lunes, 22 de febrero de 2016

Guías paraSEGUIR A JESÚS 4a etapa Rasgos de Jesús



  etapa :  RASGOS  DE  JESÚS.


            Después de haber conocido un poco mejor a Dios, vamos ahora a descubrir a Jesús. Vamos a seguirlo por los caminos de Galilea, tal como hicieron las primeras y los primeros discípulos. Estando cerca de él, iremos conociendo cómo es, cómo se acerca a la gente y cómo hace más humana su vida introduciendo salud, perdón, amistad y esperanza. En su acción sanadora y liberadora iremos desvelando el proyecto salvador de Dios: lo que Jesús llamaba “Reino de Dios”.
            Poco a poco iremos destacando algunos rasgos inconfundibles de Jesús. Lo veremos como curador de la vida, amigo de los pecadores, defensor de los pobres y amigo de las mujeres. No son sólo los rasgos de un gran profeta. En esos rasgos Jesús nos va revelando el rostro y el corazón de un Dios humano, fuente de vida y de perdón.
            Seguir a Jesús es aprender de él a vivir, crecer y actuar. Él nos llama a actualizar su presencia y su acción salvadora en el mundo de hoy. Él nos invita a la conversión personal, de nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros grupos, nuestra Iglesia… al caminar con una mayor fidelidad a su Espíritu.

JESUS FUE CURADOR DE LA VIDA
Los 3 primeros temas nos van a ayudar a descubrir a Jesús como curador de la vida. Él puede liberarnos de lo que nos impide vivir de una manera sana y creativa en la sociedad y en la Iglesia.
-        Tema 16: El hombre curado en sábado (Marcos 3,1-6). Comenzamos viendo cómo Jesús cura a un desconocido, interrumpiendo la liturgia de la sinagoga un día sábado. Jesús nos quiere hacer ver que, para Dios, lo primero no es la religión, sino la vida.
-        Tema 17: El paralítico curado del pecado (Marcos 2,1-12). Jesús cura la vida desde la raíz. Por eso ofrece el perdón de Dios a un paralítico, liberándolo de su pecado y despertando en él la fuerza que necesita para enfrentarse a la vida.
-        Tema 18: El leproso curado de la exclusión (Marcos 1,40-45). Jesús cura la vida haciendo posible una convivencia sana. El Dios de Jesús no excluye a nadie de su amor. Hemos de eliminar de la vida toda discriminación.

JESÚS FUE EL AMIGO DE LOS PECADORES
A Jesús lo llamaron “amigo de los pecadores” y nunca lo desmintió, pues era verdad. Los acogía a su mesa, los defendía y les ofrecía el perdón de Dios.
-        Tema 19: Amigo de los pecadores (Marcos 12,3-17). Su costumbre de comer con pecadores y gentes indeseables es el gesto más expresivo y también más escandaloso de Jesús. Quiere dejar claro que Dios no excluye a nadie de su amor.
-        Tema 20: La prostituta acogida por Jesús (Lucas 7,36-50). Un incidente provocado con una prostituta nos ayuda a descubrir cómo Jesús defiende a los pecadores a quienes se condena sin respetar su dignidad.
-        Tema 21: El rico buscado por Jesús (Lucas 19,1-10). Jesús busca al rico Zaqueo y se hace acoger en su casa, mientras todos se escandalizan de su gesto. Quiere dejar claro que él viene “a buscar y a salvar lo que está perdido”.

JESÚS FUE EL DEFENSOR DE LOS ÚLTIMOS
Para Jesús “los últimos han de ser los primeros”, pues son los predilectos de Dios por ser víctimas de la injusticia y la maldad. Ellos han de ocupar el centro de nuestras vidas, de nuestros grupos y de la Iglesia.
-        Tema 22: Dichosos los pobres (Lucas 6,20-26). Ellos son los preferidos de Dios. Jesús los lleva muy dentro de su corazón de profeta. Ellos interpelan nuestras vidas satisfechas, muchas veces muy tranquilas e indiferentes.
-        Tema 23: El rico indiferente y el mendigo hambriento (Lucas 16,19-31). La parábola de Jesús pone al descubierto el abismo de egoísmo e insolidaridad que separa a los ricos y poderosos de los pobres y hambrientos, aquí en este mundo como en el corazón de Dios.

JESÚS FUE EL AMIGO DE LAS MUJERES
Los 2 temas siguientes nos van a ayudar a captar mejor la actuación de Jesús como liberador de la mujer. En su proyecto del Reino de Dios no cabe la dominación de la mujer por parte del varón.
-        Tema 24: La mirada a la mujer encorvada (Lucas 13,10-17). En medio de una sociedad dominada por el varón, Jesús mira a la mujer “encorvada”, la libera de sus ataduras, la pone en pie y le devuelve su verdadera dignidad. Esta escena nos ayudará a descubrir a Jesús como amigo y liberador de la mujer.
-        Tema 25: La defensa de la mujer adúltera (Juan 8,1-11). La actuación de Jesús ante una adúltera a punto de ser apedreada nos revela la voluntad radical de Jesús de liberar a la mujer de su sometimiento injusto al varón y a leyes patriarcales.



  parte :  JESUS  FUE  CURADOR  DE  LA  VIDA


 Tema  16 :  EL  HOMBRE  CURADO  EN  SÁBADO.


Motivación inicial
               Jesús tenía el don de curador. Lo ponía al servicio de los demás y de la vida. Un día curó a un hombre que tenía la mano atrofiada. No es un relato más. Jesús lo cura al interior de una sinagoga, lugar reconocido como sagrado donde se reunía todo el pueblo; además lo hace precisamente un día sábado, día consagrado a Dios. Con esta curación Jesús quiere dejar claro que para Dios, lo primero es la vida y no la religión y que la religión está al servicio de la vida. Los seguidores de Jesús hemos de aprender que, incluso en el centro de nuestra práctica religiosa, hemos de dar un servicio preferencial a quienes no pueden vivir de manera digna para que lo puedan conseguir.


1ª parte: PROFUNDIZACIÓN PERSONAL.

  1. Motivación
¿Por qué decimos que no hay lugares sagrados, ni personas sagradas, ni gestos sagrados, sino que toda la vida, todas las personas, todas las acciones (buenas) son sagradas?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 3,1-6: Curación en una sinagoga en sábado.

  1. Profundización de la lectura bíblica:
-        Introducción. ¿Quiénes son los diversos actores de este episodio? ¿Qué significación tenían para los judíos la sinagoga y el día sábado?
-        Actitudes de los fariseos. Los fariseos eran un grupo de judíos muy piadosa que buscaban cumplir estrictamente la ley. ¿Cuáles son sus actitudes en este episodio? ¿Por qué motivos están en oposición a Jesús?
-        Actuación de Jesús. ¿Qué dice Jesús al hombre enfermo y por qué lo coloca en el centro de la sinagoga? ¿Por qué le preocupa más a Jesús la curación del hombre que el cumplimiento estricto de la ley?
-        Reacción de los fariseos. ¿Por qué no enfrentan a Jesús? ¿Por qué encontramos muchas veces la misma actitud en nuestra Iglesia? ¿Cómo reacciono con personas que se limitan al cumplimiento de ‘los mandamientos’?
-        Conclusión. ¿Cuáles son los sentimientos de Jesús ante el silencio opositor de los fariseos? ¿Cómo actúa Jesús? Después de esta curación, ¿qué deciden los fariseos? ¿Cómo ayudo en mi alrededor a la defensa y la promoción de la vida?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “LO PRIMERO ES LA VIDA, NO LA RELIGIÓN.

               Este episodio de la curación de un hombre en día sábado tiene una importancia especial. Marcos presenta a Jesús de una manera que sorprende a todos: no se preocupa de reafirmar la observancia de la religión o del culto a Dios, sino que se dedica a curar enfermos y perdonar a pecadores. Lo primero para Dios no es la religión, sino una vida digna y saludable para todos. Y cuando los sectores fariseos condenan su actuación, poco respetuosa de ciertos preceptos, Jesús responde con unas palabras inolvidables: “Dios creó el sábado por amor al hombre, y no al hombre por amor al sábado” (Marcos 2,27. La religión ha de estar al servicio del hombre y no al revés. ¿Aprenderemos los seguidores y seguidoras de Jesús a cultivar una religión al servicio de la vida tal como la quería él?
               Antes que nada hemos de notar que la curación ocurre en “una sinagoga”, y precisamente en un día de “sábado”. Estos 2 datos tienen gran importancia. En la 2sinagoga” se reúne el pueblo para alabar a Dios y escuchar su Palabra: es el lugar sagrado donde se alimenta la religión judía. El “sábado” es un día totalmente consagrado a dar gracias a Dios por haber creado la vida y haber liberado al pueblo de la esclavitud. Un día instituido para celebrar la vida, el descanso y la libertad.
               En tiempos de Jesús, el sábado era una de las principales señas de identidad del pueblo judío. Se le atribuía tal importancia al descanso del sábado que, a lo largo de los años, se había ido elaborando todo un conjunto de normas y prescripciones que, según los sectores fariseos, se debían cumplir de manera rigurosa. Se podía curar o cuidar a un enfermo si estaba en peligro de muerte; en caso contrario era estrictamente prohibido.
               Jesús “entra en una sinagoga”. No tiene miedo a hacerse presente en aquel lugar donde se promueve una religión que no libera a las personas, sino que les hace daño, porque, vivida de un entramado legal interpretado de manera rigorista, no les ayuda a vivir. El asunto es demasiado importante para quedarse fuera sin intervenir. Por eso Jesús entra en la sinagoga y él mismo provoca el conflicto.
               En la sinagoga está “un hombre que tiene la mano atrofiada”. Este personaje no habla ni actúa por iniciativa propia. Su mano reseca y sin vida es la figura de una persona impedida para desarrollar una vida plena y digna. Este hombre incapacitado parece representar a todo el pueblo que se reúne en la sinagoga y que vive malogrado por una forme de entender la religión de manera equivocada y dañosa.
               Los fariseos “lo están esperando para ver si lo cura en sábado”. Aferrados a su posición legalista, buscan motivos para acusar a Jesús. Quieren ver si se atreverá a violar el sábado delante de ellos. Recordemos que este hombre no está en peligro de muerte, y por tanto está prohibido curarlo. No les importa la vida de aquel pobre hombre, sino que se respeten las normas. Hay que cuidar la legalidad. Eso es lo importante.
               En medio de una tensa expectativa, Jesús toma la iniciativa. E él sí le preocupa la vida de aquel hombre. Por eso se dirige a él con estas palabras: “Levántate y ponte allí en medio”. La orden de Jesús tiene un significado profundo. “Levántate”: Así quiere Dios ver a las personas, de pie, erguidas, no paralizadas, sino llenas de vida. “Ponte en medio”: este hombre necesita atención, ayuda y amor. No ha de quedar marginado. Ha de ocupar el centro de la sinagoga y de la religión. La celebración del sábado ha de ayudarlo a vivir de manera más plena y digna.
               Después de atraer la atención de todos hacia aquel hombre necesitado, Jesús les hace una doble pregunta: “¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal?”. Los fariseos, preocupados sólo por la celebración legal del sábado, sólo se plantean si “curar” aquel hombre está permitido por la ley o está prohibido. Jesús, por el contrario, preocupado por la vida de aquel hombre, se plantea qué es lo mejor para él: ¿hacerle el bien y devolver le la salud o, por el contrario, hacer el mal y dejarlo abandonado sin prestarle ayuda alguna?
               Con su segunda pregunta, Jesús radicaliza todavía más su planteamiento al hacer lo en término de vida o de muerte: “¿Qué hay que hacer en sábado: salvar una vida o destruirla? ¿Hay que dar vida a la mano muerta de aquel hombre, sanarlo, potenciar su vitalidad, o, por el contrario, hay que dejar su mano muerta, abandonarlo a su desgracia, no liberarlo de su atrofia? Para Jesús, no ir a favor de la vida es ya ir a favor de la muerte. Esta es la cuestión: la religión, ¿está al servicio de la vida o de la muerte? Si en el centro de la religión no están el amor y la ayuda a la vida de las personas, ¿qué sentido tiene ante Dios, Padre solícito de todos sus hijos e hijas?
               Los fariseos permanecen callados. Su silencio es rechazo hostil. No saben cómo responder y no quieren dialogar. Todos saben que lo primero es hacer el bien y defender la vida. Pero, ¿cómo van a ir en contra de las leyes que regulan el sábado? En lo íntimo de su corazón siguen dando culto a un Dios más preocupado por la observancia del sábado que por la vida de sus hijos e hijas. Para ellos, “bien” y “mal” significan “observancia” y “no observancia”. En su religión está ausente la fe en un Dios amigo de la vida.  En su vida falta amor a las personas.  ¿Tenemos también nosotros el riesgo de vivir así la religión cristiana?
               Jesús reacciona con dureza. El evangelista hace 2 observaciones. Primero, “los miró con ira”: su mirada expresa su indignación profética ante los que no están a favor de la vida plena y digna de los que sufre, pues no entienden que eso es precisamente lo que Dios quiere antes que nada. Luego indica que lo hizo “apenado por la dureza de su corazón”: sentía tristeza ante su ceguera incurable y su resistencia a la verdadera voluntad de Dios. En el corazón de Jesús, sólo hay amor: la ira brota de su amor a los que sufren, la pena nace de su amor a los fariseos.
               Jesús va a demostrar con su gesto curador lo que Dios quiere que se olvide nunca en la religión. Le dice al enfermo: “Extiende la mano”, despliega tu vitalidad, desarrolla tus potencialidades, llénate de vida y no viva de forma atrofiada. “El hombre la extendió, y su mano quedó restablecida”. El evangelista no dice más. Nadie se admira, nadie alaba a Dios. Los fariseos “salen fuera” y traman con los herodianos cómo eliminar a Jesús.
               La actuación de Jesús es una llamada a vivir como él: haciendo el bien, promoviendo la vida, curando heridas, aliviando el sufrimiento, ayudando a quienes son víctimas de la desgracia a recuperar su dignidad. La verdadera religión como la entiende Jesús, es la que ayuda a vivir de manera más sana, más íntegra y digna. Nunca la que esclaviza, humilla, paraliza o impide a las personas desplegar sus cualidades y su creatividad.
               En el centro de nuestros encuentros cristianos y nuestras celebraciones han de estar siempre muy presentes, los enfermos, los que sufren, los que necesitan nuestra ayuda. Si vivimos con el espíritu de Jesús, la práctica religiosa no nos llevará nunca a olvidarnos de los problemas y sufrimientos de los demás. Al contrario se convertirán en el mejor estímulo para vivir muy atentos a los que sufren.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1.  

