S A C E R D O CI O, C E L I B A T O …
1ª parte.
Recopilación de
textos. PR. Marzo de 2017.
CONTENIDO: 1ª parte.
Presentación: Un nuevo culto centrado en el Reino, PR.
1ª parte: Sacerdocio
1.
Urgente renovación
del clero, M. Velásquez
2.
Sacerdocio
y CEBs, E. Hoornaert
3.
Por una
Iglesia sin clérigos, J. Pérez
4.
Movimiento
de Sacerdotes casados, E. Hoornaert
5.
Clericalismo,
J. M. Castillo
6.
Curas
para promoción personal J. M. Castillo
7.
‘El
hábito no hace el monje’, P. Mallo
8.
El
sacerdocio en la carta a los Hebreos, J. Housset
CONTENIDO: 2ª parte.
9.
Todos sacerdotes como Jesús,
X. Pikaza
10.
Contra el sacerdocio de la
mujer, J. I. González
2ª parte: Celibato
11.
Celibato en la historia de la
Iglesia, I. Pérez
12.
Jaque mate al celibato obligatorio
J. J. Tamayo
13.
Celibato opcional, Movimiento
para el celibato opcional
14.
Celibato y misericordia, R.
González
15.
Crisis de la vida religiosa,
papa Francisco
3ª parte: Diaconizas
16.
Diaconado femenino, Emilia
Robles
17.
No quieren ser diaconizas, A.
Aradillas
Conclusión
18.
Jesús fue laico, J.
Miranda
Aparecida 209-210.
Presentación : UN NUEVO
CULTO CENTRADO EN EL REINO, Pedro Pierre.
En
nuestra Iglesia católica la mayor crisis
es la del sacerdocio. Hace 50 años el Concilio Vaticano 2º destacó la
importancia de volver a conocer al Jesús histórico y su opción por los pobres.
Además esbozó una nueva manera de entender y vivir el sacerdocio: reconoció la
prioridad al sacerdocio común de los bautizados sobre el sacerdocio ministerial
ordenado, y puso éste al servicio del primero. Pero no avanzó más. Entonces
muchos sacerdotes se retiraron; otros fueron expulsados por pedofilia; los
seminarios se fueron vaciando y las vocaciones sacerdotales declinaron sin que
se vea un repunte. Por todas partes las
comunidades cristianas se quedan sin sacerdotes y sin eucaristía…
Al
mismo tiempo los teólogos de todos los continentes se pusieron a reflexionar: ¿qué sacerdotes queremos para qué Iglesia?
En América Latina, la Conferencia Episcopal Latinoamericana que se reunió en
Aparecida, Brasil, 2017, insistió en que la Iglesia necesitaba de un “fuerte remesón”, debía emprender la reforma de las parroquias y fomentar
por todas parte una gran misión continental,
confirmaba la validez de las Comunidades
Eclesiales de Base e invitaba a los obispos a promoverlas en sus diócesis.
No se puede decir que estas orientaciones encontraron un gran eco,
lastimosamente… En cuanto a los teólogos, ¿qué nos dicen?
A. LA GRAN TAREA DE JESÚS FUE HACER ACONTECER EL REINO
Ya
no se discute que la misión de Jesús fue el Reino y que el mayor empeño de la
Iglesia, siguiendo a su Maestro, es también el Reino. Pero las estructuras
todavía no han cambiado mucho: las parroquias siguen iguales que anteayer y los
seminarios donde se forman los sacerdotes también.
1.
El Antiguo Testamento se centró en el culto y el cumplimiento de la
ley
·
Al principio, en tiempos de los
Patriarcas y las Matriarcas, quienes ejercían la función sacerdotal era los
jefes de familias. Lo vemos con Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y
Raquel… Esa tradición no se perderá.
·
Luego al organizar Moisés el
pueblo que había rescatado de Egipto, el ejercicio del sacerdocio fue confiado
a la
tribu de Leví, de la que Moisés y Aarón eran parte. Ellos se encargaron
de cuidar las tablas de la Ley del Sinaí, celebrar las maravillas de Dios,
quemar sacrificios de animales y ayudar a seguir los pasos de la Alianza con
Dios.
·
El exilio en Babilonia durante
más de 50 años trajo una nueva esclavitud sin la posibilidad de continuar como
pueblo, sin templo, sin sacerdotes… Al regresar en Palestina, fueron los
sacerdotes que reorganizaron el país y reconstruyeron la capital
Jerusalén y el templo. A pesar de las muchas resistencias, se creó una clase
sacerdotal y un culto centrado en la pureza
de sangre y el cumplimiento estricto de la ley de Moisés. La mayoría de la
gente del campo, muy pobres, no podían cumplir con todos estos requisitos y
fueron marginados y despreciados por la clase sacerdotal dirigente.
2.
Con Jesús el proyecto de Dios se centra en la fraternidad universal
·
Jesús era un campesino pobre de
una región marginal. Se sintió llamado a ser profeta itinerante a cargo de la
construcción del Reino de Dios. Y de hecho comenzó a establecerlo entre
los pobres de su región y de su país: ellos iban a ser los mejores obreros del
Reino, con el apoyo de sus apóstoles y discípulos, varones y mujeres
indistintamente.
·
Jesús no vino para reformar la
religión judía ni su culto, sino darles un giro totalmente nuevo. Para él, el
amor era el centro de todo, a vivir y promover en Comunidades. “Busquen
primero el Reino de Dios; lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6,33).
El culto que quiere Dios es ser un pueblo fraternal que contagie todos los demás
pueblo: “Ofrézcanse como un culto agradable a Dios” dice Pablo a los
Romanos (12,1): toda la vida tiene que ser ese pasión por la fraternidad.
·
De alguna manera desaparecieron
el sacerdocio y el culto de los sacrificios. En el Nuevo Testamento ni
Jesús ni los apóstoles son llamados sacerdotes. Si la carta a los Hebreos
reconoce a Jesús el título de “sumo sacerdote” fue porque su vida y su muerte
fueron una ofrenda agradable a Dios: el Reino se había inaugurado en Jesús. Los
apóstoles y demás seguidores de Jesús iban a ser los nuevos encargados de
continuar su obra.
·
En las primeras comunidades, la
fracción del pan era, por una parte,
el recuerdo de la última Cena, símbolo del compartir que crea la fraternidad y
la comunión con Dios, y, por otra, el compromiso de continuar la tarea de Jesús
hasta las últimas consecuencias. Quienes eran los encargados de presidir dicha
celebración, eran, como en tiempos pasados, los jefes de familias, varones y
mujeres indistintamente.
·
Con las últimas cartas
atribuidas a Pablo, se percibe la presencia de dirigentes sacerdotales de
comunidades: diáconos, presbíteros y obispos. Con la asimilación al
imperio romano en el siglo 4, pasaron a formar una nueva clase sacerdotal que
se inspiró del Antiguo Testamento y de los cultos de la religión romana. Se
rompía la tradición de Jesús contrario al ejercicio de un poder dominador, a la
aceptación de privilegios personales, a la celebración de un culto centrado
en su ‘sacrificio’ en la cruz y a la necesidad de intermediarios obligados para
relacionarse con Dios…
B. LA CENTRALIDAD DEL REINO EXIGE UN NUEVO SACERDOCIO
Para
volver a la tradición de Jesús y de las primeras Comunidades cristianas, hay
que retomar y profundizar las orientaciones del Concilio Vaticano 2º: lo
absoluto del Reino, la primacía del sacerdocio colectivo de los bautizados, la
construcción de la fraternidad, las Comunidades que se ofrecen como nuevo culto
agradable a Dios.
1.
“Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”
-
Al ser ungido como ‘profetas,
sacerdotes y reyes pastores’ en el día de nuestro bautismo, se nos trazó el
camino correcto.
·
Somos ‘profetas’ cuando proclamamos palabras de vida y de verdad que denuncian lo
que destruye el Reino y anuncian todo lo que lo construye.
·
Somos ‘sacerdote’ cuando participamos de todas las ofrendas que hacen grupos y
pueblos de su fraternidad alegre.
·
Somos ‘reyes-pastores’ cuando nos constituimos en asociaciones, comunidades y sociedades
vivas, equitativas, participativas, creativas y solidarias de una humanidad
reconciliada entre sí, con los demás, la naturaleza y Dios.
-
Podemos ser sacerdotes y
sacerdotisas de nuestro pueblo sin más poder ni privilegio que los de cumplir
con el mandato que nos da de encaminarlo en su tarea irrenunciable de construir
y ofrecer el Reino.
2.
Todos somos sacerdotes como Jesús
-
Como Iglesia somos el
‘Cuerpo sacerdotal’ de Jesús.
-
Puede ser que unos y unas sean
encargados de esta dimensión sacerdotal, pero no pueden ser detentores de
poderes exclusivos ni de privilegios de clase ni ser intermediarios obligados
para relacionarnos con Dios. Eso era la Antigua Alianza que terminó con Jesús.
-
Si las Comunidades nombran personas
para ejercer un servicio sacerdotal, se encargarán de lo que nos
dejaron las primeras comunidades al realizar la fracción del pan:
·
Anunciar que la muerte de Jesús
fue su máxima solidaridad con el Reino comenzado a partir de los pobres.
·
Recordar la vida de Jesús como
una ofrenda agradable a Dios, un acto sacerdotal único e irrepetible.
·
Continuar la obra del Reino
como compromiso absoluto de los seguidores de Jesús.
·
Celebrar la resurrección de
Jesús y la presencia del Padre en nuestros pequeños y grandes logros de nuestra
existencia cotidiana.
·
Agradecer a Dios por habernos
elegido para tal noble tarea…
-
Como en la oración eucarística de
nuestros templos, todos varones y mujeres estamos llamados a
·
‘Anunciar la muerte de Jesús’
en todas las muertes injustas de los que trabajan por un mundo de fraternidad,
de justicia y de fe;
·
Proclamar la resurrección de
Jesús tanto en las personas, los grupos y los pueblos que nacen a una vida
nueva como en la naturaleza respetada, defendida y promovida como se lo merece;
·
Invocar al Espíritu para que
siga animando desde dentro la entrega generosa de la vida hasta la muerte, el
crecimiento en dignidad, valentía y alegría de los creadores de una nueva
humanidad, o sea, el Reino que avanza hacia su plenitud.
CONCLUSIÓN
Ese es la
clase de sacerdotes, de seguidores, de pueblo y de Humanidad que quiere Dios.
Eso fue el ejemplo y el camino de Jesús: ser un Reino de fraternidad universal.
Nos toca continuarlo individual y colectivamente… con la fuerza del Espíritu.
Como Jesús somos sacerdotes de Dios y de nuestro Pueblo. Ese es el culto
inaugurado con Jesús en la Nueva Alianza y ofrecido en la cruz. Somos los
herederos dichosos de tal proyecto humano y divino a la vez. No se detendrá
porque tiene la fuerza de Dios.
1.
URGENTE NECESIDAD DE
RENOVACIÓN DEL CLERO,
Marco Velásquez.
RD., 21 de
marzo de 2016 a las 12:16
La fecundidad
del ministerio pascual de monseñor Oscar Arnulfo Romero está a la vista
"No se puede negar la existencia de una crisis del clero"
Convertir la casulla en coraza.
En el contexto de la Semana Santa, el clero de todas las diócesis del
mundo se reúne en torno a su obispo para renovar las promesas sacerdotales.
Con la Última Cena, el Jueves Santo es un día de especial significación en la
vida de la Iglesia, porque al mediodía se conmemora la institución del
sacerdocio y al atardecer se revive la institución de la Eucaristía.
Sacerdocio y Eucaristía quedan indisolublemente
unidos en aquella Cena donde el Hijo de Dios asume su propia pascua. Así, la
pascua de antaño, que anticipaba la salida del pueblo de Dios esclavizado hacia
la Tierra Prometida, es ahora la nueva y definitiva pascua, mediante la cual
Jesucristo libera a la humanidad entera con la perspectiva del Reino de paz, de
justicia y de amor. De esta manera, el sacerdocio instituido por Jesucristo conlleva
exigencias fundamentales, como son el testimonio de la propia pascua.
El sacerdocio ministerial, en su forma y configuración eclesial,
no ha sido el mismo en la historia de la iglesia. Desde el servicio testimonial
al pueblo de Dios, evolucionó hacia su clericalización, en un proceso histórico
y paulatino que fue asimilando, cada vez más, las prerrogativas de la
administración del poder eclesial. En el extremo de dicha involución, el
sacerdocio ministerial ha llegado a convertirse en signo de lo sagrado y en
ícono de lo eclesial. En la antípoda, lo relativo al pueblo de Dios ha
llegado a configurarse con lo profano y lo mundano. Tal asociación conceptual
no es ficción, sino realidad inobjetable. Es la visión que el mundo tiene de la
Iglesia; una mirada que importa mucho, porque ahí están los destinatarios de la
tarea fundamental de la Iglesia.
El devenir reciente de la Iglesia ha dejado al descubierto un cúmulo de
situaciones que delatan la "corrupción del Evangelio" de parte
de cierto clero, que si bien no es generalizada, compromete ineludiblemente la
imagen eclesial. En este proceso hay que reconocer que ni siquiera la
"revolución de la misericordia" del papa Francisco ha conseguido
desconectar del juicio público, el descrédito que el clero endosa a la Iglesia,
imponiéndole un desprestigio social innegable. Y si lo clerical expresa lo
sagrado, la imagen de Dios queda también desdibujada socialmente. De esta
manera, la crisis de sentido -que afecta los hijos e hijas de Dios-, en
cierto modo remite a la crisis de la Iglesia, y ésta, a la crisis del clero.
No se puede negar la existencia de una crisis del clero. No sólo porque
las estadísticas revelan una tendencia de largo plazo a la reducción de las
vocaciones sacerdotales, sino porque en
la base hay una realidad más compleja. En esa base está la evolución acelerada
de una cultura que provoca, en muchos aspectos, una brecha de incomprensión
creciente entre la vida sacerdotal y la vida común de la gente.
Las que ayer eran valoradas como verdaderas virtudes cardinales,
atribuibles al ministerio sacerdotal, en el presente, muchas veces, no logran
ser comprendidas. En tal sentido, la consagración total y radical a Dios, el
servicio del pueblo santo, el celibato, la santidad de vida, así como los votos
de pobreza, castidad y obediencia, no consiguen, sino, constituirse en una demostración
flagrante de las contradicciones del clero. Incluso, muchas de aquellas
virtudes de antaño, son en el presente signos de desconfianza. Visto así, la
historia ha despojado al sacerdocio ministerial de uno de sus atributos
esenciales, como es ser signo de contradicción fecundo, a la manera de
Jesucristo.
Para un laicado acostumbrado a experimentar las fragilidades cotidianas
de la vida, habituado a luchar y a organizarse para conseguir los más
elementales derechos y que ha aprendido a esperar el futuro con más
incertidumbre que certeza, no puede sino desconfiar de un sacerdocio
ministerial ordenado para mandar, para asegurarse determinados privilegios,
para gozar de cierta consideración eclesial o para acceder a las seguridades
del futuro. Con más realismo que molestia, hay que reconocer que el sacerdote
de hoy y de mañana no será reconocido como un buen pastor, si no une su
ministerio a la pascua de Jesucristo, a la fragilidad y a la kénosis del Hijo
de Dios. Ello implica convertir la casulla en coraza, para acompañar a su
pueblo en las luchas cotidianas que enfrentan, especialmente, los más débiles.
Sólo así, el ministerio sacerdotal podrá recuperar su virtud esencial,
de ser signo de contradicción, en medio del hastío que sufren tantos hijos e
hijas de Dios. Si esto es exigible a los sacerdotes, cuanto más lo es para
quienes están investidos del ministerio episcopal. Precisamente, en este Jueves
Santo 2016, la institución del sacerdocio y de la Eucaristía coinciden con la
memoria de un obispo que supo convertir los signos del poder episcopal, en
instrumentos de liberación para su pueblo. A 35 años del martirio de monseñor Oscar
Arnulfo Romero, la fecundidad de su ministerio pascual está a la vista.
2 . SACERDOCIO Y
CEBs, Eduardo Hoornaert.
EL NACIMIENTO
DE LA IGLESIA CATÓLICA LATINOAMERICANA.
CUESTIONAMIENTOS
DESPUÉS DE MEDELLÍN AL SACERDOCIO.
Al dinamizar la formación de comunidades de base (CEBs) en toda América
Latina, Medellín abrió un campo de cuestionamiento sobre el sacerdocio.
Cualquier sacerdote que tiene una experiencia en las comunidades de base, sabe
que la imagen tradicional del sacerdote (que aparece en la comunidad es para
celebrar la misa, administrar los sacramentos, llevar a cabo los ritos y
liturgias), es reemplazada
gradualmente por la imagen del sacerdote que
-
está en el círculo,
-
al lado de los laicos y laicas,
-
escuchando e interfiriendo de vez
en cuando.
-
Poco a poco, a menudo sin ser conscientes de ello, el sacerdote recuerda
la antigua imagen del "maestro”, que caracteriza el movimiento de Jesús en
los primeros siglos.
De hecho, el movimiento de Jesús nació en oposición al sistema
sacerdotal hegemónico en la religión judía de la época y opta por una actuación
de un tipo de liderazgo en boga en el sistema de la sinagoga. De ahí la
experiencia con maestros, profetas, doctores, rabinos, varios nombres para
indicar liderazgos no sacerdotales.
-
Estos maestros se destacan por sus cualidades personales,
-
no son investidos de poder a través de la legitimación (ordenación) de
parte de alguna instancia,
-
no reciben pago por sus servicios,
-
no se distinguen por algunas ropas especiales.
Emanados del sistema de la sinagoga judía, estos maestros modelan el movimiento de Jesús, por lo menos hasta la
segunda mitad del siglo II.
-
Es un modelo sin templo o
sacerdocio, sin ritos ni ordenaciones,
-
un movimiento centrado en la acción nutriéndose de la lectura y la
observancia de la Palabra de Dios en la cotidianidad de la vida. Hasta que
Constantino (siglo IV), no hay distinción entre las personas sagradas y
profanas dentro del movimiento de Jesús.
-
Todos son
laicos, entre los cuales algunos se destacan como "maestros".
El clero como una clase separada de los laicos es una innovación del
siglo IV. La estructura de oficina trae consigo el postulado de la religión: es
la religión que se introduce en el
Evangelio. Se olvidan de los presupuestos iniciales del movimiento de
Jesús. La diferenciación entre la religión y Evangelio es esencial, como hemos
considerado en la reflexión anterior: el Evangelio se vive en la vida real,
material, social, mientras la religión se vive en un mundo simbólico. Si, hoy
en día, la religión católica se inspira en la cultura clerical romana, es por
un tipo de resistencia particularmente dura.
A partir de la vida vivida y prácticamente sin teorizar, la imagen
primitiva del maestro vuelve a aparecer en las CEBs. Es por la experiencia que
uno se da cuenta de que la lógica de la Comunidad de Base, expresión concreta de la opción por los pobres, no coincide con el
sacerdocio tal como se vive tradicionalmente. En otras palabras, las
comunidades postulan un " nuevo tipo " de padre. En este sentido, por
ejemplo, el arzobispo Romero, obispo
asesinado, puede ser presentado como un ejemplo
de un maestro cristiano en América Latina, porque él dio su vida
proclamando la Palabra de Dios ante las situaciones de injusticia extrema. Él
no invoca ninguna autoridad establecida en la sociedad, sino sólo la autoridad de la Palabra de Dios que él
interpreta de acuerdo con la situación de su país, y por la cual murió.
3 . POR
UNA IGLESIA SIN
CLÉTIGOS, José Ramón
Pérez Perea.
Mayo de 2016.
¿ES POSIBLE UNA IGLESIA SIN CLÉRIGOS (CURAS, OBISPOS, PAPAS)?
- Jesús
no fue sacerdote, ni consta que instituyera el sacramento del Orden.
Más bien
criticó a la “casta sacerdotal”, que fueron los que le condenaron. Jesús crea la Comunidad de iguales,
en la que se encuentran personas con
distintas cualidades (karismas).
Históricamente
los cristianos multiplican su número. Aparecen distintos modos de actuar, de
pensar, se producen disensiones y van a sentir la necesidad de proteger su
unidad, de gobernar la diferente y dispersa Comunidad. Se comienza a establecer
poderes de gobierno: unos van a mandar y otros a obedecer, unos a
enseñar y otros a aprender.
Los
elegidos para el Gobierno tienen que justificar
su autoridad recibiendo un “Plus”, que los legitime y diferencie de los demás.
Se crea la sacramentalidad: el poder viene de Dios, a través de
un Ritual y se traspasa de generación en generación, y se instituye un orden de menos a más
(diáconos, sacerdotes, obispos, papas). Con ello, se obliga a la
Comunidad a obedecer y bajo la amenaza
de la excomunión al disidente: no
hay salvación fuera de la Iglesia (de los curas) [“Nula salus extra
eclesiam”]. Se llega a construir, pasados los primeros años, lo que Jesús nunca
quiso, la casta Sacerdotal, que
tanto había criticado en su tiempo, y en la que se desecha a las mujeres.
- Si
analizamos de dónde proceden los
poderes sobrenaturales de los clérigos, descubriremos que:
-
El bautismo no es privativo suyo.
Cualquier persona -si realiza diversas formalidades- tendrá capacidad de
bautizar.
-
El perdón de los pecados, mediante
la confesión individual, tampoco consta en ningún texto de la Escritura. Las
recientes investigaciones determinan que el texto de S. Mateo (16,21) no fue
pronunciado por Jesús, sino creado
posteriormente, para poder justificar el “atar y desatar” de los clérigos. Es
la Comunidad la que se reúne, oye y perdona a quien lo pide. La
confesión individual se establecerá muchos siglos después.
-
La unción de los enfermos, si bien
aparece en la Carta de Santiago, no consta que lo fuera por mandato de Jesús.
Más bien va en la línea del uso de
ungüentos caseros contra las enfermedades y heridas, en un tiempo
carente de procedimientos clínicos; a modo de lo que aparece en la parábola del
samaritano (Lc. 10,34), no seguidor de Jesús, que cura con aceite y vino
(desinfectante) al herido por salteadores.
-
El sacramento del matrimonio ni fue instituido por Jesús
ni es privilegio de los clérigos. Según la propia doctrina eclesiástica, son
los mismos esposos, cuando se aceptan mutuamente, como marido y mujer, los que
se constituyen como tales. La tarea del cura se reduce a ser mero testigo, de
un contrato creado, en siglos
posteriores, para asegurar la propiedad y su transmisión de padres a hijos.
-
La Eucaristía,
como presencia física, de Jesús en las hostias
consagradas por los sacerdotes por el mero hecho de la pronunciación de
unas palabras míticas, que
transforman “milagrosamente” el
pan y vino en la persona de Jesús, tantas veces como se quiera y que se guardan
por centenares en miles de sagrarios por todo el mundo, no resiste -hoy día- a un mínimo análisis racional. La presencia eucarística de Jesús ha de
entenderse como su presencia cuando sus discípulos se reúnen en Asamblea de iguales, movidos por el amor, en actitud de servicio a
los otros (lavatorio de pies).
Festejando el acontecimiento del amor sin límites, con un banquete, en el que
se ofrece Pan y Vino, como señal de total entrega a los demás. Sólo el Amor
hace presente a Jesús.
Desvanecido el carácter
sobrenatural, de las acciones clericales su poder exclusivo de gobernar
cae por su propio peso. La gobernabilidad de las Comunidades ha de recaer en
personas, democráticamente elegidas
por la propia comunidad, sin Plus alguno de sobrenaturalidad. Basta que sean buenos gestores, honrados,
transparentes y sometidos a las decisiones de las Asambleas.
EN CONCLUSIÓN
Es el Pueblo de Dios
(Concilio Vaticano II) el que recoge el testimonio que Jesús nos pasó. Ya no hay clérigos-laicos, hombres-mujeres,
libres-esclavos, que decía s. Pablo (Gal. 3,28). Es el Pueblo de Dios el que es sacerdotal, sin diferencias entre
un@s y otr@s.
Estimada
familia, amigo/a, hno/a:
Adjuntamos
texto de teólogo Eduardo Hoornaert, grato aporte recibido de hermanas
Evangelizadoras de los Apóstoles, que agradecemos y reenviamos en fraternidad.
Esperamos que sea provechoso y difundan.
También
acompañamos una breve reseña biográfica de hermano padre casado EDUARDO, con
correo complementario si algunos de ustedes quieren contactarse: e.hoornaert@yahoo.com.br
Fraternalmente,
Enrique Orellana (Chile).
https://evangelizadorasdelosap
ostoles.wordpress.com/2017/01/ 11/en-el-xxi-encuentro-mfpc-br
asilia-una-nueva-etapa-eduardo-hoornaert/
CONTENIDO
Saludo
1. Etapas superadas, pasos dados
2. ¿Una nueva etapa, un nuevo paso?
3. Quiero ir más allá de padre casado
4. Soy miembro de la Iglesia, pero quiero ir más allá
Anexos
-
“Tú eres Pedro”
-
Textos sobre el sacerdocio en
el Nuevo Testamento
-
Bibliografía: J. Spong y R.
Lenaers.
Movimiento de Familias de Padres Casados.
Un
Anticipo de la Mesa-Redonda del 20 de enero de 2017.
4 . UN
CAMINO DE 40
AÑOS.
Queridas
amigas y amigos:
El tema
general de este Encuentro es ‘Renovación y Esperanza’, siendo uno de los Asuntos
el profetismo del Papa Francisco.
Con ese marco
referencial voy a sugerir lo siguiente: Decir que el Papa es profeta es
decir que él provoca.
Y provoca de tal manera se da el raro
caso en la historia de la Iglesia, que cuatro Cardenales se colocan en abierta
oposición, uno de los cuales, el norteamericano Burke -de 68 años-, se sintió
particularmente marginalizado, ya que había obtenido altos puestos en tiempo de
Juan Pablo II y Benito XVI, fue, nombrado por Francisco, Gran-Maestro de la
Orden de Malta, una Organización católica fuerte en EEUU, aunque casi
desconocida fuera de ese País. Ese caso ilustra bien el clima en la alta
jerarquía católica. Algunas figuras de peso se sienten provocadas y se
resuelven a reaccionar.
La
provocación que sugiero acá consiste en proponer una nueva etapa en la marcha del MFPC (Movimiento de Familias
de Padres Casados). Tal vez pueda parecer algo pretencioso, pero,
en fin, ocurre que desde el inicio de la década de los ’80, Tereza y yo
participamos -aunque irregularmente-, de los Encuentros, y es por eso que
podemos decir algunas cosas.
A lo largo de
varias décadas (ya son 40 años, si no me engaño) observamos que el MFPC ha ido
recorriendo diversas etapas, de las
que voy a nombras algunas que recuerdo.
1. ETAPAS
SUPERADAS, PASOS DADOS
Constato que el Movimiento, a lo largo de esos años, tomó algunos
posicionamientos que meren ser repasados. Cito algunos:
-
Desde el inicio, el Movimiento
rechazó absolutamente la terminología de ‘expadres’. Con dignidad, se afirmó
como movimiento de ‘padres casados’.
Con esa
postura, rechazó la idea de ‘reducción al estado laical’, con sus
implicancias despreciativas. Pueden verse, en ese sentido, los Artículos que
aparecieron en el Número 4 del año ’84 en la Revista Vozes, en 1990, pp.
389-436, firmados por Francisco Salatiel, Joares Vergolino, Raimundo Caramuru e
Irene Cacais. El mismo posicionamiento en el Libro “Padres Casados -
Testimonios e Investigaciones”, editado el mismo año por la misma Editorial
Vozes con escritos de Jorge Ponciano, Luis Pasquali, Fernando Spagnolo y Joao
Batista Schmitt.
-
Desde el inicio, y este es un
segundo punto a destacar, el Movimiento procuró crear entre los “salidos” y sus
compañeras un ambiente de acogimiento, también a veces de ayuda financiera,
confraternización y amistad entre los Padres ‘que dejaron el Ministerio’ (como
se decía entonces).
Tereza y yo
tenemos gratos recuerdos de nuestra convivencia con el Grupo de Fortaleza y
guardamos nostálgica memoria de Lauro Motta, excelente animador de aquella
convivencia. Hay, ciertamente, otros Grupos que se formaron y pienso que ese
carácter fraternal se perpetúa hasta hoy en algunos lugares.
-
Un tercer aspecto a recordar es
el hecho que, en un cierto momento, se resolvió agregar la letra ‘F’ (de
Familia) a la sigla original del MPC, que daba una señal de la importancia
de la mujer en el Movimiento y del peligro de un machismo en
iniciativas de este tipo.
En ese
sentido, el XIX Encuentro, en Ribeirao Preto, trató el tema: ‘El protagonismo
de la mujer en la Iglesia’. Ahora siento que tengo que pedir disculpas a las
mujeres al proponer acá un Asunto que se refiere principalmente a los varones,
pues se trata específicamente de la condición de ‘Padres casados’.
Pero,
pensándolo mejor, ese Tema les toca también a las mujeres, como quedará claro a
lo largo de esta Mesa Redonda. Espero, entonces, que las mujeres acá
participantes encuentren motivos para entrar en la discusión y me alegro de
saber que una mujer aceptó participar en la Mesa.
-
Un cuarto dato: a lo largo de
estos años, el Movimiento formuló, en términos genéricos, propuestas para una
Iglesia ‘según el Vaticano II’, ‘servidora y pobre’, ‘según el
espíritu del Papa Juan XXIII’.
Típico fue,
en ese sentido, el temario del Encuentro en Fortaleza: ‘De la Iglesia que
tenemos hacia una Iglesia a la luz del Concilio Vaticano II’. Más
recientemente, un tema bien concreto fue abordado en el Encuentro de
Florianápolis: ‘Evangelización en las Periferias’.
Concluyendo:
·
Con esto (ciertamente que hay
más puntos), el Movimiento se sitúa hoy positivamente dentro de las corrientes
que accionan dentro de la Iglesia católica.
·
Hay Padres ‘en actividad’ que
lo perciben, como dan testimonio diversas ‘Cartas de Lectores’ en la Revista
Rumos.
·
Hay gente fuera del Movimiento,
tal vez más de lo que se piensa, que está interesada en los trabajos del MFPC.
2. ¿UNA NUEVA
ETAPA, UN NUEVO PASO?
¿Hay como para avanzar? Pienso que sí, y por los siguientes motivos.
-
Al principio, en el Movimiento
prevalecían los sentimientos, como es normal puesto que, para un Sacerdote
católico, decidirse por el casamiento es un paso que se entremezcla con los
sentimientos.
Ese fue mi
caso: después de casarme estuve soñando unos 20 años con Padres, siempre en
situaciones embarazosas. Las imágenes traducían sentimientos de rechazo y
depresión, la impresión de ‘no pertenecer más’, de portar alguna culpa. Como mi
conciencia no dejaba aflorar tale sentimientos, mi subconsciente se vengaba por
la noches, soñando y soñando.
Algunos de
nosotros expresaron tales sentimientos en Libros, como, por ejemplo, nuestro
colega Aureo Kaniski (actualmente con más de 90 años) en tres Libros llenos de
impaciencia, recriminación y desilusión:
*
‘Obstinación eclesiástica’;
* ‘Vida de
renuncia’;
*
‘Anacronismo eclesial’ (Editorial SER,
respectivamente 2002, 2007, 2008), o además, recientemente, Romeu Texeira
Campos (85 años), de Belo Horizonte, en un no menos angustioso Libro ‘Cartago
debe ser destruida’ (Belo Horizonte, 2015, 285 págs.), un libro erudito, pero
de pura bronca.
Todo esto
muestra que el proceso de formación de una conciencia nueva (y de un
subconsciente reconciliado) necesita del tiempo. No se puede pasar por encima
de los sentimientos y hay que dar tiempo al tiempo.
-
Por otro lado, luego de cuatro
décadas de actividad, es normal que el MFPC haya madurado. Hay la
impresión de que hoy está en condiciones de pasar de la ‘revuelta’ a la ‘revolución’,
de las agitaciones de los sentimientos a las reflexiones ponderadas, de
‘corazón’ a ‘cabeza’.
-
Así es como nos enfrentamos
lógicamente con la cuestión del Sacerdocio corporativo, en torno del
cual gira, en definitiva, todo análisis. El tema es el Clero (el término griego
‘klerós’ significa originalmente ‘pedazo de tierra que se recibe en herencia’
y, en sentido derivado, ‘privilegio alcanzado por herencia’) y la relación que
ese Clero mantiene con el genuino Mensaje evangélico.
Ante la
oficialidad de la Iglesia, que nos dice: ‘Tú no eres más un sacerdote como
antes, no perteneces más al Clero’ es normal que investiguemos lo que ese Clero
tiene que ver con los propósitos fundantes de la Iglesia.
Entonces
llegamos a descubrir que el Clero, como bien lo dice el vocablo, es una Corporación,
una Corporación sacerdotal. Estamos, pues, delante del desafío de situar el
Sacerdocio católico en su debido lugar dentro de la historia del Cristianismo.
-
Me doy cuenta que el Asunto es
delicado y por eso tengo que enfatizar que no vengo acá a criticar a Sacerdotes
y/o Padres casados que se consideren Sacerdotes.
Todos y todas
conocemos Sacerdotes ejemplares. Muchos de nosotros (es mi caso) tenemos un
excelente recuerdo de nuestro tiempo en el Sacerdocio. No ‘dimos vuelta la
página’, decimos que ‘continuamos nuestra misión, nuestra
vocación’. No se trata, por lo tanto, de discriminar a los Sacerdotes.
La cuestión
es otra. Se trata de cavar hondo en la historia del Cristianismo para ver lo
que en la Propuesta original del Movimiento de Jesús tenga que ver
con el Sacerdocio corporativo. Una proposición como esa va más allá de
impaciencias y frustraciones, sentimientos causados por la impresión de que las
cosas de la Iglesia no cambian, aun mismo con este Papa profeta.
-
Permítanme formular la Propuesta
mediante dos frases:
1. ‘Soy Padre casado, pero
quiero ir más allá de padre casado’
2. ‘Soy miembro de la
Iglesia, pero quiero ir más allá de ella’. ¿Qué significa esto?
3. ‘SOY PADRE
CASADO, PERO QUIERO IR MÁS ALLÁ DE PADRE CASADO’
Les invito a entrar conmigo en un tema que resulta de pesquisas que
las pueden encontrar en las bases de mi Libro ‘Orígenes del Cristianismo’,
publicado por la Paulus de Sao Pablo en Agosto del año pasado. Es una breve
travesía por el pasado.
-
Cuando Jesús de Nazaret, siguiendo el ejemplo de los padres, emprende la
peregrinación anual a Jerusalén para la Fiesta de Pascua, él se decepciona al
entrar al templo. No, piensa, acá esto no es la ‘Casa de mi Padre’, esto es
‘una Cueva de Ladrones’.
Él se
encuentra enfrentado dolorosamente con una Corporación
religiosa que controla el Templo con muchos Sacerdotes (alta Jerarquía),
Sacerdotes comunes, Letrados y Fariseos.
Son nada
menos que 19.000 Sacerdotes (¡hoy Brasil tiene apenas 12.000 Sacerdotes
católicos!) que se dispersan por todos los rincones de Palestina, un País con
apenas un millón de habitantes, para verificar
·
si los Campesinos observan la
Torá
·
y principalmente pagan los
Impuestos.
Una opresión
terrible. Basta leer los primeros 11 Capítulos del Evangelio de Juan,
particularmente desde el Capítulo 8 en adelante, para convencerse de que Jesús
no acepta esa situación.
-
De este modo, el Movimiento de
Jesús nace en oposición al Sistema
sacerdotal corporativo, hegemónico en la religión judaica de la época. El
Movimiento opta por el Sistema
sinagogal, de cuño comunitario.
Los primeros
líderes del Movimiento de Jesús son llamados ‘Intérpretes, Anunciantes idóneos,
Educadores, Rabis’, nombres diversos
para señalar los liderazgos destacados por sus cualidades personales, no están
revestidos de un Poder mediante legitimaciones (ordenaciones) por parte de
alguna instancia religiosa, no reciben pago por sus Servicios ni se distinguen
por vestimentas especiales.
Emanados del
Sistema sinagogal judaico, esos ‘maestros’ modelan el Movimiento de Jesús por
lo menos hasta la segunda mitad del Siglo II, y en diversos lugares hasta mucho
más tarde. Es un Modelo
·
sin Templo ni Sacerdocio,
·
sin Ritos ni ordenamientos,
·
centrado en una actividad alimentada por la Lectura de la Palabra de
Dios en la cotidianidad de la vida.
Hasta el
Concilio de Nicea (325), no hay distinción jurídica entre personas sagradas y profanas en el seno del
Movimiento de Jesús. Todos son Laicos,
entre los cuales algunos se destacan como ‘Maestros’. Trabajé extensamente este
Asunto en las págs. 143-162 de mi Libro ‘Orígenes del Cristianismo’, Paulus,
2016.
-
Ya en el Siglo II, muchos
‘Maestros’ pasan a ser llamados ‘herejes’
(aunque la palabra ‘heresia’, al principio, no tenía nada de peyorativo, pues
el término griego significa ‘escuela
libre’: los cristianos eligen libremente los Maestros que prefieren oír y
acompañar) ¿Qué significa esto?
La
investigación histórica muestra que la lucha contra las frecuentes herejías
esconde una lucha por un nuevo Modelo de liderazgo
en la Iglesia, un Modelo jerárquico y corporativo. Esa lucha ardua, silenciosa
y oculta, está en la base de páginas y más páginas de documentos que se hallan
de los Siglos del II al VI.
-
El Clero, como Clase separada
del Laicado, es una innovación del siglo
IV. Trae consigo el postulado de una religión como base de evangelización.
Si, hasta el día de hoy, la religión católica tiene como Modelo una cultura
clerical romana, por un tipo de resiliencia particularmente resistente.
-
Bajo la bandera de ‘ortodoxia’ (léase: hegemonía
sacerdotal), el metropolita Anastasio (de Alejandría) difunde, a en medio de
una vida agitada (siglo IV), la lucha por la sacerdotalización y por la formación de la Corporación sacerdotal.
Otros Obispos hacen lo mismo y en poco tiempo consiguen imponer el nuevo
Modelo.
-
Es una lucha de siglos. A
partir del siglo VII, la heresía está bajo control: el Modelo sacerdotal
corporativo reina soberano.
Orígenes, el Maestre genial de inicios del siglo III, es uno de los últimos
‘hereges’ a ser condenado, en el año 533.
-
Así mismo, hay documentos que
nos revelan que, por parte del Modelo comunitario (el Modelo de los Maestros),
señales de tenaz resistencia, continúan apareciendo a lo largo de la historia
del Cristianismo.
Todavía en el
Concilio de Calcedonia, en 451, hay un Canon en el que se declara que ‘la
ordenación de un Sacerdote que no mantenga un vínculo efectivo y duradero con
una determinada comunidad, es inválida’ (Schillebeeckx, E., Por uma Igreja mais
humana, Paulus, São Paulo, 1989).
Ese texto es
una preciosura, porque muestra que todavía en el Siglo V el Modelo comunitario (sinagogal) se
muestra vivaz. ¡He acá lo que no se enseña en los Seminarios!
-
¿Por qué insistir tanto en este
punto de la sacerdotalización? Es que importa prestar atención al vínculo entre
sacerdotalización y la formación corporativa. El Clero es una Corporación y su
efecto sobre la Iglesia Pueblo de Dios es deletéreo y corrosivo, pulveriza en poco tiempo el vínculo
comunitario.
En vez de
relacionarse directamente con una Comunidad concreta (como todavía se
verificaba en el Siglo V), el líder cristiano pasa a relacionarse en primer
lugar con su Corporación.
Él se vuelve
un Miembro del Clero. Escucha antes
al Obispo que a las personas de su Comunidad. Históricamente se ha de reconocer
que el retroceso sacerdotal proviene fundamentalmente de fuerzas que actúan
dentro de la Iglesia (no viene solo de Constantino, por ejemplo, como tantas
veces se dice); es un proceso que se extiende por siglos y
que va provocando un cambio de mentalidad.
Cuando, en
muchas Comunidades, aparecen ritos y
preces (en vez de Lecturas bíblicas y Comentarios), luego aparecen líderes
que se comportan como Sacerdotes y que tienden a formar una Jerarquía (fenómeno
de los ‘mini Padres’).
Iniciativas
comunitarias y Movimientos contrarios a los intereses de la jerarquía son gradualmente
ahogados y marginalizados, cuando no violentamente eliminados.
-
¿Por qué muchos teólogos
silencian en torno a ese fundamental cambio de rumbo en la cuestión de la
Organización eclesial? Es una cuestión para ser analizada con cuidado y
espíritu exentos de preconceptos.
Se tiene la
impresión que, a lo largo de la historia, ellos se acomodan enseguida a la
nueva situación y pasan a beneficiarse con el Sistema corporativo. Muchos
teólogos pasan a ser teleguiados por el Clero, cuando ya no pertenecen a él.
Hoy predomina
la imagen del teólogo sacerdote o clérigo.
4. ‘SOY MIEMBRO
DE LA IGLESIA, PERO QUIERO IR MÁS ALLÁ DE ELLA’
-
Se puede percibir que el Papa
Francisco ve la Iglesia como ‘un
trampolín a la Sociedad’ (como acostumbraba decir Don Helder Cámara). La
impresión es que él quiere ir más allá de la Iglesia, pero por medio de la
Iglesia: ‘una iglesia en movimiento’.
Le ha dado
una gran importancia a los ‘Movimientos
Populares’, que emergen de la Sociedad civil, muchos fuera del ámbito de la
Iglesia. Son Movimientos democráticos, no programados desde arriba hacia abajo,
que en sí no aspiran al Poder, pero inspiran y presionan al Poder a cuidar del
Pueblo que vive ‘en la base’. No son de cuño corporativo.
Parece que el
Papa coloca toda su alma a la animación de Encuentros de esos Movimientos, que
ya suman tres:
·
Roma 2014,
·
Santa Cruz de la Sierra
(Bolivia) 2015,
·
y últimamente Roma, entre el 3
y el 5 de noviembre de 2016.
¿No será esa
la vocación del MFPC: insertarse en los
Movimientos Populares, en el sentido dado a ese término por el Papa? ¿Será
que el actual Papa rechazaría la tesis de un Movimiento que criticara el
carácter corporativo de la Organización de la Iglesia?
-
Recientemente nos llega una
Noticia desde Roma. En una entrevista concedida al Periódico alemán Kölner
Stadt-Anzeiger, el 25 de Diciembre pp., Leonardo Boff confidenció que parece
existir en Roma una nueva articulación en torno a la cuestión de los Padres
casados.
Boff: ‘Los
Obispos brasileros, especialmente el amigo íntimo del Papa, el Cardenal Hummes,
solicitaron expresamente al Papa francisco que posibilitase a los Padres casados en Brasil retornar al Ministerio
pastoral.
Y agregó: ‘Recientemente,
oí decir que el Papa quiere cumplir ese pedido -como una fase preliminar
experimental, de momento confinada a solo Brasil’.
Una
sugerencia ligeramente diferente fue presentada recientemente al Papa por Ervin
Krautler, siendo Obispo de Xingu, la mayor Diócesis del mundo en términos de
extensión (ver Paulo Suess).
Tenemos que
tomar en cuenta esas propuestas, como otras diferentes. Después de nuestro
estudio en el ítem 3 me queda claro que esas Propuestas no intentan ir ‘una
Iglesia para un más allá de la Iglesia’, porque continúan basadas en la idea
clásica del Sacerdocio y de la ‘falta de Padres’, un tema que fue introducido
por el Papa Pio XII en la década de 1950.
Yo mismo
viajé a Brasil en 1958, enviado por el Colegio para América Latina en Lovaina,
Bélgica, fundado por instigación del Papa Pio XII, dentro de la perspectiva de
‘falta de Padres’. En la referida Entrevista, Boff atribuyó la sensacional
pérdida reciente de fieles, por parte de la Iglesia católica, a la ‘falta de
Padres’, lo que me parece una simplificación.
Una
recientísima investigación de Datafolha muestra que la Iglesia católica, entre
octubre 2014 y diciembre 2016, perdió 9 millones de fieles: no menos del 6% de
brasileros mayores de 16 años abandonaron la Iglesia en esos doce años.
Hoy apenas el
50% de brasileros se declaran católicos y los comentaristas divergen al
intentar explicar el fenómeno (Reginaldo Prandi, Luiz Felipe Pondé, etc.)
Otro dato
importante es que el número creciente de entrevistados se declara ‘sin religión’. Éstos constituyen el
segmento poblacional que más crece: del 8% en 2008 a 14% en 2016.
Significativamente, es el segmento de mayor escolaridad ((Folha de São Paulo,
02/01/2017, p. 1). Aquí hay una complejidad que no puede ser simplemente explicada
por ‘falta de padres’.
-
Pero no se puede pasar por
encima de esa Propuesta, proveniente de autoridades eclesiásticas como el
Cardenal Hummes, amigo del Papa, el Obispo Krauteler y otros. Es una Propuesta
concreta y practicable a corto plazo.
Sin embargo,
ella no invalida una posición crítica contra el Sistema eclesiástico vigente.
No se puede esperar que las autoridades en Roma cuestionen el Corporativismo
sacerdotal en sí, como lo estamos proponiendo acá.
Ésta es una
tarea que nos cabe a nosotros, Padres casados, porque en este punto estamos en
una posición más libre, y eso nos permite cavar más profundo. Podemos
exteriorizar muchas cosas que los que están dentro de las estructuras
eclesiásticas, aun mismo cuando concordaran con nosotros, no las pueden decir.
-
Independientemente de esas eventuales
novedades no podemos perder de vista una evolución importante, que no está
siendo debidamente comentada por realizarse en un plano de poca visibilidad. Aunque
de forma velada, el Modelo del Maestro, originario del Movimiento de Jesús,
renace hoy en las Comunidades de Base.
Cualquier
Padre casado que tenga alguna experiencia de trabajos en una ‘Base’, habrá
notado que la imagen tradicional del sacerdote que aparece en la Comunidad para
* decir
Misa
*
administrar Sacramentos
* realizar
Ritos y Liturgias,
está siendo
sustituida, en esas últimas articulaciones capilares del Cuerpo social, por otra imagen de Sacerdote que se asienta
en el entorno, al lado de laicas y laicos, escuchando e interviniendo de vez en
cuando.
Muchas veces
sin caer en la cuenta de eso, el Padre casado rescata la antiquísima imagen del
‘Maestro’, yendo más allá de la
imagen de Sacerdote. Mediante ella, a partir de su propia vida y prácticamente
sin ninguna teorización, vuelve a aparecer la primitiva imagen del Maestro.
Hay aquí un
punto donde se verifica la organicidad del Movimiento de Familias de Padres
Casados. Porque hay muchos Padres casados, aparte de los de Brasil, que actúan
en Comunidades, de las formas más variadas. Este punto merece una investigación
más profunda.
-
En el fondo, y para concluir, lo que importa es actuar dentro de la
Sociedad.
Repito las
palabras de Don Helder Cámara: ‘la Iglesia es un trampolín a la Sociedad’.
A través de
ella llegamos a la Sociedad. El Papa actual actúa de esa manera. Ahora, en la
Sociedad, todos los Poderes que oprimen a la persona humana tienen que ser
combatidos, inclusive los Poderes religiosos.
El
sacerdocio, tal como es ejercido en la Iglesia católica actual, aunque no
aparezca como tal, es un Poder de carácter potencialmente opresivo. Esto es un
dato que la historia revela y la Iglesia silencia.
La historia
del Sacerdocio católico está repleta de recursos opresivos:
·
confinamiento del pensamiento,
·
excomuniones,
·
lucha contra las libertades,
·
imposición de un Pensamiento
único en la parroquias (durante siglos)
·
inquisición,
·
persecución,
·
marginalización,
·
preconceptos,
·
prohibición de leer
determinados Libros (¡incluso la Biblia!)
·
moral absolutista,
·
fundamentalismo.
La Lista es
larga, pues abarca muchos siglos.
¿No será que ha llegado la hora de proponerse una
Organización no Corporativa de la Iglesia católica?, ¿en vista de una Sociedad
más humana?
-----------------------------------------------
ANEXOS.
Comento acá, en dos Anexos, algunos temas directa o
indirectamente relacionados con lo expuesto:
(1) ‘Tú eres Pedro’ (Mateo 16,18);
(2) Las referencias al Sacerdocio en los
Textos del Nuevo Testamento.
Anexo 1: ‘TÚ
ERES PEDRO’.
Con
frecuencia se cita el Evangelio de Mateo 16,18: ‘Tú eres Pedro y sobre esa
Piedra construiré mi Iglesia’ para justificar el papado y, con él, el Sistema
sacerdotal. ¿Qué hay que decir?
Básicamente
hay que decir que una buena lectura presupone la contextualización del Texto.
El Texto en cuestión contiene palabras pronunciadas por un judío a otros
judíos. Sin tener en cuenta la cultura judaica de la época, específicamente la
cultura de Jesús de Nazaret, no hay cómo interpretar correctamente la frase.
Que Jesús
elogia a Pedro, eso está claro. Pero ¿qué tiene en mente cuando habla de
‘Iglesia’ (en griego ekklesia, en hebraico knesset)? Decir que piensa en una
Iglesia tal cual existe hoy es cometer un flagrante anacronismo.
Lo normal es
suponer que Jesús se refiere al Sistema
sinagogal, dentro del cual y por medio del cual articula toda su vida
pública. Jesús viaja todo el tiempo por las Aldeas de Galilea y se dirige a los
Campesinos a través de la Sinagoga. Él no cambia la Organización de ese Sistema
(con sus Mestres y Rabinos, sus Lecturas bíblicas, su observancia del Sábado,
etc.), sino que les propaga un nuevo Mensaje, un Evangelio.
Jesús forma
lo que algunos historiadores llaman ‘Sinagoga disidente’, una Sinagoga que no
trabaja con el Asunto de un Dios vengativo (‘Castigo de Dios’), del Pecado y de
la Condenación, sino con el Tema del
Reinado de Dios. Todos son llamados a colaborar, justos y pecadores,
también los Cobradores de Impuestos.
Perdón
general en vista de la construcción del Reinado. Esto es lo que parece ser el
sentido de las palabras ‘mi Sinagoga’ en Mt 16,18. Al elogiar a Pedro, Jesús lo
imagina como Rabí. Un pescador humilde se transforma en ‘Mestre en Israel’,
para difundir la Buena Nueva de un Dios Padre y del reinado de Dios que viene.
Jesús se siente excitado con esa idea.
Jesús sueña
formar un nuevo Pueblo sinagogal no según las orientaciones de los Sacerdotes
de Jerusalén, sino según el Evangelio, una Sinagoga liderada por pescadores y
campesinos. Por lo tanto, no parece lingüísticamente justificado ver en Mt
16,18 otra cosa más que una referencia a la ‘Sinagoga disidente’ que Jesús está
formando.
Nuestra
dificultad con este tipo de Textos es que estamos habituados a oír Lecturas
anacrónicas y fuera del contexto bíblico. Acá estamos delante de una cuestión
que trato largamente en mi Libro ‘En busca de Jesús de Nazaret: un análisis
literario’.
Anexo 2: TEXTOS
SOBRE EL SACERDOCIO EN EL NUEVO TESTAMENTO.
Las
referencias al Sacerdocio en el Nuevo Testamento se encuentran básicamente en
dos Textos: en la Primera Carta de pedro y en la Carta a los Hebreos.
·
La Primera Carta de Pedro menciona una ‘santa comunidad de
sacerdotes’ (2,5), ‘cuerpo real sacerdotal’ (2,9), el ‘pueblo de Dios’ (2,10).
Los términos son metafóricos (como sucede con muchos términos del Nuevo
Testamento).
La intención
del escritor de la Carta consiste en afirmar que el Movimiento de Jesús no
funciona por medio de Sacerdotes, sino de personas reunidas en su Movimiento
que sustituyen
a los Sacerdotes). Acerca del uso de metáforas en el Nuevo Testamento,
ver capítulo 5 del Libro ‘En busca de Jesús de Nazaret’, especialmente las
págs. 130-137.
·
La Carta a los Hebreos también recurre a metáforas para hablar del
sacerdocio. Jesús es Sacerdote según el Modelo de Melquisedec, anterior y
superior al Sacerdocio templario. Su ‘Sacerdocio’ está basado en la lógica de
la ‘berit’ (alianza, ‘testamento’), como un ‘Sacerdocio’ de Melquisedec, basado
en la escucha al llamado de Dios. Véase capítulo 3 del Libro ‘En busca de Jesús
de Nazaret’, pág. 77-94. Jesús es ‘sacerdote’ de modo metafórico.
La teología
del Sacerdocio, enseñada en los Seminarios católicos, se basan en una lectura no
contextualizada de la Carta a los Hebreos, específicamente de los capítulos 6
al 10. No se toma en cuenta el cuño irónico de las consideraciones del autor
acerca del Sacerdocio de Jesús (ver la entrada ‘ironía’ en el Libro ‘En busca
de Jesús de Nazaret’, pág. 208, y como el tema ‘parodia’ en las pág. 82-83 del
referido Libro).
De ese modo
se llega a la doctrina del ‘Carácter indeleble’, impreso en el alma del
Sacerdote en el momento de su Ordenación. Hebreos relativiza el Sacerdocio y
escribe que el sacerdote puede ser ‘un consuelo provisional’, pero que se
vuelve superfluo ‘a la hora de la lucidez’ (‘En busca de Jesús de Nazaret’,
págs. 84-86).
Doy
aquí una sugerencia de lectura complementaria:
-
John Sh. Spong, Cristianismo nuevo para
un mundo nuevo, Colección ‘Tiempo Axial’ (ASSET), Librería Abya Yala, Quito. http://tiempoaxial.org
-
Roger Lenaers, Otro cristianismo es
posible, Colección ‘Tiempo Axial’ (ASSET), Librería Abya Yala, Quito. http://tiempoaxial.org
-
Spong J. Sh., Um novo cristianismo para
um novo mundo: a fé além dos dogmas, Verus Editora, Campinas, 2006.
-
Lenaers, R., Outro cristianismo é
possível, Paulus, São Paulo, 2010
5 . LA DESCOMPOSICIÓN DEL
CRISTIANISMO, J.M. Castillo,
teólogo.
Recibido dic. de 2016.
Escribo esta breve nota
el día 3 de diciembre, fiesta de san Francisco Javier. Acabo de leer el Evangelio
que corresponde a la misa de hoy, el texto de Mt 9,35-10, 1.6-8. Y he recordado
enseguida lo que el papa Francisco indicaba, hace pocos días: una de la cosa
que más daño hace a la Iglesia es el clericalismo. El Evangelio afirma que
Jesús, al ver a las pobres gentes de Galilea, “sentía compasión”, le daba pena.
Porque aquellas gentes andaban y vivían “como ovejas que no tienen pastor”. Al
decir esto, el Evangelio no culpa a la gente. Culpa a los “pastores”, que, en
el lenguaje de los profetas de la Biblia, eran los “sacerdotes”.
Pues bien, al llegar a
este punto, resulta inevitable recordar la amenaza impresionante que el profeta
Ezequiel les lanza (y les sigue lanzando) a los sacerdotes, los de entonces y
los de ahora: “Me voy a enfrentar con los pastores: les reclamaré mis ovejas,
los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a sí
mismos, los pastores” (Ez 34, 8-7.10).
Jesús no fundó el clero. Ni fundó sacerdocio alguno. Eso no consta en ninguna parte, en todo el Nuevo Testamento.
Y mucho menos, a Jesús ni se le ocurrió instituir un cuerpo o estamento de
“hombres sagrados”, una especie de funcionarios de “lo santo”, que viven de eso
y con eso salen del anonimato de los hombres corrientes, para constituirse en
una “clase superior”. Jesús no pensó en nada de esto. Lo que Jesús quiso es “discípulos”
que le “siguen”, es decir, que viven como vivió Jesús. Dedicado a curar
dolencias, aliviar penas y sufrimientos, acoger a las gentes más perdidas y
extraviadas. Así nació el “movimiento de Jesús”. Y así se
expandió por el Imperio. Hasta que, progresivamente, la creciente importancia del clero y sus ceremonias, sus templos, sus normas…
desplazando el centro: del Evangelio a la Religión. De la
compasión por los que sufren a la observancia y la sumisión a la religiosidad
establecida.
Y así, paulatinamente,
insensiblemente, el discipulado evangélico se convirtió en carrera, en
dignidad, en poder sagrado, en rango y jerarquía, en clero, con el consiguiente
peligro de derivar hacia el clericalismo. Justamente, lo que el papa Francisco
ha lamentado recientemente. Y aprovecho la ocasión para insistir, una vez más,
que los cánones de la Sesión VII del concilio de Trento, sobre los sacramentos,
no son definiciones dogmáticas, vinculantes para la Fe católica. Porque los
Padres del concilio no llegaron a ponerse de acuerdo sobre si lo que condenaban
o prohibían eran “errores” o “herejías” (cf. DH 1600).
Nos quejamos de la falta
de clero, de los abusos de no pocos clérigos, de los privilegios que se le
conceden a la Iglesia, de la falta de ejemplaridad de no pocos curas…. Todo eso
se puede discutir. Todo eso se debe precisar y ajustar a la realidad, para no
difamar a totas buenas personas, que, desde su vocación religiosa, trabajan por
los demás. Esto es verdad. Y se ha de tener muy en cuenta. Pero más importante y más apremiante, que
todo lo dicho, es el hecho de que, paulatinamente, progresivamente, el
desplazamiento, del “discipulado
evangélico” al “clero eclesiástico”, ha sido -y sigue siendo- la raíz y la
causa de la descomposición del proyecto original de Jesús. El Evangelio perdió
fuera a costa del poder que alcanzó y sigue ejerciendo el Clero y, lo que es
peor, el Clericalismo.
Mientras este problema no
se afronte y se resuelva, hasta sus últimas consecuencias, la Iglesia seguirá
como se encuentra ahora mismo: desplazada, en unos casos, y desorientada (sin
saber qué hacer) en tantas ocasiones. Los incesantes enfrentamientos (o
desacuerdos disimulados) de tantos clérigos con el Papa actual son la prueba
más patente de que este asunto es capital y decisivo para la Iglesia en este
momento.
6 . CURAS PARA PROMOCIÓN
PERSONAL, José María
Castillo.
Tal como se han puesto las cosas, en el momento que vivimos, el futuro de
la Iglesia da que pensar. Porque produce la impresión de que la Iglesia, tal
como está organizada y tal como funciona, tiene cada día menos presencia en la sociedad, menos influjo en la vida de la gente y, por tanto, un futuro
bastante problemático y demasiado incierto. Cada día hay menos sacerdotes, cada semana nos enteramos de conventos que se cierran para convertirlos en hoteles, residencias
o monumentos medio arruinados. El descenso
creciente en las prácticas sacramentales es alarmante. Más de la mitad de
las parroquias católicas de todo el mundo no
tienen párroco o lo tienen nominalmente, pero no de hecho.
Hace pocos días, el papa Francisco decía en una entrevista: "El clericalismo es el peor mal de la
Iglesia, que el pastor se vuelva un funcionario".
Y es verdad que hay curas, que se metieron en un seminario o se fueron a un
convento, porque no querían pasarse la vida siendo unos "nadies" que
no pintan nada en la vida. Esto sucede así, más de lo que imaginamos.
Pero, aunque se trate de personas generosas y decentes, ¿cómo no van a
terminar siendo meros "funcionarios" unos individuos, que, para
cumplir con sus obligaciones, tienen que ir de un lado para otro, siempre de
prisa, sin poder atender sosegadamente a nadie? Y conste que me limito a
recordar sólo esta causa de que en la Iglesia haya tantos "clérigos
funcionarios".
No quiero ahondar en la raíz profunda del problema, que no es otra que la
cantidad de individuos que se hacen curas porque, en el fondo, lo que quieren
es tener un nivel de vida, una dignidad
o una categoría, que no se corresponden ni con el proyecto de vida que nos
presenta el Evangelio, ni con lo que de ellos espera y necesita la Iglesia.
Además -y esto es lo más importante-, ¿es la Iglesia una mera empresa de "servicios
religiosos"? ¿cómo puede ser eso la Iglesia, si es que pretende
mantener vivo el recuerdo de Jesús de Nazaret, que fue asesinado por los
hombres del sacerdocio y del templo, los más estrictos representantes de los
"servicios religiosos"?
Ya sé que estas preguntas nos enfrentan a un problema, que la teología
cristiana no tiene resuelto. Pero hay cosas, que la Iglesia tuvo muy claras, en
tiempos ya lejanos, y que hoy nos vendría muy bien recuperar. Me refiero en
concreto a dos asuntos capitales: la "vocación" al ministerio
pastoral y la "perpetuidad" de dicho ministerio.
3.
La vocación.
Se entiende por "vocación" un
"llamamiento", una llamada. Por eso decimos que se va al seminario o
entra en el noviciado el que se siente "llamado" para eso. Pero
llamado, ¿por quién? Desde hace siglos, se viene diciendo que el obispo
"ordena de sacerdote" al que es "llamado por Dios". Pero es
claro que a cualquiera se le ocurre preguntarse: ¿y por qué será que ahora a
Dios se le ocurre llamar a menos gente precisamente en los países más necesitados
de buenos párrocos, teólogos, etc.? No. Eso de que la vocación es la llamada de
Dios, eso no hay quien se lo crea en estos tiempos. ¿Entonces...?
El mejor historiador de la teología de la Iglesia,
Y. Congar, publicó en 1966 un memorable estudio ("Rev. Sc. Phil. ey Théol.
50, 169-197) documentado hasta el último detalle, en el que quedó demostrado
que la Iglesia, desde sus orígenes hasta el s. XIII, no ordenaba (de sacerdote
o de obispo) al que quería ser ordenado y alcanzar la dignidad que eso lleva
consigo, sino al que no quería.
La vocación no se veía como un llamamiento de
Dios, sino de la comunidad cristiana, que era la que elegía y designaba al
que la asamblea consideraba como el más capacitado para el cargo. Es lo que se
venía haciendo en las primeras "iglesias" ya desde la misión de Pablo
y Bernabé, que elegían "votando a mano alzada"
("cheirotonésantes") (Hechos 14, 23) a los ministros de cada
comunidad.
¿No ha llegado todavía la hora de ir modificando
la actual legislación canónica, para recuperar las sorprendentes intuiciones
organizativas que vivió la Iglesia en sus orígenes?
4.
La perpetuidad.
Desde la tardía Edad Media, se viene repitiendo en
teología que el sacramento del orden "imprime carácter", un
"signo espiritual e indeleble", que marca al sujeto para siempre
(Trendo, ses. VII, can. 9. DH 1609). El concilio no pretendió, en este caso,
definir una "doctrina o dogma de fe". Porque el tema del
"carácter" fue introducido en teología por los escolásticos del s.
XII. Y, en definitiva, lo único que se veía como seguro es que hay tres
sacramentos, bautismo, confirmación y orden, que solo se pueden administrar una
vez en la vida, es decir, son irrepetibles, como indica el citado canon
de Trento.
Lo importante aquí está en saber que, durante el
primer milenio, la Iglesia enseñó y practicó de manera insistente lo que
repitieron y exigieron los concilios y sínodos de toda Europa. A saber: los
clérigos, incluidos los obispos, que cometían determinadas faltas o escándalos
(que detallaban los concilios), eran expulsados del clero, se les privaba del
ministerio, perdían los poderes que les había conferido la ordenación
sacerdotal y, en consecuencia, quedaban reducidos a la condición de laicos.
Este criterio se repitió tantas veces, durante más
de diez siglos, que la Iglesia se comportaba, en aquellos tiempos, como
cualquier otra institución que se propone ser ejemplar. Los responsables, que
no son ejemplares, no son trasladados a otra ciudad o se les encierra en un
convento. Se les pone de patas en la calle. Y que se busquen la vida, como
cualquier otro funcionario, que no cumple con sus obligaciones.
Si la Iglesia quiere en serio acabar con los
clérigos funcionarios y con los clérigos escandalosos no puede depender de los
jueces y tribunales civiles. Tiene que ser la misma Iglesia la que les quite la
llamada "dignidad sacerdotal" a los "trepas", a los
"vividores", a los "aprovechados", que se sirven de la fe
en Dios, del recuerdo de Jesús y su Evangelio, para disfrutar de un respeto o
de una dignidad que, en realidad, ni tienen, ni merecen.
Publicado por Iglesia de a pie para IGLESIA DE A PIE -
Ecuador por la paz y la reivindicación el 1/30/2017
7 . EL
HÁBITO NO HACE
EL MONJE, Pepe
Mallo.
Con gratitud recibo y subo al Blog esta reflexión de Pepe Mallo. La
Iglesia, si quiere volver a la vida de Jesús y recuperar su credibilidad, debe revisar el clericalismo y sus signos.
Los servidores de las comunidades no son como los “jefes de las naciones que
las dominan y se aprovechan de su autoridad…, sino servidores que dan su vida
para rescatar de las más diversas esclavitudes” (Mc 10, 42ss). El clericalismo
está muy vinculado a la vestimenta
clerical en la mentalidad de la gente. El hábito clerical está marcado con
el dominio y prepotencia del clero.
En los ambientes populares actuales, pienso que es contraproducente. Un estudio sociológico podría desmentirlo o
confirmarlo. (Rufo González). ATRIO.ORG.
LA ROPA, UNA SEGUNDA PIEL, “OTRO YO”
A la verdad que, desde las “hojas de parra” de nuestros primeros padres, el
ser humano jamás ha renunciado a confeccionar vestidos para cubrir su desnudez.
Hoy día en que, en general, la gente viste de “manera informal”, para ciertos
eventos nos ataviamos de una determinada guisa, avalada por usos y costumbres
sociales. Y es que el atuendo personal encarna una compleja forma
de comunicación. No es simplemente una cuestión de encantos personales;
implica también el admitir un mundo social interrelacionado donde uno se
manifiesta y es percibido por los otros. La ropa constituye una especie de
“otro yo”, como una segunda piel.
EL VESTIDO ENCIERRA UN SIGNIFICADO
SIMBÓLICO
Desde muy antiguo, el atuendo se convierte en símbolo de autoridad,
profesión, casta o clase; y así, refrendaba a la persona como rey,
campesino, artesano, soldado o eclesiástico. A lo largo de la historia los
jerarcas han ambicionado buscar diferenciarse del pueblo a través
del atuendo. Ya en tiempos de los emperadores, los funcionarios de la Iglesia
acomodaron sus vestimentas al estilo de los nobles: el papa se
coronó de oro; aparecieron trajes con riquísimos bordados y botonaduras
fastuosas, anillos y pectorales de piedras y metales preciosos… hasta llegar al
ridículo
de algún cardenal arrastrando magna capa… (“Una buena capa todo lo tapa”). La
ostentación ha sido, y sigue siendo en algunas dignidades, reflejo inmediato de
privilegio y poder.
“VESTIR DE CALLE”, SIGNO DE
DESCLERICALIZACIÓN
Centremos el asunto. Glosando el refrán que me ha proporcionado el título
de mi comentario, abordo el tema de las vestiduras eclesiásticas que se ha
vuelto a poner de moda desde hace algunos años. El tema en sí mismo es
secundario, aunque significativo, pues, como bien dijo alguien, “En el
Evangelio lo importante es vestir al desnudo, no vestirse de importante”. El
Concilio Vaticano II se pronunció claramente contra la suntuosidad en
las vestiduras y ornamentación sagradas y exhortó a que la indumentaria de los
eclesiásticos se adecuase a los signos de los tiempos. (S.C. 124; P.C.17). La
mayoría de padres conciliares fueron conscientes de la necesidad y urgencia de
desclericalizar la Iglesia, esclerotizada. Y así lo entendió también la gran
mayoría del clero de la época posconciliar; y, sin consignas concretas de nadie,
se comenzó a dejar de lado hábitos y sotanas y se empezó a “vestir de calle”
con plena libertad, sin extrañezas ni rechazos por parte de la gente. Sin
embargo, Juan Pablo II, angustiado por la, a su juicio, excesiva
apertura eclesial, metió la marcha atrás y comenzó un “proceso
de involución” que afectó a todos los aspectos de la vida de la Iglesia,
también a la indumentaria clerical, que, poco a poco, fue resurgiendo.
VUELTA A LA “CASTA SACERDOTAL”
Proliferan por las calles de pueblos y ciudades curas y monjas vestidos con
sus respectivos hábitos. A algunos seminarios ha llegado la “moda”, efecto de la
“clonación”. Yo entiendo, comprendo y consiento que el sacerdote se atavíe con
vestiduras adecuadas a su función ministerial. Así lo hacen jueces, fuerzas de
seguridad, militares y otros cuerpos. Pero fuera de servicio, visten “de
calle”. Lo normal. Lo que resulta inhabitual es llevar hábito habitualmente.
Protagonista, la sotana. ¿Por qué la sotana? ¿Tiene algún significado
especial? Pues, en sí misma, no. Se trata de una simple túnica, atavío usual en
varias civilizaciones. Pero, claro, había que dotarla de significado, ungirla
como atributo
sagrado. Y ahí tenemos el dictamen: “El hábito talar es el signo
exterior de una realidad interior: [como dice Benedicto XVI,] de hecho,
el sacerdote ya no se pertenece a sí mismo, sino que, por el carácter
sacramental recibido (cfr. Catecismo 1563 y 1582), es ‘propiedad’ de Dios.”
Y para re-matar la simbología, se fantasea (en la cultura occidental) hasta
con el color negro: “El color negro recuerda a todos que el que lo
lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto
para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios”. Y digo yo, entonces el blanco
que lucen los papas ¿les define como “mundanos y vividores”? ¿Y qué decir del rojo
y púrpura de los obispos y cardenales? (Bueno, aquí ya no las tengo
todas conmigo.)
El vestido no es sagrado, aunque sí se ha sacralizado. Recordemos las
vestiduras del Sumo Sacerdote: “Harás vestiduras sagradas para tu hermano
Aarón, que le den gloria y esplendor” (Ex. 28,2). Se trata de prendas
específicas, propias de los jerarcas religiosos, que crean una barrera
entre los sacerdotes y el resto del pueblo. Así nace la “casta sacerdotal”. Y
aquí radica el afán de exhibición de tal indumentaria: “ostentación y
segregación, separación entre clero y fieles”. Y referidos a los obispos y
cardenales, su vestimenta está directamente relacionada con el boato, con la manifestación
de lujo, de rango y de distinción. Lujosas sotanas, elegantes fajines,
ostentosos anillos, vistosas cruces pectorales y demás adornos contribuyen a
que mucha gente crea que algunos obispos van de carnaval.
JESÚS Y SUS DISCÍPULOS VISTIERON
COMO LOS HOMBRES Y MUJERES DE SU TIEMPO.
En la Iglesia se sigue incurriendo en las mismas corrupciones que Jesús
pretendió evitar: los títulos de honor, los fastuosos ornamentos
y acicaladas vestimentas, las reverencias solemnes, los primeros puestos…
Jesús se pronunció contra el vestido como ostentación sacral: “¡No
hagáis como ellos hacen!… realizan todas sus obras para ser vistos por
los hombres; pues agrandan sus distintivos religiosos (filacterias) y alargan
los adornos (flecos) de sus mantos” (Mt. 23,5). “Vosotros no os preocupéis del vestido…
Mirad los lirios del campo…” (Mt. 6,25-32). Jesús y sus discípulos vestían, sin
duda, como los hombres y mujeres de su tiempo, sin distinguirse de ellos por la
ropa.
Aunque la sotana no ha desaparecido (no hay más que entrar en el Vaticano),
ha proliferado su sucedáneo, el clergyman, el “traje clerical”.
Sigue siendo llamativo, no tanto por el pertinaz color negro, como porque
provoca los mismos síntomas que la sotana: segregación, distinción, dominio,
prerrogativa. Es quizás el celibatario alzacuello blanco lo que más llama la
atención, ya que el traje negro es bastante común. Igual que a la sotana se le
ha atribuido significación específica: “El alzacuello blanco es signo de la castidad
sacerdotal”. Y aun he encontrado otra perla: “El alzacuellos protege la propia
vocación al tratar con mujeres jóvenes y atractivas. Un sacerdote sin
alzacuellos (y que, naturalmente, tampoco lleva anillo de casado) puede
resultar un apetecible objeto de atenciones por parte de una mujer
soltera que busca marido o de una mujer casada tentada por la
infidelidad.” Sin comentarios. ¿No será más bien “narcisismo místico”? Opino
que una pajarita o una corbata (aunque no sea roja) hace más juego con el traje
que el alzacuello.
¿A LOS LAICOS NOS APORTA ALGO VERLOS
ASÍ ATAVIADOS, O SU INDUMENTARIA NOS RESULTA INDIFERENTE?
Sostengo que no es cierto que vestir de calle, el no ir vestido de clérigo,
entorpezca, dificulte o impida la dedicación pastoral. Es todo lo contrario.
Como dato testimonial referiré que, en los largos treinta y nueve años que
llevo en mi parroquia, no he visto vestidos de sotana ni clegyman a ninguno de
los sacerdotes que han pasado por ella. Y no por eso perdieron la estima y el
afecto de los fieles. Al contrario, se los veía como más cercanos y comprometidos
con la gente. Los actuales sacerdotes, ya sí. Su clergyman y, a veces, su
sotana; y se llaman y debemos llamarles “padre”. Si Obispos y sacerdotes
dispersos por toda la geografía hispana y mundial visten como cualquier persona
“normal”, ¿son por eso menos considerados y respetados? Sin “diakonía” la
Iglesia no es Iglesia, por muchos bicornios mitrados, ostentosos báculos,
brillantes anillos, pomposas capas magnas, aparatosas liturgias… que se
ostenten como signo feudal de autoridad y dominio. La solución nos la aporta
san Pablo: Revestirse de Cristo; revestirse del hombre nuevo (Gal. 3,
27-28; Ef. 4, 24), porque “el hábito no hace al monje”.
Publicado por Iglesia de a pie para IGLESIA DE A PIE -
Ecuador por la paz y la reivindicación el 2/01/2017.
8. EL SACERDOCIO
EN LA CARTA
A LOS HEBREOS,
Juan Housset.
Traducción, PR: ‘Le sacerdoce dans la lettre aux Hébreux’.
CONTENIDO
-
El sacrificio de Cristo es
diferente y único
-
El sacerdocio de Cristo también
es diferente y único
-
No hay más necesidad de
sacerdotes ni de sacrificio
-
Podemos decir « Todos
somos sacerdotes »
-
La carta no menciona la
Eucaristía
-
Y las mediaciones eclesiales
-
Qué podemos concluir de todo
esto
La cuestión sacerdotal es el corazón de la carta a los Hebreos: los
términos «sacrificio», «sacerdote», «sumo sacerdote» y «mediador» reaparecen
constantemente. Pero ¿se puede decir que es responsable esta carta del regreso
de la Iglesia a un sacerdocio copiado
sobre el del Antiguo Testamento? y esto desde los años 200 después de
Cristo. Muchos así lo han dicho hasta nuestros días, haciendo una lectura
‘sacrificial’ de la carta. La Revista "Mediasèvres" nº 98 presenta
una visión muy diferente y eso por parte de eminentes teólogos. Lo vamos a
resumir a continuación.
1. EL ‘SACRIFICIO’ DEL CRISTO ES
DIFERENTE Y ÚNICO
-
El sacrificio
de Cristo es radicalmente diferente
de los sacrificios del Antiguo Testamento: no es un intercambio de dones entre
los hombres y Dios. De parte de Cristo es la ofrenda libre de toda su vida
hasta la muerte. La cruz no es un sacrificio, sino el resultado de un crimen al
que Cristo se expuso por obediencia a la misión de revelar a un Dios amor y
manifestar su solidaridad incondicional con los hombres.
-
Esta clase de
"sacrificio" es única y
definitiva; por eso la misma carta repite tres veces la relevante expresión
"una vez para todas" (Hebreos. 7,27; 9,2 y 10,10). Ya no hay más
sacrificio que ofrecer: el sacrificio de Cristo no puede ser repetido.
2. IGUAL QUE EL SACRIFICIO, EL
SACERDOCIO DE CRISTO ES A LA VEZ DIFERENTE Y ÚNICO
-
El sacerdocio
es diferente porque no es un rito
litúrgico, sino su destino personal.
-
Es único porque este único "sumo
sacerdote" es el exclusivo mediador. Cristo es el único mediador porque es el único en estar al mismo tiempo en una
relación de fe total con su Padre y en una relación de caridad y solidaridad
totales con su hermanos los hombres.
3. YA QUE HAY UN ÚNICO SACERDOTE QUE
ES CRISTO, NO PUEDE HABER MÁS SACERDOTES, y como no hay más sacrificio
que ofrecer, no se puede continuar ofreciendo ‘sacrificios’.
La novedad de la carta a los Hebreos, al Igual que todo el Nuevo
Testamento, es de nunca designar ni
pensar los ministerios cristianos en las categorías
sacerdotales del Antiguo Testamento ni de otras religiones. Este carácter
sacerdotal del presbiterado y del episcopado es ajeno a todos los escritos del
Nuevo Testamento.
4. ENTONCES, ¿SE PUEDE DECIR QUE
"TODOS SOMOS SACERDOTES"?
La 1ª carta de Pedro habla del sacerdocio
común de los fieles y el Apocalipsis de un pueblo de sacerdotes tal como lo anunció el Éxodo. Curiosamente
estas nociones son desconocidas de la carta a los Hebreos: Ese es una de sus
enigmas. La carta excluye
formalmente a cualquier forma de mediación
individual o colectiva de los cristianos, pero no prohíbe reconocer una vida
oblativa a la que son llamados los cristianos (Rom. 12,1), a imagen del
carácter sacerdotal de la vida y muerte de Cristo.
5. LA CARTA NO HABLA DE LA
EUCARISTÍA...
Dicha carta ni supone la eucaristía cuando toca aspectos muy cercanos a
ella: es otro enigma de esta carta. En cualquier caso, es impensable que las asambleas cristianas mencionados en esta carta
hayan un rito eucarístico como
sacrificio. La historia de la Iglesia, especialmente en el Concilio de
Trento, muestra cómo es el carácter sacrificial dado a la Eucaristía que ha
conducido a la instauración de una casta
clerical necesaria -el clero-
para celebrarla.
6. CONSECUENCIAS PARA LA
ECLESIOLOGÍA: ¿QUÉ PASA CON LAS MEDIACIONES ECLESIALES?
Según la carta, en la Iglesia hay que excluir
las mediaciones que necesitaran intermediarios sagrados. Es una
contradicción con la carta a los Hebreo dar un carácter ‘sacerdotal’ un
ministerio ligado a un carácter ‘sacrificial’ de la eucaristía. Esta situación
despoja al pueblo de Dios de su sacerdocio: quita a los cristianos su dignidad
bautismal y sus responsabilidades eclesiales.
Pero sí puede existir
una posible mediación al nivel
simbólico, y eso de la manera siguiente:
·
¿Es la Iglesia un pueblo sacerdotal en el corazón
de la historia de la humanidad?
Al negar a la Iglesia el calificativo de clerical,
la carta a los Hebreos invita a la misma Iglesia a no presentarse como intermediaria
necesaria: Cristo es el único y exclusivo sacerdote y la ofrenda de su
vida y de su muerte es irrepetible.
Pero, si entendemos la mediación a un nivel
simbólico, la Iglesia bien puede presentarse como signo de su Señor ya que es
su sacramento. Es o tiene que ser, en la vida de sus miembros, una ofrenda
agradable a Dios, al ejemplo de Cristo. Pero este tipo de mediación
-pasar obligatoriamente por la Iglesia- no se impone a los cristianos: el acceso
a Dios no requiere necesariamente de ella. A Dios cada cristiano o ser humano
puede servirlo “en espíritu y en verdad”.
·
El pueblo cristiano hace memoria de la ofrenda
sacerdotal que hizo Cristo de su vida: ¿eso fundamenta su propia ofrenda
sacerdotal como pueblo cristiano?
Los ritos cristianos hacemos memoria de la ofrenda
que hizo Cristo de su vida hasta la muerte. Pero manifestamos nuestra identidad
y fundamos nuestra existencia siendo la memoria viva, individual y colectivamente,
de la ofrenda existencial de Cristo. Con los ritos cristianos nos alimentamos
simbólicamente de la ofrenda de Cristo ya que debemos tener la mirada fijada en
el iniciador de nuestra fe (Heb. 12,1).
·
¿Llevan los muchos líderes cristianos al único
líder que es Cristo?
Aquí está el delicado y difícil papel del líder.
La carta a los Hebreos (13,17) no descarta la responsabilidad ministerial de
ciertos miembros para prestar servicios comunicados a toda
la comunidad. Mientras la carta niega en la institución eclesial el rol de
intermediarios, no prohíbe a los líderes una relación directa con Cristo.
Sobre este punto varios teólogos como Sesboué,
Martelet (1) o Vanhoye (2) formulan reservas a la excesiva crítica de la
teología clásica; para el cardenal Vanhoye, estos "líderes" no son ni
mediadores que sustituirían el Cristo, ni maestros absolutos de los cristianos,
ni meros delegados de la comunidad cristiana, sino "agentes" de Cristo
sacerdote, ya que el rol de ‘líderes’ parece ir un poco más allá de las
intenciones de la carta.
CONCLUSIÓN: ¿QUÉ PODEMOS CONCLUIR DE
TODO ESTO?
Gracias a este Revista ‘Médiasèvres, ahora sabemos que, lejos de ser un
texto que empuja al carácter, por una parte, sacerdotal de los ministros y, por
otra, sacrificial de la eucaristía, la carta a los Hebreos nos desafía a emprender revoluciones necesarias.
Quitar el carácter sacerdotal a los ministerios (episcopado y presbiterado)
permitiría:
-
Suprimir la distinción clero/laicos;
-
Cesar de limitar los ministerios a varones solteros comprometidos para toda la vida;
-
Hacer desaparecer la discriminación varones/mujeres en el ejercicio
de las responsabilidades eclesiales.
Podemos dar gracias a estos teólogos valientes que nos animaron en estas
nuevas comprensiones.
Jean Housset, 18 de
febrero de 2016.
Notas
1 En
la Revista ‘Médiasèvres’ nº 98
2 En
"Sacerdotes antiguos, sacerdocio nuevo según el Nuevo Testamento"
(Seuil, 1980).
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