3ª etapa :
LA BUEN NOTICIA
SOBRE DIOS.
I N T R O D U C C I Ó N.
HEMOS
TERMINADO LA 2ª ETAPA
Hasta
ahora hemos visto cómo Jesús decidió cómo iba a ser su camino: Impulsado por el Espíritu a ser fiel al Padre, Jesús fue
enviado a los pobres para ayudarles a recuperar una vida digna en todas sus
dimensiones. Nos ha de llamar la atención que Jesús no vino por asuntos
directamente religiosos, sino humanos. Se nos ha aclarado que no vino:
-
Ni para
traernos un programa religioso,
-
Ni para
darnos definiciones de quién es Dios,
-
Ni para
precisarnos reglas de moral,
-
Ni para organizar
grandes liturgias…
Más bien nos viene a revelar:
-
¡Cuánto
nos ama Dios y qué espera de nosotros!
-
Cómo hay
que vivir el Reino de Dios en esta tierra,
-
A
quiénes ir con preferencia,
-
Como ser
una comunidad signo y presencia del Reino…
Vamos a profundizar ahora qué nos anuncia Jesús sobre Dios.
BIENVENID@S A ESTA 3ª ETAPA
Lo primero que vamos a escuchar
de los labios de Jesús por los caminos de Galilea es una Buena Noticia sobre
Dios. La necesitamos todos. La necesita el mundo. La necesita la Iglesia. Entre
tantas noticias malas vamos a conocer la agradable noticia de un Dios bueno, cercano, amigo del ser humano y
salvador de nuestras vidas, con nosotras/os.
Jesús no define quién es Dios
sino que, mediante imágenes, nos dice cómo actúa Dios y qué espera de
nosotras/os. Vamos a profundizar sobre las parábolas
más conmovedoras de Jesús sobre su Padre, las que más trabajó en lo hondo de su
corazón. Seguramente también fueron las que más repitió de una y otra manera y
las que más impacto provocaron en sus seguidoras y seguidores. Serán las que
iremos profundizando en esta 3ª etapa.
- El padre bueno (Lucas 15,11-32).
Es la parábola más entrañable
de Jesús: ¿quién no la conoce? Se la llama erróneamente “del hijo pródigo’.
Dios es este padre naturalmente bueno que ofrece siempre acogida y perdón a
todos quienes se lo piden. Esta parábola bien entendida puede transformar de
raíz nuestra relación con Dios y nuestra convivencia con los demás.
- Dios busca a los perdidos (Lucas 15,1-7).
La mayor alegría de Dios
consiste en buscar a los “perdidos” hasta encontrarlos: tanto los que no hallan
el camino acertado de su vida como los que lo rechazan. Cuando nos sentimos o
estamos perdidos, Dios nos está buscando hasta encontrarnos. Cuando nosotros
rechazamos a alguien que catalogamos como indeseable o perdido, Dios lo está
buscando con amor y nos busca también a nosotros para que rectifiquemos, porque
nadie está perdido definitivamente.
- Dios es buenos con todos (Mateo 20,1-15).
La bondad insondable de Dios
está por encima de nuestros esquemas y cálculos. No estamos calificados para
poner límites ni cuestionamientos a su
bondad. Hemos de dejar a Dios ser bueno con todos… y saber manifestar que él es
así. Esto se llama ‘convertirnos’ a Dios.
- Dios escucha a los que confían en su misericordia (Lucas 18,9-14ª).
Dios es compasión infinita.
Ante él hemos de aprender a vivir, no presentando nuestros méritos, sino
invocando su misericordia. Esta es la oración que siempre nos justifica: “¡Oh
Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”.
¡Aprendamos a saborear
estas parábolas para mejor hacerlas vida en nuestra vida!
Tema 12
: EL
PADRE BUENO.
Motivación inicial
Vamos ahora a profundizar sobre
la parábola más conocida y más cautivadora de Jesús. En ella Jesús nos invita a
su experiencia de un Dios sumamente bueno que ofrece siempre su acogida y su perdón
a todos y que busca sin cesar a los que están perdidos hasta encontrarlos. Si
la interiorizamos bien, esta parábola puede transformar nuestra relación con
Dios y nuestras relaciones con los demás.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
- Motivación
Me voy evaluando cuánto confío en la misericordia de Dios, en
particular conmigo.
- Lectura de la Palabra de Dios: Lucas 14, 11-32: El Padre bueno.
- Profundización de la lectura bíblica:
-
Introducción. Conocemos esta parábola como la del “Hijo
pródigo”, del hijo perdido, título que no abarca el corazón del mensaje deseado
por Jesús. De hecho, ¿quién es el verdadero protagonista de la parábola? ¿Qué
títulos le podría poner y por qué?
-
La actuación del hijo menor. ¿Por qué motivos se marcha de la casa el hijo
menor? ¿En qué consiste su verdadero error o pecado? ¿Sabría yo actuar con el
padre de la parábola con hijos que actuaran como el hijo menor de la parábola?
-
Consecuencias de una vida desordenada. La parábola describe con
detalle la vida de humillación y soledad del hijo menor lejos de la casa
familiar. ¿Cuáles son los rasgos principales de su nueva situación?
-
Reacción del hijo menor. Un día, este decide regresar a la casa de su
padre: ¿cuáles son los distintos pasos que da para lograr regresar donde su
padre? ¿Qué me parece lo más importante de este proceso? ¿Será una decisión tan
fácil de tomar?
-
Acogida sorprendente del padre. Frente a la llegada de su
hijo, ¿cuáles son las varias actuaciones de su padre? ¿Cuál es la actuación que
más me llama la atención y por qué? ¿Con qué palabras justifica el padre su
actuación? ¿Qué me dicen a mí estas palabras?
-
Rebeldía del hijo mayor. Según mi parecer, ¿por qué motivos rechaza el
hijo mayor, por una parte, de participar en la fiesta y, por otra, de hacer
caso a su padre: Envidia a su hermano menor, miedo a perder la herencia,
desconfianza en el padre…? ¿Qué pienso de un hijo que ‘obedece’ en todo a su
padre, pero no sabe ‘amar’ ni a su padre ni a su hermano?
-
Bondad del padre con el hijo mayor. ¿Qué quiere lograr el padre
con su hijo mayor? ¿Por qué la decisión del padre en “hacer fiesta” con todos,
más allá de los de la casa? ¿Imagino a Dios organizando un banquete con mucha
comida, música, baile… con todos sus hijos e hijas por el único motivo de que
los ‘perdidos’ han vuelto a ‘encontrarse’ con él y con todos? ¿Cómo me siento
incluido dentro de esta fiesta desde ya?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario:
“DIOS OFRECE SIEMPRE SU PERDÓN”.
Algunos la siguen llamando
“parábola del hijo pródigo” o derrochador, pero el verdadero protagonista del
relato es el padre bueno que tiene problemas para mantener unida a su familia.
