M A R Í
A M A G D A L E N A
SU ROL
PROTAGÓNICO AYER Y HOY
Recopilación de documentos.
Guayaquil, Pedro Pierre.
Julio de 2021.
CONTENIDO
Introducción
1.
Carta abierta a María
Magdalena, Emma Martínez
2.
María Magdalena en los
Evangelios, Gema López
3.
Historia y fiesta de María
Magdalena, Xabier Pikaza
-
Sinópticos
-
El Evangelio de Juan 20,1
-
La tradición posterior se ha
dividido en torno a María Magdalena
-
Reflexión sobre María Magdalena
-
La Iglesia, creación de “una
mujer histérica”
-
María Magdalena, Iglesia de
mujeres
-
Recuperar a las mujeres del
comienzo de la Iglesia
4.
La Magdalena y su (no)
pecado, Eduardo de la Serna
5.
María Magdalena fue apóstol
igual que los apóstoles, Consuelo Vélez
6.
María Magdalena después de
la muerte de Jesús, Tanya Torres}
7.
María Magdalena, ícono de
la igualdad, Juan José Tamayo
Conclusión: María
Magdalena, ícono de la igualdad y sinodalidad, Pedro Pierre
INTRODUCCIÓN
Gracias a las
mujeres teólogas, estamos recuperando la
verdadera identidad de María Magdalena. Pues, pronto en la Iglesia
primitiva, a lo contrario de la práctica y del mensaje de Jesús, el machismo se
fue fortaleciendo al puto de hacer de María Magdalena una prostituta y una
mujer de tercera categoría. Una lectura atenta de los Evangelios nos revela su
presencia con Jesús desde el principio y su rol protagónico en la resurrección
de Jesús y en la unión de sus discípulos para continuar la misión de Jesús.
El
redescubrimiento de la persona y
personalidad excepcional de María Magdalena nos permite relacionarnos con
lo genuino del testimonio de Jesús para lograr un Movimiento igualitario entre
varones y mujeres al servicio del Reino.
En tiempos
actuales de renovación eclesial con el liderazgo del papa Francisco, la imagen
de María Magdalena pasa a ser un ícono
de la Iglesia ‘sinodal’ que quiere el papa. Ella nos confirma que hoy, en
la Iglesia, el protagonismo de la mujer sigue vigente como en los primeros
tiempos, que todas y todos somos “discípulos misioneros” de Jesús, que
caminamos entre iguales sin distinción de clero y laicos, que somos igualmente
responsables de identidad y del ministerio de nuestra Iglesia y que Jesús no
deja de estar junto a nosotros y nosotras.
1. CARTA
ABIERTA A MARÍA
MAGDALENA, Emma Martínez
"La historia
patriarcal de nuestro cristianismo tiene una profunda deuda contigo".
Se te convirtió en la “pecadora”, “la adúltera”, la “llorona
arrepentida”.
Religión Digital - 28.07.2021.
"Tú sigues siendo un
referente para quienes, también como tú, formamos parte del movimiento de Jesús
y reclamamos que éste vuelva a ser una comunidad de iguales".
"Primero se intentó
silenciar tu protagonismo en la vida de Jesús y en el de la primera comunidad;
después se quiso robarte el título de la
primero testigo de la Resurrección,
para atribuírselo a Pedro,
tal como hizo el evangelio de Lucas (24,34) y
Pablo que ni siquiera te
nombra entre los testigos de la Resurrección (1Cor 15,5-8)".
"Las mujeres cristianas
te vamos reconociendo como nuestra patrona,
la inspiradora y
sostenedora de nuestras luchas,
la que mantienes la antorcha de la verdad del
sueño de Jesús:
hacer de la sociedad una
comunidad de iguales y para ello había que empezar haciéndolo posible,
en un pequeño grupo, para que fuese
creíble".
Querida María Magdalena,
¡Qué alegría
poder celebrar una año más tu fiesta en un momento de fuerte despertar en el
mundo entero del movimiento de mujeres en la sociedad y en las Iglesias reclamando
igualdad y derechos!
Tú sigues
siendo un referente para quienes, también como tú, formamos parte del
movimiento de Jesús y reclamamos que éste vuelva a ser una comunidad de
iguales. También nos alegramos de que gracias a tantas teólogas y biblistas
feministas podamos hoy reconocer tu verdadera identidad y qué pena de tanta
documentación y tradiciones perdidas que nos podrían haber aportar más luz
sobre tu persona y tu papel central en la vida de Jesús y en la primera
comunidad.
La historia patriarcal de nuestro
cristianismo tiene una profunda deuda contigo.
Las
autoridades religiosas y teológicas deberían pedirte perdón públicamente por la
injusticia que han cometido con tu persona.
Primero se
intentó silenciar tu protagonismo en la vida de Jesús y en el de la primera
comunidad; después se quiso robarte el título de la primero testigo de la
Resurrección, para atribuírselo a Pedro, tal como hizo el evangelio de Lucas
(24,34) y Pablo que ni siquiera te nombra entre los testigos de la Resurrección
(1Cor 15,5-8).
Una opción
ideológica y política que sirvió para reclamar el derecho exclusivo de los
varones para gobernar y obtener las “ordenes sagradas” y sostener así el
patriarcado socialmente dominante, aunque eso fuese traicionar la opción de Jesús
de una comunidad de iguales.
Sólo las tradiciones
marginales como la de los gnósticos y maniqueos te otorgaron la importancia
que te habías merecido y te escogieron como representante de sus doctrinas.
Con la
exclusión del Canon de todos los Evangelios que no fueron reconocidos por la
Iglesia oficial y la quema de los “escritos herejes” de los maniqueos y
gnósticos se intentó liquidar tu figura y tu protagonismo.
Como dice la
doctora Susan Haskins: “Con la desaparición de estos escritos
<heréticos>, María Magdalena, heroína de los gnósticos, discípula
principal, <compañera del Salvador>,<esposa>, <consorte> y
<pareja> suyas, se desvaneció a su vez para resurgir brevemente entre los
ortodoxos como testigo de la Resurrección y <apóstol de los apóstoles>,
si bien sobre todo, y de mayor importancia para la historia del cristianismo y
las mujeres, como una ramera arrepentida”[1].
Porque es
verdad que para completar y justificar el robo de tu autoridad, como era
imposible borrar tu presencia de los cuatro Evangelios, se te convirtió en
la “pecadora”, “la adúltera”, la “llorona arrepentida” (aún se conserva el
dicho de “llorar como una Magdalena”); la representante del “pecado de la
carne” paradójicamente ¡tan femenino! Que paradoja ¿verdad? Y todo eso ¿cómo
no? se ratifica con la autoridad Papal.
El papa
Gregorio Magno (540-604) zanjó la discusión sobre tu identidad y proclama que
“María Magdalena, Maria de Betania y la “pecadora” de Lucas, eran la misma
persona”.
Pero
felizmente el reconocimiento de tu misión como la Apóstol de los Apóstoles está
recogido no solo en los textos analizados sino que se difundió en grabados de
los siglos XI y XII, así como en las vidrieras del XIII de las catedrales de
Chartres, Auxerre y Semur in Burgundy.
Pero hoy de
nuevo las investigaciones feministas, y la de tantas teólogas y teólogos
buscadores de la verdad, han vuelto a recuperar el esplendor de tu imagen. Pero
aún están muy poco vulgarizadas sus conclusiones, aún eres una desconocida
entre la mayoría de las personas de nuestra comunidad cristiana.
Aún hoy
muchas te siguen identificando con la mujer “que amó mucho” así te nombró Jesús
pero para el gran público sigue siendo la “adultera” (Lc 7,36-50). A Eva la
pecadora del Antiguo testamento ya le salió una sustituta en el Nuevo, así
quedó marcada nuestra condición femenina: nosotras somos las “tentadoras”
(cuando el tentador reconocido por Jesús fue Pedro) y las “pecadoras”.
