entregan con generosidad su vida por ellos. De ahí, la paradoja central del cristianismo: Una cruz, por amor, es anunciada como lo que genera esperanza. A ello volveremos, al tratar cómo el anuncio del reino lleva a la cruz, pero hay que tenerlo claro desde el principio. Llámesele “justificación”, “salvación”, “redención”, “vida verdadera”, “vida eterna”, ello acaece por el amor de Dios, manifestado en la cruz de Jesús.
Anunciar la utopía de la vida, generando esperanza, con credibilidad, con signos y entrega, es lo primero – pensamos – que el reino de Dios sigue demandando hoy de los cristianos y las Iglesias. Y si, por acción u omisión, no lo hacemos, quizás tendremos que escuchar las palabras de la Escritura: “Por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre las naciones”.

  1. El antirreino
Lo que niega la utopía no es su ausencia (el ‘todavía-no’), sino la activa presencia del pecado del mundo, que configura al mundo como antirreino, el “ciertamente-no”. Antes se lo tomaba en serio y se aclaraba que “pecado es lo que da muerte”: lo que dio muerte al Hijo de Dios y lo que sigue dando muerte a los hijos e hijas de Dios. Ahora poco se usa ese lenguaje. Lamentos sobre los males que existen en el mundo puede haber suficientes, denuncia vigorosa poca y compromiso eficaz para erradicarlos – si conlleva riesgos y rebajar el propio buen vivir – prácticamente nada. Pero para saber cómo hoy está el reino y cómo propiciarlo, hay que conocer bien cómo está el antirreino. Entre miles, recordemos unos pocos datos de nuestro planeta, que se aplican, en buena medida, a nuestro continente.

a)      Realidad de muerte
“Hay más riqueza en la Tierra, pero hay más injusticia. África ha sido llamada ‘el calabozo del mundo’, una ‘Shoá’ continental. Unos 2.500 millones de personas sobreviven en la Tierra con menos de 2 dólares al día y 25.000 personas mueren diariamente de hambre... A los emigrantes se les niega la fraternidad y el suelo bajo los pies. Estados Unidos construye un muro de 1.500 kilómetros contra América Latina y Europa, al sur de España, levanta una valla contra África. Todo lo cual, además de inicuo, es programado” (Casaldáliga). “La globalización es una guerra. Su objetivo es dominar a los demás. La globalización no es otra cosa que occidentalización. Occidente quiere ser el centro dominador del mundo” (Aminata Traoré, Malí).
A lo dicho hay que añadir otros graves males, psico-sociales y de comportamientos éticos, de dimensión mundial: la insensibilidad ante la miseria, la crueldad ante la pobreza y el SIDA, el desprecio a la madre tierra y el desafío a cumplir con acuerdos ecológicos, la corrupción masiva, consecuente con el dogma de que lo que importa es el dinero y no necesita justificación, el fenómeno del terrorismo con sus complejas causas, el incumplimiento de los derechos humanos fundamentales de los pueblos, el culto a la prosperidad, el adormecimiento de ricos y pobres a través de los medios, y un largo etcétera, o sea, todo lo que deshumaniza. Quizás lo más sangrante es la vigencia de “la parábola del ricachón y el pobre Lázaro”, al parecer una leyenda egipcia, recogida por Jesús, y verdadera parábola de nuestro mundo. Persiste a lo largo de la historia, a pesar de tantos avances, y cada vez se hace más real. Lo que más impacta, son las palabras finales de Abraham al ricachón: “No cambiarán ni aunque un muerto resucite” (Lucas 16,31). “La comunidad internacional”, como hoy se dice, no siente remordimientos ante este descomunal “agravio comparativo”.

b)      Una realidad programada
Es sabido que estos males no son casuales, sino que tienen causas históricas bien conocidas. Una responde al ordenamiento económico inhumano. “El capitalismo real es el responsable de la mala organización ético-moral de la economía mundial y de la convivencia, vergonzosa, irracional y absurda en un mundo cada vez más integrado, de una indebida pobreza nunca vista” (Luis de Sebastián). Otra responde a la deshumanización de las relaciones entre los seres humanos. “Si hubiera un poco de humanidad y compasión entre los humanos, bastaría con retirar apenas un 4% de las 225 mayores fortunas del mundo para dar comida, agua, salud y educación a toda la humanidad” (L. Boff).
En conclusión, nuestro mundo está transido de fuerzas no sólo ajenas, sino contrarias al reino de Dios, y por eso, hablamos de antirreino. En el mundo no reina Dios, sino otros ídolos. Esto exige denuncia profética. Y es grave error minimizar su necesidad y, peor aún, desacreditarla como mera “protesta” o “desahogo” – aunque algo de esto puede haber en quienes protestan desde fuera de las víctimas –, como si éstas no tuvieran derecho a quejarse y a protestar. Pero hay que ir más allá de la psicología de la denuncia.



c)      El testimonio radical de Jesús
Por su esencia, la denuncia profética es “hacerse eco de una realidad que quiere tomar la palabra”. Es decir, “ser voz de una realidad oprimida que, además, no tiene voz”. Y si la mera protesta pudiera ser cosa fácil, como suele decirse simplista o cínicamente, no lo es en absoluto la denuncia profética. Es sumamente costosa, pues para dejarse afectar hay que estar en la realidad real (encarnación), verla tal cual es (honradez con lo real), y, sobre todo, moverse a misericordia y decidirse a trabajar por la justicia (encargarse de lo real), aceptando las consecuencias de persecución y aun de muerte (cargar con lo real). Y esto que pudiera parecer lógico, y muy razonable, no suele serlo, ni siquiera en teoría. Por eso, es decisivo volver a Jesús y ver cómo se enfrentaba al antirreino.
En su tiempo, existía la convicción de que el mundo estaba dominado por fuerzas malignas, que producían males físicos y psíquicos, atemorizaban y esclavizaban a los seres humanos. Jesús no niega la existencia de tales fuerzas (“demonios”). Más aún, en cierto modo, las radicaliza, al unificarlas en una sola, Belzebub, la fuerza del mal. Y además de esas fuerzas demoníacas, Jesús desenmascara otras fuerzas malignas históricas, visibles, nombrables y beligerantes, que aparecen personificadas en grupos de poder.
En los Evangelios esto se dice – anacrónicamente – de los fariseos con su prepotencia y su poder – hipócrita – que les proviene de ser ejemplares. Más históricamente, esto se dice de los escribas, con su poder intelectual, y, con claridad, de los sumos sacerdotes con su poder religioso, el más decisivo entonces porque iba unido al poder político (la toma de grandes decisiones sobre Israel como nación), económico (la economía giraba en buena parte alrededor del templo), financiero (acuñaban moneda), socio-cultural (establecían criterios de dignidad o indignidad de los ciudadanos).