Unas veces porque el hijo menor se marcha de casa para vivir su aventura; otras
porque el hijo mayor no quiere recibirlo cuando vuelve. ¿Será esta la tragedia
de la humanidad? ¿Será Dios el misterio de un padre que busca con amor
construir una familia humana feliz?
Jesús conocía bien los conflictos
que se vivían en las familias de Galilea: discusiones entre padres e hijos,
deseos de independencia de algunos, rivalidades entre hermanos por los derechos
de herencia. Cuando Jesús comienza su relato todos saben de qué está hablando.
“Un padre tenía 2 hijos…”. El
conflicto surge cuando el hijo más joven plantea una exigencia insólita: “Dame
la parte de la herencia que me corresponde”. El padre no dice nada, respeta la
sinrazón de su hijo y les reparte los bienes. Los campesinos que los oyen
tuvieron que quedar desconcertados: ¿qué clase de padre es este que no impone
su autoridad? ¿Cómo puede consentir la desvergüenza de un hijo que le pide
repartir su herencia antes de morirse? ¿Cómo un padre puede perder así su
dignidad?
Repartida la herencia, el joven
se desentiende de su padre, abandona a su hermano y se marcha a “un país
lejano”. Pronto una vida desquiciada lo lleva a la destrucción. Sin recursos
para defenderse de un hambre severa, solo en un medio de un país extraño, sin
familia ni protección alguna, termina como esclavo de un pagana cuidando
cerdos. Su degradación no puede ser mayor: sin libertad ni dignidad alguna,
llevando una vida infrahumana en medio animales impuros, sin poder alimentarse
ni siquiera de las algarrobas que comen los puercos que cuida.
Al verse en una situación tan
desesperada, el joven reacciona. Recuerda a la casa de su padre donde abunda el
pan: aquel es su hogar. No puede seguir por más tiempo lejos de su padre. Su
decisión es firme: “volveré a casa de mi padre”. Reconocerá su pecado. Ha
perdido todos sus derechos de hijo, pero tal vez consiga ser contratado como
jornalero.
La acogida del padre es insólita.
Jesús la describe con rasgos inolvidables. Aquel padre que lo había visto
marcharse de casa con tristeza, nunca lo ha olvidado. El hijo podrá volver a
casa en cualquier momento sin temor alguno. Cuando un día lo ve acercarse
hambriento y humillado, al padre se le conmueven las entrañas, “sintió
compasión por él, perdió el control y corrió al encuentro de su hijo.
La escena es increíble. Jesús la
recreó sin duda más de una vez n su corazón desde la experiencia de la bondad
de Dios. El padre le abraza con ternura sin dejar que se eche a sus pies; le
besa efusivamente sin temor a su estado de impureza. Este padre no actúa como
el patrón y patriarca de una familia de Galilea: esos abrazos y besos
entrañables delante de todo el pueblo son los gestos de una madre. Interrumpe
la confesión de su hijo para ahorrarle más humillaciones. Ya ha sufrido
bastante. No necesita más explicaciones para acogerlo como hijo.
No le impone castigo alguno. No
le exige un ritual de purificación. No le parece sentir ni siquiera la
necesidad de manifestarle con palabras su perdón. No hace falta. Nunca ha
dejado de amarlo. Siempre ha buscado su felicidad. El mismo se preocupa ahora
que su hijo se sienta bien. Le regala el anillo de hijo, el mejor vestido de la
casa y las sandalias de hombre libre. Matarán al novillo cebado. Habrá un
banquete para todo el pueblo, y música y baile en la plaza. El hijo ha de
conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que
buscaba entre prostitutas paganas. A padre se le ve feliz. Todo está más que
justificado, porque “este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había
perdido y lo hemos encontrado”. Por fin podrán vivir en familia de manera digna
y dichosa.
Desgraciadamente falta el hijo
mayor. Llega del campo al atardecer. Un día más ha cumplido su trabajo. Al oír
“la música y el baile” queda desconcertado. No entiende nada. La vuelta del
hermano no le produce alegría como a su padre, sino rabia. Irritado se queda
fuera, sin entrar en la fiesta. El padre sale a invitarlo con el mismo cariño
con que ha salido al encuentro del hijo llegado de lejos. No le grita ni le da
órdenes. Al contrario, de nuevo como una madre le suplica una y otra vez que
entre a disfrutar de la fiesta.
Es entonces cuando el hijo mayor
explota y deja al descubierto su ira. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes
del padre como un esclavo, pro no ha sabido disfrutar de su amor como un hijo.
Tal vida su vida de trabajo sacrificado ha endurecido aún más su corazón. Nunca
se ha marchado de casa, pero nunca ha vivido en familia; si su padre le hubiera
dado un cabrito, habría organizado una fiesta, no con él, sino con sus amigos.
Ahora no sabe sino humillar a su padre tachándole de ingrato y poco generoso
(“no me has dado ni siquiera un cabrito”) y denigrar a su hermano denunciando
su vida libertina (“ha malgastado tu patrimonio con prostitutas”). Este hijo
sabe “obedecer órdenes”, pero no sabe “amar”. No entiende el amor de su padre
hacia aquel miserable. Él no acoge ni perdona.
El padre le habla con ternura
especial. Desde su corazón de padre él ve las cosas de manera diferente. Aquel
desgraciado que ha llegado de lejos no es un depravado sino “tu hermano”, un
hijo “que estaba muerto y que ha vuelto a vivir”. Y él mismo, que no quiere
entrar en la fiesta, no es un esclavo, sino un hijo querido que puede vivir
junto a su padre, disfrutando y compartiendo todo con él. El deseo más hondo de
su corazón de padre es ver a sus hijos sentados en la misma mesa compartiendo
amistosamente un banquete festivo.
Jesús interrumpe aquí su relato.
¿Qué sintieron los que escucharon por vez primera este relato? Ciertamente no
era esto lo que escuchaban en el templo ni en las sinagogas. ¿Es posible que
Dios sea así? ¿Como un padre que no se guarda sus bienes para sí mismo, que
respeta totalmente el comportamiento de sus hijos, que no anda obsesionado por
su moralidad, que sólo busca para ellos una vida digna, fraterna y feliz? ¿Será
esta la mejor metáfora de Dios: un padre acogiendo con los brazos abiertos a
los que andan “perdidos” y suplicando a quienes lo escuchan que se acojan
mutuamente como hermanos? ¿Será esto el “reino de Dios”? ¿Un padre que quiere
conducir la historia humana hacia una fiesta final donde se celebra la vida, el
perdón y la liberación definitiva de todo lo que esclaviza y degrada al ser
humano?
Jesús habla de un banquete
abundante para todos, habla de música y de baile, de hijos perdidos que desatan
la ternura de su padre y de hijos llamados a acogerse. ¿Será esta la Buena
Noticia de Dios? ¿Qué sintieron los padres que habían cerrado para siempre las
puertas a sus hijos escapados de casa para vivir su propia aventura? ¿Qué
experimentaron los que llevaban años lejos de Dios, al margen de la Alianza?
