5ª etapa : GRANDES
LLAMADOS DE JESÚS.
INTRODUCCIÓN.
Vamos
avanzando en nuestro recorrido. Hemos dado ya pasos importantes. Poco a poco
hemos ido descubriendo el modo de vivir de Jesús. Está creciendo en nosotros el
deseo sincero de vivir como discípulos y seguidores suyos. Ha llegado el
momento de escuchar sus llamadas más importantes y fundamentales. Hemos de
grabarlas bien en nuestro corazón.
-
Escucharemos
primero la llamada a entrar en el Reino
de Dios para acoger el proyecto humanizador del Padre y vivir, como Jesús,
colaborando en abrir sus caminos para un mundo más justo y fraterno.
-
Escucharemos
luego su invitación a ser compasivos
como el Padre del cielo: es la primera actitud para trabajar por un mundo más
humano, como lo quiere Dios.
-
En tercer
lugar Jesús nos llamará a centrar nuestra vida en el amor a Dios y al hermano: nada más hay más importante que el
amor.
HE AQUÍ LOS 3 GRANDES EJES DE LAS LLAMADAS DE
JESÚS.
- ACOJAN EL REINO DE DIOS
Tema 26. “Conviértanse y
crean en la Buena Noticia” (Marcos 1,14-20). Es importante entender bien la 1ª llamada de
Jesús, pues sólo creyendo en la Buena Noticia del Reino de Dios, descubriremos
lo esencial del Evangelio y aprenderemos a defender la causa que él defendió.
Tema 27. “Acojan la semilla del Reino” (Marcos 4,1-9). A lo largo
de nuestro recorrido Jesús está “sembrando” en nuestros corazones la semilla
del Reino de Dios. Si sabemos acogerla, germinará y crecerá en nosotros.
Nuestra vida se irá transformando.
- SEAN COMPASIVLO COMO SU PADRE
Tema 28. “Haz tú lo mismo” (Lucas 10,19-37). Lo primero para colaborar en
el proyecto humanizador del Padre es ser compasivo como él. El samaritano de la
parábola es el modelo de esta actuación. Jesús nos dice: “Haz tú lo mismo”.
Tema 29. “A mí me lo hicieron” (Mateo 25,31-46). La compasión se concreta en
ayudar prácticamente a los necesitados. Según Jesús es el camino para acoger la
bendición en el Reino definitivo de Dios.
- NADA HAY MÁS IMPORTANTE QUE EL AMOR
Tema 30. “Amarás a Dios y a tu prójimo” (Marcos 12,2-34). El gran
mandato de Jesús es ser compasivos como el Padre. Entonces, ¿qué decir de las
leyes que rigen la religión de Israel? Jesús las resume en amar a Dios de todo
corazón y al prójimo como a uno mismo.
Tema 31. “Amen a sus enemigos” (Mateo ,3-45). Jesús añade un rasgo nuevo y
original al mandato del amor. Llama a sus seguidores a amar incluso a nuestros
enemigos. Así seremos hijos e hijas del Padre del cielo.
1ª parte : “ ACOJAN
EL REINO DE
DIOS ”.
Tema 26: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Marcos 1,14-20).
Tema 27: “Acojan la semilla del Reino” (Marcos 4,1-9).
Tema 26
: “ CONVIÉTANSE Y
CREEN EN LA
BUENA NOTICIA ”.
Motivación inicial
A lo largo de nuestro recorrido
hemos podido descubrir cómo vive Jesús curando
la vida, ofreciendo acogida a pecadores, defendiendo a los últimos y
liberando a la mujer. Vamos a escuchar ahora las llamadas que nos hace Jesús.
La más importante la resume así el evangelista Marcos (1,15): “Comienza algo
nuevo. Está cerca el Reino de Dios. Cambien de manera de pensar y de actuar, y
crean esta Buena noticia”. Si seguimos a Jesús es para colaborar con él en el
proyecto humanizador del Padre, es decir, crear nuevas relaciones humanas,
porque eso es el Reino.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
- Motivación
Después de estas reuniones, ¿qué es lo que me parece lo más
importante del mensaje y testimonio de Jesús?
- Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 1,14-20: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia del Reino”.
- Profundización de la lectura bíblica
-
Contexto de la escena. ¿Qué me sugiere el desenlace final de Juan
Bautista en prisión? ¿Qué importancia tiene ‘Galilea’ para los seguidores de
Jesús? ¿Por qué abandona Jesús el desierto?
-
Reino de Dios. Cuando oigo hablar de ‘Reino de Dios’, ¿en qué
pienso: en la Iglesia, el cielo, algún lugar sagrado…? ¿Qué es para Jesús el
Reino de Dios?
-
El Reino de Dios está cerca. ¿Sé ver a Dios como alguien que está siempre
abriendo caminos para humanizar mi vida? ¿En qué puedo notar que Dios empieza a
reinar en mí y en mi alrededor?
-
Conviértanse. ¿En qué pienso cuando oigo hablar de
‘conversión’: arrepentimiento, hacer penitencia, abandonar vicios y pecados,
confesarme, tomar otra orientación de vida…? ¿En qué puede consistir
‘convertirme’ al Reino de Dios?
-
Crean en esta Buena Noticia. ¿Creo que Dios me está llamando hacia una vida
más humana personal y colectivamente? ¿Me parece una buena noticia saber que
Dios busca una vida dichosa para mí, para todos, para los más sufridos? ¿Cuándo
estoy haciendo acontecer el Reino de Dios?
-
La llamada a 4 pescadores. Jesús comienza llamando a unos pescadores y no
a sacerdotes del templo ni a maestros de la ley: ¿Me llama la atención esta
opción de Jesús? ¿Por qué dice Jesús a sus primeros discípulos: “Les haré
pescadores de hombres”?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario: “EL
REINO DE DIOS ESTÁ CERCA.
Jesús comienza su actividad
profética. El evangelista Marcos cuida mucho sus palabras para que captemos
bien la importancia de lo que va a exponer. Hemos de escuchar con atención.
Estamos en un momento decisivo para este grupo que busca seguir a Jesús y
colaborar en su proyecto.
El poderoso Antipas ha
encarcelado a Juan (el Bautista) en la fortaleza de Maqueronte. La prisión pone
fin a su actividad. Se apaga la voz del Bautista, pero surge una voz más
fuerte, la de Jesús. De sus labios vamos a escuchar el gran proyecto de Dios.
Jesús deja la región del Jordán y
viene a Galilea. No se queda en el desierto a que venga la gente hasta él.
Tampoco vuelve a Nazaret, a su antiguo trabajo de artesano. Será él quien se
acerque a las aldeas a proclamar la “Buena Noticia de Dios”.
Los seguidores de Jesús no hemos
de olvidar nunca “Galilea”. Aquí empezó todo. Es en Galilea donde se escuchó
por primera vez el gran proyecto del Padre, que Jesús llamaba “reino de Dios”.
Es en Galilea donde Jesús llamó a sus 4 primeros seguidores: nosotros somos hoy
sus herederos. Es a Galilea donde hemos de volver siempre a reavivar nuestro
seguimiento a Jesús resucitado (véase el tema 6).
Según Marcos, Jesús no enseña
propiamente una “doctrina religiosa” para que sus discípulos la recojan y la
difundan fielmente. Anuncia más bien un “acontecimiento”, algo que está
sucediendo y es necesario acoger, pues lo puede cambiar todo. Él a lo está experimentando
y quiere que todos comparan su experiencia. El evangelista resume el núcleo del
mensaje de Jesús con estas palabra precisas. Venía a decir esto: “Se ha
cumplido el plazo. Está cerca el Reino de Dios. Conviértanse y crean esta Buena
Noticia”.
-
“Se ha cumplido el plazo”. Empieza un tiempo nuevo.
Todo lo anterior va a quedar superado definitivamente. No hay que vivir mirando
al pasado. Las promesas de Dios se están cumpliendo. Hay que estar atento a lo
que está sucediendo: “El que echa la mano al arado y sigue mirando hacia atrás
no sirve para el reino de Dios” (Lucas 9,62).
-
“Está cerca el reino de
Dios”. Dios no
quiere dejarnos sólo en nuestros problemas, conflictos sufrimientos. Dios es un Presencia buena y
amistosa para abrirse camino entre nosotros para hacer la vida más humana.
Donde reina Dios, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, fraternidad y
paz. No es verdad que la historia tenga que discurrir por caminos de
sufrimientos y muerte que le trazan los poderosos. Es posible un mundo diferente,
más justo, más digno, más sano y dichoso para todos, precisamente porque Dios
lo quiere así. Es posible la alternativa.
-
“Conviértanse”. Cambien de manera de
pensar actuar. Dios no puede cambiar el
mundo sin que nosotros cambiemos. Su
voluntad de humanizar la vida se va haciendo realidad en nuestra respuesta a su
proyecto. Hemos de despertar nuestra responsabilidad. Es posible dar una nueva
dirección a la historia humana, porque Dios nos está atrayendo hacia un mundo
más humano. Hemos de salir de otros reinos -poder, dinero, violencia,
consumismo…- y entrar en la lógica y la dinámica del reino de Dios.
-
“Crean en esta Buena
Noticia”. Hemos
de tomar en serio el proyecto de Dios y confiar en el poder transformador del
ser humano, atraído por él a una vida más digna. No estamos solos. Es posible
la esperanza. Dios está sosteniendo también hoy el clamor de los que sufren y
la indignación de los que reclaman justicia. Hemos de introducir en el mundo la
confianza. Necesitamos profetas del reino, colaboradores en el proyecto del
Padre, seguidores fieles de Jesús.