d)      La marca de la eliminación
Lo importante es la conclusión. Con su poder opresor, estas fuerzas configuran al mundo como antirreino. La realidad en que Jesús anuncia el reino no es, pues, una tabula rasa, sino lo activamente opuesto al reino. Su visión de la realidad es dialéctica y su praxis no puede ser sólo beneficencia, sino que, por todo lo dicho, tiene que ser también liberación. La consecuencia para hoy sigue siendo importante: La praxis de personas e Iglesias puede y debe ser benéfica (la caridad de la madre Teresa, por ejemplo). Pero eso no basta; además, tiene que ser liberadora (la justicia de Monseñor Romero, por ejemplo). Y no hay que olvidar que lo primero puede generar sufrimiento, aunque no siempre persecución, mientras que lo segundo genera ambas cosas. Ambos tipos de praxis pueden generar credibilidad, pero la segunda, - el hecho de enfrentarse al antirreino -, genera una credibilidad específica, como en el caso de Jesús y de Monseñor Romero.
Demos un paso más. La relación entre reino y antirreino es no sólo dialéctica, sino antagónica, o sea, del uno hace contra los otros. Pues distintas son las fuerzas y el modo de operar de una y otra. Lo que el antirreino hace contra el reino – el mundo de los ricos contra el mundo de los pobres – es evidente. Pero lo que hace el reino, por su naturaleza, contra el antirreino – el mundo de los pobres contra el mundo de los ricos –, hay que explicarlo, sobre todo cuando surgen movimientos de liberación.

e)      La resistencia de los pobres
Hay formas legítimas de lucha de los pobres contra el antirreino, como pueden ser las de las organizaciones sociales y populares, aunque hay que tener presente la necesidad de modos adecuados de lucha y los peligros de deshumanización que toda lucha conlleva. Pero hay algo más específico a tener en cuenta. Por lo que son, pobres y empobrecidos, ya hacen contra el antirreino, debido a su potencial para desenmascararlo. En ellos, la realidad toma la palabra, en forma de clamores (“el salario que no han pagado a los obreros está gritando”, Santiago 5, 4), de lamentos (“¿cómo cantaré a Yahvé en tierra extraña?”, Salmo 137, 4), de petición de auxilio (“Señor, ten piedad de mí”), de anhelos (“no harán mas daño ni perjuicio en todo mi monte santo”, Isaías 65, 25). De la manera más clara, la realidad toma la palabra, en forma de verdad: La pobreza desenmascara la ceguera, el encubrimiento, la necesidad de despertar del sueño dogmático de cruel inhumanidad – como decía Montesinos en La Española: “¿Cómo están en sueño tan letárgico dormidos?”. Y a veces también, en forma de perdón: Las víctimas, sin armas, pueden desarmar a los victimarios. Aceptar el reino y su relación con el antirreino hace ver la dimensión ‘bélica’ de la realidad y la asimetría de las formas de lucha, lo cual quiere ocultarse por todos los medios. Volveremos sobre ello.

f)       Pecados de acción y omisión
Una última observación sobre el antirreino. Hoy existen inmensas e inusitadas posibilidades de conocer la realidad de nuestro mundo tal cual es, lo mucho que en él hay de antirreino y las muertes que produce. Pero como lo demuestra la experiencia, para conocerlo en verdad y dejarse afectar por ello, no basta el acceso a datos, por numerosos y fidedignos que sean, incluidos los del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo; tampoco bastan los análisis serios, y ni siquiera testimonios veraces, por muy importantes que sean éstos. La realidad del antirreino, su magnitud y su crueldad, en definitiva sólo se captan al experimentarlo en el hecho de dar muerte. Eso es lo que puede mover no sólo a lamentos, sino a la lucha contra él.
Finalmente, si usamos la terminología de “antirreino de Dios”, no sólo la de “males” y “desgracias”, lo hacemos conscientemente, para devolver su dimensión teologal al mal del mundo. Que en África se pueda comprar productos alimenticios, provenientes de Estados Unidos, más baratos que los propios productos del país, por estar subvencionados, clama al cielo, es “un crimen contra Dios”. Que el hambre sea causada no sólo por catástrofes climáticas, sino por políticas alimenticias de empresas multinacionales con fines de lucro propio y con desprecio de la vida de millones de miserables, hace obsoleto el secular lenguaje de “se mueren de hambre”, y hay que sustituirlo por “los matan de hambre”. Es un crimen contra Dios.

  1. Dios de vida e ídolos de muerte
      El reino es de Dios y el antirreino tiene sus divinidades. Por ello, hagamos una reflexión sobre el Dios del reino y la fe en él, de nuevo en relación dialéctica y antagónica con las divinidades del antirreino y la idolatría.

a)      El Dios del Reino
Hace años, este tema era central. Juan Luis Segundo decía que el problema existencialmente más acuciante no era el de fe y ateísmo, sino el de fe e idolatría. Y con  ayuda de la exégesis (von Rad, José Luis Sicre) se llegó a una nueva definición de los ídolos: realidades históricas, que prometen salvación, para lo cual exigen un culto y una ortodoxia, y sobre todo, como Moloc, exigen víctimas para subsistir. La conclusión es de máxima importancia: Existe una correlación trascendental entre ídolos y víctimas. Donde hay víctimas, hay ídolos. La idolatría, entonces, no se expresa primariamente en el ámbito religioso, sino en el histórico, y no es una realidad de “pueblos primitivos”, sino hoy, de modo muy especial, de “pueblos civilizados”.

b)      La idolatría necesita de víctimas
Puebla menciona los ídolos con frecuencia (405, 491, 493, 497 y 500) y los concentró, jerarquizadamente, en la riqueza (493-497) y el poder político (498-506). Son los ídolos que causan más víctimas. También lo hizo Monseñor Romero, en su cuarta carta pastoral de 1979. Ídolos son la absolutización de la riqueza y la propiedad privada, y la absolutización de la seguridad nacional; más la absolutización de la organización popular. Vio a ésta como buena y necesaria, en sí misma, por lo cual defendió y acompañó a las organizaciones, pero, en cuanto absolutizadas, se podían convertir en ídolos, y siempre que vio que ése era el caso, las criticaba y denunciaba.

      Hoy, ya no se habla mucho de ídolos. Vagamente, en una especie de tautología trascendental, se insiste en que cualquier cosa creada, si se la absolutiza, puede convertirse en ídolo, lo cual es verdad, pero suele permanecer como tautología estéril. A las inocultables víctimas por hambre y por armas, en mayor número que nunca las primeras, y todas con inmensa crueldad, no se las suele asociar a ídolos. Hay que volver, pues, a Puebla y su condena de los ídolos, teniendo en cuenta tres cosas.

̵          La primera es pastoral y de gran importancia. Se habla mucho de la creciente secularización y agnosticismo, con bastante razón al mencionar el hecho, aunque no tanto al mencionar las causas, de las cuales se suele exculpar con excesiva facilidad a Iglesias y cristianos. Pero pareciera que en eso consistiría la negación específica de la realidad teologal, de modo que la idolatría queda disimulada como pecado teologal original y originante.

