jueves, 12 de mayo de 2022

Juntando reflexiones sobre el sacerdocio

 

S A C E R D O C I O :  REFLEXIONES  Y  NOVEDADES

 

Guayaquil, Pedro Pierre. 2022.

TEMÁTICAS

1.      El sacerdocio: Un nuevo culto centrado en el Reino.

2.      El ejercicio del sacerdocio bautismal en las CEBs


He aquí 2 reflexiones sobre el sacerdocio: una, como reflexión general, de 2017 y otra, a partir de la experiencia, de 2013. Pienso que se complementan y ayudan a entender las preguntas y las novedades que existen actualmente en torno al ejercicio del sacerdocio bautismal.

1ª parte: EL SACERDOCIO, UN NUEVO CULTO CENTRADO EN EL REINO.

               En nuestra Iglesia católica la mayor crisis es la del sacerdocio. Hace 50 años el Concilio Vaticano 2º destacó la importancia de volver a conocer al Jesús histórico y su opción por los pobres. Además esbozó una nueva manera de entender y vivir el sacerdocio: reconoció la prioridad al sacerdocio común de los bautizados sobre el sacerdocio ministerial ordenado, y puso éste al servicio del primero. Pero no avanzó más. Entonces muchos sacerdotes se retiraron; otros fueron expulsados por pedofilia; los seminarios se fueron vaciando y las vocaciones sacerdotales declinaron sin que se vea un repunte. Por todas partes las comunidades cristianas se quedan sin sacerdotes y sin eucaristía…

               Al mismo tiempo los teólogos de todos los continentes se pusieron a reflexionar: ¿qué sacerdotes queremos para qué Iglesia? En América Latina, la Conferencia Episcopal Latinoamericana que se reunió en Aparecida, Brasil, 2017, insistió en que la Iglesia necesitaba de un “fuerte remesón”, debía emprender la reforma de las parroquias y fomentar por todas parte una gran misión continental, confirmaba la validez de las Comunidades Eclesiales de Base e invitaba a los obispos a promoverlas en sus diócesis. No se puede decir que estas orientaciones encontraron un gran eco, lastimosamente… En cuanto a los teólogos, ¿qué nos dicen?

A. LA GRAN TAREA DE JESÚS FUE HACER ACONTECER EL REINO

               Ya no se discute que la misión de Jesús fue el Reino y que el mayor empeño de la Iglesia, siguiendo a su Maestro, es también el Reino. Pero las estructuras todavía no han cambiado mucho: las parroquias siguen iguales que anteayer y los seminarios donde se forman los sacerdotes también.

1.      El Antiguo Testamento se centró en el culto y el cumplimiento de la ley

-        Al principio, en tiempos de los Patriarcas y las Matriarcas, quienes ejercían la función sacerdotal era los jefes de familias. Lo vemos con Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Raquel… Esa tradición no se perderá.

-        Luego al organizar Moisés el pueblo que había rescatado de Egipto, el ejercicio del sacerdocio fue confiado a la tribu de Leví, de la que Moisés y Aarón eran parte. Ellos se encargaron de cuidar las tablas de la Ley del Sinaí, celebrar las maravillas de Dios, quemar sacrificios de animales y ayudar a seguir los pasos de la Alianza con Dios.

-        El exilio en Babilonia durante más de 50 años trajo una nueva esclavitud sin la posibilidad de continuar como pueblo, sin templo, sin sacerdotes… Al regresar en Palestina, fueron los sacerdotes que reorganizaron el país y reconstruyeron la capital Jerusalén y el templo. A pesar de las muchas resistencias, se creó una clase sacerdotal y un culto centrado en la pureza de sangre y el cumplimiento estricto de la ley de Moisés. La mayoría de la gente del campo, muy pobres, no podían cumplir con todos estos requisitos y fueron marginados y despreciados por la clase sacerdotal dirigente.