Lo
sorprendente es que Jesús nunca explica con conceptos en qué consiste el reino
de Dios. Lo que hace es sugerir, con su vida y sus parábolas inolvidables, cómo
actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él. Podemos
decir que, para Jesús, el “reino de Dios” es la vida tal como la quiere
construir Dios: el proyecto que el Padre quiere llevar adelante en el mundo.
Esta es la inquietud que Jesús lleva adentro: ¿cómo sería la vida en el imperio
si en Roma no reinara Tiberio, sino alguien que actuara como el Padre del
cielo? ¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades no
gobernará Antipas, sino alguien que tuviera los sentimientos de Dios? ¿Cómo
sería la religión judía si el templo de Jerusalén estuviera regido no por
Caifás, sino por alguien que actuara con la compasión del Padre?
El reino de Dios no es una religión. Es
mucho más. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier
religión. Es una experiencia nueva de Dios. Una manera nueva de entender y
vivir a Dios que nos lleva a situarlo todo en su gran proyecto de humanizar el
mundo. Si de Jesús nace una religión, como de hecho sucedió, tendrá que ser una
religión al servicio del reino de Dios.
Ese proyecto de Dios es el corazón de su
mensaje, la pasión que animó toda su vida, y también la razón por la que fue
ejecutado. Por eso seguir a Jesús es, antes que nada, colaborar en su proyecto.
El criterio para medir la identidad de los cristianos, la verdad de un grupo de
seguidores o la autenticidad de lo que hace la Iglesia es siempre “el reino de
Dios”. Un reino que comienza en esta vida y que alcanza su plenitud en la vida
eterna.
No es
extraño que, inmediatamente después de ofrecernos el resumen del proyecto del
reino de Dios, Marcos presenta a Jesús buscando colaboradores para llevarlo
adelante. La escena va más allá de un simple episodio. El evangelista se
esfuerza por transmitir el sentido profundo que tiene su llamada: Jesús pone en
marcha un movimiento de seguidores y seguidoras a los que confía la tarea de
anunciar y promover el proyecto del
reino de Dios a lo largo de los siglos. De ahí arranca la Iglesia.
Jesús “va pasando junto al lago de
Galilea”. Ha comenzado un camino. No es un rabino, sentado en su cátedra, que
busca discípulos para formar una escuela religiosa. Es un profeta itinerante
que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir
abriendo caminos al reino de Dios. Ser discípulos de Jesús no es tanto aprender
doctrinas cuanto seguirle en su proyecto de vida.
Es Jesús quien toma la iniciativa. Se
acerca, fija la mirada en aquellos pescadores y los llama a dar una orientación
nueva a su vida. Nadie se pone en marcha tras los pasos de Jesús siguiendo su
propia intuición o deseos de vivir un ideal. También en este grupo seguimos a
Jesús porque nos sentimos atraídos y llamados por él.
La llamada de Jesús es personal. Se
dirige a pescadores que tienen un nombre: Simón y Andrés, Santiago Juan. Jesús los sorprende en medio de sus
ocupaciones de cada día: echando las redes o reparándolas. No tienen una
preparación especial. No destacan en nada. Lo decisivo es escuchar desde dentro
la llamada de Jesús: “Vengan conmigo”. Escuchar esta llamada no es tarea de un
día. Jesús nos llama a caminar tras él. El seguimiento de Jesús exige una
dinámica de seguimiento. Seguir a Jesús significa da pasos concretos. Si nos
detenemos o nos instalamos en nuestra propia vida, nos vamos quedando lejos de
Jesús. Lo contrario al seguimiento es el inmovilismo.
Lo que buscamos en este grupo es
precisamente escuchar la llamada de Jesús
reavivar nuestro seguimiento: despertar nuestra confianza en él,
reafirmar nuestro deseo de colabora con él en el proyecto del Padre, identificándonos
con su programa, continuar su tarea y aprender a vivir según su estilo.
Al llamar a estos 4 pescadores, Jesús les
dice: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”. La expresión, sugerida
sin duda por el trabajo de aquellos hombres, es provocativa. ¿Qué significa ser
“pescadores de hombres”? Sin duda, capturar nuevos colaboradores para el
proyecto del Padre. Pero hay algo más. Los hebreos veían en el mar enfurecido
la representación de las fuerzas del mal: en las aguas del abismo habita lo
hostil a Dios, lo que amenaza al ser humano. Por eso “pescar hombres” es
liberar al ser humano del mal para introducirlo en la dinámica del reino de
Dios.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
- Según nuestras reflexiones, ¿qué es lo que me parece lo más importante del mensaje y testimonio de Jesús?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 1,14-20: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia del Reino”.
- Según las palabras del mismo Jesús, ¿en qué Buena Noticia quiere que creamos?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
- Conversión personal: ¿Es para nosotros una novedad la primacía del Reino de Dios en el seguimiento de Jesús?
- Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar para centrarlo todo en nuestra vida y nuestra fe en torno al Reino de Dios?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
- Sugerencias para la oración: Nos repartimos las diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee: “Pasando por el lago de Galilea… Jesús les
dijo: ‘Vengan conmigo, les haré pescadores de hombres’.”
Hoy, Jesús nos mira y nos
repite lo mismo. Repetimos frase por frase.
Jesús, no tienes manos:/
Sólo tienes nuestras manos
para construir un mundo de justicia./
Jesús, no tienes pies:/
Sólo tienes nuestros pies
para poner en marcha la libertad y el amor./
Jesús, no tienes labios:/
Sólo tienes nuestros labios
para revelar a los pobres el Reino de Dios./
Jesús, no tienes medios:/
Sólo tienes nuestras acciones
para hacer que todos seamos más hermanos./
Jesús, nosotros somos tu
Evangelio, tu Buena Noticia,/
Haznos tus testigos para que
la gente acoja tu Reino./
-
Escuchemos cada frase y continuamos diciendo: La tierra empieza a
ser tu Reino, Señor.
Si nosotros salimos a la vida
compartiendo el pan con el hambriento: Todos: La tierra…
Si nosotros rompemos las
discordias poniendo el bien en todos los senderos: …
Si nosotros salimos a la vida
armados sólo de concordia y de paz: …
Si nosotros ayudamos al
oprimido salir de su opresión: …
Si nosotros acogemos el
extranjero y el forastero: …
Si nosotros salimos a la vida
haciendo carne tu Evangelio: …
Si nosotros gritamos para que
otros despiertan a tu Reino: …
-
Rezamos el Padrenuestro dándonos la mano y pensando que esa oración
es un resumen del proyecto del Reino de Jesús.
- Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 27 : “
ACOJAN LA SEMILLA
DEL REINO DE
DIOS ”.
Motivación inicial
Necesitamos acoger desde muy
dentro la llamada de Jesús a colaborar con él abriendo caminos al Reino de Dios
y su justicia. Como hacía ayer junto al lago de Galilea, Jesús va sembrando
también du Palabra en nuestro grupo. Nuestra primera actitud ha de ser acoger
en nosotros la semilla del Reino. Poco a poco esta semilla germinará, crecerá y
dará frutos. Nuestra vida se irá transformando: nos convertiremos en colaboradores
del Reino de Dios.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
¿No me desespero al ver el poco crecimiento del Reino de Dios en mi
entorno?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
4,1-9 y 14-20: ‘El sembrador salió a sembrar’.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
El escenario. Jesús está enseñando no en alguna sinagoga,
sino a la muchedumbre, desde el borde del Lago de Galilea: ¿Qué podría
significar este cambio de lugar de parte de Jesús?
-
“Escuchen – Quien tenga oídos”. Vuelvo a leer lo que Jesús
dice, por una parte, antes de narrar la parábola y, por otra, al concluirla.
¿Qué significaría esta insistencia de Jesús?
-
El sembrador. ¿Qué me llama la atención en el modo de
sembrar? ¿Así sembraba Jesús? ¿A quiénes puede representar hoy el sembrador?
¿Me siento incluida/o?
-
La mucha siembra desperdiciada. ¿A qué se debe este fracaso:
al sembrador, al mal tiempo, a la mala calidad de los terrenos? ¿A quiénes
representan los malos terrenos? ¿Cuándo soy parecido/a a alguno de estos
terrenos?
-
La tierra buena. ¿Qué necesita la semilla para poder germinar y
fructificar? Según la explicación del mismo Jesús, ¿qué condiciones tiene que
encontrar en mí la ‘palabra’ para ‘crecer, desarrollar y fructificar’?
-
Mensaje de la parábola. ¿Qué significa este ‘derroche’ de semillas?
¿Qué significa la gran cosecha en tierra buena? ¿Cómo me aplico a mí mismo
estas conclusiones?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario:
“ACOGER LA SEMILLA DEL REINO.
Marcos describe con muchos
detalles el marco en que Jesús comienza a enseñar por medio de parábolas. Jesús
no se dirige a la sinagoga para enseñar a los que se congreguen en ella el
sábado. Vuelve a la orilla del lago para comunicar su mensaje. Pero, al ver que
acude una muchedumbre grandísima (literalmente, “mayor que nunca”), sube a una
barca y se sienta en ella, dentro del mar, a corte distancia de la orilla. La
multitud se queda en la orilla, “de cara” al mar de Galilea.
