S E G U I R
A J E S Ú S (2)
ENTRAR EN EL
MOVIMIENTO DE JESÚS
Reflexión – Espiritualidad - Compromiso
JESÚS ES
COMPAÑERO NUESTRO DE CAMINO.
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3ª etapa : LA
BUEN NOTICIA SOBRE
DIOS.
HEMOS TERMINADO LA 2ª ETAPA
Hasta
ahora hemos visto cómo Jesús decidió cómo iba a ser su camino: Impulsado por el Espíritu a ser fiel al Padre, Jesús fue
enviado a los pobres para ayudarles a recuperar una vida digna en todas sus
dimensiones. Nos ha de llamar la atención que Jesús no vino por asuntos
directamente religiosos, sino humanos. Se nos ha aclarado que no vino:
-
Ni para
traernos un programa religioso,
-
Ni para
darnos definiciones de quién es Dios,
-
Ni para
precisarnos reglas de moral,
-
Ni para organizar
grandes liturgias…
Más bien nos viene a revelar:
-
¡Cuánto
nos ama Dios y qué espera de nosotros!
-
Cómo hay
que vivir el Reino de Dios en esta tierra,
-
A
quiénes ir con preferencia,
-
Como ser
una comunidad signo y presencia del Reino…
Vamos a profundizar ahora qué nos anuncia Jesús sobre Dios.
BIENVENID@S A ESTA 3ª ETAPA
Lo primero que vamos a escuchar
de los labios de Jesús por los caminos de Galilea es una Buena Noticia sobre
Dios. La necesitamos todos. La necesita el mundo. La necesita la Iglesia. Entre
tantas noticias malas vamos a conocer la agradable noticia de un Dios bueno, cercano, amigo del ser humano y
salvador de nuestras vidas, con nosotras/os.
Jesús no define quién es Dios
sino que, mediante imágenes, nos dice cómo actúa Dios y qué espera de
nosotras/os. Vamos a profundizar sobre las parábolas
más conmovedoras de Jesús sobre su Padre, las que más trabajó en lo hondo de su
corazón. Seguramente también fueron las que más repitió de una y otra manera y
las que más impacto provocaron en sus seguidoras y seguidores. Serán las que
iremos profundizando en esta 3ª etapa.
- El padre bueno (Lucas 15,11-32).
Es la parábola más entrañable
de Jesús: ¿quién no la conoce? Se la llama erróneamente “del hijo pródigo’.
Dios es este padre naturalmente bueno que ofrece siempre acogida y perdón a
todos quienes se lo piden. Esta parábola bien entendida puede transformar de
raíz nuestra relación con Dios y nuestra convivencia con los demás.
- Dios busca a los
perdidos
(Lucas 15,1-7).
La mayor alegría de Dios
consiste en buscar a los “perdidos” hasta encontrarlos: tanto los que no hallan
el camino acertado de su vida como los que lo rechazan. Cuando nos sentimos o
estamos perdidos, Dios nos está buscando hasta encontrarnos. Cuando nosotros
rechazamos a alguien que catalogamos como indeseable o perdido, Dios lo está
buscando con amor y nos busca también a nosotros para que rectifiquemos, porque
nadie está perdido definitivamente.
- Dios es buenos con todos (Mateo 20,1-15).
La bondad insondable de Dios
está por encima de nuestros esquemas y cálculos. No estamos calificados para
poner límites ni cuestionamientos a su
bondad. Hemos de dejar a Dios ser bueno con todos… y saber manifestar que él es
así. Esto se llama ‘convertirnos’ a Dios.
- Dios escucha a los que
confían en su misericordia (Lucas 18,9-14ª).
Dios es compasión infinita.
Ante él hemos de aprender a vivir, no presentando nuestros méritos, sino
invocando su misericordia. Esta es la oración que siempre nos justifica: “¡Oh
Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”.
¡Aprendamos a saborear
estas parábolas para mejor hacerlas vida en nuestra vida!
Tema 12 :
EL PADRE BUENO.
Motivación inicial
Vamos ahora a profundizar sobre
la parábola más conocida y más cautivadora de Jesús. En ella Jesús nos invita a
su experiencia de un Dios sumamente bueno que ofrece siempre su acogida y su
perdón a todos y que busca sin cesar a los que están perdidos hasta encontrarlos.
Si la interiorizamos bien, esta parábola puede transformar nuestra relación con
Dios y nuestras relaciones con los demás.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
- Motivación
Me voy evaluando cuánto confío en la misericordia de Dios, en
particular conmigo.
- Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 14, 11-32: El
Padre bueno.
- Profundización de la lectura bíblica:
-
Introducción. Conocemos esta parábola como la del “Hijo
pródigo”, del hijo perdido, título que no abarca el corazón del mensaje deseado
por Jesús. De hecho, ¿quién es el verdadero protagonista de la parábola? ¿Qué
títulos le podría poner y por qué?
-
La actuación del hijo menor. ¿Por qué motivos se marcha de la casa el hijo
menor? ¿En qué consiste su verdadero error o pecado? ¿Sabría yo actuar con el
padre de la parábola con hijos que actuaran como el hijo menor de la parábola?
-
Consecuencias de una vida desordenada. La parábola describe con
detalle la vida de humillación y soledad del hijo menor lejos de la casa
familiar. ¿Cuáles son los rasgos principales de su nueva situación?
-
Reacción del hijo menor. Un día, este decide regresar a la casa de su
padre: ¿cuáles son los distintos pasos que da para lograr regresar donde su
padre? ¿Qué me parece lo más importante de este proceso? ¿Será una decisión tan
fácil de tomar?
-
Acogida sorprendente del padre. Frente a la llegada de su
hijo, ¿cuáles son las varias actuaciones de su padre? ¿Cuál es la actuación que
más me llama la atención y por qué? ¿Con qué palabras justifica el padre su
actuación? ¿Qué me dicen a mí estas palabras?
-
Rebeldía del hijo mayor. Según mi parecer, ¿por qué motivos rechaza el
hijo mayor, por una parte, de participar en la fiesta y, por otra, de hacer
caso a su padre: Envidia a su hermano menor, miedo a perder la herencia,
desconfianza en el padre…? ¿Qué pienso de un hijo que ‘obedece’ en todo a su
padre, pero no sabe ‘amar’ ni a su padre ni a su hermano?
-
Bondad del padre con el hijo mayor. ¿Qué quiere lograr el padre
con su hijo mayor? ¿Por qué la decisión del padre en “hacer fiesta” con todos,
más allá de los de la casa? ¿Imagino a Dios organizando un banquete con mucha
comida, música, baile… con todos sus hijos e hijas por el único motivo de que
los ‘perdidos’ han vuelto a ‘encontrarse’ con él y con todos? ¿Cómo me siento
incluido dentro de esta fiesta desde ya?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “DIOS OFRECE SIEMPRE SU PERDÓN”.
Algunos la siguen llamando
“parábola del hijo pródigo” o derrochador, pero el verdadero protagonista del
relato es el padre bueno que tiene problemas para mantener unida a su familia.
Unas veces porque el hijo menor se marcha de casa para vivir su aventura; otras
porque el hijo mayor no quiere recibirlo cuando vuelve. ¿Será esta la tragedia
de la humanidad? ¿Será Dios el misterio de un padre que busca con amor
construir una familia humana feliz?
Jesús conocía bien los conflictos
que se vivían en las familias de Galilea: discusiones entre padres e hijos,
deseos de independencia de algunos, rivalidades entre hermanos por los derechos
de herencia. Cuando Jesús comienza su relato todos saben de qué está hablando.
“Un padre tenía 2 hijos…”. El
conflicto surge cuando el hijo más joven plantea una exigencia insólita: “Dame
la parte de la herencia que me corresponde”. El padre no dice nada, respeta la
sinrazón de su hijo y les reparte los bienes. Los campesinos que los oyen
tuvieron que quedar desconcertados: ¿qué clase de padre es este que no impone
su autoridad? ¿Cómo puede consentir la desvergüenza de un hijo que le pide
repartir su herencia antes de morirse? ¿Cómo un padre puede perder así su
dignidad?
Repartida la herencia, el joven
se desentiende de su padre, abandona a su hermano y se marcha a “un país
lejano”. Pronto una vida desquiciada lo lleva a la destrucción. Sin recursos
para defenderse de un hambre severa, solo en un medio de un país extraño, sin
familia ni protección alguna, termina como esclavo de un pagana cuidando
cerdos. Su degradación no puede ser mayor: sin libertad ni dignidad alguna,
llevando una vida infrahumana en medio animales impuros, sin poder alimentarse
ni siquiera de las algarrobas que comen los puercos que cuida.
Al verse en una situación tan
desesperada, el joven reacciona. Recuerda a la casa de su padre donde abunda el
pan: aquel es su hogar. No puede seguir por más tiempo lejos de su padre. Su
decisión es firme: “volveré a casa de mi padre”. Reconocerá su pecado. Ha
perdido todos sus derechos de hijo, pero tal vez consiga ser contratado como
jornalero.
La acogida del padre es insólita.
Jesús la describe con rasgos inolvidables. Aquel padre que lo había visto
marcharse de casa con tristeza, nunca lo ha olvidado. El hijo podrá volver a
casa en cualquier momento sin temor alguno. Cuando un día lo ve acercarse
hambriento y humillado, al padre se le conmueven las entrañas, “sintió compasión
por él, perdió el control y corrió al encuentro de su hijo.
La escena es increíble. Jesús la
recreó sin duda más de una vez n su corazón desde la experiencia de la bondad
de Dios. El padre le abraza con ternura sin dejar que se eche a sus pies; le
besa efusivamente sin temor a su estado de impureza. Este padre no actúa como
el patrón y patriarca de una familia de Galilea: esos abrazos y besos
entrañables delante de todo el pueblo son los gestos de una madre. Interrumpe
la confesión de su hijo para ahorrarle más humillaciones. Ya ha sufrido
bastante. No necesita más explicaciones para acogerlo como hijo.
No le impone castigo alguno. No
le exige un ritual de purificación. No le parece sentir ni siquiera la
necesidad de manifestarle con palabras su perdón. No hace falta. Nunca ha
dejado de amarlo. Siempre ha buscado su felicidad. El mismo se preocupa ahora
que su hijo se sienta bien. Le regala el anillo de hijo, el mejor vestido de la
casa y las sandalias de hombre libre. Matarán al novillo cebado. Habrá un
banquete para todo el pueblo, y música y baile en la plaza. El hijo ha de
conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que
buscaba entre prostitutas paganas. A padre se le ve feliz. Todo está más que
justificado, porque “este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había
perdido y lo hemos encontrado”. Por fin podrán vivir en familia de manera digna
y dichosa.
Desgraciadamente falta el hijo
mayor. Llega del campo al atardecer. Un día más ha cumplido su trabajo. Al oír
“la música y el baile” queda desconcertado. No entiende nada. La vuelta del
hermano no le produce alegría como a su padre, sino rabia. Irritado se queda
fuera, sin entrar en la fiesta. El padre sale a invitarlo con el mismo cariño
con que ha salido al encuentro del hijo llegado de lejos. No le grita ni le da
órdenes. Al contrario, de nuevo como una madre le suplica una y otra vez que
entre a disfrutar de la fiesta.
Es entonces cuando el hijo mayor
explota y deja al descubierto su ira. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes
del padre como un esclavo, pro no ha sabido disfrutar de su amor como un hijo.
Tal vida su vida de trabajo sacrificado ha endurecido aún más su corazón. Nunca
se ha marchado de casa, pero nunca ha vivido en familia; si su padre le hubiera
dado un cabrito, habría organizado una fiesta, no con él, sino con sus amigos.
Ahora no sabe sino humillar a su padre tachándole de ingrato y poco generoso
(“no me has dado ni siquiera un cabrito”) y denigrar a su hermano denunciando
su vida libertina (“ha malgastado tu patrimonio con prostitutas”). Este hijo
sabe “obedecer órdenes”, pero no sabe “amar”. No entiende el amor de su padre
hacia aquel miserable. Él no acoge ni perdona.
El padre le habla con ternura
especial. Desde su corazón de padre él ve las cosas de manera diferente. Aquel
desgraciado que ha llegado de lejos no es un depravado sino “tu hermano”, un
hijo “que estaba muerto y que ha vuelto a vivir”. Y él mismo, que no quiere
entrar en la fiesta, no es un esclavo, sino un hijo querido que puede vivir
junto a su padre, disfrutando y compartiendo todo con él. El deseo más hondo de
su corazón de padre es ver a sus hijos sentados en la misma mesa compartiendo
amistosamente un banquete festivo.
Jesús interrumpe aquí su relato.
¿Qué sintieron los que escucharon por vez primera este relato? Ciertamente no
era esto lo que escuchaban en el templo ni en las sinagogas. ¿Es posible que
Dios sea así? ¿Como un padre que no se guarda sus bienes para sí mismo, que
respeta totalmente el comportamiento de sus hijos, que no anda obsesionado por
su moralidad, que sólo busca para ellos una vida digna, fraterna y feliz? ¿Será
esta la mejor metáfora de Dios: un padre acogiendo con los brazos abiertos a
los que andan “perdidos” y suplicando a quienes lo escuchan que se acojan
mutuamente como hermanos? ¿Será esto el “reino de Dios”? ¿Un padre que quiere
conducir la historia humana hacia una fiesta final donde se celebra la vida, el
perdón y la liberación definitiva de todo lo que esclaviza y degrada al ser
humano?
Jesús habla de un banquete
abundante para todos, habla de música y de baile, de hijos perdidos que desatan
la ternura de su padre y de hijos llamados a acogerse. ¿Será esta la Buena
Noticia de Dios? ¿Qué sintieron los padres que habían cerrado para siempre las
puertas a sus hijos escapados de casa para vivir su propia aventura? ¿Qué
experimentaron los que llevaban años lejos de Dios, al margen de la Alianza?
¿En qué pensaron los que vivían cumpliendo fielmente los mandatos de la ley,
pero despreciando a pecadores, recaudadores, prostitutas, e indeseables? ¿Y qué
sentimos nosotros, seguidores de Jesús, que estamos escuchando esta parábola
salida de su corazón? ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- ¿Cómo evaluamos nuestra confianza en la
misericordia de Dios, en particular nosotras/os mismos?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 14, 11-32: El Padre bueno.
- ¿Por qué se llama aquí esta parábola como
la del “Padre buenos” y no la del ‘Hijo pródigo’?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿En qué aspectos me
impacta más está parábola del padre bueno?
- Compromiso: ¿Qué tengo que cambiar
para adecuarme mejor a la actitud de este padre bueno?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien dice:
Escuchemos nuevamente el relato de la
decisión del hijo menor de regresar a casa de su padreen los versículos 17-20. Recordemos
en silencio los momentos en que nos hemos alejado de Dios. Repitamos entre
todos: “Volveré dónde mi padre y le diré: ‘He pecado contra Dios y contra ti’”.
Luego escuchamos el relato de
la acogida del padre con su hijo menor: vv. 20b-24. Recordemos
en silencio los momentos en que hemos sentido la acogida y el perdón de Dios.
Digamos entre todos:
“Este hijo mío estaba muerto
y ha vuelto a la vida;/
estaba perdido y lo hemos
encontrado”/.
-
Alguien lee la siguiente oración: Repetiremos luego alguna
parte que nos ha llamado la atención.
Dios mío, a veces pienso que
todo cambiaría en mi vida si te sintiera como mi mejor amigo.
En el fondo mío estoy seguro
de que eres más humano,
Más comprensivo y más bueno
que todo lo que me han dicho.
¡Qué alegría si no tuviera
esta especie de miedo que me distancia de ti!
Padre bueno, graba bien en mi
corazón que tú sientes sólo amor hacia mí.
Que no se me olvide nunca que
me aceptes tal como soy,
Que perdonas mis pecados y
que me quieres aun cuando no cambio.
¡Qué suerte que seas así!