̵          La segunda es histórica. Hoy se ha dado una cierta unificación de los ídolos, y éstos han tomado la forma de imperio (estadounidense). Los hechos son claros y también la ideología subyacente: En la guerra entre los dos bloques, Estados Unidos y la Unión Soviética, salió triunfador el primero, lo cual le dio derecho a ser imperio, además de haberlo justificado casi religiosamente, sobre todo el gobierno de Bush, como “destino manifiesto”. Pues bien, el imperio es ídolo al nivel planetario, y sigue siendo, como decía san Agustín, 'magnum latrocinium': el gran engaño. Esto no debiera ser pasado por alto, ni en la teología, ni en el juicio de las Iglesias. También otras sociedades y civilizaciones están seriamente tocadas de idolatría, por supuesto. Lo están ya en cuanto, con voluntad eficaz, se mantienen en la órbita del imperio y medran en ella: Gozan de los bienes que esto les produce y no se le oponen con seriedad, en nombre de alguna ultimidad, divina o humana, religiosa o democrática. Y también en su interior, realizan acciones idolátricas, que generan víctimas, por acción u omisión; facilitan la idolatría o no la dificultan. Con excepciones, a veces importantes, basta recordar la ignorancia, sustancialmente culpable, de occidente, de todo él en su conjunto, sobre el sufrimiento del tercer mundo y sus causas; y la insensibilidad ante el “mal vivir” o “cruel morir” del mundo de miseria, sobre el cual, en buena medida, está basado el “buen vivir” de occidente. La globalización no mejora las cosas, sino que muchas veces las empeora. Pero hay que insistir en que, en definitiva, por necesidad, no como accidente, genera víctimas. En cuanto realidad económica, lo que está en su base, “ha producido vencedores y perdedores, beneficiados y víctimas”, como dice el economista Luis de Sebastián. Por lo tanto, para creer realmente en el Dios del reino, hay que ser activamente ateo del dios del imperio, y la fe debe ser activamente antiidolátrica.

̵          La tercera es un fenómeno reciente, más específico de Europa, aunque suele llegar hasta nosotros: el regreso de los ídolos. La posmodernidad valora ese regreso de los ídolos en plural, regreso que puede ser desencantado, pero que, en definitiva, es positivo. A diferencia de los dioses monoteístas, que se enfrentan unos contra otros, ellos y sus adoradores, los dioses del politeísmo conviven bien y facilitan el pluralismo y la convivencia. Por eso, algunos entonan un elogio de los ídolos.

Este irenismo teologal, conveniente para el bienestar de occidente y, comprensiblemente deseado ante las acciones de grupos islámicos, y de toda religión monoteísta, como sentencian algunos, ofrece ventajas, pero no es respuesta para los hondos males de la realidad. Al entronizar a “varios” dioses, pacifistas, para deshacerse de un “único” Dios, cuya esencia es hacer justicia, se sanciona una realidad pluralista, pero se la presenta como falazmente homogénea, pues de ella desaparecen los relieves más fundamentales. De esa forma, también puede desaparecer “el otro” y, en definitiva, “el pobre”, que acaba siendo “uno más”. Se quitan aristas desde el cielo a las horrísonas diferencias (Epulón y Lázaro) y a la cruel oposición (víctimas y verdugos) en la tierra.
      El elogio del politeísmo podrá superar en el concepto los males de la lucha de los dioses monoteístas, pero priva a las víctimas de un Dios, al menos el de Jesús, que las defiende. Hace desaparecer la dialéctica de unos dioses contra otros, pero hace desaparecer también la alteridad desafiante, cuestionante y posibilitante, la existencia de “el otro”, sobre todo “el pobre”, que nos descentra, nos exige y nos ofrece salvación, lo cual es una pérdida irreparable.


C. EL POBRE: SU CENTRALIDAD EN EL CRISTIANISMO

            “A los pobres se les anuncia la buena nueva” (Lucas 4,18), dice Jesús en la sinagoga de Nazaret. Y en un texto, muchas veces citado, J. Jeremías comenta: “El reino pertenece únicamente a los pobres”. Si esto es así, “reino de Dios” y “pobres” son correlativos. No se puede hablar de “reino”, sin tener centralmente en cuenta a los “pobres”. Y eso significa, a su vez, que no hay cristianismo jesuánico, si los pobres no están en su centro.
            Ya hemos mencionado a los pobres en el apartado anterior. Ahora queremos profundizar sólo en dos puntos, fundamentales para la auto comprensión y misión de las Iglesias. El primero es la “opción por los pobres”, central en Medellín, en la teología de la liberación y en la vida y muerte de comunidades, y lo recordamos porque es sumamente difícil mantenerlo. El segundo es más novedoso y provocativo: Aceptar que “la salvación viene de los pobres”. Ambas cosas son difíciles de aceptar, más la segunda que la primera. Pero sea lo que fuere de las dificultades, dos cosas son innegables: Los pobres son las inmensas mayorías de la humanidad y están en el centro del evangelio.