¿En qué pensaron los que vivían cumpliendo fielmente los mandatos de la ley,
pero despreciando a pecadores, recaudadores, prostitutas, e indeseables? ¿Y qué
sentimos nosotros, seguidores de Jesús, que estamos escuchando esta parábola
salida de su corazón? ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- ¿Cómo evaluamos nuestra confianza en la misericordia de Dios, en particular nosotras/os mismos?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 14, 11-32: El Padre bueno.
- ¿Por qué se llama aquí esta parábola como la del “Padre buenos” y no la del ‘Hijo pródigo’?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿En qué aspectos me impacta más está parábola del padre bueno?
- Compromiso: ¿Qué tengo que cambiar para adecuarme mejor a la actitud de este padre bueno?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien dice:
Escuchemos nuevamente el relato de la
decisión del hijo menor de regresar a casa de su padreen los versículos 17-20. Recordemos
en silencio los momentos en que nos hemos alejado de Dios. Repitamos entre
todos: “Volveré dónde mi padre y le diré: ‘He pecado contra Dios y contra ti’”.
Luego escuchamos el relato de
la acogida del padre con su hijo menor: vv. 20b-24. Recordemos
en silencio los momentos en que hemos sentido la acogida y el perdón de Dios.
Digamos entre todos:
“Este hijo mío estaba muerto
y ha vuelto a la vida;/
estaba perdido y lo hemos
encontrado”/.
-
Alguien lee la siguiente oración: Repetiremos luego alguna
parte que nos ha llamado la atención.
Dios mío, a veces pienso que
todo cambiaría en mi vida si te sintiera como mi mejor amigo.
En el fondo mío estoy seguro
de que eres más humano,
Más comprensivo y más bueno
que todo lo que me han dicho.
¡Qué alegría si no tuviera
esta especie de miedo que me distancia de ti!
Padre bueno, graba bien en mi
corazón que tú sientes sólo amor hacia mí.
Que no se me olvide nunca que
me aceptes tal como soy,
Que perdonas mis pecados y
que me quieres aun cuando no cambio.
¡Qué suerte que seas así!
A veces pienso que mi gran
pecado es no terminar de creer en ti y en tu amor.
¿Por qué no confío más en tu
bondad y en tu fuerza salvadora?
¿Dónde podría yo refugiarme
con mis debilidades y cobardías, sino en ti?
Dios de los débiles y los
pequeños, nadie puede entenderme mejor que tú.
…
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 13 :
DIOS BUSCA A
LOS ‘PERDIDOS’.
Motivación inicial
Todos estamos envueltos en la
vida y el amor de Dios: él cuida de cada una y cada uno de nosotras y nosotros.
Su mayor alegría consiste en buscar hasta encontrar a quienes viven “perdidos”
sin poder dar con el camino acertado. En la parábola Jesús nos quiere hacer
entender que, cuando estamos perdidos, Dios está más cerca que nunca de
nosotros. Y cuando nosotros damos a alguien por ‘perdido’ Dios lo está buscando
más que nadie, hasta encontrarlo…
1ª parte: PROFUNDIZACIÓN
PERSONAL.
A. UBICARME
Decirse cómo se siente al
comenzar esta reunión.
B. ME DEJO INTERPELAR POR JESÚS
- Lectura de la Palabra de Dios. Lucas 1,1-7: Alegría por la oveja encontrada.
- Acercamiento al texto de hoy y aplicación a mi persona
-
Los que se acercan a oír a Jesús. La ley lo definía todo:
quién era justo delante de Dios y quién era pecador, con mucha discriminación
para los pobres. ¿Quiénes mayoritariamente se acercaban a Jesús? Según mi
parecer, ¿por qué se acercaban los ‘pecadores’ y los ‘indeseables’ a escuchar a
Jesús?
-
Los que murmuran contra Jesús… son los fariseos y maestros
de la ley que interpretaban las leyes según sus intereses. ¿Por qué les molesta
la actuación de Jesús? Y yo, ¿me siento en confianza con Jesús?
-
La parábola… que llamamos de “la oveja perdida”.
¿Corresponde este título al mensaje de la parábola? ¿Qué título le podría
poner? ¿He sentido esta cercanía de Dios conmigo? ¿En qué circunstancias?
-
La pregunta inicial de Jesús. ¿A quién se dirige Jesús? ¿Por qué motivos
será? Con esta parábola, ¿siento que Jesús se dirige también a mí?
-
Las actuaciones del pastor. Reviso como actúa el pastor con la oveja
perdida. ¿Qué me parece el comportamiento del pastor de la parábola tal como lo
presenta Jesús? Generalmente damos poca importancia a los que se pierden… ¿Qué
significado saco de estas actuaciones del pastor?
-
Conclusión: la alegría compartida y celebrada. ¿Responde esta conclusión de
Jesús a las críticas de los fariseos y maestros de la ley? ¿Qué me enseña a mí
esta parábola?
Puedo hace un momento de
oración.
C. LEO EL COMENTARIO: “Dios busca a los perdidos”.
Jesús no sólo habla de un Dios
bueno, cercano y acogedor, siempre dispuesto a perdonar y ofrecer una vida
digna y dichosa, sino que él mismo es una parábola viviente de ese Dios. Movido
por el Espíritu, es el primero en acercarse a los pecadores y gentes
indeseables, interesarse por su vida y sentarse con ellos en la mesa.
Los evangelios hablan de
distintos grupos a los que Jesús acogía amistosamente. Están en primer lugar
los “pecadores”: son los que no cumplen la ley, rechazan la Alianza y viven
lejos de Dios, sin dar señales de arrepentimiento; los dirigentes religiosos
los consideran excluidos de la salvación.
Junto a este conjunto de personas
se habla más en concreto de los “publicanos” o recaudadores de impuestos; su
trabajo es considerado por todos como una actividad propia de ladrones y gente
poco honrada, que viven robando y sin devolver lo robado a sus víctimas; no
tienen perdón, son despreciados por todos. Como veremos más tarde, Jesús acoge
también a las “prostitutas”, un grupo de mujer de pueblo, vendidas a veces como
esclavas por su propia familia, y humilladas por todos. Estas gentes
constituyen el desecho de la sociedad, los “perdidos” y “perdidas” de Israel.
Lucas nos dice que “los
publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle”. Seguramente muchos de
ellos lo escuchaban conmovidos. No era esto lo que oían en los encuentros de
las sinagogas ni en las celebraciones del templo. Sin embargo ellos necesitaban
a este Dios bueno y acogedor. Si Dios no les comprende y perdona, ¿a quién van
a acudir?
Sin embargo a los maestros de la
ley y a los sectores fariseos no les agrada el comportamiento de Jesús. Su
acogida amistosa a esta gente pecadora les parece un escándalo intolerable. Lo
que más les irrita es que acoja a los “pecadores” y que “coma con ellos”. La
actuación de Jesús es insólita. Ningún profeta había hecho algo parecido. ¿Cómo
puede un hombre de Dios aceptar a los pecadores y pecadoras como amigos, sin
exigirles previamente algún signo de arrepentimiento?
