Pedro Pierre,
Guayaquil, agosto de 2022.
La Biblia nos presenta la historia de un pequeño
pueblo del Medio Oriente que fue la cuna de Jesús de Nazaret. El gran mensaje
de la Biblia es el descubrimiento, por parte de este pueblo, de la presencia
activa de Dios en su historia. La primera característica de esta revelación de
Dios es estar con las víctimas de la injusticia como compañero de viaje y
libertador.
Este aspecto quizás no se ha profundizado mucho:
¿Cuál fue su manera de concebir y vivir la economía, la política y las
ideologías? He aquí una breve presentación de estas realidades que nos invita a
descubrir nuestras responsabilidades en la organización de nuestro país, que
nos concierne a todos. Jesús asumirá todo esto en su proyecto del Reino que
presentó en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,16-20).
En estos tiempos de crisis
social profunda y de búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, vamos a
profundizar sobre lo que la Biblia puede aportarnos hoy. Estamos acostumbrados
a pensar que la Biblia nos da casi exclusivamente respuestas religiosas a
nuestros problemas. No nos detenernos mucho en descubrir cómo estaba organizado
el pueblo que nos regaló el libro más leído del planeta. La Biblia no nos da la
respuesta inmediata a nuestros problemas, pero puede darnos caminos y criterios
que nos confirman que otra y mejor manera de vivir en sociedad es posible.
Vamos a tratar de descubrir lo que nos enseña el pueblo de la Biblia sobre la
economía.
Por economía, entendemos que esta no se limita a cuestiones
financieras, sino cómo se organiza la sobrevivencia de las personas y la
repartición de los bienes y riquezas de la tierra para una vida decente. ¿Cómo
enfrentaron este desafío el Pueblo de Jesús, el mismos Jesús y los primeros
cristianos? La historia que nos cuenta la Biblia no es sólo espiritual sino
también económica.
Los primeros padres del Pueblo de la Biblia fueron una pareja,
Abraham y Sara, que decidieron dejar su tierra. Estaban desconforme con la
organización social de los reyes que los mantenían en la explotación, la cual
estaba justificada por la religión. Optaron por buscar mejor suerte en otro
lugar. Sintieron que está decisión provenía de un llamado divino. Eran un
pequeño grupo de familias que buscaban vivir en mayor fraternidad y mayor
equidad. Deseaban una repartición de los bienes materiales y de subsistencia,
que correspondiera a la satisfacción de las necesidades básicas de cada
familia. En esta peregrinación o migración hicieron la experiencia de un Dios
cercano y amistoso. Y así llegaron a las tierras de la actual Palestina donde
se establecieron ellos y luego sus descendientes.
Después de varias generaciones, una hambruna obligó estos
descendientes de Abraham y Sara a buscar refugio en Egipto, pero en una
situación de esclavitud que se alargó durante varios siglos. Conservaron el
recuerdo de Abraham y Sara como también del Dios que estos habían descubierto.
Este recuerdo y esta fe les ayudaron a salir de Egipto gracias
al liderazgo de otra pareja, Moisés y su hermana Miriam. Como sus primeros
antepasados decidieron buscar mejor suerte volviendo a las tierras de
Canaán-Palestina. Retomaron el proyecto de Abraham y Sara: libertad colectiva,
fraternidad equitativa y fe en un Dios amistoso. Tal como pasó con Abraham y
Sara descubrieron que Dios los acompañaba en su proceso de liberación y en su
decisión de vivir libre, fraterna y equitativamente.
En el desierto del Sinaí, el mayor desafío era la sobrevivencia:
¿cómo no morir en el intento? Una experiencia significativa les hizo descubrir
la necesidad de organizar el compartir equitativo entre familias. En el camino
del desierto encontraron una planta que producía unos granitos muy
particulares. Eran comestibles, pero no se conservaban más que un día. Fue la
experiencia del maná que nos cuenta el segundo libro de la Biblia: el Éxodo.
“Cada uno recogía lo necesario para la gente de su tienda de campaña… Cuando lo
midieron con el decalitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni lo que
recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración”.
En esta travesía del desierto que duró 40 años, o sea, el tiempo
de toda una generación, el pueblo de Moisés hizo una experiencia a la vez
‘económica’ y religiosa. Su organización ‘económica’ del compartir equitativo
los llevó a reconocer que el Dios de sus antepasados los seguía acompañando
como amigo, consejero y liberador con ellos, los esclavos de Egipto y los
pobres del desierto.