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Marcos 3,1-6: Curación en una sinagoga en sábado.
  1. ¿Por qué da tanta visibilidad a la curación de un hombre a la mano paralizada?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Qué lección sobre lo que es ‘sagrado’ nos quiere dar Jesús?
  2. Compromiso: Después de estas reflexiones, ¿qué vamos a cambiar de nuestra mirada sobre la vida, las personas, la creación en general?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-        Alguien repite la orden de Jesús: “Levántate y ponte en medio”.
Después de un momento de silencio, ponemos ‘en el centro de nuestro grupo’ los nombres de personas que están enfermas, paralizadas, sufridas…
-        Alguien lee la siguiente oración, repitiéndola entre todos paso a paso:
Señor Jesús, tú eres nuestra luz, tú eres la verdad./
Señor Jesús, tú eres nuestra paz, tú eres nuestra fuerza./
Para acompañarnos, te hiciste peregrino;/
Compartiendo nuestra vida, nos muestras el camino./
No basta con rezarte, diciendo que te amamos./
Debemos amarte ayudando a los que sufren./
Nos pides que te tengamos humilde confianza:/
Tu amor nos exige luchar por la vida sana y digna de todas y todos./
-        Escuchamos en silencio; luego repetiremos alguna frase.
Jesús, ¡qué potente confirmación de la vida!
Cuando pronunciaste aquella proclama de libertad:
“No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”.
No es el hombre para el Estado, sino el Estado para el hombre.
No es el hombre para la Iglesia, sino la Iglesia para el hombre.
No es el hombre para la religión, sino la religión para el hombre.
No es el hombre para Dios, sino Dios para el hombre y el hombre para su hermano.
Y te condenaron a muerte, sin piedad.
¡Cómo cambiaría el mundo si todos tus discípulos nos pusiéramos
A practicar tu potente proclama de libertad!
No es el hombre para la ley, sino la ley para el hombre.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



Tema  17 :  EL  PARALÍTICO  CURADO  DE  SU  PECADO.


Motivación inicial
               La palabra ‘pecado’ se relaciona con Dios. Creemos que Dios es fuente de vida y de amor y nos llama a colaborar a su desarrollo. Al ir destruyendo conscientemente la vida y el amor, nos oponemos a su proyecto de siempre más vida y amor: eso es pecado. Con la curación que vamos a profundizar hoy, Jesús nos quiere enseñar que cura desde la raíz de todo mal. Por eso en el relato de la curación del paralítico, también le perdona sus pecados. Jesús reconstruye al enfermo liberándolo del pecado que lo bloquea desde dentro y despertando en él nuevas fuerzas para enfrentar su futuro de manera digna y responsable. ¿No necesitaremos también nosotros acoger y celebrar hoy, de manera más viva, el perdón de Dios para liberarnos del pecado que paraliza nuestras vidas como seguidores de Jesús?


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Cuál es mi mayor debilidad que me paraliza muchas veces?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 2,1-12: El paralítico perdonado.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        Introducción. El evangelista ofrece diversos detalles sobre el escenario del episodio: ¿cuál es para mí el más significativo? ¿Es fácil para mí acercarme a Jesús y escuchar su mensaje?
-        El paralítico. Se puede observar que, por una parte, no dice ni hace nada y, por otra, se habla 4 veces de su “camilla”. ¿Qué sentido doy a estas 2 observaciones?
-        Los amigos del paralítico. Vuelvo a leer las varias actuaciones de estos amigos. Según mi parecer, ¿qué es lo que les mueve a actuar así? ¿Me parece importante ayudar a otros a acercarse a Jesús?
-        El perdón concedido por Jesús. ¿Qué es lo que mueve Jesús a actuar? ¿Por qué comienza perdonando los pecados del paralítico?
-        Los maestros de la ley. Se puede observar que “están sentados” y se quedan en silencio. ¿Qué me parecen sus actitudes y sus pensamientos?
-        El razonamiento de Jesús. ¿Qué quiere dar a entender Jesús al perdonar los pecados del paralítico? Personalmente, ¿pienso que el pecado en mí está a la raíz de mis debilidades, limitaciones y maldad?
-        La curación. Jesús da 3 órdenes al paralítico: ¿Qué sentido doy a cada una? ¿Por qué motivos la gente da gracias a Dios? ¿Me siento necesitado/a de ser curado/a primero del perdón de mis pecados, como fue el caso del paralítico?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “CURAR LA VIDA DESDE SU RAÍZ”.

               Al curar al hombre de la mano atrofiada hemos visto que Jesús revela que Dios busca antes que nada una vida digna y sana para sus hijos e hijas: incluso la religión ha de estar al servicio de la vida del ser humano. Ahora en la curación del paralítico, vamos a descubrir que Dios quiere curar nuestra vida liberándonos del pecado, que arruina de raíz nuestra vida.
               El episodio tiene lugar en Cafarnaún, en la casa de Pedro, donde al parecer, vive Jesús después de haber abandonado a su familia de Nazaret. Sin embargo Marcos señala algunos rasgos chocantes: la casa se ha convertido en un lugar de reunión; la gente acude a ella como si fuera una sinagoga; dentro está Jesús “predicando la Palabra”; allí están también sentados algunos maestros de la ley; es tal la aglomeración que no es posible llegar hasta Jesús.
               Le traen a Jesús un “paralítico”. Se trata de un hombre anónimo y sin voz, hundido en la invalidez y a pasividad total. No hala ni dice nada: ni siquiera para pedir ayuda a Jesús. No puede moverse por sí mismo. No tiene iniciativa alguna. Vive atado a una “camilla”, de la que no se puede levantar. Su mal es prototipo de su incapacidad para acercarse a Jesús. Si no hay alguien que lo ayude, nunca se encontrará con él. ¿No es esta la situación de bastantes personas que conocemos y queremos?
               En contraste con la inmovilidad del paralítico, 4 amigos que lo quieren de verdad se movilizan de todas sus fuerzas y su ingenio para acercarlo a Jesús. No se detienen delante de ningún obstáculo. No pueden acceder a la puerta, pues está obstaculizada. No importan. Harán lo que hace falta para llevar al paralítico allí “donde está” Jesús predicando la Buena Nueva de la salvación. Saben que Jesús puede ser el comienzo de una nueva vida para su amigo.
               Todo comienza con una mirada de Jesús, que “ve” en el fondo de los esfuerzos de los amigos “la fe que tienen en él”. Y, de pronto, sin que nadie haya pedido nada, pronuncia estas palabras que pueden cambiar para siempre una vida. “Hijo, tu pecados te son perdonados”. Dios te comprende, que quiere y te perdona.
               Jesús lo llama afectuosamente “hijo”, porque en verdad es hijo de este Dios Padre que no excluye a nadie de su amor: tampoco a un hijo pecador. Jesús va directamente al fondo de la realidad. Lo que está en la raíz del mal, paralizando su vida y bloqueando su libertad, es el pecado. Eso es el obstáculo que lo separa de la vida que Dios quiere para él. Por eso Jesús le ofrece su perdón gratis, de manera incondicional e inmerecida.
               Se nos dice que había allí “unos maestros de la ley”. En contraste con los 4 amigos a los que su fe sencilla les mueve para ayudar al paralítico, ellos están “sentados”. No les preocupa aquel enfermo ni tienen fe en Jesús. Se sienten maestros y jueces. Hablan con seguridad absoluta: lo saben todo acerca de Dios. No se cuestionan su manera de pensar: Jesús “está blasfemando”. Ellos lo saben porque, según la teología oficial, para recibir el perdón de Dios es necesario subir al templo y ofrecer los sacrificios prescritos por la ley.
               Jesús intuye “lo que piensan en su interior”. No entra en discusión teórica con ellos. No hace falta. Él vive lleno de Dios. Y ese Dios que sólo es amor, lo impulsa a perdonar gratuitamente a los pecadores liberando su vida del pecado. Les mostrará a los letrados su poder invisible de perdonar los pecados, haciéndoles ver su poder visible de curar aquel paralítico: “Qué es más fácil decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, carga con tu camilla y vete’.”. Realizará delante de sus ojos lo que, desde un punto de vista superficial, puede parecer más difícil. Curará al paralítico para que crean que su perdón no es una palabra vacía.
               Los letrados conocen las Escrituras y saben que en el libro de Daniel se habla de un personaje sorprendente a que se le llama “Hijo del hombre” (humano). El profeta Daniel dice que es este “Hijo de hombre” Dios les ha dado “poder, gloria y reino”, y que “su poder” es eterno y nunca pasará (Daniel 7,10). Jesús les invita a creer que él es precisamente ese Hijo del hombre al que Dios le ha concedido el poder de perdonar gratuitamente el pecado. Los que queremos seguir a Jesús lo hemos de hacer con una confianza inquebrantable, pues sabemos que nos está ofreciendo día a día, de manera gratuita e inmerecida, el perdón de Dios que sana nuestra vida.
               Después de este largo preámbulo Jesús pasa a la acción. Da al paralítico 3 órdenes: “Levántate”, ponte de pie, recupera tu dignidad, libérate de lo que paraliza tu vida. “Toma tu camilla”, enfrenta a la vida con fe nueva, no tengas miedo a cargar con tu pasado, estás perdonado. “Vete a tu casa”, aprende a convivir de manera creativa y responsable con los tuyos. Estás perdonado de tus pecados y curado de tu parálisis.
               El paralítico no dice nada, pero “se pone en pie, carga enseguida con su camilla” y marcha hacia su casa. Todos lo pueden ver lleno de vida que Jesús le ha infundido con sus palabras. Mientras el paralítico se pone de pie, la acusación de “blasfemo” cae por tierra. Nadie se nos dice de la reacción de los maestros de la ley. La gente, por el contrario, queda admirada y “da gracias a Dios diciendo: ‘No hemos visto cosa igual’”.
               No alaban a Dios por alguna doctrina que han escuchado de Jesús, sino por algo que han podido “ver” ellos mismos. Dios no es alguien lejos y distante, que vive aislado, ofendido por nuestra vida llena de pecados. Al contrario está en Jesús, ofreciéndonos siempre su perdón. El amor perdonador de Dios está siempre ahí, penetrando todo nuestro ser por dentro y por fuera. Incomprensible, insondable, infinito. Sólo amor.
               Una cosa es clara. No podemos seguir a Jesús a causa de nuestro pecado, que nos hace vivir como “paralíticos” que no saben levantarse del inmovilismo, la inercia o la pasividad. ¿No necesitamos reavivar en nosotros la acogida del perdón que se nos ofrece en Jesús? Ese perdón nos puede poner de pie, liberarnos de lo que nos bloquea interiormente y devolvernos la alegría, la vida y la capacidad de comprometernos en hacer un mundo más fraterno, más sano y más digno del ser humano. Con Jesús todo es posible. Nuestra vida puede cambiar. Nuestra fe puede ser más libre, creativa y audaz.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Cuáles son las debilidades que más nos paralizan?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Marcos 2,1-12: El paralítico perdonado.
  1. ¿Cómo justifica Jesús su capacidad de perdonar los pecados del paralítico?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Cómo sentimos que la raíz del mal está en nosotros como pecado?
  2. Compromiso: ¿Cómo vamos a luchar contra esta raíz de la maldad en nosotros y nosotras?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
-         Momento de silencio. Podemos  hacer una breve celebración colectiva del perdón.
-         Alguien lee la siguiente oración y todos respondemos a cada invocación: “¡Perdón, Señor, perdón!”.
Tú estás cerca, Señor, y nos ofreces siempre tu amor: Perdón por nuestra falta de fe. – Todos: ‘Perdón, Señor, perdón’.
Respetas nuestra libertad, caminas con nosotros y sostienes nuestras vida, sin que nos demos cuenta: Perdón por nuestras mediocridades. – Todos…
Nos ayudas a conocernos, nos hablas como a hijos, nos animas a vivir y muchas veces no te hacemos caso: Perdón por nuestra falta de acogida.- Todos…
Nos amas con ternura, quieres lo mejor para nosotros y no te lo agradecemos: Perdón por nuestra ingratitud. – Todos…
Podemos ahora hacer algunas peticiones de perdón, terminando con la misma invocación.
-         Alguien va recordando las palabras de perdón de Jesús al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Luego nos decimos unos a otros, llamándonos por nuestro nombre: “X…, tus pecados te son perdonados”, y terminamos dándonos un abrazo un abrazo de paz.
-         Escuchamos frase por frase y al final de cada una decimos: “Sí, Señor, creemos en ti”.
Señor, tú siempre me has dado la fuerza necesaria, por eso aunque soy débil, digo: Creo en ti./ - Todos…
Señor, tú siempre pones paz en mi vida y, aunque vivo turbado, digo: Creo en ti./
Señor, tú siempre me guardas en las pruebas y, aunque a veces sufro, digo: Creo en ti./
Señor, tú siempre alumbras mis tinieblas y, aunque no veo siempre la luz, digo: Creo en ti./
-         Terminamos bendiciéndonos unos a otros y dándonos un abrazo de paz en entre todos.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



Tema  18 :  EL  LEPROSO  CURADO  DE  LA  EXCLUSIÓN.


Motivación inicial
               No es posible vivir de manera humana sin convivir dignamente con los demás. En el relato de leproso “limpiado” por Jesús vamos a ver que él no sólo cura la vida: sana también del daño de la exclusión que le producen la lepra. Dios no discrimina ni excluye a nadie de su amor. Somos nosotros que nos excluimos por discriminar a otros. Los seguidores de Jesús estamos llamados a trabajar por una sociedad y una Iglesia donde nadie sea excluido ni marginado.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿A quiénes siento que voy marginando?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 1,40-45: El leproso reintegrado.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        El leproso. Para conocer más la exclusión social y religiosa de los leprosos, leer Levítico 13,4-46. ¿Qué prohibiciones sociales y religiosas conllevaba la enfermedad de la lepra en el país de Jesús?
-        Actuación de Jesús. ¿Qué actitudes tiene Jesús con el leproso? ¿Qué pide exactamente Jesús al leproso? ¿Qué significado doy a las actuaciones de Jesús?
-        Las palabras de Jesús. ¿Me parece importante lo que dice Jesús al leproso? ¿Qué logra Jesús con el leproso además de la curación de su enfermedad?
-        Despedida del enfermo. ¿Por qué motivo será que Jesús pide al leproso curado de no divulgar la curación? ¿Por qué pide Jesús al leproso avisar al sacerdote y presentar una ofrenda?
-        Conclusión del relato. ¿Noto la contradicción: el leproso es reintegrado en la comunidad social y religiosa… y a Jesús, qué le pasa? ¿Qué sentido doy a esta situación?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “CURAR LA VIDA DE LOS EXCLUIDOS”.

               Jesús anda predicando su mensaje por toda Galilea. De manera inesperada, un “leproso”, rompiendo las normas sociales y religiosas que le obligaban a vivir lejos de todo contacto, “se acerca a Jesús”. Su deseo de salir de la miseria y marginación es más grande, sin duda, que su temor a infringir la ley. ¡Necesita a Jesús!
               Estos leprosos que se mencionan en los relatos evangélicos no son víctimas de la “lepra” conocida hoy por nosotros (enfermedad de Hansen). Son personas afectadas por diversas enfermedades de la piel (tiña, soriasis, eccemas…) que, extendidas por todo el cuerpo, produciendo decoloración, erupciones y llagas purulentas, resultan especialmente repugnantes. El leproso no era solamente un enfermo, sino un estigmatizado, sin sitio en la sociedad, sin acogida en ninguna parte.
               Una vez declarado impuro, el leproso quedaba excluido del acceso al templo del Dios santo, y por lo tanto de la convivencia dentro de su pueblo. No eran separados por temor al contagio (su enfermedad no era necesariamente contagiosa), sino por ser considerados “impuros” que pueden contaminar a quienes pertenecía al pueblo santo de Dios. La prescripción de la ley era cruel: “El afectado por la lepra… irá gritando ‘Impuro, impuro’. Todo el tiempo que dure la lepra quedará impuro y vivirá aislado, fuera de los poblados” (Levítico 13,45-46).
               El comportamiento, sancionado por las Escritura, era claro: la sociedad ha de excluir a los leprosos, pues son impuros ante Dios. En una sociedad como la de Galilea, donde el individuo sólo puede vivir integrado a su familia y su aldea, significa una tragedia. El leproso se siente un ser maldito de Dios, sucio y repugnante para todos. Su mayor angustia es pensar que tal vez no podrá volver entre los suyos, casarse, tener hijos, participar en las fiestas y peregrinaciones. Abandonados por Dios y los hombres, excluidos de la convivencia social y religiosa, estos enfermos constituyen el sector más marginado de Galilea. Pero, ¿están realmente abandonados por Dios o tienen un lugar privilegiado en su corazón?
               Según el relato, el leproso se acerca a Jesús, pero inmediatamente se postra a sus pies y de rodillas le hace su súplica desde el suelo. Sabe que está transgrediendo la ley. Se presenta como un ser indigno y culpable. Tal vez teme que Jesús se enfade por su osadía. Su gesto está pidiendo a grito piedad.
               Su petición es breve y sencilla: “Si quieres, puedes limpiarme”. Su confianza en el poder salvador de Jesús es total. No duda de que Jesús pueda limpiarlo, pero no está seguro de que quiera hacerlo. ¿Se atreverá aquel hombre de Dios a ir contra lo prescrito por la ley, por la religión del templo y por la sociedad entera? El leproso no pide ser curado, sino quedar “limpio”, es decir, que Jesús elimine el obstáculo que lo separa de Dios y lo excluye de su pueblo santo. ¿Lo hará?
               Jesús no se echa atrás horrorizado. Al parecer está solo. Tal vez la gente y los discípulos han huido ante la presencia del leproso. Según el evangelista, Jesús “se compadece”. El texto dice literalmente que “le temblaron las entrañas”. La expresión indica la conmoción profunda de Jesús. Siente compasión no sólo por aquel leproso que tiene a sus pies, sino por la miseria y exclusión de tantos enfermos marginados por la religión y por aquella sociedad que se siente “pueblo santo” de Dios.
               Al gesto del enfermo Jesús responde con otros 2 gestos: “extendió la mano” y “lo tocó”. Extiende la mano para transmitirle su fuerza curadora. Toca su piel repugnante para liberarlo de los miedos y tabúes, pero también para invitar a todos a superar la exclusión entrando en contacto con los que parecen malditos. El leproso había violado la ley acercándose a Jesús. Ahora Jesús completa la transgresión de manera más grave con su contacto físico. Lo actuación de Jesús lo dice todo: la ley religiosa que margina y excluye a estos desgraciados no expresa la verdadera voluntad de Dios. Dios acoge a todos, sin excluir a nadie. Así ha de actuar también su pueblo.
               A las palabras del leproso responde Jesús también con las suyas: ¡Quiero, queda limpio”. El leproso tiene que saber lo que quiere Jesús: la ley no tiene piedad por los leprosos; él por el contrario se conmueve hasta las entrañas por su situación; la ley no piensa en los que quedan excluidos; Jesús, por el contrario, pone siempre el bien de la persona por encima de la ley. El evangelista dice que “al instante le desapareció la lepra y quedó limpio”. Ocurre lo contrario de lo que dice la ley: el contacto físico con el leproso no contamina a Jesús, sino que limpia al leproso. En Jesús, el Hijo de Dios encarnado, se nos revela que la exclusión no es de Dios, sino de los hombres: quien margina no es Dios, sino la institución religiosa. ¿Aprenderemos sus seguidores a vivir sin excluir ni marginar a nadie?
               Al despedirlo Jesús pide severamente que guarde silencio y no cuente a nadie lo ocurrido. No es fácil interpretar esta prohibición. Sabemos que el evangelista Marcos presenta Jesús a sus discípulos que hablen de él. Al parecer teme que lleven al pueblo a graves malentendidos viendo en él un Mesías de carácter político y revolucionario (secreto mesiánico). En este caso, tal vez teme que el leproso curado lo presente como un curandero más, desvirtuando toda la novedad que introduce Jesús al suprimir la exclusión religiosa, revelando la verdadera voluntad de Dios que acoge a todos.
               Pero Jesús le pide que se presente a un sacerdote para que lo declare oficialmente “limpio” y pueda reintegrase al pueblo de Dios. Era competencia de los sacerdotes llevar a cabo un minucioso examen del leproso y un conjunto de ritos de purificación antes de autorizarlo a incorporarse de nuevo a la convivencia. Este ritual tenía el objetivo de hacer constatar ante el pueblo la curación del enfermo. Sin embargo Jesús le pide al curado que se someta a lo prescrito para que conste “como prueba ante ellos”. La expresión es enigmática y admite diversas lecturas. Posiblemente se quiere reafirmar que la curación llevada a cabo por Jesús, movido por su compasión y sin requisitos ni purificaciones rituales, ha de servir de prueba “contra” la dureza de aquel sistema religioso que no ayuda a los excluidos, sino que les exige complicadas condiciones rituales para salir de la exclusión.
               El relato culmina con un final bastante enigmático y lleno de ironía. El leproso, que había estado incomunicado, “se pone a divulgar a voces” lo ocurrido. Por el contrario, Jesús, que lo ha liberado de la exclusión, se ve obligado a “quedarse fuera, en lugares despoblados”, como si fuera un leproso. ¿Por qué no puede entrar abiertamente en ninguna ciudad? ¿Quiere evitar las aclamaciones de la gente? ¿Es que lo consideran como un hombre impuro? El evangelista pone fin al relato diciendo que, a pesar de quedarse en logares despoblados, “seguían acudiendo a él de todas partes”.
               De manera inconsciente vivimos cautivos de una red invisible de barreras y prejuicios, tan profundamente interiorizados por la sociedad y la religión que son ellos quienes nos dictan a quien acoger y a quien rechazar, con quien tratar y a quien evitar. Nos parece lo más normal pensar que nuestra raza es superior a otras, nuestra patria más noble, nuestra religión más respetable, nuestros derechos más exigibles. Sin darnos cuenta levantamos muros y barreras para excluir a quienes pueden poner en peligro nuestro bienestar o “contaminar” nuestra tranquilidad: gentes de otras razas, inmigrantes, indigentes, enfermos psíquicos, delincuentes que han pasado por la cárcel, prostitutas, colectivos homosexuales… Incluso desde la Iglesia podemos reforzar estas marginaciones o generar nuevas de carácter religioso: miembros de otras religiones, cristianos alejados de la Iglesia, casados de manera irregular, mujeres que han abortado…
               Seguir a Jesús es comprometerse en ese “movimiento de compasión” que él puso en marcha para introducir en la historia humana un “amor no excluyente” que vaya eliminando barreras de carácter racial, religioso, social, cultural, económico, sexual…
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. Digámonos a quiénes sabemos marginar.

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Marcos 1,40-45: El leproso reintegrado.
  1. ¿Qué significa para el paralítico ir a hablar con el sacerdote?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿De qué discriminaciones tiene que curarnos Jesús?
  2. Compromiso: ¿Cómo vamos a abrirnos a las personas que no tomamos en cuenta?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
-         Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Alguien lee la siguiente oración. Luego destacamos alguna frase de ella.
Señor, en los pobres y marginados de siempre,
En los inmigrantes y desempleados sin horizonte,
En las mujeres maltratadas y los ancianos abandonados,
En los niños indefensos y las gentes estrelladas,
En todos los heridos del borde del camino:
Queremos buscarte y encontrarte en ellos, Señor,
Haz que sepamos verte, descubrirte, acogerte, abrazarte.
-        Repetimos frase por frase el siguiente “salmo del migrante”
Desde los confines de la tierra, clamo a ti, Señor;/
Vuelve hacia mí tus ojos./
Sé tú, oh Dios mío, mi torre inexpugnable,/
La patera que no naufraga,/
La alambrada que cede ante mis pies./
Me refugio está en ti: que no se me arrebate la vida./
Sé tú, Señor, mi escudo y mi liberador,/
Pues he tenido que abandonar mi casa por la maldad ajena;/
He tenido que huir de la injusticia y la explotación/
Sé tú mi puente y mi pasaporte;/
Pues allí donde llegan todas las mercancías, no soy yo recibido…/
¿Quién hará de la tierra mi hogar? pues la hiciste como morada de todos./
Un día plantaré mi tienda para siempre/
Allí donde encuentre leche y pan para los míos./
Pues tú, oh Dios, eres mi amparo y mi libertador./
-        Escuchamos en silencio
Dios de misericordia, el Evangelio es esta Buena Noticia:
Nadie está excluido de tu amor.
Haz de mí tu pregonero incansable.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



Tema  19 :  AMIGO  DE  LOS  “PECADORES”.


Motivación inicial
               La gente de Galilea llegó a llamar a Jesús “¡Amigo de los pecadores!”. Él nunca lo desmintió, pues tenía costumbres de relacionarse y comer con ellos, que eran considerados ‘gentes indeseables’. No excluía a nadie de su mesa. Estas comidas eran el gesto más expresivo y también más escandaloso del gran proyecto de Dios: hacer de la humanidad una gran familia que no excluya a nadie de su convivencia. A los seguidores de Jesús, se nos ha de conocer por nuestra capacidad de acoger a todos y compartir mes con todos, sin excluir a nadie.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Sé invitar a mi casa los vecinos para aumentar mi red de amistades?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 12,13-17: Un cobrador de impuestos como discípulo de Jesús.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        El publicano Leví llamado por Jesús. ¿Eran bien vistos los cobradores de impuestos, llamados también ‘publicanos’ o ´pecadores’ y por qué motivos? ¿Qué escándalo provoca Jesús al llamar a un cobrador de impuestos como su discípulo?
-        Jesús come con ‘pecadores’. ¿A quiénes se llamaba ‘pecadores’ en tiempos de Jesús? ¿Qué quería comunicar Jesús al invitar a su mesa a todos, sin excluir a nadie? ¿Qué grupos hoy acogen a los ‘indeseables’? ¿Cómo me siento interpelado/a personalmente?
-        Crítica de los maestros de la ley. ¿Por qué se molestan los maestros de la ley? ¿A quiénes se dirigen para hablar estos maestros de ley? ¿Por qué motivos será?
-        Respuesta de Jesús. Vuelvo a leer el refrán popular que recuerda Jesús. ¿Qué misión se atribuye Jesús? ¿Por qué el compartir de la mesa con todos es tan importante para Jesús? ¿Qué conclusión saco para mí?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “COMPARTIR MESA CON ‘PECADORES’”.

               Jesús anda predicando su mensaje por la orilla del lago, en las cercanías de Cafarnaúm. Era uno de los lugares preferidos para anunciar la Buena Nueva de Dios. Las gentes acuden a él de todas partes. Su mirada penetrante lo observa todo. Al pasar ve a Leví, hijo de Alfeo, sentado en su puesto para cobrar impuestas, y le dice: “Sígueme”. La gente tuvo que quedarse sorprendida y escandalizada: ¿cómo puede aquel profeta de Dios llamar a un recaudador de impuestos a seguirlo para formar parte de su grupo más cercano?
               ¿Quiénes son estos cobradores de impuestos llamados tradicionalmente “publicanos”? No los hemos de confundir con los recaudadores de los tributos del Imperio sobre estas tierras y los productos del campo: Roma confiaba esta tarea a familias poderosas y bien seleccionadas, que respondía con su fortuna de su cobro eficaz. Los ‘publicano’ que aparecen en los relatos evangélicos son los recaudadores que cobran impuestos de mercancías o derechos de tránsito en los límites de las provincias, en los puentes o las entradas de ciudades importantes. Dentro de este colectivo están los “jefes de publicanos”, hombres ricos y poderosos, como Zaqueo, que controlan y explotan los puestos de cobro, como Leví.
               Estos últimos formaban un grupo de gentes que no había podido encontrar un medio mejor para subsistir. Su trabajo, considerado como una actividad propia de ladrones e individuos pocos honrados, era tan despreciada socialmente que a veces se recurría a los esclavos para cobrar los impuestos. Lo publicanos eran probablemente el prototipo de pecadores, privados de la bendición de Dios y excluidos del pueblo santo. Se consideraba su conversión como prácticamente imposible, pues no podían restituir lo robado en tantas personas en tránsito.
               Sin duda, Leví era un hombre conocido en Cafarnaúm, dentro del colectivo de publicanos, que, por cierto, debía de ser bastante numeroso. No hemos de olvidar que Cafarnaúm era una ciudad fronteriza entre la Galilea de Antipas y el territorio gobernado por su hermano Filipo. Por sus cercanías pasaba una calzada comercial importante, llamada “Vía maris” (Vía del mar), donde se cobraban los impuestos de las ricas mercancías proveniente del Extremo Oriente.
               A Jesús no le importa la mala reputación que pueda tener Leví entre sus vecinos. Rompiendo una vez más las discriminaciones sociales y religiosas, lo llama a seguirlo. Su llamada significa para Leví un cambio total de vida. Ya no se dedicará a su negocio. Aprenderá a vivir desde Jesús y colaborará con su proyecto. No importa su pasado al margen de las leyes religiosas. Comienza para él una vida nueva. Con Jesús todo es posible.
               Lleno de alegría y agradecimiento, probablemente es él que organiza en su casa un banquete para celebrar su nueva vida. La escena que describe el evangelista es insólita. Los sectores religiosos de Cafarnaún no pueden admitir un escándalo semejante. Jesús está sentado en la mesa presidiendo una extraña comida. Por una parte se sienten a la mesa los discípulos que lo siguen. Pero se sientan también “muchos publicanos y pecadores”, invitados sin duda por Leví. Todos comparten el mismo banquete. En torno a Jesús está comenzando un movimiento liberador donde caen las barreras y los prejuicios que levantan los hombres en nombre de Dios.
Leví no ha invitado sólo a sus amigos “publicanos”. Junto a él ha acudido el grupo de indeseables a lo que se designa con el nombre de “pecadores”. Jesús los acoge a todos a su mesa. ¿A quiénes se aplicaba este grave calificativo? Los “pecadores” componen un grupo socialmente reconocible de personas que viven al margen de la ley de Moisés sin dar signos de arrepentimiento: usureros, estafadores, ladrones, recaudadores de impuestos, prostitutas y delincuentes de todo tipo. Viven fuera de la Alianza y se los considera excluidos de la salvación. Son “los perdidos”. De ellos habla seguramente Jesús en su parábola de la “oveja perdida”.
Los maestros de la ley, pertenecientes al sector fariseo, no pueden soportar aquel espectáculo: ¿cómo se le ocurre a un hombre de Dios acoger amistosamente a “publicanos y pecadores” hasta el punto de compartir mesa con ellos? Se dirigen directamente a los discípulos, pero su hostilidad es contra Jesús. Su tono es despectivo. No pronuncian siquiera el nombre de Jesús. Se sienten con derecho a pedir explicaciones: ¿Por qué come con publicanos y pecadores?” ¿por qué no guarda la debida separación?
Lo que más escandaliza no es ver a Jesús en compañía de gente pecadora y poco respetable, sino observar que se sienta con ellos en la mesa. Esta costumbre es uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, tal vez lo que más le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y maestros del pasado. Es difícil encontrar algo parecido en alguien considerado como “un hombre de Dios”.
El asunto es explosivo. Sentarse a la mesa con alguien siempre es una muestra de respeto, confianza y amistad. No se come con cualquiera. Compartir la misma mesa quiere decir pertenecer al mismo grupo. Por eso los sectores judíos que quieren observar la santidad propia del pueblo elegido excluyen a los pecadores. ¿Por qué no hace Jesús otro tanto? ¿Acaso pertenece al grupo de los pecadores?
Jesús sorprende a todos. Su mesa está abierta a cualquiera. Nadie se debe sentir excluido. Puede compartir su mesa gente de mala fama o de dudosa moralidad, incluso pecadores que viven al margen de la Alianza. Jesús no excluye a nadie. El reino de Dios es una mesa abierta donde se pueden sentar todos, incluso los pecadores. Por eso la identidad de Jesús y de sus seguidores consiste precisamente en no excluir a nadie.
Cuando Jesús oye la crítica de los letrados fariseos, no deja que respondan sus discípulos. Interviene el mismo para dejar claro el significado profundo de su actuación. En primer lugar les recuerda un refrán probablemente conocido por todos: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos”. De esta manera tan sencilla cambia por completo la perspectiva del planteamiento: a los fariseos les preocupa conservar intacta la propia identidad santa, sin contaminarse con pecadores; a Jesús lo que le preocupa es la necesidad que pueden tener de él los pecadores para sentirse acogidos por Dios.
Con pocas palabras descubre su manera de mirar a quienes, por razones diferentes, no viven a la altura moral de los que observan las prescripciones de la ley. Más que “pecadores” son “enfermos”, más que culpables son víctimas del mal. Necesitan ayuda más que condena, acogida más que exclusión.
Al mismo tiempo Jesús revela su modo de acogerlos. Aquellas comidas tienen para él un carácter terapéutico. Al ofrecerles su confianza y su amistad los libera de la vergüenza y la humillación, los rescate de la exclusión, los acoge como amigos y amigas. Poco a poco su amistad los va curando por dentro. Por primera vez se sienten acogidos por un hombre de Dios. Jesús no actúa como un maestro que los condena en nombre de la ley, sino como un médico amigo que quiere para ellos una vida más sana, digna y dichosa. Junto a Jesús empiezan a intuir que Dios no es un juez sombrío y peligroso que los espera airado; es un amigo que los busca para ofrecerles su amistad. No tienen nada que temer. Junto a él pueden beber vino y cantar canciones. Con su acogida amistosa Jesús no está justificando el pecado, la corrupción o la prostitución. Está rompiendo el círculo diabólico de la exclusión y abriendo un espacio nuevo y acogedor para su encuentro con Dios.
Jesús termina su intervención explicando solemnemente su misión: “Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Jesús provoca con su actuación una verdadera “subversión”: los que se creen con derecho a pertenecer al pueblo santo de Dios y no sienten la necesidad de cambio alguno, pues observan fielmente la ley, quedan excluidos; los que por su condición de pecadores no pueden hacer otra cosa sino reconocer su exclusión, son llamados y acogidos.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Sabemos invitar a nuestra casa vecinos para aumentar nuestra red de amistades?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Marcos 12,13-17: Un cobrador de impuestos como discípulo de Jesús.
  1. ¿Por qué causa escándalo el llamado de Jesús a Leví-Mateo para que sea parte de sus apóstoles?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Qué nos enseña la actitud de Jesús al llamar a Leví-Mateo para conformar su Comunidad de vida?
  2. Compromiso: ¿Con quiénes nos vamos a relacionar para abrirnos a otros?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
-         Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Escuchamos en silencio:
Padre y madre Dios: todos somos tus hijos; todas somos tus hijas.
El mundo los llama: maldito, ladrón, drogadicto, prostituta,
Borracho, demente, vagabundo, terrorista, loco, violador…
Los justos y los buenos los llaman: perdido, pecadores, desviado, condenado;
Mejor olvidarlos y no perder tiempo ni energía con estos náufragos.
Para ti, Dios nuestro, tú eres su padre y madre de todos y todas para siempre.
Él es siempre tu ‘hijo amado’; ella es siempre tu ‘hija amada’.
Son tus hijos y tus hijas enfermos de amor, necesitados de amor.
-        Alguien lee la siguiente oración que repetimos paso a paso
No has venido, Señor, para juzgar,/
Sino a buscar a los que estaban perdidos,/
Para abrazar con ternura a los que estaban enfermos,/
Para librar de culpas y temores a los que estaban hundidos./
Señor, tú sabe que somos barro, con nuestro pasado de pecado:/
Con nuestras ambigüedades y limitaciones,/
Con nuestros pecados personales y colectivos,/
Con el pecado del mundo./
Señor, tú has venido para amarnos sin límites./
-        Hagamos alguna oración personal.

  1. Bendición y abrazo de paz.



Tema  20 :  LA  PROSTITUTA  ACOGIDA  POR  JESÚS.


Motivación inicial
               Vamos a profundizar más en la acogida de Jesús a los ‘llamados pecadores’. Un incidente provocado por una prostituta nos va a permitir descubrir mejor cómo acoge y defiende Jesús a estos pecadores frente a quienes los condenan sin respetar su dignidad.  Seguir a Jesús es aprender a mirar cómo miraba él, también a estas gentes extraviadas que casi todos desprecian.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Cómo miro a las mujeres que se prostituyen?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 7,3-50: La prostituta acogida por Jesús.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        Actuación de la prostituta. ¿En casa de quién se encuentra Jesús? ¿Cuáles son los distintos gestos de la mujer con Jesús? ¿Cómo interpreto su actuación?
-        Reacción del fariseo. ¿Qué piensa el fariseo de la mujer? ¿Por qué se siente con derecho a juzgarla? ¿Cómo interpreto que Jesús se dejar tocar por una mujer prostituta?
-        La parábola. ¿Por qué el prestamista condona la deuda de los 2 endeudados? ¿Cuál es el mensaje de la parábola?
-        Aplicación de la parábola. Según Jesús, ¿en qué ha fallado el fariseo en su acogida de Jesús? ¿De qué manera resalta Jesús la dignidad de la mujer? ¿Qué desveló Jesús al fariseo en esa mujer prostituta?
-        Palabras finales de Jesús a la mujer. ¿Cómo entiendo las 2 series de palabras de Jesús a la mujer? ¿También a mí me dirige Jesús estas mismas palabras?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “UNA MIRADA DIFERENTE.

               Jesús acepta la invitación de un fariseo y entra a su casa para comer. Sentarse en torna a la mesa es siempre una buena ocasión para dialogar y anunciar la Buena Noticia. Los comensales, todos varones, toman parte en la comida recostados cómodamente en torno a una mesa baja. Al parecer no caben al interior de la vivienda.  El banquete tiene lugar probablemente delante de la casa, de manera que los curiosos pueden acercarse, como era habitual, a observar los comensales y escuchar su conversación.
               De pronto se presenta una prostituta de la localidad. El fariseo Simón la reconoce y se siente molesto y nervioso. Conoce bien a estas prostitutas que se acercan al final de los banquetes en busca de clientes. Esta mujer puede contaminar la pureza de los comensales y estropear el banquete. Las prostitutas que aparecen en los relatos evangélicos no son prostitutas que trabajan en los burdeles controlados por los esclavos en las ciudades importantes. Son prostitutas de las aldeas, casi siempre mujeres repudiadas, viudas empobrecidas o jóvenes violadas. A parecer, estas mujeres despreciadas y humilladas por todos se acercaron muy pronto a las comidas que se hacían en torno a Jesús.
La prostituta se dirige directamente a Jesús, se acerca por detrás y se pone junto a sus pies, mientras él sigue recostado. El narrador se detiene a describir con detalles los gestos de la prostituta, llenos de emoción, gratitud humilde y amor desbordante. La mujer acapara con sus gestos la atención de todos los comensales.
No dice nada, sólo acierta a llorar hondamente. No sabe cómo expresar su alegría y agradecimiento. Sus lágrimas riegan los pies de Jesús. Olvidándose de todos los presentes se suelta su cabellera y, frotando suavemente, se los va secando. Es un deshonor para una mujer soltarse el cabello delante de los varones, pero ella no repara en nada: está acostumbrada a ser despreciada. Luego besa una y otra vez estos pies queridos y, abriendo el pequeño frasco que lleva colgado en el cuello, se los unge con un perfume precios de mirra. Es difícil no pensar en el texto de libro de Isaías, donde se puede leer: “¡Qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia y proclama la salvación!” (52,7).
El fariseo contempla la escena horrorizado. La actuación atrevida de la mujer y la acogida serena de Jesús lo llenan de indignación. Su mirada de hombre experto en las tradiciones fariseas sólo ve en aquella mujer una “pecadora” indigna que está contaminando la pureza de los comensales; no repara en sus lágrimas; sólo ve en ella los gestos desvergonzados de una mujer de su oficio que sólo sabe soltar el cabello, besar, acariciar y seducir a los hombres con sus perfumes. Su mirada de desprecio le impide además reconocer en Jesús al profeta de la compasión de Dios: su acogida serena a la mujer lo desconcierta; no puede ser profeta.
La mirada de Jesús es diferente. En aquel comportamiento que tanto escandaliza al fariseo Simón, él sólo ve el amor grande y agradecido de una mujer que se sabe muy querida y perdonada por Dios. Simón no lo puede ni sospechar. Jesús, que hasta ahora ha estado en silencio reclama su atención, pues quiere descubrirle una manera nueva de ver las cosas: “Simón, tengo que decirte una cosa”.
Jesús le cuenta una pequeña parábola que habla de un prestamista El relato es sencillo y claro. De manera sorprendente el acreedor perdona la deuda a los dos. Sin duda es un hombre generoso que comprende los apuros de quienes no pueden pagar lo que deben. La deuda de uno es grande: quinientos denarios, el sueldo de casi 2 años de trabajo en el campo, un cantidad casi imposible de para un campesino. La deuda del otro sólo asciende a cincuenta denarios, una suma más fácil de conseguir, el sueldo de siete semanas. Jesús termina con una pregunta: ¿quién de los dos le estará más agradecido? La respuesta de Simón es lógica: “Supongo que aquel a quien perdonó más”.
Jesús pasa en seguida a la aplicación concreta de la parábola. Va a enseñarle al farseo a mirar a la prostituta de manera diferente: “Ves a esta mujer”. Con admirable pedagogía va a destacar los tres gestos que la mujer ha tenido con él, en contraste con el descuido que ha mostrado Simón al recibirlo en su casa. Los gestos de la mujer manifiestan su amor grande y agradecido a Jesús; los olvidos de Simón al atenderle a él muestran su falta de acogida y hospitalidad.
Al entrar en la casa Simón no le ha ofrecido agua para lavarse los pies; la mujer, por el contrario, se los ha bañado con sus lágrimas. Simón no le ha dado el beso de la paz; la mujer no ha cesado de besar sus pies. Simón no ha ungido con aceite su cabeza; la mujer le ha ungido los pies con perfume. Todo queda iluminado por la pequeña parábola. Si la mujer “da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados”: la prostituta sabe que es pecadora, y que el perdón que recibe de Dios es inmerecido; se siente querida por Dios, no por sus méritos, sino por la bondad de ese Dios del que habla Jesús; por eso se despierta en su corazón tanto agradecimiento y amor. Por el contrario, “al que se le perdona poco mostrará poco amor”. Es lo que le sucede a Simón: sabe que observa la ley; apenas siente necesidad del perdón de Dios; sus pecados son tan pocos que no se siente pecador y tampoco perdonado; por eso el mensaje de Jesús sobre el perdón de Dios lo deja indiferente. En su corazón no se despierta la alegría y el agradecimiento. ¿No nos puede pasar algo parecido?
El relato va llegando a su fin. Delante de todos, Jesús se dirige ahora a la mujer, despreciada por el fariseo Simón y sus amigos para confirmarle solemnemente el perdón de Dios: “Tus pecados quedan perdonados”. Aquella mujer, despreciada por el fariseo Simón está disfrutando del perdón de Dios. Ha cometido muchos pecados, pero nadie tiene más amor a Dios que ella. Los comensales no salen de su asombro: “¿Quién es este que hasta perdona los pecados?”. Esta es la pregunta que el evangelista deja resonar para que nosotros vayamos ahondando en el misterio que se encierra en Jesús.
Las últimas palabras de Jesús son para la prostituta. Esta mujer ha de saber que es su fe en el amor de Dios lo que le ha abierto a su perdón gratuito y salvador: “Tu fe te ha salvado”. Luego la invita a iniciar una vida llena de paz. Ya no importa su pasado. En adelante puede vivir reconciliada con Dios y consigo misma: “Vete en paz”.
Este relato conmovedor nos invita a reaccionar ante Jesús, Profeta de la compasión, en el que se nos ofrece el perdón de Dios. ¿Somos conscientes de que todos vivimos del perdón inmerecido de Dios? Y si todos hemos de vivir agradeciendo a Dios de su perdón: ¿cómo nos atrevemos a vivir juzgando y condenando ligeramente a los demás? ¿Cuándo aprenderemos a mirar a todos como miraba Jesús?
En el evangelio de Mateo ha quedado recogida una frase provocativa de Jesús a los dirigentes religiosos de su pueblo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de Dios” Mateo 21,31). Los escribas hablan constantemente de la ley; los sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso. Nadie dudaría de que están haciendo la voluntad de Dios. Pero las cosas no son siempre como parecen. Los publicanos y las prostitutas no hablan de Dios; no se preocupan de la ley; son pecadores despreciados por todos. Sin embargo, según Jesús, van por delante en el camino del Reino de Dios. Ellos saben entender y acoger mejor que nadie el perdón de Dios.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Cómo miramos a las mujeres que se prostituyen?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Lucas 7,3-50: La prostituta acogida por Jesús.
  1. ¿Qué es lo que más nos llama la atención de la actitud de Jesús?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Sabemos mirar positivamente a las personas que todo el mundo condena?
  2. Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar con nuestras miradas y nuestras palabras para acoger a todos y todas?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Alguien lee esta oración. Luego repetimos alguna de sus expresiones.
Señor, reina en mí la oscuridad, pero en tu está la luz.
Me siento sólo, pero tú no me abandonas.
Estoy desalentado, pero en ti está la ayuda.
Estoy intranquilo, pero en ti está la paz.
La amargura me domina, pero en ti está la paciencia.
No comprendo tus caminos, Señor, pero tú sabes el camino para mí.
-         Escuchamos en silencio las palabras de Jesús a la mujer prostituta.
Después de cada frase hacemos un momento de silencio
“Tus pecados quedan personados”…
“Tu fe te ha salvado”…
“Vete en paz”…
-         Repetimos frase por frase el Salmo 102, pensando en nosotros y en los que condenamos cuando Dios los perdona.
“El Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso.
No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados,
Ni nos pagas según nuestras culpas.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
Así siente Dios ternura por sus fieles,
Porque sabe de qué estamos hachos:
Se acuerda de que somos barro”.
-         Hacemos alguna breve oración espontánea.

  1. Bendición y abrazo de paz.



Tema  21 :  EL  RICO  BUSCADO  POR  JESUS.


Motivación inicial
               Seguimos ahondando en la amistad de Jesús con los pecadores. En la ciudad de Jericó, Jesús busca al rico Zaqueo, le ofrece su amistad y entra en su casa. Eso provoca el escándalo de unos -los legalistas- pero logra la conversión de Zaqueo. Jesús quiere dejar claro que “ha venido para buscar y salvar lo que está perdido”. Así está también hoy entre nosotros: Jesús busca y salva a las y los que nosotros consideramos como ‘perdidos’ o lo que echamos a perder.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Cómo considero a la gente rica o muy rica? ¿Me he puesto a pensar cómo salvar a los ricos?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 19,1-10: Jesús y Zaqueo.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        Zaqueo. ¿Cuáles son los rasgos con que se describe a Zaqueo? ¿Cómo era considerado Zaqueo por sus vecinos? ¿Qué hace Zaqueo al saber que Jesús está atravesando las calles de Jericó?
-        Actitud de Jesús. ¿Cómo responde Jesús ante la iniciativa de Zaqueo para verlo? ¿Cómo reacciona la gente de Jericó a ver a Jesús ir a casa de Zaqueo? ¿En qué me llama la atención las actuaciones de Jesús?
-        La acogida de Zaqueo. ¿Cómo reacciona Zaqueo ante la actuación de Jesús para con él? ¿Son importantes las decisiones que toma Zaqueo? ¿Qué me parecen las decisiones que toma Zaqueo?
-        Conclusión. ¿Qué siento al escuchar que Jesús ‘ha venido para buscar y salvar lo que está perdido’? ¿Tengo la experiencia de haber vivido algún momento de ‘salvación’ en beneficio de alguien? ¿Qué tengo que cambiar en este momento de mi vida?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “BUSCAR Y SALVAR LO PERDIDO”.

               Camino de Jerusalén, Jesús entra en la ciudad de Jericó, donde vive Zaqueo, un hombre bien conocido por todos. Lucas lo describe con 2 rasgos. Es un poderoso jefe de recaudadores que controlan el paso de las mercaderías que entran en la zona de Jericó, importante encrucijada de caminos. Es por lo mismo un hombre rico que vive explotando a la gente al cobrarles los impuestos y derechos de tránsito.
               Zaqueo no es querido en Jericó. La gente lo considera como un ‘pecador’ que no puede contar con la bendición de Dios. Su actitud es despreciable, propia de personas poco honradas que viven explotando a los demás. No merece ser llamado ‘hijo de Abraham’. Su misma riqueza le está condenando: no sirve a Dios sino al dinero. Seguramente Jesús lo condenará.
               Sin embargo, este hombre despreciado por todos como pecador, “quiere ver a Jesús”. No es sólo curiosidad. Quiere saber quién es, qué misterio se encierra en ese profeta que tanto atrae a la gente. Ha oído hablar de Jesús, pero no lo conoce. Ahora que ha llegado a Jericó quiere verlo de cerca y encontrarse con él. No es fácil para un hombre rico, instalado en su mundo de poder y explotación. Pero su deseo de ver a Jesús va a cambiar su vida. No lo hemos de olvidar.
               Zaqueo tendrá que superar varios obstáculos. Lucas dice que la gente le impide ver a Jesús, porque es “bajo de estatura”, sobre todo porque su vida está motivada por ideales muy poco nobles: con los ojos puestos en la riqueza es difícil ver a Jesús con claridad. Por otra parte, la gente es también un impedimento. Zaqueo tendrá que superar prejuicios sociales para descender de su mundo de poder y acercarse humildemente a Jesús como un necesitado más.
               Zaqueo da pasos concretos para ver a Jesús. Lo hace con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre y se sube como un niño a una higuera por dónde va a pasar a Jesús. No le importa actuar de manera poco acorde con su dignidad de  señor importante. Sólo busca el momento y el lugar adecuado para encontrarse con Jesús. Ni el mismo sabe que está buscando paz, verdad, un sentido más digno a su vida.
               Pronto descubrirá que también Jesús le está buscando a él. Aquel hombre, juzgado por todos por ‘pecador’, para Jesús es simplemente una persona que vive “perdida”. Por eso, al llegar al lugar donde se encuentra Zaqueo, “levanta los ojos” hacia él. Ahora es Jesús quien lo mira. El relato sugiere un encuentro de miradas entre el Profeta defensor de los pobres y el rico explotador de Jericó.
               No hay por parte de Jesús ningún gesto de condena. Lo llama por su nombre y le dice. “Zaqueo, baja enseguida”. No hay que perder más tiempo. “Hoy tengo que alojarme en tu casa”. Jesús le ofrece su amistad: comerá en su casa, le escuchará, podrán dialogar despacio. Quiere entrar en el mundo del rico. Zaqueo responde inmediatamente a la llamada de Jesús y les abre las puertas de su casa, lleno de alegría. Hay momentos decisivos en que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que estamos echando a perder. No hemos de dejarlo escapar.
               Mientras tanto, todos en Jericó critican a Jesús y se escandalizan porque “ha entrado en casa de un pecador”. No comprenden su actitud acogedora. No entiende que aquel profeta que fustiga con tanta riqueza a los ricos y los llama malditos, busque la amistad de Zaqueo. Zaqueo lo necesita: entrará en su casa.
               Lucas no describe el encuentro. Sólo le interesa destacar el profundo cambio que se produce en aquel rico. Zaqueo, mirado por Jesús, interpelado por su palabra, acogido y respetado, se deja salvar por aquel profeta sanador. Su manera de mirar la vida se transforma. Ya no piensa sólo en su dinero, sino en el sufrimiento de los pobres. No puede seguir viviendo como ahora: compartirá con ellos sus bienes. Se acuerda también de los que han sido víctimas de sus abusos: les devolverá con crees lo que les ha robado.
               Zaqueo deja que Jesús introduzca en su vida verdad, justicia y compasión.  Según el relato, Zaqueo “se pone en pie” para hablarle a Jesús de sus decisiones. Se siente otro. Ha adquirido otra estatura más humana. El encuentro con Jesús ha transformado su corazón y su vida entera.
               El relato culmina con unas palabras de Jesús que revelan u resumen lo acontecido en casa de Zaqueo. En primer lugar todos han de saber que “hoy ha sido la salvación de esta casa”.  Encontrarse con Jesús es siempre un momento de salvación. Zaqueo ha adquirido un nueva identidad.  Era un pecador excluido por todos del pueblo de Dios. Jesús lo declara ahora “hijo de Abrahán”.
               En el origen de esta salvación está Jesús.  Según dice él mismo: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Es una de las definiciones más hermosas de Jesús. No hemos de olvidar: acoger a Jesús es a Dios encarnado, que en Jesús viene a nosotros para salvar , reavivar y resucitar lo que nosotros echamos a perder.
               A todos se acerca Jesús ofreciendo la salvación de Dios, pero no a todos de la misma manera. En concreto a los ricos, se les acerca para salvarlos, antes que nada, de sus riquezas. La vida de quienes son esclavos del dinero son vidas “perdidas”, vidas sin verdad, sin voluntad de justicia, sin compasión hacia los que sufren. Pero Jesús ama a los ricos. Todo rico que lo deje entrar en su casa experimentará su fuerza salvadora.
               En nuestro itinerario andamos buscando a Jesús: tratando de ver quien puede ser para nosotros.  Si nos dejamos buscar por él, si escuchamos su llamada y si lo dejamos entrar en nuestra vida, experimentaremos su fuerza salvadora. Él está en medio de nosotros para salvar a lo que está perdido en nosotros. Él nos puede liberar del bienestar fácil, des consumismo deshumanizador y de tantas esclavitudes materiales que vacían nuestra vida de justicia, de solidaridad y de compasión.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Qué propuestas hacemos para avanzar en la conversión de los ricos?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Lucas 19,1-10: Jesús y Zaqueo.
  1. ¿Cómo entendemos las reacciones de Jesús con Zaqueo?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Cómo relacionamos este episodio de la vida de Jesús con nuestra propia vida?
  2. Compromiso: ¿Qué tenemos que cambiar para asemejarnos más a Jesús?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Repetimos paso a paso la siguiente oración.
Jesús, si vienes a nuestra casa, no la vas a encontrar arreglada./
No todo está limpio en nuestras vidas: necesitamos que vengas./
Sólo tú puedes cambiar nuestras vidas, sólo tú puedes renovarnos por dentro./
Ven y entra en nuestra casa como entraste en la de Zaqueo./
Necesitamos sentir tu salvación: Entra hasta el fondo de nuestro corazón./
Enciéndenos por dentro, reaviva nuestras fuerzas y nuestro amor./
Ven a buscar y salvar lo que echamos a perder./
-         Escuchamos en silencio las siguientes palabras de Jesús, haciendo una pausa entre cada una.
“Hoy tengo que alojarme en tu casa…
“Hoy es la salvación de esta casa…
“Vengo a buscar y salvar lo que está perdido”…
-         Repetimos el final de cada petición:
Jesús, conviérteme primero a mí para que pueda anunciar a otros tu Buena Noticia: Jesús, dame audacia.
En este mundo escéptico y autosuficiente, tengo vergüenza y miedo: Jesús, dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y cerrada, yo también tengo poca confianza en las personas: Jesús, dame amor.
En esta tierra insolidaria y fría, yo también siento poca solidaridad: Jesús, dame constancia.
En este ambiente cómodo y superficial, yo también me canso fácilmente: Jesús, dame valor.
Jesús, conviérteme primero a mí para que pueda anunciar a otros tu Buena Noticia: Jesús, dame tu salvación.
-         Hagamos una breve oración espontánea.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



  parte :  JESÚS  FUE  EL  DEFENSOR  DE  LOS  ÚLTIMOS.


 Tema  22 :  ¡ DICHOSOS  LOS  POBRES !


Motivación inicial
               Siguiendo tras los pasos de Jesús, vamos reconociendo algunos de sus rasgos más característicos. Lo hemos visto actuar como curador de la vida y amigo de los pecadores. Ahora lo vamos a ver como defensor de los pobres, o mejor dicho de los ‘empobrecidos’, es decir de las víctimas la explotación y la injusticia. Comenzamos recordando su grito: “¡Dichosos los pobres!”. Ellos han de estar siempre ante nuestros ojos, pues son los predilectos de Dios.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Por qué será que los pobres son los predilectos de Dios?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 6,20-26: “Felices los pobres”.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        Las bienaventuranzas. Voy comparando las 2 versiones de las Bienaventuranzas: la de Lucas 6,20-26 (“Dichosos los pobres…”) y la de Mateo 5,3-12 (“Dichosos los que tienen el espíritu de los pobres…”). ¿Qué parecidos voy encontrando? ¿Qué diferencias voy encontrando?
-        Bienaventuranzas y amenazas. Lucas pone a continuación de sus Bienaventuranzas, unas amenazas. ¿Cómo interpreto las ‘amenazas’ a los ricos por parte de Jesús? ¿De qué ‘pobres’ habla Jesús en Mateo y de qué ‘pobres’ habla Jesús en Lucas? ¿Dónde me ubico yo: entre los ricos, entre los pobres, entre los 2?
-        Mi reacción. ¿Qué es lo que siento al escuchar las bienaventuranzas y las amenazas de Jesús en Lucas: sorpresa, cuestionamiento, agradecimiento, necesidad de perdón?
-        Efecto de las bienaventuranzas. ¿No será un abuso declarar ‘dichosos’ a los pobres? ¿Cuáles son los pobres que se sienten dichosos? ¿En qué aspectos siento una llamada a revisar mi manera de ver quién es rico y quién es pobre?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “EL REINO DE DIOS ES DE LOS POBRES”.

               Las bienaventuranzas de Jesús han llegado a nosotros en 2 versiones bastantes diferentes. Acostumbrados a leerlas tal como aparecen en el evangelio de Mateo, se nos hace duro a los cristianos de los países ricos leer el texto que nos ofrece Lucas. La diferencia más importante entre ambas versiones es la siguiente.
               Mateo recoge las bienaventuranzas para proponer un estilo de vida propio de un discípulo de Jesús que busca fielmente el reino de Dios y su justicia. Por eso habla de ocho actitudes: son declarados dichosos los pobres de espíritu, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que practican la misericordia, los que viven con corazón limpio, los que buscan la justicia de Dios y son por ellos perseguidos.
               Lucas, por su parte, recoge las bienaventuranzas para declarar que el Evangelio de Jesús no puede ser escuchado de igual manera por todos. Mientras que para los pobres es una buena noticia que les invita a la esperanza, para los ricos es una amenaza que los llama a la conversión. Por eso que habla de cuatro situaciones sociológicas (no de actitudes): son declarados dichosos los pobres que no tienen lo necesario para vivir; los que pasan hambre; los que viven llorando; los que son perseguidos. Además añade cuatro amenazas a los ricos, a los que están saciados, a los que viven riendo y a los que son alabados por todos.
               Las bienaventuranzas de Jesús son provocativas. En Galilea se consideraba dichosos a los ricos, a los que tienen salud, a los que gozan de bienestar, los que tienen buena fama… Es tan evidente que no necesita más explicación: se supone que la riqueza, la salud, el bienestar… son signos de la bendición de Dios. Pero cuando Jesús declara dichosos a los pobres, los que tienen hambre, los que lloran o son perseguidos, las cosas no son tan claras. Por eso tiene que explicar que la razón última de sus bienaventuranzas está en que el reino de Dios es de los pobres, pues a los hambrientos Dios los quiere ver comiendo, a los que lloran los quiere ver riendo y a los perseguidos recibiendo una gran recompensa.
               Es posible que las bienaventuranzas recojan los gritos que Jesús fue lanzando por las aldeas de Galilea en diversas circunstancias: al ver la situación de las familias que se iban quedando sin tierras; al observar la desnutrición de tantos mendigos y gentes hambrientas; al ver llorar de rabia e impotencia a los campesinos, cuando los recaudadores se llevaban lo mejor de sus cosechas. Estos gritos de Jesús han sido más tarde agrupados en las comunidades cristianas para ser recordados más fácilmente. Para captar bien la defensa que hace Jesús de los pobres hemos de conocer el contexto social de Galilea de los años treinta. (No vamos a considerar la bienaventuranza sobre los perseguidos -Lucas 6,22-23,2-, pues pertenece a otro contexto.)
  1. Pobres y ricos.
Los ricos son las clases dominantes que viven en los lujosos edificios y villas de Séforis y Tiberíades. Constituyen la élite urbana protegida por Herodes Antipas (herodianos): grandes terratenientes, recaudadores de tributos de Roma, responsables de almacenamiento de productos. No son muchos pero controlan toda la región. Acumulan su bienestar explotando a los campesinos de Galilea. Son los que poseen riqueza, poder, honor.
Los pobres son el estrato más oprimido de las aldeas de Galilea. Los que, presionados por los poderos terratenientes y recaudadores, se van quedando sin tierras. Privados de todo, estas familias se van desintegrando. Crece el número de jornaleros, mendigos, prostitutas y gentes que huyen de sus acreedores. Muchas son mujeres, las más vulnerables e indefensas: viudas, esposas estériles, repudiadas… Pobres y, además, mujeres.
Desde esta sociedad injusta y desigual Jesús grita: “Dichosos los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. ¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!”.  En Galilea no reina la justicia que busca Dios. El Padre está de parte de los pobres.
  1. Hambrientos y satisfechos.
Los ricos de Galilea viven con lujo y ostentación. Van construyendo graneros y almacenes cada vez más grandes. Se pueden permitir grandes fiestas y banquetes. No saben lo que es el hambre y la miseria.
Mientras tanto, los indigentes de las aldeas no comen carne ni pan de trigo. Apenas pueden guardar grano para la siembra. Los más indefensos ante la hambruna son los niños y las mujeres. Los más desnutrido, sin duda, los mendigos, que van de pueblo en pueblo y los tullidos, ciego y demás enfermos que piden limosna en los caminos o a la entrada de las aldeas.
Jesús ve el hambre en los rostros demacrados de la gente y grita: “Dichosos los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados. ¡Ay de ustedes, los que están saciados, porque tendrán hambre!”. El hambre de tanta gente inocente ha de ser tomado en cuenta. No puede ser aceptado como algo normal. Dios no lo quiere.
  1. Los que loran y los que rían.
La vida de los pobres de Galilea es sufrimiento y lágrimas. Es su rasgo más común: todos ellos son víctimas de abusos y atropellos; viven en un estado de miseria de la que no podrán escapar; no pueden defenderse de los poderosos; no tienen un patrón que los defienda. Son los perdedores. No interesan a nadie.
La vida de los ricos es muy diferente. No conocen la amenaza de las deudas ni la inseguridad del que no tiene quien lo defienda. La vida les sonríe. Incluso muchos ven en su bienestar un signo de la bendición de Dios.
Jesús no lo puede soportar y grita su indignación: “Dichosos los que ahora lloran, porque reirán. ¡Ay de los que ahora rían, porque harán duelo y llorarán!”. Esta sociedad no responde al proyecto del Padre. Dios quiere un mundo dichoso para todos sus hijos e hijas.
  1. ¿Cómo escuchar este mensaje de Jesús?
-        Nuestra primera reacción puede ser muy sencilla. ¿No es todo esto una burla? ¿No es cinismo? Lo estuviera si Jesús no estuviera hablando desde alguna villa de Séforis o Tiberíades. Pero está con ellos. No tiene tierra ni un techo bajo el que descansar. No lleva dinero, camina descalzo y sin túnica de repuesto. Es un indigente más que habla con fe y convicción total. Los que vivimos satisfechos en sociedades de abundancia no tenemos derecho a predicar a nadie estas bienaventuranzas. Lo que hemos de hacer es escucharlas y empezar a mirar a los pobres, a los hambrientos, y los que lloran como los mira Dios. De ahí puede nacer nuestra conversión.
-        Los pobres entienden bien el mensaje de Jesús. No son dichosos por su pobreza ni mucho menos. Su miseria no es un estado envidiable ni un ideal. Jesús los llama “dichosos” porque Dios no puede reinar entre los hombres sin hacer justicia a los que nadie se la hace. Eso es lo que Jesús quiere dejar bien claro: los que no interesan a nadie son los que más interesan a Dios; los que nosotros marginados son los que ocupan un lugar privilegiado en su corazón; los que no tienen quien los defienden tiene a Dios como Padre,
-        Antes que nada Jesús nos pone ante la realidad más sangrante que hay en el mundo, la que está más presente a los ojos de Dios, la que más ofende a su corazón de Padre. Una realidad que, desde los países ricos, tratamos de ignorar encubriendo de mil maneras esa injusticia cruel de la que, en buena parte, somos cómplices. ¿Queremos aumentar el autoengaño o abrir los ojos a la realidad de los pobres? ¿Tomaremos en serio alguna vez esa inmensa mayoría de los que viven desnutridos y sin dignidad, los que no tienen voz no cuentan para nuestra carrera hacia un bienestar siempre mayor?
-        Jesús es realista. Jesús sabe muy bien sus palabras no significan ahora mismo el final del hambre y la miseria de los pobres, pero atribuyen una dignidad absoluta a todas las víctimas de abusos y atropellos. Ellos son los hijos predilectos de Dios. Su vida es sagrada. Nunca en ninguna parte se está construyendo la vida tal como la quiere Dios si no es liberando a eso hombres y mujeres de su miseria y humillación. Nunca religión alguna será bendecida por Dios si vive de espaldas a ellos.
-        Los cristianos no hemos descubierto todavía la importancia que pueden tener los pobres en la historia de la humanidad. Ellos nos dan más luz que nadie en nuestra propia verdad, sacuden nuestra conciencia y nos invitan a cambiar. Ellos nos pueden ayudar a configurar la Iglesia de manera más evangélica. Nos pueden hacer más humanos: más capaces de austeridad, solidaridad y generosidad. O tomamos en serio a los pobres o dejamos de hablar del Evangelio. En los países ricos nos resulta cada vez más difícil escuchar la advertencia de Jesús: “No pueden servir a Dios y al dinero”. Se nos hará insoportable.
Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. Digámonos cuándo somos pobres y cuando somos ricos, a partir de los criterios de Jesús.

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Lucas 6,20-26: “Felices los pobres”.
  1. En Lucas, ¿de qué pobres se trata? ¿Y en Mateo? (Mateo 5,3-12).

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Qué mirada tengo que cambiar con relación a los pobres, a los ricos, a nosotros mismos personalmente?
  2. Compromiso: ¿Cómo podemos lograr ser felices según las bienaventuranzas de Jesús?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
-         Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Meditemos en silencio la siguiente oración. Luego retomamos en voz alta alguna frase con la que nos identificamos.
Señor Jesús, si yo tuviera entrañas de misericordia…
Si yo tuviera entrañas de misericordia:
Saldría de mi casa para encontrarme con los necesitados;
De mi apatía para ayudar a los que sufren;
De mi ignorancia para conocer a los ignorados;
De mis caprichos para socorrer a los hambrientos;
De mi actitud crítica para comprender a los que fallan;
De mi suficiencia para estar con los que no valen;
De mi prisa para dar tiempo de los abandonados;
De mi burguesía para compartir con los pobres.
Señor Jesús, si yo tuviera entrañas de misericordia,
Actuaría más acorde a tu Evangelio.
-        Alguien lee la siguiente oración
Volvemos a escuchar las bienaventuranzas de Jesús según Lucas.
Luego añadimos las bienaventuranzas que nos salen del corazón al recordar tantos sufrimientos actuales.
“Dichosos los pobres…”
… Y nuestras bienaventuranzas como, por ejemplo:
Dichosos los ancianos que viven abandonados, porque Dios les acogerá.
Dichosas las mujeres maltratadas, porque conocerán el cariño de Dios.
Dichosos los que viven con miedo, porque….
-        Repetimos frase por frase la oración siguiente.
Quiero creer, Señor, que el grande es el más pequeño,/
Que el último es el primero,/
Que el pobre es el preferido,/
Que el insignificante es el que cuenta para ti./
Lo quiero creer, Señor, pero me cuesta,/
Porque yo mismo veo que no me importan tanto los rostros tristes./
El mundo puede continuar sin ellos sin notar su falta./
Señor, dime que a ti sí te importan, ¡por favor!


  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



Tema  23
 EL  RICO  INDIFERENTE  Y  EL  MENDIGO  HAMBRIENTO.


Motivación inicial
               Jesús no sólo lanzó felicitaciones a los pobres y amenazas a los ricos. También contó parábolas inolvidables para desenmascarar la mayor tragedia que había en su tiempo: el abismo de egoísmo e insolidaridad que separaban a los ricos y poderosos de los pobres y hambrientos. La más importante es, sin duda, la del rico sin entrañas y el mendigo  Lázaro. Veamos cómo nos ayuda a nosotros a profundizar sobre nuestro egoísmo e insolidaridad.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
Recuerdo cuándo he pasado recientemente con indiferencia frente a algún necesitado.

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 16,19-31: El rico sin corazón y el mendigo hambriento.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        El hombre rico. ¿A qué se dedicaba el hombre rico de la parábola? ¿Dónde veo que existen hoy tales situaciones? ¿Cómo se las logra soportar?
-        El mendigo mísero. ¿Cómo está descrita la situación del pobre hambriento? ¿Qué es lo más doloroso de su situación? ¿Qué siento ante tanta riqueza de unos pocos y tanta miseria de otros muchos?
-        El nombre. El mendigo tiene nombre: ‘Lázaro’, que significa ‘Dios es ayuda’; pero el rico no aparece identificado. ¿Qué significado quiere hacerme notar este diferencia?
-        Cercanos y, al mismo tiempo, tan lejos. Según el relato, luego de la muerte hay una cercanía física entre el rico y el mendigo; pero, ¿qué es lo que les separa?
-        El pecado del rico. La separación entre el rico y el mendigo continúa después de muertos. ¿Cuál fue el pecado del rico? ¿Por qué es salvado el mendigo?
-        Actualidad de la parábola. ¿Cuál es el mensaje de la parábola para hoy? ¿Qué me quiere decir a mí Jesús?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “LA BARRERA ENTRE RICOS Y POBRES”.

               Jesús comienza su relato describiendo de manera gráfica el horrible contraste entre un rico que vive disfrutando de su bienestar y un mendigo que yace muy cerca de él, abandonado por todos.
               El rico es un hombre poderoso. Su túnica de lino fino, proveniente de Egipto, nos habla de su vida de lujo y ostentación. El color púrpura de sus vestidos indica que pertenece a círculos cercanos al rey. Su vida es una fiesta continua. Sólo piensa en “banquetear espléndidamente cada día”. Pertenece, sin duda, al sector de privilegiados que viven en Séforis y Tiberíades. Sin embargo, este rico no tiene nombre, pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida, vacía de amor solidario, es un fracaso. No se puede vivir sólo para banquetear.
               Muy cerca de este rico, echado junto a la puerta de su mansión, está tendido un mendigo. No está cubierto de lino y púrpura, sino de llagas repugnantes. No sabe lo que es un festín. Está deseando comer de las sobras que tiran de la mesa del rico, pero nadie le ofrece nada. Sólo unos perros callejeros se le acercan a lamer sus heridas. Está solo. No tiene a nadie. Sólo un nombre llenado de promesas: “Lázaro” o “Eliecer”, que significa “Dios es ayuda”.
               El relato sugiere que se encuentra en un estado de extrema necesidad. Lázaro parece extenuado: no se mueve para nada; no tiene fuerza ni para pedir ayuda. No parece estar lejos de su final. Tal vez los mendigos que escuchaban a Jesús se estremecían: Lázaro podía ser uno de ellos. Ese era el final que les esperaba a quienes vivían hundidos en la miseria, abandonados por todos.
               La escena es insoportable. El rico lo tiene todo. Se siente seguro. No parece necesitar de nadie, tampoco de Dios. Vive en la inconsciencia. No ve al pobre que muere de hambre junto a su casa. ¿No se parece a muchos de los que vivimos en los países del bienestar? Lázaro, por su parte, vive en extrema necesidad: enfermo, hambriento, excluidos, ignorado por quienes lo podrían ayudar. Su única esperanza es Dios. ¿No se parece a tantos millones de hombres y mujeres hundidos en el hambre y la miseria?
               Jesús no pronuncia ninguna palabra de condenación. Su palabra penetrante está desenmascarando la terrible injusticia de aquella sociedad.  Las clases más poderosas y los estratos más oprimidos parecen pertenecer a la misma sociedad, pero están separados por una barrera casi invisible: esa puerta que el rico no atraviesa nunca para acercarse a Lázaro. Así ve Jesús al mundo: los ricos están dentro de sus palacios celebrando espléndidas fiestas; los pobres están junto a sus puertas muriendo de hambre. Dios no puede aceptar esta cruel separación entre sus hijos.
               Todo cambia radicalmente en el momento de su muerte. El rico es enterado seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al Hades, el reino de la muerte y la aflicción. También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguna, pero “los ángeles lo llevan al seno de Abrahán”. Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.
               El vuelco de la situación es total. Desde su lugar de aflicción, el rico reacciona por vez primera. No había tenido compasión de Lázaro, ahora pide a gritos piedad. No lo había visto cuando lo tenía junto a su puerta; ahora lo ve “de lejos” y lo llama por su nombre. No había atravesado la puerta para aliviar el sufrimiento del pobre; ahora quiere que Lázaro se acerque para aliviar el suyo. Es demasiado tarde. Abrahán le advierte: aquella barrera invisible de la tierra se ha convertido ahora en un abismo infranqueable.
               El objetivo de la parábola no es para describir el cielo ni el inferno; sino condenar la indiferencia de los ricos, que viven disfrutando de su bienestar ignorando a quienes mueren de hambre. Al rico no se le juzga como explotador, Simplemente ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenían allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Su pecado es la indiferencia.
               Así ve Jesús al mundo: una barrera de indiferencia, ceguera y crueldad separa el mundo de los ricos del mundo de los hambrientos. El obstáculo para construir un mundo más justo somos los ricos, que vamos levantando barreras cada vez más inhumanas para que los pobres no entren en nuestro país, ni lleguen a nuestras residencias, ni llamen a nuestra puerta. Sólo encerrándonos en nuestro mundo de bienestar podemos soportarnos a nosotros mismos.
               Nuestro primer pecado contra el proyecto del reino de Dios es la indiferencia y falta de sensibilidad ante el sufrimiento de los que viven abandonados en su miseria. Si están cerca de nosotros, los evitamos de mil maneras. Si están lejos, los reducimos a cifras y estadísticas que nos informan de la realidad sin tocar apenas nuestro corazón.
               La parábola es una llamada a salir de la indiferencia dando pasos para acercarnos al mundo de los que sufren: conociendo mejor sus problemas, cuidando una relación más cercana, buscando un contacto más estrecho, teniendo los ojos más abiertos para captar en nuestro entorno el sufrimiento y la soledad de las personas.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Dónde vemos actos de indiferencia frente a las grandes desigualdades actuales?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Lucas 16,19-31: El rico sin corazón y el mendigo hambriento.
  1. ¿Con qué rasgos se describe el rico y el indigente en la parábola?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Es un escándalo en nuestro alrededor las muy grandes diferencias de hoy entre ricos y pobres?
  2. Compromiso: ¿Cómo vamos a cambiar nuestra mirada y nuestras actitudes frente a las desigualdades actuales?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
-         Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Escuchemos primero la siguiente oración. Luego retomamos en voz alta alguna parte.
Hoy te pedimos, Padre Dios, lo más precioso:
Que reconozcamos nuestra verdad: nos sentimos importantes
Y no hacemos sitio en nuestro corazón a tus hijos e hijas pobres.
Te pedimos, Padre, lo más decisivo:
Que no nos pongamos a nosotros en el centro de nuestro corazón,
Sino que nos abramos a las necesidades de los demás.
Te pedimos, Padre, que no vivamos sólo llenos de nuestras ideas y nuestros sueños,
Que tampoco nuestro grupo se convierta para nosotros en un encierro
Que nos impida reconocer los rostros ajenos y escuchar sus sufrimientos y sus llamadas.
Te pedimos, Padre, que nos sepamos acercarnos a los pobres, haciéndonos gentes humildes:
Ellos son tus predilectos, tus más queridos: Ellos sufren injusticias, por eso los prefieren;
Saben acoger tu Buena Noticia; saben  reconocerte y agradecerte como su Padre.
También con ellos y como ellos queremos reconocerte en ellos y agradecerte.
Padre Dios, te alabamos con Jesús, el hombre sencillo y de corazón humilde,
Porque sabemos que escondes tu salvación a sabios y entendidos
Y la revelas a gente pobre y sencilla y a los de corazón abierto.
Sí, Padre, ¡bendito seas por haberte parecido bien así!
-        Repitamos frase por frase la siguiente oración
Jesús, vivo dudando, pero tú me dices: Confía./
Tengo miedo, pero tú me dices: Sígueme./
Fabrico mis planes, pero tú me dices: Déjalos./
Me agarro a mis cosas, pero tú me dices: Despréndete./
Quiero vivir aislado, pero tú me dice: Da tu vida./
Creo ser bueno, pero tú me dices: No basta./
Quiero mandar, pero tú me dices: Ponte a servir./
Deseo comprenderlo todo, pero tú me dices: Cree./
Jesús, busco claridad y tú me hablas en parábolas./
Quiero poesía y me hablas de la realidad./
Deseo tranquilidad y me dejas inquieto./
Soy cómplice de violencias y me hablas de paz./
Busco tranquilidad y vienes a traer fuego a la tierra./
Jesús, quiero ser grande, pero tú me dices: Sé cómo un niño./
Quiero esconderme, pero tú me dices: Sé luz./
Quiero ser visto, pero tú me dices: Ora en lo escondido./
Jesús, no te entiendo: Me desconciertas y me atraes a la vez./
Me sucede lo que a Pedro: No encuentro un guía mejor,/
Pues sólo tú tienes palabras de vida eterna./
-        Escuchemos en silencio
Jesús, paz de nuestros corazones, tú nos descubres esta realidad sorprendente:
Dios no quiere ni el sufrimiento ni la aflicción humana.
Dios no provoca en nosotros ni miedo ni angustia.
Dios sólo puede amarnos y enseñarnos a amar.
-        Hacemos unas breves oraciones espontáneas.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



  parte :  JESÚS  FUE  EL  AMIGO  DE  LAS  MUJERES


Tema  24
 LA  MIRADA  DE  JESÚS  A  LA  MUJER  ENCORVADA.


Motivación inicial
               Dejémonos sorprender al ver a Jesús rodeado de tantas mujeres: amigas entrañable como María de Magdala o las hermanas Marta y María de Betania; seguidoras fieles como Salomé; enfermas desconocidas que acuden a él con fe grande. Sin duda ellas ven en Jesús una actitud diferente hacia ellas. Antes que nada, nosotros y nosotras sus seguidores hemos de aprender a mirar a la mujer o mirarnos a nosotras como Jesús miraba a las mujeres: con respeto, amor y ternura especial. Que la reflexión de hoy nos ayude a entrar en esta dinámica de Jesús.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
Como varón, ¿cómo es mi mirada hacia las mujeres en general?
Como mujer, ¿sé valorarme o acepto una cierta discriminación con mi persona?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 13,10-17: Jesús y la mujer encorvada.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        La mujer encorvada. ¿Qué sé de la condición social y religiosa de la mujer en la sociedad que conoció Jesús? ¿Qué puede significar ‘esta mujer que sólo podía mirar el suelo’?
-        Actuación de Jesús. ¿Qué hace y qué dice Jesús con relación a la mujer encorvada? ¿Cómo la llama? ¿Descubro en las palabras de Jesús algo más que su voluntad de curarla?
-        Liberación de la mujer. La mujer se pone de pie en la sinagoga y da gloria a Dios públicamente: ¿qué significan estos cambios de actitudes de la mujer?
-        Reacción del jefe de la sinagoga. ¿Por qué se indigna el jefe de la sinagoga en vez de alegrarse por la curación de la mujer? ¿Qué imagen se hacía de Dios y de la religión?
-        La respuesta de Jesús. Él busca aclarar definitivamente la situación de todos: ¿Cuál es el ejemplo práctico que propone Jesús? ¿Dónde está la hipocresía del jefe de la sinagoga y de los que piensan como él? ¿Qué significado tendrá el nombre de ‘hija de Abrahán’ que Jesús da a la mujer?
-        Conclusión del relato. Las palabras de Jesús provocan reacciones diferentes. ¿Cómo explico la reacción de sus adversarios? ¿Por qué motivos se alegra la gente? ¿Siento alegría de ver cómo actuó Jesús con la mujer encorvada?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “LA MUJER LIBERADA POR JESÚS.

               Según su costumbre, Jesús se encuentra enseñando en una sinagoga un día de sábado. Tanto el espacio sagrado de la sinagoga como el día de sábado, consagrado al Creador y Liberador de Israel, nos invitan a pensar en el Dios de la vida, del que Jesús habla en todas partes.
               El centro de la escena la ocupa la curación de una mujer encorvada. El episodio es narrado con rasgos de gran fuerza evocadora. Lucas nos presenta a Jesús liberando a la mujer de las ataduras que le impiden vivir con la dignidad de ‘hija de Abrahán’ junto a los varones de Israel.
               Entre la gente congregada en la sinagoga hay una mujer enferma. La descripción de la enfermedad va más allá de un mal físico. La mujer es víctima de un espíritu que la tiene ‘encorvada’, mirando al suelo sin poder enderezarse en modo alguno. El mal parece irremediable, pues lleva así 18 años.
               El estado de la mujer es humillante. Camina sin poder levantar sus ojos hacia el horizonte. Pero precisamente, según la cultura popular, caminar erguido es el rasgo que diferencia claramente al ser humano de los animales. Sin duda el estado físico de esta mujer sin nombre es el mejor reflejo de la situación en que se encuentran las mujeres en aquella sociedad: privadas de autonomía, sometidas a la autoridad patriarcal de sus esposos, sin presencia social significativa, discriminadas religiosamente, víctimas de los abusos de los varones. En aquella sociedad la mujer sólo puede caminar ‘encorvada’, sin poder mirar de frente al varón.
               La enferma está seguramente en la parte de la sinagoga reservada a las mujeres. Según el relato, Jesús “la ve”, interrumpe su enseñanza y “la llama”. Todo empieza con la mirada de Jesús a la mujer encorvada. No puede permanecer indiferente al ver su sufrimiento y humillación. Su modo de mirar a la mujer es el punto de partida de su acción liberadora. La llama junto a sí y le dice estas palabras que no hemos de olvidar: “Mujer, quedas liberada de tu enfermedad”. Luego impone sobre ella sus manos y la envuelve con la fuerza curadora y la ternura de Dios.
               La mujer se endereza. Puede levantar sus ojos al cielo. Puede mirar de frente a Jesús. Llamada por Jesús, ha pasado de la marginación al centro de la sinagoga. Estaba callada, ahora recupera la palabra para explotar en una alabanza a Dios. La escena es insólita. Lucas lo afirma con gozo: la mujer “daba gloria a Dios”. Junto a Jesús, en el centro de la sinagoga, donde sólo se daba la palabra a los varones, esta mujer, de pie, erguida, liberada por Jesús, da gloria a Dios ante todo el pueblo.
               El jefe de la sinagoga, responsable del lugar de oración, se indigna porque Jesús ha curado en sábado a la mujer. “Hay 6 días en que se puede trabajar: vengan esos días a curarse y no en sábado”. Se siente obligado a intervenir. No se alegra de la curación de la enferma. No entiende que esta mujer liberada da más gloria a Dios que el cumplimiento del sábado. Considera que lo que acaba de hacer Jesús es una transgresión de la le de Dios, no un gesto liberador realizado en su nombre. Para el jefe de la sinagoga, la observancia del sábado prohíbe reaccionar ante el sufrimiento curando a la mujer. Para Jesús, el sábado, día consagrado a Dios, es el más adecuado para poner en práctica el amor liberador.
               Jesús reacciona antes de que la gente diga nada. Por los caminos de Galilea ha ido sembrando su mensaje: lo primeo para Dios es la vida de las personas, no la religión; el sábado ha de estar al servicio del ser humano y no al revés; ha de ser un día de liberación; la mejor manera de celebra al Dios de la vida y liberador del pueblo es liberar a las personas, desatar sus ataduras, restaurar la vida y reafirmar su dignidad.
               Jesús les pone un ejemplo práctico para desenmascarar la hipocresía que se encierra en el jefe de la sinagoga y en quienes piensan como él. Como es sabido por todo, cualquier de ellos “desata” al buey y al burro para llevarlos a beber al río o a la fuente del pueblo. ¿Y no había que liberar de sus ataduras a esta mujer para devolverle la salud y la dignidad? Esta mujer no es un animal, aunque ha vivido encorvada mirando al suelo, “atada por Satanás durante 18 años”. Es “hija de Abrahán”, miembro del pueblo elegido lo mismo que el jefe de la sinagoga y quienes condenan a Jesús.
               Las palabras de Jesús provocan una división entre quienes lo escuchan. Sus “adversarios” se avergüenzan y permanecen mudos: se dan cuenta que están haciendo de Dios un ídolo falso que sólo busca su culto y su honor y no siente compasión hacia sus hijas. El pueblo, por el contrario, se llena de alegría al ver las maravillas que hace Jesús: en la compasión liberadora de Jesús descubren la salvación que Dios ofrece a las mujeres.
               Hemos de grabar bien en nuestro grupo el gesto liberador de Jesús que “mira” a la mujer encorvada por el peso de la humillación, la “llama” para que todos la puedan mirar como la mira él, la rescata de la marginación, la libera de sus ataduras, la pone en pie y le devuelve su verdadera dignidad, perdida por la prepotencia y los abusos de los varones. El recuerdo de esta escena y las palabras de Jesús: “Mujer, quedas liberada de tu enfermedad”, nos ayudan a descubrirlo como liberador y amigo de la mujer.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. Digámonos cuando nos sentimos inconformes por los atropellados a las mujeres.

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Lucas 13,10-17: Jesús y la mujer encorvada.
  1. Según la descripción de la parábola, ¿cuál era la situación de la mujer en tiempos de Jesús?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Qué lecciones nos da Jesús en esta parábola con relación a la mujer?
  2. Compromiso:
-        Como mujer, ¿qué actitudes vamos a cambiar con relación a nosotros mismas?
-        Como varones, ¿qué actitudes vamos a cambiar con relación a las mujeres, comenzando por la casa?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Una mujer del grupo vuelve a leer el relato de la curación de la mujer encorvada, hasta la reacción del jefe de la sinagoga.
-         Otra mujer lee el siguiente “Salmo de las mujeres dichosas”.
Al final añadimos alguna moción por la que declaramos ‘dichosas’ a las mujeres.
Dichosas las mujeres que salen de la pasividad y dedican su vida a testimoniar por el reino de Dios:
Así abren caminos nuevos para ellas y para todos.
Dichosas las mujeres que luchan por su dignidad, denunciando el maltrato y la discriminación de la mujer:
Están forjando un futuro mejor para las nuevas generaciones.
Dichosas las mujeres que defienden la libertad, trabajan por la justicia, arriesgan su vida por la igualdad de todos:
Con sus palabras y hechos están engendrando un mundo nuevo.
Dichosas las mujeres cariñosas y tiernas, sencillas y alegres, creativas y fuertes:
Su bondad y su esfuerzo nos revelan el rostro materno de Dios.
Dichosas las mujeres llenas de fe, servidoras de la comunidad, solidarias de las luchas colectivas:
Continúan entre nosotros la presencia liberadora de Jesús y de su Reino de vida y de amor.
‘¡Alegrémonos porque sus nombres están inscritos en el Libro de la Vida!
-         Otra mujer lee la siguiente oración que repetimos paso a paso.
Todos los humanos somos una misma unidad y formamos un solo cuerpo solidario./
Toda mujer es mi hermana y todo varón es mi hermano./
Todas y todos somos iguales, pero las y los pobres van primero./
Jesús, estos criterios cambiarán mi vida, si los tomo en serio./
Cambarán la sociedad, si los tomamos en serio./
Cambiarán la Iglesia… si los tomamos en serio./
Jesús, fuiste el ser humano más solidario que haya existido./
Eres el modelo humano más valioso de todos nosotros y nosotras./
Jesús, quiero ser hermana como tú, quiero ser hermano como tú,/
Para continuar tu obrar liberador de todas y de todos./
Así el Reino de Dios estará aconteciendo en nuestro mundo./
-         Otra mujer proclama, sola.
Señor Jesús, que te encontremos a ti como te encontraron María de Magdalá, Marta y María, Salomé y la Samaritana.
Les devolviste su visibilidad, su dignidad, su libertad, su alegría, su protagonismo,
Porque te acercaste a ellas, las miraste con amor, les hablaste con verdad, las liberaste con respeto.
Que toda mujer y todo varón lleguemos a ponernos de pie juntos y proclamar a Dios con valentía:
Así construiremos tu Reino hoy, mañana y siempre. Amén.
-         Hagamos una breve oración espontánea.

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.



Tema  25 :  JESÚS  DEFIENDE  A  LA  MUJER  ADÚLTERA.


Motivación inicial
               Jesús vivió defendiendo a la mujer en una cultura patriarcal en la que se la consideraba inferior en todo al varón y se la mantenía sometida a él en todos los ámbitos. Su actuación ante una mujer adúltera a punto de ser lapidada nos revela su voluntad radical, en nombre de Dios, de liberar a la mujer del sometimiento injusto al varón. Hay su actitud y sus palabras nos siguen iluminado.


1ª parte: PREPARACIÓN PERSONAL

  1. Motivación
¿Cómo se manifiestan el machismo o el patriarcado en mi alrededor?

  1. Lectura de la Palabra de Dios: Juan 8,3-11: Jesús y la mujer adúltera.

  1. Profundización de la lectura bíblica
-        Marco de la escena. ¿En dónde Jesús pasó la noche? ¿Adónde se dirige? ¿Qué hace cuando se ve rodeado de gente? ¿Qué sentido doy al silencio de Jesús?
-        Intervención de los escribas y fariseos. ¿Qué siento al ver a la mujer adúltera en medio de la gente? ¿Por qué nadie interroga a la mujer? ¿Por qué nadie habla del varón que estuvo con la mujer? ¿En qué consiste la trampa que le tienden a Jesús?
-        Reacción de Jesús. Jesús está muy tranquilo. ¿Cómo interpreto su gesto de escribir en el suelo en un momento tan dramático? ¿Qué pienso de sus palabras a los acusadores? ¿Qué mensaje quiere comunicar Jesús?
-        Retirada de los acusadores. ¿Cuál es el efecto de las palabras de Jesús? ¿Por qué motivos se retiran todos? ¿Qué pienso de la pena de muerte?
-        Jesús y la mujer adúltera. ¿Cómo la trata Jesús? ¿Qué quiere infundirle? ¿He escuchado alguna vez las palabras de Jesús a la mujer adúltera? ¿Las he dicho a alguien?
Puedo hacer un momento de oración.


2ª parte. Comentario: “UNA SOCIEDAD SIN DOMINACIÓN MASCULINA.

               El historiador judío Flavio Josefa resume la condición de la mujer en tiempos de Jesús con estas palabras: “Con la Tora, la mujer es inferior al varón en todo”. El protagonista de la vida religiosa es el varón. No es necesaria la presencia de la mujer. Por eso no se las iniciaba ala al estudio de la le no los rabinos las aceptaban como discípulas. Hubiera sido una insensatez poner en sus manos el texto sagrado: la mujer era considerada incapaz de interpretar correctamente la Palabra de Dios. No tenían la obligación de subir en peregrinación a Jerusalén en las grandes fiestas judías. Ocupaban un lugar separado de los varones en el templo y, probablemente, en las sinagogas.
               Fuera del hogar, propiamente, las mujeres “no existían”. No podían alejarse de casa sin ser acompañada por un varón y sin ocultar su rostro con un velo. No podían hablar en público. Su testimonio no tenía validez. Tampoco podían tomar parte en un banquete fuera del hogar. Si alguna andaba sin vigilancia de un varón, sentándose a la mesa junto a varones, su comportamiento era considerado como propio de una mujer de mala reputación. Jesús lo sabía cuándo acepto a mujeres entre sus discípulos.
               La visión de la mujer era muy negativa. Los proverbios que circulan por el pueblo y los escritos rabínicos describen su comportamiento de manera severa. Se decía que la mujer era insensata, estúpida, vanidosa, pendenciera, chismosa… Los varones han de estar atentos para no dejarse engañar por sus artes de seducción. El escrito judío Filón de Alejandría, contemporáneo de Jesús, dice que, mientras el varón se deja guiar por la razón, la mujer se deja llevar por la sensualidad.
               No ha de entrañarnos que esta sociedad controlada por el varón se empleará un doble criterio para juzgar el mismo comportamiento de la mujer y del varón, sobre todo en el área de la sexualidad. Así, en los casos de adulterio, se supone que la mujer es más culpable que el varón, al que considera más bien víctima de las artes y engaños de la mujer. Jesús no pudo soportar tanta hipocresía machista.
               Según su costumbre, Jesús ha pasado la noche a solas con su padre querido en el monte de los Olivos. Comienza el nuevo día lleno del Espíritu de Dios que le envía cada día a “proclamar la liberación de los cautivos… y dar libertad a los oprimidos”. Pronto se ve rodeado por un gran gentío que acude hasta el recinto del templo para escuchar su mensaje. El narrador lo presenta, como los maestros en Israel, enseñando a la gente los caminos del Reino de Dios. Este es el marco de un episodio dramático en el que Jesús se va a ver obligado a mostrar hasta donde llega su compromiso para liberar a la mujer de una cultura que la mantiene sometida injustamente.
               De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo “una mujer sorprendida en adulterio”. Se trata probablemente de una mujer casada que han sorprendido acostada con un hombre que no es su marido. La colocan “en medio” para que todos la vean y la juzguen. No es difícil intuir la vergüenza, humillación y angustia de esta mujer que ha pasado rápidamente de una niche de placer a la amenaza de una muerte inminente.
               La mujer es lo que menos les preocupa a estos varones venerables, representantes de las leyes y tradiciones de Israel. Nadie piensa en su destino. Nadie le interroga sobre nada. Está ya condenada. Ella es sólo el pretexto para enfrentar a Jesús con la ley de Moisés. Así se instrumentaliza a las mujeres en esta sociedad machista,
               Los acusadores sólo buscan un objetivo: comprometer a Jesús y poder acusarlo de algo grave: “Maestro esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. ¿Tú qué dices?”. El desafío es frontal: la ley dice que hay que apedrearla; ¿tú qué dices? El delito de la mujer está comprobado. Jesús ha de pronunciarse necesariamente ante todos. No se trata de una discusión más entre diferentes escuelas de rabinos, sino de una decisión de vida y de muerte para la mujer. Mientras tanto, nadie parece acordarse del amante. ¿Dónde está el varón?
               Jesús no responde. Está sentado, se inclina hacia el suelo y se pone a escribir en la tierra. No se sabe con certeza el significado de este detalle, que se repite dos veces. Probablemente no es necesario buscarle un sentido simbólico oculto, como hacen algunos autores. Tal vez todo sea más sencillo. Los fariseos están tensos: la mujer, angustiada; la gente, expectante. Jesús trata de mantenerse tranquilo, dominando la situación. El momento es grave y no quiere precipitarse. Mientras va pensando su respuesta, hace algunos garabatos en el suelo. Si hubiera escrito algo importante, el narrador lo hubiera indicado.
               Jesús se da cuenta de la gravedad de la trampa que le han preparado. Si defiende a la mujer y se opone a la lapidación, viola gravemente lo establecido por Moisés (Levítico 20,10). Si aprueba la lapidación puede tener problema con los romanos, que se reservan la potestad de ejecutar a los delincuentes. Pero, antes que nada, ¿cuál es la voluntad del Padre del cielo con el que ha estado dialogando toda la noche?
               Jesús está viendo a aquella mujer, humillada públicamente, condenadas por escribas respetables, indefensa ante la sociedad y ante los dirigentes religiosos. Nadie habla del varón. Es lo que sucedía en aquella sociedad machista: al promulgar la ley se piensa en los varones como responsables de la moralidad; luego, al reprimir el delito, se castiga con dureza a la mujer y se disculpa fácilmente al varón. Jesús no soporta esta hipocresía social, construida por la “dureza de corazón” de los varones. No es verdad que la mujer sea más culpable. De ordinario no es sino víctima o, todo lo más, cómplice.
               Por eso Jesús se incorpora y, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les dice algo inesperado: “El que esté sin pecado, tire la primera piedra”. La gente queda sorprendida, pues, eran los testigos los que iniciaban la lapidación. El efecto de las palabras de Jesús es impresionante. Los escribas y los fariseos “se van retirando, uno tras otro, comenzando por los más viejos”. Aquellos varones respetables, representantes de las tradiciones y leyes que tanto pesan sobre las mujeres, se van retirando. Los acusadores se sienten acusados. Saben mejor que nadie que ellos son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquellas aldeas.
               La conclusión es conmovedora. Jesús y la mujer han quedado solos. La mujer no se ha movido. Sigue allí, en medio, humillada y avergonzada. Los acusadores se han ido retirando, pero ella no se siente libre todavía. Parece que necesita escuchar el veredicto de Jesús. Entonces él, que ha seguido sentado, se incorpora. Puede mirarla a los ojos con ternura y expresarle todo su respeto y cariño. “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?”. Hasta ahora nadie le había preguntado nada. Es Jesús que busca el diálogo y se interesa por ella. La mujer le responde humildemente: “Nadie, Señor”.
               Las últimas palabras de Jesús son inolvidables. Nunca las podrán escuchar los acusadores que se han retirado confundidos. Sólo esta mujer abatida. Jesús la trata como una persona adulta y responsable. “Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante, no peques más”. La mujer no necesita más condenas. Jesús le ofrece su perdón, confía en ella y la invita a vivir de manera diferente. La mujer que ha estado a punto de morir apedreada por aquel grupo de varones se va libre hacia una vida nueva abierta por Jesús.
               Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.


3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO

ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA

SALUDO: El animador saluda y presenta el tema con su motivación inicial.

‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
  1. ¿Cómo se manifiestan el machismo o el patriarcado en nuestro alrededor?

‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura de Juan 8,3-11: Jesús y la mujer adúltera.
  1. ¿Qué es lo que nos llama más la atención en las actitudes y palabras de Jesús?

‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
  1. Conversión personal: ¿Qué nos enseña este acontecimiento para nosotros actualmente?
  2. Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar en nuestras actitudes machistas y palabras patriarcales?

ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
  1. Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-         Se explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento de silencio donde nos disponemos a rezar.
-         Una mujer lee el siguiente texto sobre ‘la creación de la mujer’.
Luego de un momento de silencio retomamos algún rasgo sobre la mujer.
Cuando el universo todavía estaba incompleto,
Al sexto día Dios creó a la mujer y le dijo: “Yo te daré…
Te daré un corazón lleno de compasión,
Un espíritu libre para volar como los pájaros,
Sabiduría para conocer grandes verdades,
Ánimo para salir de la opresión,
Fuerza para mover montañas,
Ternura para besar la tierra,
Pasión para inflamar el mundo,
Risas para llenar los valles,
Lágrimas para lavar las penas,
Intuición para conocer lo escondido,
Manos para trabajar y acariciar”.
Y Dios dijo: “Mujer, yo te he creado a mi imagen y semejanza:
Eres bella y buena como yo”.
-        Otra mujer lee la siguiente oración y todos repetimos, despertando nuestra feminidad.
Nosotras, reunidas entre varones y mujer,/
Te alabamos, Dios nuestro, porque eres mujer y varón, madre y padre./
Nosotras, te alabamos porque eres tierno y compasivo/
Con quien te busca con un corazón amoroso./
Tú alegras nuestra vida porque nos llenas de tu ternura./
Nos quieres incondicionalmente como hijos e hijas tuyas./
Tu cariño es la alegría de nuestro corazón./
Tu espíritu nos llena de energía y entusiasmo./
Tu amor nos enseña a vivir gozosos y felices./
Dios, mujer y varón, madre y padre,/
Quieres que nos amemos como tú nos amas./
-        Escuchamos en silencio esta oración que lee otra mujer.
Jesús, esperanza nuestra, tu Evangelio nos descubre que
Dios nos quiere felices, incluso en las horas de oscuridad.
Haz que la paz y la ternura de nuestro corazón
Puedan hacer hermosa y feliz la vida de los que nos rodean.
-        Hacemos unas breves oraciones espontáneas.
-          

  1. Bendición y abrazo de paz.

DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde tendrá lugar la próxima reunión.

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