Las mujeres
cristianas te vamos reconociendo como nuestra patrona, la inspiradora y
sostenedora de nuestras luchas, la que mantienes la antorcha de la verdad del
sueño de Jesús: hacer de la sociedad una comunidad de iguales y para ello había
que empezar haciéndolo posible, en un pequeño grupo, para que fuese creíble.
Ayúdanos para
ser de verdad seguidoras de Jesús, para gritar con nuestra vida que merece la
pena seguir proclamando y haciendo verdad la Buena Noticia que nos
encomendó. Ayúdanos también para que no nos falten las fuerzas, ni el
humor, pues necesitamos una buena dosis de amor con humor para seguir ese
camino que tú y otras muchas mujeres de tu tiempo y de todos los tiempos nos
abrieron. Tú sabes de dificultades, rechazos, calumnias y menosprecios.
En ti nos
inspiramos, te reconocemos como nuestra patrona, compañera de camino,
alentadora de nuestra vocación apostólica, te celebramos con gozo y con coraje.
Gracias por ti. Te escribo en nombre de las muchas discípulas de Jesús que
queremos seguir haciendo posible y creíble una comunidad donde no haya ninguna
discriminación por ninguna razón (sexo, raza, clase, orientación y/o identidad
sexual).
Me despido por hoy, yo una de las
muchas discípulas en camino.
Nota
[1] S. Haskins, María Magdalena. Mito
y metáfora. Herder, Barcelona 1996. Para conocer las tradiciones sobre
María Magdalena recomiendo también: C. Bernabé, María Magdalena. Tradiciones
en el cristianismo primitivo, Verbo Divino, Estella 1994. Ambas obras con
abundante bibliografía.
2. MARÍA
MAGDALENA EN LOS
EVANGELIOS
Por lo que
tengo leído y estudiado, estoy convencida de que habría que lavarle la fama a Magdalena de una vez.
Os dejo esto para que estudiéis. Lógicamente, la información sobre María
Magdalena en los evangelios canónicos es escasa.
Es citada en relación con cinco hechos diferentes:
1.
De acuerdo con el Evangelio de Lucas, María Magdalena
proveyó materialmente a Jesús y sus discípulos durante su predicación en
Galilea. Se añade que anteriormente había sido curada por Jesús: «Le acompañaban
los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y espíritus
malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios.
Lucas 8:1-2.
2.
Nos encontramos a María de
Magdala en Mateo 27,56; en Marcos 15,40;
Juan 19,25, en los pasajes de la Pasión de Jesús.
3.
Estuvo presente en la sepultura y vio donde Jesús era puesto, según Mateo
27,61 y Marcos 15,47. Se la menciona junto a María la madre de Santiago el
menor.
4.
En compañía de otras
mujeres, fue la primera testigo de la
resurrección, según una tradición en la que concuerdan los cuatro
evangelios. Después comunicó la noticia a Pedro y a los demás apóstoles.
5.
Según un relato que sólo
aparece en el Evangelio de Juan, fue
la única testigo de la aparición de Jesús resucitado, Juan 20,11
Los citados
son los únicos pasajes de los evangelios canónicos en los que se nombra
a María de Magdala.
Quien
NO era María Magdalena
La tradición
católica, sin embargo, ha identificado con María Magdalena a otros
personajes citados en el Nuevo Testamento:
-
La mujer adúltera a la que Jesús
salva de la lapidación, en un episodio que sólo relata el Evangelio de Juan.
-
La mujer pecadora, en casa de
Simón el leproso, que lava los pies de Jesús con sus lágrimas, y los enjuga con
sus cabellos y que unge con perfume, los pies de Jesús en Galilea, cuyo nombre
no se menciona en Lucas 7,36.
-
María de Betania, hermana de Lázaro y Marta, a la que se atribuye en el Evangelio de
Juan la iniciativa antes mencionada, y que aparece en otros conocidos pasajes
del cuarto evangelio, como la resurrección de Lázaro. Se identifica también con
la María del episodio entre las hermanas, Marta y María.
-
La identidad de María Magdalena
como María
de Betania y «la mujer quien fue una pecadora» fue establecida
en la homilía 33 que el papa Gregorio I dio en el año 591, en el cual dijo:
«Ella, la cual Lucas llama la mujer pecadora, la cual Juan llama María [de
Betania], nosotros creemos que es María, de quien siete demonios fueron
expulsados, según Marcos» Y aquí el papa Gregorio la lió con todas las Marías.
Porque no hay nada que, ni lo argumente, ni que lo demuestre, que María
Magdalena fue una pecadora. Tan solo se dice que Jesús saco 7 demonios de ella,
es el numero bíblico de plenitud por excelencia y eso significa que la
enfermedad de la que Jesús la salvo, era grave.
A no ser que
creíais en las posesiones demoníacas y entonces no tengo más que decir.
3. HISTORIA
Y FIESTA DE
MARÍA MAGDALENA, Xabier
Pikaza
María Magdalena y
su papel relevante en la Iglesia primitiva
RD - 12.06.2016.
CONTENIDO
1. Sinópticos
2. El Evangelio de Juan 20,1
3. La tradición posterior se ha dividido en torno a María Magdalena
4. Reflexión sobre María Magdalena
5. La Iglesia, creación de “una mujer histérica”
6. María Magdalena, Iglesia de mujeres
7. Recuperar a las mujeres del comienzo de la Iglesia
Religión
Digital, con otros portales y periódicos cristianos, han dicho ayer
que el Papa
Francisco ha elevado la Memoria de María Magdalena,
convirtiéndola
en fiesta, que se celebrará todos los
años el 22 de Julio.
No se trata de un ascenso en el escalafón de los
santos,
ni de un reconocimiento a la figura y acción de la
mujer en la nueva iglesia cristiana (como algunos interpretan), sino de una
simple recuperación de su historia, tal como aparece en el Nuevo Testamento.
Más de ocho
postales he escrito y publicado sobre ella en los últimos años, pero con esta
ocasión quiero recuperar y publicar de nuevo, una reflexión de conjunto sobre
su figura. Ayer mismo, al presentar el Evangelio del domingo he comentado el
texto de la Confesión de la Pecadora de Lucas (7, 36-50) que suele atribuirse a
María Magdalena, con el espléndido libro de Pedro Lamet sobre el relato de su
vida. Hoy recojo, en forma escolar, lo que se sabe de ella, ofreciendo el texto
publicado en el Gran Diccionario de la Biblia.
María Magdalena ha sido y seguirá siendo una de las
figuras más enigmática y ricas de la historia cristiana, que ha proyectado
sobre ellas algunas de su filias, pero también alguna de sus fobias:
-
Algunos la han visto como la
pecadora convertida, una simple prostituta
recuperada por Jesús... para ejemplo de sumisión y conversión de prostitutas,
en el patio trasero de la sociedad y de la Iglesia.
-
Otros la han presentado, y
con más razón, como una de las creadoras de la iglesia cristiana, marginada luego por la jerarquía católica exclusiva de
varones. Ella habría sido incluso obispo (y casi Papa), con su hermana Marta,
en algún lugar de la Provenza.
-
Algunos la han tomado y
novelado (con pocas razones y menos buena literatura) como la amante de Jesús, y madre de su dinastía sagrada, que pervive aún en algún retoño
franco-americano, y que puede convertirse en rectora de la nueva cristiandad
liberada al fin de trabas machistas.
-
Tengo amigos la han visto
que la han visto y la ven como creadora de una comunidad especial de
mujeres-obispos, que sigue viviendo en Magdalia, de
donde se extenderá por el mundo...
-
Otros, en fin, han pensado que
ella ha sido una gran mujer... y que debemos recuperar de varias formas su
figura enigmática y creadora, en este comienzo del tercer milenio cristiano.
Entre ellos parece estar al Papa Francisco, que ha mandado celebrar su fiesta.
Buen día a todos, seguiré hablando de ella.