A veces pienso que mi gran
pecado es no terminar de creer en ti y en tu amor.
¿Por qué no confío más en tu
bondad y en tu fuerza salvadora?
¿Dónde podría yo refugiarme
con mis debilidades y cobardías, sino en ti?
Dios de los débiles y los
pequeños, nadie puede entenderme mejor que tú.
…
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 13 :
DIOS BUSCA A
LOS ‘PERDIDOS’.
Motivación inicial
Todos estamos envueltos en la
vida y el amor de Dios: él cuida de cada una y cada uno de nosotras y nosotros.
Su mayor alegría consiste en buscar hasta encontrar a quienes viven “perdidos”
sin poder dar con el camino acertado. En la parábola Jesús nos quiere hacer
entender que, cuando estamos perdidos, Dios está más cerca que nunca de
nosotros. Y cuando nosotros damos a alguien por ‘perdido’ Dios lo está buscando
más que nadie, hasta encontrarlo…
1ª parte:
PROFUNDIZACIÓN PERSONAL.
A. UBICARME
Decirse cómo se siente al
comenzar esta reunión.
B. ME DEJO INTERPELAR POR JESÚS
- Lectura de la Palabra de
Dios.
Lucas 1,1-7: Alegría por la oveja encontrada.
- Acercamiento al texto de
hoy y aplicación a mi persona
-
Los que se acercan a oír a Jesús. La ley lo definía todo:
quién era justo delante de Dios y quién era pecador, con mucha discriminación
para los pobres. ¿Quiénes mayoritariamente se acercaban a Jesús? Según mi
parecer, ¿por qué se acercaban los ‘pecadores’ y los ‘indeseables’ a escuchar a
Jesús?
-
Los que murmuran contra Jesús… son los fariseos y maestros
de la ley que interpretaban las leyes según sus intereses. ¿Por qué les molesta
la actuación de Jesús? Y yo, ¿me siento en confianza con Jesús?
-
La parábola… que llamamos de “la oveja perdida”.
¿Corresponde este título al mensaje de la parábola? ¿Qué título le podría
poner? ¿He sentido esta cercanía de Dios conmigo? ¿En qué circunstancias?
-
La pregunta inicial de Jesús. ¿A quién se dirige Jesús? ¿Por qué motivos
será? Con esta parábola, ¿siento que Jesús se dirige también a mí?
-
Las actuaciones del pastor. Reviso como actúa el pastor con la oveja
perdida. ¿Qué me parece el comportamiento del pastor de la parábola tal como lo
presenta Jesús? Generalmente damos poca importancia a los que se pierden… ¿Qué
significado saco de estas actuaciones del pastor?
-
Conclusión: la alegría compartida y celebrada. ¿Responde esta conclusión de
Jesús a las críticas de los fariseos y maestros de la ley? ¿Qué me enseña a mí
esta parábola?
Puedo hace un momento de
oración.
C. LEO EL COMENTARIO: “Dios busca a los perdidos”.
Jesús no sólo habla de un Dios
bueno, cercano y acogedor, siempre dispuesto a perdonar y ofrecer una vida
digna y dichosa, sino que él mismo es una parábola viviente de ese Dios. Movido
por el Espíritu, es el primero en acercarse a los pecadores y gentes
indeseables, interesarse por su vida y sentarse con ellos en la mesa.
Los evangelios hablan de
distintos grupos a los que Jesús acogía amistosamente. Están en primer lugar
los “pecadores”: son los que no cumplen la ley, rechazan la Alianza y viven
lejos de Dios, sin dar señales de arrepentimiento; los dirigentes religiosos
los consideran excluidos de la salvación.
Junto a este conjunto de personas
se habla más en concreto de los “publicanos” o recaudadores de impuestos; su
trabajo es considerado por todos como una actividad propia de ladrones y gente
poco honrada, que viven robando y sin devolver lo robado a sus víctimas; no
tienen perdón, son despreciados por todos. Como veremos más tarde, Jesús acoge
también a las “prostitutas”, un grupo de mujer de pueblo, vendidas a veces como
esclavas por su propia familia, y humilladas por todos. Estas gentes
constituyen el desecho de la sociedad, los “perdidos” y “perdidas” de Israel.
Lucas nos dice que “los
publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle”. Seguramente muchos de
ellos lo escuchaban conmovidos. No era esto lo que oían en los encuentros de
las sinagogas ni en las celebraciones del templo. Sin embargo ellos necesitaban
a este Dios bueno y acogedor. Si Dios no les comprende y perdona, ¿a quién van
a acudir?
Sin embargo a los maestros de la
ley y a los sectores fariseos no les agrada el comportamiento de Jesús. Su
acogida amistosa a esta gente pecadora les parece un escándalo intolerable. Lo
que más les irrita es que acoja a los “pecadores” y que “coma con ellos”. La
actuación de Jesús es insólita. Ningún profeta había hecho algo parecido. ¿Cómo
puede un hombre de Dios aceptar a los pecadores y pecadoras como amigos, sin
exigirles previamente algún signo de arrepentimiento?
La actitud de estos maestros de
la ley es diametralmente opuesta. Un hombre piadoso no debe mezclarse con
pecadores. Hay que aislar a los transgresores de la ley. Hay que separarlos de
la comunidad santa de Israel. No son dignos de convivir con los que son fieles
a Dios. ¿Por qué Jesús parece despreocupare de los que cumplen la ley y se
dedica tanto a un grupo de perdidos y perdidas?
Jesús les respondió con una
parábola sorprendente. Quería grabar bien en el corazón de yodos algo que
llevaba muy adentro: los “perdidos” le pertenecen a Dios. Él los busca
apasionadamente y, cuando los recupera, su alegría es incontenible. Todos
tendríamos que alegrarnos con él. También los fariseos y maestros de la ley.
Jesús comienza esta vez su
parábola con una pregunta: Imagínense que son un pastor, tienen cien ovejas y
se les pierde una, ¿nos dejarían las noventa y nueve “en el desierto” para ir a
buscarla hasta dar con ella? Los oyentes dudarían bastante antes de
responderle. ¿No es una locura arriesgar así la suerte de todo el rebaño? ¿Es
que la oveja vale más que las noventa y nueve?
Jesús sin embargo les habla de un
pastor que actúa precisamente así. Al hacer el recuento acostumbrado al
atardecer, descubre que le falta una oveja. El hombre no se entretiene en
razonamientos y cálculos de sentido práctico. Aunque esté perdida la oveja le
pertenece. Es suya. Por eso no duda en salir a buscarla, aunque tenga que
abandonar de momento las noventa y nueve.
El pastor no para hasta encontrar
a su oveja. Su corazón no lo deja descansar. Y cuando da con ella, le sale
desde dentro un gesto lleno de ternura, y de cuidado amoroso. Co alegría pone a
la oveja, cansada y tal vez herida, sobre sus hombros alrededor de su cuello, y
vuelve a su majada. Al llegar convoca a sus amigos pastores y les invita a
compartir su dicha: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se
me había perdido!”.
San Lucas concluye su parábola
con estas palabras: “Les asegura que también en el cielo -es decir, en Dios-
habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse”. Dios es así. No sólo busca apasionadamente
al que está perdido sino que celebra jubilosamente el encuentro en el misterio
de su corazón.
Los fariseos y maestros de la ley
deberían entender aquellas comidas alegres y festivas que Jesús celebra con los
pecadores. Él ha venido de Dios a “buscar y salvar lo que estaba perdido”
(Lucas 19,10). ¿Cómo no entienden que viva acogiendo a los pecadores,
recaudadores y prostitutas? ¿Cómo no entienden su alegría al poder encontrarse
con ellos en torno a una mesa? Todo el pueblo debería sumarse a su alegría,
pues nace de la alegría del mismo Dios.
La parábola es breve pero su
mensaje es de gran hondura. ¿De verdad puede este pastor ser una metáfora de
Dios? Hay algo que todos los que escuchan a Jesús han de reconocer: los humanos
son criaturas de Dios, le pertenecen a él. Y ya se sabe lo que uno hace para no
perder algo suyo que aprecia de verdad. Pero ¿puede Dios sentir a los
“perdidos” como algo suyo y tan querido?
Tal vez algunos de los que oían a
Jesús recordaban lo que había dicho el profeta Ezequiel seis siglos antes: en
el pueblo de Dios hay ovejas sin pastor; ovejas “débiles” a las que nadie
conforta; ovejas “enfermas” a las que nadie cura; ovejas “heridas” a las que
nadie venda. Hay también ovejas “descarriadas” a los que nadie se acerca y ovejas
“perdidas” a las que nadie busca. Pues bien, así dice el Señor: “Yo mismo
buscaré a la oveja perdida, traeré a la descarriada, curaré a la herida,
fortaleceré a la enferma” (34,16). Ahora pueden ver en Jesús, con sus
actuaciones y sus palabras, está encarnando en su vida a ese Dios que busca a
los perdidos.
La parábola se convierte así en
una llamada a cambiar. Si Dios no rechaza a los “perdidos”, sino que los busca
apasionadamente, y si Jesús, lleno del Espíritu de Dios, los acoge y come con
ellos… ¿no tendremos que cambiar radicalmente algunas de nuestras posturas?
¿Seguiremos discriminando, condenando y despreciando a los que a nosotros nos
parecen “perdidos”? ¿A quién queremos seguir? ¿A los fariseos y maestros de la
ley o a Jesús, nuestro único Maestro y Señor?
La parábola tal vez sugiere algo
más. La oveja no hace nada para volver al redil. S el pastor que la busca
incansablemente, la carga sobre sus hombros y la recupera. ¿No está sugiriendo
Jesús que el retorno del pecador no se debe a sus esfuerzos por convertirse,
sino a la iniciativa de Dios que irrumpe en su vida con su misericordia
insondable? ¿Cómo no nos vamos a alegrar con este Dios de amor infinito y
desconcertante? ¿Cómo no vamos a confiar en este Dios cuando nos veamos
perdidos y sin fuerza para transformar nuestra vida? ¿Cómo no vamos a imitar a
Jesús, abriendo nuestros corazones y nuestros brazos a quienes nos parecen
alejados? ”
Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.
2ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO.
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
A. SALUDO: El animador saluda y presenta el
tema con su motivación inicial.
B. ‘VER’: DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
El animador invita a los
presentes a:
-
Decir
cómo se siente cada uno. ¿Ha provocado la última reunión un cambio personal o
algún compromiso?
-
Comuniquemos
alguna experiencia parecida al tema que se va a compartir.
C. ‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA. Lectura de Lucas
1,1-7: Alegría por la oveja encontrada.
- Comentarios sobre la
lectura y aplicación a nosotras/os
-
Los que se acercan a oír a Jesús. La ley lo definía todo:
quién era justo delante de Dios y quién era pecador, con mucha discriminación
para los pobres. ¿Quiénes mayoritariamente se acercaban a Jesús? Según nuestro
parecer, ¿por qué se acercaban los ‘pecadores’ y los ‘indeseables’ a escuchar a
Jesús?
-
Los que murmuran contra Jesús… son los fariseos y maestros
de la ley que interpretaban las leyes según sus intereses. ¿Por qué les molesta
la actuación de Jesús? Y nosotros, ¿nos sentimos en confianza con Jesús?
-
La parábola… que llamamos de “la oveja perdida”.
¿Corresponde este título al mensaje de la parábola? ¿Qué título le podríamos
poner? ¿Hemos sentido esta cercanía de Dios conmigo? ¿En qué circunstancias?
-
La pregunta inicial de Jesús. ¿A quién se dirige Jesús? ¿Por qué motivos
será? Con esta parábola, ¿sentimos que Jesús se dirige también a nosotros?
-
Las actuaciones del pastor. Revisemos como actúa el pastor con la oveja
perdida. ¿Qué nos parece el comportamiento del pastor de la parábola tal como
lo presenta Jesús? Generalmente damos poca importancia a los que se pierden…
¿Qué significado sacamos de estas actuaciones del pastor?
-
Conclusión: la alegría compartida y celebrada. ¿Responde esta conclusión de
Jesús a las críticas de los fariseos y maestros de la ley? ¿Qué nos enseña a
nosotros esta parábola?
- Apoyo del comentario del
tema: “Dios busca a los perdidos”.
¿Qué punto más llamativo del
comentario queremos compartir?
D. ‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal
-
¿Cuándo
nos hemos sentido perdidos, lejos de Dios? ¿Alguien nos tendió la mano para que
saliéramos adelante? ¿Relacionamos esto con el pastor de la parábola?
-
¿Nos
gustaría celebrar con alguien o algunos amigos este reencuentro con uno mismo y
con Dios? ¿Nos pueden ayudar para esta celebración los símbolos traídos?
-
¿Podemos
ser para otros que lo necesiten, este ‘pastor bueno’ de la parábola?
- Compromiso colectivo
-
¿Quiénes
son hoy los perdidos, los discriminados, sean personas individuales o grupos
sociales? ¿Tenemos con ellos los sentimientos parecidos a los del pastor de la
parábola?
-
¿Conocemos
personas o instituciones que trabajan con estas personas rechazadas? ¿Tenemos
contactos con estas personas o instituciones? ¿O los podríamos tener?
-
¿Cómo
nos podemos ayudar para tener con las y los discriminados tanto una mirada
nueva como un acercamiento?
E. ORACIÓN-CELEBRACIÓN COMUNITARIA.
- Se coloca en la mesa los
símbolos traídos por cada una/o y se explica su significado.
- Sugerencias para la
oración
-
Momento
de silencio.
Nos disponemos a rezar.
Escuchamos a alguien que va
leyendo: “El pastor deja a las 99 ovejas en el desierto y va a buscar a la
perdida hasta que la encuentre. Y cuando da con ella se la echa al hombro lleno
de alegría”. Pensemos en este pastor bueno, en la oveja perdida, en la alegría
celebrada. Digamos en nuestro interior:
Dios de paz, a cada una y a
cada uno
Nos miras con infinita
ternura y profunda compasión.
Dios de amor, a cada una y
cada uno
Nos ama y nos buscas con
infinita ternura y profunda compasión.
-
Alguien lee la siguiente oración y luego repetimos una frase que
nos gustó.
Ven, Jesús, a buscarme;
Deja a las 99 y busca la que
se te ha perdido.
Ven, pastor amoroso: busca la
oveja perdida que soy.
Tú puedes encontrar al que
buscas, tomarlo en brazos y llevarlo al redil.
Jesús, búscame, encuéntrame,
acógeme, llévame.
Ven tú mismo conmigo: llévame
sobre tus huellas.
Así habrá liberación en la
tierra y alegría en el cielo.
-
Repetimos frase por frase
Tú, Señor, no puedes soportar
que uno solo de los tuyos se pierda./
Tú vas en busca de nosotros
cuando nos alejamos de ti./
Tú vas en busca de los que
nosotros abandonamos a su suerte./
A los que nadie echa de
menos, tú vas a buscarlos./
Siempre te pierdes entre los
perdidos para encontrarlos./
Señor, nos abandonamos a esta
certeza,
A esta promesa que rompe
nuestros esquemas,
A tu amor lleno de ternura e
imaginación
Porque, en nuestra vida,
hemos sentido tu misericordia y tu fidelidad.
- Padrenuestro. Abrazo de
paz.
D. DESPEDIDA. Se recuerda la casa, el día y la
hora de la próxima reunión.
Tema 14 :
DIOS ES JUSTO
Y BUENO CON
TODOS.
Motivación inicial
Hoy Jesús nos manifiesta que Dios
es bueno con todos nosotros. Pero tenemos que equiparar la bondad con la
justicia: la bondad no puede suplir la justicia, ni la caridad, ni los derechos
humanos. Nosotros los humanos tenemos nuestros propios criterios sobre la
justicia, muchas veces deformados sin que nos demos cuenta. Dios es justo con
todos y bueno y generoso con los necesitados víctimas de la injusticia. La
justicia consiste en dar a cada uno lo que necesita para vivir dignamente.