Marcos está sugiriendo a sus
lectores que el Evangelio no va a quedar encerrado en el pueblo de Israel. El
horizonte abierto del “mar de Galilea” está apuntando al anuncio universal del
reino de Dios a todos los pueblos. Hoy llega a nuestro pequeño grupo.
Sentado en la barca, Jesús les
enseña muchas cosas, pero ahora no proclama directamente la Palabra. Después de
la resistencia que ha ido encontrando su predicación, busca otro leguaje más
adecuado para el pueblo. Les habla en parábolas. En estos breves relatos, Jesús
no busca ilustrar grandes doctrinas, sino poner a la gente en contacto con
experiencias de su propia vida que pueden ayudarles a abrirse al reino de Dios.
Sus parábolas hacen pensar, tocan el corazón e invitan a acoger la Buena
Noticia de Dios. El que escucha ‘desde fuera’ no capta nada. Por el contrario,
quien “entra” en la parábola y se deja conmover por su fuerza está ya
“entrando” en el reino de Dios.
Jesús comienza pidiendo a la
gente atención para captar bien el contenido de la parábola: “Escuchen”. La
parábola encierra algo muy importante. Al final del relato vuele a gritar:
“Quien tenga oídos para oír, que oiga”. El fracaso o el éxito de la siembra
depende de cómo es el terreno donde cae la siembra. Sólo los que tienen oídos
para escuchar acogen la semilla y dan fruto. Jesús les habla de algo que
conocen muy bien los campesinos de Galilea. En otoño salen a sembrar sus
tierras; en junio recogen las cosechas. Todos saben lo que es sembrar y lo que
es vivir pendientes de la futura cosecha. ¿De qué les quiere hablar Jesús?
“Salió el sembrador a sembrar”.
Lo hace con confianza. Siembra de manera abundante, incluso en lugares donde
parece difícil que la semilla pueda germinar. Así sembraban los campesinos de
Galilea para aprovechar bien todas las posibilidades de sus pequeños terrenos.
La semilla cae y cae por todas partes. A la gente no le es difícil identificar
el sembrador. Así es Jesús. Lo están viendo salir todas las mañanas, movido por
el Espíritu de Dios, a anunciar la Buena Noticia del reino de Dios por todas
las aldeas de Galilea. Lo hace incluso entre los escribas, los fariseos y los
vecinos de su pueblo de Nazaret, donde ha sido rechazado. No se desalienta
nunca. Sigue sembrando.
El relato cuenta con todo detalle
lo que sucede con la siembra. Una parte de la semilla cae a lo largo del camino
que bordea el terreno. La tierra está endurecida. La semilla no puede penetrar.
Desaparece su dejar rastro. Vienen los pájaros y se la comen. La siembra ha
fracasado desde el primer momento.
Otra parte cae en una zona
pedregosa, cubierta ligeramente por algo de tierra. La semilla sólo penetra en
la superficie. Llega a dar un pequeño brote, pero poco más. Al no poder echar
raíz, al salir el sol, se quema. La siembra ha quedado algo más en perderse,
pero termina fracasando.
Otra parte cae en una zona más
abandonada, donde crecen abrojos y malas hierbas. La semilla puede germinar y
crecer, pero no llega a dar fruto. Los abrojos y la mala hierba crecen con más
fuerza y la ahogan.
Probablemente los oyentes
escuchan consternados. ¿Fracasará toda la siembra? ¿No podrá el sembrador un
terreno mejor? Jesús continúa su relato. Otras partes cayeron en tierra buena.
La semilla no sólo germina, sino que las plantas crecen, se desarrollan y dan
fruto: el treinta, el sesenta y hasta el cien por uno. A pesar de que, en
algunas partes, la semilla se ha perdido, al final el sembrador puede recoger
una buena cosecha.
La gente empieza a “entender”.
Jesús siembra como los campesinos. Al sembrar, todos saben que parte de la
siembre se puede echar a perder, pero esto no desalienta a nadie: lo importante
es la cosecha final. Con el reino de Dios sucede algo semejante. No faltan
obstáculos resistencias, pero la semilla
sembrada por Jesús dará su fruto.
¿Qué hemos de escuchar con
atención en esta parábola? Jesús deja el relato abierto. Los oyentes pueden escuchar
varia llamadas. Algunos podrán tomar conciencia más viva que Dios está
queriendo introducirse en muchas vidas para hacer un mundo nuevo. Otros podrán
contagiarse de la confianza y seguridad de Jesús: a pesar de las resistencias y
rechazos, el reino de Dios se abrirá camino. Pero sobre todo la parábola es una
invitación a acoger esta experiencia nueva
sorprendente que Jesús está tratando de contagiar a todos y que él llama
“reino de Dios”. El fracaso de la siembra no se debe al sembrador, sino a las
resistencias y obstáculos que “la semilla del reino” encuentra en los
diferentes terrenos.
¿Podemos concretar más cuáles son
estas resistencias y obstáculos? Marcos nos ofrece la explicación que da más
tarde el mismo Jesús a sus discípulos. El texto va concretando lo que significa
cada terreno. (4,14-20).
Primer caso. “Lo sembrado al borde del camino” son aquellos que los
que el mensaje de Jesús no penetra. Desaparece sin dejar rastro. Es como si no
lo hubieran escuchado nunca. “En cuanto
lo oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos”. El reino de
Dios sólo penetra en nosotros cuando lo acogemos con un corazón abierto y
sencillo.
Segundo caso. “Lo sembrado en terreno pedregoso” son aquellos que,
“cuando escuchan el mensaje lo aceptan con alegría, pero no echa raíces en
ellos. Son inconstantes. Por eso cuando surge una dificultad o persecución por
la Palabra, sucumben”. A estos, el mensaje de Jesús los convence o incluso les
entusiasma, porque en el fondo responde a sus ideales, pero no se comprometen
seriamente a acogerlo y trabajar por el reino de Dios. Cuando se encuentra con
alguna dificultad que pone en peligro su seguridad, bienestar o intereses, se
echan atrás.
Tercer caso. “Lo sembrado entre abrojos”. Estos son “los que
escuchan el mensaje, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de la
riqueza y los deseos de todo género penetran en ellos, ahogan la Palabra y la
dejan sin fruto”. Estos escuchan el mensaje, pero en ellos hay obstáculos que
impiden que la Palabra finalmente dé fruto. El principal es, sin duda, la
atracción del dinero. Jesús gritará un día: “No pueden servir a Dios y al
Dinero” (Lucas 16,13). Pero también puede convertirse en obstáculo la vida
agitada por toda clase de preocupaciones y problemas, o atraídos por todo tipo
de deseos e intereses.
Cuarto caso. “Lo sembrado en tierra buena” son los que 1) escuchan
el mensaje, 2) lo acogen y 3) dan fruto: el treinta, el sesenta y el cien por
uno. Son aquellos que acogen el mensaje de Jesús con un corazón abierto, lo
hacen suyo, no ponen obstáculos a la Palabra, sino que la hacen vida. Estos son
los que entran en la dinámica del reino de Dios. ¿Seremos así en este Grupo de Jesús?”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Cómo nos sentimos a ver el
poco éxito del Reino de Dios en nuestro entorno?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 4,1-9 y 14-20: ‘El sembrador salió a sembrar’.
2.
¿Qué es lo que más nos llama
la atención en esta parábola del sembrador?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿En qué sentido nos anima
esta parábola con relación al Reino de Dios?
4.
Compromiso: ¿Qué vamos a hacer como
sembradores del Reino?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien repite la 1ª frase de la parábola: “El sembrador salió a
sembrar”.
Seguimos
cada uno/a revisando en silencio el resto de la parábola.
-
Alguien lee las siguientes peticiones de perdón, a las que
contestamos: ‘Perdón, Señor, perdón’.
Estás cerca, Señor; estás
siempre con nosotros: nos estás esperando y no te hacemos caso: Perdón, Señor,
por nuestras falta de atención. Perdón, S…
Señor, caminas junto a
nosotros, respetas nuestra libertad, sostienes nuestras vidas no nos enteramos.: Perdón, Señor, por nuestra
falta de apertura. Perdón, S…
Señor, nos ayudas a
reconocernos como hermanos tuyos, nos animas a entrar en tu reino no te hacemos caso: Perdón, Señor, por
nuestra falta de acogida. Perdón, S…
Señor, nos amas con ternura,
quieres lo mejor para nosotros, nos ofreces tu presencia y no te lo
agradecemos: Perdón, Señor, por nuestra ingratitud. Perdón, S…
Por nuestras dudas y vacilaciones,
por nuestra búsqueda de seguridad, por nuestro olvido de ti: Perdón, Señor, por
nuestra falta de fe. Perdón, S…
-
Escuchemos en silencio esta oración para, luego, hacer alguna
petición.
Cuando mi pecado me
desaliente, Señor, ayúdame a creer,
porque tú nunca dejes de
sembrar en el barro de mi mediocridad.
Cuando el sufrimiento me deja
sin fuerza, Señor, ayúdame a creer,
porque tú estás sembrando en
mí una secreta fecundidad.
Cuando la muerte cercana me
dé miedo, Señor, ayúdame a creer,
porque el grano que muere es
semilla de una espiga dorada.
Cuando la desgracia de los
oprimidos me entristezca, Señor, ayúdame a creer,
porque nuestro amor solidario
es semilla de justicia y libertad.
