E
L J E S Ú S H I S T Ó R I C O
Recopilación de
textos
Guayaquil, Pedro Pierre (PR), 2016.
ÍNDICE DEL FOLLETO
Presentación
1.
“El Jesús que
creo”, Pedro Pierre (2016).
2.
Jesús y su
época, escuela CEBs (2016) y claretianos (2010).
3.
“Mensaje
laico de Jesús”, José García, 2014.
4.
“Jesús antes
del cristianismo”, Alberto Nolan, 2009.
5.
“Los milagros
de Jesús”, Jesús Peláez, 2011.
6.
“María
magdalena”, socorro vivas, 2016.
7.
“Repensar la
resurrección”, Andrés Torres, 2016.
8.
Jesús cristo
es el señor, Pedro Pierre.
Anexo: “Arqueología y Biblia”,
José M. Vigil, 2015.
Índice
detallado de las temáticas anteriores.
BREVE
PRESENTACIÓN
Muchos escritos y libros salen
sobre Jesús, en particular sobre su aspecto histórico. Al limitarnos a un Jesús
Hijo de Dios, nos quedábamos en las nubes, sin mayor incidencia en la realidad
y el interés de nuestros conciudadanos.
El Concilio y el despertar de los
pobres en América Latina, especialmente en las Comunidades Eclesiales de Base,
nos han exigido redescubrir el Jesús histórico, su misión del Reino, su impacto
en la realidad social y religiosa de su tiempo. Mucho camino se ha recorrido,
lastimosamente poco repercutido al nivel de las parroquias (y tal vez de los
Seminarios). Esta falencia fortalece una interpretación fundamentalista del
Evangelio, lo que nos aleja de las nuevas generaciones.
He aquí una serie de textos que
tratan de ponernos en contacto con las búsquedas bíblicas sobre Jesús en su
tiempo, diferenciando el Cristo de la fe del Jesús de Nazaret. Que nos ayudemos
a comunicar estas novedades para una evangelización que retome el proyecto de
Jesús y confirme la capacidad transformadora que tienen el Evangelio y el Reino
tanto para nuestra Iglesia como para la sociedad.
1. E L
J E S Ú S Q U E C R E O,
Pedro Pierre.
Una nueva
visión de Jesucristo
cambia la manera
de ver, creer y
vivir.
Guayaquil, PR. Abril de 2016.
CONTENIDO
El arranque del Concilio Vaticano 2°
1.
Del Cristo de
la fe al Jesús histórico
2.
La Iglesia al
servicio del Reino
3.
Contemplativos
en la acción
Conclusión abierta: El pluralismo religioso - “¡No hay otro mundo!”
Anexos:
-
Pablo 6° (1975):
“El Anuncio del Evangelio”, números 6,7 y 30.
-
Juan Pablo 2°:
“Necesidad de la Teología de la liberación”, a los obispos de Brasil, abril 9
de 1986.
Marcos 8,27-32: “Para ustedes, ¿quién soy yo’”
Filipenses 2,6-11: La encarnación de Jesús.
EL ARRANQUE DEL
CONCILIO VATICANO 2° (1962-65): Ser una Iglesia pobre y servidora.
A
los 50 años del Concilio Vaticano 2°, miramos su importancia a la recepción que
se ha hecho de sus orientaciones, en particular en América Latina, el único
continente que ha hecho una reunión episcopal para aplicarlo a nuestra
realidad, en Medellín, Colombia, 1968. Esta reunión marca el cambio de visión
sobre la Iglesia, Cristo y la comprensión de nuestra misión.
Tal
vez lo que ha dado un giro más novedoso es nuestra percepción sobre Jesucristo:
-
Se ha destacado
su dimensión histórica,
-
La prioridad del
Reino sobre la Iglesia que está a su servicio,
-
Nuestra
espiritualidad: ‘Contemplativos en la acción’, o sea, reconocer a Dios en
nuestra realidad.
Esa
es la experiencia personal que he hecho en América Latina en estos 40 años de
mi presencia en este continente y que voy a presentar a continuación.
A. DEL CRISTO DE LA FE
AL JESÚS HISTÓRICO
1.
Del Cristo
de la fe…
-
Casi
exclusivamente se nos enseñó el Cristo de la fe: el Mesías de los milagros, es
el Señor resucitado sentado a la derecha del Padre, el Hijo único de Dios, la
2ª persona de la Trinidad, el Rey de los Reyes y Señor de los Señores…
-
Bien poco se nos
hablaba del Jesús histórico, y menos todavía de la realidad de Palestina en su
tiempo.
Había que entender sus palabras y sus acciones tal
como se las describía en los Evangelios, sin tomar en cuento la comprensión que
tenía cada comunidad cristiana de él.
Era
un Cristo triunfante en un cielo lejano.
2.
… Al Jesús
histórico.
-
Ya muchos años
antes del Concilio, se decía que “con los Evangelios sabemos más sobre las
comunidades cristianas en las que se los escribió que sobre el mismo Jesús”.
-
Las ciencias
modernas se pusieron a investigar sobre la Biblia, la verdad de sus aseveraciones
históricas y geográficas. Nos revelaron que la realidad era diferente de la
descripción que hacían los Evangelios y descubrimos que el objetivo de los
Evangelios era más teológico que histórico. Ahora tenemos muchas conclusiones
de las investigaciones arqueológicas, históricas, sociológicas, lingüísticas,
gráficas… que no podemos pasar por alto.
-
Progresaron las
investigaciones cristológicas, en particular sobre el Jesús histórico, la
situación político-económica y socio-religiosa de Palestina, las palabras de
Jesús que eran específicamente de él, el sentido de los milagros llamados
‘signos’ por el evangelista Juan, la experiencia de la resurrección y de las
apariciones…
-
Llegamos a
preguntarnos quién fue Jesús, que dijo, cómo vivió, por qué murió y resucitó,
cuando comenzó su culto en las comunidades, cuál es el núcleo del mensaje de
Jesús, por qué cada comunidad cristiana lo interpretó de una manera diferente,
porque se lo subió al cielo mientras vino a encarnarse… Y mucho se ha escrito
sobre todos estos temas.
Esta
nueva visión de Jesús, la vamos a compartir entre nosotros.
B. LA IGLESIA AL
SERVICIO DEL REINO
1.
Otra
novedad que irrumpió con fuerza fue el lugar y la misión de la Iglesia frente a
la misión de Jesús: el Reino.
Descubrimos que la misión de Jesús no era tanto
hablarnos de Dios, sino del Reino de Dios, o sea, de la voluntad de Dios.
-
Sobre la Iglesia
se nos dijo que, a lo mejor Jesús no quiso inaugurar ninguna nueva religión ni
tampoco unas Iglesias, sino que instituyó un ‘movimiento al servicio del
Reino’. “¡Jesús vino para el Reino y aparecieron las Iglesias bien pocas al
servicio del Reino!”
-
El papa Pablo 6°
encendió la llama en 1975, con su carta “El anuncio del Evangelio en el mundo
contemporáneo: “Solamente el reino es pues absoluto y todo el resto es
relativo”, o sea, lo mismo que había dicho el mismo Jesús: “Busquen primero el
Reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6,33).
-
Entonces
descubrimos que el Reino era un conjunto de nuevas relaciones a hacer
acontecer: nuevas relaciones de uno consigo mismo, de uno con los demás, de
todos con todos, de todos con la naturaleza y con Dios… nuevas relaciones en
las estructuras sociales, políticas, económicas, culturales… más conformes a
los criterios del Reino.
-
Se valoró la
expresión del Concilio: “La Iglesia es el Pueblo de Dios”, o sea, el conjunto
de los bautizados al servicio de los cuales está la jerarquía, siendo primero
el sacerdocio de los mismos bautizados.
2.
Los
aportes de las Comunidades Eclesiales de Base a la nueva concepción de la
Iglesia.
1.
Actualizaron
la Iglesia de los pobres:
o Las CEBs comenzaron en Brasil por los años 1955 con
monseñor Antonio Fragoso y se expandieron por toda América Latina.
o Recuperaron el sueño del papa Juan 23 cuando
proclamaba en vísperas del Concilio (1961): “La Iglesia es y debe ser la
Iglesia de los pobres”. El cardenal italiano Giacomo Lercaro (Bolonia, Italia)
llegó a decir que “la Iglesia de los pobres es el tema del Concilio”.
o Se beneficiaron del ‘Pacto de las Catacumbas’ que
hicieron, al final del Concilio (1965), 42 obispos mayoritariamente
latinoamericanos del grupo autollamado “Iglesia de los Pobres”: decidían vivir
pobremente y al servicio de los pobres.
2.
Concretaron
de la Opción por los pobres:
o “Porque creemos que la revisión del comportamiento
religiosos y moral de los hombres debe reflejarse en ámbito del proceso
político y económico de nuestros países, invitamos a todos, sin distinción de
personas, a aceptar y asumir las causas de los pobres, como si estuvieran
aceptando y asumiendo su propia causa, la causa misma de Cristo (Mateo 25,40)”
(Obispos latinoamericanos en Puebla, México, 1979 [Mensaje 3]).
o “La Iglesia está vivamente comprometida en la causa de
la solidaridad, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación
de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente Iglesia de los pobres”
(Papa Juan Pablo 2º en 1981 en su Carta sobre ‘El Trabajo humano’ [‘Laborem
exeercens’], 8).
3.
Son
el caldo de cultivo de la teología de la liberación
o Nuevamente el papa Pablo 6º en su misma carta: ‘El
anuncio del Evangelio’ (30) encendía la llama: “La Iglesia… tiene el deber de
anunciar la liberación de millones de seres humanos, … el deber de ayudar a que
nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total.”
o Después de las 2 declaraciones del cardenal Ratzinger
(1984 y 1985) contra ‘cierta’ teología de la liberación, escribía el papa Juan
Pablo 2º a los obispos de Brasil, el 9 de abril del 1986: “Estamos convencidos
de que la teología de la liberación es no sólo oportuna, sino útil y
necesaria”.
4.
Nos
orientan hacia otra práctica del sacerdocio ordenado y de los demás ministerios
eclesiales
o El mayor sacerdocio según el Concilio es de los
bautizados al servicio del cual está el sacerdocio ordenado: “Ofrézcanse a Dios
como un sacrificio agradable a él” (Romanos 12,1), es decir, presentarse
delante de Dios como un pueblo fraternal.
o El documento de Aparecido afirma que las CEBs son
“escuela para nuevos ministerios” (178).
El
papa Francisco retoma muchos de estos aspectos en la reforma de la Iglesia.
C. CONTEMPLATIVOS EN LA
ACCIÓN
Esta nueva visión de Jesús y de la
Iglesia, nos ha llevado a una nueva espiritualidad: encontrar a Dios y escuchar
su voz en la realidad cotidiana, en especial en la vida de los pobres.
1.
Nuestra
espiritualidad es contemplación…
-
La encarnación de
Jesús nos ha enseñado que la realidad es el primer lugar de nuestro encuentro
con Dios, con Jesús resucitado y con el crecimiento del Reino. No se trata sólo
de conocer a Jesús, sino de reconocerlo en la vida diaria. La opción por los
pobres nos da nuevos criterios: optar por los pobres es optar por sus causas,
es decir, optar por su manera de pensar, actuar y creer, porque “de ellos es el
Reino de Dios” (Mateo 5,3).
2.
…
contemplación en y desde la acción
-
El Espíritu está
a la obra en muchas partes, pero especialmente en los pobres: la voz de los
pobres, su actuar, su religiosidad, su fe es expresión privilegiada de la
acción del Espíritu entre nosotros.
-
Nuestras
actividades no son solamente un servicio al Reino, son respuesta a las llamadas
del Espíritu en la realidad, en particular la del mundo de los pobres.
D. PARA CONCLUIR: NOS
ABRIMOS A NUEVAS… NOVEDADES.
Tener
nuevas visiones de Jesús y de la Iglesia nos exige abrirnos a otras novedades
que son los nuevos desafíos.
1.
Desafío
del pluralismo religioso
-
Descubrimos que
el ecumenismo y el pluralismo religioso es una necesidad.
-
Tenemos que
aprender los unos de los otros sobre Dios, Jesús, el Reino, la espiritualidad…
2.
El descubrimiento
que “¡No hay otro mundo!”
-
Dios no está
fuera de nuestro mundo ni fuera de nosotros, sino que es el alma de este mundo
y la vida y el amor en nosotros.
-
Hay que repensar
el cielo y el infierno, la oración, la devoción a los santos, los milagros, la
espiritualidad…
Que está convivencia nos ayude a expresar todas estas
novedades y a emprender nuevos caminos para responder mejor a los llamados de
Dios hoy.
ANEXOS: Documentos de los papas Pablo 6°
y Juan Pablo 2°
1. LA EVANGELIZACIÓN
DEL MUNDO CONTEMPORANEO, Pablo 6°, 1975: números 7, 8 y 30.
“Jesús primer
evangelizador
7. Durante el Sínodo, los
obispos han recordado con frecuencia esta verdad: Jesús mismo, Evangelio de
Dios (Cf. Mc. 1,1; Rom. 1-3), ha sido el primero y el más grande evangelizador.
Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su
existencia terrena.
Evangelizar: ¿Qué
significado ha tenido esta palabra para Cristo? Ciertamente no es fácil
expresar en una síntesis completa el sentido, el contenido, las formas de
evangelización tal como Jesús lo concibió y lo puso en práctica. Por otra
parte, esta síntesis nunca podrá ser concluida. Bástenos, aquí recordar algunos
aspectos esenciales.
El anuncio del reino de
Dios
8. Cristo, en cuanto
evangelizador, anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante
que, en relación a él, todo se convierte en "lo demás", que es dado
por añadidura (Cf. Mt. 6, 33). Solamente el reino es pues absoluto y todo el
resto es relativo. El Señor se complacerá en describir de muy diversas maneras
la dicha de pertenecer a ese reino, una dicha paradójica hecha de cosas que el
mundo rechaza (Cf. Mt. 5, 3-12), las exigencias del reino y su carta magna (Cf.
Mt. 5-7), los heraldos del reino (Cf. Mt. 10), los misterios del mismo (Cf. Mt.
13), sus hijos (Cf. Mt. 18), la vigilancia y fidelidad requeridas a quien
espera su llegada definitiva (Cf. Mt. 24-25).
Un mensaje de
liberación
30. Es bien sabido en qué
términos hablaron durante el reciente Sínodo numerosos obispos de todos los
continentes y, sobre todo, los obispos del Tercer Mundo, con un acento pastoral
en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman
tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el
esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al
margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo,
depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente,
en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y
cultural, a veces tan cruel como el político, etc. La Iglesia, repiten los
obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos,
entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta
liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no
es extraño a la evangelización.”
2. EL PAPA JUAN PABLO
2° CONFIRMÓ LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Carta
a los obispos de Brasil, abril 9 de 1986.
5, b: “Estamos
convencidos, nosotros y ustedes, de que la teología de la liberación es no sólo
oportuna, sino útil y necesaria”.
Párrafo completo:
“En la medida en que se empeña por
encontrar aquellas respuestas justas - imbuidas de rica comprensión con la
Iglesia en este país, tan eficaces y constructivas como es posible y al mismo
tiempo consonantes y coherentes con las enseñanzas del Evangelio, de la
Tradición viva y del Magisterio de la Iglesia -, estamos convencidos, nosotros
y ustedes, de que la teología de la liberación es no sólo oportuna, sino útil y
necesaria. Ella debe constituir una nueva etapa – en estrecha conexión con las
anteriores – de aquella reflexión teológica iniciada con la tradición
apostólica y continuada con los grandes padres y doctores, con el Magisterio ordinario
y extraordinario y, en la época más reciente, con el rico patrimonio de la
Doctrina social de la Iglesia que van de la ‘Rerum novarum’ (1891) a la
‘Laboren exercens’ (1984)”.
2. LA
REALIDAD DE PALESTINA
EN TIEMPOS DE JESÚS
OBJETIVOS
-
Tener una visión
de la realidad económica y política de Palestina en tiempos de Jesús.
-
Ubicar las
acciones de Jesús en un contexto de movimientos populares y liberadores de su
época.
1ª parte:
VISIÓN DE LA REALIDAD DE PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS.
Texto original de la Escuela de Formación CEBs, 2016.
CONTENIDO
Introducción
1. La dominación romana
2. El cobro de impuestos
3. Los militares en la palestina de Jesús
4. La visión profética de Juan Bautista
Resumen
INTRODUCCIÓN
En
esta unidad el alumno se informará sobre las condiciones sociales de Palestina
en la época en que Jesús llevó a cabo su predicación; el alumno observará que
ésta tuvo lugar en el contexto de una opresión cotidiana que el imperio romano
ejerció sobre los judíos a lo largo de casi dos siglos (63a.c - 132d.c). Un
periodo de sometimiento imperial que se sumaba a una historia de sucesivas
opresiones que desde tiempos remotos habían recaído sobre Palestina.
Centrando
nuestra atención en la época del sometimiento romano por ser éste el trasfondo
histórico de la predicación de Jesús, se describirán dos elementos centrales
del dominio romano: por una parte, el cobro de impuestos practicado como
sistema de expropiación económica a través del cual se sufragaba la vida
fastuosa de las élites citadinas a costa del empobrecimiento de los campesinos;
y, por otra parte, la represión militar que ejercida de manera cotidiana
sofocaba cualquier conato de desobediencia. Hacia el final de la unidad se
sitúa la predicación de Juan Bautista como una denuncia profética contra los
abusos cometidos por los romanos; denuncia que prefigura la propuesta
liberadora de Jesús.
Además
de apoyarnos en el Nuevo Testamento para acercarnos a aquella realidad
histórica retratada en los evangelios, nos remitiremos a las recientes
investigaciones del teólogo José Antonio Pagola expuestas en su libro Jesús.
Aproximación histórica; obra que ponemos a su disposición para complementar el
estudio de la unidad.
Los
conocimientos adquiridos en esta unidad servirán al alumno para recordar que en
la predicación de Jesús hay una denuncia de la injusticia, y la propuesta de
una convivencia entre los seres humanos basada en un principio diferente. La
comprensión de ello ayudará a reconocer en nuestro tiempo la continuidad de
injusticias semejantes, y a orientar una respuesta contra éstas análoga a
aquella que diera Jesús frente a los abusos cometidos por el imperio romano en
contra de su pueblo.
A. LA DOMINACIÓN ROMANA
La
Palestina sufrió durante siglos un proceso continuo de dominación y opresión.
En verdad, el Reino del Norte conoció su caída en el 722 a. C., y el Reino del
Sur en el 587 a. C. El pueblo de Palestina pasó por la dominación de los
babilonios, de los medos, de los persas, de los griegos y, en tiempos del Nuevo
Testamento, de los romanos. Son siglos de dominación cultural, opresión
política y expropiación económica, empobreciendo gradualmente a la población de
Palestina.
Los
romanos conquistaron Palestina en el 63 a. C., con la toma de Jerusalén por
Pompeyo, permanecieron en Palestina hasta el año 132 d. C., con un alto grado
de violencia contra la población, a través de saqueos, esclavización y cobro de
impuestos (tributos) altísimos. El Evangelio de Mateo, aunque escrito años
después de la muerte de Jesús, retrata muy bien esa realidad, indicando que
Jesús, el carpintero de Nazaret, tenía un buen conocimiento de esa dura
realidad de su pueblo: "Jesús recorría todas las ciudades y poblados,
enseñando en sus sinagogas, predicando la Buena Noticia del Reino y curando
todo tipo de dolencias y enfermedades. Viendo a las multitudes, Jesús tuvo
compasión, porque estaban cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor"
(Mt. 9,35-36).
Según
las investigaciones de José Antonio Pagola (2), “para facilitar la
administración y el control de un territorio tan inmenso, Roma había dividido
el Imperio en provincias regidas por un gobernador que era el encargado de
mantener el orden, vigilar la recaudación de impuestos e impartir justicia. Por
eso, cuando, aprovechando las luchas internas surgidas entre los gobernantes
judíos, Pompeyo intervino en Palestina, lo primero que hizo fue reordenar la
región y ponerla bajo el control del Imperio. Roma terminaba así con la
independencia que los judíos habían disfrutado durante ochenta años gracias a
la rebelión de los Macabeos. Galilea, lo mismo que Judea, pasaba a pertenecer a
la provincia romana de Siria. Era el año 63 a. C.
Los
judíos de Palestina pasaron a engrosar las listas de “pueblos subyugados” que
Roma ordenaba inscribir en los monumentos de las ciudades del Imperio. Cuando
un pueblo era conquistado tras una violenta campaña de guerra, la “victoria”
era celebrada de manera especialmente solemne. El general victorioso encabezaba
una procesión cívico-religiosa que recorría las calles de Roma: la gente podía
contemplar no solo los ricos expolias de la guerra, sino también a los reyes y
generales derrotados, que desfilaban encadenados para ser después ritualmente
ejecutados. Debía quedar patente el poder militar de los vencedores y la
humillante derrota de los vencidos. La gloria de estas conquistas quedaba
perpetuada luego en las inscripciones de los edificios, en las monedas, la
literatura, los monumentos y, sobre todo, en los arcos de triunfo levantados
por todo el Imperio. Se conocen más de trescientos. El más famoso y
significativo para nosotros es, sin duda, el arco de Tito, en el centro de
Roma, donde se ensalza la victoria de este general romano que destruyó
Jerusalén el año 70.
Los
pueblos subyugados no debían olvidar que estaban bajo el Imperio de Roma. La
estatua del emperador, erigida junto a la de los dioses tradicionales, se lo
recordaba a todos. Su presencia en templos y espacios públicos de las ciudades
invitaba a los pueblos a darle culto como a su verdadero “señor”. La apoteosis
de Octavio, declarado Augusto (“Sublime”), y su aclamación como “Salvador” del
mundo, portador de "paz” y “prosperidad” para toda la humanidad, propició
decisivamente el culto al emperador, que se desarrolló sobre todo en Oriente.
Pero,
sin duda, el medio más eficaz para mantenerlos sometidos era utilizar el
castigo y el terror. Roma no se permitía el mínimo signo de debilidad ante los
levantamientos o la rebelión. Las legiones podían tardar más o menos tiempo,
pero llegaban siempre. La práctica de la crucifixión, los degüellos masivos, la
captura de esclavos, los incendios de las aldeas y las masacres de las ciudades
no tenían otro propósito que aterrorizar a las gentes. Era la mejor manera de
obtener la "fides" o lealtad de los pueblos.
Basta
recordar algunos de los episodios más graves ocurridos en Palestina y relatados
por Flavio Josefo: en tomo al año 53 o 52 a. c, cuando faltaban unos cincuenta
para que naciera María Magdalena, el general Casio hizo esclavos a treinta mil
(!) judíos en los alrededores de Tariquea (Magdala), en las riberas del lago de
Galilea; el año 4 a. e, cuando Jesús tenía dos o tres años, el general Varo
incendió Séforis y las aldeas de su alrededor, luego destruyó completamente
Emaús y, por último, tomó Jerusalén, haciendo esclavos a un número incontable
de judíos y crucificando a unos dos mil.
La
destrucción de Jerusalén llevada a cabo por Tito en agosto del año 70, y
descrita de manera espeluznante por Flavio Josefo, hace palidecer todas las
acciones anteriores. Según el historiador judío, las tropas romanas solo
buscaban “destruir” la ciudad y “asolar la tierra” para castigar y aterrar al
pueblo judío para siempre. Roma siguió en Palestina su costumbre de no ocupar
los territorios sometidos, sino de gobernarlos por medio de soberanos, a ser
posible nativos, que ejercían su autoridad como vasallos o “clientes” del
emperador. Eran estos quienes, en su nombre, controlaban directamente a los
pueblos, a veces de manera brutal.