Jesús quiso dejar claro cuál es la justicia de Dios más allá de nuestros
esquemas y cálculos. Prestemos atención a este tema de la bondad, tan vaciado
muchas veces de… justicia.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
- Motivación
¿Cómo entiendo que la bondad y la justicia son las 2 caras de una
misma moneda?
- Lectura de la Palabra de Dios: Mateo 20,1-15: El
patrón justo con sus trabajadores.
- Profundización de la lectura bíblica:
-
Introducción. ¿Cuál es el mensaje que saco de esta parábola?
¿Da razón de esta parábola su título tradicional de “los obreros de la última
hora”? ¿Cuál título más adecuado podría poner a la parábola?
-
La contratación. ¿Cuántas veces sale el patrono a contratar
trabajadores para su viña? ¿Por qué motivo será esta preocupación de contratar
más y más gentes: que no se pierdan las uvas, por el gran desempleo, por las
necesidades de los trabajadores…?
-
La paga prometida. A cada grupo el patrono promete pagarle: ¿qué
dice exactamente a cada uno de los 5 grupos?
-
La retribución. ¿Por qué el patrono da un denario a cada uno?
¿Por qué responde este pago a una justicia fundamental? ¿Cuál es el derecho de
cada trabajador en cuanto al sueldo? ¿Hubiera sido justicia o bondad dar más a
los primeros?
-
La protesta. ¿Me identifico con la protesta de los primeros
trabajadores? ¿Qué significan mis dudas sobre mi sorpresa por la actitud del
patrono? ¿No pondré primero la justicia matemática antes que los derechos
básicos? ¿No seré como ‘negociante’ con Dios con mis méritos, mis
‘sacrificios’, mis devociones…?
-
La respuesta del dueño. Tomando la mirada de Dios, ¿por qué dice que
es justo el dueño con todos? ¿Por qué da el dueño a unos más de lo que han
merecido? ¿Cuándo entre nosotros la bondad atropella la justicia? De ahora en
adelante, ¿cómo voy a entender mejor y “buscar primero el Reino de Dios y su
justicia” (Mateo 6,33)?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “EL AMOR DE DIOS ROMPE NUESTROS ESQUEMAS”.
Tradicionalmente se la llama
“parábola de los obreros de la viña”, pero el verdadero protagonista es el
dueño. Por eso algunos la llaman hoy parábola del “contratador bueno” o del
“patrono que quería trabajo para todos”. Sin dudas es uno de los relatos más
sorprendentes y provocativos de Jesús. ¿Dejaremos que su mensaje penetre en
nuestros corazones?
Los grandes propietarios, como
este “dueño” de la viña, pertenecían a las clases ricas y pudientes. De
ordinario no vivían en las aldeas pobres de Galilea, sino en Séforis,
Tiberíades o en alguna ciudad importante. Sólo se acercaban a su propiedad
durante la recogida de la cosecha o en las vendimias, para seguir de cerca los
trabajos. Los “jornaleros”, por su parte, pertenecían a las capas bajas de la
sociedad. Muchos eran campesinos despojados de sus tierras, que vivían al día y
sin seguridad alguna. Jesús y sus seguidores los podían ver sentados en las
plazas de los pueblos, esperando que alguien los contratara.
La jornada comenzaba al amanecer
(hacia las 6 de la mañana) y terminaba al caer el sol (en torno a las 6 de la
tarde). Jesús va a comparar el Reino de Dios con lo que sucede en una jornada
de vendimia con el propietario de la viña y sus jornaleros.
Un propietario salió al amanecer
para contratar obreros para su viña”. Así comienza Jesús su relato. El rico
propietario viene el mismo a la plaza del pueblo a primera hora de la mañana.
Se acerca a un grupo de jornaleros, acuerda con ellos el salario de un denario
y los envía a trabajar a su viña. No es gran cosa, pero sí lo suficiente para
responder, a lo menos durante un día, a las necesidades básicas de una familia
campesina. Probablemente los oyentes se sorprendieron. No es normal ve el dueño
de una viña en la plaza del pueblo contratando a los jornaleros. Eso era cosa
de sus capataces o administradores. ¿Quién era ese propietario? ¿Por qué
actuaba así?
El dueño vuelve a la plaza a las
9 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 3 de la tarde. A los que están
“sin trabajo” los contrata. A estos no les habla ya de un denario; les promete
“lo que sea justo”. ¿Cómo le van a exigir nada? Se marchan confiados en lo que
el señor les quiera pagar: probablemente una fracción de denario. Así pensaban
también los que oían la parábola.
El propietario vuelve todavía a
las 5 de la tarde. Sólo faltaba una hora para que termine la jornada. Se
encuentra con un grupo en la plaza que sigue “sin trabajo”. Nadie los ha
contratado. A pesar de que ya no es mucho lo que pueden trabajar, les dice:
“Vayan también ustedes a mi viña”. A estos ni les habla de salario. ¿Qué les
puede pagar?
Los oyentes no pueden entender
este ir y venir del señor para contratar obreros. No es normal ir tantas veces
a la plaza. La contratación se hace a primera hora de la mañana, después de
calcular bien el número de jornaleros que son necesarios. ¿Qué clase de patrono
es este? ¿Por qué actúa así? Nadie sale a contratar obreros a última hora.
¿Está tan urgido por la vendimia? El relato no dice nada acerca de la cosecha.
Sugiere más bien que no quiere ver a nadie sin trabajo. Así les dice a los del
último grupo: “Por qué están así parados todo el día?”.
Llegó la hora de retribuir a los
jornaleros. Había que hacerlo en el mismo día, pues de lo contrario no tendrían
nada que llevare a la boca. Así lo mandaba la ley de Dios: “Le darás cada día
su jornal, antes de ponerse el sol, pues es pobre y de ese salario depende su
vida” (Deuteronomio 24,14-15). El dueño ordena que el pago se haga empezando
por los que acaban de llegar. Entre los jornaleros se despierta una gran
expectación, pues aunque apenas han trabajado una hora, perciben un denario
cada uno. ¿Cuánto les dará a los demás?
La decepción es enorme al ver que
todos reciben un denario, incluso los que han estado trabajando todo el día.
¿No es injusto? ¿Por qué a todos un denario si el trabajo ha sido tan desigual?
Es lo que dicen en su protesta: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y
les pagas igual que a nosotros que hemos soportado el peso del día y del
calor”. Sin duda, los oyentes de Jesús están de acuerdo con su protesta. Estos
jornaleros no se oponen a que los últimos reciban un denario, pero, ¿no tienen
derecho a que el señor sea también generoso con ellos? Está bien la generosidad
con los que han trabajado sólo un rato, pero, ¿no exige la justicia esa misma
generosidad con los que han trabajado todo el día?
La respuesta del señor al que
hace de portavoz es firme: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos
en un denario?... ¿Es que no tengo libertad por hacer lo que quiera con lo mío?
¿O tienes que ver con malos ojos que yo sea bueno?”. Los que protestan le piden
al dueño de la viña que los trate a todos según un sistema de estricta
justicia, pero él se mueve en otra esfera. Quiere ser bueno y es precisamente
su bondad la que rompe todos los esquemas. No es injusto con nadie. A todos les
da lo que necesitan para vivir: trabajo y pan. No se preocupa de medir los
méritos de unos y otros, sino de que todos puedan cenar esta noche con sus
familias.
La sorpresa de los creyentes tuvo
que ser grande. ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios
que nosotros manejamos para imponer justicia e igualdad? Esta manera de hablar
de Dios, ¿no rompe con todos nuestros esquemas religiosos? ¿Qué pueden decir
ahora los maestros de la ley? ¿Qué pueden decir los moralistas de todos los
tiempos? ¿Es que Dios no trata a sus hijos e hijas atendiendo escrupulosamente
a lo que se han merecido?
No es fácil creer en esa bondad
insondable de Dios que supera todos nuestros esquemas. A más de uno le puede
escandalizar. ¿Será verdad que Dios no está tan pendiente de nuestros méritos
como a veces pensamos, sino que está atento más bien a responder a nuestras
necesidades? ¡Qué suerte si Dios es como sugiere Jesús! Todos podemos confiar
en este Dios, aunque nuestros méritos sean pequeños y pobres. ¿Pero, no es peligroso
abrirse a ese mundo insondable e infinito de la misericordia de Dios, que
escapa a todo cálculo humano? ¿No es más seguro y tranquilizador, sobre todo
para los que se sienten fieles cumplidores de la ley, no salirnos de ningún
esquema religioso donde los deberes, méritos y pecados están claramente
definidos?
El mensaje de Jesús nos invita a
dejarle a Dios ser Dios. No hemos de empequeñecer su amor infinito con nuestros
cálculos y esquemas ni desvirtuar su bondad mezclando los rasgos auténticos que
provienen de Jesús con otros trazos de un Dios justiciero, tomados del Antiguo
Testamento, o con deformaciones que nacen de nuestros propios miedos y
egoísmos.
Dios es bueno con todos. Nos mira
con amor, lo merezcamos o no. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de
los creyentes y del ateísmo de los incrédulos. Ante este Dios, lo único que
cabe es el gozo agradecido y la confianza total. ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- ¿Cómo entendemos que la bondad y la
justicia son las 2 caras de una misma moneda?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Mateo 20,1-15: El patrón justo con sus trabajadores.
- ¿Qué es lo que nos sorprende en esta
parábola y por qué motivos?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿Qué es lo que tenemos
que cambiar en nuestra mente para entender la justicia de Dios?
- Compromiso: Después de estas reflexiones,
¿qué voy a cambiar en mi manera de actuar?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee las palabras del dueño de la viña: “¿Vas a ver con ojos malos
que yo sea bueno?”.
-
Repetimos pasa a paso el Salmo 102:
“Dios es compasivo y
clemente, paciente y misericordioso./
No está siempre acusando ni
guarda rencor perpetuo./
No nos trata como merecen
nuestros pecados/
Ni nos paga según nuestras
culpas./
Como es alto el cielo sobre
la tierra,/
Así es grande la bondad de
Dios con nosotros./
Como dista el oriente del
ocaso,/
Así aleja de nosotros
nuestras culpas./
Como un padre siente ternura
por sus hijos,
Así siente ternura el Señor
por sus fieles,/
Porque él conoce de qué
estamos hechos:/
Se recuerda de que somos
barro.”/
-
Meditemos las frases siguientes con un momento de silencio entre
cada una.
“El amor de Dios es mejor de
cuanto se pueda pensar” (san Buenaventura).
“Para Dios, sólo en amar es
su ejercicio” (san Juan de la Cruz).
“Dios no sabe ni quiere ni
puede hacer otra cosa que amar” (A. Torres Queiroga).
“El amor de Dios es gratuito,
incondicional, desconcertante, incansable” (J. M. Mardones).
“¿Quién podrá separarnos del
amor de Dios?” (san Pablo).
-
Cada uno hace una oración espontánea.
-
Terminemos escuchando en el silencio de nuestro corazón:
Jesús, misterio de Dios
encarnado, tú nos descubres esta realidad sorprendente:
Dios no quiere el sufrimiento
ni la aflicción.
No causa en nosotros ni miedo
ni angustia.
Dios sólo puede amarnos.
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 15 :
DIOS ESCUCHA A
QUIENES CONFÍAN SÓLO
EN ÉL.
Motivación inicial
Vamos a profundizar un último
aspecto de la actuación de Dios que nos describe Jesús. Esta parábola es una
consecuencia de lo visto anteriormente: si Dios es como dice Jesús, la última
palabra no la tiene la ley que juzga nuestras conductas, sino la misericordia
de Dios que acoge nuestra petición de compasión. Así hemos de aprender que
hemos de rezar no presentando nuestros méritos sino invocando la misericordia
de Dios. Veamos.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
- Motivación
¿En qué aspecto insisto más en mis oraciones: peticiones
personales, acción de gracias, perdón, preocupación por los demás,
contemplación de Dios…?
- Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 18,9-14ª: El
recaudador justificado.
- Profundización de la lectura bíblica
-
Los destinatarios de la parábola. Voy detallando cómo Lucas
retrata al fariseo y al recaudador. ¿Cuáles son los rasgos que los caracterizan
a cada uno? ¿Por qué es tan fácil que me reconozca mejor que los demás?
-
El relato. ¿Cómo son las maneras de rezar tanto del fariseo como del
recaudador? ¿Cuál es la conclusión de Jesús sobre el resultado de las oraciones
de cada uno?
-
La oración del fariseo. ¿Con qué postura exterior se presenta el
fariseo en el templo? ¿Cuál es su actitud interior? ¿Qué me parece en su
oración el olvido de sus relaciones con los demás? ¿Sé ser discreta/o en mis
actos religiosos?
-
La oración del recaudador. Su postura exterior es distinta de la del
fariseo: ¿Cuáles son las 3 indicaciones que nos da Lucas sobre el recaudador?
¿Me he sentido con una actitud de humildad, confianza y necesidad de un Dios
que me salve la vida?
-
Conclusión de Jesús. Esta conclusión, ¿me sorprende, me parece
justa? ¿Por qué motivos? Según mi parecer, ¿cuál es ante Dios la actitud
decisiva? ¿Puede esta parábola ayudarme a adecuar mis maneras de entender y
vivir la oración?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “DIOS ESCUCHA A QUIEN SE CONFÍA A SU MISERICORDIA”.
Fue sin duda una de sus parábolas
más desconcertantes. Según Lucas, Jesús la dirigió a quienes se consideraban
“justos”, se sentían seguros de su propia religión y “despreciaban a los
demás”. Ciertamente la parábola es una crítica a personas que se comportan así.
Pero el relato no es sólo una historia ejemplar sobre la oración, pues nos
invita a descubrir la misericordia insondable de Dios.
En el relato aparecen en escena 3
personajes: un farisea, un recaudador y Dios que habita en el templo. No se
habla sólo de 2 hombres que suben a orar, sino que se dice algo muy importante
de cómo reacciona Dios cuando escucha su oración. ¿Cómo actuará ante 2 personas
de vida religiosa y moral tan diferente y opuesta?
Los que escuchan a Jesús han
peregrinado más de una vez a Jerusalén. Conocen el templo. Lo llaman “la casa
de Dios”, pues allí habita el Dios santo de Israel. Desde allí protege y
bendice a su pueblo. Cualquiera no puede acercarse a este lugar santo. Lo decía
un salmo que cantaban los peregrinos que subían a Jerusalén: “¿Quién podrá
entrar en el recinto santo? Él de manos limpias y de corazón puro… Ese logrará
la bendición del Señor, el perdón de Dios, su salvador” (Salmo 24,3-5). El
relato de Jesús despierta enseguida el interés y la curiosidad. Suben al templo
un piadoso fariseo y un recaudador deshonesto. ¿Qué va a pasar allí?
Todos saben cómo es de ordinario
un fariseo: un hombre religioso que cumple fielmente la ley, observa
estrictamente las normas de pureza y paga escrupulosamente los diezmos. Es de
los que sostienen el templo. Sube al santuario sin pecado: Dios no puede sino
bendecirlo. Todos saben cómo es un recaudador: un personaje que vive de una
actividad despreciable. No trabaja para sostener el templo, sino para recaudar
impuestos e enriquecerse. Su conversión es imposible. Nunca podrá reparar sus
abusos ni devolver a sus víctimas lo que les ha robado. No se puede sentir bien
en el templo. No es su sitio.
Jesús describe en primer lugar la
oración del fariseo. El hombre ora de pie, seguro y sin temor alguno. Su
conciencia no le acusa de pecado alguno. De su corazón brota espontáneamente el
agradecimiento: “Dios mío, te doy gracias”. No es un acto de hipocresía. Todo
lo que dice es real: cumple fielmente todos los mandatos de la ley, ayuna todos
los lunes y jueves por los pecados del pueblo, aunque sólo es obligatorio una
sola vez al año, en el Día de la Expiación; no sólo paga los diezmos
obligatorios de los productos del campo (grano, aceite y vino) sino incluso de
todo lo que posee. Con una vida tan irreprochable se siente seguro ante Dios.