La actitud de estos maestros de
la ley es diametralmente opuesta. Un hombre piadoso no debe mezclarse con
pecadores. Hay que aislar a los transgresores de la ley. Hay que separarlos de
la comunidad santa de Israel. No son dignos de convivir con los que son fieles
a Dios. ¿Por qué Jesús parece despreocupare de los que cumplen la ley y se
dedica tanto a un grupo de perdidos y perdidas?
Jesús les respondió con una
parábola sorprendente. Quería grabar bien en el corazón de yodos algo que
llevaba muy adentro: los “perdidos” le pertenecen a Dios. Él los busca
apasionadamente y, cuando los recupera, su alegría es incontenible. Todos
tendríamos que alegrarnos con él. También los fariseos y maestros de la ley.
Jesús comienza esta vez su
parábola con una pregunta: Imagínense que son un pastor, tienen cien ovejas y
se les pierde una, ¿nos dejarían las noventa y nueve “en el desierto” para ir a
buscarla hasta dar con ella? Los oyentes dudarían bastante antes de
responderle. ¿No es una locura arriesgar así la suerte de todo el rebaño? ¿Es
que la oveja vale más que las noventa y nueve?
Jesús sin embargo les habla de un
pastor que actúa precisamente así. Al hacer el recuento acostumbrado al
atardecer, descubre que le falta una oveja. El hombre no se entretiene en
razonamientos y cálculos de sentido práctico. Aunque esté perdida la oveja le
pertenece. Es suya. Por eso no duda en salir a buscarla, aunque tenga que
abandonar de momento las noventa y nueve.
El pastor no para hasta encontrar
a su oveja. Su corazón no lo deja descansar. Y cuando da con ella, le sale
desde dentro un gesto lleno de ternura, y de cuidado amoroso. Co alegría pone a
la oveja, cansada y tal vez herida, sobre sus hombros alrededor de su cuello, y
vuelve a su majada. Al llegar convoca a sus amigos pastores y les invita a
compartir su dicha: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se
me había perdido!”.
San Lucas concluye su parábola
con estas palabras: “Les asegura que también en el cielo -es decir, en Dios-
habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse”. Dios es así. No sólo busca
apasionadamente al que está perdido sino que celebra jubilosamente el encuentro
en el misterio de su corazón.
Los fariseos y maestros de la ley
deberían entender aquellas comidas alegres y festivas que Jesús celebra con los
pecadores. Él ha venido de Dios a “buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lucas
19,10). ¿Cómo no entienden que viva acogiendo a los pecadores, recaudadores y
prostitutas? ¿Cómo no entienden su alegría al poder encontrarse con ellos en
torno a una mesa? Todo el pueblo debería sumarse a su alegría, pues nace de la
alegría del mismo Dios.
La parábola es breve pero su
mensaje es de gran hondura. ¿De verdad puede este pastor ser una metáfora de
Dios? Hay algo que todos los que escuchan a Jesús han de reconocer: los humanos
son criaturas de Dios, le pertenecen a él. Y ya se sabe lo que uno hace para no
perder algo suyo que aprecia de verdad. Pero ¿puede Dios sentir a los
“perdidos” como algo suyo y tan querido?
Tal vez algunos de los que oían a
Jesús recordaban lo que había dicho el profeta Ezequiel seis siglos antes: en
el pueblo de Dios hay ovejas sin pastor; ovejas “débiles” a las que nadie
conforta; ovejas “enfermas” a las que nadie cura; ovejas “heridas” a las que
nadie venda. Hay también ovejas “descarriadas” a los que nadie se acerca y
ovejas “perdidas” a las que nadie busca. Pues bien, así dice el Señor: “Yo
mismo buscaré a la oveja perdida, traeré a la descarriada, curaré a la herida,
fortaleceré a la enferma” (34,16). Ahora pueden ver en Jesús, con sus
actuaciones y sus palabras, está encarnando en su vida a ese Dios que busca a
los perdidos.
La parábola se convierte así en
una llamada a cambiar. Si Dios no rechaza a los “perdidos”, sino que los busca
apasionadamente, y si Jesús, lleno del Espíritu de Dios, los acoge y come con
ellos… ¿no tendremos que cambiar radicalmente algunas de nuestras posturas?
¿Seguiremos discriminando, condenando y despreciando a los que a nosotros nos
parecen “perdidos”? ¿A quién queremos seguir? ¿A los fariseos y maestros de la
ley o a Jesús, nuestro único Maestro y Señor?
La parábola tal vez sugiere algo
más. La oveja no hace nada para volver al redil. S el pastor que la busca
incansablemente, la carga sobre sus hombros y la recupera. ¿No está sugiriendo
Jesús que el retorno del pecador no se debe a sus esfuerzos por convertirse,
sino a la iniciativa de Dios que irrumpe en su vida con su misericordia
insondable? ¿Cómo no nos vamos a alegrar con este Dios de amor infinito y
desconcertante? ¿Cómo no vamos a confiar en este Dios cuando nos veamos
perdidos y sin fuerza para transformar nuestra vida? ¿Cómo no vamos a imitar a
Jesús, abriendo nuestros corazones y nuestros brazos a quienes nos parecen
alejados? ”
Bien puedo hacer un momento de silencio meditativo.
D. INTERIORIZO ESTA REFLEXIÓN
Después contestar las
siguientes preguntas, se puede escribir algunas notas para una mejor
comunicación con el grupo.
-
¿Qué es
lo que más me ha llamado la atención de toda esta reflexión?
-
¿Me ha
pasado algo parecido al episodio evangélico? (Se comunicará algo de este punto
al comenzar la reunión entre todas/os).
-
¿Qué punto
del comentario me ha llamado más la atención? (También se comunicará este punto
en la reunión).
-
¿A qué
me siento llamado?
-
¿Qué
oración espontanea puedo hacer? O simplemente un momento de silencio.
-
¿Qué
signo o símbolo podría relacionarse con esta reflexión de hoy? (Bien se lo
podrá llevar a la reunión).
2ª parte: REUNIÓN DE
GRUPO.
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
A. SALUDO: El animador saluda y presenta el
tema con su motivación inicial.
B. ‘VER’: DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
El animador invita a los presentes
a:
-
Decir
cómo se siente cada uno. ¿Ha provocado la última reunión un cambio personal o
algún compromiso?
-
Comuniquemos
alguna experiencia parecida al tema que se va a compartir.
C. ‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA. Lectura de Lucas
1,1-7: Alegría por la oveja encontrada.
- Comentarios sobre la lectura y aplicación a nosotras/os
-
Los que se acercan a oír a Jesús. La ley lo definía todo:
quién era justo delante de Dios y quién era pecador, con mucha discriminación
para los pobres. ¿Quiénes mayoritariamente se acercaban a Jesús? Según nuestro
parecer, ¿por qué se acercaban los ‘pecadores’ y los ‘indeseables’ a escuchar a
Jesús?