Herodes
el Grande fue sin duda el más cruel. Jesús no lo conoció, pues nació poco antes
de su muerte. Nunca fue un rey amado por los judíos. Hijo de una rica familia
idumea, fue considerado siempre un intruso extranjero al servicio de los
intereses de Roma. Para el Imperio, sin embargo, era el vasallo ideal que aseguraba
sus dos objetivos principales: mantener una región estable entre Siria y
Egipto, y sacar el máximo rendimiento a aquellas tierras por medio de un rígido
sistema de tributación.” (Pagola ver libro citado p. 11 y 12)
B. EL COBRO DE LOS
IMPUESTOS
Dice
J. A. Pagola, págs. 19-22, que “en una sociedad agraria como la de Jesús, la
propiedad de la tierra es de importancia vital. ¿Quién controlaba las tierras
de Galilea? En principio, los romanos consideraban los territorios conquistados
como bienes pertenecientes a Roma; por eso exigían el correspondiente tributo a
quienes los trabajaban. En el caso de Galilea, gobernada directamente por un
tetrarca-vasallo, la distribución de las tierras era compleja y desigual.
Probablemente,
Antipas heredó grandes extensiones de tierras fértiles que su padre, Herodes el
Grande, poseía en el valle de Yizreel, al sur de las montañas de Nazaret. Tenía
también propiedades en los alrededores de Tiberíades; ello le dio facilidades
para construir la nueva capital y colonizarla con gentes del entorno. Según
Flavio Josefo, Antipas obtenía como renta de sus tierras de Perea y Galilea
doscientos talentos (La guerra judía II, 95). Además de controlar sus propias
posesiones, los soberanos podían asignar tierras a miembros de su familia, funcionarios
de la corte o militares veteranos. Estos grandes terratenientes vivían de
ordinario en las ciudades, por lo que arrendaban sus tierras a los campesinos
del lugar y las vigilaban por medio de administradores que actuaban en su
nombre. Los contratos eran casi siempre muy exigentes para los campesinos. El
propietario exigía la mitad de la producción o una parte importante, que
variaba según los resultados de la cosecha; otras veces proporcionaba el grano
y lo necesario para trabajar el campo, exigiendo fuertes sumas por todo ello.
Los conflictos con el administrador o los propietarios eran frecuentes, sobre
todo cuando la cosecha había sido pobre. Hay indicios de que, en tiempos de
Jesús, estos grandes propietarios fueron haciéndose con nuevas tierras de
familias endeudadas, llegando a controlar buena parte de la Baja Galilea.
Había,
claro está, muchos campesinos que trabajaban tierras de su propiedad, ayudados
por toda su familia; por lo general eran terrenos modestos situados no lejos de
las aldeas. Había también bastantes que eran simples jornaleros que, por una
razón u otra, se habían quedado sin tierras. Estos se movían por las aldeas
buscando trabajo sobre todo en la época de la cosecha o la vendimia; recibían
su salario casi siempre al atardecer de la jornada; constituían una buena parte
de la población y muchos de ellos vivían entre el trabajo ocasional y la
mendicidad.”
Uno
de los rasgos más característicos de las sociedades agrícolas del Imperio
romano era la enorme desigualdad de recursos que existía entre la gran mayoría
de la población campesina y la pequeña elite que vivía en las ciudades. Esto
mismo sucedía en Galilea. Eran los campesinos de las aldeas los que sostenían
la economía del país; ellos trabajaban la tierra y producían lo necesario para
mantener a la minoría dirigente. En las ciudades no se producía; las elites
necesitaban del trabajo de los campesinos. Por eso se utilizaban diversos
mecanismos para controlar lo que se producía en el campo y obtenían de los
campesinos el máximo beneficio posible. Este era el objetivo de los tributos,
tasas, impuestos y diezmos. Desde el poder, esta política de extracción y
tributación se legitima como una obligación de los campesinos hacia la elite,
que defiende el país, protege sus tierras y lleva a cabo diversos servicios de
administración. En realidad, esta organización económica no promovía el bien
común del país, sino que favorecía el bienestar creciente de las elites…
1.
El primero
en exigir el pago del tributo era Roma
El tributum solí, correspondiente a las tierras
cultivadas, y el tributum capitis, que debía pagar cada uno de los miembros
adultos de la casa. Al parecer, el tributum soli consistía en pagar un cuarto
de la producción cada dos años; por el tributum capitis, cada persona pagaba un
denario al año: los varones a partir de los catorce años y las mujeres desde
los doce. Se pagaba en especie o en moneda: a los administradores les agradaba
recibir el tributo en grano para evitar las crisis de alimentos que se
producían con frecuencia en Roma. Flavio Josefo habla del “trigo del César que
estaba depositado en las aldeas de la Alta Galilea” (Autobiografía, 71). Los
tributos servían para alimentar a las legiones que vigilaban cada provincia,
para construir calzadas, puentes o edificios públicos y, sobre todo, para el
mantenimiento de las clases gobernantes. Negarse a pagarlos era considerado por
Roma como una rebelión contra el Imperio, y eran los reyes vasallos los
responsables de organizar la recaudación. No es posible saber a cuánto podía ascender.
Se estima que, en tiempos de Antipas, podía representar el 12% o 13% de la
producción. Sabemos que, según el historiador romano Tácito, significaba una
carga muy pesada para los campesinos. Según Tácito, hacia el año 17, cuando
Jesús tenía veintiuno o veintidós años, Judea, exhausta por los tributos, pidió
a Tiberio que los redujera; no sabemos la respuesta del emperador. Sin embargo,
Sanders está probablemente en lo cierto cuando observa que la situación de los
campesinos de Egipto y del norte de África, los dos grandes “graneros” de Roma,
era todavía peor.
2.
También
Antipas, como su padre, tenía su propio sistema de impuestos.
De ordinario se contrataba a recaudadores que, después
de pagar al soberano una determinada cantidad, se aplicaban a extraer de las
gentes el máximo beneficio. En los evangelios aparecen con frecuencia los
“publicanos” (telonai) o “recaudadores de impuestos”. Parece que hay que
diferenciar, al menos, tres niveles: las grandes familias a las que Roma
confiaba la recaudación de sus tributos; estas familias, que buscaban también
su propio interés, tenían sus siervos, que llevaban a cabo el “trabajo sucio”
de la recaudación en las aldeas del campo o en los embarcaderos del lago; los
“jefes de publicanos” (architelonai), como Zaqueo, que contrataban con las
clases dirigentes la recaudación de una determinada zona; por último, los
“publicanos” (telonai), que son siervos e incluso esclavos que llevan a cabo
directamente el antipático trabajo de la recaudación, al servicio de los grandes
recaudadores y de los jefes de publicanos. Son estos, probablemente, quienes se
acercan a Jesús.
3.
Las tasas
debieron de ser fuertes.
Solo así pudo llevar adelante Herodes el Grande su
ambicioso programa de construcciones. Algo semejante sucedió en tiempos de
Jesús, cuando Antipas, en el corto período de veinte años, reconstruyó la
ciudad de Séforis, incendiada por los romanos, y edificó enseguida la nueva
capital Tiberíades. Los campesinos de Galilea lo tuvieron que sentir en los
impuestos.
No sabemos si terminaban aquí las cargas o también
desde el templo de Jerusalén se les exigían otras tasas sagradas. En el período
asmoneo, antes de que Roma impusiera su Imperio, los gobernantes de Jerusalén
extendieron a Galilea el tradicional y complicado sistema judío de diezmos y
primeros frutos. Se consideraba una obligación sagrada hacia Dios, presente en
el templo, y cuyos representantes y mediadores eran los sacerdotes. Al parecer,
llegaba a representar hasta el 20% de la cosecha anual. Lo recogido en el campo,
más el impuesto de medio shékel que todo judío adulto debía pagar cada año,
servía en concreto para socorrer a sacerdotes y levitas que, conforme a lo
prescrito por la ley, no tenían tierras que cultivar y para costear los
elevados gastos del funcionamiento del templo y para mantener a la aristocracia
sacerdotal de Jerusalén. La recaudación se llevaba a cabo en los mismos
pueblos, y los productos se almacenaban en depósitos del templo para su
distribución. Roma no suprimió este aparato administrativo y, bajo Herodes, se
siguieron recaudando diezmos…
4.
La carga
total era, probablemente, abrumadora.
A muchas familias se les iba en tributos e impuestos
un tercio o la mitad de lo que producían. Era difícil sustraerse a los
recaudadores. Ellos mismos se presentaban para llevarse los productos y
almacenarlos en Séforis, principal ciudad administrativa, o en Tiberíades. El
problema de los campesinos era cómo guardar semilla suficiente para la
siguiente siembra y cómo subsistir hasta la siguiente cosecha sin caer en la
espiral del endeudamiento. Jesús conocía bien los apuros de estos campesinos
que, tratando de sacar el máximo rendimiento a sus modestas tierras, sembraban
incluso en suelo pedregoso, entre cardos y hasta en zonas que la gente usaba
como sendero (Parábola del sembrador Marcos 4,3-8).
5.
El
fantasma de la deuda era temido por todos.
Los miembros del grupo familiar se ayudaban unos a
otros para defenderse de las presiones y chantajes de los recaudadores, pero
tarde o temprano bastantes caían en el endeudamiento. Jesús conoció Galilea
atrapada por las deudas. La mayor amenaza para la inmensa mayoría era quedarse
sin tierras ni recursos para sobrevivir. Cuando, forzada por las deudas, la
familia perdía sus tierras, comenzaba para sus miembros la disgregación y la
degradación. Algunos se convertían en jornaleros e iniciaban una vida penosa en
busca de trabajo en propiedades ajenas. Había quienes se vendían como esclavos.
Algunos vivían de la mendicidad y algunas de la prostitución. No faltaba quien
se unía a grupos de bandidos o salteadores en alguna zona inhóspita del país.
Según E. W. Stegemann / W. Stegemann, el endeudamiento y la expropiación de los
pequeños agricultores son los signos de la época romana.”
En
síntesis, como dicen los Evangelios, “las multitudes estaban cansadas y
abatidas" es la manera de mostrar cómo el pueblo de la época era robado a
través de los impuestos pesadísimos, que hacían de la vida de los pobres un
infierno. La expresión afirma que el pueblo está como oveja esquilada, oveja de
la que se sacó la lana. De hecho, el cobro de los impuestos, por parte de los
romanos, se hacía así:
-
25% de toda
cosecha y de los productos de los artesanos,
-
11% de anona o
corvéia (impuesto para la manutención de las tropas romanas en Palestina),
-
10% de aduana
(una pequeña parte de este impuesto quedaba para el Estado Judío).
Tenemos,
pues, un total de 46% de impuestos que eran recaudados por los romanos. Estaba
además el cobro de aproximadamente el 14% de los impuestos que se recaudaban
para el Templo, referentes a las Primicias (primeros frutos de la tierra), a
los Primogénitos (los primeros nacidos entre los animales y las personas, de
sexo masculino), al Diezmo (10% de toda la cosecha y de la producción, yendo
una parte para los pobres) y a la Didracma (ofrenda anual, dada en dinero,
igual para todos). El total de impuestos llega al 60% de toda la producción.
La
población se quedaba con menos de la mitad de lo que producía. Ese proceso iba
empobreciendo cada vez más al pueblo. ¡Y los pobres se iban quedando cada vez
más pobres! Jesús de Nazaret no es alguien ajeno a esa problemática. Por el
contrario, su predicación y su práctica van a revelar la injusticia presente en
su época.
C. LOS MILITARES EN LA
PALESTINA DE JESÚS
A
partir del análisis de los testimonios del Nuevo Testamento, Néstor O. Míguez
(5) afirma que la presencia militar acompañó a Jesús como amenaza y símbolo de
muerte, desde la cuna hasta la tumba. Y no solo como trasfondo global de la
presencia de Roma en la Palestina del primer siglo. Los soldados aparecen como
actores de primer nivel justamente al principio y al final del Evangelio, como
agentes de muerte. Es Mateo quien relata la intervención de Herodes en el nacimiento
de Jesús y su orden de exterminar a los infantes de los alrededores de Belén
(Mt 2,16). Probablemente los ejecutores de esta orden macabra -aunque no
desacostumbrada- fueron los soldados de la guardia personal de Herodes. Todos
los evangelios señalan la participación directa de los soldados en la tortura y
ejecución de Jesús, y Mateo destaca también la presencia de los soldados
romanos junto al sepulcro de Jesús (Mt 27,65-66 y 28,12-15). Varios otros
pasajes ponen en evidencia la presencia constante de los militares como factor
constitutivo de la realidad en la cual opera Jesús.
Miguez
afirma además que es conveniente, por lo tanto, tener una idea de la forma y
significado de la presencia militar en la Palestina de los evangelios. Esta
presencia debe inscribirse en el hecho total del control romano en la región.
Herodes el Grande fue el último gobernante de la región que contó con alguna
fuerza militar propia. A partir del 4 a.C., pues, debemos pensar que toda la
presencia militar está constituida por tropas romanas. Las tropas estacionadas
en Palestina no eran numerosas. Las legiones, compuestas por ciudadanos
romanos, galos y españoles sobre todo, estaban en Siria, a buena distancia para
intervenir en caso de necesidad, pero no se veían. En el territorio de “Judea”
solo había auxiliares, griegos, sirios o samaritanos, pues los judíos estaban
exentos de todo servicio militar.
Esta
presencia militar abanderada por la famosa Pax Romana otorgaba “paz y
seguridad” a los propietarios y comerciantes, pero condenaba al hambre y la
represión a los humildes. Estas prácticas represivas estaban combinadas con
prácticas persuasivas como sobornos destinados principalmente a ganar el favor
de las clases dirigentes y pudientes de las naciones conquistadas. Es en este sentido
que deben entenderse algunas de las menciones de militares “bondadosos”. Esta
labor estaba a cargo de los oficiales, por lo que no debe llamar la atención
que algunos centuriones aparezcan como amigables en los relates evangélicos.
Asimismo, es posible que excepcionalmente alguno, a nivel personal, fuera
sensibilizado por la piedad judía. Ahora bien, estas menciones ocasionales de
oficiales “amigables” se ha prestado a ciertas exageraciones voluntaristas. La
realidad es que la presencia militar en Palestina, y especialmente en Judea y
en Jerusalén, distaba mucho de ser amistosa. El propio Flavio Josefo, uno de
los favorecidos por esa política de Roma, nos relata algunos episodios en que
se percibe la dura represión en la que vivía el pueblo común.
Así,
el mismo Pilatos que crucificó a Jesús, aparece como responsable de muchas
otras muertes de las que no pudo “lavarse las manos”, y el empleo de tácticas
que nos resultan conocidas... Poco después provocó [Pilatos] una nueva revuelta
gastando para la construcción de un acueducto el tesoro sagrado llamado
corbonas, para traer agua de la distancia de cuatrocientos estadios. El pueblo
se indignó y rodeó vociferando el tribunal de Pilatos, que se encontraba en
Jerusalén. Previendo la sedición, el procurador había tomado la precaución de
mezclar con la multitud una tropa de soldados armados pero vestidos de civil,
con orden de no usar espadas y de atacar a los manifestantes con garrotes.
Desde lo alto de su tribunal dio la señal convenida. Los judíos perecieron en
gran número, unos por los golpes, otros aplastados por lo que huían. La
multitud, atónita ante la matanza, se redujo a silencio.
Ante
la presencia de los “sicarios” que aprovechaban los disturbios para cometer
actos que hoy llamaríamos “terroristas” en su oposición a la dominación romana
y sus aliados, el régimen reacciona con una represión indiscriminada que
nuevamente expone a los más débiles (ancianos, niños, mujeres), que son los que
constituyen objetivos fáciles de los garrotes o los que son atropellados y
aplastados en una multitud zarandeada por el pánico.
Es
propio de la represión militar (entonces y ahora) el cargar sobre el pueblo
como conjunto. La multitud misma es su enemigo, porque representa el camino de
la manifestación frente al poder de los que carecen de poder. Con los
dirigentes se negocia, al pueblo se lo reprime. Al hablar de la represión
militar el historiador Flavio Josefo, nos cuenta este episodio siniestro: “El
pueblo se había reunido en gran cantidad, para celebrar la fiesta de los panes
ácimos, y en el tejado del pórtico del Templo se instaló una cohorte romana,
porque es costumbre que fuerzas armadas vigilen las fiestas, para prevenir los
desórdenes fáciles de producirse en las grandes aglomeraciones. Uno de los
soldados, recogiéndose el manto, se agachó de manera indecente, volviendo el
trasero hacia los judíos, e hizo oír un ruido que concordaba con su postura.
Este espectáculo indignó a la multitud, quien exigió a gritos que Cumano -
[procurador romano en Judea en 48-52] castigara al soldado. Varios jóvenes, más
ardientes y algunos revoltosos de la plebe se armaron de piedras y apedrearon a
los soldados. Cumano, temiendo un ataque de todo el pueblo contra su persona,
envió refuerzos de infantería, que se distribuyeron en los pórticos. Los
juicios, víctimas del pánico, huyeron del Templo, buscando refugio en la
ciudad. En las puertas se empujaron con tanta violencia, tratando de salir, que
se derribaban entre sí pisoteando a los caídos. Perecieron más de treinta mil,
convirtiéndose la fiesta en duelo para la nación entera y llantos en todas las
familias” (Flavio Josefo, Libro II, capítulo 12).
Comenta
Miguez que uno puede sospechar que la cifra de muertos puede ser algo
exagerada. Pero no se puede desconocer la naturaleza de la ofensa como propia
de la soberbia con la que los soldados tratan al pueblo. Si bien este episodio,
por lo grotesco, llama la atención, la historia de estas Guerras de los judíos
nos ofrece varios incidentes similares. Y la constante de que el pueblo humilde
es el principal objeto de esta represión aparece una y otra vez en el relato,
así como las características genocidas de las acciones de conquista.
En
síntesis, se puede afirmar con Miguez que “el verdadero lugar de la comprensión
de lo militar en el testimonio de los evangelios, está en la tensión entre el
pueblo humilde y los gobernantes (las “clases dirigentes” judías aliadas al
poder romano), o si se prefiere, entre el proyecto de liberación de Jesús y las
fuerzas de la Pax Romana (como lo expresa Caifás, Jn 11,47-51). Es también en
este contexto, y no en el de una interioridad que surge, históricamente
bastante más tarde, que debe leerse la palabra de Jesús en Juan: “Les concedo
la paz, mi paz les doy. No según el modo en que el mundo les da la paz, yo se
las doy. No sea conmocionada su vida ni se asusten” (Jn 14,27). La paz de Jesús
se presenta aquí como la antítesis de la paz obtenida por los soldados, al
precio de la opresión de los pueblos. La paz de Jesús, su proyecto de vida, no
se obtiene creando conmoción y terror en el pueblo humilde, sino poniendo la
vida en amor. Es en este marco en el que se debe analizar el lugar de lo
militar en el Evangelio y en la vida de Jesús.”
D. LA VISIÓN PROFÉTICA
DE JUAN BAUTISTA
Juan
el Bautista surge en Palestina entre los años 27 y 28 del primer siglo. Las
principales fuentes que mencionan la actividad de Juan son: Marcos 1,2-11;
6,17-29; fuente Q (Lucas 3,7-9; 3,16-17; 7,24-28; 16,16 / / Mateo 3,7-10;
3,11-12; 11,7-11; 11,12-13); Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos 18,5,
2.
Dice
Pagola que “Juan era de familia sacerdotal rural. Su rudo lenguaje y las
imágenes que emplea reflejan el ambiente campesino de una aldea. Juan rompe con
el templo y con todo el sistema de ritos de purificación y perdón vinculados a
él. No sabemos qué le mueve a abandonar su quehacer sacerdotal. Su
comportamiento es el de un hombre arrebatado por el Espíritu. No se apoya en
ningún maestro. No cita explícitamente las Escrituras sagradas. No invoca
autoridad alguna para legitimar su actuación. Abandona la tierra sagrada de
Israel y marcha al desierto a gritar su mensaje.”
Juan
era un conocedor de la situación de sometimiento y represión romana y su
mensaje era tajante y directo frente a las prácticas militares. Dice Lucas
3,14: “También le preguntaron unos soldados, diciendo: ¿Qué haremos nosotros? Y
les dijo: No opriman a nadie, ni calumnien, y conténtense con su salario”.
Míguez en el estudio citado nos dice que a través de estas indicaciones podemos
entrever algunas prácticas de la relación de la soldadesca con el pueblo común.
No es seguro que estos soldados quisieran acercarse al movimiento de Juan,
ansiosos del mensaje de salvación. Lucas destaca que algunos publicanos
vinieron con la intención de ser bautizados (Lc 3,12). De los soldados solo
dice que preguntaron. Difícilmente los soldados se mostrarán interesados en el
movimiento de Juan por razones altruistas, siendo necesariamente extranjeros.
Esta
pregunta bien puede tener un sentido cuestionador (¿qué puede saber éste, que
pretende decirle a todos lo que deben hacer?), acusador (probar una oposición
al régimen romano, como tantas veces se han interpretado algunas de las
preguntas a Jesús) o incluso sarcástico (¿qué puede decirle un profeta sin
poder a los representantes del poder absoluto?). La respuesta del Bautista
refleja la condición del pueblo humilde. Lo que señala a los soldados es el
tipo de padecimientos al que someten cotidianamente a la población. La cuestión
no pasa por “la violencia” como tema, o la legitimidad de lo militar. Surge de
la cotidianeidad, de las formas de violencia más “normales” de la represión, la
que no recurre a la fuerza de las armas desenvainadas, sino a la
discrecionalidad asentada por el poder de policía. Poder que se apoya en la
legalidad que otorga la hegemonía política y militar de Roma. Es posible que
Juan se refiriera a prácticas regulares de los soldados, reconocidas en muchos
casos por la legislación romana.
Así,
el “no opriman a nadie” puede leerse como un rechazo del llamado “derecho de
carga”. Todo soldado o magistrado podía exigir a cualquier transeúnte que le
llevara su carga (la llamada “impedimenta” militar, ropa, alimento, etc.). Al
derecho de imponer llevar carga, deben agregarse otros de similar
característica: la obligación de dar alojamiento a los soldados por parte de
los particulares, y en algunos casos incluso de sustentarlos económicamente.
Todos los vecinos estaban sometidos a esta carga, los particulares debían dejar
a los soldados un tercio de la casa, salvo los que hospedaban a algún oficial
con rango de ilustres, porque en ese caso debían cederle la mitad... Podemos
imaginar lo que esto podía llegar a significar para los vecinos comunes de las
aldeas de Galilea y Judea, que normalmente apenas alcanzaban el nivel de
subsistencia. “No opriman a nadie”, según la respuesta del Bautista, era, en
alguna medida, pedir a los soldados la renuncia a este derecho que su condición
de tropas de ocupación les confería.
Algunas
traducciones acertadamente interpretan “oprimir” como “extorsionar”. La
práctica de un “derecho de protección” era también común. Mucho se ha hablado
de las exacciones de los publicanos. Pero las prebendas de los soldados, como
hemos visto, no les iban a la zaga. La legislación romana más tardía muestra
una preocupación por los abusos de la soldadesca a su paso por aldeas,
mercados, etc. El solo surgimiento de la legislación alcanzaría para demostrar
la existencia de estas prácticas. El grado de avaricia era tal que obligó a los
romanos a limitar mediante la legislación a sus propios soldados, ante el
riesgo de destruir las economías regionales. La segunda cláusula de la
respuesta de Juan el Bautista, “no levanten calumnia”, debe explicarse por
motivos similares. Ante cualquier incidente, la acusación de un soldado podía
significar la muerte. Aun si se dudara de la historicidad fáctica de este
diálogo, deberá admitirse que el problema debe haber sido lo suficientemente
frecuente como para que esta “recomendación” de Juan se trasmitiera al
Evangelio. Estas “calumnias”, llevadas a juicio, hacían prácticamente imposible
la defensa legal del vecino pobre, especialmente si carecía de la ciudadanía
romana.