María
Magdalena ha jugado un papel importante en el principio de la iglesia, como testigo primero y más significativo de la muerte y sepultura
de Jesús y del descubrimiento de su tumba vacía, con otras dos mujeres, una de
las cuales (María la de Santiago y José) puede ser la madre de Jesús (como sabe
Jn 19, 25; cf. Mc 15, 40. 47; 16, 1-8), apareciendo unida a otras mujeres, como
transmisora del mensaje pascual para los discípulos.
Está
firmemente anclada en la tradición de la muerte, sepultura y anuncio pascual de
Jesús. No conocemos su familia, sino sólo su nombre, que la presenta como
natural de Magdala, ciudad de la ribera del lago de Galilea, al sur de
Cafarnaúm, lo que supone que es una mujer independiente, que no está definida
por los rasgos familiares (no aparece ni como hija, ni como esposa, ni como
madre de otra parte).
1. SINÓPTICOS
Presentan a
María entre las discípulas de Jesús, que le habían seguido y servido en
Galilea, siguiéndole hasta Jerusalén, donde permanecen a su lado hasta la cruz,
en contra de los discípulos varones (cf. Mc 15, 50-51; cf. Mt 27, 56.61; 28,
1). Ella aparece como testigo del → sepulcro vacío y debe trasmitir el anuncio
de la → pascua (Mc 15, 47; 16, 1). El relato de la pasión y pascua de Lc 23-24
conserva las mismas tradiciones, pero añade una muy significativa, citando
entre las mujeres que seguían a Jesús, de un modo especial, a «María Magdalena,
de la que había echado siete demonios» (Lc 8, 2); de esa manera la convierte,
al menos implícitamente en pecadora, en el sentido de «posesa».
Resulta
difícil saber si estamos antes una tradición histórica o ante una
interpretación del mismo Lucas, que ha querido poner de relieve el poder de
sanción y de perdón de Jesús. El mismo evangelio de Lucas parece identificarla
con la → pecadora que ha ungido los pies del Señor (cf. Lc 7, 36-49, cambiando
totalmente el sentido de unción de Mc 14, 3-9 (la mujer de la unción ya no es
profeta, sino pecadora perdonada).
Conforme a
esta visión de Lucas, María Magdalena sería una prostituta convertida a la que
Jesús acoge en su discipulado donde viene a realizar un papel importante en el
momento crucial de la crucifixión y de la pascua. Más aún, por asociación
lógica y «economía de nombres», algún lector podría suponer que esta pecadora
María es la misma María hermana de → Marta de Lc 10, 38-42. El evangelio de
Juan ha seguido ese camino insinuando (o haciendo posible) que la mujer de la
unción (Jn 12, 1-8) pueda ser la misma María Magdalena, hermana de Lázaro y de
Marta.
2. EL EVANGELIO
DE JUAN (Juan 20,1)
Ha mantenido la tradición de la presencia de
María Magdalena en la tumba vacío, pero ha desarrollado
de un modo ejemplar su experiencia pascual, presentándola como el primer
testigo de la resurrección, en clave de amor. Ella ha estado ante la cruz de
Jesús, aunque su papel queda eclipsado por la madre y el discípulo amado (Jn
19, 25-27) y después, en contra de la tradición sinóptica (cf. Mc 15, 47 par),
ella no aparece como testigo de la sepultura (Jn 19, 38-42).
De todas
formas, ella viene al sepulcro el domingo de pascua en la mañana pero, en
contra de Mc 16, 1 par, no lleva perfumes para ungir a Jesús. Viene dos veces.
Primero va sola; ya no necesita de las compañeras que según la tradición iban
con ella. Va sola, pero actúa como representante de todos los discípulos, de
manera que, cuando encuentra el sepulcro vacío (Jn 20, 1), vuelve a contárselo
a Pedro y al discípulo amado, representantes oficiales de la comunidad. Después
va con los dos discípulos, que descubren el sepulcro vacío y se marchan. Los
discípulos Se marchan del huerto de la sepultura, pero ella: quiere encontrar
el cadáver y llevarlo consigo y tenerlo a su lado (Jn 20, 14-15).
Significativamente, lo mismo que ante la tumba de Lázaro, ella está llorando y
no hace caso ni a los ángeles que se interesan por su llanto (Jn 20, 12-13).
Sólo busca a
Jesús. Pues bien, Jesús se le muestra en los rasgos de un jardinero que le dice
simplemente «¡María!». Al oír su nombre, ella entiende y se vuelve «y le dice
en hebreo ¡Rabboni! (que significa maestro). Jesús le dice: no me toques más,
que todavía no he subido al padre. Vete a donde mis hermanos y diles: subo a mi
Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Vino María Magdalena y
anunció a los discípulos: he visto al Señor y me ha dicho estas cosas» (Jn 20,
16-18). María quiere quedarse con Jesús, como si el tiempo se hubiera cumplido
y ha parado por siempre. Ya no existe para ella más gozo ni misterio que amar a
Jesús abrazando en el huerto sus pies de amigo y Señor resucitado. Pero Jesús
quiere que ella realice más tareas. Por eso, el encuentro se vuelve principio
de un nuevo servicio. De esa forma María, la vidente tempranera de la pascua,
viene a convertirse en primera de todos los apóstoles.
Ha encontrado
a Jesús en el huerto de la pascua. Ha tocado sus pies, ha sentido la fuerza de
su vida. Pero, sobre todo, ha escuchado su palabra, siendo así la primera
persona que acoge la palabra de Jesús resucitado, para responder y realizar su
obra. De esa forma aparece como el primer apóstol de la iglesia. Ella deja el
sepulcro, el encuentro inmediato con Jesús, y va a decir a los apóstoles
aquello que ha visto y vivido.
3. LA TRADICIÓN
POSTERIOR SE HA DIVIDIDO EN TORNO A MARÍA MAGDALENA
-
La línea más oficial ha destacado los aspectos devocionales, privados y penitenciales de
su figura, que ha quedado expulsada de la vida pública de la iglesia, en contra
del testimonio de Jn 20, 1-18 y de Mc 16, 9 (donde se dice que ella fue la
primera que vio a Jesús resucitado). Así lo muestran 1 Cor 15, 3-9, donde Pablo
no cita la aparición de Jesús a María, y el conjunto del libro de los Hechos
que no cuenta la historia de las mujeres en la iglesia primitiva (a pesar de
citarlas en Hech 1, 13-14). Dentro de la iglesia las mujeres como Magdalena han
venido a presentarse como signo público de penitencia.
-
Pero otra tradición,
atestiguada por algunos apócrifos, ha presentado a María Magdalena como signo
de una iglesia donde las mujeres han ejercido las tareas fundamentales de
predicación y presidencia de comunidades, que
han venido a estar básicamente definidas por la presencia femenina, rompiendo
así la división de espacios que marcaba la tradición romano-helenista (los
varones en la vida pública, las mujeres en casa). En un momento dado, la
iglesia ha creído que eso implicaba un peligro para el buen orden comunitario.
Por eso ha querido relegar (y ha relegado a las mujeres) al plano privado de la
obediencia y de la escucha de la palabra (así lo indican las cartas pastorales:
1 Tim, Tito).
Pero en el
fondo de ese intento puede descubrirse la importancia que ha tenido María
Magdalena, tal como lo atestigua Celso y lo recuerdan diversos textos gnósticos
donde María Magdalena aparece como figura dirigente dentro de la iglesia, al
lado (y a veces en contra) de Pedro. La relectura de la figura y función de
María Magdalena en el nacimiento del cristianismo constituye uno de los temas y
tareas más importantes de la exégesis bíblica en los próximos decenios.
4. REFLEXIÓN
SOBRE LA MAGDALENA: Experiencia pascual, experiencia de mujeres.
Ellas habían
acompañado a Jesús durante su ministerio y siguieron con él (cerca de él) hasta
la cruz, queriendo seguirle después, al otro lado de la muerte, pero al modo
antiguo, es decir, ungiendo su cuerpo para enterrarlo con honor, guardando su
luto y venerando su memoria en un → sepulcro. Sin embargo, ellas no pudieron
cumplir los ritos funerarios, porque los soldados (o unos delegados de los
sacerdotes) lo habían arrojado en una fosa común de ajusticiados.
Pues bien,
por providencia cristiana, lo que en un plano era un fracaso (no pudieron
obtener el cuerpo y celebrar el rito de unción y llanto fúnebre: un entierro
sagrado) se transformó, por la misma dinámica del evangelio, en certeza
superior de Vida y Presencia mesiánica. Ciertamente, fue su amor el que
descubrió que Jesús estaba vivo; pero, al mismo tiempo, en un nivel más hondo,
ellas supieron que era el mismo Dios quien les llevaba a descubrir a Jesús
resucitado. Por caminos en principio diferentes al de Pedro y los Doce, las
mujeres supieron que Jesús estaba vivo, es decir, resucitado, en ellas y con
ellas, ofreciéndoles de nuevo, ahora, de un modo más profundo, el don y tarea
de su Reino. Es muy probable que ellas iniciaran caminos de experiencia y
creación pascual (iglesia) que la tradición patriarcal posterior ha velado.
5. LA IGLESIA,
CREACIÓN DE “UNA MUJER HISTÉRICA”
A mediados
del siglo II d. C., Celso, filósofo pagano, escribe
un libro donde define al cristianismo como creación de un grupo de mujeres
histéricas: «Pero debemos examinar la cuestión de si alguien que realmente
había muerto ha resucitado alguna vez con el mismo cuerpo... Pues bien ¿quién fue
el que vio eso? Una mujer histérica, como tú dices, o quizá algunas otras que
habían sido embaucadas por la misma brujería, o que lo soñaron, hallándose en
un estado peculiar de mente o que, motivadas por su mismo deseo, tuvieron una
alucinación fundada en alguna impresión equivocada (una experiencia que ha
sucedido a miles de personas); pero es todavía más probable que ellas quisieran
impresionar a otros contándoles una fábula fantástica, de tal manera que a
través de esta historia, propia de animales sin razonamiento, ellas tuvieran
una oportunidad de impresionar a otros mendigos».
Celso critica
a los cristianos desde una perspectiva social y religiosa, y lo hace destacando
y condenando la función que las mujeres (especialmente Magdalena) ejercieron en
la vida de Jesús y en el comienzo de la iglesia. Los círculos cristianos
mantuvieron por tiempo la memoria de María Magdalena, a quien tomaron no sólo
como seguidora y amiga de Jesús, sino como fundadora de la iglesia (cf. Mc 16,
1-11; Mt 28, 1-8; Lc 24, 1-11; Jn 20, 1-18 y varios escritos gnósticos del
siglo II y III). Pues bien, cuando condena a María Magdalena, llamándola
histérica, Celso rechaza igualmente a las mujeres que seguían realizando una
función importante en el siglo II, liderando comunidades y presidiendo
asambleas, con funciones que después se harán exclusivas de obispos o
presbíteros varones.
6. MARÍA
MAGDALENA, IGLESIA DE MUJERES
Celso y otros
muchos jerarcas romanos y/o helenistas del siglo II condenaron el carácter
«femenino» de la iglesia, pues pensaban que ella mezclaba dos planos que debían
hallarse separados: el oficial, dirigido por sacerdotes y varones, que forman
la estructura dominante de la sociedad; el privado, propio de la casa, donde
han de estar las mujeres. A su juicio, el cristianismo negaba la distinción de
esos niveles, destruyendo así la estructura jerárquica de la sociedad y del
Imperio.
Ciertamente,
desde mediados del siglo II, la administración oficial de la iglesia (impulsada
ya por las Cartas pastorales, atribuidas a Pablo: 1 y 2 Tim, Tito) tiende a
ratificar la estructura patriarcal del entorno, siguiendo modelos helenistas.
Pero gran parte del poder real de las iglesias (y a veces la misma autoridad
oficial) se hallaba en manos de mujeres, de tal
forma que Celso y otros pensaron que el cristianismo era una religión femenina.
Esas comunidades dirigidas por mujeres asumen y desarrollan algunos de los
elementos básicos del mensaje de Jesús quien, al situarse ante las mujeres de
su tiempo, criticando tradiciones que parecían inmutables por hallarse avaladas
por Moisés (cf. Mc 10, 1-12), dijo que al principio no fue así. Ciertamente,
los Doce habían sido varones, como los doce patriarcas de Israel, en su misión
israelita, pero en el conjunto del movimiento de Jesús y de la Iglesia
primitiva hay otras líneas de autoridad y testimonio en la que no se distinguen
las funciones de varones y mujeres (cf. Gal 3, 28).
7. RECUPERAR A
LAS MUJERES AL COMIENZO DE LA IGLESIA
Ciertamente,
el relato de las apariciones de Pablo (1 Cor 15), escrito desde una perspectiva
masculina, no recoge la presencia de las mujeres. De un modo convergente, para
potenciar el evangelio en la sociedad greco-romana (con religión oficial
masculina), Lucas contará la historia del primer cristianismo a partir de los
varones (en Hechos) y las Cartas Pastorales (1-2 Tim, Tito) intentarán imponer
la estructura masculina de la autoridad cristiana. Pero en principio la iglesia
no fue así.
Las mujeres
de la pascua no dependían de Pedro y de los Doce, ni recibieron su autoridad o
mensaje a través de unos varones, sino que eran cristianas autónomas y
creadoras de comunidad, de manera que, según Celso y otros, la iglesia pudo
presentarse como lugar peligroso, pues negaba la distinción de poder entre los
sexos. Al principio no había dominio de Pedro sobre las mujeres, sino caminos
convergentes y fraternos, de varones y mujeres que compartían una misma
experiencia y tarea, superando el modelo social de un mundo que daba a los
hombres el poder en la ciudad y encerraba a las mujeres en la casa.
Ciertamente, las mujeres de la pascua deben compartir su experiencia con Pedro
y los otros discípulos (cf. Mc 16; Mt 28: Lc 24; Jn 20) y parece que lo han
hecho (a pesar de las divergencias entre los diversos textos), pero no para
someterse a Pedro y quedar subordinadas, sino para ofrecer un testimonio de
Jesús, que se abre y expresa de formas distintas y complementarias por varones
y mujeres.
En esa línea
el origen múltiple del mensaje pascual (mirado desde varones y mujeres)
constituye un dato irrenunciable de la iglesia, aunque algunas comunidades
posteriores lo hayan silenciado, impidiendo que las mujeres accedan a los
ministerios. Las mujeres del principio descubrieron y expandieron (cultivaron)
una forma de presencia pascual que pudo servir para superar el riesgo
apocalíptico de aquellos cristianos, que tendían a esperar pasivamente la
vuelta de Jesús. Ellas supieron que lo esencial era amar como él había amado,
retomando su experiencia mesiánica, a partir de los excluidos y crucificados de
la sociedad.
Así
ofrecieron una contribución esencial al movimiento cristiano. Pero más que el
influjo de unas mujeres aisladas importa el hecho de que las iglesias
primitivas fueron lugares de convivencia abierta (escandalosa, según muchos),
comunidades que superaban la división de jerarquías y funciones establecidas
(el hombre en público, la mujer en casa), abriendo así un camino que después ha
sido en gran parte negado por la institución masculina de la Gran Iglesia.
Para saber más
E. BAUTISTA, La mujer en la Iglesia
primitiva, Verbo Divino, Estella 1993;
C. BERNABÉ, María Magdalena, Verbo
Divino, Estella 1994;
M. MACDONALD, El poder de la mujer
histérica, Verbo Divino, Estella 2004;
M. SAWICKI,
Seeing the Lord. Resurrection and
Early Christian Practices, Fortress, Minneapolis 1994;
E. SCHÜSSLER FIORENZA, En memoria de
Ella, DDB, Bilbao 1989;
K. JO TORJESEN, Cuando las mujeres eran
sacerdotes: el liderazgo de las mujeres en la primitiva iglesia y el escándalo
de su subordinación con el auge del cristianismo, Almendro, Córdoba 1997;
X. TUNC, También las mujeres seguían a
Jesús, Presencia Teológica 98, Sal Terrae, Santander 1999;
B. WITHERINGTON
III, Women in the ministry of Jesus, Cambridge UP 1984; Women in the Earliest
Churches, Cambridge UP 1988).
4. LA
MAGDALENA Y SU
(NO) PECADO, Eduardo de la
Serna
"O era prostituta o era la pareja… Magdalena no importaba.
Importaba su cuerpo"
La obsesión con lo sexual
(a partir del rechazo helenista del cuerpo, seguramente)
llevó a entender los siete
demonios como un gravísimo pecado sexual.
Un tema teológico e
ideológico se transformó en sexual. Y entonces, para muchos (todavía hoy)
Magdalena fue compañera de
Jesús.
Lo cierto es que los cuatro
evangelios afirman la presencia de la Magdalena,
y mencionándola siempre en
primer lugar.
RD. 23.07.2020.
No pretendo
ser ni creativo ni novedoso al escribir sobre María Magdalena en esta nota,
menos después de que Carmen Bernabé escribiera su libro ¿Qué se sabe de…? María
Magdalena (Verbo Divino 2020). Pero sí quiero tratar de aclarar algunas cosas…
Era frecuente
ver que se ponía en paralelo como ejemplo de grandes pecadores y grandes
arrepentimientos a san Agustín y santa María Magdalena. Y -como era de
esperar por cierta perversión. sus pecados habían sido sexuales. Por ejemplo,
la conversión de Francisco de Asís, que va a la guerra (con lo que esa palabra
significa) y llega a ser el hermano universal no es tan importante como la
conversión de Agustín que tuvo sexo (sic). Pareciera que las negaciones de
Pedro y la huida de los demás amigos dejándolo sólo al Maestro no es tan grave
como una supuesta e inexistente prostitución
No es la
ocasión de ser detallado, pero, en el caso de la Magdalena, la falta de
datos históricos de los Evangelios (que no están interesados en brindarlos,
porque no son para eso los Evangelios), llevó a que con el tiempo se integraran
en uno a dos o más personajes. La idea era “rellenar los huecos”. Así se unió a
Judas con Tadeo, a Bartolomé con Natanael, por ejemplo. Y el caso emblemático
fue María Magdalena, es decir, de Magdala. En los Evangelios encontramos una
mujer anónima, en Betania, casa de Simón, que unge la cabeza de Jesús (Marcos
14,3), pero Juan nos dirá que esa fue María, de Betania, la que ungió los pies
(Juan 12,3) y los secó con los cabellos. Ahora bien, Lucas nos narra, en otra
casa, de otro fariseo, también Simón, que una "pecadora en la ciudad"
ungió los pies de Jesús y llorando los secó con los cabellos. Es decir, sin
duda, un hecho de la vida de Jesús es interpretado por los distintos
evangelistas de distinta manera (anticipo de la sepultura, en Marcos y
Juan, arrepentimiento de los pecados, en Lucas), y atribuido a diferentes
personas: una "pecadora en la ciudad" en Lucas, María de Betania en
Juan, una mujer anónima en Marcos. ¿Cómo terminamos en María Magdalena? Difícil
saberlo.
A María de
Magdala sólo la encontramos en los relatos de la Pasión, Sepultura y
Resurrección una vez (Lucas 8,1-3), en donde Lucas
adelanta lo ya anunciado (que un grupo de mujeres acompañó a Jesús desde
Galilea a Jerusalén; cf. Marcos 15,40-41). Lo que nos había dicho Lucas es que
de María Jesús había “expulsado siete demonios” (Lucas 8,2, lo que repetirá un
añadido a Marcos en 16,9). Es sabido que el número siete es indicativo de
plenitud, y que los demonios suelen referir a enfermedades o situaciones de
alienación. Es decir, María había estado muy enferma y Jesús la había sanado, a
partir de lo cual ella lo “siguió” (verbo que sin duda, indica discipulado).
Quizás aquí radica la confusión… La obsesión con lo sexual (a partir del
rechazo helenista del cuerpo, seguramente) llevó a entender los siete demonios
como un gravísimo pecado sexual. Como en Lucas el relato de la "pecadora
en la ciudad" y la referencia a María están cerca, “el plato estaba
servido”: María Magdalena había sido prostituta. Quedaba otro elemento, si
María (nombre notablemente común en el judaísmo, ya que había sido la hermana
de Moisés), era de Magdala, ¿cómo decir que era de Betania? Lo cierto es que,
en la liturgia, hoy tenemos fiesta de María Magdalena, de santa Marta, de
Betania, pero no de María, de Betania (a pesar que, si se trata de la misma
persona, parece ser que eligió mejor que Marta, Lucas 10,42).
Queda,
todavía, un elemento más… el gnosticismo de los siglos II y III intentó
confrontar con la Institución (Pedro), en nombre de la sabiduría, sofía. La
Magdalena, discípula central, servía claramente para contrastarlos, y entonces
la puso tan a la par que, en momentos, aparece como pareja de Jesús. Un tema
teológico e ideológico se transformó en sexual. Y entonces, para muchos
(todavía hoy) Magdalena fue compañera de Jesús. Es interesante notar que o era
prostituta o era la pareja… Magdalena no importaba. Importaba su cuerpo.
Los
evangelios la presentan como discípula (“seguía”, “servía” a Jesús). Y
de tanta importancia como para que, salvo en la escena de la Madre de Jesús al
pie de la cruz, la Magdalena siempre es mencionada en primer lugar. Incluso es
llamativa la diferencia de los nombres de las otras mujeres que la acompañan en
la escena de la ida al sepulcro en los cuatro evangelios: María de Santiago y
Salomé (Marcos), la otra María (Mateo), María de Santiago y Juana (Lucas), solo
ella (Juan), lo cierto es que los cuatro evangelios afirman la presencia de
la Magdalena, y mencionándola siempre en primer lugar. Por eso es coherente
que sea ella (haya sido como fuere su encuentro con el Resucitado; quizás en
los momentos de duelo y visita a la tumba, frecuente en las mujeres de su
tiempo) la que es enviada (apostelô, en griego) a avisar a los compañeros de
Jesús sobre lo que acaba de ver. De allí que sea llamada “apóstola de los
apóstoles”. ¡Nada menos!
5. " MARÍA
MAGDALENA FUE APÓSTOL
IGUAL QUE LOS
APÓSTOLES "
Consuelo Vélez
La fiesta de María Magdalena y el protagonismo de las mujeres.
RD - 21.07.2020 - Consuelo Vélez
Esperemos que este 22 de
julio, la solemnidad de María Magdalena sea ocasión
para afirmar y reconocer su
participación y protagonismo en el movimiento de Jesús.
Fue ella la primera
evangelizadora y la que anunció a los otros apóstoles que Jesús había
resucitado.
El año pasado
comentando en clase que el Papa Francisco en 2016 había elevado la memoria de
María Magdalena a la solemnidad de “Fiesta” porque ella fue Apóstola
(así la llamó Santo Tomás) igual que los demás apóstoles; una estudiante, muy
emocionada por conocer la verdadera historia de María Magdalena, dijo que lo
iba a contar en su comunidad para que al otro día celebraran esa fiesta con la
solemnidad que merecía. A la siguiente clase le pregunté cómo le había ido con
la celebración y me dijo, con gran pesar, que en su comunidad no habían estado
de acuerdo porque, a fin de cuentas, ella había sido una pecadora
arrepentida y no podía estar a la altura de los apóstoles. De nada sirvió
que la religiosa les explicará la comprensión actual sobre su figura; fue
más fuerte la tradición recibida y sus hermanas religiosas no estaban
dispuestas a cambiarla.
Y no es de
extrañar porque durante siglos se invisibilizó su papel y su protagonismo
en el cristianismo de los orígenes y se divulgó una imagen que no tenía nada
que ver con la realidad. Se le confundió con la pecadora pública que entró a
casa de Simón y ungió los pies de Jesús y con María la hermana de Marta y
Lázaro. El arte cristiano, la liturgia y la predicación se han encargado de
mantener esa imagen de María Magdalena y han dejado en la sombra el hecho de
haber sido la primera testiga de la resurrección y a quien primero se le confió
anunciar esa Buena Noticia. Es decir, fue ella la primera evangelizadora y
la que anunció a los otros apóstoles que Jesús había resucitado.
Mons. Roche,
secretario de la Congregación para el culto divino, explicando el sentido del
decreto cuando fue publicado en 2016, dijo que la iglesia estaba llamada a
reflexionar profundamente sobre la dignidad de la mujer y por eso
consideraba que el ejemplo de Santa María Magdalena debía ser presentado a los
fieles de un modo más adecuado. Más aún, que era justo que la celebración
litúrgica tuviera el mismo grado de festividad que se daba a la celebración de
los apóstoles en el calendario romano general y que se resaltara la misión
especial de María Magdalena, como ejemplo y modelo para todas las mujeres de la
Iglesia.
En verdad, es
urgente que se presente a los fieles no solo “de un modo más adecuado” sino de
la manera como siempre debió ser -y que lo confirman los datos de la
hermenéutica feminista-, el papel de las mujeres en el cristianismo primitivo
y, por ende, el lugar que hoy deberían ocupar en la iglesia. Más aún, es
cuestión de justicia, como lo dijo el arzobispo, porque no es un capricho,
un intento de introducir en la iglesia los avances sociales respecto a los
derechos de las mujeres, sino una característica esencial del
movimiento de Jesús: la inclusión de mujeres y varones en condiciones de
igualdad.
Los estudios
actuales han avanzado mucho en comprender cómo se fue quitando el
protagonismo a las mujeres -bien por acomodarse a la sociedad de entonces y
evitar problemas, bien por cuestiones de poder que siempre han estado
presentes-, pero la dificultad es que los resultados de esos estudios entren
en la conciencia cristiana y se renueve nuestra manera de ser iglesia. Los
clérigos podrían estar mucho más actualizados porque la bibliografía es
abundante y eso ayudaría a que el laicado recibiera una predicación más
viva, más profética, más empeñada en recuperar los orígenes cristianos para
sacudir el lastre del tiempo y mantener la vitalidad de los orígenes.
También el laicado -que ahora ya tiene más acceso a estudios teológicos- podría
apropiarse más de esta riqueza que aporta la teología actual, frente a
tantas realidades eclesiales y así promover los cambios que se precisan. Pero
siempre hay que preguntarse qué teología se enseña porque abundan los
centros de estudios teológicos o catequísticos que parece no han sido
permeados por el Vaticano II y solo eso explica que todavía tanto pueblo de
Dios -clérigos y laicos- se escandalicen por los comentarios que se
hacen y que ya son patrimonio de la teología actual.
Esperemos que
este 22 de julio, la solemnidad de María Magdalena sea ocasión para afirmar
y reconocer su participación y protagonismo en el movimiento de Jesús. Ella
que acompañó a Jesús “desde Galilea hasta Jerusalén” (Mc 15, 40-41) y fue apóstol
igual que los apóstoles, nos convoque a todo el laicado pero,
principalmente a las mujeres, a un apostolado activo y a una palabra
“pública”, sin miedo a que nuestra palabra sea vista con recelo,
como fue la de ella y la de las otras mujeres que la acompañaban (Juana y María
la de Santiago) cuando anunciaron a los apóstoles y a todos los demás que Jesús
había resucitado. Según dice el evangelista, a los que las escuchaban “todas
esas palabras les parecían como desatinos y no les creían” (Lc 24,11).
Seguir
mirando a la iglesia de los orígenes para estar más a tono con ella, es prueba
de fidelidad al querer de Jesús y de docilidad al Espíritu que no
deja de “soplar donde quiere y como quiere” (Jn 3,8) para que a la iglesia
entren esos aires nuevos que tanto se necesitan para que
mantenga su significatividad en estos tiempos que vivimos.
6. MARÍA
MAGDALENA DESPUÉS DE LA MUERTE
DE JESÚS
Internet,
2019.
El Evangelio
de María Magdalena contiene sugerencias que indican que luego de la muerte y
resurrección de Jesús, el apóstol Pedro no mantenía una buena relación con
ella. Además, la ocupación romana continuaba y todos aquellos que fueron
seguidores de Jesús en vida continuaron siendo perseguidos después de su
muerte. Se piensa que por estas razones María Magdalena tuvo que huir de
Palestina.
No hay
documentos que aseguren cuál fue su destino, pero las leyendas medievales del
sur de Francia ofrecen una explicación de lo que pasó después.
El viaje en
barca
Varias
leyendas cuentan que María Magdalena
salió de su tierra y llegó a la costa del sur de Francia. La barca en que
salió, se dice, no tenía ni remos ni timón.
Una de las
leyendas cuenta que la barca se dirigió a una isla llamada Ratis en la costa de
Galia, el lugar de un templo dedicado a la Diosa en sus formas de Cibele,
Artemisa e Isis.
Ratis se
convirtió en Saintes Maries de la Mer, el lugar donde, según la leyenda,
desembarcó María Magdalena junto con Lázaro, María de Betania (que para algunos
es la misma que María Magdalena) Salomé la madre de Juan, Maximino y José de
Arimatea. Los personajes varían según las leyendas.
Por eso se
cree que allí en Saintes Maries de la Mer desembarcaron tres marías: María
Magdalena, María Salomé y María Jacobi. Desembarcó también una niña llamada
Sara, un nombre que quiere decir "princesa" en hebreo. Sara, de tez
morena, fue la hija de María Magdalena y Jesús.
Las Marías se
separaron para llevar el evangelio a otros lugares. María Magdalena se fue a la
Provenza, donde predicó y convirtió a muchos de sus habitantes. Estos
cristianos se convirtieron en los cátaros, las víctimas de la primera cruzada
debido a sus creencias religiosas que la Iglesia consideraba como una herejía.
La herejía era su creencia en María Magdalena como la esposa de
Jesucristo.
Un milagro
convierte a los nobles
Según la
"Leyenda francesa" de La leyenda dorada, María Magdalena
conoció a un príncipe y a su esposa, quienes al principio se resistieron a
convertirse. Cuando María Magdalena efectuó el milagro de revivir a la princesa
y a su hijo cuando ya se les había dado por muertos, ambos nobles se
convirtieron, lo que ayudó a que toda la población del área siguiera su
ejemplo.
La muerte de
María Magdalena
María
Magdalena pasó sus últimos 30 años de vida retirada en una cueva donde pasaba
sus días meditando y rezando. Todos los días, los ángeles la llevaban al cielo
para alimentarla, y en el momento de su muerte, la llevaron al cielo. Esta
cueva también se ha relacionado al antiguo culto de la Diosa en Europa.
Cuando llegó
la hora de su muerte, María Magdalena llamó buscó a San Maximino y tuvo una
muerte gloriosa en su presencia. En la cripta de la Basílica de Santa María
Magdalena en Saint Baume se encuentra un sarcófago y un relicario con sus
restos.
Se dice que
las otras dos marías se quedaron en Saintes Maries de la Mer junto con Sara,
que se convertiría en la santa patrona de la ciudad. Hoy en día existe una
estatua de una niña pequeña y morena que todos los años los gitanos sacan en
una gran peregrinación con que celebran su llegada a esa tierra.
Debido a estas leyendas y a las
creencias de los antiguos cristianos de la zona, en el sur de Francia existen
muchas iglesias que hacen referencia a María Magdalena a través del arte que
guardan en sus muros.
Existen más
historias acerca de la vida de María Magdalena después la muerte de Jesús. Una
relata que se fue a Éfeso y otra que se fue con José de Arimatea a
Inglaterra.
7. MARÍA
MAGDALENA, PIONERA DE LA IGUALDAD
Juan
José Tamayo.
Amerindia - 22
de Julio de 2020.
Fiesta de María Magdalena.