Cuando veas a tus seguidores
infieles a nuestra común misión, Señor, ayúdame a creer,
porque tú siembras en el
corazón de nuestras contradicciones.
Peticiones individuales…
-
Repetimos frase por frase
Espíritu de Jesús, tú siempre
nos visitas,/
Tú siempre nos revistes de tu
paz./
Cuando dejamos que
permanezcas en nosotros,/
la alegría que brota de tu
Evangelio/
nos aporta un aliento de
vida./
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
2ª parte : “ SEAN
COMPASIVOS COMO SU
PADRE ”.
Tema 28: “Haz tú lo mismo” (Lucas 10,19-37).
Tema 29: “A mí me lo hicieron” (Mateo 25,31-46).
Tema 28
: “ VETE
Y HAZ TÚ
LO MISMO.
Motivación inicial
Hemos escuchado las llamadas de
Jesús a entrar en el reino de Dios. Pero, ¿qué es lo primero para comenzar a
colaborar en este proyecto del Padre de hacer un mundo nuevo, más humano y
justo para todos? La respuesta de Jesús es clara. “Sean compasivos como su
Padre es compasivo”. El samaritano de la parábola es el modelo de esta
actuación compasiva. Busquemos sacar provecho de estas reflexiones nuestras.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
¿He visto en estos días gestos o actitudes de compasión?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Lucas
10,29-37: “Vete y haz tú lo mismo”.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
La pregunta del maestro de la ley. ¿Qué busca el
maestro de la ley cuando pregunta a Jesús ‘quién es mi prójimo’? ¿Me he hecho
alguna vez esta misma pregunta?
-
El herido de la cuneta. En el extenso
camino de la vida, ¿qué personas heridas, asaltadas, golpeadas, abandonadas a
su suerte… he visto?
-
El sacerdote y el levita. ¿Cómo se
describe los comportamientos del sacerdote y del levita al encontrar el herido?
¿Por qué su entrega al servicio de Dios y del templo no les lleva a ayudar al
herido?
-
El samaritano. Los samaritanos eran apartados
de la religión judía por no haber cumplido cabalmente la ley de Moisés. ¿Qué
más sé de los samaritanos excluidos del pueblo de Dios por parte de los judíos
de Jerusalén? ¿Cuáles son las 3 actitudes del samaritano al encontrar el
herido? ¿Siguen hoy pueblos o etnias discriminadas? ¿Por qué motivos se los
discrimina?
-
Jesús, buen samaritano. ¿También llamo
a Jesús así? ¿Por qué motivos? ¿Cómo resumiría las actitudes de Jesús con la
gente atropellada?
-
“Vete y haz tú lo mismo”. Estas son las
últimas palabras de Jesús al maestro de la ley: ¿qué mensaje deja Jesús al
maestro de
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario:
“ACTUAR COMO EL SAMARITANO.
Jesús experimenta el misterio de
Dios como compasión. Dios tiene entrañas de madre. La compasión es el modo de
ser de Dios, su primera reacción ante el sufrimiento de sus criaturas, su
manera de mirar al mundo tratar a las
personas. Dios actúa movido por su compasión. Las parábolas más conmovedoras
son las que narró Jesús para hacer intuir a todos la compasión de Dios hacia
sus hijos e hijas (temas 12, 14 y 15). Movido por esta experiencia, Jesús va
introducir en la historia humana un nuevo principio de actuación: la fuerza que
ha de impulsar el crecimiento del reino de Dios en el mundo ha de ser la
compasión del Padre. “Sean compasivos como su Padre es compasivo” (Lucas 6,36.
El pueblo judío tenía otro
principio para orientar su conducta. La fórmula es del libro del Levítico:
“Sean santo porque yo, el Señor su Dios, soy santo” (Levítico 19,2). Todos han
de imitar la santidad del Dios del templo: un Dios que ama a su pueblo, pero
que rechaza a los extranjeros; que bendice a los que cumple la ley, pero que
maldice a los pecadores; que acoge a los puros, pero aparta a los impuros.
Jesús lo captó enseguida. Esta imitación de Dios santo no responde a su
experiencia de un Dios acogedor y
compasivo con todos. Es la compasión de Dios y no la “santidad” la que ha de
inspirar a los que acogen el proyecto del Padre. Jesús no niega “la santidad”
de Dios, pero lo que califica esa santidad no es el rechazo a los paganos, la
maldición a los pecadores o la separación de los impuros. Dios es grande y
santo no porque rechaza, maldice o separa, sino porque ama a todos sin excluir
a nadie de su compasión.
La parábola del buen samaritano
nos permite entender en qué consiste ser compasivo como el Padre. Según Luca,
Jesús narra esta parábola para responder a una pregunta que le hace un maestro
de la ley para no salir mal parado de una conversación que mantiene con él:
“¿Quién es mi prójimo?”. Esta es la pregunta de aquel que sólo se preocupa de
cumplir la ley para heredar de la vida eterna y lograr su salvación. Al maestro
de la ley le interesa saber a quién tiene la obligación de amar y a quién puede
excluir de su amor. No piensa en el sufrimiento de la gente. No conoce la
compasión hacia los que sufren.
Jesús que vive aliviando el
sufrimiento de los que encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la le
del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato en el que expone
de forma gráfica como actúa quien vive movido por la compasión del Padre.
En el camino que baja de
Jerusalén a Jericó, un hombre ha caído en manos de unos salteadores. Asaltado y
despojado de todo, queda en la cuneta, medio muerto, abandonado a su suerte. No
sabemos quién es. Sólo que es “un hombre”. Podría ser cualquier de nosotros.
Cualquier ser humano abatido por la violencia, la desgracia o el abandonado.
Afortunadamente, por el camino
llegan primero un sacerdote y luego un levita. Viven al servicio del Dios Santo
del templo. Sin duda se apiadarán de él. Sin embargo no es así. Al ver al
herido los dos cierran sus ojos y su corazón. Pero ellos es como su aquel
hombre “medio muerto” no existiera: “Ven al herido, dan un rodeo y pasan de
largo”. Su falta de compasión no es sólo una reacción personal, pues los dos
hacen lo mismo. El relato sugiere que es la tentación que acecha a quienes se
dedican a lo sagrado: vivir lejos del mundo real, donde la gente trabaja, lucha
y sufre. Probablemente siguen su camino ocupados a ser santos cumpliendo la
ley. En su horizonte no están los que sufren en las cunetas de los caminos.
¿Estaremos también nosotros dando rodeos para no encontrarnos con los que
sufren?
A lo lejos aparece un tercer
viajero. No es sacerdote ni levita. No viene del templo, ni siquiera pertenece
al pueblo elegido. Para los oyentes de la parábola es un despreciable
“samaritano”. El herido se puede esperar de él lo peor. Sin embargo su
actuación sorprende a todos. El relato la describe con todo detalle: “Al llegar
junto a él, lo vio, se conmovió y se acercó”. Esta es siempre la reacción de
quien vive conmovido por la compasión. Luego hace por el herido todo lo que
está en sus manos: desinfecta sus heridas con vina, las cura con aceite y lo
lleva hasta una posada. Allí lo cuida personalmente y procura que lo sigan
atendiendo. Él pagará los gastos. Esta actuación del samaritano nos revela la
dinámica de la verdadera compasión.
-
La mirada compasiva. El samaritano sabe mirar al
herido con compasión. Es lo primero. La compasión no brota de la atención a la
le o al respeto de los derechos humanos, Se despierta en nosotros desde la
mirada atenta y responsable al que sufre. Esta mirada nos libera del egoísmo y
de la indiferencia. Los evangelios recuerdan con frecuencia la mirada compasiva
de Jesús (léase Lucas 7,13; Mateo 9, 36 y 14,14).
-
El acercamiento. La mirada compasiva lleva al
acercarnos al que sufre. El samaritano “se acercó” al herido, se aproximó, se
hizo prójimo de él. El maestro de la le había preguntado a Jesús: “¿Quién es mi
prójimo?”. El samaritano no se pregunta si aquel desconocido que está medio
muerto en la cuneta es su prójimo o no. Sabe que es un ser humano que lo
necesita cerca. No necesitamos saber más. Quien mira a las personas con
compasión no se pregunta ‘quién es mi prójimo’, a quien debo amar. Se pregunta
quién es necesitado de que yo me acerque y me haga el prójimo, cualquier sea su
raza, su origen, su religión o su ideología.
-
El comportamiento de los
gestos. El
samaritano no se siente obligado a cumplir un determinado código legal.
Sencillamente responde a la situación del herido inventando toda clase de
gestos orientados a aliviar el sufrimiento y restaurar su vida.
Jesús
pasó su vida entera sembrando gestos de bondad. No tiene poder político ni
religioso. No puede resolver las injusticias que se cometen en Galilea, pero
vive inventando gestos de bondad orientados a cambiar aquella sociedad. Abraza
a los niños de la calle porque no quiere que los seres más frágiles vivan como
huérfanos; bendice a los enfermos porque no quiere que se sientan rechazados
por un Dios ante el que se sienten culpables, toca la piel de los leprosos
porque quiere que nadie los excluya de la convivencia; cura rompiendo el sábado
para que todos sepan que ni la ley más sagrada está por encima de los que
sufren.
Estos
gestos de Jesús no son convencionales. Le nacen de su voluntad de hace un mundo
más amable y solidario en el que las personas se ayuden y cuiden mutuamente: el
mundo querido por el Padre, Sus gestos están orientados a afirmar la vida y la
dignidad de todos los seres humanos.