Así,
calumnia y extorsión se unían en la carga cotidiana de la presencia militar en
la Palestina de Jesús. Extorsión, opresión y calumnias eran parte de las
“armas” de que también disponía el soldado del Imperio frente a los humildes
habitantes de poblados y aldeas. Con esto acrecentaba su ya de por sí
envidiable, a los ojos del pueblo común, capacidad económica. Los sueldos militares
fueron cambiando en distintas épocas el Imperio. No obstante, si el tiempo de
Augusto puede servirnos como guía, podemos señalar que el salario más bajo de
un suboficial era de 3.000 sestercios (750 denarios). Los centuriones más que
cuadruplicaban esa cifra. Siendo el denario el salario normal diario, es de
suponer que el nivel de vida de cualquier soldado superaba holgadamente el de
los vecinos, que además debían cederle parte de la casa cuando les era
requerido. “Contentarse con su salario” era, más que una recomendación ética,
una defensa real de la gente común, expuesta a la ambición incontrolable de los
que ya de por sí recibían mucho por controlarlos a ellos.
De
esta manera, la exhortación del Bautista no debe entenderse como una serie de
principios éticos abstractos aplicables al “buen soldado”, sino como una
denuncia profética de los abusos militaristas contra el pueblo humilde, como
una defensa de los sometidos frente a las prácticas de represión. No es
casualidad que Lucas señale, tras esta respuesta, que el pueblo común estaba “a
la expectativa, preguntándose en sus corazones acerca de Juan, si no sería éste
el Mesías”.
RESUMEN DE LA UNIDAD
-
En esta unidad
hemos visto que Palestina sufrió durante siglos un proceso continuo de
dominación y opresión que inició desde la sumisión a los babilonios y continuó
con los medos, persas y griegos, hasta llegar a la invasión de la región por el
Imperio Romano. Siglos de dominación cultural, opresión política y expropiación
económica que empobrecieron a su población. Desde la “conquista” romana hasta
el año 132 d. C., predominó la violencia contra la población, que además estaba
sometida a un altísimo cobro de impuestos.
-
Hemos visto cómo
Jesús tuvo que enfrentar una situación muy difícil, tensa, de represión
permanente a causa del poderío del imperio romano. Jesús fue testigo de los
sufrimientos del pueblo, pero no solo fue un testigo imparcial, él se vio
afectado y tuvo que buscar la manera de sobrevivir en un contexto de violencia
permanente. La posición de Jesús ante esta realidad fue frontal y de suma a los
movimientos que se oponían a la dominación de los poderosos. El paso de la
adolescencia a la juventud de Jesús se vio envuelto en un contexto de masacres,
represión romana, persecución, revueltas y crucifixiones masivas. Es muy
posible que su inconformidad con esta realidad llevara a Jesús a hacerse
discípulo de Juan el Bautista, profeta crítico de las injusticias que toda esa
situación implicaba para el pueblo palestino.
-
Nace Jesús
entonces en medio del descontento popular, lo cual tuvo que incidir o
repercutir en su formación política. Jesús no da la espalda a los pobres, antes
por el contrario asume su causa, pero lo que resulta novedoso es la forma
alternativa de responder con una propuesta liberadora que abrió caminos de vida
a los pueblos del mundo que ayer como hoy enfrentan sistemas imperiales.
En
la próxima unidad podremos ver que la propuesta de Jesús se sintetiza en el
Reino de Dios. El Reino que llegó, que se hizo realidad y al cual debemos
acceder para poder responder proféticamente como Jesús a nuestra realidad de
hoy.
NOTAS
1. ONIMUS, J., Jésus en direct, Paris, Desclée de Brouwer, 1999, p. 28.
2. José Antonio Pagola,
teólogo, ha escrito un libro llamado “Jesús, aproximación histórica”, versión
que ponemos a su disposición como anexo en esta unidad.
3. MESTERS, C., en RIBLA, 1 (1988/1), pp. 72-80.
4. MESTERS, C., op. cit., p.76.
5. NÉSTOR O. MÍGUEZ en Revista RIBLA No. 8 (1991) pp.15- 25 CLAI
www.clailatino.org
2ª parte: EL MOVIMIENTO POPULAR Y SUS DIVERSAS
EXPRESIONES EN TIEMPOS DE JESÚS.
A partir de un trabajo bíblico de los Claretianos.
Resumen PR. 2010.
ÍNDICE
1.
Unas 2 etapas
antes del nacimiento de Jesús
2.
Las grandes
tensiones en los años de Jesús
3.
Reaparece los
profetas
La
doble esclavitud creó una situación confusa, sin alternativa de solución. Había
divisiones y conflictos en todos los niveles de la vida: en lo económico,
social, político, ideológico, cultural y religioso. Es por esta situación sin
salida que el movimiento popular de la época estaba en un proceso de
radicalización: buscaba sus propios caminos fuera de la religión oficial y de
la represión romana. Poco a poco se iba transformando en un movimiento
profético amplio que llamaba al Pueblo a regresar a su origen, es decir, a la
Alianza con Dios mediante el proyecto social igualitario de Moisés. Jesús se
incorporó en este proceso de radicalización del movimiento popular. Vamos a
analizar ahora las varias etapas de este Movimiento Popular desde la llegada de
los Romanos.
A. UNAS 2 ETAPAS HASTA
EL NACIMIENTO DE JESÚS
1.
Una rebelión
popular sin rumbo, del 63 al 37 antes de Jesús (a. C.).
Nunca
el pueblo de Jesús aceptó la dominación romana. Las pequeñas revueltas eran
destruidas en cuanto aparecían.
2.
Represión
y desarticulación del movimiento popular, del 37 al 4 a. C. en el período de
Herodes.
Fue el tiempo de una mayor organización por la
presencia de líderes que levantaban al pueblo. Pero todo terminaba en matanzas
terribles. Jesús nació en esa época, al final del gobierno de Herodes, entre el
año 4 y 6 a. C.
B. LAS GRANDES
TENSIONES EN LOS AÑOS DE JESÚS
1.
Revoluciones
mesiánicas, del 4 a. C. al 6 d. C.
Fue el tiempo de Arquelao, cuya primera acción el día
de su posesión fue matar a miles de judíos presentes en Jerusalén. Los líderes
de este período apelaban a las antiguas promesas hechas a David y se
presentaban como ‘Rey y Mesías’. La represión romana fue lenta, pero violenta:
Séforis, capital de Galilea, apenas a ocho kilómetros de Nazaret, fue arrasada
y su población esclavizada. Jerusalén se rindió y escapó de la destrucción,
pero dos mil revoltosos fueron presos y crucificados alrededor de la ciudad.
En esa época,
el niño Jesús salía de la infancia y entraba en la adolescencia: ‘crecía en
sabiduría, estatura y gracia delante de Dios y de los hombres. (Lucas 2,52).
2.
Celo por
la ley y tiempo de revisión, del 6 al 27 d. C.
En el año 6 dC., después de la destrucción de Séforis,
Roma asumió directamente el control de la Palestina mediante gobernadores
romanos. El gobierno judío continuaba en las manos del Sumo Sacerdote, nombrado
por Roma. Un censo fue decretado para reorganizar la administración interna y
garantizar el cobro del tributo. Esto provocó una fuerte reacción popular,
inspirada en el celo por la Ley. Esta época marcó otro paso más en este proceso
de radicalización de la lucha del pueblo: esto preparó el movimiento de los
'zelotes', guerrilleros contra los romanos.
En este período, el joven Jesús, llegando a la edad de
doce años, comenzaba a participar plenamente de la vida de la comunidad. Vivía
en el campo de Nazaret y trabajaba de sus manos, y ayuda a la gente de su
región prestando servicios como carpintero. Y esto durante casi veinte años,
desde los 12 hasta los 30 años de edad.
C. REAPARECEN LOS
PROFETAS, del 27 al 69 d. C.
1.
Un
sinnúmero de Profetas.
El primero fue Juan Bautista, a su alrededor creció un
enorme movimiento. Poco después vino Jesús. Después, llegaron otros profetas:
en los años 36, 45, 56 y 60, según el historiador por Flavio Josefo.
2.
¿Qué
pretendían estos profetas, y qué significaban para el pueblo?
Querían rehacer la historia: convocaban al pueblo para
el nuevo éxodo, anunciaban el comienzo de un nuevo Año Jubilar, o sea, la
liberación de los pobres y pedían un cambio en el modo de vivir. Como en el
tiempo de Moisés, quieren revivir la Alianza y el proyecto igualitario de Moisés.
3.
Actitud de
las autoridades, tanto judías como romanas.
Vivían ajenos al movimiento popular y no percibían la
gravedad del momento ni la necesidad de un cambio radical en el rumbo del país.
Tampoco eran capaces de reconocer la llegada del Reino en medio de los pobres
(Mateo 11,25). Pilato pensaba que Jesús era un revoltoso igual que Barrabás
(Marcos 15,7) y lo confundió con los anteriores reyes mesiánicos (Marcos 15.9),
que eran unos ‘ladrones e impostores’.
4.
La espera
del Reino de Dios
El pueblo era como un rebaño sin pastor (Mateo 9,36).
Vivía a la espera de algo nuevo, algo como la llegada del Reino. Fue en este
contexto bien preciso que Jesús recibió y asumió su misión de Profeta. Él
sentía dolor de su Pueblo (Marcos 6,34; 8,2) y quiso congregarlo en torno al
Reino de Dios (Lucas 13,34). Situándose dentro del proceso amplio del
movimiento popular, lo ayudó a dar un paso más, el paso que faltaba. Desveló el
llamado de Dios y reveló la presencia del Reino entre los pobres (Mateo 4,17).
3. EL
MENSAJE LAICO DE
JESÚS DE NAZARET, José
M. García M.
Jornadas anuales de CPS. MADRID 2014.
18 de Octubre de 2014. (anaxagoras54@gmail.com).
ÍNDICE
1.
Jesús fue un
profeta laico
2.
Las 3 mayores
características del profeta Jesús
Itinerante. – Subversivo. – Amenazado.
3.
La laicidad
del mensaje de Jesús
-
Las
Bienaventuranzas
-
La misión de los
72 discípulos
-
El juicio final
4.
Mensaje
subversivo de Jesús
5.
Opciones
preferenciales de Jesús por los perdidos y los últimos.
Se va a hablar del mensaje laico de Jesús.
De
entrada, nos podemos preguntar ¿Por qué precisamente es laico el mensaje de
Jesús? Porque desde nuestra fe, parecería como que todo lo que viene de Jesús
tendría que ser un mensaje religioso, lo mismo que lo que viene de un médico
tiene que ver con las enfermedades, o lo que viene de un economista tiene que
ver con el dinero, así lo que tiene que ver con Jesús tiene que ser religioso,
es lo propio de la religión cristiana. Pero, ¿por qué precisamente laico? Es lo
que vemos a ver, y por eso, comprobamos que ya en este enunciado hay un
problema. Y consiste en el conflicto que se da entre la religión y el mensaje
de Jesús. Se trata del conflicto entre lo laico y lo religioso.
Y
en ese conflicto entre lo laico y lo religioso, Jesús opta por lo laico, y
rechaza la religión es decir, opta por el “laos”, por el pueblo, en sus dos
acepciones, como pueblo elegido y como “ojos”, pueblo, que se traduce como
muchedumbre, como multitud. Entendemos que la religión consiste en una relación
con Dios que se realiza por medio (relación “mediada”) de mediadores asociados
a jerarquías, es decir, el clero (papa, obispos, curas), que entrañan un
sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia,
obediencia, sumisión y subordinación a superiores que son invisibles. El
mensaje de Jesús es laico, no es religioso. Él fue un profeta laico que anunció
un mensaje tan profundamente humano que llega a toda la humanidad, tan
profundamente laico que es subversivo al no acomodarse al orden establecido.
(Permítanme una nota de erudición:
-
La palabra
“laos·, pueblo, sale 55 veces en el Evangelio y tiene el significado teológico
de pueblo elegido.
-
La palabra
“demos”, pueblo, sale solo 4 veces y significa pueblo desde el punto de vista
sociológico.
-
Y la palabra
“ojlós”, pueblo, se repite 175 veces y significa esa muchedumbre de pobres, de
campesinos, de niños, de gente inculta y analfabeta, de gente que no tiene
nada, de enfermos, de vagabundos, de mujeres embarazadas, de prostitutas, de
ladrones, etc.
El
pueblo lo forman esas multitudes que seguían a Jesús, Mt. 4:25 Lo siguieron
grandes multitudes procedentes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y
Transjordania. Mt. 5:1 Al ver Jesús las multitudes subió al monte, se sentó y
se le acercaron sus discípulos. Mt. 7:28 Al terminar Jesús este discurso, las
multitudes estaban impresionadas de su enseñanza.)
Vamos
a examinar este conflicto en tres apartados para tratar de verlo con la mayor
claridad posible. Jesús es un profeta laico, el mensaje de Jesús es universal y
su mensaje es subversivo.
A. JESÚS FUE UN PROFETA
LAICO
Solo
un laico como Jesús puede predicar un mensaje laico, no religioso. Jesús fue un
profeta laico. No fue sacerdote, ni funcionario de la religión, ni maestro de
la ley, ni nada parecido. Es más, Jesús vivió y habló de tal manera que pronto
entró en conflicto con los dirigentes de la religión de su tiempo, los
sacerdotes y los funcionarios del Templo, que eran los representantes oficiales
de “lo religioso” y “lo sagrado”. Jesús no es un líder religioso, al estilo de
Nelson Mandela, Martín Lutero King, o Gandhi, o Dalai Lama. (Aunque sean
también profetas de nuestro tiempo). Y los cristianos no somos seguidores de un
líder religioso, sino que seguimos a un Profeta laico.
El
líder es una persona que es seguida por otros que se someten a su autoridad.
Suelen tener un indiscutible peso moral o político o espiritual entre la gente.
Jesús cita frecuentemente a los profetas de Israel y explica su misión como
cumplimiento de la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor descansa sobre
mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres,
a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor”.
Un
profeta no es el que pronostica el porvenir, el profeta no es un adivino. “Es
un hombre llamado por Dios para trasmitir su palabra, para orientar a sus
contemporáneos el camino a seguir en sus vidas”. Jesús es el último de los
profetas de Israel. Es el que anuncia el Reino de Dios, aunque no lo define, es
el que anuncia la liberación de los pobres.
Jesús
fue un profeta que vivió de tal manera que en cuanto empezó a actuar y hablar
en público, entró en conflicto con los responsables de la religión, los
teólogos, y los más estrictos observantes. Jesús no aceptó la religión de su
tiempo. Lo central en la vida de Jesús no fue lo religioso, sino lo humano y la
humanidad. Jesús se puso de parte de la vida y de la felicidad de los seres
humanos. Jesús fue un piadoso israelita que tuvo una fuerte experiencia de
Dios, a quien llamaba Padre y que fomentaba la oración no en el templo, sino en
el monte, en sitios solitarios y silenciosos. La religiosidad de Jesús no
estuvo vinculada al templo ni a los rituales sagrados. Porque la Religión siempre
fomenta la desigualdad y también la sumisión.
Dos
principios netamente humanos, la libertad y la igualdad, enunciados en el art,
2 de los Derechos Humanos, chocan frontalmente con la religión. Porque la
religión es jerarquía y obediencia y produce desigualdad y sumisión. Por
supuesto, jerarquía y obediencia a Dios. Pero no sólo a Dios. Sino jerarquía y
obediencia a Dios a través de los “mediadores”, es decir, del clero (papa,
obispos, curas) que son parte esencial en la religión. Ahora bien, jerarquía es
lo mismo que desigualdad (de rangos, dignidades, poderes, categorías…). Y
jerarquía es lo mismo que sometimiento, de unos (los que obedecen) a otros (los
que mandan). Sometimiento en dogmas, ritos, normas, tradiciones…). Por tanto,
donde hay religión no puede haber libertad, ni puede haber igualdad. Lo cual no
quiere decir que donde hay relación con Dios no pueda haber libertad, ni pueda
haber igualdad. Una cosa es la relación con Dios. Y otra cosa es la relación
con la religión de lo sagrado, con sus jerarquías y sus consiguientes
desigualdades y sumisiones. Jesús es contrario a la religión, no fundó ninguna
religión.
Jesús
es el profeta de la libertad. Cumplió perfectamente la profecía de Isaías de
proclamar la libertad a los cautivos de la ley religiosa, y la libertad a los
oprimidos por el sistema. Pensó y actuó completamente independiente, al margen
de la mentalidad oficial impuesta por la religión establecida y por la política
del imperio. Jesús ofrece una visión diferente de la oficial, mira al mundo
desde abajo, una mirada a ras de suelo capaz de darle la vuelta a lo que
existe. No se sometió a los dictámenes de las jerarquías políticas y religiosas
de su tiempo. Por no someterse a ese imperio de la ley, Jesús fue perseguido,
insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por los representantes
jerárquicos y mandatarios de la religión del templo. Y por las amenazas y
condenas de los poderosos del imperio romano.
La
religión y la política fomentan la mentalidad sumisa, para mantener su poder. Y
sabemos por experiencia que la sumisión sin condiciones, (porque lo ha dicho el
papa o los Obispos, o lo ha dicho el Presidente del Gobierno) nos da seguridad.
Es un hecho que la Iglesia da abundantes muestras de estar más interesada en
imponer deberes a la gente, que en defender los derechos de los ciudadanos. Y
esto es lo que, desemboca en un sistema “moralmente empobrecido”. Porque
fomenta y desarrolla en las personas caracteres de servilismo, de infantilismo,
que suplica y espera los “favores” del amo, del patrono, del superior o del
jerarca que gobierna. El mensaje de Jesús es todo lo contrario, nos ofrece
libertad.
Todo
esto es lo que explica por qué Jesús no se pone de parte de la jerarquía, sino
que se puso de parte de “los últimos”. Y se enfrentó con “los primeros”. Estuvo
siempre con los de abajo, no con los de arriba. También se puso de parte de
“los pequeños” (los niños), y se enfrentó a “los grandes” (los sumos
sacerdotes). De la misma manera que tuvo conflictos con “los poderosos” y se
hizo amigo de “los débiles” (cf. Lc 1, 51-53). En otras palabras, Jesús se puso
de parte de las víctimas del sistema religioso-político, que se basa y se
mantiene sobre el fundamento de las jerarquías sagradas, los poderes sagrados,
las dignidades que vienen de arriba, de los privilegios que merecen los
dignatarios de “dios” …
Jesús
vivió de tal manera que su relación con el templo fue tal que las jerarquías de
la religión se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que Jesús
representaba eran dos cosas incompatibles. Por eso los jerarcas de la religión
lo condenaron a muerte (cf. Jn 11, 47-53). Pero la religiosidad de Jesús fue
una religiosidad alternativa a la judía, una religiosidad que no soporta las
ataduras con los poderes del orden presente: el honor, el dinero, el poder,
para someter a los demás.
Jesús
fue un hombre, “nacido de mujer”. Pero, en aquel hombre se reveló Dios. Por
tanto, en Jesús, Dios se fundió y se confundió con lo humano. Lo que aparece en
los evangelios es que las tres grandes preocupaciones de Jesús fueron:
-
que la gente esté
sana, no enferma (curaciones);
-
que la gente no
pase hambre (comidas)
-
las relaciones
humanas, o sea que sepamos respetarnos, tolerarnos, ayudarnos, entendernos y
querernos. Esa es la clave de los grandes intereses de Jesús.
Lo
cual quiere decir que Jesús planteó una religiosidad totalmente laica, de forma
que sólo desde la laicidad, es posible entender el Evangelio y vivirlo.
B. LAS CARACTERÍSTICAS
ESENCIALES DE JESÚS COMO PROFETA SE PUEDEN RESUMIR EN ESTOS TRES ASPECTOS
1.
Jesús es
un profeta itinerante.
Jesús no es un hombre que se queda en su casa de
Nazaret, tampoco se instala en Cafarnaúm, sino que recorre las aldeas de
Galilea. Su predicación fue en Galilea. (Mc. 1,14). Jesús, para realizar su
misión docente, no se fue a la capital, Jerusalén, ni siquiera a la importante
provincia de Judea. Jesús se fue enseguida a una región lejana, habitada por
humildes campesinos y pescadores pobres. Esto significa que la primera decisión
importante que tomó Jesús, fue la de irse a vivir y a desarrollar su actividad,
a predicar su mensaje, en la región donde está el pueblo más pobre y
desheredado, a Galilea. Al llegar a una aldea Jesús busca el encuentro con los
vecinos. Se acerca a las casas deseando paz a las madres y a los niños.
Recorrió casi todos los pueblos situados en torno al lago. El profeta es un
hombre público: su lugar es la calle, la plaza pública, los senderos, el campo.
Se halla en contacto directo con su mundo, con los vecinos, con los campesinos
pobres. Va a la sinagoga donde los vecinos se reúnen los sábados. Conoce el
desencanto de la gente, la opresión de los políticos, el lujo de los poderosos.
2.
Jesús es
un profeta subversivo.
Lo que la gente percibe de su predicación es que Jesús
pone en cuestión la soberanía absoluta y exclusiva del emperador romano. Para
entrar en el Reino hay que salirse del imperio de Roma. No es posible servir a
dos señores. No es posible aceptar el Reino acogiendo a Dios Padre, defensor de
los pobres, y seguir al mismo tiempo acumulando riquezas a costa de ellos. Por
eso, entrar en el Reino, aceptar los valores del Reino, es salirse de ese
imperio donde tratan de imponerse los jefes de las naciones y los poderosos del
dinero. De esto hablaremos más adelante.
3.
Jesús es
un hombre amenazado.
Es amenazado porque no invita a la gente a la
resignación, sino a la lucha esperanzada. La actual situación tiene que
cambiar. Lo que anuncia es el Reino que tal y como él lo presentaba tenía que
ser algo muy sencillo al alcance de aquellas gentes. Lo primero de todo y lo
más importante es la Vida y la felicidad de la gente, luego vendrá la religión.
No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen su dignidad. Jesús
comunica su propia experiencia de Dios, no la que se venía repitiendo en todas
partes de modo convencional. Eso no satisface a nadie. El anuncio del Reino es
una denuncia de la injusticia y la opresión. Hoy, el anuncio del Reino es
anunciar una sociedad alternativa, proclamar que “otro mundo es posible”, otro
mundo donde no reinen los imperios, ni los césares, ni los falsos dioses como
el Dinero y el Mercado. Jesús anuncia la liberación de los pobres, una vida
humana digna para todos. Los poderes políticos y religiosos no podían soportar
semejante lenguaje y le perseguían y amenazaban de muerte constantemente. El
que yace en la cruz es un delincuente, condenado por no someterse al poder
religioso ni al poder político. A su lado están dos subversivos políticos (es
lo que significa la palabra griega “lestai”) no entre dos vulgares ladrones
como nos han dicho tantas veces.
C. EL MENSAJE LAICO DE
JESÚS ES UN MENSAJE UNIVERSAL
El
mensaje de Jesús por ser laico es universal. Porque lo laico es aquello que
pertenece al pueblo, a aquello que somos todos y en lo que coincidimos todos,
es decir, en la igualdad, porque todos somos seres humanos, al margen de toda
creencia o etnia, cultura o ideología. Todos pertenecemos a la única raza
humana que existe en el Planeta Tierra. Abarca a toda la humanidad de todos los
tiempos y culturas, es lo más profundo de la existencia humana.