  1. La hondura de la “opción por los pobres”
      Se ha avanzado mucho en la determinación del concepto de “pobre”, más allá de la connotación socioeconómica – aunque es más correcto hablar de la “dimensión primaria de vida” –, que fue la más sobreentendida, no la única, en los inicios de la teología de la liberación. Esta opción, por ser la del mismo Dios, es inapelable, pero es difícil, y por ello, nos vamos a centrar no en sus contenidos, sino en el hecho mismo de la opción y en la decisión a mantenerla, o a volver a ella. Se trata de recalcar la hondura de esa opción. Es decir, de poner a los pobres en el centro del cristianismo, con todas las analogías necesarias.
      Y recordemos que poner a los pobres en el centro no ocurre en el mundo de la democracia, ciertamente no en la realidad, pero ni siquiera teóricamente – no sé cuánto ocurría en el socialismo y a qué costos. Y tampoco en la Iglesia. A pesar de los deseos de Juan 23, del cardenal Lercaro y Monseñor Himmer (“el primer lugar en la Iglesia debe ser reservado a los pobres”), la Iglesia de los pobres no tuvo éxito, eficaz, en el Concilio.
      Por lo que toca a la Iglesia, la dificultad es teórica, por las hipotecas intelectuales, más o menos burguesas y poco bíblicas, contraídas por las teologías, a lo largo de la historia. Y es práctica, pues, como para Jesús, la opción lleva a la persecución, la difamación, el sentimiento de abandono de antiguas amistades... No sólo eso, radicalizando el concepto, podemos decir que hasta el mismo Dios puede ser “objeto de persecución intelectual”, precisamente, por su opción. Es la pregunta de la teodicea ante un Dios que hace la opción por los pobres: Cómo aceptar a Dios, y en concreto a un Dios que privilegia al pobre, cuando la injusticia los oprime de forma tan despiadada. Desde la perspectiva que genera el escándalo de la muerte de los pobres, la pregunta de la teodicea viene de lejos, “según una tradición cristiana muy real, pero cuidadosamente olvidada, el mayor argumento contra la existencia de Dios es la existencia de los pobres” (J. I. González Faus). Y revive, cuando en la teología de la liberación se ha tomado en serio tanto a los pobres como a Dios: “A Dios Padre le salieron y/o le resultaron muchos hijos pobres... El problema de los pobres es el problema de Dios” (I. Ellacuría). El acercamiento a los pobres, en el momento de hacer una opción por ellos, puede llevar a hacerse en serio la eterna y doliente pregunta: “¿Señor, por qué los has abandonado, los campesinos, indígenas, niños desnutridos, enfermos de sida sin recursos...?”.
      Y la dificultad es, obviamente, práctica. En su dimensión teologal, Puebla formula la opción de la siguiente manera: “Dios toma su defensa (la de los pobres) y los ama” (1142). Que Dios ame a los pobres, de un modo incondicional, con no ser fácil de imitar, puede ser aceptado. Pero que los defienda, supone introducir un conflicto sin remedio, en el mismo concepto de la opción, pues en la historia real, no se defiende a nadie sin tener que enemistarse y enfrentarse, de alguna manera, con aquellos de quienes hay que defenderlos.
      Si en la vida real, la opción significa no sólo amar, sino defender a los pobres, no hay que extrañarse de que surja la persecución. Se la quiere ignorar o suavizar, pero es inevitable, pues su fundamento es teologal. La historia da muestras de cómo se le quiere dar la muerte de mil calificaciones. Una de ellas es adjetivarla: La opción es ‘preferencial, pero no exclusiva, ni excluyente’. En lo positivo quien dice: “Hay que amar a todos”, el recordatorio debiera ser innecesario, pues los más preclaros en llevar a cabo la opción, desde Jesús a Monseñor Romero, nunca excluyeron a nadie. Por eso, da qué pensar la insistencia en poner “añadidos” a la opción. En lo personal, me recuerda el final del Evangelio de Marcos.
      El autor del Evangelio quería dejar claro a su comunidad que el cristianismo, el comprender y menos aún el seguir a Jesús, no es nada fácil. Para ello muestra cómo, durante su vida, no lo comprendieron las personas religiosas, ni sus familiares, ni sus discípulos, ni Pedro. Mejor paradas quedan las mujeres, aunque al final, junto al sepulcro, tampoco ellas parecieron comprender. Para mostrarlo, el Evangelio termina de una forma abrupta: “Las mujeres salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo” (Marcos 16, 8). Este final debió ser demasiado fuerte para el conjunto de las comunidades, incluso para que el texto de Marcos pudiese entrar en el canon, y por eso, se le añadió otro final, menos escandaloso, más suave y más acorde al de los otros evangelios: el texto de Marcos 16, 9-20.
      Algo parecido, pienso yo, pudiera ocurrir, consciente o inconscientemente, con la opción por los pobres. La opción es costosa y nunca está 'una realidad natural'. Tomada en serio, es muy exigente, y se la quiere suavizar. El añadido ‘preferencial’ es “ortodoxo”, por supuesto, aunque se puede dudar de que sea “lógico”, así como el final actual de Marcos es “canónico”. Pero queda la lección: Es difícil mantener la hondura de esa opción. Y sin embargo, en la opción por los pobres está la esencia de la Iglesia ('articulus stantis vel cadentis ecclesiae'). Y a ella hay que volver en Aparecida, sin pensar que es cosa conocida, comprendida, aceptada y sustancialmente practicada.

  1. La opción más honda: “Dejarnos salvar por los pobres”
      No sé si y de qué forma esta otra opción aparece con claridad en los Evangelios, pero el asunto me parece crucial, para nuestro tiempo. Para comprenderla, veamos en primer lugar, si en los sinópticos hay indicios de que Jesús no sólo fue evangelizador de los pobres, sino también de que fue evangelizado por ellos, lo cual en principio, no debiera escandalizar, pues de Jesús también se dice, por ejemplo, que se puso ante Dios con gozo y con dudas, y que tuvo fe. Como dice la carta a los Hebreos, fue semejante en todo a nosotros, menos en el pecado (Hebreos 4, 15).

a)      Jesús ‘evangelizado’ por los pobres
¿Indicios? Pudieran ser las palabras de Jesús: “Te doy gracias Padre, porque han entendido los humildes y no los sabios” (Mateo 11, 25). ¿Estaba Jesús, simplemente, lleno de gozo, o era, además, evangelizado por los humildes? Podemos preguntarnos también qué sentía Jesús cuando decía al enfermo (Marcos 5, 34) o a la mujer pecadora, en casa del fariseo Simón, “Vete en paz, tu fe te ha salvado” (Lucas 7, 50); o cuando veía a una viuda echar unos centavos en el templo, dando más que los demás, pues daba todo lo que tenía para vivir (Marcos 12, 44); o ante la mujer cananea, quien da la razón a Jesús: “Es cierto, Señor”, pero quien, a su vez, le corrige de forma conmovedora: “También es cierto que los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. Y Jesús sentencia: “¡Grande es tu fe!” (Marcos 15, 28). Sin ánimo de fantasear, nos podemos preguntar si Jesús se sentía engrandecido, ‘agraciado’ por estas gentes sencillas, si no diría para sus adentros – como Monseñor Romero –: “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor” – la gracia. Que los pobres fueron buena noticia – gracia – para Jesús es bien verosímil, y habrá que tenerlo en cuenta.

