jueves, 24 de marzo de 2022

Reforma vaticana: Grandes avances con unas limitaciones

 

LA REFORMA DE LA CURIA VATICANA SELLADA POR FRANCISCO

Pedro Pierre, marzo de 2022.

I. PRESENTACIÓN

El papa Francisco acaba de publicar una “Constitución Apostólica” que sella la reforma de la Curia vaticana. Se la habían encargada cuando los cardenales lo eligieron papa hace 9 años. No comenzó el papa presentando un proyecto de trabajo, sino que poco a poco fue purificando la administración del Vaticano, llena de “lobos feroces”, según la expresión del papa Benedicto 16 cuando botó la toalla, porque estaba gobernada por distintas mafias: de las finanzas, de la pedofilia, del integrismo, del ‘carrerismo’, de la búsqueda de poder… Su tenacidad enraizada en el Evangelio, la sencillez y la cercanía tuvieron razón del “cáncer del clericalismo” llevado a sus máximos logros.

El pasado 19 de marzo publicó el documento que confirma los cambios realizados durante sus 9 años de pontificado, poniéndoles el último retoque. Lo tituló: “Constitución apostólica “Anuncien el Evangelio” sobre la curia romana y su servicio a la Iglesia en el mundo”. Ya los papas anteriores habían aportado sus modificaciones para actualizar la organización de la Curia vaticana. Juan Pablo 2° había hecho sus aportes en 1988, luego de los del papa Pablo 6° en 1967 y Pío 10° en 1908. El papa Francisco hace notar que la Curia vaticana esta al “servicio de la Iglesia en el mundo”. La Iglesia no existe para sí mismo, sino para humanizar el mundo mediante la fraternidad y el justicia.

Se ha resumido su contenido de la siguiente manera: “Una Curia humanizada, desclericalizada, laical, femenina y servicial”. ¡Y eso es bastante! Se trata de "la conversión misionera de la Iglesia", tal como lo expresa el preámbulo.

El nombre de este documento, sacado de sus primeras palabras, da el tono que se quiere imprimir a la reforma: “Anuncien el Evangelio”. Parte de la decisión del papa Francisco de volver al Evangelio: “Anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo el Señor, y con él incitar a todos los pueblos a escuchar la fe”. Ahí notamos la característica de la misión: No se trata de imponer el Evangelio ni de imponerse como autoridad sagrada, sino “anunciar, proclamar, predicar, dar testimonio… y con él incitar a escuchar la fe”. La misión es una propuesta, una invitación para entrar libremente en un proyecto de vida: la colaboración a la construcción del Reino de Dios en la tierra porque Dios es un padre bueno y una madre amorosa que busca felicidad de las personas y de los pueblos.

Varias novedades llaman la atención. Hasta ahora, en la Curia vaticana el departamento administrativo que tenía el primer lugar era él de “la Doctrina de la fe” que sí, durante los pontificados anteriores de Juan Pablo y Benedicto ‘imponían la verdad’ y castigaban a los teólogos que proponían novedades teológicas, bíblicas y pastorales. Ahora lo va precediendo el departamento de la Evangelización y en tercera posición viene el de “la Caridad”. También aparecen nuevos ‘ministerios’: “el Servicio del Desarrollo Humano Integral”, “la Comisión para la Protección de los Menores y Personas vulnerables”, “la Secretaría de Comunicación”…  

Son cambios de acentos que exigen, según el papa, una “conversión misionera” para no llegar a ser el personal del Vaticano meros funcionarios de una institución intocable y por encima del pueblo cristiano. El tiempo de servicio de este personal está limitado a 5 años. Además, “su servicio debe ser sinodal”, es decir, interrelacionado con los demás servicios, los obispos y con el mismo pueblo de Dios…. ¡Menuda tarea! El papa quiere una autoridad ejercida entre todos y por todos. Por este motivo, el papa ha nombrado numerosos seglares, en particular mujeres, en estos servicios, no sólo en espacios secundarios, sino también en puestos de decisiones… al punto de decir algún comentarista: “¿Cuándo una mujer a la cabeza de la secretaría de Estado?”, es decir, como segundo personaje después del papa… Así se va cumpliendo el deseo del papa en su proyecto de una Iglesia sinodal, donde todas y todos trabajamos a ser iguales y tomar iguales responsabilidades la participación de los laicos, hasta “en funciones de gobierno". Eso es la muestra de la conversión misionera de la Iglesia: una renovación para ser “luz del mundo, estrella que muestre los horizontes de nuestro camino… (mediante) el don sobrenatural de la fe”.

Estas tareas exigen una fuerte espiritualidad centrada en Dios, que asume el ejemplo de Jesús y el testimonio de las primeras Comunidades cristianas. Ya el Concilio proponía la espiritualidad del Buen Samaritano: “el hombre que se desvía de su camino para hacerse cercano a un medio muerto que no pertenece a su pueblo y al que ni siquiera conoce”.. Como él, somos llamado a ser una Comunidad que “se pone con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta las distancias, se rebaja, asume la vida humana tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo, cuida de los hermanos y hermanas más débiles, más enfermos y más sufridos”.

Recalquemos unas frases muy significativas

-        “‘Anunciar el Evangelio’ constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el mundo de hoy.

-        El poder de gobierno en la Iglesia no proviene del sacramento del Orden, sino del cumplimiento la misión.