Jesús
presenta un mensaje que va más allá de cualquier religión, está destinado no
solo al pueblo elegido, sino a toda la humanidad, a todos los seres humanos.
Jesús es patrimonio de la humanidad, no solo de los creyentes. Rebasa
completamente las fronteras de la Iglesia católica y las demás iglesias
cristianas. Nos ha dado a conocer a Dios, como Padre, como dador de vida, que
quiere la vida y la felicidad para todos los seres humanos, sin ninguna
distinción de razas ni de credos, porque todos son sus hijos e hijas. La
inmensa mayoría son pobres, en la actualidad suman más de las 2/3 partes de la
humanidad. Esta es su elección y su predilección. El Dios de Jesús es el mismo
dios que el Dios de los musulmanes, o budistas o protestantes, hinduistas,
sintoístas o confucionistas. Existe un solo dios.
D. LA LAICIDAD DEL
MENSAJE DE JESÚS
Hay
tres pasajes que indican la amplitud y la laicidad del mensaje: una, lo
encontramos en las bienaventuranzas, otra, en la misión de los 72, y la tercera,
en el juicio final.
1.
La fuerza
de las llamadas Bienaventuranzas no está en su religiosidad, sino en la
alternativa laica que promete.
El reino de Dios se traduce hoy por la sociedad
alternativa. El reino está presente no en lo religioso sino en lo laico, en lo
que coinciden todos los seres humanos, y se identifica con lo ético, con la
forma de vivir. La formulación laica de las llamadas bienaventuranzas se da en
hoja aparte.
2.
La misión
a los 72 discípulos
En esa misión lo que Jesús encomienda a los 72
discípulos no es ninguna tarea religiosa, tal como sería enseñar una doctrina,
dar una catequesis, organizar unas celebraciones rituales, o imponer unos
mandamientos divinos. Nada de eso. Lo que les encarga es una tarea secular,
laica. ¿En qué consiste? En remediar en lo posible el sufrimiento humano:
“curad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad demonios (Mt,
10,8). Es decir, en su conjunto, se trata de curar las heridas que ha producido
ese sistema político-religioso que reinaba en Israel y que se parece mucho al
que tenemos ahora. Y además, todo eso darlo de balde, sin cobrar nada. Jesús no
encomendó a los discípulos una misión religiosa, sino una misión humanitaria.
3.
En el
relato del Juicio Final
Todos sabemos cuál es el criterio de Jesús: en ese
mensaje a todas las naciones, lo definitivo en el momento culminante de
enjuiciar nuestra vida, no tendrá nada que ver con la religión, sino con lo que
hagamos o dejemos de hacer, con los más necesitados y excluidos de la sociedad.
Es decir, con los que tienen hambre, con los emigrantes, los enfermos, los
presos, las prostitutas.
E. EL MENSAJE LAICO DE
JESÚS ES UN MENSAJE SUBVERSIVO
Jesús
no fundó la Iglesia, ni la religión, sino un movimiento de fe, implantando en
el mundo una revolución. En el Evangelio de Lucas, en el interrogatorio ante
Pilatos, las masas le gritan tratando de acusarle: “Este subvierte (solivianta)
al pueblo enseñando por todo el país empezando en Galilea”. Soliviantar, es
“inducir a alguien a la oposición o a la rebeldía”: incitar, agitar, alborotar.
El verbo griego ‘ἀνασείω’ aparece solo dos veces en el NT: Mc 15,11: “Pero los
sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir que les soltara mejor a
Barrabás”. Y en (Lc 23,5) el pueblo, la muchedumbre, le acusa ante Pilato;
“Ellos (la gente) insistían: Solivianta al pueblo enseñando por todo el país
judío; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí.”
(Otra nota erudita: Lucas 23:5. La traducción literal es: “Ellos
insistían diciendo que solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, empezando
desde Galilea hasta aquí”.
-
El verbo
“anaseíô” аνασειω está compuesto por la preposición “ana” y el verbo original
“seíô”. Este verbo significa “agitar, sacudir, hacer temblar”. De este verbo
deriva “seismós” de donde viene nuestro “seismo”, terremoto.
-
La preposición
“aná” significa “arriba, hacia arriba”. Es muy significativo el verbo
“anístemi” (ana-hístemi), que significa “colocar hacia arriba, levantar” y que
es el verbo que se utiliza con frecuencia para designar la resurrección: “Dios
lo levantó de entre los muertos” o simplemente “Dios lo levantó, lo resucitó”.
Aquí significa levantar al pueblo contra los de arriba.)
‘Soliviantar’
significa mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud
rebelde u hostil en orden a cambiar el orden público y moral, dice el
Diccionario de Lengua. La manera de soliviantar que tiene Jesús no es violenta,
es “enseñando”. La enseñanza es una forma de subvertir el orden establecido:
poner las cosas patas arriba. Jesús no estaba de acuerdo con la escala de
valores de aquella sociedad que no es muy distinta de la nuestra de ahora. Lo
de arriba lo pone abajo. Lo que consideramos como perdido es lo que vale, lo
que todo el mundo estima que es bueno, no es tan bueno. Lo que se tiene por
poder es debilidad. Siempre prevalece la vida sobre la muerte, la verdad sobre
la mentira, la libertad sobre la dependencia. Y siempre el amor por encima de
todo.
La
subversión consiste en tratar de sentar los pilares de una sociedad que no se
basa en los valores del dinero, el prestigio y el poder, sino en la libertad,
la justicia y el amor. Jesús desplazó lo central de la religión de su tiempo,
el Templo, la Ley y los sacerdotes, hacia lo humano y la humanidad. Se pone de
parte de la vida y de la felicidad de todos los seres humanos. El centro de la
religión no está en lo dogmático, ni en lo ritual, ni en lo sagrado, sino en lo
ético. Jesús nos ofrece un “proyecto de vida”, no una serie de prácticas
religiosas. Para Jesús lo sagrado es lo humano, no lo religioso. El proyecto de
Jesús (laico) es incompatible con el proyecto de la religión. Jesús rechaza la
religión de un Dios excluyente y un Dios violento. Jesús no se identifica con
ninguna religión. Tampoco con el cristianismo. Creer en el Evangelio es sacar
de nosotros mismos todo lo que es más humano, lo más común de todos los seres
humanos, se trata de otra forma distinta de ver el mundo, de entender la
sociedad, de crear la verdadera fraternidad que respeta los derechos humanos.
No a una espiritualidad desencarnada, sino una vuelta al Jesús histórico que
nos anunció un Dios-Padre misericordioso y compasivo, un Dios-Amor que quiere
entrañablemente a todos sus hijos, y que denunció a los poderosos que oprimen,
y se comprometió con los pobres y excluidos. Menos religión y más seguimiento
de Jesús. Seguir a Jesús supone ir detrás de él, renunciar a la seguridad que
da el sistema y cargar con la cruz de buscar en cada momento el auténtico modo
de acompañarle. Y eso se resume en cuatro afirmaciones que Jesús hizo:
-
“No podéis servir
a Dios y al dinero”,
-
“No deis a ningún
César lo que es de Dios”,
-
“Sed compasivos,
como vuestro Padre celestial es compasivo” y
-
“Los últimos
serán los primeros”.
Jesús
está por el cambio, no puede dejar las cosas como están, porque el mundo que él
vivía era injusto: unos vivían muy bien a costa de otros que lo estaban pasando
mal. Jesús no puede quedarse impasible, mirando para otro lado, al ver las
masas arrastrándose por la pobreza y la miseria. “Se me conmueven las entrañas
al ver a esta gente”. (Mc. 8,2). Lo cómodo es seguir como siempre sin cambiar
nada. La indiferencia es la que se queda con los brazos cruzados, no hace nada
ante el dolor ajeno. Y esto hace más daño que la misma violencia que causa el
sufrimiento humano. No parece que la Iglesia quiera cambiar cosas importantes
para la fe de los creyentes.
Un paréntesis subversivo respecto a la institución Iglesia:
-
Mientras siga
mandando y gobernando la Curia Romana, otra Iglesia es imposible.
-
Mientras siga
vigente el actual Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey
Absoluto, otra Iglesia es imposible.
-
Mientras esta
institución eclesiástica siga atada y bien atada a este Capitalismo perverso,
otra Iglesia es imposible.
-
Mientras siga
formando parte de las estructuras de esta Globalización financiera y
especulativa, esta Iglesia no puede abrir la boca para pronunciar el Mensaje de
Jesús.
-
Mientras no
sea capaz de reconocer los Derechos humanos dentro y los exija hipócritamente
fuera, otra Iglesia es imposible.
-
Mientras siga
existiendo el Vaticano como Estado pontificio con sus riquezas, su cuerpo
diplomático y su poder político, otra Iglesia es imposible,
-
Mientras
continúe en el entramado político, económico, jurídico y social del mundo de
los ricos, es imposible que pueda decir una palabra al mundo de los
empobrecidos. Se encuentra situada en la línea base del Sistema que hace cada
vez más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Ha olvidado completamente
la sentencia de Jesús que dice que “no se puede servir a dos señores, no podéis
servir a servir a Dios y al Capital”.
Esta Iglesia no existe, no tiene nada que ver con el Mensaje de Jesús.
Después
de este paréntesis, vamos a ver, finalmente, las dos preferencias escandalosas
de Jesús: los perdidos y los últimos.
F. OPCIONES
PREFERENCIALES DE JESÚS
1.
Preferencia
por los perdidos
Las parábolas son un ejemplo claro de la rebeldía de
Jesús ante el orden establecido. Aparecen dos grupos de personas: la gente
respetable y la gente insignificante, los don nadie, las mujeres, los enfermos,
los que no figuran en esta sociedad. En estas parábolas Jesús hace patente que
lo que tendría que ser lo normal en la vida, es lo “raro”. Estas parábolas
presentan la vida tal y como es y por otra parte la vida tal y como tendría que
ser o como podría ser. ¿Es normal que el hijo que dilapidó toda la fortuna de
su padre y viviendo desenfrenadamente le organicen una fiesta por todo lo alto
cuando vuelve a casa? Este es el hijo perdido, nada de “hijo pródigo”, hijo
perdido. Jesús pone la vida al revés. Tiene preferencia, tiene un cariño
especial por los perdidos. Jesús hace fiesta, se alegra, por la vuelta de su
hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y se le ha
encontrado” (Lc. 15.24). Igual le pasa con la oveja perdida (Lc. 15,6). Lo
mismo que con la moneda que había perdido la mujer. Tiene menos valor el hijo
mayor que se queda en casa. Tienen menos valor las 99 ovejas que se quedan en
el redil, o el resto del dinero que tiene en su casa la mujer, que lo que ha
perdido. Lo que para la mayoría no tiene valor, lo que está perdido, eso es lo
que prefiere Jesús. ¿Quiénes son los que pierden y quienes los que ganan? Jesús
vino buscando los “balas perdidas” para salvarlos. Todo lo contrario de lo que
podría hacer el Derecho Canónico.
2.
Preferencia
por los últimos
Jesús lo dice muy claramente: “Los últimos serán los
primeros” (Mc 10,31). Frente al reinado del dinero y del poder Jesús introduce
una pasión en la historia: que los últimos dejen de serlo, que la sociedad les
de la primacía para construir un mundo sin últimos ni primeros o, al menos, con
la menor desigualdad posible entre seres humanos convocados a ser hermanos. La
pasión por el Reino de Dios, es decir, por la realidad histórica, se convierte
en pasión cristiana por la primacía de los últimos. Jesús crea una especial
sensibilidad e interés por conocer y transformar las condiciones de vida en que
se encuentran los últimos de cada sociedad y de la humanidad en su conjunto.
Realiza una fuerte crítica y denuncia de los mecanismos de riqueza y poder que
causan esa situación, y un comportamiento por la emancipación de los
empobrecidos que tienen que constituir el centro de toda la vida colectiva
hasta que dejen de serlo. A Dios solo se le puede acoger construyendo un mundo
que tenga como primera meta la dignidad de los últimos.
Los últimos son los más necesitados de todo, de
comida, de aprecio social y humano, a los que no se les reconocen sus derechos,
los analfabetos, los que viven sin dignidad, esos, los pobres, los parados, los
sin techo, los que tienen hambre, los que desprecia casi todo el mundo, los
inmigrantes, los que viven años y años en campamentos de supervivencia, es
decir, los últimos, los nadie, los olvidados, los que sobran en esta sociedad,
todos esos son los primeros para Jesús, los que requieren toda su atención. Se
trata de una inversión radical de los valores y de la situación establecida.
Jesús corta por lo sano y lo dice sin rodeos “El que quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). Jesús es un raro, un
hombre extraño, todo lo saca de quicio. Un subversivo.
Como
conclusión, y ya termino, podemos decir que el Mensaje de Jesús es laico,
porque es lo más humano, y al mismo tiempo es lo más universal. Y lo más humano
y lo más universal es casi siempre lo más subversivo. Y podemos añadir que lo
más humano es también poder confiar plenamente en otro ser humano. Que estas
jornadas nos puedan servir para confiar un poco más en esa deliciosa y
conflictiva humanidad de Jesús.
Publicado por Carismatico Ec para IGLESIA DE A PIE -
Ecuador por la paz y la reivindicación el 10/21/2014.
4. JESÚS
ANTES DEL CRISTIANISMO , Alberto
Nolan
Resumen, mayo de 2009. PR. Sacado de “Libros
virtuales” en http://koinonia.org
ÍNDICE
1.
Tiempos de crisis
ayer y hoy
2.
Las opciones
de Jesús
3.
Las
curaciones
4.
Testigo del
perdón de Dios
5.
La buena
noticia del Reino
6.
La venida del
Reino
7.
La
confrontación
8.
Quién es ese
hombre
9.
La fe en
Jesús
De
alguna manera, Jesús vivió el fin de una época, la del imperio romano y la de
su propia nación. Al darse cuenta de esto, buscó con su vida y su mensaje
aportar una respuesta a esta situación. Frente a la crisis global de
civilización que estamos viviendo, ¿qué nos pude decir hoy Jesús que nos
permita dar un paso cualitativo al servicio de la vida y de la organización
social y religiosa? ¿De qué manera puede ser válida su propuesta para nosotros?
A. TIEMPOS DE CRISIS
AYER Y HOY
Se ve un gran parecido entre el tiempo de
Jesús y el nuestro: estar en víspera de una catástrofe. Hoy la violencia se
hace cada vez más presente y más mortífera y puede acabar con la vida y la
existencia de nuestro planeta.
En tiempos de Jesús, quien
anuncia primero el fin de un tiempo es Juan Bautista. El remedio que propone es
que todas las gentes de Palestina se conviertan: así se podrá evitar la
desaparición. De hecho la destrucción de Jerusalén ocurrió en el año 70 y la
dispersión de los judíos en 135, por obra de los romanos.
B. LAS OPCIONES DE
JESÚS
Jesús vivió en esa misma época.
Para responder al llamado de Dios de aportar su grano de arena, primero se
identificó con Juan Bautista, pero luego inventó su propia propuesta.
1.
Primera
opción: seguir a Juan Bautista
Jesús decidió entrar en la visión y la opción de Juan
Bautista, para luego apartarse de ella. Pensaba Juan Bautista que se acercaba
el fin del mundo Y la solución era lograr una gran conversión de todo el pueblo
para preparar la venida de un salvador. Jesús se une a Juan Bautista y se hace
bautizar por él, para “encontrar” a este salvador. Esa fue la primera decisión
de Jesús.
2.
Segunda
opción: los pobres y oprimidos
Pero Jesús no se quedó sólo en un cambio personal.
Optó por un cambio estructural, tanto de la religión como de la sociedad. Y
optó para que sean los pobres los autores de este cambio personal y
estructural.
Jesús no era de la clase de los más pobres sino de la
clase media. Lo que lo llevó a hacer esta opción es la compasión que sentía por
la situación inhumana en la que se encontraban los más pobres: eran las
víctimas del sistema religioso y social. Por eso llora sobre Jerusalén al
pensar que “no quedará de ella piedra sobre piedra” si no hace caso a su
mensaje.
En tiempos de Jesús, los pobres abarcaban todos los
marginados y excluidos de la religión y de la sociedad que eran la inmensa
mayoría. Hizo el propósito de liberarlos y ayudarles a liberarse: creyó que
ellos eran capaces de conformarse en el Reino de Dios.
C. LAS CURACIONES
1.
En tiempos
de Jesús la medicina era muy rudimentaria.
Existían curanderos y exorcistas con irregular éxito.
Jesús actúo de manera diferente: no invocaba a Dios sobre ellos, sino que
confiaba en el poder de la fe, es decir, por una parte, su propia santidad de
él Jesús y, por otra, en la capacidad de la fe presente en cada persona: “Tu fe
te ha curado”. Para Jesús, la persona que tiene fe se asemeja a Dios: todo lo
puede. La fe “desplaza montañas”. Mientras Juan confiaba en el bautismo de
conversión, Jesús confía en el poder de la fe. No se trata de la fe en
doctrinas ni dogmas, sino de la fe en sí mismo, en su capacidad de curarse, de
lograr lo que se propone. En este caso la fe es el convencimiento de que algo
bueno tiene que suceder porque lo bueno triunfa sobre lo malo: es participar
del poder del mismo Dios.
2.
Lo
contrario de la fe es el fatalismo.
El fatalismo se había vuelto dominante en tiempos de
Jesús: nada se podía hacer. La práctica de Jesús fue despertar esta fe en los
pobres y oprimidos. La fe de Jesús surgía de sus acciones y convicciones, de
tal manera que sus oyentes querían tener la fe de Jesús: “Aumenta nuestra fe”.
Los discípulos de Jesús eran los que habían asumido su fe, y esta fe podía ser
despertada en otros, en todos, por el contacto personal: a eso fueron enviados
por Jesús.
3.
Un milagro
es un acontecimiento no habitual.
En tiempos de Jesús, se lo relaciona con Dios porque
se creía que Dios estaba tras todo acontecimiento bueno y fuera de lo normal.
No es necesaria pensar que se realizaba fuera de las leyes de la naturaleza, como
se suele pensar hoy. Nuestro maravilloso mundo es mucho más complejo y llena de
posibilidades, más allá de lo que podemos imaginarlo. “Lo hicieron porque
creyeron que no era imposible”.
4.
En cuanto
a si Jesús hizo milagros…
Parece las primeras comunidades cristianas insistían
principalmente en sus dichos y parábolas. Se piensa que Marcos, para dar sabor
a un texto de solo palabras y parábolas, añadiera acontecimientos milagrosos
que se contaban entre los pobres: ellos habían sido muy impactados por los hechos
de Jesús. Mateo y Lucas siguieron el mismo camino; Juan tuvo sus propias
fuentes, por eso habla de “signos milagrosos”. A pesar de no estar favorable en
hacerlo, Jesús realizó curaciones milagrosas, pero los milagros no eran para
Jesús lo más importante y decisivo. Sus milagros provienen de su capacidad de
compasión: liberar a la gente de sus sufrimientos y de su resignación fatalista
al sufrimiento. También quería despertar este poder milagroso, nacido de la
compasión, en todas las demás personas.
D. TESTIGO DEL PERDÓN
DE DIOS
1.
La opción
de Jesús por los pobres
Jesús optó por identificarse con los pobres, con
gentes de otra clase que él. Eso era inconcebible en su tiempo, porque era
aprobarlos, mientras la religión oficial los consideraba como desperdicios y
pecadores. Eso fue otro “milagro” de Jesús: juntarse con los pobres. Esta
práctica se llama la “comunidad de mesa” que Jesús practicaba en su casa de
Cafarnaúm, donde la conversación importaba más que la comida: “Hagan esto en
memoria mía”.
2.
Revalorizó
a los pobres
Al invitar a los pobres y pecadores a su mesa y a ir a
comer a sus casas, Jesús le permitió superar la vergüenza, la humillación y el
sentido de culpa. Les dio un sentimiento de dignidad y de libertad: Jesús
liberó a los pobres de su cautividad. Además, al considerar a Jesús como un
profeta y un hombre de Dios, los pobres se sentían también aceptados y
perdonados por Dios. Jesús vivía el ejemplo del “padre pródigo” que acoge a su
hijo, habiéndolo perdonado de antemano.
3.
Sentido de
las curaciones
También las curaciones de Jesús podían ser vistas como
signos de perdón de Dios, ya que eran consideradas como la consecuencia de un
pecado personal o familiar. “Tus pecados son perdonados”, dijo Jesús a la mujer
que le ungió los pies de perfume y al paralítico que le trajeron abriendo un
espacio por el techo de la casa.
4.
Las 3
parábolas de la misericordia: buscar
y encontrar la oveja perdida, la moneda extraviada y al hijo perdido
Demuestran que Dios mismo se alegra de la búsqueda y
acogida de los pobres y pecadores, y los ha perdonado incondicionalmente. Jesús
hacía sentir a los demás libres y seguros.
E. LA BUENA NOTICIA DEL
REINO
1.
El Reino
de Dios
Para explicar su obra liberadora, Jesús recorrió a un
texto de Isaías particularmente significativa: aquel que leyó en la sinagoga de
Nazaret. La buena noticia a los pobres es la de su liberación. La venida del
Reino de Dios es para los pobres y oprimidos. Las bienaventuranzas que proclamó
Jesús para los pobres no tienen nada que ver con el cielo ni con una recompensa
en otra vida: “El Reino está en medio de ustedes”, porque van a dejar de ser
pobres. El Reino es una nueva comunidad, o sea una sociedad de personas
políticamente estructurada. El Reino “no es de este mundo” significa que sí,
está en este mundo, pero no es mundano, no se organiza según las normas de los
reinos de este mundo. En el mundo, Satanás sigue deteniendo el poder: con el
Reino anunciado por Jesús, se sustituye a Satanás por Dios, el mal por el bien.
Esa es la liberación que vino a traer Jesús.
2.
El Reino y
el Dinero
Dios y el Dinero son como 2 amos: la búsqueda del uno
se opone a la posesión del otro. Los 2 son incompatibles. Los dichos de Jesús
acerca del dinero son los más duros del Evangelio. Siempre se ha buscado
marginarlos o suavizarlos. El Reino es de los pobres, y los ricos, mientras
siguen siéndolo, no pueden entrar en él. En sus parábolas, el rico es condenado
por el mero hecho de serlo. El milagro de la multiplicación de los panes y los
peces fue el milagro del compartir: las cosas tienden a multiplicarse cuando se
comparten. Eso era lo que había entendido muy bien la primera comunidad
cristiana.
3.
El Reino y
el prestigio
En tiempos de Jesús, el prestigio era más importante
que el dinero: cada cual tenía su lugar fijado en la escala social. El
prestigio dependía del linaje, la riqueza, la autoridad, la educación y la
virtud reconocida. Los derechos y privilegios eran proporcionales al rango
social de cada cual. Los “sin prestigios” eran los excluidos de la sociedad.
Jesús se opuso a todo lo que significaba el prestigio porque lo asimilaba a una
de las estructuras fundamentales del mal. Al afirmar Jesús que el Reino es de los
niños, quería indicar que el Reino es de los que no tienen estatus, como era el
caso de aquellos. Todos podían entrar en el Reino, pero a condición de dejar
sus posesiones y su prestigio, haciéndose de los últimos y servidores de todos.
De la misma manera en que Jesús no promete a los pobres la riqueza sino la
plena satisfacción de sus necesidades, del mismo modo no promete a los pequeños
prestigio sino pleno reconocimiento de su dignidad de seres humanos. Eso era
pasar a ser personas. Esto no se puede dar sin una restructuración total de la
sociedad.