-
“Vete y haz tú lo mismo”. La parábola concluye con esta pregunta de
Jesús: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo de que cayó en manos de
los salteadores?”. El maestro de la le respondió: “El que tuvo compasión con
él”. Jesús le dice: “Vete y haz tú lo mismo”. Ahora sabemos lo que hemos de
hacer: no dar “rodeos” ante nadie que esté sufriendo, abrir los ojos, mirar
atentamente a los que sufren, acercarnos a las cunetas de los caminos, levantar
los heridos, vivir curando a los que sufren.
La
compasión no es sólo un sentimiento del corazón. No consiste en hacer de vez en
cuando una “obra de misericordia”. Según Jesús, la compasión es el principio de
acción que ha de inspirar e impulsar nuestro trabajo para extender el reino de
Dios: “Sean compasivos como su Padre es compasivo”.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
Compartamos gestos y
actitudes de compasión que hemos presenciado recientemente.
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Lucas 10,29-37: “Vete y haz tú lo mismo”.
2.
¿Por qué calificamos al
samaritano de la parábola de “bueno”?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Qué mensaje sacamos de esta
parábola para nosotros?
4.
Compromiso: ¿Cuándo vamos a ser ‘buenos
samaritanos’ nosotros y nosotras?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Retomamos la última frase de Jesús al maestro de la ley: “Vete y
haz tú lo mismo” y hacemos un momento de silencio.
-
Meditamos la siguiente oración y terminamos haciendo alguna
petición.
Señor, tú eres el buen
samaritano, porque has sido el primero en hacerte el mejor prójimo del ser
humano.
Tú te acercas siempre que nos
ves caídos o heridos en el camino de la vida.
Cuando yo me pregunto ‘quién
es mi prójimo’,
Tú me cambias con paciencia
la pregunta y me dices: ‘¿De quién te vas a hacer el prójimo?’.
Tú nos descubres el cambio
que necesitamos:
Salir de nuestro egoísmo,
romper nuestro estrecho círculo de bienestar,
Ponernos cada mañana los ojos
bien abiertos para ir al encuentro de quién tú nos pones en el camino.
La vecina viuda y sin
recursos, el desempleado que turba mi paz,
El extranjero con quien no
quiero hablar…
¡Dame, Seño, danos un corazón
compasivo como el tuyo!
Hacemos alguna petición…
-
Alguien lee la siguiente oración que repetimos paso a paso:
Señor, esta es nuestra hora; Señor, esta es tu hora./
No es la hora del miedo y de
la soledad,/
No es el tiempo de la
dispersión,/
No es el momento de hacer
camino en solitario,/
No son los días de
desesperar./
Señor, esta es nuestra hora; Señor, esta es tu hora./
Es la hora de la comunión y
el tiempo de la verdad,/
Es la hora de la compasión y
de la misericordia./
Es la hora de quienes tienen
oídos para oír,/
Es la hora de quienes tienen
corazón de carne y no de piedra./
Señor, esta es nuestra hora; Señor, esta es tu hora./
Es ahora cuando podemos dar
la mano,/
Es ahora cuando los profetas
han de gritar,/
Es ahora cuando nuestra
fuerza es la esperanza,/
Es la hora de quienes creen y
confían,/
Es el tiempo de hacer nuevas
todas las cosas,/
Porque, Señor, esta es nuestra hora, esta es, Señor, tu hora./
-
Terminamos escuchando:
Jesús, paz de nuestros
corazones,
Tú nos llamas a cada uno a
seguirte.
¿A quién iríamos sino a ti?
Tú tienes las palabras que
dan vida a nuestro corazón.
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 29 : “
A MÍ
ME LO HICIERON ”.
Motivación inicial
En el encuentro anterior hemos
escuchado la llamada de Jesús a ser compasivos como el Padre, imitando al
samaritano de la parábola. Ahora veremos que esa compasión, que se concreta en
ayuda práctica a los más necesitados, es lo decisivo: es el criterio definitivo
para entrar en el reino de Dios y recibir la bienvenida del Padre compasivo.
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
¿Me he puesto a pensar cuál es criterio ineludible que define una
vida según el sueño de Dios?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Mateo
25,31-46: “A mí me lo hicieron”.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
Escena grandiosa. El relato del juicio final no es propiamente
una parábola, sino una escena grandiosa en la que Cristo preside como rey la
asamblea universal de todos los pueblos de la tierra. Trato de imaginar la
escena: Jesús de Nazaret, el carpintero que se hizo misionero itinerante y
pobre de Galilea, el resucitado torturado y crucificado… que mira a esa
muchedumbre…
-
Separación en 2 grupos. Para la ubicación no hay sino 2 alternativas:
¿qué es lo primero que hace Jesús? ¿Quiénes componen cada uno de los grupos que
quedan separados? ¿Se da hoy está separación en el planeta, en el país?
-
Doble invitación a los 2 grupos. ¿Qué invitación o despedida
dirige Jesús a cada grupo? ¿Cuál es el motivo de un destino tan diferente y
opuesto?
-
Necesidades básicas. ¿De qué clases de necesitados se habla en el
relato? ¿Siguen existiendo hoy estas clases de necesitados? ¿Hay estos casos
reales cerca de donde vivo?
-
Sorpresa de los 2 grupos. ¿Por qué se sorprenden los de cada grupo?
¿Cuál es la respuesta de Jesús a cada uno? ¿Sé ver hoy a Jesús identificado con
los necesitados?
-
Lo decisivo. ¿Qué es lo decisivo para entrar en el reino
definitivo de Dios? Parece que no tienen importancia las religiones y las
prácticas religiosas: ¿qué digo al respecto? En definitiva, ¿para qué vino
Jesús? ¿Cómo armonizar la compasión solidaria con la vivencia religiosa?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario: “LO
DECISIVO ES LA AYUDA AL NECESITADO.
En el evangelio de Mateo
encontramos un relato impresionante que tradicionalmente se suele presentar
como “parábola del juicio final”. Sin embargo, no es propiamente una parábola,
sino una escena grandiosa donde se afirma que el criterio definitivo que
decidirá la suerte final de todos es la ayuda práctica a los necesitados.
Sin ninguna introducción previa
se nos dice que el Hijo del Hombre (Cristo resucitado) llegará como un rey,
acompañado por un cortejo de ángeles, y se sentará de manera solemne “en el
trono de su gloria”. Ante él se reúnen “todos los pueblos”. Allí están hombres
y mujeres de todas las razas y pueblos, de todas las culturas religiones, generaciones de todos los
tiempos. Es la hora de la verdad. La humanidad entera va a escuchar el
veredicto final.
El rey comenzará por separar esta
muchedumbre en 2 grupos, como hacen los pastores con su rebaño al atardecer:
las ovejas a un lado, para dejarlas al fresco durante la noche, pues así les va
mejor; los cabritos del otro lado, para cobijarlos al interior, porque el frío
de la noche no les hace bien.
El relato no se detiene
propiamente a describir los detalles de un juicio (acusaciones, defensa,
sentencia…). Lo que se destaca es un doble diálogo que arroja una luz grande
sobre nuestro modo de vivir, pues nos hace ver que, en definitiva, hay 2
maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos o
nos desentendemos y los abandonamos.
Al primer grupo, el rey los
invita a acercarse: “Vengan, benditos de mi Padre”; son hombres y mujeres que
reciben la bendición de Dios para heredar el reino “preparado para ellos desde
el comienzo del mundo”. Al segundo grupo, les invita a apartarse: son los que
se quedan sin la bendición de Dios y sin el reino. Cada grupo se dirige al
lugar que ha escogido con su vida: los que han vivido movidos por la compasión
y han ayudado a los necesitados terminan en el reino del amor y de la misericordia
de Dios; los que han excluidos de su vida a los necesitados se autoexcluyen del
reino de Dios, donde reina el amor. El criterio para separar a los 2 grupos es
preciso y claro. Los del primer grupo han reaccionado con compasión ante los
necesitados y les han ofrecido su ayuda. Los del otro grupo han vivido
indiferentes a su sufrimiento y no les han ofrecido ayuda alguna.
El rey les habla a los 2 grupos
de 6 situaciones de necesidades básicas y fundamentales. No son casos irreales,
sino necesidades que todos conocemos, y que se dan en todos los pueblos y en
todos los tiempos. En todas partes hay hambrientos y sedientos; hay inmigrantes
y desnudos; hay enfermos y encarcelados.
No se pronuncian grandes palabras
como “justicia”, “solidaridad”, “respeto a los derechos humanos”… Están todas
de sobra si no hay ayuda real a los que sufren. Aquí se habla de comida, algo
de beber, ropa, un techo bajo el que cobijarse. Tampoco se habla de amor que
puede resultar un lenguaje demasiado abstracto. Se habla de cosas tan concretas
como dar de comer y de beber, vestir, acoger, visitar. Lo decisivo no es el
sentimiento del amor, sino la compasión que se traduce en ayuda práctica.
Lo sorprendente es como les habla
el rey a los 2 grupos. Al primero le dice así: “Tuve hambre y me dieron de
comer; tuve sed y me dieron de beber; era extranjero y me acogieron; estaba
desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; encarcelado y vinieron a
verme”. El grupo naturalmente expresa su asombro: nunca han visto a l rey en
esas gentes hambrientas y sedientas; nunca lo han visto en los extranjeros o en
los desnudos; tampoco en los enfermos y los encarcelados. Pero el rey se
reafirma en lo dicho: “Les aseguro que cuando lo hicieron a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”.