2.      Con Jesús el proyecto de Dios se centra en la fraternidad universal

-        Jesús era un campesino pobre de una región marginal. Se sintió llamado a ser profeta itinerante a cargo de la construcción del Reino de Dios. Y de hecho comenzó a establecerlo entre los pobres de su región y de su país: ellos iban a ser los mejores obreros del Reino, con el apoyo de sus apóstoles y discípulos, varones y mujeres indistintamente.

-        Jesús no vino para reformar la religión judía ni su culto, sino darles un giro totalmente nuevo. Para él, el amor era el centro de todo, a vivir y promover en Comunidades. “Busquen primero el Reino de Dios; lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6,33). El culto que quiere Dios es ser un pueblo fraternal que contagie todos los demás pueblos: “Ofrézcanse como un culto agradable a Dios” dice Pablo a los Romanos (12,1): toda la vida tiene que ser esa pasión por la fraternidad.

-        De alguna manera desaparecieron el sacerdocio y el culto de los sacrificios. En el Nuevo Testamento ni Jesús ni los apóstoles son llamados sacerdotes. Si la carta a los Hebreos reconoce a Jesús el título de “sumo sacerdote” fue porque su vida y su muerte fueron una ofrenda agradable a Dios: el Reino se había inaugurado en Jesús. Los apóstoles y demás seguidores de Jesús iban a ser los nuevos encargados de continuar su obra.

-        En las primeras comunidades, la fracción del pan era, por una parte, el recuerdo de la última Cena, símbolo del compartir que crea la fraternidad y la comunión con Dios, y, por otra, el compromiso de continuar la tarea de Jesús hasta las últimas consecuencias. Quienes eran los encargados de presidir dicha celebración, eran, como en tiempos pasados, los jefes de familias, varones y mujeres indistintamente.

-        Con las últimas cartas atribuidas a Pablo, se percibe la presencia de dirigentes sacerdotales de comunidades: diáconos, presbíteros y obispos. Con la asimilación al imperio romano en el siglo 4, pasaron a formar una nueva clase sacerdotal que se inspiró del Antiguo Testamento y de los cultos de la religión romana. Se rompía la tradición de Jesús contrario al ejercicio de un poder dominador, a la aceptación de privilegios personales, a la celebración de un culto centrado en su ‘sacrificio’ en la cruz y a la necesidad de intermediarios obligados para relacionarse con Dios…

B. LA CENTRALIDAD DEL REINO EXIGE UN NUEVO SACERDOCIO

               Para volver a la tradición de Jesús y de las primeras Comunidades cristianas, hay que retomar y profundizar las orientaciones del Concilio Vaticano 2º: lo absoluto del Reino, la primacía del sacerdocio colectivo de los bautizados, la construcción de la fraternidad, las Comunidades que se ofrecen como nuevo culto agradable a Dios.

1.      “Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”

a)     Al ser ungido como ‘profetas, sacerdotes y reyes pastores’ en el día de nuestro bautismo, se nos trazó el camino correcto.

-        Somos ‘profetas’ cuando proclamamos palabras de vida y de verdad que denuncian lo que destruye el Reino y anuncian todo lo que lo construye.

-        Somos ‘sacerdote’ cuando participamos de todas las ofrendas que hacen grupos y pueblos de su fraternidad alegre.

-        Somos ‘reyes-pastores’ cuando nos constituimos en asociaciones, comunidades y sociedades vivas, equitativas, participativas, creativas y solidarias de una humanidad reconciliada entre sí, con los demás, la naturaleza y Dios.

b)     Podemos ser sacerdotes y sacerdotisas de nuestro pueblo sin más poder ni privilegio que los de cumplir con el mandato que nos da de encaminarlo en su tarea irrenunciable de construir y ofrecer el Reino.

2.      Todos somos sacerdotes como Jesús

a)     Como Iglesia somos el ‘Cuerpo sacerdotal’ de Jesús.

b)     Puede ser que unos y unas sean encargados de esta dimensión sacerdotal, pero no pueden ser detentores de poderes exclusivos ni de privilegios de clase ni ser intermediarios obligados para relacionarnos con Dios. Eso era la Antigua Alianza que terminó con Jesús.

c)      Si las Comunidades nombran personas para ejercer un servicio sacerdotal, se encargarán de lo que nos dejaron las primeras comunidades al realizar la fracción del pan:

-        Anunciar que la muerte de Jesús fue su máxima solidaridad con el Reino comenzado a partir de los pobres.