4.
El Reino y
el poder
La concepción del poder es otra diferencia entre el
Reino propuesto por Jesús y el de Satanás. Toda sociedad tiene que ver con el
poder, es decir con estructuras y lugar de decisión: eso es lo que llamamos
“política”. Jesús anunciaba que el Reino, el poder político divino, estaría en
manos de los pobres y los oprimidos. El poder del Reino de los pobres no va a
ser un poder de dominación y opresión, basado en la fuerza y la violencia: ese
es el poder del reino de Satanás; más bien, será de servicio, igualdad y
libertad, basado en el amor.
Las autoridades del tiempo de Jesús tenían un poder de
dominación basado en la interpretación de la ley. Jesús se opuso al mal uso de
la ley, que pasó a ser una carga insoportable, cuando tenía que ser un servicio
para la libertad y la fraternidad: “El sábado es para el hombre…”. El objeto de
la ley, que Jesús venía a llevar a su plenitud, es “la justicia, la
misericordia y la fidelidad”, o sea usar la ley para resolver las necesidades
humanas.
5.
El Reino y
la solidaridad
El reino de Satanás tiene solidaridad, pero ésta es
egoísta y exclusivista: uno ama a quien lo ama. En el Reino de Dios, la
solidaridad es universal: “Amen a sus enemigos”. No se trata por ejemplo de no
amar a la familia, sino de incluirla en una solidaridad más amplia. El
fundamento de esta solidaridad es la compasión, es decir esta emoción que surge
a la vista de una persona pasando necesidad, tal como sucedió al “buen
samaritano”.
6.
Un tiempo
nuevo
Para los palestinos como Jesús, el conocer el tiempo y
la historia no era cuestión de conocer fechas ni acontecimientos - tiempo
cuantitativo -, sino de conocer la clase de tiempo de que se trata - tiempo
cualitativo: “tiempo de llorar o reír, de guerra o de paz, de plantar o
arrancar…”. Se trata de nombrar la cualidad de lo que está sucediendo: no había
tanto sucesión de acontecimientos como identificación. Esto les permitía
entender el presente. Cuando no lo entendían, pensaban que Dios iba a intervenir
para dar sentido a lo que estaba ocurriendo. Ésta era la misión de los
profetas: descifrar el sentido del tiempo. Si el futuro iba a ser totalmente
diferente, se trataba de una nueva era.
Al anunciar la venida del Reino de Dios, Jesús
anunciaba un tiempo totalmente nuevo. El tiempo anunciado por Juan era de
condenación y miedo; el tempo anunciado por Jesús es de liberación y alegría:
“El vino nuevo en odres nuevos”. Para Jesús, los signos de esta novedad eran la
acogida de su mensaje por los pobres, las curaciones, la expulsión de los
demonios… manifestando que Dios viene no para castigar sino para salvar.
El Dios de Jesús era totalmente diferente del de la
concepción de sus compatriotas y es, en muchos casos, totalmente diferente del
de muchos cristianos de hoy. Para Jesús Dios se había compadecido de las
“ovejas perdidas de la casa de Israel”. Por esta razón el padre de la parábola,
cuando regresa su hijo, no lo rechaza ni reniega de él, no exige disculpas ni
que lo compense económicamente, no lo castiga ni lo reprende, no le pide
explicaciones. Lo que hace es abrazarlo, alegrarse y celebrar una fiesta. Por
esta razón Jesús llamaba a Dios “abba” o sea “papito”. Es el sentido de “la
señal de Jonás” el cual se irrita cuando Dios decide no castigar a los ninivitas:
“¿Y no voy a tener yo compasión de Nínive?”. Con Jesús Dios aparece “cambiado”,
por eso los tiempos también han cambiado: de ahora en adelante es el tiempo de
los pobres y oprimidos.
¿No estaremos viviendo un
tiempo semejante? ¿No estaremos dejando atrás el “tiempo de Juan Bautista”, el
tiempo de las condenas y de los castigos? ¿No estará llegando el tiempo de los
pobres y los oprimidos? ¿No estará terminándose en tiempo de las catástrofes
humanitarias por causa de la maldad humana organizada en sistema político y
económico?
F. LA VENIDA DEL REINO
SEGÚN JESÚS
El Reino es una utopía, es decir
algo más grande de nuestras posibilidades actuales. Pero la fe de Jesús hacía
pensar que “para Dios nada es imposible”. Jesús quería crear las condiciones
que hagan posible al hombre ser libre para que se decida a eso. Para Jesús, el
Reino es una conquista y un don que se recibe de Dios. En esto consiste el
milagro: desencadenar este poder en cada persona, porque es un poder que está a
la vez en nosotros y más grande que nosotros. Para Jesús, este poder nacía de
la fe que lo libera en nuestro mundo interior. Jesús no descartó ningún
esfuerzo para despertar esta fe en el Reino: esa era la buena nueva que lo
hacía hablar, vivir, hacer curaciones, entregar la vida. Cuando esta fe será
bastante fuerte y extendida en el mundo, se producirá el milagro del Reino.
La fe en el Reino no es sólo la
creencia en esta verdad, sino la decisión de comenzar a hacerlo realidad en la
vida propia. La transformación del corazón y de la mente tiene que ir a la par
de un cambio de vida y de estructuras. Esa es la verdad del Reino: es la plena
realización de la humanidad. Si es verdad, es posible. Esta fe nace de la
compasión: los sufrimientos de la humanidad no son su destino; su destino son
la libertad y el amor. La fe, la esperanza y la compasión son las semillas del
Reino que viene, tan pequeñas como el “grano de mostaza” que se hace un arbusto
muy grande.
Pero, ¿existe la posibilidad que
llegue este Reino anunciado por Jesús? Esa era la fe de Jesús. Para él, la
garantía de esta fe era la existencia de Dios. Creer en Dios era creer que el
bien triunfará del mal, de la mentira, del poder de Satanás. Jesús pensaba en
la venida próxima del Reino porque intuía la destrucción de su pueblo por los
romanos. Había que escoger entre el Reino y la catástrofe. El Reino era “el
tesoro escondido y la perla preciosa” que hay que descubrir y elegir, más allá
de todo el resto. La inminencia del Reino no era una certeza sino una
oportunidad.
De allí proviene la necesidad y la
urgencia de la misión, sin “mirar atrás”, sin perder tiempo a “enterrar a los
muertos” ni a “visitar a los amigos en el camino”. Hay que “dejarlo todo” por
permitir esta oportunidad de la venida del Reino. Esto era lo urgente para la
Palestina de Jesús que iba a su destrucción. Había que hacer posible que en
lugar de la catástrofe viniera el Reino. Quiénes hubieran puesto su seguridad
en el dinero, el poder, el prestigio, lo perderían todo, tanto en el Reino como
en la catástrofe. En el Reino, estas falsas seguridades no tienen cabida: no es
que habrían sido excluidos del Reino, sino que se habrían excluidos ellos
mismos. A Jesús no le falló la profecía, le falló la gente…
G. LA CONFRONTACIÓN
1.
Política y
religión
Jesús fue procesado, sentenciado y ejecutado por el
procurador romano Poncio Pilato, acusado de alta traición, la de querer
“restaurar la nación palestina” contra la voluntad de los romanos. En ese
período miles de rebeldes fueron crucificados a la manera de Jesús. ¿En qué
sentido fue político y revolucionario Jesús?
Hay que decir primero que en tiempos de Jesús no se
hacía diferencia entre política y religión. El problema de los judíos con los
romanos era un problema político-religioso. Lucas, en los primeros capítulos,
presenta a Jesús como el “liberador de Israel” del yugo romano. Jesús se
propuso esta liberación, pero no de la manera que lo esperaban sus
compatriotas. Para Jesús como para los profetas, sin la transformación del corazón
y del mismo Israel, sería imposible la liberación de cualquier tipo de
imperialismo. Si los judíos seguían dando culto al dinero, al poder y al
prestigio, el derrocamiento de los romanos no los hubiera hecho más libres.
Jesús buscaba un mundo cualitativamente distinto: el Reino de Dios. Jesús
percibió que la opresión y explotación no era la exclusividad de los judíos. La
protesta de las autoridades judías contra Roma era hipócrita, porque la
dominación romana les quitaba dinero. Ese es el sentido de la frase de Jesús:
“Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Para Jesús, no
sólo había que derribar el dominio romano, sino el dominio judío… por el camino
de la compasión.
La “política” de Jesús era mucho más profunda y
radical que la, interesada, de las autoridades judía, los Zelotes y los
Esenios. Jesús desenmascaró las estructuras políticas, económicas y religiosas
porque eran al servicio del dinero, el poder y el prestigio, y no al servicio
de la compasión y la solidaridad. El salario dado por igual a todos los
trabajadores de la parábola no es injusto con referencia a los que trabajaron
más, sino que el patrón sintió compasión por los que llegaron más tarde y les
dio a todos un denario, o sea lo que necesitaban para vivir dignamente ese día.
La “justicia” de los primeros carecía de compasión. El hijo mayor de la
parábola reclama a su padre porque no comparte su compasión con el hijo
“perdido y encontrado”.
Jesús no apoyó a los Zelotes ni a los Esenios por ser
demasiados políticos, sino por ser demasiados religiosos: no era la compasión
que los movía, sino sólo el celo por la ley. Los que movía a los Fariseos,
Sacerdotes, Escribas… a oprimir a los pobres era su fanatismo religioso. Esto
los excluía del Reino; no era el caso de “los pecadores y las prostitutas”,
porque eran más listos a reconocer su maldad y a entrar en el Reino. Jesús
estaba atareado en una revolución de la religión, de la política y de toda la
vida.
2.
El
incidente del templo
Después de poco tiempo se unieron en Jesús 2 circunstancias:
la oposición a Jesús de parte de los dirigentes judíos que lo querían matar y
las expectativas mesiánicas de gran parte del pueblo que lo querían hacer rey.
Por sentir que no era una situación propicia, Jesús se retiró en lugares
solitarios para la instrucción de sus discípulos. Lo que le dio a Jesús fama
nacional, fue el incidente de la “purificación del templo”, que Juan sitúa al
principio de su ministerio y los demás evangelistas al final.
La preocupación de Jesús provenía de los abusos
relacionados con el dinero y los negocios en torno al templo de Jerusalén: eso
era la explotación económica de la devoción y piedad populares con la
complicidad de los sumos sacerdotes. Jesús hizo esto con un grupo de sus
discípulos: ¿cómo iba a botar sólo a tanta gente? Fue un gesto premeditado e
impactante: Jesús estaba a la cabeza de la expulsión con “un látigo”; lograron
que no volvieran a entrar más en el Templo (tal como lo da a entender Mateo).
El tumulto fue algo significativo ya que las autoridades judías vinieron a
buscar un compromiso con Jesús. Pero esto no era más que una maniobra temporal:
las autoridades no lo podían permitir más influencia por parte de Jesús y
decidieron “acabar con él”. Por eso, un tiempo (¿largo?), Jesús se convirtió en
fugitivo fuera de su propia región. Al regresar a Jerusalén “no se mostraba en público”
… Él y sus discípulos eran buscados y hasta necesitaban defenderse: “¡Venda su
manto y compre un espada”!
3.
La
tentación de la violencia
Los judíos esperaban un Mesías que les gobernara como
rey, para restaurar el reino de Israel. Jesús no aceptó ser esta clase de
“rey”: lo veía como una tentación de Satanás. Esto pasó una primera vez cuando
la gran concentración donde se “multiplicaron los panes”. Al ver que lo querían
hacer rey, después de haber obligado a sus discípulos a retirarse y despedido a
la gente, Jesús se retiró en un lugar solitario. La segunda ocasión fue con
Pedro cuando le dijo que era “el Mesías” y que se guardara de “subir a
Jerusalén”: Jesús le prohibió afirmar tales cosas y le dijo que era para él
¡“Satanás”! Pedro pensaba en términos de poder y de fuerza.
No existe prueba de que Jesús pensara que la fuerza y
la violencia no deberían ser empleadas jamás. Usó la fuerza para sacar a los
mercaderes del templo; invitó a tomar espadas para protegerse… Sí, pensaba que
el reino no pude ser alcanzado por la fuerza. La cuestión era: ¿No podía la
situación actual exigir utilizar la fuerza y la violencia para logra la conversión
y la liberación? En el tiempo y las circunstancias que les tocó vivir, Jesús
decidió que el empleo de la fuerza sería perjudicial. Es posible que Jesús
hubiera aceptado ser rey-Mesías si todo el pueblo hubiera aceptado el camino
del Reino, porque no hubiera sido un título de honor, sino de servicio. Por
otra parte, los paganos hubieran sido introducidos en el Reino no por el poder
de las armas sino por la fuerza de la fe y de la misericordia de todo un
pueblo.
4.
La función
del sufrimiento y de la muerte
Los judíos tenían una larga tradición de sufrimientos
y persecuciones. Eran capaces de luchar y de morir antes que abandonar el
cumplimiento de la ley. La figura de los profetas se confundía con la de
mártires. Además, la muerte era considerada como un tributo ofrecido a Dios y
una expiación de los pecados personales y colectivos.
Jesús y sus discípulos estaban dispuestos a la
persecución y a la entrega de la propia vida, tal como lo firmaron Jesús y
Pedro. La buena nueva de Jesús llamaba “bienaventurados” a los perseguidos por
el Reino. Seguir a Jesús exigía renuncia a toda posesión, poder y prestigio,
abandono de la familia: “negarse a sí mismo” y “tomar la cruz”. Jesús sabía que
acabar con la opresión de los pobres le iba a traer muchos sufrimientos y
tuviera que pagar el precio alto de tal opción. La compasión es capaz de
aniquilar el sufrimiento ajeno, pero a condición de sufrir con y en nombre de
los que sufren.
Por esta causa, Jesús aceptó el don de su vida: “Quien
salve su vida la perderá y quien pierda su vida, la salvará”. Jesús no pensaba
en recobrarla en un mundo futuro: la vida se salva cuando se la entrega. El que
teme la muerte, ya está muerto, mientras que quien ha perdido el temor a la
muerte, vive de verdad. Jesús veía su muerte como un servicio: moría él para
que otros puedan vivir.
Jesús decidió morir en Jerusalén. Quería despertar la
fe en el Reino a partir de su muerte en la capital; por eso “subió a Jerusalén”
para enfrentar la muerte, consciente y libremente, sin saber cuáles iban a ser
las circunstancias exactas. Jesús creía en la resurrección, pero ignoraba las
circunstancias. La expresión “resucitar al 3º día” pueda ser que no sea de
Jesús; sus discípulos no hubieran sido tan incrédulos frente a ella. Jesús
simplemente confiaba en Dios sobre lo que quedaría de él, de sus palabras, de
su vida y de su muerte. Él tenía que cumplir la misión de hacer lo imposible
para que llegara el Reino. El resto pertenecía a Dios.
5.
El proceso
Los evangelistas buscan disculpar a Pilato para hacer
ver que los judíos eran más culpables que él. Los judíos lo entregaron a Pilato
porque Jesús se decía “Mesías o Rey de los judíos”. Era conveniente para los
judíos que Jesús no alborotara a la gente haciéndole creer que ya venía el
Reino. Un alboroto no gustaría a Pilato y vendría alguna matanza: “Más vale que
un solo hombre muera…”. No había motivos religiosos, sino intereses del Sumo
Sacerdote, Caifás, para mantener con los romanos relaciones normales y
beneficiosas. Este, al entregar a Jesús, colaboraba con Pilato para evitar
cualesquiera desmanes. Hubo 2 traiciones: la de Judas que entregó a Jesús a las
autoridades judías y la de las autoridades judías al entregarlo a Pilato.
Caifás no fue a la altura del reto que suponía Jesús ni tampoco Pilato.
Lo más notable del proceso es que Jesús no se defendió
ni justificó su conducta, sino que guardaba silencio, diciendo unas pocas
palabras. El silencio de Jesús condenaba a los que lo acusaban y condenaban.
Pilato no buscaba la verdad sino su tranquilidad, por eso lo condenó a muerte.
Los discípulos quedan muy mal: Judas lo entregó, Pedro
lo negó y los demás huyeron. Sólo Jesús superó la prueba de ir hasta lo máximo.
Su verdad silenciosa juzga a todo hombre, según se va ubicando, con Jesús o
contra Jesús, con su proyecto o contra él.
H. “¿QUIÉN ES ESE
HOMBRE?”
Se subestima a Jesús de 2 maneras:
cuando se lo reduce al “mayor maestro religioso” y cuando se insiste mucho en
su divinidad. Hay que ver a Jesús como hombre, el “hombre perfecto”, de extraordinaria
independencia, de inmenso valor, de profundidad excepcional, de autenticidad
sin precedente. Su grandeza está en su humanidad. Para él, ninguna tradición
era tan sagrada que no pudiera ser cuestionada, ninguna autoridad tan grande
que no pudiera ser contradicha, ninguna doctrina tan fundamental que no pudiera
ser cambiada. En Jesús no hay rastro de miedo. No se sentía disminuido al
convivir con los pobres, los pecadores, las mujeres, las prostitutas, los
enfermos… En todo momento se sentía libre, sin ser jamás hipócrita.
No
se atribuyó ningún de los títulos que le solemos dar, ni siquiera “hijo del
hombre” porque eso no era ningún título. Era una manera de decir simplemente
“yo, como hombre”, tal vez con un fuerte toque de dignidad y solidaridad con
todos los hombres. La identidad de Jesús es su humanidad y deseaba ser aceptado
sin ningún título ni función especial. Prefirió manifestarse como servidor,
apoyando esto por el lavado de los pies de sus discípulos y los cantos del
Siervo sufriente de Isaías.
Jesús tenía autoridad,
pero, curiosamente, no sobre las personas que hubieran tenido que obedecerle,
sino sobre los demonios, las enfermedades, el viento, el agua… Su autoridad
sobre el mal venía el poder de su fe y del poder de despertar la fe en los
demás. Jesús era seguro de sí mismo y quería que los demás también lo fueran,
con relación a él, a ellos mismos y a la venida del Reino. Estaba seguro de la
verdad de sus palabras y sus opciones, y quería que se obedeciera esa verdad,
porque “la verdad les hará libres”. La verdad no necesita ser probada, se
satisface a sí misma: esa era la convicción de Jesús.
Jesús
anidaba una experiencia única de estrecha intimidad con Dios, hasta llamarlo
“papito Dios” (abba). Esa experiencia del “abba” era la experiencia de Dios
como padre compasivo. Esto significaría que Jesús experimentaba el poder
creador de la compasión y del amor: la compasión y el amor poseían a Jesús y lo
acercaban a Dios. “El que ama, conoce a Dios”. Si Dios es compasivo, hay
esperanza para la humanidad: el bien triunfará sobre el mal y el Reino vendrá.
La “solidaridad” de Jesús con Dios le reveló la necesaria solidaridad con el
hombre y con la naturaleza hasta las últimas consecuencias.
I. LA FE EN JESÚS
1.
La fe de
los discípulos
Jesús no fundó una organización, sino que inspiró un
movimiento. Luego dicho movimiento se transformó en organización. El
“movimiento de Jesús” era formado de gentes muy distintas: pobres, campesinos,
mujeres, zelotes, fariseos, publicanos, maestros de la ley, judíos de la
diáspora, galileos, samaritanos, gentiles… Luego cada uno de estos grupos
recordó a Jesús a su manera. Al mismo tiempo se tuvo la sensación que Jesús era
insustituible, aún después de su muerte. Experimentaron que la presencia de
Jesús los seguía guiando e inspirándolos: era la herencia de su Espíritu que
seguía viva. Los 12 sintieron que Jesús había continuado con ellos después de
su muerte, y las mujeres que habían encontrado la tumba vacía: Jesús había
resucitado.
Luego descubrieron los discípulos que nadie podía ser
más grande que Jesús. Dios lo habrá exaltado a su derecha, haciéndole Mesías,
Señor, Piedra angular, Hijo predilecto… Jesús fue comprendido como ruptura
decisiva en la historia de la humanidad: su palabra era Palabra de Dios.
2.
La fe
nuestra
Creer en Jesús hoy significa compartir estas mismas
opiniones sobre él. Si relegamos en un segundo lugar a Jesús y lo que
representa, lo estamos negando: Jesús es un asunto de vida o de muerte. Negar
su divinidad es entregar a otros dioses. En la juventud, Jesús está vivo,
mientras ha muerto el “Dios tradicional”. Jesús dio una nueva imagen de Dios:
creó una ruptura. No se trata de rechazar el Antiguo Testamento sino
reinterpretarlo a partir de las palabras y los hechos de Jesús: Dios es ese
padre-madre absolutamente compasivo con toda la humanidad. Ese Dios no desea
ser temido ni obedecido, sino ser reconocido en los pobres y oprimidos, para el
compromiso irrevocable de su liberación. En Jesús se unió lo humano y lo
divino: por eso se sentía en total armonía con Dios.
La fe queda entonces definida no tanto como creencias
sino como el modo de creer y vivir a la manera de Jesús. No se trata de repetir
lo que dijo e hizo Jesús, sino de interpretar los signos actuales de los
tiempos y enfrentarlos con el espíritu de Jesús, partiendo siempre de la
compasión con todos los que pasan hambre, enfermedades, humillación, opresión,
explotación… Se trata de valorar la dignidad de toda persona y defenderla
cuando está pisoteada. Se trata de liberarnos juntos desde los procesos
populares, a la manera de Jesús.
En los signos de los tiempos habrá que reconocer como
fuerzas del mal, todas aquellas que actúan contra el hombre, contra la vida,
contra la naturaleza. El sistema de organización mundial está gobernado por
Satanás. La liberación de estas estructuras de pecado va a la par de una
conversión personal: convertirse a la compasión para luchar por derribarlas,
con todas sus consecuencias. El único poder para lograrlo es una fe que crea en
ello, porque la fe en el poder del bien, de la verdad y de la belleza, o sea el
poder de Dios. Nuestros incentivos son los de Jesús: la fe y la compasión.
Si no luchamos por la
venida del Reino, nuestro mundo va irremediablemente a la catástrofe. Si
dejamos que se conmueva los cimientos mismos de nuestra vida, descubriremos que
Jesús ha despertado en nosotros. Si luchamos para la liberación de la
humanidad, haremos la experiencia de que la alternativa del Reino está en
marcha. Pero, la decisión es nuestra.
5. LOS MILAGROS
DE JESÚS EN
LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS :
Posibilidad e
historicidad. Jesús PELÁEZ.
CONTENIDO
1)
Posibilidad
del milagro
-
Santo Tomás de
Aquino
-
Benedicto 16
-
Rudolf Bultmann
-
Reflexiones
2)
Historicidad
del milagro
-
Precisiones en
torno a los milagros del Evangelio
-
Los milagros de
Jesús y la historia
El
material narrativo referido a los milagros en sentido amplio (señales y
prodigios, exorcismos, curaciones y resurrecciones o reanimaciones de muertos)
ocupa en el Nuevo Testamento un lugar privilegiado, especialmente en los
Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles (1). Este material, sin embargo, no
es homogéneo y está formado por relatos de milagro, propiamente dichos,
sumarios en los que se alude a la actividad taumatúrgica de Jesús y citas o
alusiones a dicha actividad.