Lo mismo sucede con el segundo
grupo. El rey les dice: “Tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me
dieron de beber; fui extranjero y no me acogieron; estuve desnudo y no me
vistieron: enfermo y en la cárcel y no me visitaron”. También este grupo
manifiesta su extrañez: ni se les ha pasado por la cabeza que podían estar
desatiendo a su re. Pero este se reafirma en lo dicho: él está presente en el
sufrimiento de estos “hermanos pequeños”: “Les aseguro que, cuando dejaron de
hacerlo a uno de estos pequeños, también a mí me lo dejaron de hacer”.
Este lenguaje que emplea el rey
no es un recurso literario. Es totalmente coherente con lo que sabemos de
Jesús. Las fuentes evangélicas no admiten dudas. Jesús vivió volcado en
aquellos que veía necesitados de ayuda. Era incapaz de pasar de largo. Ningún
sufrimiento le era ajeno. Se identificaba con los más pequeños y desvalidos, y
hacía por ellos todo lo que podía.
Los que son declarados “benditos
del Padre” no han actuado por motivos religiosos, sino por compasión. No es su
religión ni su adhesión explícita a Jesús lo que los conduce al reino de Dios,
sino su ayuda concreta a los necesitados. El camino que conduce a Dios no pasa
necesariamente por la religión, el culto o la confesión de fe, sino por la
compasión activa y solidaria hacia los “hermanos pequeños” de Jesús. Lo
decisivo en la vida no es lo que confesamos. El reino de Dios es y será siempre
de los que aman al pobre que sufre y le ayudan en su necesidad. Esto es lo
decisivo.
Algunos autores llegan a decir
que este relato significa una “revolución religiosa” sin precedentes, pues
Jesús abre una vía de acceso al Padre distinta de lo sagrado: la ayuda al
hermano necesitado. Por esa vía caminan muchos hombres y mujeres que no conocen
o no confiesan fe alguna en Jesús.
Esto no significa que la religión
o la adhesión creyente a Jesucristo queden anuladas. Al contrario, quedan
interiormente orientadas hacia el amor y la compasión activa y solidaria. La
religión verdadera siempre conduce al amor. El seguimiento fiel a Jesucristo
siempre arrastra a ser compasivos como el Padre es compasivo.
El relato de Jesús habla del
veredicto final, pero nos arroja mucha luz sobre nuestra vida actual. No hay
que esperar el juicio final. Ahora nos estamos acercando o apartando de los que
sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos
decidiendo nuestra vida.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Cuál es criterio ineludible
de una vida según la voluntad de Dios?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Mateo 25,31-46: “A mí me lo hicieron”.
2.
¿Sobre qué criterios asienta
Jesús el juicio final de las personas y de los pueblos?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Cómo aplicamos los
criterios de Jesús a nuestra vida personal y colectiva?
4.
Compromiso: ¿Qué vamos a cambiar en
nuestro actuar y nuestra fe para estar acordes con el criterio definitiva de
Jesús?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Rezamos a partir de la siguiente canción conocida: la cantamos o la
meditamos.
Con nosotros está y no lo conocemos. Con nosotros está: su nombre
es el Señor.
Su nombre es el Señor y pasa
hambre y clama por la boca del hambriento;
Y muchos que lo ven pasan de
largo, acaso por llegar temprano al templo.
Su nombre es el Señor y sed
soporta y está en quien de justicia está sediento;
Y muchos que lo ven pasan de
largo, a veces preocupados en sus rezos.
Con nosotros está…
Su nombre es el Señor y está
desnudo; la ausencia del amor hiela sus huesos;
Y muchos que lo ven pasan de
largo, seguros al calor de su dinero.
Su nombre es el Señor y
enfermo vive y su agonía es la de enfermo;
Y muchos que lo saben no
hacen caso, tal vez no frecuentaba mucho el templo.
Con nosotros…
Su nombre es el Señor y está
en la cárcel, está en la soledad de cada preso;
Y nadie lo visita y hasta
dicen: ‘Tal vez este no era de los nuestros’.
Su nombre es el Señor, el que
sed tiene y pide por la boca del hambriento;
Está preso, está enfermo,
está desnudo: pero Él nos va a juzgar por todo eso.
Con nosotros…
-
Repetimos despacio la siguiente oración:
Señor, en este mundo
insolidario y frío queremos buscarte./
En los barrios periféricos y
las zonas marginales queremos encontrarte./
En los que la sociedad
esconde y olvida queremos verte./
En los que no cuentan para la
cultura dominante queremos descubrirte./
En los que carecen de lo
básico y necesario queremos acogerte./
En los que pertenecen al
revés de la historia queremos abrazarte./
-
Alguien reza sólo:
Jesús, paz de nuestros
corazones en nuestros días y en nuestras noches,
En la horas de plena luz como
en las de gran oscuridad,
Tú llamas insistente a
nuestra puerta y espera nuestra respuesta solidaria.
-
Hagamos una breve oración espontánea.
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
3ª parte : “ NADA
MÁS IMPORTANTE QUE
EL AMOR ”.
-
Tema 30: “Ámense unos a otros
como yo lo he amado”.
-
Tema 31: “Amen a sus enemigos”.
Tema 30
:
“ ÁMENSE UNOS
A OTROS COMO
YO LOS HE
AMADO ”.
Motivación inicial
Hemos visto que el gran mandato
de Jesús para acoger y buscar el reino de Dios y su justicia es claro: “Sean
compasivos como su Padre del cielo es compasivo”. Entonces, ¿qué decir de las
leyes y mandamientos que rigen la religión de Israel? Jesús las resume en amar
a Dios de todo corazón y amar al prójimo como a sí mismo. Para precisar mejor
cuál es el centro de la religión, el mismo Jesús dará su propio mandamiento:
“Les ordeno esto: Ámense unos a otros como yo los he amado” (15,12 y 17).
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
En la propuesta de Jesús, ¿cuál es el mandamiento mayor de Jesús?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Marcos
12,28-34: Amar a Dios y al prójimo.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
La pregunta del maestro de la ley. ¿Qué es lo que quiere saber
de Jesús el maestro de la ley? ¿Me parece importante su pregunta? ¿Necesito
también yo hacerme esta pregunta?
-
“Amará a Dios con todo el corazón…” ¿Por qué Jesús insiste mucho
en el amor a Dios? ¿Cuál es el mandamiento propio de Jesús? (ver Juan 15,12 y
17).
-
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Por qué Jesús añade este
segundo mandamiento? ¿Cuál es la norma o
la medida de este amor al prójimo? ¿Por qué no se puede separar estos 2
mandamientos?
-
La aprobación del maestro de la ley. En el principio y al final
de su respuesta, ¿qué añade el maestro de la ley? ¿Qué pienso de la relación
entre el culto y el amor al prójimo?
-
La conclusión de Jesús. ¿Qué le contesta exactamente Jesús al maestro
de la ley? ¿Cuál es el propio mandamiento de Jesús? ¿Cómo entiendo esta
afirmación de Jesús?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario:
“SÍNTESIS DEL AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO.
Los judíos hablaban con orgullo
de la ley. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo por
medio de Moisés. En esta ley estaba escrita la voluntad del único Dios vivo y
verdadero. En ella podían encontrar todo lo que necesitaban para vivir
fielmente su Alianza con él.
Sin embargo Jesús, seducido
totalmente por el reino de Dios, no se concentra en la ley. Busca la voluntad
de Dios desde otra experiencia diferente: está llegando el reino de Dios esto lo cambia todo. La ley ha regulado la
vida de Israel, pero ya no es lo más decisivo para descubrir la voluntad de ese
Padre compasivo que quiere construir un mundo más justo y humano. Por eso es
importante conocer cómo se sitúa Jesús ante la ley.
En cierta ocasión un maestro de la
le se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su
vida está fundamentada en leyes y preceptos que le indican cómo comportarse en
cada momento fiel a la Alianza. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una
pregunta; “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”.
No es una pregunta más. Ese
hombre quiere saber qué es lo más importante para Dios, que es lo esencial para
hacer su voluntad. Dicho de otra manera, qué es lo primero para acertar en la
vida. Jesús entiende muy bien lo que siente. Cuando en la religión se van
acumulando leyes, preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos sin
saber exactamente qué es lo primero y fundamental.
Jesús no le responde citando los
mandamientos de Moisés. Sencillamente le recuerda las primeras palabras de la
oración llamada ‘Shemá’, que recoge lo esencial de la fe judía en el Dios de la
Alianza. En concreto le cita literalmente las primeras palabras: “El primero
es: ‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios es el único Señor; amarás al
Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas’”
(Deuteronomio 6,4-5).
El maestro de la ley está
pensando en un Dios que tiene poder para dar leyes. Jesús lo coloca ante un
Dios cuya voz hemos de escuchar. Cuando escuchamos al verdadero Dios,
percibimos una llamada a amar. No es propiamente una ley. Es lo que brota en
nosotros al abrirnos al misterio último de la vida: “Amarás”.
El mandato del amor no se
encuentra en el mismo plano que los demás preceptos, perdido entre otras normas
más o menos importantes. El amor es el principio animador y orientador de todo
lo demás. Si un precepto no se deduce
del amor o va en contra del amor, queda vacío de sentido: no sirve para
construir la vida tal como la quiere Dios.