b)      ‘El mundo será salvado por los pobres’ (G. Bernanos)
Volvamos a nuestro mundo. Muchos buscan hoy salvación, una ‘humanidad humana’, dicho sin caer en redundancia alguna, así como Lutero buscaba a un Dios benévolo. Y no la encuentran en el mundo de abundancia, ni en la globalización, ni siquiera en ordenamientos democráticos. Pero sí encuentran elementos de salvación, en el mundo de los pobres. Dice J. Comblin: ‘En los medios de comunicación se habla de los pobres siempre de forma negativa, como los que no tienen bienes, los que no tienen cultura, los que no tienen para comer. Visto desde fuera, el mundo de los pobres es todo negatividad. Sin embargo, visto desde dentro, el mundo de los pobres tiene vitalidad, luchan para sobrevivir, inventan trabajos informales y construyen una civilización distinta de solidaridad, de personas que se reconocen iguales, con formas de expresión propias, incluidos el arte y la poesía’.
Estas son palabras notables, aunque haya que analizarlas con cuidado, y sin ignorar, ciertamente, el 'misterio de la maldad o de la iniquidad' que está bien presente entre los pobres. En ese mundo, hay valores importantes, impulsos que construyen una civilización de solidaridad. Y ésta no es una opinión aislada, sino compartida por muchos que se acercan a ellos para ayudarles. Se han sentido atraídos y ayudados por los pobres; afirman incluso que han recibido de ellos más y de mejor calidad que lo que les han dado. Desde abajo proviene, pues, la esperanza de un mundo humano, aunque esa posibilidad suela quedar muy escondida.
Esto no debiera ser una sorpresa total, al menos para creyentes cristianos. Que de abajo viene salvación, está presente, de forma idealizada, en tradiciones religiosas, ciertamente, en la bíblico-cristiana, aunque la cultura occidental lo haya ignorado con celo. Según esa tradición, del mundo de los pobres viene salvación, y desde ahí se despliega a diversos ámbitos. Los portadores simbólicos de la salvación son lo débil y pequeño, y – misteriosamente – las víctimas, el siervo sufriente y un crucificado, sin que esto se pueda descalificar, tildándolo de sacrificalismo, dolorismo, masoquismo. Y a la inversa, según esa tradición poca salvación viene del mundo del poder y de la riqueza, si ese mundo no ha sido antes redimido por el mundo de pobreza. En la tradición deuteronomista, por ejemplo, sólo dos reyes – dos poderosos –, Josías y Ezequías, quedan bien parados. Y lo más importante, siempre difícil de aceptar, es la tesis verdadera, desde la trascendente: Para ser salvación, Dios se ha empobrecido. Para ser ‘con-descendencia’, la 'tras-cendencia' se ha hecho 'tras-descendencia'.
De acuerdo a esta lógica, audaz, pero constitutiva para la fe cristiana, la teología de la liberación ha reformulado también el lugar de salvación. Decían Cipriano y Orígenes, en el siglo 3º: 'Fuera de la Iglesia no hay salvación’. Schillebeeckx lo reformuló después del Concilio: ‘Fuera del mundo no hay salvaación’. Y después de Medellín, decimos: ‘Fuera de los pobres no hay salvación’.
La tesis es contra-cultural, pues lo que impera, lo políticamente correcto, es el ‘extra divites nulla salus’, porque el mundo de abundancia piensa que ya tiene salvación – o está en camino de ella – y no se le ocurre que la salvación – en modo importante – pueda venir de abajo. Impera el axioma metafísico: Salvados o condenados, “lo real somos nosotros”. Pero es necesaria: De la abundancia, dejada a sí misma, no proviene mucha salvación, y, sin duda, no proviene humanización. En palabras de Ellacuría, la civilización de la riqueza no produce vida para todos, ni dignidad para la humanidad. No civiliza. Y enuncia la conocida tesis: ‘Es necesaria una civilización de la pobreza’ (digna).
Y el ‘fuera de los pobres’ lo podemos decir también de la Iglesia, como lo afirma con convencimiento Pedro Casaldáliga. “Hay que repetirlo a la saciedad: Fuera de los pobres no hay salvación, fuera de los pobres no hay Iglesia, fuera de los pobres no hay Evangelio”. Lo que de ellos surge es “una Iglesia de los pobres”. No es ahora el momento de extendernos en ello. Baste decir que esa Iglesia no es sólo ‘para’ los pobres, sino que en ellos encuentra su principio interno de inspiración y de configuración cristiana. Aceptarlo depende de aceptar que el Espíritu de Jesús está en los pobres y que desde ellos, re-crea la totalidad de la Iglesia. En definitiva, significa aceptar que “la unión de Dios con los hombres, tal como se da en Jesucristo, es históricamente, una unión de un Dios vaciado en su versión primaria al mundo de los pobres”.

  1. Terminemos este apartado con unas reflexiones
            Por su importancia y complejidad, debieran hacerse más por extenso. Ahora sólo podemos hacerlo de forma esquemática.

̵            La primera es que por salvación entendemos, en lo fundamental, la posibilidad de vida, dignidad y humanización de las personas, y la fraternidad entre los seres humanos. Y añadimos, también la redención. No es éste el momento para analizar cómo los pobres pueden producir todo ello. Baste recordar lo que dice Puebla: Por lo que son, mueven a conversión; en palabras más históricas, mueven a revertir la historia. Y por los valores que poseen (lo que Ellacuría llamaba “pobres con espíritu”, unificando sistemáticamente las bienaventuranzas situacionales de Lucas y las actitudinales de Mateo) evangelizan; en otras palabras, humanizan a la humanidad. Y quisiera añadir también que por ser no sólo pobres, sino formalmente oprimidos, cargan con el pecado de la historia, lo cual, según la tradición cristiana, es lo que puede redimir. Y sin cargar con lo negativo, no hay redención.

̵            La segunda es que la salvación también puede provenir del mundo de ‘los no-pobres’, siempre que éstos participen de alguna forma, aunque sea análoga (inserción en el mundo de los pobres, trabajo en ultimidad, y decidido, en su favor, participación en sus sufrimientos y persecuciones, y en sus esperanzas y gozos), en el mundo de la pobreza. Los no-pobres, como lo fue un rector de universidad, Ignacio Ellacuría, y un arzobispo, Monseñor Romero, pueden ser incluso históricamente necesarios para que los realmente pobres den más de sí. Como dice Comblin, “El reino de Dios está escondido en medio de los pobres, pero necesita algunas figuras de tipo profético para recuperar la esperanza, la confianza”.

̵            La tercera es que el mundo de los pobres puede desenmascarar la falsedad, en que vive el mundo de abundancia. Sólo mirándose en ellos, el primer mundo conocerá su verdad, y así la verdad de la totalidad. La mera yuxtaposición de ricos y pobres, en Lucas 6,20-26 – expresada en las bienaventuranzas a los pobres reales y las maldiciones a los ricos reales – y la escalofriante presentación del ricachón y el pobre Lázaro en Lucas 16,19-31, ofrece, en su conjunto, la realidad más real de nuestro mundo. En esto insistía Ellacuría. Los pobres son los que pueden hacer que caiga la venda de los ojos y que despertemos, no ya del sueño dogmático, según Kant, sino del sueño letárgico, inhumano, según Antonio Montesinos.

̵            La cuarta reflexión es obligada. También en los pobres campea el misterio de la maldad o de la iniquidad. A veces, se apodera de ellos de forma muy trágica, por la desesperación en que viven o porque introyectan los antivalores de sus opresores: caciquismos de todo tipo, corrupción... A veces situaciones y acciones macabras, como los niños soldados, las pandillas, etc. Pero eso no invalida la tesis, ni siquiera históricamente. En presencia de la terrible pobreza, en tiempos de gran sufrimiento aparece, en ese mundo, lo que, a falta de mejor palabra, he llamado la santidad primaria o el anhelo y el desvivirse por lo fundamental de la vida, y el mostrar solidaridad unos con otros, para sobrevivir y mantener el mínimo de dignidad. Esa santidad primaria pienso que es patrimonio de los pobres. A pesar de todo, “ha habido y todavía hay muchos pobres que viven una vida evangélica… De todos modos, el Pueblo de Dios seguirá su camino con la misma paciencia de siempre con la misma esperanza, con la misma fe y con el mismo amor”.