No pertenece al grupo de los pecadores, donde naturalmente está el recaudador,
y lo dice con orgullo: “No soy como los demás… ni como ese recaudador”.
Tiene razón. Su vida es ejemplar.
Cumple fielmente sus obligaciones y hasta las sobrepasa. No se atribuye a sí
mismo mérito alguno, es Dios quien sostiene su vida santa. Si este hombre no es
un hombre justo, ¿quién va a serlo? Es un modelo de obediencia a Dios. ¿Quién
podrá ser como él? Puede contar con la bendición de Dios. Así piensan
seguramente los que escuchan a Jesús.
La oración del “recaudador” es
diferente. Se queda atrás. Sabe que no es digno de estar en aquel lugar
sagrado. No se atreve ni siquiera a levantar los ojos del suelo. Se golpea el
pecho, pues reconoce su pecado y su vergüenza. Examina y no encuentra nada
grato que ofrecer a Dios. Tampoco se atreve a prometer nada. No puede restituir
lo que ha robado a tantas personas cuya identidad desconoce. No puede dejar su
trabajo de recaudador ni cambiar de vida. No encuentra una salida mejor que
abandonarse en la misericordia de Dios: “Dios mío, ten compasión de mí, que soy
un pecador”. El pobre hombre no hace sino reconocer lo que todos saben. Nadie
quisiera estar en su lugar. Dios no puede aprobar su vida de pecado.
De pronto Jesús concluye su
parábola con una afirmación sorprendente: “Este recaudador bajó a su casa
justificado por Dios, y este fariseo no”. El hombre religioso que ha hecho
incluso más de lo que pide la ley, no ha encontrado favor ante Dios. Por el
contrario, el recaudador, que se abandona a su misericordia, sin comprometerse
siquiera a cambiar de vida, baja a su casa reconciliado con él. Jesús ha
pillado a todos por sorpresa. De pronto les abre a un mundo nuevo que rompe
todos sus esquemas. ¿No está Jesús amenazando todo el sistema del templo? ¿Qué
pecado ha cometido el fariseo para no encontrar gracia ante Dios? ¿Y qué
méritos ha hecho el recaudador para salir del templo justificado? El Dios santo
del templo habría confirmado al fariseo y reprobado al recaudador. No es fácil
aceptar lo que dice Jesús.
¿Será verdad que ante Dios, lo
decisivo no es la observancia de la religión, sino la invocación confiada en la
misericordia insondable de Dios? Si es cierto lo que dice Jesús, ya no hay
seguridad para nadie que confíe sólo en sus méritos, por muy santo que crea.
Todos hemos de recurrir a la compasión infinita de Dios. El recaudador no ha
podido presentar a Dios ningún mérito, pero ha hecho lo más importante:
acogerse a su misericordia; vuelve a casa transformado, reconciliado con Dios,
“justificado”. El fariseo, por lo contrario, ha decepcionado a Dios. Salió del
templo como entró: sin conocer la mirada compasiva de Dios.
Cuando alguien se siente bien
consigo mismo y ante los demás, se apoya en su propia vida y no necesita de
más, tiene el riego de vivir en una “falsa inocencia”. Por lo contrario, cuando
uno se siente culpable y sin fuerza para cambiar, ¿no siente la necesidad de
acogerse a la misericordia de Dios y sólo a su misericordia?
Cuando actuamos como el fariseo
nos situamos ante Dios desde una religión donde nos hay sitio para el
recaudador. Cuando nos confiamos a la misericordia de Dios, como el recaudador,
nos situamos en una religión en la que caben todos. ¿No será esta la verdadera
religión del Reino de Dios? Hay algo fascinante en Jesús: es tan desconcertante
su fe en la misericordia de Dios que no nos resulta fácil creer en él.
Probablemente los que mejor lo pueden entender son quienes no tienen fuerza
para salir de su vida inmoral.
Después de escuchar en los
últimos encuentros las parábolas de Jesús, ¿no sentimos nosotros la necesidad
de comunicar la Buena Noticia de Dios en la sociedad y en la Iglesia? ¿No es
apasionante vivir como testigos de este Dios de misericordia insondable? ¿No
nos llevará a todos a convivir desde una actitud de mayor compasión recíproca? ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- ¿En qué aspecto insistimos más en nuestras
oraciones: peticiones personales, acción de gracias, perdón, preocupación
por los demás, contemplación de Dios…?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 18,9-14ª: El recaudador justificado.
- ¿Cuáles son las grandes diferencias entre
las 2 maneras de rezar, tanto la del fariseo como la del recaudador?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿Qué nos dicen las
palabras de conclusión de Jesús?
- Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar en
nuestras maneras de rezar?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Presentémonos ante Dios con la actitud y oración del recaudador.
Repetimos entre todos:
“Señor, ten compasión de mí que soy un pecador”.
-
Alguien lee la siguiente oración:
Muchos salmos son súplicas a
Dios pidiendo compasión y perdón.
Escuchemos partes de ellos en
silencio. Luego repetiremos alguna frase que nos gustó.
Del Salmo 50: Misericordia, Dios mío:
Por tu bondad y tu inmensa
compasión, limpia mi pecado.
Del Salmo 129: Desde lo más hondo te grito: Señor, escucha mi voz.
Si llevas cuentas de las
culpas, ¿quién podrá subsistir?
Pero de ti, Señor, procede el
perdón.
Del Salmo 37: Me siento abrumado por mis culpas: son un peso superior a mis
fuerzas.
No me abandones, Señor: Ven
aprisa a socorrerme, Dios de mi salvación.
-
Repetimos frase por frase
Señor Jesús, no tienes manos;
tienes sólo nuestras manos/
Para construir un mundo nuevo
donde florezcan la paz y la justicia./
Señor Jesús, no tienes pies;
tienes sólo nuestros pies/
Para poner en marcha a los
oprimidos por el camino de la libertad./
Señor Jesús, no tienes
labios; tienes sólo nuestros labios/
Para proclamar a los pobres
la Buena Noticia de Dios./
Señor Jesús, no tienes
rostro; tienes sólo nuestro rostro/
Para alegrar a los tristes y
serenar a los fracasados y perdidos./
Señor Jesús, somos nosotros
tu Evangelio/
El único Evangelio que
nuestros hermanos pueden ver/
Si en nuestra vida hay
palabras y hechos solidarios/
Para todos los que padecen
olvido y necesidad./
Señor Jesús, aquí tienes
nuestras manos, nuestros pies, nuestros labios,/
Nuestro trabajo, nuestro
tiempo, nuestra vida…/
Todo lo que somos y tenemos./
¡Aquí estamos, Señor Jesús,
cuenta con nosotros!
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
4ª
etapa : RASGOS DE
JESÚS.
Después de haber conocido un poco mejor a Dios,
vamos ahora a descubrir a Jesús. Vamos a seguirlo por los caminos de Galilea, tal como hicieron las primeras y los
primeros discípulos. Estando cerca de él, iremos conociendo cómo es, cómo se
acerca a la gente y cómo hace más humana su vida introduciendo salud, perdón,
amistad y esperanza. En su acción sanadora y liberadora iremos desvelando el
proyecto salvador de Dios: lo que Jesús llamaba “Reino de Dios”.
Poco a poco iremos destacando algunos rasgos inconfundibles de Jesús. Lo veremos
como curador de la vida, amigo de los pecadores, defensor de los pobres y amigo
de las mujeres. No son sólo los rasgos de un gran profeta. En esos rasgos Jesús
nos va revelando el rostro y el corazón de un Dios humano, fuente de vida y de
perdón.
Seguir a Jesús es aprender de él a vivir, crecer y
actuar. Él nos llama a actualizar su
presencia y su acción salvadora en el mundo de hoy. Él nos invita a la
conversión personal, de nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros
grupos, nuestra Iglesia… al caminar con una mayor fidelidad a su Espíritu.
JESUS
FUE CURADOR DE LA VIDA
Los 3
primeros temas nos van a ayudar a descubrir a Jesús como curador de la vida. Él
puede liberarnos de lo que nos impide vivir de una manera sana y creativa en la
sociedad y en la Iglesia.
-
Tema 16: El hombre curado en sábado (Marcos 3,1-6). Comenzamos viendo cómo Jesús
cura a un desconocido, interrumpiendo la liturgia de la sinagoga un día sábado.
Jesús nos quiere hacer ver que, para Dios, lo primero no es la religión, sino
la vida.
-
Tema 17: El paralítico curado del pecado (Marcos 2,1-12). Jesús cura la vida desde la
raíz. Por eso ofrece el perdón de Dios a un paralítico, liberándolo de su
pecado y despertando en él la fuerza que necesita para enfrentarse a la vida.
-
Tema 18: El leproso curado de la exclusión (Marcos 1,40-45). Jesús cura la vida haciendo
posible una convivencia sana. El Dios de Jesús no excluye a nadie de su amor.
Hemos de eliminar de la vida toda discriminación.
JESÚS
FUE EL AMIGO DE LOS PECADORES
A Jesús
lo llamaron “amigo de los pecadores” y nunca lo desmintió, pues era verdad. Los
acogía a su mesa, los defendía y les ofrecía el perdón de Dios.
-
Tema 19: Amigo de los pecadores (Marcos 12,3-17). Su costumbre de comer con
pecadores y gentes indeseables es el gesto más expresivo y también más
escandaloso de Jesús. Quiere dejar claro que Dios no excluye a nadie de su
amor.
-
Tema 20: La prostituta acogida por Jesús (Lucas 7,36-50). Un incidente provocado con
una prostituta nos ayuda a descubrir cómo Jesús defiende a los pecadores a
quienes se condena sin respetar su dignidad.
-
Tema 21: El rico buscado por Jesús (Lucas 19,1-10). Jesús busca al rico Zaqueo y
se hace acoger en su casa, mientras todos se escandalizan de su gesto. Quiere
dejar claro que él viene “a buscar y a salvar lo que está perdido”.
JESÚS FUE EL DEFENSOR DE LOS ÚLTIMOS
Para
Jesús “los últimos han de ser los primeros”, pues son los predilectos de Dios
por ser víctimas de la injusticia y la maldad. Ellos han de ocupar el centro de
nuestras vidas, de nuestros grupos y de la Iglesia.
-
Tema 22: Dichosos los pobres (Lucas 6,20-26). Ellos son los preferidos de
Dios. Jesús los lleva muy dentro de su corazón de profeta. Ellos interpelan
nuestras vidas satisfechas, muchas veces muy tranquilas e indiferentes.
-
Tema 23: El rico indiferente y el mendigo
hambriento (Lucas
16,19-31). La parábola de Jesús pone al descubierto el abismo de egoísmo e
insolidaridad que separa a los ricos y poderosos de los pobres y hambrientos,
aquí en este mundo como en el corazón de Dios.
JESÚS FUE EL AMIGO DE LAS MUJERES
Los 2
temas siguientes nos van a ayudar a captar mejor la actuación de Jesús como
liberador de la mujer. En su proyecto del Reino de Dios no cabe la dominación
de la mujer por parte del varón.
-
Tema 24: La mirada a la mujer encorvada (Lucas 13,10-17). En medio de una sociedad
dominada por el varón, Jesús mira a la mujer “encorvada”, la libera de sus
ataduras, la pone en pie y le devuelve su verdadera dignidad. Esta escena nos
ayudará a descubrir a Jesús como amigo y liberador de la mujer.
-
Tema 2: La defensa de la mujer adúltera (Juan 8,1-11). La actuación de Jesús ante una
adúltera a punto de ser apedreada nos revela la voluntad radical de Jesús de
liberar a la mujer de su sometimiento injusto al varón y a leyes patriarcales.
1ª
parte : JESUS FUE
CURADOR DE LA VIDA
Tema 16 :
EL HOMBRE CURADO
EN SÁBADO.
Motivación inicial
Jesús tenía el don de curador. Lo
ponía al servicio de los demás y de la vida. Un día curó a un hombre que tenía
la mano atrofiada. No es un relato más. Jesús lo cura al interior de una
sinagoga, lugar reconocido como sagrado donde se reunía todo el pueblo; además
lo hace precisamente un día sábado, día consagrado a Dios. Con esta curación
Jesús quiere dejar claro que para Dios, lo primero es la vida y no la religión
y que la religión está al servicio de la vida. Los seguidores de Jesús hemos de
aprender que, incluso en el centro de nuestra práctica religiosa, hemos de dar
un servicio preferencial a quienes no pueden vivir de manera digna para que lo
puedan conseguir.
1ª parte: PROFUNDIZACIÓN
PERSONAL.
1.
Motivación
¿Por qué decimos que no hay lugares sagrados, ni personas sagradas,
ni gestos sagrados, sino que toda la vida, todas las personas, todas las
acciones (buenas) son sagradas?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
3,1-6: Curación en una sinagoga en sábado.
3.
Profundización de la lectura
bíblica:
-
Introducción. ¿Quiénes son los diversos actores de este
episodio? ¿Qué significación tenían para los judíos la sinagoga y el día
sábado?
-
Actitudes de los fariseos. Los fariseos eran un grupo de judíos muy
piadosa que buscaban cumplir estrictamente la ley. ¿Cuáles son sus actitudes en
este episodio? ¿Por qué motivos están en oposición a Jesús?
-
Actuación de Jesús. ¿Qué dice Jesús al hombre enfermo y por qué lo
coloca en el centro de la sinagoga? ¿Por qué le preocupa más a Jesús la
curación del hombre que el cumplimiento estricto de la ley?
-
Reacción de los fariseos. ¿Por qué no enfrentan a Jesús? ¿Por qué
encontramos muchas veces la misma actitud en nuestra Iglesia? ¿Cómo reacciono
con personas que se limitan al cumplimiento de ‘los mandamientos’?
-
Conclusión. ¿Cuáles son los sentimientos de Jesús ante el silencio opositor de
los fariseos? ¿Cómo actúa Jesús? Después de esta curación, ¿qué deciden los
fariseos? ¿Cómo ayudo en mi alrededor a la defensa y la promoción de la vida?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “LO PRIMERO ES LA VIDA, NO LA RELIGIÓN.
Este episodio de la curación de
un hombre en día sábado tiene una importancia especial. Marcos presenta a Jesús
de una manera que sorprende a todos: no se preocupa de reafirmar la observancia
de la religión o del culto a Dios, sino que se dedica a curar enfermos y
perdonar a pecadores. Lo primero para Dios no es la religión, sino una vida
digna y saludable para todos. Y cuando los sectores fariseos condenan su
actuación, poco respetuosa de ciertos preceptos, Jesús responde con unas
palabras inolvidables: “Dios creó el sábado por amor al hombre, y no al hombre
por amor al sábado” (Marcos 2,27. La religión ha de estar al servicio del
hombre y no al revés. ¿Aprenderemos los seguidores y seguidoras de Jesús a
cultivar una religión al servicio de la vida tal como la quería él?
Antes que nada hemos de notar que
la curación ocurre en “una sinagoga”, y precisamente en un día de “sábado”.
Estos 2 datos tienen gran importancia. En la 2sinagoga” se reúne el pueblo para
alabar a Dios y escuchar su Palabra: es el lugar sagrado donde se alimenta la
religión judía. El “sábado” es un día totalmente consagrado a dar gracias a
Dios por haber creado la vida y haber liberado al pueblo de la esclavitud. Un
día instituido para celebrar la vida, el descanso y la libertad.
En tiempos de Jesús, el sábado
era una de las principales señas de identidad del pueblo judío. Se le atribuía
tal importancia al descanso del sábado que, a lo largo de los años, se había
ido elaborando todo un conjunto de normas y prescripciones que, según los
sectores fariseos, se debían cumplir de manera rigurosa. Se podía curar o
cuidar a un enfermo si estaba en peligro de muerte; en caso contrario era
estrictamente prohibido.