Siguiendo literalmente la oración
del ‘Shemá’, Jesús habla de un amor que es entrega y fidelidad total al único
Dios, El ser humano ha de vivir centrado en el amor a Dios con todo lo que
constituye su ser. Amará al Señor tu Dios “con todo el corazón” que es el
centro de las decisiones y sentimientos más noble; “con toda tu alma”, es
decir, con toda la vitalidad; “con toda tu mente” o capacidad de pensar y
entender; “y con todo tus fuerzas” o energías para actuar. El amor de Dios no
es un sentimiento o una emoción. Es una entrega práctica, generosa y confiada
al amor de Dios.
Este amor a Dios es el primero.
Pero Jesús añade enseguida otro mandato recogido en Levítico 19,18 por el que
nada le ha preguntado. El amor a Dios va unido a un segundo mandato del que no
se puede disociar. Así concluye Jesús: “El segundo es este: ‘Amarás a tu
prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más importante que estos”.
Amar al prójimo como a uno mismo
significa sencillamente amarlo como deseamos que el otro nos ame. No se puede
encerrar el amor en fórmulas precisas. Jesús no lo hace. El amor pide
creatividad. Así se entiende otra invitación de Jesús que suele llamarse la
“regla de oro”: “Traten a los demás como quisieran que ellos los trataran”
(Mateo 7,12). Nuestra experiencia puede ser el mejor punto de partida para
imaginar cómo hemos de tratar a un persona concreta. No hay escusa ni
escapatoria fácil. Para nosotros siempre queremos lo mejor. Esta “regla de oro”
nos pone a buscar el bien de todos de manera incondicional. Esta ha de ser
nuestra actitud básica para colaborar en el proyecto humanizador del Padre.
El maestro de la le aprueba con
entusiasmo todo lo dicho por Jesús: “Muy bien, Maestro, tienes razón”. Y a
continuación repite casi literalmente las palabras pronunciadas por Jesús.
También para él, el amor total a Dios y el amor al prójimo constituyen la
síntesis de la ley y el principio supremo que ha de inspirarlo todo. Pero
además se atreve a añadir una observación sobre el culto del templo: el amor a
Dios y al prójimo “vale más que todos los sacrificios holocaustos”. Estos ritos que pretendían
asegurar la relación con Dios quedan subordinados al amor, que es lo que
realmente nos une a él.
Al ver que ha captado sabiamente
su mensaje, Jesús le dice: “No estás lejos del reino de Dios”. Este elogio
encierra una discreta invitación a dar un paso más. E, maestro de la ley está
preparado para entrar en el proyecto humanizador del Padre. Esta manera de
entender la ley conduce al reino de Dios. Pero no basta la teoría. Ahora ha de
actuar prácticamente desde ese amor a Dios y al prójimo. Podemos resumir
brevemente algunas conclusiones.
Jesús estable una estrecha
vinculación entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Son inseparables. No es
posible amar a Dios desentenderse del
prójimo. No es posible amar a Dios y vivir olvidados de los que sufren. El amor
a Dios que excluye al prójimo se convierte en mentira. Lo que va contra el amor
al prójimo va contra Dios.
Jesús no confunde el amor a Dios
con el amor al prójimo como si fueran la misma cosa. Dios tiene una primacía
absoluta y no puede ser remplazado por nada. Lo primero es amar a Dios: buscar
su voluntad, entrar en su reino, confiar en su perdón. La oración se dirige a
Dios, no al prójimo; el reino en que hemos de entrar es de Dios, no de los
hermanos; hemos de convertirnos a Dios, no a los hermanos…
Por otra parte, el prójimo no es
un medio o una ocasión para practicar el amor a Dios. Jesús no está pensando en
transformar el amor al prójimo en una especie de amor indirecto a Dios. Jesús
cura, bendice y ayuda a la gente porque la ve sufrir y necesita que alguien
alivie su dolor.
Él piensa de otra manera. Amar a
Dios con todo el corazón es amar a un Padre que ama sin límites a todos sus
hijos e hijas. Por eso no es posible amar a Dios sin desear lo que él quiere y
sin amar a quienes él ama tanto. El amor a Dios hace imposible vivir encerrado
en una mismo, indiferente al sufrimiento de los demás. Por eso dice: “Sean
compasivos como su Padre es compasivo” ”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
¿Cuál es el mandamiento
propio de Jesús y cómo lo entendemos?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Marcos 12,28-34: Amar a Dios y al prójimo.
2.
¿Con qué fórmula resume Jesús
los mandamientos del Antiguo Testamento?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Qué nos exige la dimensión
colectiva del mandamiento de Jesús?
4.
Compromiso: ¿Cómo nos vamos a unir y
organizar para cumplir con el mandamiento de Jesús?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Escuchamos en silencia la siguiente oración.
Padre, tú nos regalas tu
amor: enséñanos a amarte con todo el corazón.
Padre, tu amor es fuente de
vida: enséñanos a amarte con toda el alma.
Padre, tu amor es fuente de
luz: enséñanos a amarte con toda la mente.
Padre, tu amor es nuestra
fortaleza: enséñanos a amarte con todas las fuerzas.
Padre, tu amor se hace
comunidad para que nos amemos unos a otros:
Padre, enséñanos a amar como
tu hijo Jesús amó.
-
Alguien lee la siguiente oración que repetimos frase por frase.
En este momento, Padre,
nuestro corazón está contigo./
Nuestra cabeza piensa en ti;
nuestros ojos te miran./
En este momento, Padre,
nuestras manos estrechan tus manos/
Porque sólo tú eres sentido,
sólo tú liberas;/
Sólo tú eres fiel, sólo tú
eres esperanza;/
Sólo tú eres amor, sólo tú
eres Dios./
Hoy, Padre, nos decidimos por
ti: seguiremos los pasos de tu hijo Jesús./
-
Escuchamos y luego añadimos nuestros propios motivos de acción de
gracias:
Te damos gracias, Señor, por
los ojos que nos miran con amor,
Por las manos que cuidan y
levantan.
Te damos gracias, Señor, por
las voces que nos acompañan y animan,
Por ver, escuchar, sentir los
gemidos, tristezas y gozas que nos llegan.
Te damos gracias, Señor, por
tantas personas que son portadoras de tu amor para nosotros.
…
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
Tema 31 : “ AMEN A SUS
ENEMIGOS ”
Motivación inicial
La
llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo es seductora y seguramente
encuentra un eco grande en nuestro corazón. Ahora vamos a das un paso más
escuchando su llamada a amar incluso a los enemigos. ¿Nos atreveremos a amar
también a los que nos hacen daño? Es un rasgo propio y original de Jesús.
Resumió todo su mensaje en un solo mandamiento: “Ámense unos con otros como yo
los he amado” (Juan 13,52). ¡Animémonos a seguir los pasos de Jesús!
1ª parte: PREPARACIÓN
PERSONAL
1.
Motivación
¿Tengo dificultad para perdonar las ofensas que se me hace?
2.
Lectura de la Palabra de
Dios: Mateo
3,38-45: “Amen a sus enemigos”.
3.
Profundización de la lectura
bíblica
-
“Ojo por ojo y diente por diente”. Gandhi añadía:
“… dejan el mundo ciego y malherido”. ¿Qué pienso de esta ley del Antiguo
Testamento? ¿Qué sentido positivo encuentro en ella? ¿Dónde estaría su
complemento totalmente humano?
-
¿Cómo reaccionar ante quien nos hace daño? Con sus
orientaciones, ¿me invita Jesús a permanecer pasiva/o y resignada/o? ¿Recuerdo
una reacción violenta mía que empeoró alguna situación conflictiva? ¿Recuerdo
una reacción no violenta mía que resolvió algún problema?
-
Resistencia no violenta. ¿Cómo entiendo
las orientaciones de Jesús? Gandhi proponía una “resistencia actica y colectiva
no violenta” frente a los conflictos sociales: ¿conozco ejemplos positivos de
esta propuesta?
-
Amor a los enemigos. ¿Qué siento
ante la llamada de Jesús a amar a mis enemigos? ¿Sirve para algo? ¿A qué
condiciones es posible?
-
Orar por los enemigos. ¿Se me ocurrió alguna vez rezar por las
personas que me hicieron daño? ¿Recuerdo la experiencia de haber perdonado de
corazón? ¿Cómo puedo lograr, por una parte, odiar y destruir el mal y el
pecado, y por otra, amar y salvar al malhechor y al pecador?
Puedo hacer un momento de oración.
2ª parte. Comentario: “EL AMOR A LOS
ENEMIGOS.
Seguramente muchos acogían con
agrado el llamado de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de
la antigua ley. Pero lo menos que se podían esperar era orle hablar de amar
incluso a los enemigos y de no ofrecer una resistencia violenta a quienes nos
hacen mal. Sus palabras eran un escándalo para esos campesinos de Galilea que
vivían la experiencia de la opresión romana y los abusos de los poderosos
terratenientes. ¿Qué está diciendo Jesús? ¿Es que Dios quiere que vivamos
sometidos con resignación a los opresores? ¿No hay que buscar siempre el reino
de Dios y su justicia? En primer lugar vamos a escuchar la llamada a no
responder violentamente al que nos hace mal. Luego su invitación a amar a los
enemigos.