Una vez en Canaán, se complementó esta costumbre del compartir
equitativa por unas leyes que limitaban la acumulación de tierra y de dinero:
“No ha de haber pobres entre ustedes”. Cada 7 años se perdonaban las deudas a
quienes no las podían realmente pagar: era la ley ‘sabática’. Cada 50 años las
propiedades embargadas o vendidas eran devueltas a su primer propietario: era
la ley ‘jubilar’ en “el año de la gracia del Señor”. Hay que saber que, al
llegar en Canaán, la repartición de tierra a cada familia: la ley decía que la
tierra no se compra ni se vende.
Siglos después, Jesús de Nazaret que venía para “anunciar Buenas
Nuevas a los pobres” retomó el proyecto de Moisés y Sara y “proclamar el año de
la gracia del Señor”. Además, Jesús y el grupo de los 12 apóstoles, hacían
“bolsa común”. Al enseñarles la oración del Padrenuestro, Jesús les invitó a
pedir: “Danos hoy el pan de cada día”. Y la eucaristía iba a ser “el nuevo maná
que había bajado del cielo”: el alimento del compartir. En
su parábola de los obreros contratados para trabajar en una viña, al final del
día todos recibían el mismo salario, sin haber trabajado igual tiempo, porque
el salario debe cubrir el pan del día para toda la familia. En cuanto a los
primeros cristianos, sabemos que “todo lo ponían en común: entre ellos no había
ningún necesitado”.
Parece que los
bautizados en la fe de Jesús nos hemos olvidado bastante de sus palabras y de
sus prácticas, como también de las de sus primeros seguidores… como que si no
fuéramos los descendientes de Abraham y Sara y de Moisés y Miriam. ¿Por qué no
nos inspiramos a las lecciones económicas que nos da el Pueblo de la Biblia, en
vez de volver a esconder a Dios, a Jesús y a los primeros cristianos en las
sacristías y “en los cielos”? Tenemos allí unas alternativas económicas a la
desastrosa situación nacional actual. afín honrar el nombre de cristianos que
llevamos y ser dignos y valientes descendientes de Abraham, Sara, Moisés,
Miriam y cuantos más.
2. POLÍTICA Y
BIBLIA
La meta de la política es la
organización armoniosa de la convivencia nacional mediante el cuidado de los
bienes comunes. La Constitución es la norma mayor que orienta todas las leyes,
defines las instituciones y obliga a todos los ciudadanos. La Corte
constitucional define la interpretación de la Constitución. Se llama ‘Estado
ecuatoriano’ al conjunto de instituciones y entidades nacionales y es dirigido
por cinco poderes superiores: legislativo, ejecutivo, judicial, ciudadano y
electoral. El poder legislativo constituido por asambleístas elegidos está
encargado de hacer leyes y fiscalizar el poder ejecutivo. El poder ejecutivo es
constituido por el gobierno que comprende el presidente, el vicepresidente, los
ministros y los gobernadore provincial. El poder judicial está constituido por
la Corte Nacional de Justicia que interpreta las leyes y su aplicación, y
nombra los jueces; los abogados ayudan a defender los derechos ciudadanos. El
poder ciudadano nombra y controla los directores las distintas instituciones y
entidades estatales; vigila y castiga a los autores y cómplices de corrupción;
sus integrantes son elegidos mediante el sufragio de los ciudadanos. El poder
electoral reconoce los movimientos y partidos políticos, organiza las
elecciones nacionales, provinciales y locales, contabiliza los votos y proclama
los candidatos.
La democracia participativa se
basa en la igualdad de todos los ciudadanos, la participación en los poderes
del Estado, el respeto de sus derechos, y la defensa de las víctimas de abusos
y atropellos. No funciona la democracia, por una parte, cuando el gobierno,
saliendo de sus atribuciones, persona a los demás poderes del Estado, fomenta
la corrupción, atropella los derechos humanos, facilita la acumulación de
riquezas y bienes, controla los medios de comunicación. Por otra parte, no
funciona la democracia cuando los ciudadanos nos desinteresamos de la
organización de nuestro país, de nuestros derechos inscritos en la Constitución
y sobre todo cuando no participamos en los espacios que nos ofrecen los
distintos poderes del Estado. Un país tiene el gobierno que se merece y un
gobierno hace lo que le permitimos como ciudadanos. La mayoría de nuestros
males se originan en nuestro desinterés, individualismo y pasividad.
Si la leemos con atención, la
Biblia nos informa sobre la organización política del Pueblo de Moisés y Sara.
Con los 10 mandamientos nos presenta un resumen de su proyecto político: Son
los 10 puntos mayores de su Carta Magna, o sea, los cimientos de su Constitución.
Nosotros hemos hecho de los 10 mandamientos unas meras normas individuales,
distorsionando su propósito original que era y es la defensa de la organización
y de las instituciones del Pueblo de Jesús.
En los primeros mandamientos
nos advierte que la visión de Dios determina la organización social. Al creer
un solo Dios creador de los humanos, se sacó la conclusión que todos los
humanos somos iguales y con iguales deberes y derechos. Al creer en un Dios
liberador con ellos, los miembros del Pueblo de Dios dedujeron la perversidad
de la esclavitud que nace principalmente de la acumulación de bienes y la
dominación de los propietarios sobre los no propietarios. Los demás
mandamientos tratan de la convivencia armoniosa entre todos mediante el respeto
a la vida, la familia, la verdad, el descanso semanal, las herramientas de
trabajo.
Desde el principio, gracias a
la experiencia de los pueblos del desierto del Sinaí, Moisés y Sara organizaron
la descentralización en las decisiones. El suegro de Moisés le sugirió que se
organizaran por grupos con un coordinador que tuviera poder de decisión: “Elige
entre los hombres del pueblo algunos que sean valiosos y que teman a Dios,
hombres íntegros y que no se dejen sobornar, y los pondrás al frente del pueblo
como jefes de mil, de cien, de cincuenta o de diez. Ellos harán de jueces para
tu pueblo a cualquier hora; te presentarán los asuntos más graves, pero
decidirán ellos mismos en los asuntos de menos importancia. Así se aliviará tu
carga pues ellos la llevarán contigo”. ¡Cuán lejos estamos en Ecuador de esta
organización ‘bíblica’! ¡Qué triste no encontrar movimientos ni partidos
políticos llenos de buenos cristianos amantes de la Biblia incapaces de
practicar este modelo participativo de organización política! ¡Qué pocos
consecuentes somos los seguidores de Jesús de Nazaret al no reclamar nuestros
derechos ni resistirnos al atropello de tener que votar por hombres elegidos a
dedo y sin criterios por un grupúsculo de supuestos dirigentes de partidos que
deciden según sus intereses materiales!
En su tiempo Jesús retomó este
proyecto de Moisés y Sara: lo llamó el Reino de Dios. Denunció categóricamente
las 3 tentaciones que terminan sustituyendo a Dios y transformado la
organización social en la dominación de unos pocos sobre la inmensa mayoría.
Estas 3 tentaciones son la búsqueda de poder sin participación, de dinero sin
límite y de fama sin compromiso. A sus apóstoles los advierte: “Los que se
consideren jefes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos
abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes”.
¡Cuánto hace falta volver a la
visión política de la Biblia para denunciar en nombre de Dios los responsables
de la miseria que nos imponen nuestras autoridades, de la marginación a la que
nos condenan, de la confusión que fomentan, de la violencia que provocan! Es
más que tiempo de despertar y decidir vivir humana y fraternalmente.
3. IDEOLOGÍAS
Y BIBLIA
Las ideologías expresan los
distintos proyectos sociales que orientan la economía y la política. Provienen
de 5 espacios sociales: la educación escolar, las culturas, los medios de
comunicación, los movimientos y partidos políticos y las religiones. Todos
tenemos nuestra ideología consciente o inconsciente porque todos recibimos
permanentemente las influencias de estos 5 espacios. Las ideologías se dividen
en 2 principales: la de los dominadores ricos y la de los dominados pobres.
Todos entramos en una de estas 2 ideologías: Estamos o a favor de los ricos o a
favor de los pobres.