A las mujeres y las organizaciones feministas, a mis amigas y
colegas teólogas feministas
de las diferentes religiones y tradiciones espirituales, que luchan
por la emancipación de las mujeres,
con mi solidaridad fraterno-sororal y en sintonía.
¿Pecadora
(arrepentida), prostituta (penitente), endemoniada (curada por Jesús), mujer
sensual, arquetipo de la sexualidad femenina (¡puro sexo!), sirvienta, amiga,
amante, esposa de Jesús de Nazaret? Éstas y otras imágenes similares de María
Magdalena están tan grabadas, casi a fuego, en el imaginario religioso de la
gente, sea cristiana o no, que no son fáciles de desmentir.
Responsabilidad
no pequeña tienen, al menos en las imágenes más negativas, algunos
evangelistas, especialmente Lucas,
que dice que de la Magdalena “habían salido siete demonios” y, de otras mujeres
seguidoras de Jesús que “habían sido curadas de espíritus malignos y de
enfermedades” (Lc. 8,2). No están exentos de responsabilidad los intérpretes
varones del Nuevo Testamento, que relacionan a María Magdalena con la pecadora
perdonada que besa los pies de Jesús, los unge con perfume y los seca con sus
cabellos.
Las
representaciones que acentúan su desbordante sensualidad proceden sobre todo
del mundo pictórico. Las imágenes más morbosas que tienen que ver con la
relación afectiva de Jesús con María Magdalena han sido reforzadas y
amplificadas recientemente por obras literarias y cinematográficas de ficción.
¿Responden
estas imágenes a la realidad o son mera ficción literaria? ¿Pertenecen a la
historia o a la leyenda? ¿La María Magdalena así descrita es un personaje real
o puramente imaginario? Sobre su
existencia no parece haber dudas. Las
pruebas son tozudas al respecto como demuestran investigaciones recientes de
gran solidez científica en el terreno histórico-critico. Sirvan dos como botón
de muestra.
Una es La
resurrección de María Magdalena, de Jane Schaberg (Verbo Divino,
Estella, 2008), rigurosa investigación interdisciplinar de las fuentes
cristianas canónicas de la Biblia hebrea y del Testamento cristiano, así como
de los escritos gnósticos y de la arqueología, del arte y de las leyendas, que
recupera la figura de María Magdalena
liberada de las imágenes negativas que sobre ella ha construido la
ideología patriarcal desde los propios textos canónicos hasta la exégesis
actual. Otra es La historia oculta. María, madre de Jesús, y María
Magdalena, de Lluís Busquets Grabulosa (Destino, Barcelona, 2009), que,
analizando los mismos textos de la obra anterior, deja sin argumentos la
contraposición que algunas comunidades cristianas establecieron interesadamente
entre María de Nazaret, considerada madre virginal de Jesús y de los creyentes
cristianos, y María Magdalena, comparada con la Eva pecadora.
A pesar de su
fuerte sesgo patriarcal y androcéntrico, los llamados evangelios canónicos
(Mateo, Marcos, Lucas y Juan) ofrecen una imagen de María Magdalena diferente
de los estereotipos vigentes. La ciudadana de Magdala pertenecía al
grupo de seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret de la primera hora, es decir, acompañaba a Jesús desde el comienzo
del movimiento en Galilea. Quizá formara parte del colectivo de mujeres
galileas que disponían de autonomía económica y se reunían para celebrar
comidas comunitarias, realizar prácticas de curaciones y celebrar encuentros de
reflexión teológica.
Este
movimiento se inscribía en las luchas
emancipatorias contra la opresión política y patriarcal, y posibilitó, sin
duda, el carácter igualitario del
grupo de seguidores y seguidora de Jesús de Nazaret. María Magdalena acompañó a
Jesús en los momentos más difíciles de su vida pública, cuando, sólo ante el
peligro, sus más cercanos seguidores lo abandonaron y algunos le negaron
descaradamente. El momento más dramático fue el de su muerte, dolorosa y
humillante en extremo, como era la crucifixión, el suplicio más cruel e
ignominioso, según Cicerón, reservado a los delitos de carácter político o
militar.
En el caso de
Jesús, judío y súbdito -no ciudadano- romano, convergían los dos rostros de la
ignominia: era maldito de Dios, como decían las Escrituras judías (“Maldito el
que pende de un madero”), y sedicioso político. No resultaba fácil mantenerse
seguidor hasta el final de un condenado a muerte por subversivo y blasfemo, y
menos aún continuar su causa, como
hizo María Magdalena. Todo lo contrario: era muy peligroso ya que el poder
ponía tomar represalias contra quienes acompañaban al condenado por
considerarlos cómplices.
Otra prueba,
quizás la más importante, del reconocimiento del liderazgo de María Magdalena
en los evangelios canónicos es su presentación como primera testigo de la resurrección. Testimonio que le concedía una
autoridad especial y la situaba en un lugar preferente en el movimiento de
Jesús. Es ella la primera que experimenta la resurrección del Maestro en un encuentro personal con el resucitado y
la que se lo comunica a los demás discípulos, que no creen en sus palabras
porque, al ser mujer, no la consideran ni fiable, ni creíble, ni relevante.
Es
precisamente de la experiencia de la resurrección del Crucificado, vivida y
testificada por María Magdalena y las mujeres que la acompañaban, de donde nace
la Iglesia cristiana, que da continuidad al movimiento puesto en marcha por
Jesús de Nazaret en Galilea. Por tanto, sin las mujeres quizás el movimiento de
Jesús no hubiera continuado, ni hubiera existido la Iglesia cristiana.
Sin embargo,
pronto tomaron las riendas de aquel grupo marginal, contrahegemónico,
carismático e itinerante los varones y lo convirtieron en una organización jerárquico-piramidal-patriarcal
o, si se prefiere, en una patriarquía, que muy poco tenía que ver con el primer
movimiento igualitario de Jesús. Los evangelios de carácter gnóstico,
como el Evangelio de Felipe, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de María,
Pistis Sofía, Diálogos del Salvador y el Evangelio de Santiago ofrecen otros
elementos igualmente importantes para reconstruir la figura de María Magdalena.
Destaquemos
algunos, siguiendo el análisis de Jane Schaberg, si bien de manera tentativa y provisional:
-
Ella existe como personaje y
memoria en un mundo cuyos textos acusan un lenguaje androcéntrico y patriarcal.
-
Se expresa con atrevimiento y
osadía en un mundo real y simbólico dominado por varones. Esto le da un relieve
especial.
-
Es una persona preeminente
entre los seguidores y seguidoras de Jesús, posee autoridad espiritual y
ejerce un liderazgo en igualdad de condiciones con los discípulos.
-
Recibe visiones privilegiadas y
mensajes de Jesús que no tienen los discípulos. Es presentada como compañera
íntima de Jesús.
-
Está en conflicto con algunos
discípulos varones por la fiabilidad de su testimonio. Éstos llegan a protestar
por la cercanía de María de Magdala con Jesús.
-
Aparece como consoladora
y maestra de los demás discípulos. Es elogiada por su inteligencia
superior.
En los textos
analizados, tanto los canónicos como los apócrifos, María Magdalena aparece
como continuadora de la tradición
profética de Israel, iniciadora de
la creencia cristiana en la resurrección, sucesora
de Jesús de Nazaret y heredera de su
autoridad espiritual. La teología feminista recurre a ella como fuente de
autoridad y un punto de referencia para la puesta en marcha de un cristianismo
alternativo, sin las discriminaciones de género que perviven en la
mayoría de las Iglesias cristianas hoy.
María
Magdalena es, sin duda, una figura para el mito y la leyenda, pero también un icono en la lucha por la emancipación
de las mujeres, a la que apelan los movimientos feministas como referente
irrenunciable en la construcción de una sociedad sin violencia, sin discriminación y
sin desigualdades por razones de género.
María de
Magdala responde ejemplarmente, creo, al perfil de Ethel Smyth, personaje de
una de las novelas de Virginia Woolf, a la que describe de esta guisa: “Pertenece
a la raza de las pioneras, de las
que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado
rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van
llegando tras ella”.