Jesús “entra en una sinagoga”. No
tiene miedo a hacerse presente en aquel lugar donde se promueve una religión
que no libera a las personas, sino que les hace daño, porque, vivida de un
entramado legal interpretado de manera rigorista, no les ayuda a vivir. El
asunto es demasiado importante para quedarse fuera sin intervenir. Por eso
Jesús entra en la sinagoga y él mismo provoca el conflicto.
En la sinagoga está “un hombre
que tiene la mano atrofiada”. Este personaje no habla ni actúa por iniciativa
propia. Su mano reseca y sin vida es la figura de una persona impedida para
desarrollar una vida plena y digna. Este hombre incapacitado parece representar
a todo el pueblo que se reúne en la sinagoga y que vive malogrado por una forme
de entender la religión de manera equivocada y dañosa.
Los fariseos “lo están esperando
para ver si lo cura en sábado”. Aferrados a su posición legalista, buscan
motivos para acusar a Jesús. Quieren ver si se atreverá a violar el sábado
delante de ellos. Recordemos que este hombre no está en peligro de muerte, y
por tanto está prohibido curarlo. No les importa la vida de aquel pobre hombre,
sino que se respeten las normas. Hay que cuidar la legalidad. Eso es lo
importante.
En medio de una tensa
expectativa, Jesús toma la iniciativa. E él sí le preocupa la vida de aquel
hombre. Por eso se dirige a él con estas palabras: “Levántate y ponte allí en
medio”. La orden de Jesús tiene un significado profundo. “Levántate”: Así
quiere Dios ver a las personas, de pie, erguidas, no paralizadas, sino llenas
de vida. “Ponte en medio”: este hombre necesita atención, ayuda y amor. No ha
de quedar marginado. Ha de ocupar el centro de la sinagoga y de la religión. La
celebración del sábado ha de ayudarlo a vivir de manera más plena y digna.
Después de atraer la atención de
todos hacia aquel hombre necesitado, Jesús les hace una doble pregunta: “¿Qué
está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal?”. Los fariseos,
preocupados sólo por la celebración legal del sábado, sólo se plantean si
“curar” aquel hombre está permitido por la ley o está prohibido. Jesús, por el
contrario, preocupado por la vida de aquel hombre, se plantea qué es lo mejor
para él: ¿hacerle el bien y devolver le la salud o, por el contrario, hacer el
mal y dejarlo abandonado sin prestarle ayuda alguna?
Con su segunda pregunta, Jesús
radicaliza todavía más su planteamiento al hacer lo en término de vida o de
muerte: “¿Qué hay que hacer en sábado: salvar una vida o destruirla? ¿Hay que
dar vida a la mano muerta de aquel hombre, sanarlo, potenciar su vitalidad, o,
por el contrario, hay que dejar su mano muerta, abandonarlo a su desgracia, no
liberarlo de su atrofia? Para Jesús, no ir a favor de la vida es ya ir a favor
de la muerte. Esta es la cuestión: la religión, ¿está al servicio de la vida o
de la muerte? Si en el centro de la religión no están el amor y la ayuda a la
vida de las personas, ¿qué sentido tiene ante Dios, Padre solícito de todos sus
hijos e hijas?
Los fariseos permanecen callados.
Su silencio es rechazo hostil. No saben cómo responder y no quieren dialogar.
Todos saben que lo primero es hacer el bien y defender la vida. Pero, ¿cómo van
a ir en contra de las leyes que regulan el sábado? En lo íntimo de su corazón siguen
dando culto a un Dios más preocupado por la observancia del sábado que por la
vida de sus hijos e hijas. Para ellos, “bien” y “mal” significan “observancia”
y “no observancia”. En su religión está ausente la fe en un Dios amigo de la
vida. En su vida falta amor a las
personas. ¿Tenemos también nosotros el
riesgo de vivir así la religión cristiana?
Jesús reacciona con dureza. El
evangelista hace 2 observaciones. Primero, “los miró con ira”: su mirada
expresa su indignación profética ante los que no están a favor de la vida plena
y digna de los que sufre, pues no entienden que eso es precisamente lo que Dios
quiere antes que nada. Luego indica que lo hizo “apenado por la dureza de su
corazón”: sentía tristeza ante su ceguera incurable y su resistencia a la
verdadera voluntad de Dios. En el corazón de Jesús, sólo hay amor: la ira brota
de su amor a los que sufren, la pena nace de su amor a los fariseos.
Jesús va a demostrar con su gesto
curador lo que Dios quiere que se olvide nunca en la religión. Le dice al
enfermo: “Extiende la mano”, despliega tu vitalidad, desarrolla tus
potencialidades, llénate de vida y no viva de forma atrofiada. “El hombre la
extendió, y su mano quedó restablecida”. El evangelista no dice más. Nadie se
admira, nadie alaba a Dios. Los fariseos “salen fuera” y traman con los
herodianos cómo eliminar a Jesús.
La actuación de Jesús es una
llamada a vivir como él: haciendo el bien, promoviendo la vida, curando
heridas, aliviando el sufrimiento, ayudando a quienes son víctimas de la desgracia
a recuperar su dignidad. La verdadera religión como la entiende Jesús, es la
que ayuda a vivir de manera más sana, más íntegra y digna. Nunca la que
esclaviza, humilla, paraliza o impide a las personas desplegar sus cualidades y
su creatividad.
En el centro de nuestros
encuentros cristianos y nuestras celebraciones han de estar siempre muy
presentes, los enfermos, los que sufren, los que necesitan nuestra ayuda. Si
vivimos con el espíritu de Jesús, la práctica religiosa no nos llevará nunca a
olvidarnos de los problemas y sufrimientos de los demás. Al contrario se
convertirán en el mejor estímulo para vivir muy atentos a los que sufren.
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Por qué decimos que no hay
lugares sagrados, ni personas sagradas, ni gestos sagrados, sino que toda la
vida, todas las personas, todas las acciones (buenas) son sagradas?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 3,1-6: Curación en una sinagoga en sábado.
2.
¿Por qué da tanta visibilidad
a la curación de un hombre a la mano paralizada?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Qué lección sobre lo que es
‘sagrado’ nos quiere dar Jesús?
4.
Compromiso: Después de estas
reflexiones, ¿qué vamos a cambiar de nuestra mirada sobre la vida, las
personas, la creación en general?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien repite la orden de Jesús: “Levántate y ponte en
medio”.
Después
de un momento de silencio, ponemos ‘en el centro de nuestro grupo’ los nombres
de personas que están enfermas, paralizadas, sufridas…
-
Alguien lee la siguiente oración, repitiéndola entre todos paso a
paso:
Señor Jesús, tú eres nuestra
luz, tú eres la verdad./
Señor Jesús, tú eres nuestra
paz, tú eres nuestra fuerza./
Para acompañarnos, te hiciste
peregrino;/
Compartiendo nuestra vida,
nos muestras el camino./
No basta con rezarte,
diciendo que te amamos./
Debemos amarte ayudando a los
que sufren./
Nos pides que te tengamos
humilde confianza:/
Tu amor nos exige luchar por
la vida sana y digna de todas y todos./
-
Escuchamos en silencia; luego repetiremos alguna frase.
Jesús, ¡qué potente
confirmación de la vida!
Cuando pronunciaste aquella
proclama de libertad:
“No es el hombre para el
sábado, sino el sábado para el hombre”.
No es el hombre para el
Estado, sino el Estado para el hombre.
No es el hombre para la
Iglesia, sino la Iglesia para el hombre.
No es el hombre para la
religión, sino la religión para el hombre.
No es el hombre para Dios,
sino Dios para el hombre y el hombre para su hermano.
Y te condenaron a muerte, sin
piedad.
¡Cómo cambiaría el mundo si
todos tus discípulos nos pusiéramos
A practicar tu potente
proclama de libertad!
No es el hombre para la ley,
sino la ley para el hombre.
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 17 :
EL PARALÍTICO CURADO
DE SU PECADO.
Motivación inicial
La palabra ‘pecado’ se relaciona
con Dios. Creemos que Dios es fuente de vida y de amor y nos llama a colaborar
a su desarrollo. Al ir destruyendo conscientemente la vida y el amor, nos
oponemos a su proyecto de siempre más vida y amor: eso es pecado. Con la
curación que vamos a profundizar hoy, Jesús nos quiere enseñar que cura desde
la raíz de todo mal. Por eso en el relato de la curación del paralítico,
también le perdona sus pecados. Jesús reconstruye al enfermo liberándolo del
pecado que lo bloquea desde dentro y despertando en él nuevas fuerzas para
enfrentar su futuro de manera digna y responsable. ¿No necesitaremos también
nosotros acoger y celebrar hoy, de manera más viva, el perdón de Dios para
liberarnos del pecado que paraliza nuestras vidas como seguidores de Jesús?
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
1.
Motivación
¿Cuál es mi mayor debilidad que me paraliza muchas veces?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
2,1-12: El paralítico perdonado.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
Introducción. El evangelista ofrece diversos detalles sobre
el escenario del episodio: ¿cuál es para mí el más significativo? ¿Es fácil
para mí acercarme a Jesús y escuchar su mensaje?
-
El paralítico. Se puede observar que, por una parte, no dice
ni hace nada y, por otra, se habla 4 veces de su “camilla”. ¿Qué sentido doy a
estas 2 observaciones?
-
Los amigos del paralítico. Vuelvo a leer las varias actuaciones de estos
amigos. Según mi parecer, ¿qué es lo que les mueve a actuar así? ¿Me parece
importante ayudar a otros a acercarse a Jesús?
-
El perdón concedido por Jesús. ¿Qué es lo que mueve Jesús a
actuar? ¿Por qué comienza perdonando los pecados del paralítico?
-
Los maestros de la ley. Se puede observar que “están sentados” y se
quedan en silencio. ¿Qué me parecen sus actitudes y sus pensamientos?
-
El razonamiento de Jesús. ¿Qué quiere dar a entender Jesús al perdonar
los pecados del paralítico? Personalmente, ¿pienso que el pecado en mí está a
la raíz de mis debilidades, limitaciones y maldad?
-
La curación. Jesús da 3 órdenes al paralítico: ¿Qué sentido
doy a cada una? ¿Por qué motivos la gente da gracias a Dios? ¿Me siento
necesitado/a de ser curado/a primero del perdón de mis pecados, como fue el
caso del paralítico?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “CURAR LA VIDA DESDE SU RAÍZ”.
Al curar al hombre de la mano
atrofiada hemos visto que Jesús revela que Dios busca antes que nada una vida
digna y sana para sus hijos e hijas: incluso la religión ha de estar al
servicio de la vida del ser humano. Ahora en la curación del paralítico, vamos
a descubrir que Dios quiere curar nuestra vida liberándonos del pecado, que
arruina de raíz nuestra vida.
El episodio tiene lugar en
Cafarnaún, en la casa de Pedro, donde al parecer, vive Jesús después de haber
abandonado a su familia de Nazaret. Sin embargo Marcos señala algunos rasgos
chocantes: la casa se ha convertido en un lugar de reunión; la gente acude a
ella como si fuera una sinagoga; dentro está Jesús “predicando la Palabra”;
allí están también sentados algunos maestros de la ley; es tal la aglomeración
que no es posible llegar hasta Jesús.
Le traen a Jesús un “paralítico”.
Se trata de un hombre anónimo y sin voz, hundido en la invalidez y a pasividad
total. No hala ni dice nada: ni siquiera para pedir ayuda a Jesús. No puede
moverse por sí mismo. No tiene iniciativa alguna. Vive atado a una “camilla”,
de la que no se puede levantar. Su mal es prototipo de su incapacidad para
acercarse a Jesús. Si no hay alguien que lo ayude, nunca se encontrará con él.
¿No es esta la situación de bastantes personas que conocemos y queremos?
En contraste con la inmovilidad del
paralítico, 4 amigos que lo quieren de verdad se movilizan de todas sus fuerzas
y su ingenio para acercarlo a Jesús. No se detienen delante de ningún
obstáculo. No pueden acceder a la puerta, pues está obstaculizada. No importan.
Harán lo que hace falta para llevar al paralítico allí “donde está” Jesús
predicando la Buena Nueva de la salvación. Saben que Jesús puede ser el
comienzo de una nueva vida para su amigo.
Todo comienza con una mirada de
Jesús, que “ve” en el fondo de los esfuerzos de los amigos “la fe que tienen en
él”. Y, de pronto, sin que nadie haya pedido nada, pronuncia estas palabras que
pueden cambiar para siempre una vida. “Hijo, tu pecados te son perdonados”.
Dios te comprende, que quiere y te perdona.
Jesús lo llama afectuosamente “hijo”,
porque en verdad es hijo de este Dios Padre que no excluye a nadie de su amor:
tampoco a un hijo pecador. Jesús va directamente al fondo de la realidad. Lo
que está en la raíz del mal, paralizando su vida y bloqueando su libertad, es
el pecado. Eso es el obstáculo que lo separa de la vida que Dios quiere para
él. Por eso Jesús le ofrece su perdón gratis, de manera incondicional e
inmerecida.
Se nos dice que había allí “unos
maestros de la ley”. En contraste con los 4 amigos a los que su fe sencilla les
mueve para ayudar al paralítico, ellos están “sentados”. No les preocupa aquel
enfermo ni tienen fe en Jesús. Se sienten maestros y jueces. Hablan con
seguridad absoluta: lo saben todo acerca de Dios. No se cuestionan su manera de
pensar: Jesús “está blasfemando”. Ellos lo saben porque, según la teología
oficial, para recibir el perdón de Dios es necesario subir al templo y ofrecer
los sacrificios prescritos por la ley.
Jesús intuye “lo que piensan en
su interior”. No entra en discusión teórica con ellos. No hace falta. Él vive
lleno de Dios. Y ese Dios que sólo es amor, lo impulsa a perdonar gratuitamente
a los pecadores liberando su vida del pecado. Les mostrará a los letrados su
poder invisible de perdonar los pecados, haciéndoles ver su poder visible de
curar aquel paralítico: “Qué es más fácil decir al paralítico: ‘Tus pecados te
son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, carga con tu camilla y vete’?”.
Realizará delante de sus ojos lo que, desde un punto de vista superficial,
puede parecer más difícil. Curará al paralítico para que crean que su perdón no
es una palabra vacía.
Los letrados conocen las
Escrituras y saben que en el libro de Daniel se habla de un personaje
sorprendente a que se le llama “Hijo del hombre” (humano). El profeta Daniel
dice que es este “Hijo de hombre” Dios les ha dado “poder, gloria y reino”, y
que “su poder” es eterno y nunca pasará (Daniel 7,10). Jesús les invita a creer
que él es precisamente ese Hijo del hombre al que Dios le ha concedido el poder
de perdonar gratuitamente el pecado. Los que queremos seguir a Jesús lo hemos
de hacer con una confianza inquebrantable, pues sabemos que nos está ofreciendo
día a día, de manera gratuita e inmerecida, el perdón de Dios que sana nuestra
vida.
Después de este largo preámbulo
Jesús pasa a la acción. Da al paralítico 3 órdenes: “Levántate”, ponte de pie,
recupera tu dignidad, libérate de lo que paraliza tu vida. “Toma tu camilla”,
enfrenta a la vida con fe nueva, no tengas miedo a cargar con tu pasado, estás
perdonado. “Vete a tu casa”, aprende a convivir de manera creativa y
responsable con los tuyos. Estás perdonado de tus pecados y curado de tu
parálisis.
El paralítico no dice nada, pero
“se pone en pie, carga enseguida con su camilla” y marcha hacia su casa. Todos
lo pueden ver lleno de vida que Jesús le ha infundido con sus palabras.
Mientras el paralítico se pone de pie, la acusación de “blasfemo” cae por
tierra. Nadie se nos dice de la reacción de los maestros de la ley. La gente,
por el contrario, queda admirada y “da gracias a Dios diciendo: ‘No hemos visto
cosa igual’”.