Para
situar el estudio del milagro en su contexto adecuado es preciso hacer una
observación previa: Jesús no tuvo en su tiempo la exclusiva de los milagros,
pues según el Nuevo Testamento también obraron milagros (ya fuesen curaciones,
resurrecciones de muertos o exorcismos) los discípulos de Jesús, Pablo, los
adeptos de los fariseos (Lc 11,19), un personaje anónimo que no pertenecía al
grupo de discípulos (Lc 9,49) y diversos miembros de las comunidades cristianas
primitivas que tenían el don de curaciones o de exorcismos (1 Cor
12,9.10.28-30; 2 Santiago 5,14-16). Por lo demás, de los falsos mesías y
profetas se dice en los evangelios que harán señales y prodigios que no hay que
creer (Mc 13,22; Mt 24,24).
El
tratamiento de los milagros de Jesús plantea al lector moderno dos cuestiones
al menos:
-
La primera
versa sobre la posibilidad del milagro
y proviene del concepto mismo de milagro, que se rechaza a priori antes de
cualquier examen de los textos. El hombre de hoy está convencido de que los
milagros pertenecen al pasado, a otra mentalidad. Como heredero del
racionalismo, lo que pone en duda no es ya la historicidad del milagro, sino su
misma posibilidad. En su mentalidad, todo fenómeno que se declare
"milagro" posee una explicación natural que hay que descubrir.
-
La segunda
cuestión se sitúa a nivel histórico y
puede formularse así: ¿los relatos de milagro del Nuevo Testamento refieren
hechos realmente sucedidos o son más bien el producto de un desarrollo
cristológico efectuado bajo el influjo de la fe en Jesús, cuya finalidad fue la
de presentarlo como un taumaturgo u hombre divino, a la manera de los hombres
divinos de la época?
Nuestro
trabajo tratará de dar respuesta a estas dos cuestiones.
A. POSIBILIDAD DEL
MILAGRO
Ni
los evangelistas ni los Padres de la Iglesia se cuestionaron la posibilidad del
milagro (2). Los Padres insisten ante todo en el carácter de "signos de
salvación" que tienen los milagros, considerándolos desde el punto de
vista de la fe. Los milagros y lo milagroso ocupa menos lugar en su teología
especulativa que en sus sermones o meditaciones. Respecto a la posibilidad del
milagro su actitud no es crítica, sino dogmática y consiguientemente
apologética: se interesan ante todo por el encuentro del creyente con Dios a
través de este signo que se le dirige, sin plantearse ni cuestionar en modo
alguno su posibilidad y dando por supuesta su historicidad.
-
San Agustín
Con San Agustín el estudio de los milagros da un paso
adelante: el milagro no ocurre contra la naturaleza, sino contra lo que
nosotros conocemos de ella (3), por eso lo define en estos términos:
"Llamo milagro a lo que es contrario a la expectativa o la capacidad de
aquél que lo admira" (4), y para subrayar lo inexacto de nuestra manera de
hablar dice: "Nosotros, impropiamente, decimos que Dios hace algo
contrario a la naturaleza cuando es contrario a nuestro conocimiento de ella. Y
llamamos naturaleza a lo que no es más que el curso acostumbrado y conocido por
nosotros de la naturaleza". .. Y añade: "Pues Dios, creador y origen
de todas las naturalezas, no hace nada contra la naturaleza, y a cada cosa le
resultará natural lo que él haga, puesto que de él proviene todo el orden, el
ritmo y la regulación de la naturaleza"(5). Para San Agustín, en el milagro
no hay excepción alguna a las leyes de la naturaleza, pues la excepción de una
ley física, en cuanto prevista por Dios desde toda la eternidad, pasa a formar
parte de la misma ley."
Con esta mentalidad, San Agustín hace en su tratado De
Trinitate una enumeración de relatos bíblicos que considera
"milagros", entendidos como "hechos inusitados o
insólitos". Para él son milagros "la lluvia que Dios envió gracias a
la oración de Elías, los truenos que acompañaban la manifestación de Dios en el
Sinaí, la conversión del agua en vino en Caná, el reverdecimiento de la vara de
Aarón, la conversión del bastón de Moisés en serpiente, la resurrección de los
muertos en Ezequiel, la producción inicial de las especies, la procreación sin
unión de sexos, la conversión del pecador y los prodigios de los magos del
faraón. En su tratado De Genesi ad litteram, también considera milagros la
creación de Eva de la costilla de Adán, el nacimiento virginal de Cristo, la
fecundidad de Sara, anciana y estéril, el discurso de la burra de Balón, etc...
De esta enumeración se
deduce la indefinición del concepto de milagro en este autor. Fenómenos
meteorológicos (truenos, lluvia), mágicos (prodigios de los magos o vara de
Moisés), simbólicos (resurrección de los muertos de Ezequiel) y legendarios
(reverdecer de la vara de Aarón, discurso de la burra de Balón) son
considerados milagros. Debido a planteamientos teológicos, San Agustín llama
igualmente milagro al nacimiento virginal de Cristo, la fecundidad de Sara o la
conversión del pecador. Otros fenómenos que no se plantean en las Escrituras,
como la producción inicial de las especies y la procreación sin unión de sexos,
los considera también milagros, guiado por planteamientos de carácter
filosófico.
-
Santo Tomás de
Aquino
Santo Tomás representa el polo opuesto a San Agustín y
su definición de milagro sentó cátedra en la posteridad. Para éste, Dios actúa
en los milagros al margen de las causas segundas o al menos de las causas
conocidas por nosotros. De este modo reconoce un sólo tipo de milagro, el
obrado por Dios, o por Jesús, verdadero Dios, cuando el efecto producido en la
naturaleza, personas o cosas, trasciende las fuerzas de toda naturaleza creada,
humana o angélica. El milagro es algo que tiene lugar al margen del orden
natural (prometer ordinen totis natura), quedando relegado su carácter de signo
a un segundo plano. Con este planeamiento, le da un giro de 180 grados al
concepto de milagro.
Pero Santo Tomás no se limita, como San Agustín, a
enumerar los milagros, sino que los clasifica en cuatro grupos según afecten a
sustancias espirituales, cuerpos celestes, hombres y creaturas irracionales, a
saber:
-
Sustancias
espirituales como demonios o
ángeles (liberación de los hombres del poder de los demonios, apariciones de
ángeles en el nacimiento, resurrección y ascensión de Jesús).
-
Cuerpos
celestes: la estrella en el cielo
en el nacimiento de Jesús o el oscurecerse del sol (tinieblas) en su muerte.
-
Hombres. Entre los milagros que afectan a los hombres
distingue dos grupos: unos atañen al cuerpo, como las curaciones y
resurrecciones de muertos; otros, al alma y a los comportamientos humanos como
el hecho de Leví que lo deja todo para seguir a Jesús, o de Jesús que
"arroja a los que vendían y compraban en el templo" o la escena del
huerto en la que, a las palabras de Jesús, los que lo buscaban
"retrocedieron y cayeron a tierra", etc.
-
Creaturas
irracionales. En este cuarto
grupo se encuentran los relatos de la pesca milagrosa, la multiplicación de los
panes, la didracma en la boca del pez, la higuera seca, pero también diversos
fenómenos que acompañaron a la muerte de Jesús como el rasgarse del velo del
templo, el abrirse de los sepulcros y el temblor de tierra rompiendo las rocas,
etc.
Por
esta clasificación se puede comprobar que Santo Tomás agrupo bajo el concepto
de milagro hechos del género más diverso. Santo Tomás se muestra más interesado
por el taumaturgo y el hecho del milagro en sí que por el beneficiario del
mismo y el significado de la actuación del taumaturgo, no cuestionándose en ningún
momento la posibilidad del milagro ni su historicidad, que la da por supuesta.
Subrayando el carácter de prodigio que tiene el milagro, Santo Tomás se ha
olvidado de su carácter de signo, interesándose del qué y no del por qué y el
para qué del milagro. La mentalidad de los Padres está más cerca del concepto
de milagro de los Evangelios que la de Santo Tomás, que será el punto de
partida para la crítica racionalista a los milagros al dar una definición de
milagro ajena a los textos bíblicos: el milagro como algo que tiene lugar al
margen del orden natural (praeter ordinem totius naturae).
A
una clasificación semejante a la de Santo Tomás llegaría por otro camino R.
Bultmann algunos siglos después, como puede verse por el cuadro adjunto (6):
Santo Tomás |
Bultmann |
milagros sobre las
sustancias espirituales milagros sobre los
cuerpos celestes milagros sobre los
hombres milagros sobre las
creaturas irracionales |
exorcismos narraciones históricas o
leyendas curaciones o
resurrecciones de muertos milagros de naturaleza |
-
Benedicto XIV
La dimensión de signo que tiene todo milagro se
recuperaría con Benedicto XIV quien, siendo cardenal, escribió una obra sobre
los milagros que más tarde, ya de pontífice, refrendó con dos cartas
apostólicas en las que acepta denominar también milagros a los realizados por
medio de ángeles u hombres, durante su vida o después de la muerte. Benedicto
XIV distingue unos milagros mayores -aquellos que, según Sto. Tomás,
"sobrepasan los poderes y facultades de la naturaleza invisible e
incorpórea, visible y corpórea": son los obrados por Dios; y otros
menores: "los realizados por un poder creado, desconocido para nosotros,
al margen del orden natural que conocemos". Como puede constatarse, la
definición de Sto. Tomás se mantiene.
Para que haya milagro, sin embargo, no basta con que
el hecho trascienda las fuerzas inherentes al mundo visible, sino que es
necesario que éste se realice con una finalidad religiosa, por lo que para
Benedicto XIV los milagros realizados por demonios no son tales, sino
pseudomilagros, cuando actúan como instrumentos o ministros de Dios para
castigar a los malos. Esta segunda nota -la finalidad religiosa- que debe tener
todo milagro servirá para distinguir los verdaderos de los falsos milagros, en
orden a los procesos de canonización de los santos.
-
Rudolf
Bultmann
Frente a la postura fideísta que representa la
aceptación de la posibilidad del milagro, se alza la postura racionalista que,
partiendo grosso modo de la definición de milagro de Santo Tomás, como
excepción de las leyes de la naturaleza, niega la posibilidad del milagro o no
se interesa por dar respuesta a esta pregunta, por considerarla de poca
importancia para el creyente
La conocida frase de Evely "Nuestros mayores
creían gracias a los milagros; nosotros creemos a pesar de ellos" (7) pone
de manifiesto que los milagros son para el creyente moderno más un obstáculo
para su fe que una ayuda. Algo semejante había dicho varios siglos antes
Rousseau, uno de los padres de la cultura moderna: "El apoyo que se quiere
dar a la fe es el mayor obstáculo contra ella. Quitad del evangelio los
milagros, y toda la tierra quedará a los pies de Jesucristo" (8).
Esto es lo que intuía probablemente R. Bultmann cuando
escribió que "la fe cristiana no tiene el más mínimo interés en probar la
posibilidad o la realidad de los milagros de Jesús en cuanto sucesos del
pasado" y que "lo contrario sería simplemente un error" (9).
Para Bultmann sólo hay una acción de Dios que supera las leyes de la naturaleza
y, por tanto, un único milagro: la revelación. Por eso "la mayoría de los
relatos de milagro contenidos en los evangelios son leyendas o por lo menos
están revestidos de leyenda". Bultmann no niega que Jesús realizase
ciertas acciones que, en su espíritu y en el de sus contemporáneos, fuesen
consideradas milagro, pero dice que nosotros no estamos ni mucho menos
obligados a creer que éstas escapen, como fenómenos visibles y objetivos, del
determinismo de la naturaleza. Para Bultmann, al igual que para los
racionalistas, milagro es, siguiendo la definición que arranca de Santo Tomás,
"algo que tiene lugar al margen del orden natural"; todo milagro
supone, por tanto, una excepción a las leyes de la naturaleza; y, como tal
excepción, es imposible.
Bultmann (10) distingue entre Mirakel (milagro) y
Wunder (prodigio). Por Mirakel entiende un suceso que constituye una excepción
en las leyes de la naturaleza; en este sentido afirma que el milagro no es
posible. La fe, para Bultmann, no se interesa por el Mirakel, sino por el
Wunder, esto es, por el acontecimiento en la naturaleza reconocido como obra de
Dios. Bultmann deja, por tanto, a un lado el hecho al que se refiere el relato
de milagro y se queda con su significado. Lo que le importa no es la realidad
histórica que subyace al relato, muchas veces imposible de descubrir,
explicable por causas naturales o simplemente inexistentes, sino el sentido que
tiene el relato de milagro para la fe del creyente, independientemente del
hecho al que se refiera.
En consecuencia, se pregunta Bultmann qué es lo que ha
podido originar los relatos de milagro, para concluir que la imagen de
Jesús-taumaturgo ha nacido del ambiente judío, que atribuía a los rabinos
hechos maravillosos, y del ambiente helenístico, que los atribuía a taumaturgos
como Apolonio de Tiana. Según Bultmann, el cristianismo no se habría extendido
de no haber sido presentado Jesús como taumaturgo, de modo que los milagros
fueron inventados por quienes narraban tales historias. Pensando así, Bultmann
entregaba sin reservas los milagros a la crítica histórica, para que fuese ésta
y no la fe la que tuviera la última palabra sobre los hechos y su historicidad.
Heredero del racionalismo, Bultmann interpreta
filosóficamente la mentalidad científica de nuestro tiempo y declara que los
milagros son ininteligibles en un mundo sometido a la ciencia: "Los
milagros del Nuevo Testamento se han acabado como milagros... No es posible
utilizar la luz eléctrica y los aparatos de radio, acudir en los casos de
enfermedad a los remedios médicos y a las clínicas modernas, y al mismo tiempo
creer en el mundo de los espíritus y de los milagros del NT. El que crea que
puede hacerlo hace incomprensible e imposible para nuestro tiempo el mensaje
cristiano (11).
Con este prejuicio filosófico, Bultmann suprime la
posibilidad de llegar a través de los relatos de milagro a los auténticos
hechos de Jesús, olvidando que los evangelistas confiesan transmitir no
solamente las palabras de Jesús, sino también sus obras (Lc 1,1; cf. Jn 21,25).
Con anterioridad a Bultmann, diversos autores
contribuyeron, con su forma de pensar, a considerar que los milagros eran más
obstáculo que ayuda para la fe. R. Latourelle ha reunido en el capítulo segundo
de su obra Milagros de Jesús y teología del milagro (12) una lista de autores,
anteriores a Bultmann, cuyo pensamiento ha sido la causa originante de que el
hombre de hoy se sienta incómodo ante los milagros. Transcribimos algunos
textos de diversos autores:
-
Baruc Spinoza en su Tractatus teologico-politicus (Hamburgo 1670)
dice: "Si en la naturaleza ocurriera algo que contradijera sus leyes
universales, estaría también en contradicción con el decreto, con el
entendimiento y con la naturaleza de Dios; y si se admitiese que Dios actúa en
contra de las leyes de la naturaleza, sería preciso admitir también que actúa
en contra de su propia naturaleza, lo cual sería totalmente absurdo". Y
añade refiriéndose a los milagros: "No hay duda de que todo lo que se
narra en la Escritura ha sucedido naturalmente siguiendo las leyes de la
naturaleza, como todo cuanto acontece".
-
David Hume (1711-1776) en su Ensayo sobre el entendimiento
humano no niega que el cristianismo haya estado acompañado de milagros en sus
comienzos, pero considera que es insensato hablar hoy de ellos. A juicio de
Hume, "la gran mayoría de los hombres es un montón de beatos, de
ignorantes, de gente astuta y de bribones".
-
Voltaire, en su Diccionario filosófico, insiste en la línea de
Spinoza: "Un milagro es la violación de las leyes matemáticas, divinas,
inmutables, eternas. Por esta sola razón, un milagro es una contradicción in
terminis". Dios "no podía descomponer su máquina, a no ser para que
funcionara mejor; pues bien, está claro que, siendo Dios, hizo esta inmensa
máquina tan buena como pudo; si hubiese visto que en ella podría surgir alguna
imperfección derivada de la naturaleza, habría buscado el remedio desde el
principio; así, no habría que cambiar nada". Imaginarse que Dios ha hecho
milagros en favor de los hombres, de esas "hormigas", de ese
"puñado de barro", es indigno de Dios. "Atreverse a suponer
milagros en Dios es realmente insultarle (si es que los hombres pueden insultar
a Dios). Es decirle: eres débil e inconsecuente. Por tanto, es absurdo creer en
los milagros; esto es injuriar en cierto modo a la divinidad". Para
Voltaire: contar milagros es "transcribir tonterías injuriosas a la
divinidad"; creer en ellos es demostrar que uno es un imbécil".
-
Kant, por su parte (1724-1804), en La religión dentro de
los límites de la razón pura (1793) no niega la posibilidad teórica del
milagro, pero considera absurdo empeñarse en establecer la autenticidad
histórica de los milagros de Jesús o de cualquier otro.
Frente
a esta postura racionalista de los siglos XVIII-XIX se reafirmó una apologética
de cuño barato que llega hasta principios de nuestro siglo y que utiliza el
milagro para defender las excelencias de la fe cristiana y de su fundador. Esta
postura apologética está bien representada en el catecismo para uso de las
diócesis de Francia (año 1947) que decía así: "Un milagro es un hecho
extraordinario realizable únicamente por el poder de Dios... Jesucristo
demostró que es Dios cumpliendo las profecías y haciendo numerosos milagros...
El mayor milagro de Jesucristo fue resucitarse a sí mismo. Fue la máxima prueba
de que es Dios..." Este argumento hace agua por todos sitios, pero ha sido
durante bastante tiempo moneda corriente. Por ese camino resulta imposible ser
creyente y hombre moderno al mismo tiempo.
REFLEXIONES
Tras este recorrido vemos
cómo la posibilidad del milagro no se cuestiona prácticamente hasta el
racionalismo que, parte precisamente de la definición de milagro dada por Santo
Tomás, como excepción de las leyes de la naturaleza. Hagamos ahora unas breves
reflexiones:
1.
Considerar
el milagro como una excepción de las leyes de la naturaleza
Esto resulta anacrónico si se aplica a los milagros de
los evangelios. En tiempos de Jesús no se cuestionaba la posibilidad del
milagro ni se conocían las leyes -tampoco hoy- de la naturaleza para poder
determinar lo que las sobrepasa o las viola. Por otra parte, científicamente
hablando, no parece que exista hoy seguridad sobre el contenido y límites de
las leyes naturales, sino más bien la sospecha de que las conocemos poco,
provisionalmente y sólo dentro de unos márgenes limitados.
No parece, por tanto, que sea legítimo tomar como
punto de partida para tratar los milagros de Jesús la tesis de que existen unas
leyes inquebrantables de la naturaleza y que, a partir de éstas, el creyente
venga a decir que Dios se manifiesta quebrantándolas, y el incrédulo afirme que
esas leyes no se quebrantan jamás. El punto de partida sería más bien este
otro, mucho menos pretencioso: se pueden desbordar las expectativas humanas en
lo referente a aquello que el hombre experimenta como frontera. Esta es la
sensación que dan los milagros del Nuevo Testamento. Nuestra palabra milagro
viene del latín miraculum (thauma en griego) que significa
"admirable" y que traduce probablemente el hebreo peléh cuya raíz
significa "separar": lo admirable es entonces lo no-normal, lo
distinto o separado; pero como veremos, éste no es el término preferido para
designar los milagros del Nuevo Testamento, donde todo lo que apunta al milagro
como signo maravilloso y aparatoso es considerado negativamente. Por otro lado,
el prodigio se presenta en la Biblia con frecuencia producido por una causa
natural: en Ex 14,21 el abrirse de las aguas del mar en dos, milagro fundante
del Éxodo, se describe así: "envió Dios un viento que apartó las
aguas". El prodigio sobrepasa las fuerzas actuales del hombre, pero sin
violar ninguna ley natural.
Si hubiera que elegir entre el concepto de milagro de
San Agustín o Santo Tomás, nos quedaríamos con el del primero, para quien el
milagro no es una excepción de las leyes naturales, sino más bien prueba del
desconocimiento que tenemos nosotros de las mismas, añadiéndole con Benedicto
XIV, la finalidad religiosa que todo milagro tiene en los evangelios: ser señal
evidente de la llegada del reinado de Dios.
2.
Separar el
milagro del signo, el hecho del significado
Así lo hizo Bultmann, negando o prescindiendo del
hecho, pero afirmando su significado, parece una postura cómoda y preconcebida,
basada en un prejuicio: la negación de la posibilidad del milagro.
Anteriormente se ha aludido a la intención de los evangelistas de referir no
sólo las palabras de Jesús, sino también sus hechos. Los milagros ocupan un
lugar tan importante en el relato evangélico que cuesta mucho admitir que sean
pura ficción literaria. Baste con pensar que, en el evangelio de Marcos, los
relatos de milagro representan el 31% del total del texto, es decir, 209
versículos de los 666 que tiene. En los diez primeros capítulos, consagrados al
ministerio público de Jesús (fuera de la pasión), la proporción se eleva a 209
de 425 versículos, es decir, el 47%. Es imposible concebir en los evangelios la
enseñanza de Jesús sin los milagros que la acompañan. Así lo entiende el
evangelista Mateo (4,23) cuando dice: "Recorría Jesús toda Galilea,
enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando todas
las enfermedades y dolencias del pueblo". La enseñanza de Jesús consiste
en predicar el evangelio del reino y en curar las enfermedades. La predicación
resulta de este modo inseparable de la acción sanadora de Jesús.
3.
Diferenciar
las situaciones
Parece poco convincente afirmar la autenticidad
histórica de las palabras de Jesús y negar la de sus milagros de modo global.
Otra cosa es que se admitan como auténticos todos los milagros que narran los
evangelios tal y como los refieren; pero de ahí a negar cualquier sustrato
histórico a dichos relatos de milagro, hay un abismo, como veremos más
adelante.
4.
Cómo
definir los milagros
Si los milagros son posibles o no, dependerá de la
definición o concepción que tengamos del milagro. En todo caso, ha de
admitirse, que ciertas actuaciones de Jesús en los evangelios fueron
consideradas milagrosas incluso por sus adversarios. Más que el hecho en sí, es
el modo de realizarlo lo que da carácter de milagro a un determinado hecho y,
sobre todo, el simbolismo o significado de dicha actuación que el protagonista
reivindica o los presentes deducen. Si hubiera que dar una definición o mejor
describir el concepto de milagro según se deduce de los relatos evangélicos,
podría decirse que milagro es "una acción realizada con la finalidad de
superar una adversidad o cubrir una carencia o necesidad acaecida a un individuo
o grupo humano; esta adversidad es de por sí insuperable por la naturaleza de
la misma o por el modo en que se realiza; la acción del taumaturgo, mediante la
que supera la adversidad inicial, no pertenece al género de lo cotidiano y
habitual e introduce en el misterio de su persona y de la novedad del reinado
de Dios que se anuncia con ella como próximo".
En
conclusión, el tratamiento del milagro se ha sacado de quicio. El evangelio es
ajeno a la cuestión sobre la posibilidad del milagro y no da una definición de
lo que entiende por milagro. Es anacrónico afirmar que los evangelistas
consideraban los milagros como excepciones de las leyes de la naturaleza, pues
ellos se movían en otras coordenadas. Inmersos en un mundo donde la
intervención de lo sobrenatural se aceptaba sin discusión, no se cuestionaron
la posibilidad del milagro.
B. HISTORICIDAD DEL
MILAGRO
En
la primera parte de este trabajo se ha mostrado cómo el problema del milagro no
estriba tanto en si es posible o no, sino en su misma definición. La definición
de milagro sobre la que se basa el racionalismo para negar su posibilidad es
ajena a los evangelios, escritos en una época en la que el conocimiento de las
fuerzas de la naturaleza era muy deficiente y en la que no se cuestionaba, como
hoy, la intervención de dioses o seres divinos en el mundo. De ahí que la
definición de milagro de Sto. Tomás no parezca adecuada y hayamos propuesto
otra más acorde con la mentalidad de los evangelistas.