Los ricos imponen la ideología
capitalista, o sea, la acumulación de bienes y riquezas sin límites en sus
manos. Esta situación crea la pobreza que es causada de la explotación y del
despojo de los trabajadores. El sistema capitalista es una violencia permanente
porque no tiene otra alternativa para mantenerse. Desde siempre los
trabajadores han buscado zafarse de la dominación de los ricos y han puesto en
marcha 2 alternativas.
En los tiempos modernos han
surgido 2 ideologías anticapitalista: la socialista y la de Bien Vivir. La
ideología comunista es una rama más radical del socialismo, por ejemplo, por
calificar la religión de “opio del pueblo”. El sistema capitalista es un
sistema esclavista que duró sin contrariedad hasta los tiempos de la Revolución
francesa en 1789 que marcó el fin de la época feudal. La Iglesia católica se
distanció del capitalismo no hace más de 70 años con la renovación producida
con el Concilio Vaticano 2°.
La palabra “socialismo” fue
empleada por primera vez en 1766 por el monje italiano Ferdinando Facchinei al
retomar las propuestas de 2 personajes franceses famosos, ideólogos de la
Revolución francesa, que eran sus contemporáneos. El uno es el escritor francés
Juan Jaques Rousseau que proponía un “contrato social” entre el Estado y el
Pueblo, basado en la libertad y la igualdad social. El otro fue el filósofo Henri
de Saint Simon, considerado el ’padre del socialismo’, que proponía como tarea
del Estado una repartición más equitativa de la riqueza nacional.
Aquí podemos recordar la carta
de los obispos nicaragüenses,
de noviembre de 1979, favorables al socialismo que era la opción del
gobierno sandinista: “Si socialismo
significa preeminencia de los intereses de la mayoría de los nicaragüenses y un
modelo de economía planificada nacionalmente solidaria y progresivamente
participativa, nada tenemos que objetar. Si socialismo implica una creciente
disminución de las injusticias y de las tradicionales desigualdades entre las
ciudades y el campo, entre la remuneración del trabajo intelectual y del manual;
si significa participación del trabajador, en los productos de su trabajo,
superando la alienación económica, nada hay en el cristianismo que implique
contradicción con este proceso. Si socialismo supone
poder ejercido desde la perspectiva de las grandes mayorías y compartido
crecientemente por el pueblo organizado, de modo que vaya hacia una verdadera
transferencia del poder hacia las clases populares, de nuevo no encontrará en
la fe sino motivación y apoyo. Si el socialismo lleva a procesos culturales
que despierten la dignidad de nuestras masas y les comunique el coraje para
asumir responsabilidades y exigir sus derechos, se trata de una humanización
convergente con la dignidad humana que proclama nuestra fe.”
Actualmente la cosmovisión indígena del Bien
Vivir se ha tornado propuesta universal de un cambio social que permita el
empoderamiento de las grandes mayorías pobres y la convivencia armonios con la
naturaleza:
“Ofrecemos al mundo la Cultura de la Vida, o sea, el camino de la vida en
plenitud”. Son palabras del vicepresidente de Bolivia, David
Choquehuanca. Sus principales ejes del Bien Vivir son: El trabajo al servicio
del bienestar de todos, la identidad es la primera fuente de la dignidad, una
vida equilibrada trae justicia social, la libertad nace de la solidaridad, la
armonía con la naturaleza asegura la salud, la educación comunitaria es la
madre de la sabiduría.
Hagamos una remembranza
de los 3 pilares de la organización del Pueblo de Jesús tal como nos la
transmite la Biblia: la libertad colectiva, la equidad y la fe en un Dios
liberador. Jesús de Nazaret retomará estos 3 caminos para la realización del
Reino de Dios. Su opción ideológica es que todo esto sea obra de los pobres
conscientes, organizados y decididos. “¡Felices los pobres porque de ellos es
el Reino de Dios!”. San Pablo confirma esta opción cuando escribe a los
cristianos de Corinto: “Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para avergonzar a los
sabios, y ha tomado lo que es débil en este mundo para confundir lo que es
fuerte. Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es
nada, para reducir a la nada lo que es.”. Por estos motivos el papa Francisco
se reúne regularmente con los movimientos sociales poque los considera los
mayores protagonistas de una organización social más conforme a la dignidad
humana, la convivencia social y los derechos de la naturaleza. En su Carta
“Todos somos hermanos y hermanas” nos apremia a construir la ‘hermandad
universal mediante la fraternidad sin frontera, la amistad social, el amor
político y una espiritualidad liberadora’.