- Resistencia no violenta
Jesús comienza
recordando la ley del talión, llamada propiamente “ojo por ojo y diente por
diente”. Todos conocían las palabras del Éxodo que ponían un límite justo al
deseo incontrolado de venganza, que nace fácilmente en nosotros ante aquel que
nos ha hecho algún mal: “Si se siguen daños, se pagará así: vida por vida, ,
ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, herida por herida,
golpe por golpe” (21,23-25). Por eso, según esta ley, la venganza es justa
cuando no se excede del daño recibido: yo te hago a ti el mismo daño que tú me
has hecho a mí.
Desde su
experiencia de un Dios no violento, Jesús va a superar la ley del “ojo por ojo
y diente por diente” proponiendo una resistencia no violenta al que nos hace
mal. Jesús no pide a sus seguidores que ceden al mal en vez de resistirse: si
buscamos el reino de Dios y su justicia, hemos de oponernos siempre al mal. La
cuestión no es si resistir o no resistir al mal, sino cómo resistir. Jesús
propone a los suyos resistir, pero de modo no violento.
Para expresar
mejor su pensamiento, Jesús imagina cuatro ejemplos concretos que ilustran de
manera gráfica cómo reaccionar ante el mal. No son normas que han de cumplirse
al pie de la letra, sino sugerencias para resistirnos a la injusticia sin caer
en la espiral de la violencia. Jesús no busca promover la pasividad, la
resignación o la rendición cobardes ante los abusos y las injusticias. Está
invitando a sus seguidores a responder a la agresión en la misma línea del
agresor, sino adoptando una estrategia amistosa que corte, si es posible, una
escalada de la violencia.
-
“Si alguien te da una bofetada en la mejilla
derecha, preséntale la otra”. Al parecer la bofetada en la mejilla
derecha era una práctica bastante común para humillar a los subordinados: los
amos golpeaban a sus esclavos, los terratenientes a sus jornaleros, las esposas
a sus esposas. ¿Cómo reaccionar? Lo normal era la humillación y someterse al
maltrato y a los abusos. Jesús sugiere “presentar la otra mejilla”, es decir,
no dejarse intimidar, reafirmarnos en la dignidad ante el agresor, que no espera
otra respuesta que la sumisión: negarle el poder de humillarnos, hacerle ver
que, a pesar de su gesto violento, somos tan humanos o más que él.
-
“Al que quiera ponerte pleito para quitarte la
túnica, dale también el manto” que llevas encima. Preséntate ante
todos desnudo, pero con dignidad. Que el acreedor quede en evidencia y que
todos puedan ver hasta dónde llega su codicia y el sistema inhumano que permite
tales abusos.
-
“A quien te fuerza caminar una milla, acompáñale
dos”.
Supongamos que soldados al servicio de Roma te obligan a transportar una carga
a lo largo de una milla, ¿por qué no te muestras dispuesto a continuar todavía
otra milla más? Los dejarás desconcertados, pues la ley romana prohibía forzar
a nadie más de una milla. No será una gran victoria contra Roma; pero mostrarás
tu dignidad y tu rechazo a su injusta opresión.
-
Jesús
añade todavía dos exhortaciones positivas: “A quien te pide, dale, y al que te pide
prestado no le des la espalda”. Seguramente se refiere a prácticas
abusivas en cuestiones de impuestos y préstamos que no conocemos bien. El texto
sugiere que Jesús propone dar al que no pide algo pensando sólo en su
necesidad, y hacer préstamos sin pensar en el beneficio que podemos obtener
elevando los intereses.
La
actitud de Jesús es clara. Entrar en la dinámica del reino de Dios es construir
el mundo no en dirección a la violencia, sino hacia la justicia y el amor. No
es fácil luchar contra un mundo injusto sin caer en la violencia, pero es
posible. Jesús nos pide a sus seguidores enfrentarnos a los abusos y atropellos
de manera responsable y valiente, desenmascarando la falta de humanidad que se
encierra en toda actitud injusta. Y al mismo tiempo nos anima a practicar la
resistencia no violenta para ser testigos de un Dios no violento en medio de un
mundo violento.
- Amar a los enemigos
Jesús comienza
recordando la actitud que se vivía en el pueblo judío ante los enemigos: “Amará
a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Estas palabras no están recogidas en la
ley de Moisés, pero reflejan bien el clima social que se vivía en Palestina.
Los miembros del pueblo elegido se sentían llamados a odiar a sus enemigos,
pues los consideraban “enemigos de Dios”. Odiar al enemigo era incluso un signo
de celo por la justicia de Dios. Así dice un Salmo: “Señor, ¿cómo no voy a
odiar a los que te odian, y despreciar a los que se levantan contra ti? Si los
odio con odio implacable, les considero mis enemigos” (139,21-22).
Jesús comienza a
hablar un lenguaje sorprendente. Dios no es violento, sino compasivo: incluso
ama a sus enemigos; no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste
en vengarse, sino en amar incondicionalmente a todos. Hice el bien incluso a
los que se le oponen. Esta es la
experiencia que tiene de Dios. Desde esta perspectiva va a introducir una
actitud nueva y original ante los enemigos: “Yo, en cambio, les digo: amen a
sus enemigos recen por los que les
maltratan, para que sean hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”.
Jesús no pienso
sólo en los enemigos privados que uno puede tener en su entorno. Sin duda
piensa en todo tipo de enemigos, sin excluir a ninguno: el enemigo personal, el
que hace daño a la familia, el adversario del propio grupo o los opresores de
todo el pueblo. Ente aquellos campesinos de Galilea, “enemigo” son estas
personas de las que sólo podemos esperar mal. La idea de Jesús es clara: quien
se parece a Dios no alimenta el odio contra nadie, busca el bien de todos. Lo
que busca es eliminar dentro del proyecto del reino de Dios la enemistad. Su
llamada se puede resumir así: “No sean enemigos de nadie, ni siquiera de quien
es su enemigos. Parézcanse a Dios”.
Cuando Jesús
habla del amor a los enemigos, no está pensando en sentimientos de afecto, de
simpatía o cariño hacia quien nos hace el mal. El enemigo sigue siendo enemigo,
y difícilmente puede despertar en nosotros tales sentimientos. Amar al enemigo
es más bien pensar en su bien, no buscar su mal sino lo que puede contribuir a
que viva menor y de manera más digna. Esto supone esfuerzo, pues hemos de
aprender a deponer el odio, superar el resentimiento y buscar lo que es bueno
para él. Jesús habla de “rezar por los que nos maltratan” probablemente como un
medio concreto para ir despertando en nosotros la capacidad de amarlos.
Este amor al
enemigo no es una enseñanza de Jesús dirigidas a personas llamadas a una
perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud
nueva ante el enemigo, pues busca eliminar en el mundo el odio y la violencia
destructora. Quien viva como hijo o hija del Padre no alimentará el odio contra
nadie, buscará el bien de todos, incluso de sus enemigos, pues “el Padre del
cielo hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e
injustos.”
Bien puedo hacer un momento de
silencio meditativo.
3ª parte: REUNIÓN DE GRUPO
ACOGIDA MUTUA Y FRATERNA
SALUDO: El animador saluda y presenta el tema
con su motivación inicial.
‘VER’ DESDE NUESTRA VIDA PESONAL
1.
Contémonos experiencias de
perdón. ¿Nos han costado?
‘ILUMINACIÓN’ EVANGÉLICA
Lectura
de Mateo 3,38-45: “Amen a sus enemigos”.
2.
Con sus orientaciones, ¿qué
quería dar a entender Jesús a sus compatriotas?
‘ACTUAR’ POR EL PROYECTO DE JESÚS
3.
Conversión personal: ¿Cómo aplicamos a nosotros
las orientaciones de Jesús?
4.
Compromiso: ¿Qué aspectos de nuestra
manera de amar tenemos que mejorar?
ORACIÓN-‘CELEBRACIÓN’ COMUNITARIA.
1.
Sugerencias para la oración: Nos repartimos las
diferentes partes.
-
Se
explica los símbolos presentes en la mesa.
Momento
de silencio
donde nos disponemos a rezar.
-
Alguien lee la siguiente oración de san Francisco de
Asís, que repetimos
paso a paso.
Señor, haz de mí
un instrumento de tu paz:/
Que donde haya
odio, ponga yo amor;/
Donde haya
ofensa, ponga yo perdón;/
Donde haya
discordia, pongo yo armonía;/
Donde haya
error, ponga yo verdad;/
Donde haya duda,
ponga yo fe;/
Donde haya
separación, ponga yo esperanza;/
Donde haya
tinieblas, ponga yo luz;/
Donde haya
tristeza, ponga yo alegría;/
¡Oh Maestro! Haz
que no nos empeñemos tanto/
a ser consolados
como a consolar,/
en ser amados
como en amar,/
porque dando se
recibe y olvidando se encuentra,/
perdonando se
perdona y muriendo se resucita a la vida eterna. Amén./
-
Escuchamos en silencio y concluimos con una oración
espontánea.
Jesús
misericordioso, cuando te agobiaban los sufrimientos
No amenazabas a
nadie, sino que perdonabas.
Nosotros también
queremos perdonar,
permaneciendo
sencillos y generosos de corazón.
Espíritu santo,
que llenas el universo de tu amor,
Pon en nuestro
corazón la fuerza de tu amor,
La bondad, la
compasión y el perdón.
…
2.
Bendición y abrazo de paz.
DESPEDIDA. Se señala la fecha y la casa donde
tendrá lugar la próxima reunión.
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