̵            Y permítaseme una última reflexión, más personal, basada en la tradición de san Ignacio de Loyola. En sus Ejercicios Espirituales se encuentra un importante fundamento para el desarrollo del ‘fuera de los pobres no hay salvación’. En la meditación de las dos banderas (136-148), san Ignacio presenta dos “principios” de realidad, diferentes, antagónicos y duélicos, que “principian” dos tipos de realidades. Uno de ellos lleva a la humildad y todas las virtudes; el otro a la soberbia y todos los vicios. En nuestros términos, a la salvación y a la condenación. El primero es la pobreza, y el segundo, la riqueza. No es de extrañar que, historizando esta intuición, varios jesuitas del tercer mundo, versados en los ejercicios de san Ignacio, hayan repetido la idea de que la salvación viene de abajo, de la pobreza.

Desde Asia, Aloysius Pieris, afirma que “los pobres, por serlo, salvarán a los ricos”. Desde África, Engelbert Mveng afirma que “las iglesias africanas pobres y desvalidas salvarán a las iglesias europeas que viven en la abundancia”. Desde El Salvador, muchas veces hemos mencionado la propuesta de I. Ellacuría: la civilización de la pobreza, necesaria para superar y redimir los males que genera la civilización de la riqueza. Y en este mismo número escribe Pedro Trigo: “Frente a la propuesta vigente que sostiene que la salvación de los pobres (de algunos) no podrá darse sino como redundancia o desborde de la salud del sistema, la misión de Jesús (y por consiguiente, la misión cristiana) proclama que la salvación de los no-pobres acaecerá como participación de la salvación de los pobres. Esto hoy suena a necedad”.


D. EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

            Siempre que el cristianismo ha estado en crisis, los más lúcidos han vuelto a Jesús de Nazaret y, específicamente, a su seguimiento. Habrá que evitar el reduccionismo cristológico, al cual se suele responsabilizar de los peligros de voluntarismo, fanatismo, ley sin espíritu, aunque pienso que más peligroso sería lo contrario. En definitiva, Jesús es quien salva al cristianismo y el seguimiento de Jesús es lo que nos hace cristianos. El Espíritu es la fuerza de Dios para que en verdad seamos “seguidores”, “hijos en el Hijo”. Francisco de Asís e Ignacio de Loyola lo vieron con toda claridad. Hoy es muy necesario.
            Por lo que toca al tema de este artículo, inmediatamente después del programático anuncio del reino, Jesús llama a seguidores (después, también a mujeres con sus nombres). Los llama para estar con él, para ser enviados por él y, a medida que se acerca el fin, para participar en su destino. Todo esto resuena en el lapidario “sígueme”, la primera y última palabra de Jesús a Pedro, como recuerda Bonhoeffer. El seguimiento de Jesús es el modo específicamente cristiano de corresponder al paso de Dios por este mundo, de aportar a su reinado, como decíamos al principio.

  1. Seguimiento y praxis: “Encargarse del reino”
      Decía Ellacuría que “la mayor realización posible del reino de Dios en la historia (lo mismo que Jesús vino a anunciar y realizar) es lo que deben proseguir los verdaderos seguidores de Jesús”. Esto hay que historizarlo en contenidos y actitudes, evidentemente, pero ahora queremos insistir en el seguimiento, en cuanto tal, en cuanto praxis, en la cual nos “encargamos del reino de Dios”. Hay que hacerlo sin caer en “activismo”, pero nos parece más fundamental, aunque ocurra so capa de virtud, no caer en irresponsabilidad: delegar en otros, aunque fuese (sólo) en Dios, hacer un mundo humano. Tratemos de explicarnos.
      En primer lugar, praxis y gracia no se oponen; construcción del reino y don de Dios más bien convergen, o pueden muy bien convergir. Para mostrarlo, más que argumentaciones conceptuales, es útil mirar a lo que acaece en la historia, empezando con la vida de Pablo, paladín de la gracia y de la praxis, aunque en su caso más que de construcción del reino a la manera de Jesús, habría que hablar de construcción de comunidades con los valores de Jesús. En la historia hay gracia: cristianos que han recibido oídos “nuevos” para escuchar una palabra que es de Dios (la fe que nos viene por el oído) y ojos “nuevos” para ver a Dios en los pobres, al resucitado (al que se dejó ver, de los relatos de apariciones). Pero igualmente − y con el mismo, sino, a veces, con mayor vigor − muestra también que hay cristianos que han recibido manos “nuevas” para hacer el reino, y eso es también gracia.
      De Monseñor Romero solemos citar con frecuencia estas palabras: “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”, con lo cual queremos apuntar a su experiencia de gracia, que él remitía, en último término, a Dios. Pero prosigue: “Es un pueblo que empuja a su servicio”, a  “defender sus derechos” y “ser su voz” (Homilía del 18 de noviembre de 1979). Y esto es praxis, “encargarse del reino”. En el seguimiento hay que insistir en ambas cosas, praxis y gracia, o mejor dicho, en una praxis llena de gracia, y entre nosotros hay que recordar que a la praxis somos como empujados por “otros”, específicamente por los pobres y por sus abogados, como Monseñor Romero. Y hoy, ciertamente, hay que insistir, en concreto, en la praxis para superar el infantilismo, que es, más que los activismos del pasado, lo que prolifera en nuestros días. “De la misma fe cristiana se está haciendo un recetario de milagros y prosperidades, refugio espiritualista ante el mal y el sufrimiento y un sustitutivo de la corresponsabilidad, personal y comunitaria, en la transformación de la sociedad”.
      Y menos aún hay que oponer praxis y espíritu, siempre que éste se entienda como todo lo que es ‘viento’: fuerza, energía, que se relaciona con un ser y con un hacer, y no con una realidad vaporosa, que se mueve en lo invisible e inmaterial, y que produce una especie de “espiritualidad-en-sí”. Bien lo saben quienes se dedican a “construir” el reino de Dios. Sin espíritu no se puede trabajar por la verdad, ni por la justicia, ni por la fraternidad, ni por la paz, ni por la reconciliación... En lo que hay que insistir es en que, en una paráfrasis del credo, el espíritu sea el que viene del Padre y del Hijo, de Jesús, no de cualquier espíritu, y menos al margen o en contra de Jesús. Es el espíritu de las bienaventuranzas y del sermón del monte, el que se expresa en la lucidez para ver lo nuevo y en la audacia para cumplir con sus exigencias; y quizás, lo más difícil, el que nos saca y libera de nosotros mismos. Es el que nos capacita para poder llamar a Dios “Dios”, es decir, radical alteridad, y simultáneamente, “Padre”, es decir, máxima cercanía. Es Espíritu poder poner nuestra confianza y nuestro descanso en Dios y no poder descansar ante él, el inmanipulable.
      Este Espíritu remite al Jesús concreto, pero no cierra a ningún espíritu de Dios, presente en otras religiones y culturas. Aun históricamente, se puede comprobar un universalismo específico del espíritu de Jesús. Gandhi hizo central en su praxis las bienaventuranzas. Hoy, cuando el cristianismo debe abrirse a todos y cooperar con todos los que quieren construir verdad, justicia y paz, el espíritu de las bienaventuranzas − de nuevo, las predicadas y vividas por Jesús − bien pueden ser el resorte y el trampolín concreto, desde el cual nos abrimos al Espíritu del Dios infinito, que sopla donde quiere.
      Resumiendo, praxis sin espíritu es un grave peligro. Pero también lo es, y hoy con peores consecuencias, espíritu sin praxis. La espiritualidad debe potenciar y sanar la praxis, pero en su nombre no se la puede suavizar, por miedo a perder aquélla, ni se puede infantilizar el cristianismo. No lo hizo Jesús. Y el mundo no está para correr esos riesgos.