-        Todo cristiano, en virtud del Bautismo, es un discípulo misionero… Descubre los caminos de Dios en el mundo… Discierne los signos de los tiempos.

-        Cada uno escuchando a los demás, y todos escuchando al Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para saber lo que dice a las Iglesias.”

Esta ‘Constitución apostólica’ del papa Francisco nos provoca a todas y todos para evaluar nuestro compromiso de bautizados al servicio del Reino, la vida de nuestras parroquias como Iglesia samaritana y la organización de las Curias episcopales para acordar sus prioridades y actividades a la reforma vaticana.

II. ‘DEFICIENCIAS’

1.      Personalmente, había notado algunas contradicciones en la Carta papal:

-        El preámbulo es positivamente ambicioso: ‘Toda la Iglesia es evangelizadora’… pero la Reforma se limita a la Curia vaticana. Es una reforma en la Iglesia, no de la Iglesia.

-        La Reforma no se proyecta sobre la organización sobre la Curia diocesana, ni sobre las parroquias

-        La organización jerárquica de la Iglesia es fuertemente confirmada…

-        … y choca con la sinodalidad y una Iglesia comunión (Concilio Vaticano 2°).

-        Llama la atención la interpretación tradicionalista del ‘colegio apostólico’ (los 12 apóstoles), fuente del colegio episcopal.

-        Es la misión canónica que da autoridad: ¡Todos somos iguales, pero unos son ‘más iguales’ que otros!

-        La ausencia de la palabra ‘Reino’: “Anunciar el Evangelio”… ¿por qué no: ‘Construir el Reino’?

-        Se habla de los pobres, pero no de la opción por los pobres.

-        No señala el clericalismo como lacra de la institución y ‘cáncer de la Iglesia’.

2.      José Antonio Estrada, en Religión Digital, nos da un mayor desarrollo de las ‘Deficiencia’: "Una reforma que conlleve un cambio…”

. . .

“No hay duda sobre el avance de esta Constitución respecto a la anterior de 1988, de su afán misionero y de la apertura de sus estructuras a los laicos. Sin embargo, desde la perspectiva eclesiológica hay que indicar también algunas deficiencias.

-        Se parte de una eclesiología de comunión, pero esta se centra en la comunión jerárquica. 

-        A pesar de la importancia que ha tenido en y después del Vaticano II no se parte de la Iglesia comunidad, el pueblo de Dios, sino de los apóstoles y sus sucesores.

-        También hay una ausencia de protagonismo del Espíritu Santo, sin el cual no se puede comprender ni el origen ni la evolución de la Iglesia.

-        El cristomonismo de la Constitución impide asumir como eje de la eclesiología el binomio comunidad de fieles y pluralidad de ministerios y de carismas.

-        Se olvida por tanto el esquema del Concilio Vaticano II de partir de la comunidad y los laicos (Capítulo 2 de la Lumen Gentium) antes de hablar de la Jerarquía (capítulo 3 de la Lumen Gentium).

-        La carencia de pneumatología se hace notar en la teología que se hace de los apóstoles: se habla de los dones dados por el Espíritu, pero los apóstoles como grupo estable son constituidos por Cristo. Estos son los que eligen a sus sucesores episcopales, olvidando en el Preámbulo la tradición apostólica que marca al primer milenio: “Que se ordene como obispo al que ha sido elegido por todo el pueblo”. En el posterior artículo 105 sobre el nombramiento de obispos se menciona la participación del pueblo de Dios “de manera adecuada”, pero sin especificar nada.

-        La renovación de la eclesiología del Nuevo Testamento y la creatividad de la iglesia postpascual al constituir los ministerios está ausente. La teología de la Constitución es la de Cristo-apóstoles-obispos, la cual dificulta el diálogo ecuménico, sobre todo con ortodoxos y anglicanos.

-        Se privilegia la eclesiología universal sobre la local y se posibilita pasar del afecto colegial a una colegialidad real de las Conferencias episcopales, que permita más autonomía a los obispos respecto de la Curia. Pero no se plantea la validez de las decisiones de la Conferencia episcopal respecto a cada obispo en su diócesis.

-        Tampoco se dice nada sobre la falta de fundamentación teológica de los obispos miembros de la Curia sin una comunidad real en la que sean pastores.

-        El papa Francisco rechaza que los ministros se conviertan en funcionarios eclesiales, pero la Curia es la mayor concentración de estos, por su no pertenencia a iglesias vivas.

-        No hay alusión a la igualdad inicial entre obispos y presbíteros, hasta que se impone el obispo monárquico. Se mantiene además una teología de las potestades recibidas en lugar de partir de los ministerios jerárquicos como servicios a la Iglesia y como inspirados por el Espíritu.

-        Se potencia a los laicos, que pueden ocupar cualquier puesto en la Curia romana, pero hay silencio sobre los presbíteros y su relación con los obispos. Se menciona la carencia de ministros que puedan celebrar la eucaristía, pero sin profundizar en el problema más allá de avalar una mejor distribución de los presbíteros (artículo 115) y la formación de seminarios interdiocesanos.

En general se puede hablar de una eclesiología tradicional de la Iglesia como institución jerárquica, con más amplitud y flexibilidad que en la teología anterior. Quizás una reforma que conlleve un cambio de modelo profundo solo pueda ser posible a partir de un Concilio ecuménico, porque la reforma integral de la Iglesia sobrepasa las posibilidades de cualquier constitución papal.”

 

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