No alaban a Dios por alguna
doctrina que han escuchado de Jesús, sino por algo que han podido “ver” ellos
mismos. Dios no es alguien lejos y distante, que vive aislado, ofendido por
nuestra vida llena de pecados. Al contrario está en Jesús, ofreciéndonos
siempre su perdón. El amor perdonador de Dios está siempre ahí, penetrando todo
nuestro ser por dentro y por fuera. Incomprensible, insondable, infinito. Sólo
amor.
Una cosa es clara. No podemos
seguir a Jesús a causa de nuestro pecado, que nos hace vivir como “paralíticos”
que no saben levantarse del inmovilismo, la inercia o la pasividad. ¿No
necesitamos reavivar en nosotros la acogida del perdón que se nos ofrece en
Jesús? Ese perdón nos puede poner de pie, liberarnos de lo que nos bloquea
interiormente y devolvernos la alegría, la vida y la capacidad de
comprometernos en hacer un mundo más fraterno, más sano y más digno del ser
humano. Con Jesús todo es posible. Nuestra vida puede cambiar. Nuestra fe puede
ser más libre, creativa y audaz. ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Cuáles son las debilidades
que más nos paralizan?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 2,1-12: El paralítico perdonado.
2.
¿Cómo justifica Jesús su
capacidad de perdonar los pecados del paralítico?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Cómo sentimos que la raíz
del mal está en nosotros como pecado?
4.
Compromiso: ¿Cómo vamos a luchar contra
esta raíz de la maldad en nosotros y nosotras?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se explica
los símbolos
presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio.
Podemos hacer una breve celebración
colectiva del perdón.
-
Alguien lee la siguiente oración y todos respondemos a cada
invocación: “¡Perdón, Señor, perdón!”.
Tú estás cerca, Señor, y nos
ofreces siempre tu amor: Perdón por nuestra falta de fe. – Todos: ‘Perdón, Señor,
perdón’.
Respetas nuestra libertad,
caminas con nosotros y sostienes nuestras vida, sin que nos demos cuenta:
Perdón por nuestras mediocridades. – Todos…
Nos ayudas a conocernos, nos
hablas como a hijos, nos animas a vivir y muchas veces no te hacemos caso:
Perdón por nuestra falta de acogida.- Todos…
Nos amas con ternura, quieres
lo mejor para nosotros y no te lo agradecemos: Perdón por nuestra ingratitud. –
Todos…
Podemos ahora hacer algunas
peticiones de perdón, terminando con la misma invocación.
-
Alguien va recordando las palabras de perdón de Jesús al
paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Luego nos decimos unos a
otros, llamándonos por nuestro nombre: “X…, tus pecados te son perdonados”, y
terminamos dándonos un abrazo un abrazo de paz.
-
Escuchamos frase por frase y al final de cada una decimos: “Sí,
Señor, creemos en ti”.
Señor, tú siempre me has dado
la fuerza necesaria, por eso aunque soy débil, digo: Creo en ti./ - Todos…
Señor, tú siempre pones paz
en mi vida y, aunque vivo turbado, digo: Creo en ti./
Señor, tú siempre me guardas
en las pruebas y, aunque a veces sufro, digo: Creo en ti./
Señor, tú siempre alumbras
mis tinieblas y, aunque no veo siempre la luz, digo: Creo en ti./
-
Terminamos bendiciéndonos unos a otros y dándonos un abrazo de paz en entre
todos.
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 18 :
EL LEPROSO CURADO
DE LA EXCLUSIÓN.
Motivación inicial
No es posible vivir de manera
humana sin convivir dignamente con los demás. En el relato de leproso
“limpiado” por Jesús vamos a ver que él no sólo cura la vida: sana también del
daño de la exclusión que le producen la lepra. Dios no discrimina ni excluye a
nadie de su amor. Somos nosotros que nos excluimos por discriminar a otros. Los
seguidores de Jesús estamos llamados a trabajar por una sociedad y una Iglesia
donde nadie sea excluido ni marginado.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
1.
Motivación
¿A quiénes siento que voy marginando?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
1,40-45: El leproso reintegrado.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
El leproso. Para conocer más la exclusión social y religiosa de los leprosos,
leer Levítico 13,4-46. ¿Qué prohibiciones sociales y religiosas conllevaba la
enfermedad de la lepra en el país de Jesús?
-
Actuación de Jesús. ¿Qué actitudes tiene Jesús con el leproso?
¿Qué pide exactamente Jesús al leproso? ¿Qué significado doy a las actuaciones
de Jesús?
-
Las palabras de Jesús. ¿Me parece importante lo que dice Jesús al
leproso? ¿Qué logra Jesús con el leproso además de la curación de su
enfermedad?
-
Despedida del enfermo. ¿Por qué motivo será que Jesús pide al leproso
curado de no divulgar la curación? ¿Por qué pide Jesús al leproso avisar al
sacerdote y presentar una ofrenda?
-
Conclusión del relato. ¿Noto la contradicción: el leproso es
reintegrado en la comunidad social y religiosa… y a Jesús, qué le pasa? ¿Qué
sentido doy a esta situación?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “CURAR LA VIDA DE LOS EXCLUIDOS”.
Jesús anda predicando su mensaje
por toda Galilea. De manera inesperada, un “leproso”, rompiendo las normas
sociales y religiosas que le obligaban a vivir lejos de todo contacto, “se
acerca a Jesús”. Su deseo de salir de la miseria y marginación es más grande,
sin duda, que su temor a infringir la ley. ¡Necesita a Jesús!
Estos leprosos que se mencionan
en los relatos evangélicos no son víctimas de la “lepra” conocida hoy por
nosotros (enfermedad de Hansen). Son personas afectadas por diversas
enfermedades de la piel (tiña, soriasis, eccemas…) que, extendidas por todo el
cuerpo, produciendo decoloración, erupciones y llagas purulentas, resultan
especialmente repugnantes. El leproso no era solamente un enfermo, sino un
estigmatizado, sin sitio en la sociedad, sin acogida en ninguna parte.
Una vez declarado impuro, el
leproso quedaba excluido del acceso al templo del Dios santo, y por lo tanto de
la convivencia dentro de su pueblo. No eran separados por temor al contagio (su
enfermedad no era necesariamente contagiosa), sino por ser considerados
“impuros” que pueden contaminar a quienes pertenecía al pueblo santo de Dios.
La prescripción de la ley era cruel: “El afectado por la lepra… irá gritando
‘Impuro, impuro’. Todo el tiempo que dure la lepra quedará impuro y vivirá
aislado, fuera de los poblados” (Levítico 13,45-46).
El comportamiento, sancionado por
las Escritura, era claro: la sociedad ha de excluir a los leprosos, pues son
impuros ante Dios. En una sociedad como la de Galilea, donde el individuo sólo
puede vivir integrado a su familia y su aldea, significa una tragedia. El
leproso se siente un ser maldito de Dios, sucio y repugnante para todos. Su
mayor angustia es pensar que tal vez no podrá volver entre los suyos, casarse,
tener hijos, participar en las fiestas y peregrinaciones. Abandonados por Dios
y los hombres, excluidos de la convivencia social y religiosa, estos enfermos
constituyen el sector más marginado de Galilea. Pero, ¿están realmente
abandonados por Dios o tienen un lugar privilegiado en su corazón?
Según el relato, el leproso se
acerca a Jesús, pero inmediatamente se postra a sus pies y de rodillas le hace
su súplica desde el suelo. Sabe que está transgrediendo la ley. Se presenta
como un ser indigno y culpable. Tal vez teme que Jesús se enfade por su osadía.
Su gesto está pidiendo a grito piedad.
Su petición es breve y sencilla:
“Si quieres, puedes limpiarme”. Su confianza en el poder salvador de Jesús es
total. No duda de que Jesús pueda limpiarlo, pero no está seguro de que quiera
hacerlo. ¿Se atreverá aquel hombre de Dios a ir contra lo prescrito por la ley,
por la religión del templo y por la sociedad entera? El leproso no pide ser
curado, sino quedar “limpio”, es decir, que Jesús elimine el obstáculo que lo
separa de Dios y lo excluye de su pueblo santo. ¿Lo hará?
Jesús no se echa atrás
horrorizado. Al parecer está solo. Tal vez la gente y los discípulos han huido
ante la presencia del leproso. Según el evangelista, Jesús “se compadece”. El
texto dice literalmente que “le temblaron las entrañas”. La expresión indica la
conmoción profunda de Jesús. Siente compasión no sólo por aquel leproso que
tiene a sus pies, sino por la miseria y exclusión de tantos enfermos marginados
por la religión y por aquella sociedad que se siente “pueblo santo” de Dios.
Al gesto del enfermo Jesús
responde con otros 2 gestos: “extendió la mano” y “lo tocó”. Extiende la mano
para transmitirle su fuerza curadora. Toca su piel repugnante para liberarlo de
los miedos y tabúes, pero también para invitar a todos a superar la exclusión
entrando en contacto con los que parecen malditos. El leproso había violado la
ley acercándose a Jesús. Ahora Jesús completa la transgresión de manera más
grave con su contacto físico. Lo actuación de Jesús lo dice todo: la ley
religiosa que margina y excluye a estos desgraciados no expresa la verdadera
voluntad de Dios. Dios acoge a todos, sin excluir a nadie. Así ha de actuar
también su pueblo.
A las palabras del leproso
responde Jesús también con las suyas: ¡Quiero, queda limpio”. El leproso tiene
que saber lo que quiere Jesús: la ley no tiene piedad por los leprosos; él por
el contrario se conmueve hasta las entrañas por su situación; la ley no piensa
en los que quedan excluidos; Jesús, por el contrario, pone siempre el bien de
la persona por encima de la ley. El evangelista dice que “al instante le
desapareció la lepra y quedó limpio”. Ocurre lo contrario de lo que dice la
ley: el contacto físico con el leproso no contamina a Jesús, sino que limpia al
leproso. En Jesús, el Hijo de Dios encarnado, se nos revela que la exclusión no
es de Dios, sino de los hombres: quien margina no es Dios, sino la institución
religiosa. ¿Aprenderemos sus seguidores a vivir sin excluir ni marginar a
nadie?
Al despedirlo Jesús pide
severamente que guarde silencio y no cuente a nadie lo ocurrido. No es fácil
interpretar esta prohibición. Sabemos que el evangelista Marcos presenta Jesús
a sus discípulos que hablen de él. Al parecer teme que lleven al pueblo a
graves malentendidos viendo en él un Mesías de carácter político y
revolucionario (secreto mesiánico). En este caso, tal vez teme que el leproso
curado lo presente como un curandero más, desvirtuando toda la novedad que
introduce Jesús al suprimir la exclusión religiosa, revelando la verdadera
voluntad de Dios que acoge a todos.
Pero Jesús le pide que se
presente a un sacerdote para que lo declare oficialmente “limpio” y pueda
reintegrase al pueblo de Dios. Era competencia de los sacerdotes llevar a cabo
un minucioso examen del leproso y un conjunto de ritos de purificación antes de
autorizarlo a incorporarse de nuevo a la convivencia. Este ritual tenía el
objetivo de hacer constatar ante el pueblo la curación del enfermo. Sin embargo
Jesús le pide al curado que se someta a lo prescrito para que conste “como
prueba ante ellos”. La expresión es enigmática y admite diversas lecturas.
Posiblemente se quiere reafirmar que la curación llevada a cabo por Jesús,
movido por su compasión y sin requisitos ni purificaciones rituales, ha de
servir de prueba “contra” la dureza de aquel sistema religioso que no ayuda a
los excluidos, sino que les exige complicadas condiciones rituales para salir
de la exclusión.
El relato culmina con un final
bastante enigmático y lleno de ironía. El leproso, que había estado
incomunicado, “se pone a divulgar a voces” lo ocurrido. Por el contrario,
Jesús, que lo ha liberado de la exclusión, se ve obligado a “quedarse fuera, en
lugares despoblados”, como si fuera un leproso. ¿Por qué no puede entrar
abiertamente en ninguna ciudad? ¿Quiere evitar las aclamaciones de la gente?
¿Es que lo consideran como un hombre impuro? El evangelista pone fin al relato
diciendo que, a pesar de quedarse en logares despoblados, “seguían acudiendo a
él de todas partes”.
De manera inconsciente vivimos
cautivos de una red invisible de barreras y prejuicios, tan profundamente
interiorizados por la sociedad y la religión que son ellos quienes nos dictan a
quien acoger y a quien rechazar, con quien tratar y a quien evitar. Nos parece
lo más normal pensar que nuestra raza es superior a otras, nuestra patria más
noble, nuestra religión más respetable, nuestros derechos más exigibles. Sin
darnos cuenta levantamos muros y barreras para excluir a quienes pueden poner
en peligro nuestro bienestar o “contaminar” nuestra tranquilidad: gentes de
otras razas, inmigrantes, indigentes, enfermos psíquicos, delincuentes que han
pasado por la cárcel, prostitutas, colectivos homosexuales… Incluso desde la
Iglesia podemos reforzar estas marginaciones o generar nuevas de carácter
religioso: miembros de otras religiones, cristianos alejados de la Iglesia,
casados de manera irregular, mujeres que han abortado…
Seguir a Jesús es comprometerse
en ese “movimiento de compasión” que él puso en marcha para introducir en la
historia humana un “amor no excluyente” que vaya eliminando barreras de
carácter racial, religioso, social, cultural, económico, sexual…”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
Digámonos a quiénes sabemos
marginar.
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 1,40-45: El leproso reintegrado.
2.
¿Qué significa para el
paralítico ir a hablar con el sacerdote?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿De qué discriminaciones
tiene que curarnos Jesús?
4.
Compromiso: ¿Cómo vamos a abrirnos a las
personas que no tomamos en cuenta?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee la siguiente oración. Luego destacamos alguna
frase de ella.
Señor, en los pobres y
marginados de siempre,
En los inmigrantes y
desempleados sin horizonte,
En las mujeres maltratadas y
los ancianos abandonados,
En los niños indefensos y las
gentes estrelladas,
En todos los heridos del
borde del camino:
Queremos buscarte y
encontrarte en ellos, Señor,
Haz que sepamos verte,
descubrirte, acogerte, abrazarte.
-
Repetimos frase por frase el siguiente “salmo del migrante”
Desde los confines de la
tierra, clamo a ti, Señor;/
Vuelve hacia mí tus ojos./
Sé tú, oh Dios mío, mi torre
inexpugnable,/
La patera que no naufraga,/
La alambrada que cede ante
mis pies./
Me refugio está en ti: que no
se me arrebate la vida./
Sé tú, Señor, mi escudo y mi
liberador,/
Pues he tenido que abandonar
mi casa por la maldad ajena;/
He tenido que huir de la
injusticia y la explotación/
Sé tú mi puente y mi
pasaporte;/
Pues allí donde llegan todas
las mercancías, no soy yo recibido…/
¿Quién hará de la tierra mi
hogar? pues la hiciste como morada de todos./
Un día plantaré mi tienda
para siempre/
Allí donde encuentre leche y
pan para los míos./
Pues tú, oh Dios, eres mi
amparo y mi libertador./
-
Escuchamos en silencio
Dios de misericordia, el
Evangelio es esta Buena Noticia:
Nadie está excluido de tu
amor.
Haz de mí tu pregonero
incansable.
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 19 :
AMIGO DE LOS
“PECADORES”.
Motivación inicial
La gente de Galilea llegó a
llamar a Jesús “¡Amigo de los pecadores!”. Él nunca lo desmintió, pues tenía
costumbres de relacionarse y comer con ellos, que eran considerados ‘gentes
indeseables’. No excluía a nadie de su mesa. Estas comidas eran el gesto más
expresivo y también más escandaloso del gran proyecto de Dios: hacer de la
humanidad una gran familia que no excluya a nadie de su convivencia. A los
seguidores de Jesús, se nos ha de conocer por nuestra capacidad de acoger a
todos y compartir mes con todos, sin excluir a nadie.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
1.