-        Recordar la vida de Jesús como una ofrenda agradable a Dios, un acto sacerdotal único e irrepetible.

-        Continuar la obra del Reino como compromiso absoluto de los seguidores de Jesús.

-        Celebrar la resurrección de Jesús y la presencia del Padre en nuestros pequeños y grandes logros de nuestra existencia cotidiana.

-        Agradecer a Dios por habernos elegido para tal noble tarea…

d)     Como en la oración eucarística de nuestros templos, todos varones y mujeres estamos llamados a

-        ‘Anunciar la muerte de Jesús’ en todas las muertes injustas de los que trabajan por un mundo de fraternidad, de justicia y de fe;

-        Proclamar la resurrección de Jesús tanto en las personas, los grupos y los pueblos que nacen a una vida nueva como en la naturaleza respetada, defendida y promovida como se lo merece;

-        Invocar al Espíritu para que siga animando desde dentro la entrega generosa de la vida hasta la muerte, el crecimiento en dignidad, valentía y alegría de los creadores de una nueva humanidad, o sea, el Reino que avanza hacia su plenitud.

CONCLUSIÓN

Ese es la clase de sacerdotes, de seguidores, de pueblo y de Humanidad que quiere Dios. Eso fue el ejemplo y el camino de Jesús: ser un Reino de fraternidad universal. Nos toca continuarlo individual y colectivamente… con la fuerza del Espíritu. Como Jesús somos sacerdotes de Dios y de nuestro Pueblo. Ese es el culto inaugurado con Jesús en la Nueva Alianza y ofrecido en la cruz. Somos los herederos dichosos de tal proyecto humano y divino a la vez. No se detendrá porque tiene la fuerza de Dios.

2ª parte: EL EJERCICIO DEL SACERDOCIO BAUTISMAL EN LAS CEBs

            Voy a hacer una reflexión sobre el ministerio sacerdotal en las CEBs. Pues, la crisis en nuestra Iglesia proviene principalmente de las actuales formas de ejercer el ministerio sacerdotal. Al participar de las CEBs, hemos descubierto, los sacerdotes, otra manera de vivir este servicio, aprendiendo a ser uno más, que tiene mucho que aprender de sus propias hermanos y hermanos. La CEBs son sacramento del Reino tanto en la Iglesia como en la sociedad: germen y semilla de la Iglesia de los pobres y de una sociedad más fraterna, justa y cuidadora de la vida. Juntos con los miembros de las CEBs somos sacerdotes del Dios de la Vida.

            Me pregunto: ¿puede nacer desde las CEBs un nuevo tipo de sacerdote que viva de otra manera su sacerdocio y ejerce con nuevas expresiones los sacramentos de la Eucaristía y el perdón?... que los seglares no pueden ejercer hasta aquí. A partir de mi experiencia, doy una respuesta positiva y me voy a explicar.

            Entiendo que me meto en un terreno movedizo y ciertamente polémico… pero pienso que mis reflexiones no son las primeras ni mis experiencias las únicas. Juntos estamos abriendo caminos para toda la Iglesia, para el servicio del Reino y la mejor gloria de Dios.

A. LA CRISIS SACERDOTAL

1.      Antecedentes

a)     Jesús fue un laico. La carta a los Hebreos lo reconoce sacerdote y sumo sacerdote: toda su vida fue un acto sacerdotal cuya culminación fue su entrega en la cruz. Jesús fue ‘sacerdote’, no a la manera de los sacerdotes de su época, sino a la manera de Melquisedec, “sacerdote del Altísimo y rey de Salén” (Jerusalén) que ofreció a Abraham “pan y vino” al que el mismo Abraham le pagaba tributo (Génesis 14,19-20).