-
Los que murmuran contra Jesús… son los fariseos y maestros
de la ley que interpretaban las leyes según sus intereses. ¿Por qué les molesta
la actuación de Jesús? Y nosotros, ¿nos sentimos en confianza con Jesús?
-
La parábola… que llamamos de “la oveja perdida”.
¿Corresponde este título al mensaje de la parábola? ¿Qué título le podríamos
poner? ¿Hemos sentido esta cercanía de Dios conmigo? ¿En qué circunstancias?
-
La pregunta inicial de Jesús. ¿A quién se dirige Jesús? ¿Por qué motivos
será? Con esta parábola, ¿sentimos que Jesús se dirige también a nosotros?
-
Las actuaciones del pastor. Revisemos como actúa el pastor con la oveja
perdida. ¿Qué nos parece el comportamiento del pastor de la parábola tal como
lo presenta Jesús? Generalmente damos poca importancia a los que se pierden…
¿Qué significado sacamos de estas actuaciones del pastor?
-
Conclusión: la alegría compartida y celebrada. ¿Responde esta conclusión de
Jesús a las críticas de los fariseos y maestros de la ley? ¿Qué nos enseña a
nosotros esta parábola?
- Apoyo del comentario del tema: “Dios busca a los perdidos”.
¿Qué punto más llamativo del
comentario queremos compartir?
D. ‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal
-
¿Cuándo
nos hemos sentido perdidos, lejos de Dios? ¿Alguien nos tendió la mano para que
saliéramos adelante? ¿Relacionamos esto con el pastor de la parábola?
-
¿Nos
gustaría celebrar con alguien o algunos amigos este reencuentro con uno mismo y
con Dios? ¿Nos pueden ayudar para esta celebración los símbolos traídos?
-
¿Podemos
ser para otros que lo necesiten, este ‘pastor bueno’ de la parábola?
- Compromiso colectivo
-
¿Quiénes
son hoy los perdidos, los discriminados, sean personas individuales o grupos
sociales? ¿Tenemos con ellos los sentimientos parecidos a los del pastor de la
parábola?
-
¿Conocemos
personas o instituciones que trabajan con estas personas rechazadas? ¿Tenemos
contactos con estas personas o instituciones? ¿O los podríamos tener?
-
¿Cómo
nos podemos ayudar para tener con las y los discriminados tanto una mirada
nueva como un acercamiento?
E. ORACIÓN-CELEBRACIÓN COMUNITARIA.
- Se coloca en la mesa los símbolos traídos por cada una/o y se explica su significado.
- Sugerencias para la oración
-
Momento
de silencio.
Nos disponemos a rezar.
Escuchamos a alguien que va
leyendo: “El pastor deja a las 99 ovejas en el desierto y va a buscar a la
perdida hasta que la encuentre. Y cuando da con ella se la echa al hombro lleno
de alegría”. Pensemos en este pastor bueno, en la oveja perdida, en la alegría
celebrada. Digamos en nuestro interior:
Dios de paz, a cada una y a
cada uno
Nos miras con infinita
ternura y profunda compasión.
Dios de amor, a cada una y
cada uno
Nos ama y nos buscas con
infinita ternura y profunda compasión.
-
Alguien lee la siguiente oración y luego repetimos una frase que
nos gustó.
Ven, Jesús, a buscarme;
Deja a las 99 y busca la que
se te ha perdido.
Ven, pastor amoroso: busca la
oveja perdida que soy.
Tú puedes encontrar al que
buscas, tomarlo en brazos y llevarlo al redil.
Jesús, búscame, encuéntrame,
acógeme, llévame.
Ven tú mismo conmigo: llévame
sobre tus huellas.
Así habrá liberación en la
tierra y alegría en el cielo.
-
Repetimos frase por frase
Tú, Señor, no puedes soportar
que uno solo de los tuyos se pierda./
Tú vas en busca de nosotros
cuando nos alejamos de ti./
Tú vas en busca de los que
nosotros abandonamos a su suerte./
A los que nadie echa de
menos, tú vas a buscarlos./
Siempre te pierdes entre los
perdidos para encontrarlos./
Señor, nos abandonamos a esta
certeza,
A esta promesa que rompe
nuestros esquemas,
A tu amor lleno de ternura e
imaginación
Porque, en nuestra vida,
hemos sentido tu misericordia y tu fidelidad.
- Padrenuestro. Abrazo de paz.
D. DESPEDIDA. Se recuerda la casa, el día y la
hora de la próxima reunión.
Tema 14 :
DIOS ES JUSTO
Y BUENO CON
TODOS.
Motivación inicial
Hoy Jesús nos manifiesta que Dios
es bueno con todos nosotros. Pero tenemos que equiparar la bondad con la
justicia: la bondad no puede suplir la justicia, ni la caridad, ni los derechos
humanos. Nosotros los humanos tenemos nuestros propios criterios sobre la
justicia, muchas veces deformados sin que nos demos cuenta. Dios es justo con
todos y bueno y generoso con los necesitados víctimas de la injusticia. La
justicia consiste en dar a cada uno lo que necesita para vivir dignamente.
Jesús quiso dejar claro cuál es la justicia de Dios más allá de nuestros
esquemas y cálculos. Prestemos atención a este tema de la bondad, tan vaciado
muchas veces de… justicia.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
- Motivación
¿Cómo entiendo que la bondad y la justicia son las 2 caras de una
misma moneda?
- Lectura de la Palabra de Dios: Mateo 20,1-15: El patrón justo con sus trabajadores.
- Profundización de la lectura bíblica:
-
Introducción. ¿Cuál es el mensaje que saco de esta parábola?
¿Da razón de esta parábola su título tradicional de “los obreros de la última
hora”? ¿Cuál título más adecuado podría poner a la parábola?
-
La contratación. ¿Cuántas veces sale el patrono a contratar
trabajadores para su viña? ¿Por qué motivo será esta preocupación de contratar
más y más gentes: que no se pierdan las uvas, por el gran desempleo, por las
necesidades de los trabajadores…?
-
La paga prometida. A cada grupo el patrono promete pagarle: ¿qué
dice exactamente a cada uno de los 5 grupos?
-
La retribución. ¿Por qué el patrono da un denario a cada uno?
¿Por qué responde este pago a una justicia fundamental? ¿Cuál es el derecho de
cada trabajador en cuanto al sueldo? ¿Hubiera sido justicia o bondad dar más a
los primeros?
-
La protesta. ¿Me identifico con la protesta de los primeros
trabajadores? ¿Qué significan mis dudas sobre mi sorpresa por la actitud del
patrono? ¿No pondré primero la justicia matemática antes que los derechos
básicos? ¿No seré como ‘negociante’ con Dios con mis méritos, mis
‘sacrificios’, mis devociones…?
-
La respuesta del dueño. Tomando la mirada de Dios, ¿por qué dice que
es justo el dueño con todos? ¿Por qué da el dueño a unos más de lo que han
merecido? ¿Cuándo entre nosotros la bondad atropella la justicia? De ahora en
adelante, ¿cómo voy a entender mejor y “buscar primero el Reino de Dios y su
justicia” (Mateo 6,33)?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario: “EL
AMOR DE DIOS ROMPE NUESTROS ESQUEMAS”.