Motivación
¿Sé invitar a mi casa los vecinos para aumentar mi red de
amistades?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
12,13-17: Un cobrador de impuestos como discípulo de Jesús.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
El publicano Leví llamado por Jesús. ¿Eran bien vistos los
cobradores de impuestos, llamados también ‘publicanos’ o ´pecadores’ y por qué
motivos? ¿Qué escándalo provoca Jesús al llamar a un cobrador de impuestos como
su discípulo?
-
Jesús come con ‘pecadores’. ¿A quiénes se llamaba ‘pecadores’ en tiempos
de Jesús? ¿Qué quería comunicar Jesús al invitar a su mesa a todos, sin excluir
a nadie? ¿Qué grupos hoy acogen a los ‘indeseables’? ¿Cómo me siento
interpelado/a personalmente?
-
Crítica de los maestros de la ley. ¿Por qué se molestan los
maestros de la ley? ¿A quiénes se dirigen para hablar estos maestros de ley?
¿Por qué motivos será?
-
Respuesta de Jesús. Vuelvo a leer el refrán popular que recuerda
Jesús. ¿Qué misión se atribuye Jesús? ¿Por qué el compartir de la mesa con
todos es tan importante para Jesús? ¿Qué conclusión saco para mí?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “COMPARTIR MESA CON ‘PECADORES’”.
Jesús anda predicando su mensaje
por la orilla del lago, en las cercanías de Cafarnaúm. Era uno de los lugares
preferidos para anunciar la Buena Nueva de Dios. Las gentes acuden a él de
todas partes. Su mirada penetrante lo observa todo. Al pasar ve a Leví, hijo de
Alfeo, sentado en su puesto para cobrar impuestas, y le dice: “Sígueme”. La
gente tuvo que quedarse sorprendida y escandalizada: ¿cómo puede aquel profeta
de Dios llamar a un recaudador de impuestos a seguirlo para formar parte de su
grupo más cercano?
¿Quiénes son estos cobradores de
impuestos llamados tradicionalmente “publicanos”? No los hemos de confundir con
los recaudadores de los tributos del Imperio sobre estas tierras y los
productos del campo: Roma confiaba esta tarea a familias poderosas y bien
seleccionadas, que respondía con su fortuna de su cobro eficaz. Los ‘publicano’
que aparecen en los relatos evangélicos son los recaudadores que cobran
impuestos de mercancías o derechos de tránsito en los límites de las
provincias, en los puentes o las entradas de ciudades importantes. Dentro de
este colectivo están los “jefes de publicanos”, hombres ricos y poderosos, como
Zaqueo, que controlan y explotan los puestos de cobro, como Leví.
Estos últimos formaban un grupo
de gentes que no había podido encontrar un medio mejor para subsistir. Su
trabajo, considerado como una actividad propia de ladrones e individuos pocos
honrados, era tan despreciada socialmente que a veces se recurría a los
esclavos para cobrar los impuestos. Lo publicanos eran probablemente el
prototipo de pecadores, privados de la bendición de Dios y excluidos del pueblo
santo. Se consideraba su conversión como prácticamente imposible, pues no
podían restituir lo robado en tantas personas en tránsito.
Sin duda, Leví era un hombre
conocido en Cafarnaúm, dentro del colectivo de publicanos, que, por cierto,
debía de ser bastante numeroso. No hemos de olvidar que Cafarnaúm era una
ciudad fronteriza entre la Galilea de Antipas y el territorio gobernado por su
hermano Filipo. Por sus cercanías pasaba una calzada comercial importante,
llamada “Vía maris” (Vía del mar), donde se cobraban los impuestos de las ricas
mercancías proveniente del Extremo Oriente.
A Jesús no le importa la mala
reputación que pueda tener Leví entre sus vecinos. Rompiendo una vez más las
discriminaciones sociales y religiosas, lo llama a seguirlo. Su llamada
significa para Leví un cambio total de vida. Ya no se dedicará a su negocio.
Aprenderá a vivir desde Jesús y colaborará con su proyecto. No importa su
pasado al margen de las leyes religiosas. Comienza para él una vida nueva. Con
Jesús todo es posible.
Lleno de alegría y agradecimiento,
probablemente es él que organiza en su casa un banquete para celebrar su nueva
vida. La escena que describe el evangelista es insólita. Los sectores
religiosos de Cafarnaún no pueden admitir un escándalo semejante. Jesús está
sentado en la mesa presidiendo una extraña comida. Por una parte se sienten a
la mesa los discípulos que lo siguen. Pero se sientan también “muchos
publicanos y pecadores”, invitados sin duda por Leví. Todos comparten el mismo
banquete. En torno a Jesús está comenzando un movimiento liberador donde caen
las barreras y los prejuicios que levantan los hombres en nombre de Dios.
Leví no
ha invitado sólo a sus amigos “publicanos”. Junto a él ha acudido el grupo de
indeseables a lo que se designa con el nombre de “pecadores”. Jesús los acoge a
todos a su mesa. ¿A quiénes se aplicaba este grave calificativo? Los
“pecadores” componen un grupo socialmente reconocible de personas que viven al
margen de la ley de Moisés sin dar signos de arrepentimiento: usureros,
estafadores, ladrones, recaudadores de impuestos, prostitutas y delincuentes de
todo tipo. Viven fuera de la Alianza y se los considera excluidos de la
salvación. Son “los perdidos”. De ellos habla seguramente Jesús en su parábola
de la “oveja perdida”.
Los
maestros de la ley, pertenecientes al sector fariseo, no pueden soportar aquel
espectáculo: ¿cómo se le ocurre a un hombre de Dios acoger amistosamente a
“publicanos y pecadores” hasta el punto de compartir mesa con ellos? Se dirigen
directamente a los discípulos, pero su hostilidad es contra Jesús. Su tono es
despectivo. No pronuncian siquiera el nombre de Jesús. Se sienten con derecho a
pedir explicaciones: ¿Por qué come con publicanos y pecadores?” ¿por qué no
guarda la debida separación?
Lo que
más escandaliza no es ver a Jesús en compañía de gente pecadora y poco
respetable, sino observar que se sienta con ellos en la mesa. Esta costumbre es
uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, tal vez lo que más
le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y maestros
del pasado. Es difícil encontrar algo parecido en alguien considerado como “un
hombre de Dios”.
El
asunto es explosivo. Sentarse a la mesa con alguien siempre es una muestra de
respeto, confianza y amistad. No se come con cualquiera. Compartir la misma
mesa quiere decir pertenecer al mismo grupo. Por eso los sectores judíos que
quieren observar la santidad propia del pueblo elegido excluyen a los
pecadores. ¿Por qué no hace Jesús otro tanto? ¿Acaso pertenece al grupo de los
pecadores?
Jesús
sorprende a todos. Su mesa está abierta a cualquiera. Nadie se debe sentir
excluido. Puede compartir su mesa gente de mala fama o de dudosa moralidad,
incluso pecadores que viven al margen de la Alianza. Jesús no excluye a nadie.
El reino de Dios es una mesa abierta donde se pueden sentar todos, incluso los
pecadores. Por eso la identidad de Jesús y de sus seguidores consiste
precisamente en no excluir a nadie.
Cuando
Jesús oye la crítica de los letrados fariseos, no deja que respondan sus discípulos.
Interviene el mismo para dejar claro el significado profundo de su actuación.
En primer lugar les recuerda un refrán probablemente conocido por todos: “No
necesitan médico los sanos, sino los enfermos”. De esta manera tan sencilla
cambia por completo la perspectiva del planteamiento: a los fariseos les
preocupa conservar intacta la propia identidad santa, sin contaminarse con
pecadores; a Jesús lo que le preocupa es la necesidad que pueden tener de él
los pecadores para sentirse acogidos por Dios.
Con
pocas palabras descubre su manera de mirar a quienes, por razones diferentes,
no viven a la altura moral de los que observan las prescripciones de la ley.
Más que “pecadores” son “enfermos”, más que culpables son víctimas del mal.
Necesitan ayuda más que condena, acogida más que exclusión.
Al mismo
tiempo Jesús revela su modo de acogerlos. Aquellas comidas tienen para él un
carácter terapéutico. Al ofrecerles su confianza y su amistad los libera de la
vergüenza y la humillación, los rescate de la exclusión, los acoge como amigos
y amigas. Poco a poco su amistad los va curando por dentro. Por primera vez se
sienten acogidos por un hombre de Dios. Jesús no actúa como un maestro que los
condena en nombre de la ley, sino como un médico amigo que quiere para ellos
una vida más sana, digna y dichosa. Junto a Jesús empiezan a intuir que Dios no
es un juez sombrío y peligroso que los espera airado; es un amigo que los busca
para ofrecerles su amistad. No tienen nada que temer. Junto a él pueden beber
vino y cantar canciones. Con su acogida amistosa Jesús no está justificando el
pecado, la corrupción o la prostitución. Está rompiendo el círculo diabólico de
la exclusión y abriendo un espacio nuevo y acogedor para su encuentro con Dios.
Jesús
termina su intervención explicando solemnemente su misión: “Yo no he venido a
llamar a justos, sino a pecadores”. Jesús provoca con su actuación una
verdadera “subversión”: los que se creen con derecho a pertenecer al pueblo
santo de Dios y no sienten la necesidad de cambio alguno, pues observan
fielmente la ley, quedan excluidos; los que por su condición de pecadores no
pueden hacer otra cosa sino reconocer su exclusión, son llamados y acogidos. ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Sabemos invitar a nuestra
casa vecinos para aumentar nuestra red de amistades?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 12,13-17: Un cobrador de impuestos como discípulo de Jesús.
2.
¿Por qué causa escándalo el
llamado de Jesús a Leví-Mateo para que sea parte de sus apóstoles?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Qué nos enseña la actitud
de Jesús al llamar a Leví-Mateo para conformar su Comunidad de vida?
4.
Compromiso: ¿Con quiénes nos vamos a
relacionar para abrirnos a otros?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Escuchamos en silencio:
Padre y madre Dios: todos
somos tus hijos; todas somos tus hijas.
El mundo los llama: maldito,
ladrón, drogadicto, prostituta,
Borracho, demente, vagabundo,
terrorista, loco, violador…
Los justos y los buenos los
llaman: perdido, pecadores, desviado, condenado;
Mejor olvidarlos y no perder
tiempo ni energía con estos náufragos.
Para ti, Dios nuestro, tú
eres su padre y madre de todos y todas para siempre.
Él es siempre tu ‘hijo
amado’; ella es siempre tu ‘hija amada’.
Son tus hijos y tus hijas
enfermos de amor, necesitados de amor.
-
Alguien lee la siguiente oración que repetimos paso a paso
No has venido, Señor, para
juzgar,/
Sino a buscar a los que
estaban perdidos,/
Para abrazar con ternura a
los que estaban enfermos,/
Para librar de culpas y
temores a los que estaban hundidos./
Señor, tú sabe que somos
barro, con nuestro pasado de pecado:/
Con nuestras ambigüedades y
limitaciones,/
Con nuestros pecados
personales y colectivos,/
Con el pecado del mundo./
Señor, tú has venido para
amarnos sin límites./
-
Hagamos alguna oración personal.
- Bendición y abrazo de paz.
Tema 20
: LA
PROSTITUTA ACOGIDA POR
JESÚS.
Motivación inicial
Vamos
a profundizar más en la acogida de Jesús a los ‘llamados pecadores’. Un
incidente provocado por una prostituta nos va a permitir descubrir mejor cómo
acoge y defiende Jesús a estos pecadores frente a quienes los condenan sin
respetar su dignidad. Seguir a Jesús es
aprender a mirar cómo miraba él, también a estas gentes extraviadas que casi
todos desprecian.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
1.
Motivación
¿Cómo miro a las mujeres que se prostituyen?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Lucas
7,3-50: La prostituta acogida por Jesús.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
Actuación de la
prostituta. ¿En casa de quién se encuentra Jesús? ¿Cuáles
son los distintos gestos de la mujer con Jesús? ¿Cómo interpreto su actuación?
-
Reacción del
fariseo. ¿Qué piensa el fariseo de la mujer? ¿Por qué
se siente con derecho a juzgarla? ¿Cómo interpreto que Jesús se dejar tocar por
una mujer prostituta?
-
La parábola. ¿Por qué el prestamista condona la deuda de los 2 endeudados? ¿Cuál
es el mensaje de la parábola?
-
Aplicación de la
parábola. Según Jesús, ¿en qué ha fallado el fariseo en
su acogida de Jesús? ¿De qué manera resalta Jesús la dignidad de la mujer? ¿Qué
desveló Jesús al fariseo en esa mujer prostituta?
-
Palabras finales de
Jesús a la mujer. ¿Cómo entiendo las 2 series de palabras de
Jesús a la mujer? ¿También a mí me dirige Jesús estas mismas palabras?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “UNA MIRADA
DIFERENTE.
Jesús
acepta la invitación de un fariseo y entra a su casa para comer. Sentarse en
torna a la mesa es siempre una buena ocasión para dialogar y anunciar la Buena
Noticia. Los comensales, todos varones, toman parte en la comida recostados
cómodamente en torno a una mesa baja. Al parecer no caben al interior de la
vivienda. El banquete tiene lugar
probablemente delante de la casa, de manera que los curiosos pueden acercarse,
como era habitual, a observar los comensales y escuchar su conversación.
De
pronto se presenta una prostituta de la localidad. El fariseo Simón la reconoce
y se siente molesto y nervioso. Conoce bien a estas prostitutas que se acercan
al final de los banquetes en busca de clientes. Esta mujer puede contaminar la
pureza de los comensales y estropear el banquete. Las prostitutas que aparecen
en los relatos evangélicos no son prostitutas que trabajan en los burdeles controlados
por los esclavos en las ciudades importantes. Son prostitutas de las aldeas,
casi siempre mujeres repudiadas, viudas empobrecidas o jóvenes violadas. A
parecer, estas mujeres despreciadas y humilladas por todos se acercaron muy
pronto a las comidas que se hacían en torno a Jesús.
La prostituta se dirige directamente a Jesús,
se acerca por detrás y se pone junto a sus pies, mientras él sigue recostado.
El narrador se detiene a describir con detalles los gestos de la prostituta,
llenos de emoción, gratitud humilde y amor desbordante. La mujer acapara con
sus gestos la atención de todos los comensales.
No dice nada, sólo acierta a llorar
hondamente. No sabe cómo expresar su alegría y agradecimiento. Sus lágrimas
riegan los pies de Jesús. Olvidándose de todos los presentes se suelta su
cabellera y, frotando suavemente, se los va secando. Es un deshonor para una
mujer soltarse el cabello delante de los varones, pero ella no repara en nada:
está acostumbrada a ser despreciada. Luego besa una y otra vez estos pies
queridos y, abriendo el pequeño frasco que lleva colgado en el cuello, se los
unge con un perfume precios de mirra. Es difícil no pensar en el texto de libro
de Isaías, donde se puede leer: “¡Qué hermosos sobre los montes los pies del
mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia y proclama la
salvación!” (52,7).
El fariseo contempla la escena horrorizado. La
actuación atrevida de la mujer y la acogida serena de Jesús lo llenan de
indignación. Su mirada de hombre experto en las tradiciones fariseas sólo ve en
aquella mujer una “pecadora” indigna que está contaminando la pureza de los
comensales; no repara en sus lágrimas; sólo ve en ella los gestos
desvergonzados de una mujer de su oficio que sólo sabe soltar el cabello,
besar, acariciar y seducir a los hombres con sus perfumes. Su mirada de
desprecio le impide además reconocer en Jesús al profeta de la compasión de
Dios: su acogida serena a la mujer lo desconcierta; no puede ser profeta.
La mirada de Jesús es diferente. En aquel
comportamiento que tanto escandaliza al fariseo Simón, él sólo ve el amor
grande y agradecido de una mujer que se sabe muy querida y perdonada por Dios.
Simón no lo puede ni sospechar. Jesús, que hasta ahora ha estado en silencio
reclama su atención, pues quiere descubrirle una manera nueva de ver las cosas:
“Simón, tengo que decirte una cosa”.
Jesús le cuenta una pequeña parábola que habla
de un prestamista El relato es sencillo y claro. De manera sorprendente el
acreedor perdona la deuda a los dos. Sin duda es un hombre generoso que
comprende los apuros de quienes no pueden pagar lo que deben. La deuda de uno
es grande: quinientos denarios, el sueldo de casi 2 años de trabajo en el
campo, un cantidad casi imposible de para un campesino. La deuda del otro sólo
asciende a cincuenta denarios, una suma más fácil de conseguir, el sueldo de
siete semanas. Jesús termina con una pregunta: ¿quién de los dos le estará más
agradecido? La respuesta de Simón es lógica: “Supongo que aquel a quien perdonó
más”.
Jesús pasa en seguida a la aplicación concreta
de la parábola. Va a enseñarle al farseo a mirar a la prostituta de manera
diferente: “Ves a esta mujer”. Con admirable pedagogía va a destacar los tres
gestos que la mujer ha tenido con él, en contraste con el descuido que ha mostrado
Simón al recibirlo en su casa. Los gestos de la mujer manifiestan su amor
grande y agradecido a Jesús; los olvidos de Simón al atenderle a él muestran su
falta de acogida y hospitalidad.
Al entrar en la casa Simón no le ha ofrecido
agua para lavarse los pies; la mujer, por el contrario, se los ha bañado con
sus lágrimas. Simón no le ha dado el beso de la paz; la mujer no ha cesado de
besar sus pies. Simón no ha ungido con aceite su cabeza; la mujer le ha ungido
los pies con perfume. Todo queda iluminado por la pequeña parábola. Si la mujer
“da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados”: la
prostituta sabe que es pecadora, y que el perdón que recibe de Dios es
inmerecido; se siente querida por Dios, no por sus méritos, sino por la bondad
de ese Dios del que habla Jesús; por eso se despierta en su corazón tanto
agradecimiento y amor. Por el contrario, “al que se le perdona poco mostrará
poco amor”. Es lo que le sucede a Simón: sabe que observa la ley; apenas siente
necesidad del perdón de Dios; sus pecados son tan pocos que no se siente
pecador y tampoco perdonado; por eso el mensaje de Jesús sobre el perdón de
Dios lo deja indiferente. En su corazón no se despierta la alegría y el
agradecimiento. ¿No nos puede pasar algo parecido?
El relato va llegando a su fin. Delante de
todos, Jesús se dirige ahora a la mujer, despreciada por el fariseo Simón y sus
amigos para confirmarle solemnemente el perdón de Dios: “Tus pecados quedan
perdonados”. Aquella mujer, despreciada por el fariseo Simón está disfrutando
del perdón de Dios. Ha cometido muchos pecados, pero nadie tiene más amor a
Dios que ella. Los comensales no salen de su asombro: “¿Quién es este que hasta
perdona los pecados?”. Esta es la pregunta que el evangelista deja resonar para
que nosotros vayamos ahondando en el misterio que se encierra en Jesús.
Las últimas palabras de Jesús son para la
prostituta. Esta mujer ha de saber que es su fe en el amor de Dios lo que le ha
abierto a su perdón gratuito y salvador: “Tu fe te ha salvado”. Luego la invita
a iniciar una vida llena de paz. Ya no importa su pasado. En adelante puede
vivir reconciliada con Dios y consigo misma: “Vete en paz”.
Este relato conmovedor nos invita a reaccionar
ante Jesús, Profeta de la compasión, en el que se nos ofrece el perdón de Dios.
¿Somos conscientes de que todos vivimos del perdón inmerecido de Dios? Y si
todos hemos de vivir agradeciendo a Dios de su perdón: ¿cómo nos atrevemos a
vivir juzgando y condenando ligeramente a los demás? ¿Cuándo aprenderemos a
mirar a todos como miraba Jesús?
En el evangelio de Mateo ha quedado recogida
una frase provocativa de Jesús a los dirigentes religiosos de su pueblo: “Les
aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el
Reino de Dios” Mateo 21,31). Los escribas hablan constantemente de la ley; los
sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso. Nadie dudaría de que están
haciendo la voluntad de Dios. Pero las cosas no son siempre como parecen. Los
publicanos y las prostitutas no hablan de Dios; no se preocupan de la ley; son
pecadores despreciados por todos. Sin embargo, según Jesús, van por delante en
el camino del Reino de Dios. Ellos saben entender y acoger mejor que nadie el
perdón de Dios.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Cómo miramos a las mujeres
que se prostituyen?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 7,3-50: La prostituta acogida por Jesús.
2.
¿Qué es lo que más nos llama
la atención de la actitud de Jesús?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Sabemos mirar positivamente
a las personas que todo el mundo condena?
4.
Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar con
nuestras miradas y nuestras palabras para acoger a todos y todas?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee esta
oración. Luego repetimos alguna de sus expresiones.
Señor, reina en mí la oscuridad, pero en tu está la luz.
Me siento sólo, pero tú no me abandonas.
Estoy desalentado, pero en ti está la ayuda.
Estoy intranquilo, pero en ti está la paz.
La amargura me domina, pero en ti está la paciencia.
No comprendo tus caminos, Señor, pero tú sabes el camino para mí.
-
Escuchamos en
silencio las palabras de Jesús a la mujer prostituta.
Después de cada frase hacemos un momento de silencio
“Tus pecados quedan personados”…
“Tu fe te ha salvado”…
“Vete en paz”…
-
Repetimos frase por
frase el Salmo 102, pensando en
nosotros y en los que condenamos cuando Dios los perdona.
“El Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso.
No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados,
Ni nos pagas según nuestras culpas.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
Así siente Dios ternura por sus fieles,
Porque sabe de qué estamos hachos:
Se acuerda de que somos barro”.
-
Hacemos alguna breve oración espontánea.
- Bendición
y abrazo de paz.
Tema 21 :
EL RICO BUSCADO
POR JESUS.
Motivación inicial
Seguimos ahondando en la amistad
de Jesús con los pecadores. En la ciudad de Jericó, Jesús busca al rico Zaqueo,
le ofrece su amistad y entra en su casa. Eso provoca el escándalo de unos -los
legalistas- pero logra la conversión de Zaqueo. Jesús quiere dejar claro que
“ha venido para buscar y salvar lo que está perdido”. Así está también hoy
entre nosotros: Jesús busca y salva a las y los que nosotros consideramos como
‘perdidos’ o lo que echamos a perder.
1ª parte:
PREPARACIÓN PERSONAL
1.
Motivación
¿Cómo considero a la gente rica o muy rica? ¿Me he puesto a pensar
cómo salvar a los ricos?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Lucas
19,1-10: Jesús y Zaqueo.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
Zaqueo. ¿Cuáles son los rasgos con
que se describe a Zaqueo? ¿Cómo era considerado Zaqueo por sus vecinos? ¿Qué
hace Zaqueo al saber que Jesús está atravesando las calles de Jericó?
-
Actitud de Jesús. ¿Cómo responde Jesús ante la iniciativa de
Zaqueo para verlo? ¿Cómo reacciona la gente de Jericó a ver a Jesús ir a casa
de Zaqueo? ¿En qué me llama la atención las actuaciones de Jesús?
-
La acogida de Zaqueo. ¿Cómo reacciona Zaqueo ante la actuación de
Jesús para con él? ¿Son importantes las decisiones que toma Zaqueo? ¿Qué me
parecen las decisiones que toma Zaqueo?
-
Conclusión. ¿Qué siento al escuchar que Jesús ‘ha venido para buscar y salvar
lo que está perdido’? ¿Tengo la experiencia de haber vivido algún momento de
‘salvación’ en beneficio de alguien? ¿Qué tengo que cambiar en este momento de
mi vida?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte.
Comentario: “BUSCAR Y SALVAR LO PERDIDO”.
Camino de Jerusalén, Jesús entra
en la ciudad de Jericó, donde vive Zaqueo, un hombre bien conocido por todos.
Lucas lo describe con 2 rasgos. Es un poderoso jefe de recaudadores que
controlan el paso de las mercaderías que entran en la zona de Jericó,
importante encrucijada de caminos. Es por lo mismo un hombre rico que vive
explotando a la gente al cobrarles los impuestos y derechos de tránsito.
Zaqueo no es querido en Jericó.
La gente lo considera como un ‘pecador’ que no puede contar con la bendición de
Dios. Su actitud es despreciable, propia de personas poco honradas que viven
explotando a los demás. No merece ser llamado ‘hijo de Abraham’. Su misma
riqueza le está condenando: no sirve a Dios sino al dinero. Seguramente Jesús
lo condenará.
Sin embargo, este hombre despreciado
por todos como pecador, “quiere ver a Jesús”. No es sólo curiosidad. Quiere
saber quién es, qué misterio se encierra en ese profeta que tanto atrae a la
gente. Ha oído hablar de Jesús, pero no lo conoce. Ahora que ha llegado a
Jericó quiere verlo de cerca y encontrarse con él. No es fácil para un hombre
rico, instalado en su mundo de poder y explotación. Pero su deseo de ver a
Jesús va a cambiar su vida. No lo hemos de olvidar.
Zaqueo tendrá que superar varios
obstáculos. Lucas dice que la gente le impide ver a Jesús, porque es “bajo de
estatura”, sobre todo porque su vida está motivada por ideales muy poco nobles:
con los ojos puestos en la riqueza es difícil ver a Jesús con claridad. Por
otra parte, la gente es también un impedimento. Zaqueo tendrá que superar
prejuicios sociales para descender de su mundo de poder y acercarse
humildemente a Jesús como un necesitado más.
Zaqueo
da pasos concretos para ver a Jesús. Lo hace con sencillez y sinceridad. Corre para
adelantarse a la muchedumbre y se sube como un niño a una higuera por dónde va
a pasar a Jesús. No le importa actuar de manera poco acorde con su dignidad
de señor importante. Sólo busca el
momento y el lugar adecuado para encontrarse con Jesús. Ni el mismo sabe que
está buscando paz, verdad, un sentido más digno a su vida.
Pronto descubrirá que también
Jesús le está buscando a él. Aquel hombre, juzgado por todos por ‘pecador’,
para Jesús es simplemente una persona que vive “perdida”. Por eso, al llegar al
lugar donde se encuentra Zaqueo, “levanta los ojos” hacia él. Ahora es Jesús
quien lo mira. El relato sugiere un encuentro de miradas entre el Profeta
defensor de los pobres y el rico explotador de Jericó.
No hay por parte de Jesús ningún
gesto de condena. Lo llama por su nombre y le dice. “Zaqueo, baja enseguida”.
No hay que perder más tiempo. “Hoy tengo que alojarme en tu casa”. Jesús le
ofrece su amistad: comerá en su casa, le escuchará, podrán dialogar despacio.
Quiere entrar en el mundo del rico. Zaqueo responde inmediatamente a la llamada
de Jesús y les abre las puertas de su casa, lleno de alegría. Hay momentos
decisivos en que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que
estamos echando a perder. No hemos de dejarlo escapar.
Mientras tanto, todos en Jericó
critican a Jesús y se escandalizan porque “ha entrado en casa de un pecador”.
No comprenden su actitud acogedora. No entiende que aquel profeta que fustiga
con tanta riqueza a los ricos y los llama malditos, busque la amistad de
Zaqueo. Zaqueo lo necesita: entrará en su casa.
Lucas no describe el encuentro.
Sólo le interesa destacar el profundo cambio que se produce en aquel rico.
Zaqueo, mirado por Jesús, interpelado por su palabra, acogido y respetado, se
deja salvar por aquel profeta sanador. Su manera de mirar la vida se
transforma. Ya no piensa sólo en su dinero, sino en el sufrimiento de los
pobres. No puede seguir viviendo como ahora: compartirá con ellos sus bienes.
Se acuerda también de los que han sido víctimas de sus abusos: les devolverá
con crees lo que les ha robado.
Zaqueo deja que Jesús introduzca
en su vida verdad, justicia y compasión.
Según el relato, Zaqueo “se pone en pie” para hablarle a Jesús de sus
decisiones. Se siente otro. Ha adquirido otra estatura más humana. El encuentro
con Jesús ha transformado su corazón y su vida entera.
El relato culmina con unas
palabras de Jesús que revelan u resumen lo acontecido en casa de Zaqueo. En
primer lugar todos han de saber que “hoy ha sido la salvación de esta
casa”. Encontrarse con Jesús es siempre
un momento de salvación. Zaqueo ha adquirido un nueva identidad. Era un pecador excluido por todos del pueblo
de Dios. Jesús lo declara ahora “hijo de Abrahán”.
En el origen de esta salvación
está Jesús. Según dice él mismo: “El
Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Es una de
las definiciones más hermosas de Jesús. No hemos de olvidar: acoger a Jesús es
a Dios encarnado, que en Jesús viene a nosotros para salvar , reavivar y
resucitar lo que nosotros echamos a perder.
A todos se acerca Jesús
ofreciendo la salvación de Dios, pero no a todos de la misma manera. En
concreto a los ricos, se les acerca para salvarlos, antes que nada, de sus
riquezas. La vida de quienes son esclavos del dinero son vidas “perdidas”,
vidas sin verdad, sin voluntad de justicia, sin compasión hacia los que sufren.
Pero Jesús ama a los ricos. Todo rico que lo deje entrar en su casa
experimentará su fuerza salvadora.
En nuestro itinerario andamos
buscando a Jesús: tratando de ver quien puede ser para nosotros. Si nos dejamos buscar por él, si escuchamos
su llamada y si lo dejamos entrar en nuestra vida, experimentaremos su fuerza
salvadora. Él está en medio de nosotros para salvar a lo que está perdido en
nosotros. Él nos puede liberar del bienestar fácil, des consumismo
deshumanizador y de tantas esclavitudes materiales que vacían nuestra vida de
justicia, de solidaridad y de compasión.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte:
REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Qué propuestas hacemos para
avanzar en la conversión de los ricos?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 19,1-10: Jesús y Zaqueo.
2.
¿Cómo entendemos las reacciones
de Jesús con Zaqueo?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Cómo relacionamos este
episodio de la vida de Jesús con nuestra propia vida?
4.
Compromiso: ¿Qué tenemos que cambiar
para asemejarnos más a Jesús?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Repetimos paso a paso la siguiente oración.
Jesús, si vienes a nuestra
casa, no la vas a encontrar arreglada./
No todo está limpio en
nuestras vidas: necesitamos que vengas./
Sólo tú puedes cambiar
nuestras vidas, sólo tú puedes renovarnos por dentro./
Ven y entra en nuestra casa
como entraste en la de Zaqueo./
Necesitamos sentir tu salvación:
Entra hasta el fondo de nuestro corazón./
Enciéndenos por dentro,
reaviva nuestras fuerzas y nuestro amor./
Ven a buscar y salvar lo que
echamos a perder./
-
Escuchamos en silencio las siguientes palabras de Jesús, haciendo una pausa entre cada una.
“Hoy tengo que alojarme en tu
casa…
“Hoy es la salvación de esta
casa…
“Vengo a buscar y salvar lo
que está perdido”…
-
Repetimos el final de cada petición:
Jesús, conviérteme primero a
mí para que pueda anunciar a otros tu Buena Noticia: Jesús, dame audacia.
En este mundo escéptico y
autosuficiente, tengo vergüenza y miedo: Jesús, dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y
cerrada, yo también tengo poca confianza en las personas: Jesús, dame amor.
En esta tierra insolidaria y
fría, yo también siento poca solidaridad: Jesús, dame constancia.
En este ambiente cómodo y
superficial, yo también me canso fácilmente: Jesús, dame valor.
Jesús, conviérteme primero a
mí para que pueda anunciar a otros tu Buena Noticia: Jesús, dame tu salvación.
-
Hagamos una breve oración espontánea.
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
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