Despatriarcalizar a Dios, a Jesús, a
las iglesias
El movimiento
feminista ha reconocido a María Magdalena como “pionera de la igualdad”. Es
hora ya de que las iglesias cristianas hagan lo mismo y devuelvan a las mujeres
el protagonismo que tuvieron en el movimiento de Jesús y en el cristianismo
primitivo.
Afirmaba la
pensadora feminista Mary Daly: “Si Dios es varón, el varón es Dios”.
Hoy se sigue presentando a Dios como varón, que solo se deje presentar por
varones y convierte a estos en “masculinidades sagradas”, en contra del relato
de la creación del Génesis que habla del hombre y de la mujer creados a imagen
de Dios. Se continúa patriarcalizando a Jesús de Nazaret, convirtiendo un hecho
biológico en principio teológico que excluye a las mujeres de toda
representación jesuánica. La patriarcalización de Dios y de Jesús se traduce en
organizaciones cristianas jerárquico-patriarcales, que, en un círculo vicioso,
legitiman, apoyan y refuerzan el patriarcado político, familiar, moral,
educativo, etc.
Tenemos una
tarea urgente: despatriarcalizar a
Dios, a Jesús de Nazaret y a las organizaciones cristianas. Es condición
necesaria para recuperar el cristianismo igualitario de María Magdalena y
re-crear iglesias libres de discriminaciones de género, identidad sexual, clase
social, etnia, etc. Dicha tarea hemos de llevarla a cabo en sintonía y
colaboración con los movimientos feministas, que deben apoyar la causa de la
igualdad en las iglesias y las religiones.
¡Ojalá que
cada vez seamos más los hombres y las mujeres de todos los credos e ideologías, etnias y culturas que, sin ser
pioneros y pioneras, al menos sigamos el camino de la emancipación abierto por
María de Magdala hace veinte siglos!
Juan José Tamayo es director de
la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos
III de Madrid. El libro donde estudia el papel fundamental de María Magdalena
como pionera de igualdad es: Otra teología es posible. Pluralismo religioso,
interculturalidad y feminismo (Herder, Barcelona, 2012, 2ª ed.)
CONCLUSIÓN
MARÍA
MAGDALENA: ÍCONO DE LA IGUALDAD Y SINODALIDAD, Pedro Pierre
El movimiento mundial más grande es el de las mujeres…
porque existen Movimientos femeninos en todos los países, combativos,
alternativos y propositivos. Los gobiernos neoliberales no quieren mujeres
dignas y protagonistas. Por eso hacen tan poco para combatir la trata de mujer
que ha pasado a ser, después del tráfico de drogas, el segundo negocio más
rentable del planeta. El 30 de julio pasado era el Día Mundial contra la trata
de personas… ¿cuántos lo hemos sabido? Además de los Estados nacionales, tal
vez sean las Iglesias las que más discriminan a las mujeres. Su teología y sus
estructuras son una violencia permanente contra las mujeres, su identidad y sus
aportes por el machismo, el patriarcalismo y el fundamentalismo que las
mantiene desvaluadas, marginadas y despreciadas.
Un ejemplo en la Iglesia católica es la visión
sumamente negativa que, desde siglos, se hace a su mayor fundadora, María
Magdalena. Todavía hay muchos escritos y muchas prédicas que la presentan como
‘pecadora, prostituta, adúltera, llorona arrepentida’… trastornando la realidad
de las primeras Comunidades cristianas. Hasta decimos como refrán acostumbrado:
“Llorona como una Magdalena”. Bien puede ser que nos encontramos muchos y
muchas en esta situación sin darnos cuenta que, inconscientemente, hemos
asimilado este error garrafal.
En ninguna parte de los Evangelios se nos presenta a
María Magdalena de manera negativa. La realidad es más bien lo contrario… Lucas
nos dice que “Algunas mujeres habían sido curadas de espíritus malos o
enfermedades: María, de sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete
demonios”. Es cierto que padecía alguna enfermedad grave, pero fijémonos que,
justo antes Lucas escribe que estas mujeres hacían parte del grupo de
discípulos y discípulas que seguían permanente a Jesús: “Lo acompañaban los
Doce y algunas mujeres que había sido curadas…”.
La realidad es que pronto en la Iglesia primitiva el
machismo de la cultura judía apareció en sus ministros varones… lo que supo
aprovechar muy bien el imperio romano con el emperador Constantino del siglo 4
para asumir a la mayoría de la jerarquía y así mantener su dominio sobre los
territorios que se iban independizando. Contrariamente a los evangelistas, Pablo,
cuando habla de los testigos de la resurrección de Jesús no cita a María
Magdalena. El conocido filósofo griego Celso, del siglo 2, describe al
cristianismo como la creación de “una mujer histérica”, aludiendo a María
Magdalena, que, según él, testificaba sobre la resurrección de Jesús para
“impresionar a otros contándoles una fábula fantástica, propia de animales sin
razonamiento…” Más tarde, en el siglo 6, el papa Gregorio Magno lo ratifica sin
mayor fundamento, aduciendo que María Magdalena, María de Betania y la pecadora
de Lucas eran la misma persona… ¡Y se ha esperado el siglo 20 para desmentir
estas aberraciones!
Entonces ¿quién era María Magdalena? Su sobrenombre
nos indica que era originaria de la ciudad de Magdala, al borde del lago de
Tiberíades, en la provincia norteña de Palestina. Desde el principio del
ministerio de Jesús hizo parte del grupo de discípulos varones y mujeres que
siguieron a Jesús hasta el pie de la cruz, la sepultura y la resurrección de
Jesús. Juan cuenta que María Magdalena tuvo un encuentro personal con Jesús
resucitado, siendo la primera que lo reconoció y recibiendo la misión de parte
de Jesús de anunciar su resurrección a los demás apóstoles. Al comienzo de la
Iglesia primitiva, Lucas señala que estaban, “María, la madre de Jesús, sus
hermanos y algunas mujeres”, sin nombrar específicamente a María Magdalena.
Pero se sabe por otra tradición que ella fue la primera animadora de la
Comunidad cristiana. Unos especialistas de la Biblia afirman que ella sería la
autora del cuarto Evangelio y hasta de la Carta a los Hebreos. Los escritos
apócrifos, o sea, no reconocidos oficialmente por la Iglesia, nos dan más
informaciones sobre María Magdalena, en particular su cercanía con Jesús. Todo
eso nos hace ver el rol de primera plana que tenía María Magdalena en la
Iglesia primitiva, que bien se la puede calificar de fundadora de la misma…
¿Qué lecciones podemos sacar de estas reflexiones? En
estos tiempos el papa Francisco trabaja decididamente en la transformación del
Vaticano, de las instituciones católicas y de los ministerios eclesiales,
buscando dar a la Iglesia una organización sinodal o sea donde todos somos
iguales e igualmente responsable. Para esto el testimonio de María Magdalena
nos recuerda que Jesús, con su Comunidad igualitaria de varones y mujeres,
quería una Iglesia de todos, sin sectarismo ni marginación en contra de las
mujeres. Más bien les daba un lugar relevante mediante un poder compartido. En
las primeras Comunidades no había sacerdotes: Quién presidía la ‘fracción del
pan’ o Eucaristía, era indistintamente el o la dueña de la casa en donde se
reunían.
Todo esto nos hace ver la relevancia del rol y de la
personalidad de María Magdalena para que hoy las mujeres recuperen los
espacios, el poder y los ministerios de los cuales han sido injustamente
desposeídas durante siglos tanto en la sociedad como en la Iglesia. En general
las Iglesias tienen una gran deuda con ellas. Por eso ha perdido su
originalidad, su verdadero rostro, su valor referencial para construir un mundo
de respeto mutuo, de igualdad efectiva y de pujanza hacia nuevos caminos que
exigen los tiempos presentes. Con el reconocimiento del verdadero rol de María
Magdalena daremos de Dios y de Jesús un testimonio más fiel y esperanzador para
responder a los desafíos actuales, tanto sociales como religiosos.
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