Tradicionalmente se la llama
“parábola de los obreros de la viña”, pero el verdadero protagonista es el
dueño. Por eso algunos la llaman hoy parábola del “contratador bueno” o del
“patrono que quería trabajo para todos”. Sin dudas es uno de los relatos más
sorprendentes y provocativos de Jesús. ¿Dejaremos que su mensaje penetre en
nuestros corazones?
Los grandes propietarios, como
este “dueño” de la viña, pertenecían a las clases ricas y pudientes. De
ordinario no vivían en las aldeas pobres de Galilea, sino en Séforis, Tiberíades
o en alguna ciudad importante. Sólo se acercaban a su propiedad durante la
recogida de la cosecha o en las vendimias, para seguir de cerca los trabajos.
Los “jornaleros”, por su parte, pertenecían a las capas bajas de la sociedad.
Muchos eran campesinos despojados de sus tierras, que vivían al día y sin
seguridad alguna. Jesús y sus seguidores los podían ver sentados en las plazas
de los pueblos, esperando que alguien los contratara.
La jornada comenzaba al amanecer
(hacia las 6 de la mañana) y terminaba al caer el sol (en torno a las 6 de la
tarde). Jesús va a comparar el Reino de Dios con lo que sucede en una jornada
de vendimia con el propietario de la viña y sus jornaleros.
Un propietario salió al amanecer
para contratar obreros para su viña”. Así comienza Jesús su relato. El rico
propietario viene el mismo a la plaza del pueblo a primera hora de la mañana.
Se acerca a un grupo de jornaleros, acuerda con ellos el salario de un denario
y los envía a trabajar a su viña. No es gran cosa, pero sí lo suficiente para
responder, a lo menos durante un día, a las necesidades básicas de una familia
campesina. Probablemente los oyentes se sorprendieron. No es normal ve el dueño
de una viña en la plaza del pueblo contratando a los jornaleros. Eso era cosa de
sus capataces o administradores. ¿Quién era ese propietario? ¿Por qué actuaba
así?
El dueño vuelve a la plaza a las
9 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 3 de la tarde. A los que están
“sin trabajo” los contrata. A estos no les habla ya de un denario; les promete
“lo que sea justo”. ¿Cómo le van a exigir nada? Se marchan confiados en lo que
el señor les quiera pagar: probablemente una fracción de denario. Así pensaban
también los que oían la parábola.
El propietario vuelve todavía a
las 5 de la tarde. Sólo faltaba una hora para que termine la jornada. Se
encuentra con un grupo en la plaza que sigue “sin trabajo”. Nadie los ha
contratado. A pesar de que ya no es mucho lo que pueden trabajar, les dice:
“Vayan también ustedes a mi viña”. A estos ni les habla de salario. ¿Qué les
puede pagar?
Los oyentes no pueden entender
este ir y venir del señor para contratar obreros. No es normal ir tantas veces
a la plaza. La contratación se hace a primera hora de la mañana, después de
calcular bien el número de jornaleros que son necesarios. ¿Qué clase de patrono
es este? ¿Por qué actúa así? Nadie sale a contratar obreros a última hora.
¿Está tan urgido por la vendimia? El relato no dice nada acerca de la cosecha.
Sugiere más bien que no quiere ver a nadie sin trabajo. Así les dice a los del
último grupo: “Por qué están así parados todo el día?”.
Llegó la hora de retribuir a los
jornaleros. Había que hacerlo en el mismo día, pues de lo contrario no tendrían
nada que llevare a la boca. Así lo mandaba la ley de Dios: “Le darás cada día
su jornal, antes de ponerse el sol, pues es pobre y de ese salario depende su
vida” (Deuteronomio 24,14-15). El dueño ordena que el pago se haga empezando
por los que acaban de llegar. Entre los jornaleros se despierta una gran expectación,
pues aunque apenas han trabajado una hora, perciben un denario cada uno.
¿Cuánto les dará a los demás?
La decepción es enorme al ver que
todos reciben un denario, incluso los que han estado trabajando todo el día.
¿No es injusto? ¿Por qué a todos un denario si el trabajo ha sido tan desigual?
Es lo que dicen en su protesta: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y
les pagas igual que a nosotros que hemos soportado el peso del día y del
calor”. Sin duda, los oyentes de Jesús están de acuerdo con su protesta. Estos
jornaleros no se oponen a que los últimos reciban un denario, pero, ¿no tienen
derecho a que el señor sea también generoso con ellos? Está bien la generosidad
con los que han trabajado sólo un rato, pero, ¿no exige la justicia esa misma
generosidad con los que han trabajado todo el día?
La respuesta del señor al que
hace de portavoz es firme: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos
en un denario?... ¿Es que no tengo libertad por hacer lo que quiera con lo mío?
¿O tienes que ver con malos ojos que yo sea bueno?”. Los que protestan le piden
al dueño de la viña que los trate a todos según un sistema de estricta
justicia, pero él se mueve en otra esfera. Quiere ser bueno y es precisamente
su bondad la que rompe todos los esquemas. No es injusto con nadie. A todos les
da lo que necesitan para vivir: trabajo y pan. No se preocupa de medir los
méritos de unos y otros, sino de que todos puedan cenar esta noche con sus
familias.
La sorpresa de los creyentes tuvo
que ser grande. ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los
criterios que nosotros manejamos para imponer justicia e igualdad? Esta manera
de hablar de Dios, ¿no rompe con todos nuestros esquemas religiosos? ¿Qué
pueden decir ahora los maestros de la ley? ¿Qué pueden decir los moralistas de
todos los tiempos? ¿Es que Dios no trata a sus hijos e hijas atendiendo
escrupulosamente a lo que se han merecido?
No es fácil creer en esa bondad
insondable de Dios que supera todos nuestros esquemas. A más de uno le puede escandalizar.
¿Será verdad que Dios no está tan pendiente de nuestros méritos como a veces
pensamos, sino que está atento más bien a responder a nuestras necesidades?
¡Qué suerte si Dios es como sugiere Jesús! Todos podemos confiar en este Dios,
aunque nuestros méritos sean pequeños y pobres. ¿Pero, no es peligroso abrirse
a ese mundo insondable e infinito de la misericordia de Dios, que escapa a todo
cálculo humano? ¿No es más seguro y tranquilizador, sobre todo para los que se
sienten fieles cumplidores de la ley, no salirnos de ningún esquema religioso
donde los deberes, méritos y pecados están claramente definidos?
El mensaje de Jesús nos invita a
dejarle a Dios ser Dios. No hemos de empequeñecer su amor infinito con nuestros
cálculos y esquemas ni desvirtuar su bondad mezclando los rasgos auténticos que
provienen de Jesús con otros trazos de un Dios justiciero, tomados del Antiguo
Testamento, o con deformaciones que nacen de nuestros propios miedos y
egoísmos.