En
esta segunda parte se pretende responder a la pregunta sobre la historicidad de
los milagros: ¿Se puede afirmar que Jesús hizo milagros o mejor, que los
relatos de milagro de los evangelios refieren grosso modo hechos auténticos de
Jesús? ¿O son estos más bien leyendas o desarrollos cristológicos, escritos con
la finalidad de presentar la figura de Jesús elevada a categoría de taumaturgo
u hombre divino a la usanza de la época?
Para
dar respuesta a estas preguntas haremos en primer lugar algunas precisiones en
torno al corpus de relatos de milagro de los evangelios sinópticos; a
continuación, se planteará la cuestión de la historicidad global de la
actuación taumatúrgica de Jesús, esto es, si Jesús fue realmente taumaturgo;
finalmente, haremos un breve apunte sobre el grado de historicidad de los distintos
grupos de relatos de milagro según la clasificación más común.
a)
Precisiones
en torno al corpus de relatos de milagro de los evangelios
a)
El
vocabulario del milagro.
La palabra "milagro" proviene del latín
miraculum "hecho admirable", y éste, a su vez, de mirari
"asombrarse, admirarse". El significado de esta palabra apunta
fundamentalmente a la reacción del hombre ante las acciones milagrosas; este
matiz de admiración o asombro está recogido en la palabra griega thauma, de la
que deriva en castellano taumaturgo, término que se comenzó a emplear en el s.
XIX para referirse al que hace juegos de manos, al prestidigitador y,
finalmente, al que obra milagros.
En los evangelios sinópticos son varios los términos
que aluden al milagro en sí, al poder del taumaturgo o a la reacción de los
presentes. Un repaso al vocabulario del milagro ayudará a perfilar el concepto
de milagro que tenían los evangelistas:
-
dynamis (fuerza o actuación con fuerza; en plural, dynameis
obras potentes) es el término más común en los sinópticos para referirse al
poder curativo de Jesús manifestado en exorcismos o curaciones (cf. Mc 6,4;
9,39; Lc 4,36; 5,17; 6,19; 9,1). De treinta y siete veces que aparece en los
sinópticos esta palabra, diecisiete se emplea en este sentido. Curiosamente
este término no aparece ni en los relatos de reanimación de cadáveres ni en los
milagros de naturaleza. Con un significado semejante aparece la expresión ta
erga (obras) en Mt 11,2.19 y Lc 24,19.
-
thauma (maravilla) no aparece en los sinópticos, pero sí sus
derivados thaumazô, thaumastos y thaumasion. En siete ocasiones (de veintitrés)
se utiliza thaumazô "admirarse" para indicar la reacción de los
presentes ante diversas obras de poder de Jesús; thaumasion
"admirable" aparece una vez en Mt 21,15, referido a las curaciones de
ciegos y cojos realizadas por Jesús, por lo que tienen de admirables; thaumastê
(admirable) aparece dos veces en la cita del Sal 118, 22-23, indicando una
actuación sorprendente de Dios (cf. Mt 21,42 y su paralelo Mc 12,11). El término
paradoxon, con el sentido de algo admirable por inesperado, se utiliza en Lc
5,26 tras la curación del paralítico donde los presentes comentan: "hemos
visto cosas increíbles (paradoxa)".
-
teras (prodigio)
aparece dos veces en plural formando pareja con sêmeion (señal), en la
expresión sêmeia kai terata (señales y prodigios). Esta expresión, aunque en
orden invertido, terata kai semeia, procede de los LXX y es típica de Éxodo y
Deuteronomio, donde se alude con ella a los prodigios que Dios hizo con el pueblo
en el desierto, como signos de su presencia. Sin embargo, los tiempos en que el
pueblo necesitaba prodigios y señales han quedado atrás para los evangelistas,
pues sêmeia kai terata tiene un valor negativo en los sinópticos y se refiere a
señales aparatosas y prodigios en el cielo que no se han de creer y que
realizarán los falsos profetas y mesías para confundir a los elegidos (cf. Mt
22,24 y su paralelo Mc 13,22).
-
sêmeion (signo, señal), sin formar pareja con teras, aparece
veintisiete veces en los evangelios sinópticos e indica frecuentemente una
señal o acontecimiento extraordinario o significativo. Suele tener sentido
peyorativo: una señal que piden a Jesús sus enemigos y que Jesús no dará. Así
en Mt 16,1-4 (cf. 12,38; Mc 8,11-12; Lc 11,29-32) se dice que "salieron
unos fariseos y empezaron a discutir con él, exigiéndole, para tentarlo, una
señal (sêmeion) del cielo. Dando un profundo suspiro dijo: “¡Cómo! ¿esta
generación exige una señal (sêmeion)? Os aseguro que a esta generación no se le
dará señal (sêmeion) (Mc 8,11)”. Previamente el evangelista ha presentado a
Jesús dando de comer a los judíos (primer reparto de panes, Mc 6,30-44) y a los
paganos (segundo reparto, Mc 6-8). Los fariseos no aceptan un mesías que sitúe
por igual a judíos y paganos y dé a ambos de comer; por eso le piden una señal
de poder al estilo de las de Moisés (13).
Ni teras ni sêmeion, utilizados en sentido de señal de
poder, gozan, por tanto, de la simpatía de los evangelistas. Jesús se niega a
hacer señales o prodigios. Estos tienen poco o nada que ver con el milagro,
quedando desacreditados por Jesús En los evangelios aparece de modo claro que
Jesús no acepta el milagro como "espectáculo" o signo de poder, y no
se presta al juego circense del más difícil todavía.
b)
No
es oro todo lo que reluce
Aclarada la terminología, resulta interesante dar un
repaso al corpus de milagros de los evangelios sinópticos. Remedando el
proverbio "no es oro todo lo que reluce" se puede decir abiertamente
que en los evangelios no es "relato de milagro todo lo que se ha
considerado tal".
No son relatos de milagro las perícopas evangélicas
que se incluyen dentro del género de lo "maravilloso o extraño":
algunas de ellas, como la resurrección, la ascensión o la concepción virginal,
no pueden ser objeto de estudio histórico, dadas las dificultades que ofrece el
género literario que las envuelve; otras, como la transfiguración o la teofanía
en el bautismo, están tan cargadas de conceptos o imágenes del AT que pueden
considerarse más que hechos acaecidos, lenguaje figurado altamente simbólico.
Otras, consideradas como relatos de milagro en los catálogos de milagros, no
son tales: por ej. la escena del impuesto del templo en la que se recoge la
orden de Jesús a Pedro: "ve al mar y echa el anzuelo; coge el primer pez
que saques, ábrele la boca y encontrarás una moneda; cógela y págales por mí y
por ti" (Mt 17,24-27). Este relato queda interrumpido aquí y no se dice si
Pedro ejecutó la orden y si encontró lo que Jesús le había dicho. Si es un
relato de milagro, no está completo. De igual modo el relato de la maldición de
la higuera que queda seca (Mc 11,12-14. 20-25 y su paralelo Mt 21, 18-22) no
beneficia a ninguna persona (tampoco a la higuera) y es, a juicio de los
autores, una alegoría sobre la fuerza operativa de la fe y una invitación a
creer.
Descartadas
estas perícopas, son muy numerosos todavía los relatos de milagro de los
evangelios sinópticos:
-
Doce referidos por tres evangelistas, y en un caso como
Mateo 20,29-34 y 9,27-31 en dos versiones; en total, treinta y siete;
-
Seis referidos por dos evangelistas: doce relatos en
total;
-
Nueve narrados por un evangelista. A excepción de Mt
9,32-34, los ocho restantes son material propio y exclusivo del evangelio de
Lucas.
Todos reunidos suman cincuenta y ocho relatos
diferentes que narran veintisiete milagros distribuidos de este modo: dieciocho
en Marcos, diecinueve en Mateo y veintiuno en Lucas. De éstos habría que
eliminar, como he mostrado en mi obra Los milagros de Jesús en los evangelios
sinópticos (14), cuatro que no deben considerarse relatos de milagro, a saber:
los dos repartos de panes, Jesús camina por el mar y la pesca abundante, por lo
que en realidad los evangelios sinópticos contienen cincuenta y cuatro relatos
de milagro que narran veinticuatro milagros distintos.
c)
"Menos
beneficiarios" de lo que parece
La cifra de veinticuatro milagros puede rebajarse aún,
pues algunos son duplicación de un mismo relato. Los autores están de acuerdo
en afirmar que Mt 20,29-34 es un desarrollo de Mt 9,27-31 (curación de los dos
ciegos); igualmente Lc 17,11-19 está montado a partir de Mc 1,39-45 (15).
El número de beneficiarios de las curaciones
efectuadas por Jesús varía igualmente según versiones: Mc 10,46 habla de un
ciego; Mt 20,30, de dos; Mc 5,2, de un poseso; Mt 8,28, de dos; Mc 1, 39-45, de
un leproso que en Lc 17,11-19 son diez. En la escena del huerto de Getsemaní,
solamente en el evangelio de Lucas (22,47-53) cura Jesús la oreja del siervo
del centurión; Mc 14,43-52 y Mt 26,47-56 refieren la intervención violenta,
pero no la curación.
d)
Una
oferta diversificada
El material de relatos de milagro de los sinópticos no
es homogéneo. Frente a unos que refieren el hecho de la curación de un paciente
de modo sobrio y esquemático, casi con total ausencia de detalles, (la curación
de la suegra de Pedro, Mc 1,29-31 y par.), hay otros cuyo estilo aparece más
novelado (la curación del endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20). Unos, (el
paralítico de Cafarnaúm, Mc 2,1-13 y par.), difícilmente hallan paralelo en el
Antiguo Testamento; otros parecen escritos sobre clichés veterotestamentarios,
como la reanimación del hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11-17) construida a
partir de 1 Re 17,17-24 (reanimación del hijo de la viuda de Sarepta, realizada
por Elías). En ambos casos se trata de un varón, hijo de madre viuda, muerto,
devuelto a la vida por el tacto y la palabra del taumaturgo y entregado por
éste a la madre. Al utilizar calcos veterotestamentarios da la impresión de que
el evangelista pone más el acento en mostrar quién es Jesús que en decir qué
hizo. Al hacer Jesús lo que Elías, Lucas anuncia que Jesús es el que tenía que
venir, figura que se identificaba en la tradición judía con Elías, que,
arrebatado al cielo en un carro de fuego, habría de volver al final de los
tiempos (2 Re 2,12) (16).
Por
la adversidad que Jesús repara, el material de relatos de milagro es también
muy variado: hay exorcismos, curaciones, reanimaciones de muertos y milagros de
naturaleza.
e)
Las
dificultades aumentan
La situación se vuelve más compleja si se tiene en
cuenta que las versiones de un mismo relato de milagro transmitido por doble o
triple tradición suelen ser bastante libres. Cada evangelista refiere el
milagro a su modo y manera, desde su óptica o ideología. Un ejemplo claro
resulta de la comparación de las distintas versiones de la curación de la
hemorroísa que ponemos a continuación en columnas paralelas:
Mt 9, 20-22 |
Mc 5, 25-34 |
Lc 8, 43-48 |
20 En esto una mujer que
sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás Acercándose por detrás
entre la multitud 21 pensando: "Con
sólo tocarle el manto, me curo" 22 Jesús se volvió y al
verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado. |
25 Y una mujer que
llevaba doce años con un flujo de sangre 26y que había sufrido mucho por obra
de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada,
sino más bien poniéndose peor y le tocó el borde del
manto, Le tocó el manto, 28
porque se decía: "Si le toco aunque sea la ropa, me curo" y le tocó
el borde del manto o29 Inmediatamente se
secó la fuente de su hemorragia y notó en su cuerpo que estaba curada de
aquel tormento en el acto se le cortaron los flujos 30 Jesús, dándose cuenta
en seguida de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la multitud
preguntando: ¿Quién me ha tocado la ropa? 31 Los discípulos le contestaron:
¿Estás viendo que la multitud te apretuja y sales preguntando "quién me
ha tocado”? 32 El miraba alrededor para distinguir a la que había sido. 33 La
mujer, asustada y temblorosa, consciente de lo que había ocurrido, se acercó,
se le echó a los pies y le confesó la verdad 34 Él le dijo: Hija, tu
fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu tormento. |
43 Una mujer que padecía
flujos de sangre desde hacía doce años y que había malgastado toda su fortuna
en médicos sin que ninguno pudiera curarla 44 se acercó por detrás 45 Jesús preguntó.
¿Quién me ha tocado? Mientras todos decían que ellos no, le replicó Pedro:
Pero, Maestro, si la gente te aprieta y te estruja. 46 Jesús dijo. Alguno me
ha tocado, porque yo he sentido que una fuerza ha salido de mí. 47 La mujer,
al verse descubierta, se acercó temblorosa, se le echó a los pies y explicó
delante de todos por qué lo había tocado y cómo se había curado en el 48 Él le dijo: Hija, tu
fe te ha curad., vete en paz. |
Si los tres evangelistas refieren el mismo hecho (la
curación de una mujer con un desarreglo crónico), las circunstancias de esta
curación son difíciles de determinar en concreto:
-
¿Había oído la
mujer hablar de Jesús como dice Marcos? Mateo y Lucas omiten este dato.
-
Mateo no alude
para nada al hecho de que la mujer había sufrido mucho por obra de médicos y
que se había gastado su fortuna, sin hallar remedio;
-
¿Tocó la mujer el
borde del manto como afirman Mt y Lc o el manto simplemente?
¿Se
curó antes de que le hablase Jesús como en Marcos y Lucas o después como parece
en Mateo?
-
¿Por qué ha
omitido Mateo la escena de Mc y Lc en la que se muestra a Jesús tratando de
averiguar quién lo había tocado?
Estas
variantes deben poner alerta ante el hecho mismo de la curación que ha podido
ser utilizado para intereses particulares de cada evangelista. Dicho de otro
modo, para los evangelistas el hecho y sus circunstancias no son tan
importantes cuanto su significado, pudiéndose alterar con libertad aquéllos
para ponerlos al servicio del mensaje que se desea transmitir. Lo que anda en
juego es la imagen de Jesús que cada evangelista quiere transmitir.
Todos estos puntos deben
ser tenidos en cuenta para enjuiciar desde el punto de vista histórico la
actividad taumatúrgica de Jesús en general o cada milagro en particular.
b)
Los
milagros de Jesús y la historia
Tras estas precisiones de carácter literario, queda
abordar directamente el tema de la historicidad de los milagros para ver si los
relatos de milagro tienen un núcleo o referente histórico. Dicho de otro modo:
¿obró Jesús milagros? Para responder a esta pregunta hay que dar dos
pasos:
-
Analizar la
historicidad global de la actividad taumatúrgica de Jesús tratando de dar
respuesta a la pregunta de si fue taumaturgo el Jesús de la historia o si su
actividad taumatúrgica le fue atribuida más bien por sus seguidores sin base
histórica alguna.
-
Una vez
respondida esta pregunta, habría que analizar uno a uno cada relato de milagro
para determinar, en la medida de lo posible, su historicidad. Este segundo paso
no lo daremos, pues requeriría mucho tiempo, aunque no eludiremos un somero
pronunciamiento sobre la historicidad de los diversos tipos de relato de
milagro de los evangelios.
c)
La
historicidad global de la actividad taumatúrgica de Jesús
Bajo este apartado trataremos tres puntos: la visión peculiar
que Jesús tuvo de sus propias actuaciones taumatúrgicas, la imagen que se tenía
del mesías esperado y los testimonios exteriores a los evangelios que apuntan
hacia una actividad taumatúrgica de Jesús.
d)
Los
milagros de Jesús según Jesús
Hay tres logia o dichos de Jesús considerados por la
mayoría de los autores "palabras auténticas (ipsissima verba) del Jesús
histórico", en los que éste se pronuncia sobre su actividad taumatúrgica.
Los tres provienen de la fuente Q (17):
-
Mt 11,20-24 =
Lc 10,13-15: "Se puso entonces
(Jesús) a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes
obras (dynameis), por no haberse enmendado: (¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti,
Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que,
en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y
ceniza. Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a
Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo?
Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en Sodoma se hubieran hecho las
potentes obras que se han hecho en ti, habría durado hasta hoy. Pero os digo
que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti". Corozaín,
Betsaida y Cafarnaúm son las tres ciudades a las que va dirigida esta
recriminación. Jesús alude por tres veces a las potentes obras (dynameis)
realizadas en ellas. El hecho de nombrarse tres ciudades da a entender que
Jesús se refiere a milagros que debió hacer en público, no en secreto. Estos
milagros deberían haber llevado a sus habitantes a la enmienda. Sin embargo,
Jesús fracasó en su objetivo, pues sus habitantes no se arrepintieron. Por eso
estas tres ciudades correrán, según Jesús, peor suerte que Tiro y Sidón
(ciudades paganas) y que Sodoma (prototipo de ciudad pecadora). La fuente Q ha
conservado este logion en el que Jesús se pronuncia sobre sus milagros. El
dicho parece ser antiquísimo y remontarse a los dichos auténticos del Jesús
histórico (18). En él se refiere Jesús al fracaso de su actividad taumatúrgica
cuyo fin era la conversión al evangelio de las tres ciudades citadas.
-
Mt 12, 22-28
(cf. Mt 12,22-36) = Lc 11,20 (cf. Lc 11,14-26): "Si yo echo los demonios con poder de Belcebú,
vuestros adeptos, ¿con poder de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán
vuestros jueces. En cambio, si yo echo los demonios con el Espíritu de Dios,
señal que el reinado de Dios ha llegado hasta vosotros. ¿Cómo podrá uno meterse
en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata?" Con
anterioridad a esta escena Jesús había curado a un endemoniado ciego y mudo.
Los fariseos afirman que lo ha hecho con el poder de Belcebú, jefe de los
demonios. Jesús se defiende del ataque con estas palabras: "Todo reino
dividido queda asolado, y ninguna ciudad o familia dividida podrá mantenerse en
pie. Pues si Satanás echa a Satanás, es que se ha enfrentado consigo mismo; y
entonces, ¿cómo podrá mantenerse en pie su reinado? Además, si yo echo los
demonios con poder de Belcebú, vuestros adeptos, ¿con poder de quién los echan?
Por eso ellos mismos serán vuestros jueces..." Según este texto, Jesús se
consideró exorcista, si bien sus adversarios pensaban que actuaba con el poder
de Belzebú, príncipe de los demonios. Para muchos autores, la afirmación de que
el poder de Jesús proviene de Satanás no pudo haber sido inventada por la
comunidad y confirma la autenticidad histórica de su actuación como exorcista
(19).
-
Mt 11,2-6
(7-19) = Lc 7,18-23: "Juan se
enteró en la cárcel de las obras (ta erga) que hacía Jesús y mandó dos
discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?
Jesús les respondió: Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: Ciegos
ven y cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos resucitan y
pobres reciben la buena noticia (Is 26,19). Y ¡dichoso el que no se escandalice
de mí!". Siguen unas palabras de Jesús sobre Juan y el juicio de Jesús
acerca de esta generación. Y concluye: "Pero la sabiduría de Dios ha
quedado justificada por sus obras". En este texto Jesús aduce como prueba
de su identidad las obras (ta erga) realizadas por él. Algunos autores sienten
reticencias a la hora de aceptarlo como proveniente del Jesús histórico, pues
parece más bien una creación literaria de la comunidad primitiva con vistas a
someter la figura de Juan a Jesús. Este logion sin embargo, a juicio de R.
Latourelle, también tiene tintes de verosimilitud histórica, aunque menos que
los dos anteriores (20).
En los tres textos comentados, Jesús habla de sus
exorcismos y curaciones. En el tercero, de ciegos que ven, cojos que andan,
leprosos que quedan limpios, sordos que oyen, muertos que resucitan... al mismo
nivel de pobres que reciben la buena noticia (la liberación es el milagro:
nivel simbólico). Todos estos hechos muestran que el reinado de Dios ha
llegado.
a)
La imagen
del mesías esperado
Hay otro camino para afirmar la historicidad del Jesús
taumaturgo: ver si la imagen de mesías que tenían los contemporáneos de Jesús
exigía presentarlo como taumaturgo de modo que ésta se hubiese originado en la
comunidad cristiana primitiva con la finalidad de adecuar a Jesús como Mesías a
la imagen del mesías esperado. Sin embargo, ninguno de los títulos que el
cristianismo primitivo confirió a Jesús implicaba que se le considerase como un
taumaturgo que ejerció su poder sobre posesos y enfermos. En cuanto Mesías,
Hijo del Hombre, Hijo de Dios, rabí (Mt 23, 8.10) o profeta, Jesús no debía, a
los ojos de quienes le designaron con estos títulos, realizar los milagros que
le atribuyen los evangelios. Es abusivo sostener que los prodigios realizados
por Moisés, Elías y Eliseo llevaron necesariamente a la idea de un Cristo que
sobrepasó a todos ellos en poderes sobrenaturales. Si bien es verdad que los
relatos del Antiguo Testamento contribuyeron a la redacción de ciertos
episodios milagrosos de los evangelios, el profeta del fin de los tiempos, con
el que a veces fue identificado Jesús, no tiene nunca la misión de curar
enfermedades. Tampoco estaban dispuestos los discípulos a colocar a Jesús entre
los curadores milagrosos. Una cosa, en efecto, era esperar, de acuerdo con Is
35,5 ss., que en el tiempo de la salvación desaparecería la enfermedad y otra
convertir al Mesías en agente personal de tal desaparición: ni la Biblia ni la
tradición judía ofrecen indicio de esta convicción.
Ni siquiera se debe subrayar que con la invocación del
título hijo de David los evangelistas evocan a Salomón, personaje cuya
sabiduría, según ciertas concepciones populares judías, incluía los dones de
exorcismo y curación. Aunque sea preciso revisar los rasgos estrictamente
políticos que se suelen atribuir al Mesías judío, el tema de un Mesías
taumaturgo no estaba suficientemente afianzado como para hacer surgir de la
nada un Jesús curador como consecuencia obligada de su mesianidad.
Por todas estas razones, si el historiador puede hacer
una afirmación, la siguiente no parece arbitraria: al presentar a Jesús bajo
los rasgos de un exorcista y un curador, la iglesia primitiva, lejos de
inventar, se limitó a conservar el recuerdo de uno de los aspectos esenciales
de su actividad (21).
Otro dato a favor de la historicidad de las
actuaciones taumatúrgicas de Jesús es el hecho de que la comunidad primitiva,
que prescinde en su predicación prácticamente de todas las anécdotas de la vida
del Jesús terreno, no silencia su carácter de taumaturgo (cf. Hch 2,22 y
20,38).
b)
Testimonios
exteriores
Dos testimonios extraevangélicos avalan a Jesús como
mago, dato que puede interpretarse como vago reflejo de su actividad
taumatúrgica (22):
-
Existe una
alusión del mártir Justino quien, en
su obra dirigida a los judíos precisamente, se lamenta de que "se
atrevieron a llamar mago a Jesús" (Diálogo con Trifón, 69,7). A nuestro
juicio, Justino no habría sentido la necesidad de quejarse por esta
interpretación y de responder a ella, si tal interpretación no se hubiera
producido efectivamente.
-
El segundo
texto es un famoso pasaje del Talmud babilónico que dice así: "En la víspera de pascua fue
colgado Jesús. Un pregonero marchó cuarenta días delante de él: "va a ser
lapidado porque ejerció la magia, sedujo a Israel y lo apartó (de Dios). Todo
el que conozca algún justificante, venga y argumente a favor de él. Como no se
le hallaron atenuantes, fue colgado la víspera de pascua" (Sanedrín 43a).