Los cristianos
debemos dedicarnos a hacer una lectura económica, política e ideológica de la
Biblia porque es la historia de un Pueblo pobre que decidió vivir en libertad,
fraternidad e igualdad en nombre de su fe en un Dios amigo, compañero y
liberador. Así podremos aportar más eficazmente nuestro grano de arena a la
construcción de un país y un mundo más humano y feliz. Si, entre todos, tomamos
en serio la vida, el respeto a los demás y a la naturaleza, legaremos un mundo
habitable a las futuras generaciones.
Debemos sacar las
consecuencias de nuestra ideología: Todos colaboramos tanto al caos de nuestro
país como a su resurgimiento armonioso según nuestra manera de vivir y de
creer. La puesta en marcha de un país digno y feliz está en nuestras manos
juntas.
CONCLUSIÓN: “El Árbol del Reino”
Con
la imagen de un árbol haremos un análisis de la realidad a la luz de la Biblia,
más particularmente de los capítulos 1 y 2 del Génesis, donde nos presenta ‘la
creación’, o más bien el proyecto de Dios sobre la creación.
En su
carta encíclica de 1975 sobre ‘La evangelización de los Pueblos’, el Papa Pablo
6º escribía una frase lapidaria: “El Reino es lo único absoluto” (8), es decir,
un mundo de fraternidad.
Vamos
a seguir los pasos de relato bíblico de la creación para entender el proyecto
de Dios, su sueño que Jesús llamó el Reino, es decir, un mundo de fraternidad,
el Reino de la Vida en plenitud…
Este sueño divino es también nuestro sueño
individual y colectivo. Veamos.
-
DIOS, como fuente, está a la raíz y al origen
de todo el cosmos, o sea, de todo lo que existe.
-
Al crear, Dios comparte lo que es, o sea,
VIDA, AMOR y comunión o COMUNIDAD, mediante una creación continua. Ver Génesis,
cap. 1 y 2.
-
Por él y a su imagen, surge la ARMONÍA que es
un dinamismo de continuidad y progreso del cosmos. Es el campo de la ECOLOGÍA
que nos invita a respetar este doble proceso. La maldad es intervenir para desviarlo
o destruirlo. Gén. 2,14…
-
Surgen los 4 elementos, luego los vegetales y
los animales. Esto es la NATURALEZA cuyo objetivo es el compartir todos estos
bienes para el beneficio de todos. Eso es el campo de la ECONOMÍA, o sea, la
organización de nuestras relaciones con la naturaleza mediante el compartir
de todas los bienes naturales y producidos. La maldad está en la acumulación.
Ver Éxodo 16,14; Mateo 20,1; Hechos 2, 42...
-
Luego surge la HUMANIDAD cuyo objetivo es el
convivir. Esto es el campo de la POLÍTICA,
o sea, la organización de las relaciones
todas las personas, del convivir entre sí y con todos los grupos étnicos de la nación. La maldad está en el
dominar. Ver Éxodo 18,13; 1 Samuel 8; Marcos 10,42…
-
En los seres humanos surgió la consciencia de
la SABIDURÍA del cosmos para que podamos expresarnos de múltiples maneras y,
así, enriquecernos entre todos y todas. Esto es el campo de las IDEOLOGÍAS, o sea, la organización de las distintas propuestas para expresarnos y
organizar la economía y la política. La maldad está en el engaño. Ver Daniel 2;
Lucas 4,16; 1 Corintios 1,27…
Como
vemos, el Reino lo abarca todo: la Ecología, la Economía, la Política y las
Ideologías. Nada escapa al sueño de Dios. Si las cosas marchan mal, es porque
nosotros, los humanos, o no hemos tomado en cuenta suficientemente el proyecto
de Dios, o nos hemos desinteresado de él y nos hemos hecho cómplices y
encubridores de la actual situación o lo destruimos conscientemente.
Para los cristianos esto es el SUEÑO DE DIOS, su plan de vida, amor y felicidad. Es el Árbol de la Vida o del Reino, que Jesús hará visiblemente presente y que nos entregará para continuarlo y completarlo. La misión de todo ser humano es colaborar a la extensión de la Vida, continuar la tarea de Jesús por el Reino y hacer más realidad este sueño de Dios, que es el sueño del Universo.
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