  1. Seguimiento y martirio: “Cargar con el peso del antirreino”
      La tradición siempre ha recalcado lo costoso del seguimiento. A veces, por influjo de una religiosidad dolorista, ha hecho coincidir imitación de Cristo y sufrimiento. En el evangelio, sin embargo, lo específicamente costoso del seguimiento proviene de la praxis de anunciar la buena noticia de Dios y de construir el reino, y de enfrentarse con el antirreino. Según Marcos, ya en los inicios, Jesús entra en graves conflictos, por actuar en favor del reino. Cura en sábado en la sinagoga, y “en cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle” (Marcos 3, 6). Es el comienzo de una persecución, que lo llevó a morir crucificado, no por un malentendido (como llegó a decir Bultmann), sino por enfrentarse con el antirreino. La cruz, en su concreta realidad de crueldad y muerte, no tiene por qué ser, evidentemente, el destino de todos los que trabajan por el reino, pero − en algún grado y de forma analógica − es inherente a todo seguimiento.
      Entre nosotros, esto lo entiende el más sencillo de los campesinos. Todos los que se han parecido a Jesús y lo han seguido, todos los que han trabajado por la justicia, la verdad y la dignidad de los oprimidos, han sido perseguidos y hasta asesinados. La praxis del reino estorba a los grandes, y como decía Monseñor Romero: “se mata a quien estorba”. Insistimos en ello porque dicen algunos − o les gustará pensar − que recordarlo es masoquismo impenitente, imperdonable, irresponsable; en cualquier caso, pensarán que es anacronismo. Pero la tesis sigue en pie: Quien se encarga del reino, tiene que estar dispuesto a cargar con el antirreino. No verlo así es ingenuidad o autoengaño. Y es muy peligroso para los cristianos y las Iglesias.
      Comprensiblemente, los tiempos de “paz para la Iglesia” siempre son anhelados y bienvenidos y suelen ser una de las oraciones litúrgicas más repetidas, como lo fue en tiempo de Constantino. Pero hay que tener mucho cuidado y no hacer de esa paz el criterio fundamental de que el cristianismo va bien, ni menos justificarla porque, así, la Iglesia puede evangelizar mejor. Por supuesto, hay que trabajar por la paz y alegrarse de ella. Pero entroncando la paz de la Iglesia en la paz del mundo oprimido, la que esperan los pueblos que sufren miseria y violencia; y sin absolutizarla como si fuera lo mejor que puede ocurrir a los cristianos y lo más beneficioso para las iglesias. Hay que recordar que sin justicia, central en la construcción del reino, no puede haber paz, como lo recuerda X. Alegre. En otras palabras, una paz con justicia, vida de los pobres (dentro de la cual vive la Iglesia). La ‘paz romana’, producto de acuerdos estipulados (con la Iglesia), y la ‘paz griega’, como ausencia de guerra (para la Iglesia), mientras vivamos en un mundo de antirreino, tienen sus peligros. Las situaciones cambian, pero hay que mantener el principio: “Una Iglesia que no sufra la persecución, tenga miedo; no es la verdadera Iglesia de Jesucristo”, decía Monseñor Romero. Y no hay que olvidar, sino tener muy presente, que la persecución siempre es una verificación a posteriori, y probablemente la más poderosa, de que ha habido cristianismo. Palabras fuertes, pero elocuentes, que no admiten suavización.
      Esto es fundamental. Muchos cristianos y cristianas, y muchos otros seres humanos, han sido asesinados por “encargarse del reino”, y así “han cargado con el antirreino”. Sea cuales fueren las necesarias precisiones canónicas (nosotros los llamamos ‘mártires jesuánicos’, y el pueblo los llama simplemente mártires), no recordarlos es ingratitud, que nos deshumaniza como humanos y nos empobrece como cristianos. Con todas las analogías del caso, de ellos y ellas, como del Cristo crucificado y, por ello, resucitado, vivimos los creyentes de hoy. Esos seguidores de Jesús hasta el final son lo mejor que ha producido la Iglesia de estos años. La han configurado como verdadera Iglesia de Jesús. Han introducido verdad en un mundo de mentira, y compasión, en un mundo de insensibilidad y crueldad. Según la paradoja cristiana, han introducido vida en un mundo de muerte. Ignorarlos es poner a la Iglesia en una pista equivocada, empobrecedora, acristiana o anticristiana.
      En este contexto, es importante hacer un recuerdo de los que llamamos ‘Santos padres de América Latina’, la pléyade de obispos alrededor de Medellín y Puebla, que hicieron convergir, dentro del pueblo de Dios entonces muy creativo y muy perseguido, a jerarcas y al resto de bautizados. Fueron verdaderos pastores, pero, además, vivieron una vida amenazada y perseguida −y en la Iglesia también fueron marginados muchas veces, sin dejarse amedrentar. Algunos de ellos murieron asesinados, como Enrique Angelelli en Argentina, Monseñor Romero (más tarde Monseñor Joaquín Ramos, asesinado en 1993) en El Salvador, Juan Gerardi en Guatemala. Otros fueron encarcelados. El acontecimiento simbólico más clamoroso fue la prisión de diecisiete obispos en Riobamba (Ecuador), en 1976. Son símbolos elocuentes de una Iglesia que, en su totalidad también − jerarquía, laicos y laicas, religiosas y sacerdotes, cristianos campesinos y profesionales −, cargó con el antirreino.
      Por último, y en mi opinión lo más decisivo, al hablar de “cargar con la realidad”, hay que recordar a los millones de pobres, perseguidos, oprimidos lentamente por la injusticia y reprimidos, muchas veces por la violencia. Mueren en el olvido más absoluto, pero son el pueblo crucificado, el siervo sufriente de Yahvé. En el concepto no son seguidores de Jesús del tipo de los que acabamos de mencionar, pero tienen hondo parecido con Jesús, en algunas cosas, incluso mayor que los seguidores jesuánicos: Se parecen al Jesús pobre y anonadado. De ellos hemos escrito que poseen una santidad primaria. Son los privilegiados de Dios y de ellos es el reino. Por eso, hay que hacerlos centrales en el cristianismo y en las Iglesias. Ignorarlos al hablar del seguimiento, sería ineptitud teológica, pero sobre todo empobrecimiento e ingratitud.