La mayoría de los autores (con alguna excepción, por ejemplo, J. Jeremías)
atribuyen este texto a Jesús. En todo caso, el judaísmo posterior se lo ha
aplicado. Klausner, autor judío, afirma lo siguiente en su obra Jesús de
Nazaret, precursora de otras obras posteriores de autores judíos sobre Jesús:
"Las autoridades del Talmud no negaban que Jesús obró signos y milagros,
pero los miraban como actos de brujería" (23) . Esta acusación, de magia,
sin embargo, no entró en el proceso de Jesús como causa de su muerte. En los
evangelios se le acusa de blasfemia ante el sanedrín y de subversión ante
Pilatos, pero nunca de magia. Esto apunta a que, sin negar la historicidad
global de Jesús taumaturgo, su actividad taumatúrgica no debió ser tan
llamativa como para considerarlo causa de su muerte. Sería más tarde cuando el
argumento tomaría fuerza y los milagros experimentarían un proceso de
amplificación y elaboración simbólica.
-
No obstante, el
crédito global concedido a la tradición no prejuzga la historicidad de cada uno
de los relatos de milagro de los evangelios. Por más que las consideraciones
precedentes permitan atribuir a los milagros de Jesús un fondo de verdad
histórica, no se puede excluir a priori la hipótesis de una ampliación
redaccional tejida a partir de un dato inicial, y esto tanto más cuanto que parece
verosímil la posibilidad de un amoldamiento al tipo de la anécdota milagrosa
tal como aparece documentada en la literatura de la época. En todo caso,
citando a Theissen, deberíamos hablar al menos de un núcleo histórico en los
relatos de milagro globalmente considerados (24). Sería preferible hablar tal
vez con S. Légasse de un eco o corteza histórica de estos relatos (25).
c)
Historicidad
de cada relato de milagro en particular
Respecto a la historicidad de cada relato de milagro
en particular, debemos afirmar que cada relato merece un estudio histórico
detenido que tenga por marco lo ya dicho. Pero si tuviéramos que hacer una
opción por el grado de historicidad de los distintos tipos de relatos de
milagro, la nuestra sería la siguiente:
Los relatos de exorcismo y curación, especialmente
aquellos que se encuentran en contexto polémico, tienen tinte de ser los más
verosímiles desde el punto de vista histórico.
Las reanimaciones de cadáveres o resurrecciones de
muertos pueden gozar de una razonable sospecha: en los sinópticos se nos
transmiten dos: la del hijo de la viuda de Naím y la de la hija de Jairo. De
éstas, la que tiene más tinte de verosimilitud histórica es la de la hija de
Jairo por su ambiente palestino, si bien puede pensarse que se trataba de una
curación que se amplió más tarde a resurrección: de hecho, la niña se presenta
al principio gravemente enferma y cuando Jesús llega a la casa está ya muerta.
En este relato, no obstante, hay marcas claras que dan a entender que no se
trata de un suceso histórico; el final es iluminador al respecto: Jesús llega a
la casa en duelo, reanima el cadáver de la niña y le dice a los padres que no
se lo digan a nadie, dato que resucita chocante desde el punto de vista
histórico ya que a la puerta de la casa se agolpaba la gente. El juego de
palabras: "no está muerta, sino dormida" nos sitúa también en la
pista del simbolismo cristiano de la muerte como sueño (cementerio =
dormitorio, frente a necrópolis = ciudad de los muertos).
El relato de la reanimación del hijo de la viuda de
Naím está construido en paralelo con 1 Re 17,17-24 que cuenta la reanimación
del hijo de la viuda de Sarepta. La intencionalidad de Lucas es presentar en su
evangelio a Jesús como Elías que tenía que venir. Aquí lo presenta haciendo lo
que Elías había hecho.
En último lugar, los milagros de naturaleza (tempestad
calmada, repartos de panes, Jesús camina por el agua, pesca abundante) son los
que merecen menos crédito histórico. En mi trabajo ya citado sobre Los milagros
de Jesús (26) he mostrado cómo estos no pertenecen ni siquiera al género de
relato de milagro, como se deduce de su análisis funcional. El elemento
simbólico predomina tanto en ellos que se puede pensar con razón que no estamos
ante relatos de milagro sino de manifestación de la persona de Jesús que da de
comer por igual a judíos y paganos (panes), que tiene atributos divinos (que
camina sobre el mar) o que invita a la misión en la escena de la pesca
abundante (27).
Pero si es difícil afirmar que Jesús curó a tal o cual
enfermo o expulsó el espíritu impuro de alguien, hay un sustrato histórico en
todos estos relatos que apunta a hechos auténticos de la vida de Jesús:
o
su praxis
liberadora (exorcismos),
o
su confrontación
con la sinagoga, los fariseos y los círculos de poder que alienaban al hombre
(endemoniado sinagoga, hombre de la mano seca),
o
su no aceptación
de la marginación por diversos motivos religiosos (leproso, hemorroísa,
paralítico de Cafarnaúm),
o
su acogida de las
clases marginadas de la sociedad (cojos, ciegos, tullidos, paralíticos)
o
y su apertura
hacia los paganos (tempestad calmada, endemoniado de Gerasa, hija de la
sirofenicia, criado del centurión, segundo reparto de panes).
Por los demás, los relatos de milagro que se nos han
conservado elevan a categoría de símbolo y paradigma la actuación del Jesús de
la historia y son una invitación a hacer otro tanto. Expresan simbólicamente
los auténticos comportamientos del Jesús histórico. Más que proceso de
legendarización, como decía Bultmann, ha habido una ampliación o elaboración
simbólica a partir de un hecho o actuación curativa de Jesús, cuyo núcleo
histórico es muy difícil de aislar en cada relato.
Las palabras de J. Jeremías sobre la historicidad de
los milagros siguen vigentes: "Por consiguiente, aun aplicando normas
rigurosamente críticas a las historias de milagros, vemos que siempre queda un
núcleo que puede captarse históricamente. Jesús realizó curaciones que fueron
asombrosas para sus contemporáneos. Se trata primariamente de la curación de
padecimientos psicógenos, principalmente de las que los textos califican de
expulsiones de demonios, realizadas por Jesús con una breve orden; pero se
trata también de la curación de leprosos en el sentido amplio en que entonces
se entendía esta enfermedad, de paralíticos y ciegos. Se trata de
acontecimientos que están en la línea de lo que la medicina llama terapia de
superación".
Estas curaciones no fueron importantes sólo para la
tradición, sino también para Jesús quien resumió su actividad evangelizadora
con estas palabras: "Id a decir a ese don nadie: Yo, hoy y mañana, seguiré
curando y echando demonios; al tercer día habré acabado" (Lc 13,32).
Jesús Peláez.
Universidad de Córdoba, España. jpel-aez@uco.es
Notas
(1) La lista completa de
milagros de los Evangelios y Hechos de los Apóstoles puede verse en X.
Léon-Dufour (ed.), Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento, Madrid
1979, 362-64.
Fuera de los Evangelios y
de los Hechos de los Apóstoles, las citas sobre milagros o signos prodigiosos
no son muchas, a saber: Rom 15,19 (señales y prodigios de Pablo); 1 Cor 1,22
(Pablo alude a las señales reclamadas por los judíos); 1 Cor 12,9.10.28-30
(carismas en la comunidad primitiva: dones para curar y obras extraordinarias);
2 Cor 12,12 (alusión de Pablo a las señales, portentos y milagros que ha
obrado, como signo de su carácter apostólico); Gál 3,5 (los prodigios que Dios
obra en la comunidad); 1 Tes 1,5 (la buena noticia se manifiesta como una
fuerza (dynamis), término técnico para designar el poder curativo); 2 Tes 2,9
(la venida del impío... con ostentación de poder, portentos y prodigios
falsos); Heb 2,4 (portentosas señales de Dios y variados milagros); Sant
5,14-16 (la unción con aceite y la oración que cura) y Ap 16,4 (el ángel que
derrama el cuenco en los ríos y manantiales y se convierten en sangre). ¶
(2) Para lo que sigue véase
mi obra Los milagros de Jesús en los evangelios sinópticos. Morfología e
interpretación, Institución San Jerónimo - Ed. Verbo Divino, Valencia 1984,
27-55. En esta obra se propone una nueva clasificación de los relatos de
milagro en tres grupos, basada en el análisis funcional, a saber: relatos de
encuentro, de mediación y de confrontación. Los prodigios que afectan a la
naturaleza, tras un análisis atento del contenido de sus funciones, no son
considerados relatos de milagro, sino "de manifestación". Cada
evangelista sinóptico ha configurados su concepción del milagro dentro de uno
de los grupos propuestos: Mateo, relatos de encuentro; Marcos, de mediación, y
Lucas, de confrontación. Los relatos del grupo cuarto, llamados "de
manifestación", invitan a una relectura simbólica de todos los relatos de
milagro (véanse pp. 94-100 y 156-166 de la obra citada). En esta misma obra se
hace un estudio pormenorizado de otras clasificaciones propuestas como las de
G. Theissen, Urchristliche Wundergeschichten. Ein Beitrag zur
formgeschichtlichen Erforschung der synoptischen Evangelien, Gütersloh 1974; H.
J. Held, "Mathew as Interpreter of the miracle stories" en Bornkamm,
Barth and Held, Tradition and Interpretation in Matthew, Londres 1963,
traducción del original alemán Überlieferung und Auslegung in
Matthäusevagelium, Neukirchen 1960; R. Pesch, So liest Mann synöptisch.
Anleitung und Kommentar zum Studium der Synoptischen Evangelien, II-III,
Frankfurt 1976 dedica estos dos cuadernos al estudio de los milagros en los
sinópticos y sigue con leves retoques la clasificación de G. Theissen, al igual
que X. Léon-Dufour en "Estructura y función del relato de milagro" en
Id. (ed.), Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento, Madrid 1979,
277-330. Esta obra en colaboración aborda el estudio de los milagros desde la
perspectiva de la historia, de la historia de las formas, del análisis
estructural, del semiótico, sicoanalítico, etc., estudiando también el género
de "relato de milagro" en el Antiguo Testamento, la literatura
rabínica y helenística). Un estudio interesante y sugerente sobre la función de
los relatos de milagro en el evangelio de Marcos es el de R. Schmücker,
"Zur Funktion der Wundergeschichten im Markusevangelium", ZNW 84
(1993) 1-26, con abundante bibliografía y discusión de autores. ¶
(3) De civitate Dei, 20,
1,8,2.¶
(4) De utilitate credendi,
16,34.¶
(5) Contra Faustum, 26,3.¶
(6) Bultman atribuye los
relatos de milagro a dos tradiciones: la tradición de los dichos de Jesús,
entre los que se encuentran apotegmas de diversas clases y la tradición del
material narrativo o historias de milagros. Como pertenecientes al primer grupo
(la tradición de los dichos de Jesús) cita varias curaciones, que son ocasión
de controversia: la curación del hombre con el brazo atrofiado (Mc 3,1-6), la
curación de un hidrópico (Lc 14,1-6), la curación de la mujer encorvada (Lc
13,10-17) y la curación del paralítico (Mc 2,1-12 y par.); también varios
apotegmas o pasajes cuyo punto culminante es un dicho de Jesús expresado de
modo conciso: la curación de los diez leprosos (Lc 17,11-19), la hija de la
mujer sirofenicia (Mc 7,24- 31 y par.), el centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13 y
Lc 7,1-10) y el impuesto del templo (Mt 17,24-27). Con los del segundo grupo
(la tradición del material narrativo o historias de milagros, Bultman hace dos
subgrupos: curaciones y milagros de naturaleza. Entre las curaciones cita: el
endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-21 y par.), el niño epiléptico (Mc 9,14-27 y
par.) y el endemoniado mudo (Mt 9,32-34); la suegra de Pedro (Mc 1,29-31 y
par.), el leproso (Mc 1,40-45 y par.) y el paralítico de Cafarnaúm (Mc 2,1-12 y
par.); el ciego de Jericó (Mc 10,46-52) y dos ciegos (Mt 9,27-31); la
hemorroísa y la hija de Jairo (Mc 5,21-43 y par) y el hijo de la viuda de Naín
(Lc 7,11-17). Las curaciones incluyen, por lo que se ve, exorcismos, curaciones
propiamente dichas y resurrecciones de muertos. Los milagros de naturaleza que
cita Bultmann son la tempestad calmada (Mc 4,37-41 y par.), el caminar por el
mar (Mc 6,45-52 y par.), el dar de comer a cuatro mil (Mc 8,1-9 y par.), la
pesca milagrosa (Lc 5,1-11), la higuera maldita y seca (Mc 11,12- 14,20 y par.)
y el impuesto del templo (Mt 17,24-27). Cf. R. Bultmann, Die Geschichte der
Synoptischen Tradition, Tubinga 1921.
Por su parte, M. Dibelius,
(Die Formgeschichte des Evangeliums, Tubinga 1919), fundador con Bultmann de la
denominada "escuela de las formas", al clasificar los relatos de
milagro, distingue entre paradigmas y cuentos. Los paradigmas son narraciones
breves de las que se echa mano en la predicación como ejemplos. El centro de
estas narraciones lo ocupa una palabra de Jesús. Entre los paradigmas cita dos
relatos de milagro: la curación del paralítico (Mc 2,1-12) y la curación del
hombre del brazo atrofiado (Mc 3,1-6); paradigmas, aunque de tipo menos puro,
son la curación del endemoniado de la sinagoga (Mc 1,23-27) y la curación del
hidrópico (Lc14,1-6). Los cuentos son relatos que se caracterizan por una mayor
amplitud de estilo así como por su colorido. Entre ellos, Dibelius cita ocho
relatos de milagro de Marcos y uno de Lucas: la tempestad en el mar (Mc
4,35-41), el endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20), la hija de Jairo y la
hemorroísa (Mc 5,21-43), la multiplicación de los panes (Mc 6,35-44), Jesús
camina por el mar (Mc 6,45-52), el sordomudo (Mc 7,32-37), el ciego de Betsaida
(Mc 8,22-26), el niño epiléptico (Mc 9,14-29) y la resurrección del hijo de la
viuda de Naín (Lc 7,11-17). De estos nueve, seis son curaciones; los restantes,
"historias de milagros" (Wundergeschichten). Según Dibelius, la
comunidad primitiva ha utilizado estos relatos de milagro para la predicación misionera
(paradigmas) o para oyentes habituados a las maravillas de Dios (cuentos).¶
(7) L. Evely, L'évangile
sans mythes, Paris 1970, 29; trad. española: El evangelio sin mitos, Atenas,
Madrid 1972.¶
(8) Cit. por J. I. González
Faus, Clamor del Reino. Estudio sobre los milagros de Jesús, Sígueme, Salamanca
1992, 15.17.¶
(9) R. Bultmann, Glauben
und Verstehen, I, Tubinga, 21954, 221. Cf. R. Latourelle, Milagros de Jesús y
teología del milagro, Sígueme 1990, 29-41. ¶
(10) "A propos du problème du miracle", Foi et Comprehénsion
1(1970)240-257.¶
(11) R. Bultmann, L'interpretation du Nouveau Testament, Paris 1955, 143. ¶
(12) Sígueme 1990, 29-41. ¶
(13) En el paralelo de
Mateo (12,38) Jesús les dará la señal de Jonás: la resurrección, comienzo de un
mundo nuevo de hermanos reconciliados; en Lucas (11,29-32) la señal es Jonás
que pregona el perdón de Dios para los habitantes de Nínive: Dios perdona a
quien se arrepiente, sea judío o no. ¶
(14) Institución San
Jerónimo, Valencia 1984.¶
(15) Algo similar sucede
con el relato de los panes de Marcos y su paralelo en Mateo. Ambos evangelistas
conservan dos versiones, una palestina y otra helenística (Mc 6,33-46, cf. Mt
14,18-23a; y Mc 8,1-9, cf. Mt 15,32-39); en su lugar paralelo, Lucas pone solo
una versión (Lc 9,10b-17). Del mismo modo, en el primer reparto de panes (Mc
6,44) hay cinco mil personas y sobran doce cestos; en el segundo (Mc 8,9)
cuatro mil y sobran siete espuertas; en los paralelos de Mateo (14,21 y 15,38),
a la cifra de cinco o cuatro mil se añade la frase "sin mujeres ni
niños". ¶
(16) Los repartos de panes
de los sinópticos tienen también su fuente literaria en el libro de Eliseo
quien dio de comer a cien personas con veinte panes de cebada (cf. 2 Re
4,42-44). El esquema literario es similar: Una orden de Elíseo: "dáselos a
la gente, que coman"; una pregunta del criado: ") ¿Qué hago yo con
esto para cien personas?" y un resultado paralelo: "el criado se los
sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor".¶
(17) Véase R. Latourelle,
"Los milagros de Jesús según Jesús", en Milagros de Jesús y Teología
del milagro, Sígueme, Salamanca 1990, 53-65, a quien seguimos. Sobre el
problema de la historicidad en general de los milagros de Jesús puede verse S. Légasse,
"El historiador en busca del hecho" en X. Léon- Dufour (ed.), Los
milagros de Jesús según el Nuevo Testamento, Madrid 1979, 109-143. ¶
(18) Según R. Latourelle,
o.c., 55-57, hay serios indicios para considerar este logion perteneciente a
las ipsissima verba Jesu:
- J. Jeremias (Teología del
Nuevo Testamento, I, Salamanca, Sígueme 51985, 21-43) ha puesto de relieve el
fuerte sustrato arameo de este logion que trasluce varios rasgos típicos del
arameo, la lengua hablada de Jesús: construcción en paralelismo, uso del pasivo
divino (egeneto, egnethesan, genomenai), estilo rítmico, asonancia entre
Betsaida y Sidón, más sensible en arameo que en griego.
- El término empleado para
designar la actividad taumatúrgica de Jesús (dynameis) es característico de la
tradición más antigua.
- Corozaín no se nombra en
ningún otro sitio en el Nuevo Testamento, dato del que se deduce que la
comunidad primitiva no sintió ninguna curiosidad por esta ciudad ni quiso dar
publicidad al fracaso de Jesús en ella.
- En contra de lo que hará
la iglesia primitiva, este texto narra el fracaso de los milagros de Jesús,
actitud que es diferente a la que adopta la comunidad primitiva como aparece en
Hch 2,22: "Pedro habla y dice: "Os hablé de Jesús, el Nazareno,
hombre que Dios acreditó ante vosotros, realizando por su medio, prodigios y
señales, como vosotros mismos sabéis"; en Hch 10,38 dice: "Vosotros
conocéis muy bien el hecho de Jesús de Nazaret que pasó haciendo el bien y
curando a todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con él".
En estos dos textos, los milagros sirven para acreditar a Jesús.
- Este logion manifiesta
varias características del mensaje de Jesús: la llamada a la enmienda, la
argumentación a partir de los milagros y no de la resurrección, lo cual está
más en conformidad con el contexto prepascual. ¶
- (19) Según R. Latourelle,
o.c., 53-55, hay suficientes indicios que apuntan a la autenticidad histórica
de una actividad de Jesús como exorcista, que tampoco se pone en duda por sus
adversarios.
- Exorcismos y llegada del
reinado de Dios se relacionan en este texto. Según las esperanzas judías, el
mesías tenía que destruir el reino del pecado, y al mismo tiempo triunfar sobre
la enfermedad y la muerte, que son la concreción del imperio y del dominio de
Satanás sobre el hombre. Para la apocalíptica judía, cuando llegara el reinado
de Dios, los demonios serían encadenados (Testamento de Henoc 10,3; Testamento
de Leví 18,12). La mención del reinado, concepto arcaico en los evangelios,
aparece en conexión con la victoria sobre Satanás y se menciona aquí en
términos emparentados con los del kerigma primitivo: "Se ha cumplido el
tiempo y el reinado de Dios está cerca" (Mc 1,14).
La conciencia que muestra
Jesús de ser el vencedor de Satanás aparece también en Mc 3,22-27 en la
parábola del más fuerte. Mt 10,24 refiere cómo lo identifican con Belcebú:
"Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. Ya
le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al
cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, (cuánto más a los de su
casa)."
Este logion está en
relación con otro texto de Lc 10,18 que dice así: "Los setenta regresaron
muy contentos y le dijeron: -Señor, hasta los demonios se nos someten por tu
nombre. Él les contestó: -¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un
rayo! Yo os he dado la potestad de pisar serpientes y escorpiones y todas las
fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros daño. Sin embargo, no sea vuestra
alegría que se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros
nombres está escritos en el cielo". ¶
(20) Cf. ibidem, 57-65,
donde se argumenta de este modo: Si Juan es presentado en la iglesia primitiva
como aquel que da testimonio abiertamente de Cristo (Jn 1,7.15) no se comprende
el tono vacilante de la pregunta: ¿eres tú el que ha de venir o esperamos a
otro?; tampoco sería de esperar de la comunidad cristiana un título
cristológico tan impreciso (el que ha de venir ho erkhomenos), que no aparece
ni en el judaísmo ni en el cristianismo.
Este logion está de acuerdo
con el tema fundamental de la enseñanza de Jesús: el reino; con el de la
predicación de la buena nueva a los pobres (parábolas y bienaventuranzas); con
la forma habitual de responder de Jesús a la delicada cuestión del mesianismo:
él no se afirma Mesías, pero remite a sus obras. Lo que garantiza a Jesús como
Mesías son sus hechos: que consisten en aliviar el yugo de todos los que
sufren.¶
(21) E. Trocmé, ["Un
Christianime sans Jésus-Christ?", NTS 38 (1992) 321-336] se expresa así al
respecto: "Si hay en la tradición numerosos relatos de curaciones
milagrosas y exorcismos, es ciertamente porque Jesús actuó como sanador en un
cierto número de situaciones y se ganó una reputación de poder y de generosidad
ante sus paisanos y ante los pescadores de Galilea, para quienes los males más
graves eran incurables con los remedios habituales..."¶
(22) Véase J. I. González
Faus, Clamor del Reino. Estudio sobre los milagros de Jesús, Sígueme, Salamanca
1982, 132.135.¶
(23) Jesus of Nazaret,
Londres 1925, pág. 27; trad. castellana: Jesús de Nazaret, Buenos Aires 1971. ¶
(24) Theissen va más lejos
al decir que ve en los relatos de milagro evangélicos "acciones históricas
provocadas por el Jesús histórico, en las cuales la figura histórica (de Jesús)
se intensifica más allá de toda medida.¶
(25) "El historiador
en busca del hecho" en X. Léon-Dufour, Los milagros de Jesús según el
Nuevo Testamento, Madrid 1979, 128, nota 84. ¶
(26) Cf. nota 2.¶
(27) Si se quiere seguir
adelante por el camino de la indagación de la historicidad de cada uno de los
milagros de Jesús referidos por los evangelios, hay a disposición del
estudioso, entre otros, tres criterios básicos que aplicados a los relatos de
milagro se pueden formular así:
- El criterio del
testimonio múltiple: "la existencia de fuentes diversas e independientes
entre sí ayuda a determinar la historicidad de un determinado relato de
milagro".
- El criterio de
discontinuidad: "se puede considerar como auténtico un relato evangélico
cuyo contenido no puede reducirse a las c concepciones del judaísmo o a las de
la Iglesia primitiva o, mejor aún, a las dos simultáneamente.
- El criterio de
conformidad: "un relato de milagro está más en línea de la historia cuanto
más conforme esté con el mensaje característico de Jesús, con lo que se
considera su estilo de vida (sencillez, sobriedad, autenticidad o manifestación
de amor). Véase a este respecto "Criterios de autenticidad histórica"
en R. Latourelle, o.c., 70-85. ¶
(28) Teología del Nuevo
Testamento, 115. ¶
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