Dios es bueno con todos. Nos mira
con amor, lo merezcamos o no. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de
los creyentes y del ateísmo de los incrédulos. Ante este Dios, lo único que
cabe es el gozo agradecido y la confianza total. ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- ¿Cómo entendemos que la bondad y la justicia son las 2 caras de una misma moneda?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Mateo 20,1-15: El patrón justo con sus trabajadores.
- ¿Qué es lo que nos sorprende en esta parábola y por qué motivos?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿Qué es lo que tenemos que cambiar en nuestra mente para entender la justicia de Dios?
- Compromiso: Después de estas reflexiones, ¿qué voy a cambiar en mi manera de actuar?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee las palabras del dueño de la viña: “¿Vas a ver con ojos malos
que yo sea bueno?”.
-
Repetimos pasa a paso el Salmo 102:
“Dios es compasivo y
clemente, paciente y misericordioso./
No está siempre acusando ni
guarda rencor perpetuo./
No nos trata como merecen
nuestros pecados/
Ni nos paga según nuestras
culpas./
Como es alto el cielo sobre
la tierra,/
Así es grande la bondad de
Dios con nosotros./
Como dista el oriente del
ocaso,/
Así aleja de nosotros
nuestras culpas./
Como un padre siente ternura
por sus hijos,
Así siente ternura el Señor
por sus fieles,/
Porque él conoce de qué
estamos hechos:/
Se recuerda de que somos
barro.”/
-
Meditemos las frases siguientes con un momento de silencio entre
cada una.
“El amor de Dios es mejor de
cuanto se pueda pensar” (san Buenaventura).
“Para Dios, sólo en amar es
su ejercicio” (san Juan de la Cruz).
“Dios no sabe ni quiere ni
puede hacer otra cosa que amar” (A. Torres Queiroga).
“El amor de Dios es gratuito,
incondicional, desconcertante, incansable” (J. M. Mardones).
“¿Quién podrá separarnos del
amor de Dios?” (san Pablo).
-
Cada uno hace una oración espontánea.
-
Terminemos escuchando en el silencio de nuestro corazón:
Jesús, misterio de Dios
encarnado, tú nos descubres esta realidad sorprendente:
Dios no quiere el sufrimiento
ni la aflicción.
No causa en nosotros ni miedo
ni angustia.
Dios sólo puede amarnos.
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 15 :
DIOS ESCUCHA A
QUIENES CONFÍAN SÓLO
EN ÉL.
Motivación inicial
Vamos a profundizar un último
aspecto de la actuación de Dios que nos describe Jesús. Esta parábola es una
consecuencia de lo visto anteriormente: si Dios es como dice Jesús, la última
palabra no la tiene la ley que juzga nuestras conductas, sino la misericordia
de Dios que acoge nuestra petición de compasión. Así hemos de aprender que
hemos de rezar no presentando nuestros méritos sino invocando la misericordia
de Dios. Veamos.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
¿En qué aspecto insisto más en mis oraciones: peticiones
personales, acción de gracias, perdón, preocupación por los demás,
contemplación de Dios…?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Lucas
18,9-14ª: El recaudador justificado.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
Los destinatarios de la parábola. Voy detallando cómo Lucas
retrata al fariseo y al recaudador. ¿Cuáles son los rasgos que los caracterizan
a cada uno? ¿Por qué es tan fácil que me reconozca mejor que los demás?
-
El relato. ¿Cómo son las maneras de rezar tanto del fariseo como del
recaudador? ¿Cuál es la conclusión de Jesús sobre el resultado de las oraciones
de cada uno?
-
La oración del fariseo. ¿Con qué postura exterior se presenta el
fariseo en el templo? ¿Cuál es su actitud interior? ¿Qué me parece en su
oración el olvido de sus relaciones con los demás? ¿Sé ser discreta/o en mis
actos religiosos?
-
La oración del recaudador. Su postura exterior es distinta de la del
fariseo: ¿Cuáles son las 3 indicaciones que nos da Lucas sobre el recaudador?
¿Me he sentido con una actitud de humildad, confianza y necesidad de un Dios
que me salve la vida?
-
Conclusión de Jesús. Esta conclusión, ¿me sorprende, me parece
justa? ¿Por qué motivos? Según mi parecer, ¿cuál es ante Dios la actitud
decisiva? ¿Puede esta parábola ayudarme a adecuar mis maneras de entender y
vivir la oración?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario:
“DIOS ESCUCHA A QUIEN SE CONFÍA A SU MISERICORDIA”.
Fue sin duda una de sus parábolas
más desconcertantes. Según Lucas, Jesús la dirigió a quienes se consideraban
“justos”, se sentían seguros de su propia religión y “despreciaban a los demás”.
Ciertamente la parábola es una crítica a personas que se comportan así. Pero el
relato no es sólo una historia ejemplar sobre la oración, pues nos invita a
descubrir la misericordia insondable de Dios.
En el relato aparecen en escena 3
personajes: un farisea, un recaudador y Dios que habita en el templo. No se
habla sólo de 2 hombres que suben a orar, sino que se dice algo muy importante
de cómo reacciona Dios cuando escucha su oración. ¿Cómo actuará ante 2 personas
de vida religiosa y moral tan diferente y opuesta?
Los que escuchan a Jesús han
peregrinado más de una vez a Jerusalén. Conocen el templo. Lo llaman “la casa
de Dios”, pues allí habita el Dios santo de Israel. Desde allí protege y
bendice a su pueblo. Cualquiera no puede acercarse a este lugar santo. Lo decía
un salmo que cantaban los peregrinos que subían a Jerusalén: “¿Quién podrá
entrar en el recinto santo? Él de manos limpias y de corazón puro… Ese logrará
la bendición del Señor, el perdón de Dios, su salvador” (Salmo 24,3-5). El relato
de Jesús despierta enseguida el interés y la curiosidad. Suben al templo un
piadoso fariseo y un recaudador deshonesto. ¿Qué va a pasar allí?
Todos saben cómo es de ordinario
un fariseo: un hombre religioso que cumple fielmente la ley, observa estrictamente
las normas de pureza y paga escrupulosamente los diezmos. Es de los que
sostienen el templo. Sube al santuario sin pecado: Dios no puede sino
bendecirlo. Todos saben cómo es un recaudador: un personaje que vive de una
actividad despreciable. No trabaja para sostener el templo, sino para recaudar
impuestos e enriquecerse. Su conversión es imposible. Nunca podrá reparar sus
abusos ni devolver a sus víctimas lo que les ha robado. No se puede sentir bien
en el templo. No es su sitio.
Jesús describe en primer lugar la
oración del fariseo. El hombre ora de pie, seguro y sin temor alguno. Su
conciencia no le acusa de pecado alguno. De su corazón brota espontáneamente el
agradecimiento: “Dios mío, te doy gracias”. No es un acto de hipocresía. Todo
lo que dice es real: cumple fielmente todos los mandatos de la ley, ayuna todos
los lunes y jueves por los pecados del pueblo, aunque sólo es obligatorio una
sola vez al año, en el Día de la Expiación; no sólo paga los diezmos
obligatorios de los productos del campo (grano, aceite y vino) sino incluso de
todo lo que posee. Con una vida tan irreprochable se siente seguro ante Dios.