3.   Seguimiento y trascendencia: “Dejarse cargar hacia Dios”.
      La fe se orienta hacia la trascendencia. Para terminar digamos unas palabras muy breves sobre cómo el seguimiento de Jesús -por el reino- puede iluminarla. Y hablamos de gracia, de “dejarnos cargar”, pues el acceso real a la trascendencia es algo que, en definitiva, siempre está grávido de gracia.

-     Una palabra sobre la trascendencia de Cristo.
Hemos hablado del reino de Dios, anunciado por Jesús, y a ese Jesús confesamos como el Cristo. En definitiva, es el salto de la fe, improgramable. Y si nos preguntamos qué lo hace razonable, la respuesta bien puede ser el seguimiento real de Jesús. Así lo escribimos hace tiempo. “Acceder a Cristo supone siempre algún tipo de discontinuidad, pero ese acceso sólo es posible, en último término, también desde alguna forma de continuidad entre Jesús y quienes lo conocen; y esa continuidad deberá ser planteada desde el lugar de la máxima densidad de la realidad, que en nuestra visión es la práctica con espíritu. Según esto, acceder a Jesús no es cosa, en primer lugar, de saber sobre él, ni de desarrollar para ello una hermenéutica que salve la distancia entre Jesús y nosotros y posibilite el saber sobre Jesús. Es cosa, en último término, de afinidad y connaturalidad, comenzando con aquello que es más real en Jesús... El seguimiento de la práctica de Jesús con su espíritu, es, pues, exigencia ética del mismo Jesús histórico, pero es también principio epistemológico... Por decirlo en formulación negativa, fuera del seguimiento no se tiene la suficiente afinidad con el objeto de la fe para saber de qué se está hablando, al confesarlo como el Cristo. Y en formulación positiva, desde la afinidad del seguimiento, puede tener sentido proclamarlo como el Cristo, como la revelación de lo verdaderamente divino y lo verdaderamente humano”. Dicho en palabras sencillas, en el seguimiento se hace la experiencia de si el misterio de la realidad da más de sí o no, si la esperanza es más sensata que el desencanto, si la entrega hasta el final es mejor que el ‘aprovechar de la vida’, si la vida de Jesús, “vivida por nosotros”, abre siempre a más vida, sin límites, es bienaventurada. Esto apunta, existencialmente, a que Jesús es el Cristo.

-     Una palabra sobre la trascendencia de Dios.
A la fórmula de “seguimiento de Jesús”, corresponde, en el Antiguo Testamento, la fórmula de “caminar con Dios”: hay que practicar la justicia, amar con ternura y caminar humildemente con Dios (Miqueas 6, 8). Pues bien, el seguimiento por causa del reino nos ayuda a formular cómo hay que caminar: haciendo el reino y cargando con el antirreino. Así, caminamos en la historia con un Dios - Padre -, y nos encaminamos hacia su misterio absoluto. Al “encargarnos del reino de Dios”, ese misterio puede aparecer sobre todo como ‘Abba’, a la manera de cercanía entrañable, en quien Jesús confía. Al “cargar con el antirreino” puede aparecer sobre todo como Dios, inmanipulable, ante el que Jesús es disponible.
En el seguimiento, podemos hacer nuestra esa experiencia del Dios-Padre de Jesús. Y el seguimiento asegura que en ella están presentes los dos elementos fundamentales del misterio de Dios: “ser Padre” y “seguir siendo Dios”. Mantener dialécticamente ambas cosas hace que la experiencia sea, y tiene que ser, proceso, como lo fue para Jesús. Es el “caminar” con Dios en justicia, amor y ternura, y es el caminar hacia Dios, sin llegar a estar en posesión de él.
Y también en el seguimiento aparece con fuerza la pregunta de la teodicea: ‘¿Por qué existe tanta crueldad contra los pobres?’, pregunta de grandes creyentes. Y puede aparecer una respuesta, práxica: en el caminar “con Dios” en la historia, ésta puede dar más de sí, los pobres siguen entregados a la vida, a pesar de todo, y se mantiene la esperanza y el mismo caminar.
La experiencia de la trascendencia es, en último término, improgramable. Pero eso no hace superfluo preguntarse por un lugar histórico privilegiado de dicha experiencia. Hace años, decía Porfirio Miranda  que “el problema no está en buscar a Dios, sino en buscarlo allí donde El dijo que estaba”. Y respondía: en los pobres de este mundo. Y podemos añadir que el problema es “buscarlo como él quería que lo buscásemos”. Y podemos responder: en el seguimiento de Jesús. Cargando nosotros con el seguimiento, el seguimiento nos lleva a Dios. En un contexto afín, K. Rahner escribió, al final de su vida: ‘Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y a la vez aquella pesada carga ligera de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final sólo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús’.


E. PALABRA FINAL

            Las tres reflexiones que hemos ofrecido sobre utopía, pobres y seguimiento, desde la perspectiva del reino de Dios, se deben analizar en mayor extensión y profundidad. Sirvan para llamar la atención sobre el tema y tenerlas presentes en el 5ª CELAM. A ellas se pudieran añadir otras, importantes y necesarias. Estas pudieran ser algunas que sólo enunciamos:

1.   La primera es la comprensión y el análisis del “pueblo de Dios”, a partir del reino de Dios, lugar suyo más primigenio que la Iglesia (Ellacuría), aunque obviamente, es urgente recuperar su supremacía al interior de la Iglesia, según el Capítulo 2 de la Lumen Gentium.

2.   La segunda es la configuración de los estamentos eclesiales internos (ministerios), no sólo en base a normas eclesiales, aun legítimas, desarrolladas a lo largo de la historia, y ni siquiera sólo en base a palabras de Jesús, sino también en base a las exigencias objetivas de la construcción del reino, a lo largo de la historia. En otras palabras, la lógica del reino, anunciado por Jesús, debe dirigir la lógica de la institución, de la comprensión y de la forma de llevar a cabo los ministerios.

3.   La tercera es hacer de lo fundamental del reino (justicia, paz, centralidad del pobre) el mínimo-máximo de cualquier ecumenismo entre cristianos, entre las religiones y entre los seres humanos. El presupuesto a priori es que es posible que todos los seres humanos − la creación de Dios − reconozcan en ello salvación para la humanidad − la de las mayorías pobres. La constatación a posteriori dependerá de poner manos a la obra con credibilidad, que los grupos e Iglesias se remitan al reino y que sus frutos se vean.

            Mucho de lo que hemos dicho aquí lo hemos publicado con anterioridad, pero lo hacemos porque nos parece que sigue siendo necesario. Esperamos también que, aun teniendo en cuenta la diversidad de situaciones sociales, religiosas y eclesiales de los diversos países de América Latina − en la región centroamericana, por ejemplo, la persecución y el martirio han marcado lo fundamental de la fe, de la Iglesia y de la teología −, estas reflexiones puedan ser de alguna utilidad en la 5ª Conferencia, en Aparecida.


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