b)     En Hechos y las Cartas, no aparece la palabra ‘sacerdote’ aplicada a los ministros cristianos: no podían identificarse con los sacerdotes del templo que habían colaborado con la muerte violenta de Jesús, es decir su asesinato. Aparece más bien el sacerdocio en su dimensión comunitaria (1 Pedro 2,9-10) y con el calificado de ‘presbíteros’ (como en el Concilio Vaticano 2°) en la trilogía obispos-presbíteros-diáconos.

c)      El Concilio Vaticano 2° aparece la novedad que el primer sacerdocio es el de los bautizados, el “sacerdocio común de los fieles” como se lo llama, y no el sacerdocio ordenado. Y se indica que este sacerdocio ministerial u ordenado está al servicio del sacerdocio de los bautizados como su garante o garantía. Como sacerdotes ordenados somos la expresión sacramental visible, la confirmación del sacerdocio común de los fieles.

2.      Las desviaciones sacerdotales actuales de los ministros ordenados.

a)     En vez de servicio, el sacerdocio ordenado ha pasado a ser un poder dominador y en muchos casos una dictadura, en particular en las parroquias. Lo vivimos en carne propia como CEBs perseguidas.

b)     En vez de igualdad, el sacerdocio se ha vuelto separación: de un lado los fieles y del otro el clero, formando una división y oposición bien poca evangélica.

c)      En vez de ser una evangelización liberadora al servicio del Reino, el ministerio sacerdotal se ha vuelto en la mayoría de los casos el gran negocio de los sacramentos que copa todo el tiempo de muchos sacerdotes.

d)     Al tener la exclusividad de la Eucaristía y del perdón, el sacerdocio ha incursionado en lo sagrado y lo mágico. El sacerdote tiene la capacidad exclusiva de transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo… cuando es más bien la invocación al Espíritu Santo que hace posible tal ‘consagración’. Y se crea el espacio de lo sagrado opuesto a lo profano, como si hubiera 2 niveles en la creación: este mundo y, aparte, otro mundo. Hay un solo mundo, una sola historia de la salvación y todo es sagrado porque todo es (menos la maldad) presencia de Dios.

e)      En cuanto al perdón, tiene una historia tumultuosa desde la práctica de las primeras comunidades, el invento de la confesión individual con los monjes irlandeses y los confesionarios del siglo pasado (y todavía del actual). “Confiésense unos a otros sus pecados, decía Santiago (5,16) …

f)      No hablaremos del celibato sacerdotal, invención eclesiástica del principio del 2° milenio y que aparece ahora no solamente bastante fuera de foco sino totalmente desvaluado con los escándalos de pederastia y homosexualidad sacerdotales de estos últimos tiempos.

Conclusión: Con tal ejercicio del sacerdocio hemos regresado al sacerdocio del Antiguo Testamento que Jesús no asumió ni los autores del Nuevo Testamente ni las primeras Comunidades cristianas.

B. UNAS EXPERIENCIAS “SACERDOTALES” EN LAS CEBS DE NICARAGUA

1.      ‘Ministros de la fracción del pan’.

a)     La expresión es mía y de ahora, pero se refiere a unas prácticas ‘sacramentales (¿?)’ que se hicieron costumbre en la parroquia de Nicaragua (y seguramente en otros países), donde estuve durante 8 años en el Vicariato de Bluefields, en la Costa del Caribe.

b)     Era una parroquia inmensa: 130,000 habitantes organizados en unas 130 comunidades, cuyo centro urbano tenía unos 15,000 habitantes. Era el único sacerdote con 4 religiosas y 4 diáconos y unos 3,000 ministros o servidores. Los ministerios o servicios eran 27 diferenciados… Los ministerios, la mayoría en equipo, se repartían en ‘eclesiales, sociales y cívicos’…

c)      En la ciudad había 8 sectores animados por un equipo de ministros. Luego se podía visitar en carro a unos 30 poblados con sus equipos de ministros. Finalmente visitaba una vez al año, a caballo, a pie o en bote unos 90 caseríos igualmente con sus equipos de ministros que se reunían todos los domingos y preparaban todos los sacramentos.

d)     Nació la necesidad de celebrar en las Comunidades los principales días de la Semana Santa y en particular la cena del jueves santo. ¿Cómo hacer? Respuesta: ¿cómo hiciera Jesús si estuviera hoy? Con los elementos comunes de una comida de fiesta: chicha y tortilla o café y pan de yuca… ¿Qué decir? Recordar lo que dijo e hizo Jesús… recordar también las comidas de hacían nuestros antepasados mayas… recordar todas nuestras comidas… e incluir el lavatorio de los pies. ¿Quién va a presidir? El responsable de las celebraciones dominicales…

e)      Y así se comenzó a hacer: la celebración de la Cena del Señor… no sólo en Semana Santa, sino también en momentos especiales de la Comunidad: la Navidad, la fiesta de la Comunidad, el aniversario de su fundación… con un folleto orientador. Al comunicar esto al obispo, no hizo ningún comentario: dejó hacer porque todo el Vicariato era organizado en una línea pastoral liberadora con miras a y desde las CEBs.

f)      ¿No será esto el inicio del ejercicio bautismal del ministerio sacerdotal desde los laicos de las CEBs? Una nueva forma de sacerdocio reconocido, ‘ordenado’, confirmado y una nueva forma de celebrar la Eucaristía…

2.      El ministerio del perdón

a)     Varias veces, en la misma parroquia, frente a la imposibilidad mía de atenderlos, unos agonizantes pidieron reunirse con el equipo de ministros de la Comunidad para pedir perdón y para que les perdonen o les hagan ‘sentir el perdón de Dios’.

b)     ¿Cómo hacer, qué decir, por quiénes? Resultado: Una celebración de la palabra con tema del perdón por un “equipo de reconciliación”, la ‘confesión’ del agonizante o enfermo grave, el perdón del equipo imponiendo juntos las manos y rezando el final del ‘yo confieso’, la unción con el óleo de los enfermos por el animador de dicho equipo…

c)      Esta práctica se multiplicó rápidamente. Al enterrarse el obispo dijo: “Esto está prohibido por el derecho canónico”. Respuesta mía: “Bueno, monseñor, usted se lo dirá personalmente al consejo parroquial”. El obispo nunca se lo dijo (a lo menos mientras estuve de párroco).

d)     ¿No será esto el inicio de una nueva manera de vivir el sacramento del perdón?

C. EL CASO DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR

a)     Recordemos primero lo que dijo el papa Juan Pablo 2° en su visita al Perú (Cusco) por el año 1985: “La religiosidad popular puede ser liberadora”.

b)     También se puede mirar la religiosidad popular como el espacio sacerdotal -bautismal, común- de los seglares (cada vez menos por la invasión y el control ejercido por el clero). Es el lugar donde se relacionan directamente con Dios (y donde Dios se relacionan directamente con ellos), donde se presentan como “ofrenda agradable a Dios” (Romanos 12,1), donde expresan su espiritualidad laical como profetas y profecía, sacerdotes y sacerdocio, y reyes-pastores y reinado de Dios “bebiendo en su propio pozo” …

c)      El desafío es cómo combinar y unificar este ministerio sacerdotal de los seglares con los anteriores analizados.

CONCLUSIONES

1.      Tal vez hay que dejar de pensar los sacramentos -en este caso, el sacerdocio y el perdón- tales como existen actualmente.

2.      Hay que valorizar la religiosidad popular a su justo precio con todas sus implicaciones liberadoras y sacerdotales.

3.      Reafirmarnos que las CEBs, como Iglesia de los Pobres, inventamos una nueva forma de ser Iglesia en la base… sin ya imponer esto a todos los bautizados, pero sí cuestionar con propuestas alternativas la actual situación eclesiástica.

4.      Profundizar el sentido cristiano-evangélico del sacerdocio y del perdón, desde las prácticas de las CEBs.

5.      Conocer, en otros países latinoamericanos, las experiencias parecidas a las 2 presentadas aquí.

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