No pertenece al grupo de los pecadores, donde naturalmente está el recaudador,
y lo dice con orgullo: “No soy como los demás… ni como ese recaudador”.
Tiene razón. Su vida es ejemplar.
Cumple fielmente sus obligaciones y hasta las sobrepasa. No se atribuye a sí
mismo mérito alguno, es Dios quien sostiene su vida santa. Si este hombre no es
un hombre justo, ¿quién va a serlo? Es un modelo de obediencia a Dios. ¿Quién
podrá ser como él? Puede contar con la bendición de Dios. Así piensan
seguramente los que escuchan a Jesús.
La oración del “recaudador” es
diferente. Se queda atrás. Sabe que no es digno de estar en aquel lugar
sagrado. No se atreve ni siquiera a levantar los ojos del suelo. Se golpea el
pecho, pues reconoce su pecado y su vergüenza. Examina y no encuentra nada
grato que ofrecer a Dios. Tampoco se atreve a prometer nada. No puede restituir
lo que ha robado a tantas personas cuya identidad desconoce. No puede dejar su
trabajo de recaudador ni cambiar de vida. No encuentra una salida mejor que
abandonarse en la misericordia de Dios: “Dios mío, ten compasión de mí, que soy
un pecador”. El pobre hombre no hace sino reconocer lo que todos saben. Nadie
quisiera estar en su lugar. Dios no puede aprobar su vida de pecado.
De pronto Jesús concluye su
parábola con una afirmación sorprendente: “Este recaudador bajó a su casa
justificado por Dios, y este fariseo no”. El hombre religioso que ha hecho
incluso más de lo que pide la ley, no ha encontrado favor ante Dios. Por el
contrario, el recaudador, que se abandona a su misericordia, sin comprometerse
siquiera a cambiar de vida, baja a su casa reconciliado con él. Jesús ha
pillado a todos por sorpresa. De pronto les abre a un mundo nuevo que rompe
todos sus esquemas. ¿No está Jesús amenazando todo el sistema del templo? ¿Qué
pecado ha cometido el fariseo para no encontrar gracia ante Dios? ¿Y qué
méritos ha hecho el recaudador para salir del templo justificado? El Dios santo
del templo habría confirmado al fariseo y reprobado al recaudador. No es fácil
aceptar lo que dice Jesús.
¿Será verdad que ante Dios, lo
decisivo no es la observancia de la religión, sino la invocación confiada en la
misericordia insondable de Dios? Si es cierto lo que dice Jesús, ya no hay
seguridad para nadie que confíe sólo en sus méritos, por muy santo que crea.
Todos hemos de recurrir a la compasión infinita de Dios. El recaudador no ha
podido presentar a Dios ningún mérito, pero ha hecho lo más importante:
acogerse a su misericordia; vuelve a casa transformado, reconciliado con Dios,
“justificado”. El fariseo, por lo contrario, ha decepcionado a Dios. Salió del
templo como entró: sin conocer la mirada compasiva de Dios.
Cuando alguien se siente bien
consigo mismo y ante los demás, se apoya en su propia vida y no necesita de
más, tiene el riego de vivir en una “falsa inocencia”. Por lo contrario, cuando
uno se siente culpable y sin fuerza para cambiar, ¿no siente la necesidad de
acogerse a la misericordia de Dios y sólo a su misericordia?
Cuando actuamos como el fariseo
nos situamos ante Dios desde una religión donde nos hay sitio para el
recaudador. Cuando nos confiamos a la misericordia de Dios, como el recaudador,
nos situamos en una religión en la que caben todos. ¿No será esta la verdadera
religión del Reino de Dios? Hay algo fascinante en Jesús: es tan desconcertante
su fe en la misericordia de Dios que no nos resulta fácil creer en él.
Probablemente los que mejor lo pueden entender son quienes no tienen fuerza
para salir de su vida inmoral.
Después de escuchar en los
últimos encuentros las parábolas de Jesús, ¿no sentimos nosotros la necesidad
de comunicar la Buena Noticia de Dios en la sociedad y en la Iglesia? ¿No es
apasionante vivir como testigos de este Dios de misericordia insondable? ¿No
nos llevará a todos a convivir desde una actitud de mayor compasión recíproca? ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿En qué aspecto insistimos
más en nuestras oraciones: peticiones personales, acción de gracias, perdón,
preocupación por los demás, contemplación de Dios…?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 18,9-14ª: El recaudador justificado.
2.
¿Cuáles son las grandes
diferencias entre las 2 maneras de rezar, tanto la del fariseo como la del
recaudador?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Qué nos dicen las palabras
de conclusión de Jesús?
4.
Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar en
nuestras maneras de rezar?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
-
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Presentémonos ante Dios con la actitud y oración del recaudador.
Repetimos entre todos:
“Señor, ten compasión de mí que soy un pecador”.
-
Alguien lee la siguiente oración:
Muchos salmos son súplicas a
Dios pidiendo compasión y perdón.
Escuchemos partes de ellos en
silencio. Luego repetiremos alguna frase que nos gustó.
Del Salmo 50: Misericordia, Dios mío:
Por tu bondad y tu inmensa
compasión, limpia mi pecado.
Del Salmo 129: Desde lo más hondo te grito: Señor, escucha mi voz.
Si llevas cuentas de las
culpas, ¿quién podrá subsistir?
Pero de ti, Señor, procede el
perdón.
Del Salmo 37: Me siento abrumado por mis culpas: son un peso superior a mis
fuerzas.
No me abandones, Señor: Ven aprisa
a socorrerme, Dios de mi salvación.
-
Repetimos frase por frase
Señor Jesús, no tienes manos;
tienes sólo nuestras manos/
Para construir un mundo nuevo
donde florezcan la paz y la justicia./
Señor Jesús, no tienes pies;
tienes sólo nuestros pies/
Para poner en marcha a los
oprimidos por el camino de la libertad./
Señor Jesús, no tienes
labios; tienes sólo nuestros labios/
Para proclamar a los pobres
la Buena Noticia de Dios./
Señor Jesús, no tienes
rostro; tienes sólo nuestro rostro/
Para alegrar a los tristes y
serenar a los fracasados y perdidos./
Señor Jesús, somos nosotros
tu Evangelio/
El único Evangelio que
nuestros hermanos pueden ver/
Si en nuestra vida hay
palabras y hechos solidarios/
Para todos los que padecen
olvido y necesidad./
Señor Jesús, aquí tienes
nuestras manos, nuestros pies, nuestros labios,/
Nuestro trabajo, nuestro
tiempo, nuestra vida…/
Todo lo que somos y tenemos./
¡Aquí estamos, Señor Jesús,
cuenta con nosotros!
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario