2ª
REUNIÓN DEL CELAM
EN MEDELLÍN, COLOMBIA, 1968.
COMENTARIOS VARIOS
“PRESENCIA
DE LA IGLESIA EN LA ACTUAL TRANSFORMACIÓN DE AMÉRICA LATINA”
CELAM: Consejo Episcopal Latino América, Bogotá.
ÍNDICE
1. Entender Medellín, Pedro Pierre, 2018.
2. Pacto de las Catacumbas, Roma, 1965.
3. Medellín y el Concilio, Elena Bicera, 2017.
4. Medellín con 16 de sus frases, Pedro Pierre, 2018.
5. Significado de Medellín, Gustavo Gutiérrez, 1973.
6. Recordar Medellín, Juan M. Hurtado, 2018.
7. De Medellín a hoy, José Comblin, 2008.
8. “La pobreza en la Iglesia”, capítulo 14 del Documento
de Medellín.
9. De Medellín a Francisco, Pedro Pierre, 2018.
10. Con Medellín Dios pasó por América Latina. ¿Con quién
pasa ahora? Jon sobrino, 2012.
Pedro
Pierre, Guayaquil, junio de 2018.
1. E N T E N D E
R L A
R E U N I Ó N D E M E D E L L Í N
Pedro Pierre, 2028.
La
reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia (1968) es la
aplicación creativa del Concilio Vaticano 2º para la Iglesia latinoamericana.
La realidad de pobreza y el despertar de los sectores populares inquietaron a
los cristianos y a los sacerdotes y obispos sensibles a la pobreza de estos
sectores. Con Medellín la Iglesia de América Latina pasó a ser la cuna de la
Iglesia de los pobres para toda la Iglesia católica.
A. ANTES DEL CONCILIO
1.
El despertar de los pobres en
América Latina en el siglo pasado
La realidad de AL, más que de pobreza,
es miseria masiva. Los movimientos populares cuestionaron esta situación y la
calificaron como la consecuencia de un sistema que pone el dinero en primer
lugar por encima de la persona humana. Ese despertar comenzó a darse en la
década del ’50. Recordemos que el triunfo de la revolución cubana se dio el 1º
de enero de 1954.
2.
La solidaridad de los cristianos con
los pobres
-
El despertar
de los pobres provocó el despertar de los cristianos a solidarizarse con ellos
y sus luchas. Muchos cristianos y varios sacerdotes entraron en las filas de la
lucha armada: Camilo Torres de Colombia es el más conocido. Esta época
igualmente fue el comienzo, en Brasil, de las primeras Comunidades Eclesiales
de Base, con Monseñor Antonio Fragoso.
-
Por otra
parte, los obispos más cercanos a los cristianos de los sectores populares, que
estaban atentos a esta situación, decidieron hacer una reunión de todos los
obispos latinoamericanos (o sus delegados en todos los países). Esta reunión se
dio en Río de Janeiro, Brasil (1955) y se fundó allí el CELAM (Consejo
Episcopal Latino Americano). Las conclusiones de esta reunión apenas abordan
esta situación, pero la necesidad de un compartir pastoral entre obispos está
sembrada.
B. LA GRAN LUZ DEL CONCILIO VATICANO 2º
El
concilio Vaticano 2º tuvo lugar en Roma a lo largo de 4 años: 1962-1965,
convocado por el Papa Juan 23. Provocó grandes cambios e ilusiones en el modo
de ver y de ser de la Iglesia.
1.
El concilio descarta el modelo
tradicional
El concilio Vaticano 1º (1870) había
fortalecido un modelo piramidal de Iglesia: la Iglesia era principalmente la
jerarquía, o sea el clero. Con el Concilio se terminó la era de la Cristiandad
comenzada en el siglo 4, creyéndose la Iglesia la única dueña de la verdad.
2.
El modelo de Iglesia-comunión
En su reflexión sobre la Iglesia, los
obispos insistieron en la Iglesia “Pueblo de Dios”. Esta visión está confirmada
por el gran documento dogmático “Luz de las Naciones” (Lumen gentium), que
promueve una Iglesia-Comunión, donde todos los bautizados son importantes, y no
sólo el clero. Por el bautismo todos somos ‘profetas, sacerdotes y
reyes-pastores’.
3.
El modelo de Iglesia-servidora
Durante el Concilio, muchos obispos se
dieron cuenta que los documentos se centraban casi exclusivamente en la Iglesia
y su vida interna. Nació una corriente que insistía en la misión de la Iglesia,
como el aspecto más importante de su identidad. Se dio una reflexión pastoral a
este propósito y ésta se concretó en la visión de la Iglesia como servidora de
la humanidad: su servicio es la humanización del hombre, y de todos los
hombres.
C. EL MODELO LATINOAMERICANO DE ‘IGLESIA DE LOS POBRES’
Este
nuevo modelo de Iglesia se originó en el Concilio Vaticano 2º, pero no llegó a
concretarse en Roma, sino 3 años después en la 2ª reunión de los obispos
latinoamericanos en Medellín, Colombia (1968).
1.
El Papa Juan 23 está al origen de la
expresión
Quién habló por 1ª vez de “Iglesia de
los Pobres” fue el Papa Juan 23, en su radio-mensaje del 11 de septiembre de
1961 cuando comunicó públicamente que se iba a dar el comienzo del Concilio
Vaticano 2º. Dijo: “La Iglesia es y debe ser la Iglesia de los pobres”.
2.
La proclamación de Monseñor Lercaro
Quien entendió la propuesta del Papa
Juan 23, fue el obispo italiana Giacomo Lercaro. En una notable intervención
durante el concilio, proclamó que “el tema del Concilio es la Iglesia de los
pobres”. Pero la mayoría de los obispos no era preparada a esta visión y la
preocupación por los pobres poco apareció en los documentos conciliares (GS 1,
LG 39).
3.
El grupo de obispos latinoamericanos
“Iglesia de los Pobres”
Durante el Concilio, los obispos
latinoamericanos más progresistas, como monseñor Helder Cámara de Brasil,
decidieron reunirse regularmente para compartir inquietudes, propuestas y
fraternidad. Se denominaron “Iglesia de los Pobres”. Al terminar el concilio,
se reunieron en la catacumba romana de Domitila, lugar de sepultura de los
primeros cristianos, y se comprometieron a luchar contra la pobreza y a vivir
pobres. Esta reunión es conocida como "el Pacto de la Catacumbas”. Fueron
estos obispos los promotores de la reunión de Medellín.
4.
La carta encíclica “El Desarrollo de
los Pueblos” del Papa Pablo 6º
Dos años después del Concilio, en 1967,
el Papa Pablo 6º retomó la inquietud por los pobres que no había salido durante
el Concilio. Esta carta tuvo una gran acogida, en particular porque decía que
la pobreza es la consecuencia de la acumulación de riquezas. Proclamó que “el
verdadero desarrollo es el paso de cada persona y de todas las personas de
condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas” (20).
5.
Medellín fue el “bautismo” de la
Iglesia de los Pobres
Sobre proposición del CELAM, el mismo
Papa Pablo 6º convocó la 2º reunión de los obispos latinoamericano en Medellín,
Colombia, en 1968. En esta reunión los obispos recogieron lo mejor del Concilio
Vaticano 2º para aplicarlo a América Latina:
-
Definen la
pobreza, siguiendo el pensamiento del Papa Pablo 6º, como “empobrecimiento”,
-
Se proponen
luchar, desde la fe, contra la pobreza, pidiendo una liberación integral,
-
Deciden
hacer opción por los pobres, o más exactamente, una “solidaridad preferencial”
por los pobres,
-
Confirman la
Comunidades Eclesiales de Base y la necesidad de una nueva evangelización,
exactamente: “evangelizar de una manera nueva, desde la realidad”, en
particular la realidad de pobreza,
-
Se
comprometen también a llevar una vida más sencilla y cercana a los pobres…
CONCLUSIÓN
Toda
esta nueva realidad eclesial se fue unificando en la reflexión teológica
llamada “teología de la liberación”, con su mayor exponente, el sacerdote
peruano Gustavo Gutiérrez, cuyo libro del mismo título saldrá en 1970. Dice el
teólogo José Comblin (sacerdote en Brasil) que Medellín es el “comienzo de una
Iglesia verdaderamente latinoamericana” y que es, para las decisiones futuras,
una realidad ineludible. Medellín marca el principio de una nueva historia de
la Iglesia latinoamericana, más fiel al Evangelio y más solidaria a los pobres
del continente. Es la Carta Magna de la Iglesia de los Pobres en el continente.
2. EL PACTO
DE LAS CATACUMBAS, Roma,
1965.
El Pacto de las
Catacumbas es un documento redactado y firmado el 16 de noviembre de 1965 por unos 39 o 40 obispos de la Iglesia católica, la mayoría latinoamericanos, que se encontraban en ese momento participando de la
cuarta sesión del Concilio Vaticano II, ya próximo a su
clausura. El documento fue firmado después de la eucaristía en la Catacumba de Domitila, y posteriormente por otros obispos. Por ese pacto los
obispos firmantes se comprometieron a adoptar una vida de sencillez despojada de posesiones, y una nueva actitud pastoral orientada a los pobres
y a los trabajadores. El documento ha sido considerado como uno de los
antecedentes de la teología de la liberación que aparecería en América Latina a partir de 1969.
El Pacto
tiene trece cláusulas por las cuales los firmantes se comprometen a llevar una
vida sencilla y sin posesiones, "según el modo ordinario de nuestra
población", rechazar los símbolos, títulos y privilegios de poder, no
participar de agasajos ni banquetes organizados por los poderosos, transformar
la “beneficencia” en "obras sociales basadas en la caridad y en la
justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas", dando prioridad a los
"pobres" y "personas y grupos trabajadores y económicamente
débiles y subdesarrollados", para impulsar el "advenimiento de otro
orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de
Dios".
Mediante el
Pacto los firmantes se propusieron también llevar adelante una acción pastoral que constituya un "verdadero servicio",
apoyada en cuatro principios: Que nuestro ministerio constituya un verdadero
servicio; así: “revisar nuestra vida”, animadores antes que jefes, humanos y
acogedores y "abiertos a todos, sea cual sea su religión".
El 21 de
marzo de 2013, apenas una semana después de ser designado Papa, Francisco recibió al Premio Nobel de la Paz el argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien le entregó al Papa una copia del Pacto de las
Catacumbas por pedido del teólogo español de la liberación Pedro Casaldáliga, con el pedido de que le diga que "trate de
escuchar, reflexionar y de llegar a un acuerdo, una reconciliación con los
teólogos latinoamericanos". Según las declaraciones de Pérez Esquivel,
Francisco no pareció conocer el documento: “Cuando recibió el documento,
Francisco leyó la lista de quienes adhirieron (Hélder Câmara, Antônio Fragoso, Luigi Betazzi, Manuel Larraín, Leonidas Proaño, Vicente Faustino Zazpe y Sergio Méndez Arceo, entre otros) y exclamó "¡Uy, quiénes están
aquí!".
En un
artículo publicado en julio de 2014 titulado "El pacto de las catacumbas
vivido por el Papa Francisco", el teólogo de la liberación Leonardo Boff transcribe el Pacto de 1965 y concluye su artículo
preguntándose: "¿No son estos los ideales presentados por el Papa
Francisco?"
TEXTO DEL PACTO DE LAS CATACUMBAS
Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano
II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el
evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno
de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos
nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza
de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes
de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración
ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles
de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero
también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como
gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:
1)
Procuraremos vivir según el modo ordinario
de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de
locomoción y a todo lo que de ahí se sigue.
2)
Renunciamos para siempre a la apariencia y
a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores
llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente
evangélicos: ni oro ni plata.
3)
No poseeremos inmuebles ni muebles, ni
cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos,
pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas.
4)
Siempre que sea posible confiaremos la
gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes
y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos
administradores que pastores y apóstoles.
5)
Rechazamos ser llamados, oralmente o por
escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia,
Excelencia, Monseñor...). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de
Padre.
6)
En nuestro comportamiento y en nuestras
relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de
privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos
(ej.: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos).
7)
Del mismo modo, evitaremos incentivar o
lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar
dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar
sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la
acción social.
8)
Daremos todo lo que sea necesario de
nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y
pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y
subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la
diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el
Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida
y el trabajo.
9)
Conscientes de las exigencias de la
justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar
las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la
justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a
los organismos públicos competentes.
10) Haremos
todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros
servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y
las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al
desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al
advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de
los hijos de Dios.
11) Porque la
colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el
servicio en común a las mayorías en estado de miseria física cultural y moral
-dos tercios de la humanidad- nos comprometemos a:
-
participar, conforme a nuestros medios, en
las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
-
pedir juntos a nivel de los organismos
internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el Papa
Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y
culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico,
sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.
12) Nos
comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros
hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro
ministerio constituya un verdadero servicio; así:
-
nos esforzaremos para “revisar nuestra
vida” con ellos;
-
-buscaremos colaboradores que sean más
animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
-
procuraremos hacernos lo más humanamente
presentes y ser acogedores;
-
-nos mostraremos abiertos a todos, sea
cual sea su religión.
13) Cuando
volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra
resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus
oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles
Los
padres firmantes del Pacto mantuvieron en reserva su identidad con el fin de
evitar que el mismo fuera tomado como una presión indebida o un acto de
soberbia con respecto a los demás participantes del Concilio. Con los años se
han conocido los nombres de los participantes, aunque existen pequeñas
variantes según los testimonios.
Entre
los firmantes del pacto que se han
revelado, se encuentran los siguientes:
-
De
Brasil: Dom Antônio Batista
Fragoso, obispo de Crateús, Ceará. Don Francisco Austregésilo de Mesquita
Filho, obispo de Afogados da Ingazeira, Pernambuco. Dom João Batista da Mota e
Albuquerque, arzobispo de Vitória. P.
Luis Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória.
Dom Jorge Marcos de
Oliveira, obispo de Santo André, São Paulo. Dom
Helder
Camara,
obispo de Recife. Dom
Henrique Hector Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, São Paulo. Dom
José Maria Pires, arzobispo de Paraíba
-
De
Colombia: Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín. Mons. Antonio Medina Medina, obispo
auxiliar de Medellín. Mons.
Aníbal Muñoz Duque, obispo de Nueva Pamplona. Mons. Raúl Zambrano de Facatativá. Mons.
Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia.
-
De
Argentina:
Mons. Alberto Devoto, obispo de Goya. Mons. Vicente Faustino Zazpe, obispo de Rafaela. Mons. Juan José Iriarte, obispo de Reconquista. Mons. Enrique
Angelelli,
obispo auxiliar de Córdoba.
-
De
otros países de América Latina:
Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto, Uruguay. Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto, Uruguay. Mons.
Manuel Larraín Errázuriz, obispo de Talca, Chile. Mons. Marcos
Gregorio McGrath,
obispo de Santiago de Veraguas, más tarde arzobispo de la arquidiócesis de
Panamá, Panamá. Mons. Leonidas Eduardo Proaño Villalba, obispo de Riobamba, Ecuador. Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, Morelos, México.
-
De
Francia: Mons. Guy Marie Riobé,
obispo de Orleans. Mons. Gérard-Maurice Eugène Huyghe, obispo de Arras. Mons.
Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille.
-
De
otros países de Europa:
Mons. Charles-Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica. Mons. Rafael González Moralejo, obispo
auxiliar de Valencia, España Mons.
Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania Mons. Luigi Betazzi,
obispo auxiliar de Bolonia, Italia.
-
De
África: Dom Bernard Yago,
arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil. Mons. Joseph Blomjous, obispo de Mwanza,
Tanzania. Mons. Georges-Louis Mercier, obispo de Laghouat, Argelia.
-
De
Asia y América del Norte:
Mons. Máximo
V Hakim,
arzobispo melquita de Acre, Israel. Mons. Grégoire Haddad, obispo melquita,
auxiliar de Beirut, Líbano. Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de
Quebec, Canadá. Mons. Charles Joseph van Melckebeke, de origen belga, obispo de
Yinchuan, Ningxia, China
3. MEDELLÍN CON 16 DE SUS F R A S E S
LA CARTA
MAGNA DE LA
IGLESIA DE LOS
POBRES
Guayaquil,
Pedro Pierre. Abril de 2018.
INTRODUCCIÓN
-
Se
trata de la 2ª reunión de los obispos
latinoamericanos en Colombia, en 1968, tres años después del Concilio
Vaticano 2° en Roma. Los obispos quisieron aplicar el Concilio a la realidad de
América Latina y lo lograron magistralmente.
-
El
Documento final recoge lo mejor de las
experiencias y reflexiones de las Iglesias latinoamericanas y caribeñas, en
particular las intuiciones pastorales y teológicas de las incipientes
Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Los grandes obispos de esa época son los
“Padres de la Iglesia Latinoamericana”.
-
Se
retomó el método clásico del mayor
documento pastoral conciliar (‘Gaudium et spes’): “Las ‘Alegrías y esperanzas’ de los pobres son las alegrías y esperanzas
de la Iglesia”. Este método marca el caminar de la Iglesia de los pobres:
partir de la realidad (ver),
iluminarla con la Palabra de Dios y los Documentos eclesiales (juzgar), actuar en consecuencias individual y colectivamente, y celebrar la resurrección de Jesús en
los avances del Reino.
-
Medellín
es el ‘bautismo’ de la Iglesia de los Pobres
en América Latina, tal como lo quería el papa del Concilio, Juan 23: “La
iglesia es y debe ser la Iglesia de los pobres” (nov. de 1961).
-
Felizmente,
unos 40 años después, los obispos confirmaron
las opciones de Medellín en su 5ª reunión latinoamericana en Aparecida, Brasil, 2007, proclamando la
Iglesia esencialmente misionera, pobre y al servicio de la liberación: “Medellín reconoció en ellas (las CEBs) una célula
inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” (193).
-
El papa Francisco se inspira de lo mejor del
Concilio y de Medellín-Aparecida. Es el fruto de las CEBs y de su teología de
la liberación: ¡Bendito sea Dios! A los 50 años de Medellín, era tiempo de
retomar el camino del Concilio.
DEL MENSAJE DE LOS OBISPOS A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA:
“Nuestra palabra
de Pastores quiere ser signo de compromiso. Como hombres latinoamericanos,
compartimos la historia de nuestro pueblo…
Nuestro
propósito es alentar los esfuerzos, acelerar las realizaciones, ahondar el
contenido de ellas, penetrar todo el proceso de cambio con los valores
evangélicos… alentar una nueva evangelización para lograr una fe lúcida y
comprometida.
Medellín,
6 de septiembre, 1968.”
RESUMEN DE
MEDELLÍN EN 16 FRASES del mismo documento.
EL DOCUMENTO DE
MEDELLÍN CONSTA DE 16 CONCLUSIONES, DIVIDIDAS EN 3 TEMÁTICAS.
Título general: “Presencia de la
Iglesia en la actual transformación de América Latina”
-
Promoción Humana: Justicia, Paz, Familia y demografía,
Educación y Juventud.
-
Evangelización y crecimiento de la fe: Pastoral popular,
Pastoral de élites, Catequesis y Liturgia.
-
La Iglesia visible y sus estructuras: Movimientos de
laicos, Sacerdotes, Religiosos, Formación del clero, Pobreza en la Iglesia,
Pastoral de conjunto y Medios de comunicación social.
- JUSTICIA.
“No tendremos un continente nuevo sin nuevas y renovadas estructuras; sobre
todo, no habrá continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio
sepan ser verdaderamente libres y responsables” (1,3).
- PAZ.
“Los principales culpables de la dependencia económica de nuestros países
son aquellas fuerzas que, inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la
dictadura económica y al «imperialismo internacional del dinero» condenado por
Pío XI en la ‘Quadragesimo Anno’ y por Pablo VI en la ‘Populorum progressio’”
(2,9e).
- FAMILIA Y DEMOGRAFÍA.
“Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para
fijar una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o
adquirir los valores fundamentales que la capacitan para cumplir su misión.
Entre éstos, queremos señalar tres especialmente: la familia formadora de
personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo” (3,4).
- EDUCACIÓN.
“Como toda liberación es ya un anticipo de la plena redención de Cristo, la
Iglesia de América Latina se siente particularmente solidaria con todo esfuerzo
educativo tendiente a liberar a nuestros pueblos… pues ha de anticipar el nuevo
tipo de sociedad que buscamos en la personalización de las nuevas generaciones,
profundizando la conciencia de su dignidad humana, favoreciendo su libre
autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario” (4,8 y 9).
- JUVENTUD.
“La actitud de diálogo implica la respuesta a los legítimos y vehementes
reclamos pastorales de la juventud, en los que ha de reconocerse un llamado de
Dios… Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una
Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder
temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de
todos los hombres” (5,15).
- PASTORAL POPULAR.
“Que se revisen muchas de las devociones a los santos para que no sean
tomados sólo como intercesores sino también como modelos de vida de imitación
de Cristo.
Que las devociones y los sacramentales no lleven al hombre a una aceptación
semi-fatalista sino que lo eduquen para ser co-creador y gestor con Dios de su
destino” (6,12).
- PASTORAL DE ÉLITES.
“La evangelización debe estar en relación con los «signos de los tiempos».
No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los «signos de los tiempos»,
que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social,
constituyen un «lugar teológico» e interpelaciones de Dios” (7,13).
- CATEQUESIS.
“No puede, por tanto, la catequesis limitarse a las dimensiones
individuales de la vida. Las comunidades cristianas de base, abiertas al mundo
e insertadas en él, tienen que ser el fruto de la evangelización, así como el
signo que confirma con hechos el Mensaje de Salvación” (8,10).
- LITURGIA.
“La liturgia es acción de Cristo Cabeza y de su Cuerpo que es la Iglesia.
Contiene, por tanto, la iniciativa salvadora que viene del Padre por el Verbo y
en el Espíritu Santo, y la respuesta de la humanidad en los que se injertan por
la fe y la caridad en el Cristo recapitulador de todas las cosas” (9,2).
- MOVIMIENTOS DE LAICOS.
“Ahora bien, comprometerse es ratificar activamente la solidaridad en que
todo hombre se halla inmerso, asumiendo tareas de promoción humana en la línea
de un determinado proyecto social. El compromiso así entendido, debe estar marcado
en América Latina por las circunstancias peculiares de su momento histórico
presente, por un signo de liberación, de humanización y de desarrollo” (10,9).
- SACERDOTES.
“En la Nueva Alianza, Cristo Jesús, Señor resucitado, es el único
Sacerdote, Mediador siempre activo ante el Padre en favor de los hombres
(11,12)… La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para
el servicio de los hombres (11,17)… Los presbíteros han de ser testigos del
Reino, siendo pobres de corazón e imitando a Jesucristo” (11,27).
- RELIGIOSOS.
A lo largo de la historia de la Iglesia, la vida religiosa ha tenido
siempre, y ahora con mayor razón, una misión profética (12,2)… Los religiosos,
por su estado, dan preclaro y eximio testimonio de que el mundo no puede ser
transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas
(12,3)… Atender, educar, evangelizar y promover sobre todo a las clases
marginadas” (12,13e).
- FORMACIÓN DEL CLERO.
“Se pide al sacerdote de hoy saber interpretar habitualmente a la luz de la
fe, las situaciones y exigencias de la comunidad. Dicha tarea profética exige,
por una parte, la capacidad de comprender, con la ayuda del laicado, la
realidad humana y, por otra, como carisma específico del sacerdote en unión con
el obispo, saber juzgar aquellas realidades en relación con el plan de
salvación” (13,10).
- POBREZA EN LA IGLESIA.
“Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una
liberación que no les llega de ninguna parte… Cristo nuestro Salvador, no sólo
amó a los pobres, sino que «siendo rico se hizo pobre», vivió en la pobreza,
centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia
como signo de esa pobreza entre los hombres… Debemos agudizar la conciencia del
deber de solidaridad con los pobres, a que la caridad nos lleva. Esta
solidaridad significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar
por ellos. Esto ha de concretarse en la denuncia de la injusticia y la
opresión, en la lucha cristiana contra la intolerable situación que soporta con
frecuencia el pobre,… compartir la suerte de los pobres, viviendo con ellos y
aun trabajando con sus manos (14,2,7,10,15).
- PASTORAL DE CONJUNTO.
“La comunidad
cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en
su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como
también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de
estructuración eclesial y foco de la evangelización, y actualmente factor
primordial de promoción humana y desarrollo” (15,10).
“Una acción pastoral planificada
exige: a) Estudio de la realidad…; b) Reflexión teológica sobre la realidad
detectada;… c) El personal especializado…; d). Elaboración del plan pastoral…;
f) Evaluación periódica de las realizaciones” (15,36).
- MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL.
Ponemos “de relieve la importancia que tienen hoy los medios de
comunicación social; sin ellos no podrá lograrse la promoción del hombre
latinoamericano y las necesarias transformaciones del continente. De esto se
desprende no sólo la utilidad y conveniencia sino la necesidad absoluta de
emplearlos a todos los niveles y en todas las formas de la acción pastoral de
la Iglesia” (16,24).
4. ¿ POR QUÉ LA “
EVANGELII GAUDIUM ” PRODUCE
LA
EVOCACIÓN DE
LO RECIBIDO DE “ MEDELLÍN
” ?
Elena Bicera, abril de 2017.
“No ignoro que hoy los
documentos no despiertan el mismo
interés que en otras épocas y
son rápidamente olvidados”, Francisco, EG 25.
Este es un texto mártir, porque hay que
corregirlo, completarlo y mejorarlo con una reflexión y profundización de la
totalidad del contenido de los documentos y sería mucho mejor aún, realizarla
en común. Elegí, apenas algunos pasajes para comenzar a buscar si existe alguna
relación entre ellos, porque no encontré, en la ’Evangelii Gaudium’ (EG) (A), ninguna
cita o referencia a los documentos de la II Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (B).
Para comenzar a responder la pregunta, recuerdo
cómo era la Iglesia Católica de Montevideo (que es parte del mundo y de AL) en
la época en que se realizó la II conferencia del CELAM en Medellín, cómo era
nuestra iglesia en la época en la que leímos los documentos por primera vez.
Aunque ¡Ya pasó casi medio siglo! creo que vale
la pena hacerlo, porque algo muy
importante sucedió, en 1968: la Iglesia Católica Latinoamericana, en la
persona de sus obispos, recibió al Concilio Vaticano II en América Latina. En
ese entonces, el Obispo de Montevideo
era Monseñor Carlos Parteli, quien participó en el Concilio Vaticano II y
en la Conferencia de Medellín. Llegó de Tacuarembó porque “el Papa Pablo VI lo designó Administrador
Apostólico Sede Plena, de Montevideo el 26 de febrero de 1966”… (1) Su Vicario General era El Pbro. Haroldo Ponce de León, quien vivió su
sacerdocio en diferentes parroquias de Montevideo, en la JOC, en proyectos de
Viviendas, en los Scouts, como Asesor de muchos Grupos de Revisión de Vida,
tenía un profundo compromiso político.
Junto a ellos estaban Bosco
Salvia y Miguel Ángel Curto ambos presbíteros con una total entrega a seguir a
Jesús, estuvieron en varias parroquias de Montevideo, asesoraron movimientos
especializados como la JEC, la JUC, el MIIC-PAX ROMANA y siempre acompañaron a
los laicos en el triste y durísimo camino que vivieron, en Uruguay, por su
compromiso cristiano.
Es necesario tomar en cuenta también, el
contexto del sistema de información en el 68, para comprender la importancia de
un documento escrito por los obispos de América Latina entre ellos, Mons.
Parteli que junto a Gustavo Gutiérrez escribió.
Ya se había adquirido el hábito de leer todo lo
que llegaba del Concilio Vaticano II, ya estaban las Paulinas en Montevideo con
su librería, los documentos de Medellín se leyeron y se siguieron. Esos hablan,
por ejemplo, de “el compromiso en el
mundo”. Hay que tener en cuenta que ese compromiso, en la Iglesia Católica
Uruguaya, había comenzado a construirse mucho tiempo antes del Vaticano II y de
Medellín, mediante diferentes opciones de laicos y consagrados, recuerdo
algunos ejemplos de:
“UNA VERDADERA NUBE DE TESTIGOS” Hebreos 12.1:
- En 1947, influidos por
las ideas del padre Louis-Joseph Lebret sobre Economía y Humanismo, un grupo de jóvenes crearon los Equipos del Bien Común luego, comienza Economía Humana en 1957.
- Familia Carlos de
Foucauld. Integrada por consagrados y laicos.
- Dominicos franceses.
- Jesuitas.
- Hermanas domínicas.
- Hermanas del Sagrado
Corazón.
- Franciscanos.
- Sectores de la Acción
Católica Especializada emprendieron caminos nuevos.
- JAC, JEC, JIC, JOC, JUC. (C)
- Parroquia Universitaria.
Desde los 50. Laicos y asesores consagrados.
- Curas, monjas y laicos
“comprometidos” iban a vivir a barrios pobres.
- Laicos y sacerdotes
trabajaban en fábricas, como obreros,
- O se comprometían gremial
y políticamente,
- O se reunían buscando
caminos nuevos, por ej., Mons. Luis Baccino, Obispo de San José, un
referente de jóvenes, universitarios, trabajadores. Su enseñanza fue
origen de la creación del CCU., del Movimiento Cooperativo Uruguayo,
grupos de JAC. y de JUC. Muchos laicos, de esos movimientos, fueron
enviados a estudiar al exterior.
- La Iglesia del Cordón,
con Salvia, Spadaccino y Sastre, acompañaban y recibían a los estudiantes
universitarios, en las celebraciones eucarísticas.
- Comunidades Eclesiales de
Base en algunas parroquias.
- Comunidades de Vida de
laicos se instalaban en barrios pobres u obreros,
- Comunidades de
estudiantes de las que algunos se instalaban en un conventillo y los demás
desarrollaban un trabajo de diálogo, ayuda y promoción de la gente que
vivía allí.
- Los grupos de Revisión de
Vida con el método ver, juzgar y actuar (método de la JOC belga junto a Mons.
José Cardjin, de los años ‘30).
La lista no
está terminada; apenas comenzada.
ALGUNOS REGALOS DEL CONCILIO VATICANO II
- La cercanía de Jesús, padre y hermano.
- El ‘aggiornamento’ o actualización: El documento conciliar Sacrosanctum Concilium resume el espíritu del
aggiornamento de la siguiente manera: "Fomentar la vida cristiana
entre los fieles, adaptar mejor las necesidades de nuestro tiempo a las
instituciones susceptibles de cambio, promover todo lo que pueda ayudar a
la unión de todos los creyentes en Cristo, y fortalecer lo que puede
contribuir para llamar a todos al seno de la Iglesia". (4)
- La Iglesia abrió sus puertas y ventanas al mundo,
hasta entonces ajeno.
- El aprendizaje de reconocer ‘los signos de los tiempos’.
- La misa se comenzaba a comprender, porque era en nuestro idioma y el
celebrante ya no nos daba la espalda.
- La Iglesia es Pueblo de Dios. Los laicos tienen
un rol en la Iglesia: participan en la construcción del Reino de Dios,
aquí y hoy.
- La teología del miedo, de las prohibiciones, del
juicio, del castigo que nos habían enseñado en el catecismo, se transformó
en la teología de la libertad, del amor, de la esperanza, de la
fraternidad, de la alegría.
- La profunda unión de le fe con la vida de cada
uno.
- La paz sólo es posible si hay justicia.
Ante a los Documentos de Medellín y a la
Exhortación Apostólica de Francisco, la “Iglesia Hogar”, profundamente ligada
al Evangelio, fiel al camino de Jesús, aparece y leyéndolos encontramos algunos
puntos de encuentro.
Pero, además, creo que cada uno que haga este
ejercicio va a encontrar otros puntos bien diferentes, porque la lectura de este
material tiene resonancias que se vinculan a la fe y la vida de cada uno de
nosotros y ambas son experiencias.
ALGUNOS PUNTOS DE ENCUENTRO
II CONFERENCIA DEL CELAM:
MEDELLÍN 1968
|
‘EVANGELII GAUDIUM’ EXHORTACIÓN APOSTÓLICA del papa FRANCISCO 2017 (EG)
|
Vivencia de un Jesús cercano padre y hermano
|
Volver a Jesús. 97
|
La opción preferencial por los pobres
|
Una iglesia pobre para los pobres. 97
|
Compromiso en el mundo
|
Iglesia en salida. 20
|
Relación nueva e imprescindible entre la fe y la vida
|
El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como
testimonio de Jesucristo. 24
|
Vida comunitaria y en la sociedad
|
En el corazón mismo del evangelio está la vida comunitaria y el
compromiso con los otros. 177
|
Coparticipación en la construcción del reino de dios, nueva manera de
organizar la convivencia entre hermanos
|
La propuesta del evangelio no es sólo la de una relación con Dios, ni una
suma de pequeños gestos personales… la propuesta es el reino de Dios Lc. 4,
43. 180.
|
Mientras exista un ser humano pobre, marginado, sin dignidad humana, no
podemos ser enteramente felices
|
La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente
prolongación de la encarnación, mateo 25, 40. 179.
La vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz de
dignidad para todos. 180
Compendio de la doctrina social de la iglesia. 184
|
Ver juzgar y actuar (3)
|
Cada cristiano y
cada comunidad discernirá 20
80 años del método
|
Reconocimiento de los signos de los tiempos
|
Reconocimiento comunitario de los signos de los tiempos. 14
|
Proceso de humanización
|
Cada cristiano, cada
comunidad, instrumentos de dios para la liberación y promoción de los pobres.
187
No podemos
realizarnos ni salvarnos solos. 178.
|
No hay paz sin justicia
|
No a la iniquidad
que genera violencia. 59. Economía que mata. 53
|
Cambio de estructuras injustas
|
Cambio de estructuras injustas 189
|
Recuerdo que vivimos un post-concilio y un post
Medellín de muy pocos años llenos de luz que encandilaba, alegraba, inspiraba e
iluminaba el sentido de la vida de obispos, sacerdotes, religiosas, religiosas
y laicos latinoamericanos, pero, muchos de ellos sufrieron persecución,
tortura, cárcel, exilio y algunos perdieron la vida por elegir un determinado
camino que unía su fe con su vida, luego de un divorcio milenario. Gustavo
Gutiérrez y Jon Sobrino relatan esa época.
Después, vino la oscuridad, “el invierno de la Iglesia” como lo llamó Víctor Codina, duró más
de 40 años, fue la consecuencia de una estrategia y acción poderosísimas de
algunos integrantes del poder de la institución eclesial junto a integrantes de
las iglesias locales, que se propusieron borrar
el Vaticano II, Medellín y la Teología de la Liberación. Aquella teología
profundamente latinoamericana, declarada muerta muchas veces, que nació de la
realidad latinoamericana, del Concilio Vaticano II, del Pacto de las
Catacumbas, de la Conferencia de Medellín y que inspiró la de Puebla. Se desató
contra ella una continua persecución
contra todo lo que se le relacionara, los teólogos, los obispos, los
presbíteros, los religiosos, las religiosas, los laicos pero, contra toda esa
fuerza negativa, todos ellos continuaron creando, recreando y comprometiéndose.
Todos ellos gastaron sus vidas en el camino inspirado y emprendido a partir de
aquellos acontecimientos que ocurrieron entre 1962 (comienzo del Concilio
Vaticano II) hasta 1968 (II Conferencia del CELAM en Medellín)
Hoy, la Iglesia vive el papado de Francisco y
Víctor Codina “considera
que una característica del pontificado del Papa Francisco es el impulso a los
preceptos del Concilio Vaticano II generando así el retorno de una "primavera eclesial" dentro
de la Iglesia y consolidando a Francisco no como un gran teólogo como lo fueran
sus dos antecesores, sino como un pastor.” (5)
Mientras tanto, recuerdo que:
“A pesar de la decadencia de
la Iglesia, Jesucristo nunca se ha perdido.
El nombre de Jesucristo es
como un “hilo dorado”
en el gran tapiz de la
historia de la Iglesia.
Aunque a menudo el tapiz
aparece deshilachado y mugriento,
ese hilo vuelve siempre a
penetrar la tela”
Hans Küng. (6)
Referencias
(A)
Exhortación Apostólica ‘Evangelii
gaudium’ del papa Francisco. Conferencia Episcopal Argentina. Diciembre de
2013.
(B)
Las cinco Conferencias
generales del Episcopado Latinoamericano (CELAM), Bogotá, Colombia, 2014. Río
de Janeiro, Brasil, 1955; Medellín, Colombia, 1968; Puebla, México, 1979; Santo
Domingo, República Dominicana, 1992 y Aparecida, Brasil, 2007.
(C)
JOC (Juventud
Obrera Cristiana 1925), JAC (Juventud
Agraria Cristiana, 1929), JEC (Juventud
Estudiante Cristiana 1930), JIC (Juventud
Independiente Cristiana 1935), JUC (Juventud
Universitaria Católica 1950).
Notas
1. Https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Parteli#Biograf.C3.ada
2. Http://www.carlosparteli.org/index.php?Option=com_content&view=article&id=59:temporal&catid=42:parteli-x-parteli&Itemid=68
3. Https://pastoraldejuventud.files.wordpress.com/2008/09/la_metodologia.pdf
VER, JUZGAR, ACTUAR, REVISAR Y CELEBRAR.
Http://www.caritasecuador.org/2015/07/ver-juzgar-actuar-metodo-pastoral/ “Al
traducir en realizaciones concretas los principios y las directrices sociales,
se procede comúnmente a través de tres fases: planteamiento de las situaciones;
valoración de las mismas a la luz de aquellos principios y de aquellas
directrices; búsqueda y determinación de lo que puede y debe hacerse para
llevar a la práctica los principios y las directrices en las situaciones, según
el modo y medida que las mismas situaciones permiten o reclaman. Son tres
momentos que suelen expresarse en tres términos: ver, juzgar, actuar» (MM 236).
Juan XXIII…” La metodología adoptada por la II Conferencia General de los
Obispos Latinoamericanos en Medellín (1968) corresponde al método
ver-juzgar-actuar.
4. Https://es.wikipedia.org/wiki/Aggiornamento
5. Http://antiguo.iglesiaviva.net/entrevistas/7602-p-victor-codina-el-papa-es-una-pastor-que-regresa-la-primavera-a-la-iglesia.html
6. “La Iglesia Católica”. 2002-2013 Debate. Barcelona, España.
5. SIGNIFICADO DE
MEDELLÍN PARA LA
IGLESIA LATINOAMERICANA, Gustavo
Gutiérrez, 1973
Resumen 2004, PR.
La reunión del CELAM (Consejo
Episcopal Latinoamericano) en 1968 en Medellín, manifestó la toma de conciencia
de nuestra Iglesia de su mayoría de edad, de su adultez, en un continente que
se percibía también como adulto.
A. ITINERARIO DE UNA
TOMA DE CONCIENCIA EN NUESTROS PUEBLOS Y EN LA IGLESIA
Hasta esta fecha, la Iglesia
latinoamericana nació y vivió dependiente de España y de Roma. De allá venían
todas las orientaciones y normas. Es una Iglesia doblemente colonial, externa e
internamente, a pesar de las personalidades que la pensaron a partir de su
propia realidad. Internamente, se encerraba en un falso apolitismo que, en
realidad, significaba el tácito apoyo al gobierno de turno y la implícita
bendición el sistema imperante. Además, por su orientación espiritualista, su
pastoral era totalmente desencarnada de la realidad, lo que impedía una
verdadera evangelización.
Por los años ’60, nuestros
Pueblos adquieren conciencia de su condición de dependencia. Pertenecemos a un
continente explotado y oprimido al interior de la historia mundial. Aparecen
las cifras trágicas de las tasas de mortalidad, subempleo y subalimentación. Se
denuncia que nuestro subdesarrollo enriquece a los países industrializados. Al
señalar las causas de esta situación de miseria como injusticia, se despejó el
camino para una nueva historia.
Al nivel eclesial, el Concilio
Vaticano 2º (1962-65) había abierto la posibilidad de un tal análisis. Medellín
era ‘la aplicación del Concilio Vaticano 2º a América Latina’. La reunión de
Medellín (1968) tuvo una preparación de 2 años gracias al CELAM, con aportes de
teólogos, laicos, religiosos, sacerdotes y obispos. El gran esfuerzo fue el
análisis de la realidad. Se evitó partir de principio generales y fuera de la
realidad. La segunda riqueza fue la visión unitaria de la historia. Se
reconocía la historia humana como historia de la salvación, valorando las
luchas por la justicia en todos los aspectos de la realidad económica,
política, social, cultural y espiritual. Esto permitió calificar la presencia y
ausencia del Reino y evaluar el impacto y las opciones de la Iglesia en tal
contexto.
La reunión duró tan solo unos 10
días. Significó sin embargo un gran avance. Por primera vez en muchos siglos de
la vida de la Iglesia universal, una Asamblea pública reunía a laicos,
sacerdotes y obispos, con derecho a voz y voto sobre los Documentos finales de
la reunión. Se manifestó así la gran capacidad del ‘Pueblo de Dios’ en América
Latina para decidir de sus orientaciones eclesiales.
II. NIVEL DE
CONCIENCIA ECLESIAL PARA UNA MISIÓN LIBERADORA
La toma de conciencia sobre la
realidad socio-económica y la situación eclesial conlleva una nueva manera de
situarse y comprometerse de la Comunidad eclesial.
- Esta
conciencia eclesial se realizó en función de la realidad
El método
empleado en los 16 capítulos del Documento final comienza siempre por un
análisis de la realidad antes de la reflexión teológica y las orientaciones
pastorales. Este análisis permitió una reformulación del mensaje evangélico y
de la misión de la Iglesia. Medellín marcó la diferencia con las 2 reuniones
anteriores del Episcopado latinoamericano, centradas una problemática
intraeclesial. Se habló de los problemas latinoamericanos en un lenguaje
asequible para todos, en particular con la teoría de la dependencia y
dominación. Señalemos 2 puntos característicos de esta realidad.
a) El concepto de ‘violencia institucionalizada’. Se cuestionó de raíz la falsa
legalidad existente en América Latina y se declaró ilegítimo e injusto el orden
social existente. Las leyes vigentes sólo garantizan la violación de los
derechos humanos. Las reacciones populares violentas son calificadas de
respuestas a esta primera ‘violencia institucionalizada’. La violencia nos
comienza con las protestas callejeras sino cuando se comete la injusticia con
la explotación y opresión. La primera causa de la violencia es la situación
colonial de los países de América latina. La contra-violencia es calificada de
mal menor y como último recurso de legítima defensa. Se trata de una novedad
ética enraizada en la tradición cristiana.
b) El término de ‘liberación. Esta palabra designa la postura de
los movimientos opuestos al orden social imperante. Se señala una doble
liberación:
-
Liberación,
por una parte, frente a la violencia institucionalizada, la cual es rechazada y
debe ser superada por una auténtica liberación;
-
Por otra,
frente al llamado ‘desarrollismo’ que se queda en meras reformas que no cambian
la raíz del sistema. El texto de Medellín fue asumido como planteamiento que
obliga a redefinir la misión de la Iglesia en el proceso revolucionario del
continente, y tuvo la aprobación del Papa Pablo 6º.
Pero las reacciones opuestas no se hicieron esperar:
-
La revista
colombiana ‘Visión’ habló de plataforma de acción política contra el
imperialismo para las clases explotadas.
-
El ex
presidente de Colombia y ex secretario de la OEA (Organización de los Estados
Americanos) escribió: ‘La firmeza de la monarquía cimentada en la sólida roca
de Pedro se ve amenazada por la subversión no de laicos inquietos sino de
clérigos que rompen con la misión evangélica y abren las puertas al marxismo’.
-
En el Perú,
se acusó a los obispos de ‘progresistas y radicales’ denunciando la inspiración
marxista del capítulo sobre la Paz.
- Una 2ª
nota de esta nueva conciencia de la Iglesia es el tipo de reflexión
teológica
Esta
novedosa reflexión teológica responde a los 2 temas centrales del Documento: la
violencia institucionalizada y la liberación.
a) Una situación de pecado. Medellín calificó teológicamente la
situación de violencia institucionalizada como ‘situación de pecado’. Donde no
hay justicia, no hay paz y está ausente el Señor de la paz. Por lo tanto, esta
situación es una negación del mismo Señor. Esta valoración no nació de las
ciencias sociales sino de perspectiva de fe y de valoración teológica. Además,
esta calificación de pecado no se limita a la esfera intimista o privada, sino
que se refiere a hechos sociales, a situaciones de injusticia y violencia
generalizadas y legalizadas.
b) El sentido espiritual y cristológico
de liberación. Medellín
habló de ‘liberación en Cristo’, situando al interior de esta liberación el
proceso de construcción de una sociedad justa y fraterna. Esta liberación total
en Cristo es la salvación que obra ya en la historia y la unifica dándole
sentido y plenitud. En definitiva, la historia humana es un sí o un no al amor
del Padre revelado en Jesucristo (Justicia 3). No se trata de una reducción de
la liberación de Cristo a la liberación política, sino que se trata más bien de
integrar esta como dimensión de aquella. Así concebida, la liberación como
transformación humana y social no se limita a un nivel espiritualista, sino que
unifica en una única visión la salvación y la liberación política sin agotar la
salvación en esta última.
- La
reformulación del mensaje evangélico y de las estructuras eclesiales
El análisis
de la realidad fue hecho no para adaptar un mensaje definido y completo sino
para lograr una nueva inteligencia de la fe, una nueva perspectiva teológica y
una nueva comprensión de la Iglesia. Por esta razón, aparecen dos puntos muy
claros: el de la pobreza de la Iglesia y el de la inadecuación de las
estructuras eclesiales frente a la realidad actual. Estas 2 preocupaciones se
dan en diversos capítulos y luego se señala actitudes y pistas de solución.
El capítulo
sobre la Pobreza es el más importante. Se inicia con una constatación: no es de
pobreza la imagen que da de sí misma la Iglesia latinoamericana. Y la reflexión
teológica sobre esta realidad es novedosa. La pobreza material o sea la
carencia de bienes necesarios no puede ser un ideal, más bien es un mal ‘que
clama hacia el cielo’. Tiene sentido la pobreza evangélica cuando es signo, por
una parte, de solidaridad con el pobre y despojado y, por otra, de protesta
ante esta situación de pecado. Esta visión de la pobreza es exigente e
intranquilizadora.
Estos rasgos novedosos tipifican
el esfuerzo propio de la Iglesia latinoamericana para encontrarse y definir su
misión en función de la realidad en la que está inmersa.
C. LOS DESAFÍOS DEL
POST-MEDELLÍN
- Reacciones
encontradas
En un primer
tiempo, podemos hablar de un ocultamiento del mensaje de Medellín, como fue el
caso en Europa. Allá, por ejemplo dieron más publicidad al Congreso Eucarístico
o a la visita del Papa Pablo 6º a Bogotá, cuando el mismo Papa dio el discurso
de apertura de la reunión de Medellín. Por otra parte, a lado del respaldo que
recibieron los movimientos cristianos renovadores ya existentes, se utilizó el
adjetivo ‘liberador’ para disimular los viejos y desgastados contenidos de
ciertos movimientos eclesiales tradicionalistas.
De todos
modos, la reunión de Medellín estaba provocando un examen serio y profundo de
la Iglesia con miras a vitalizar la pastoral en el sentido de una preocupación
efectiva por el hombre latinoamericano. Otro impulso dado por la reunión de
Medellín fue el apoyo a la reflexión teológica propia a América Latina. Se
confirmaba así lo que decía el mismo Papa Pablo 6º al clausurar el Concilio en
1965: ‘La preocupación por el hombre es atención al Señor’. Se rechazaba de
esta manera las acusaciones de horizontalismo hechas al Concilio y repetidas
contra Medellín.
Para los
poderosos que dominan y se privilegian de la miseria generalizada, Medellín
resultó demasiado audaz. En la misma Iglesia, no faltaron voces para
interpretarlo de una manera espiritualista o declararlo inaplicable o
simplemente prohibir su divulgación.
- Unas 4
observaciones finales
a) Medellín representó un esfuerzo y un
proyecto nuevos. La reunión
de Medellín es fruto de un proceso no acabado, cuyas etapas no han terminado
todavía. Hemos entrado en una dinámica de renovación a continuar, profundizar y
mejorar.
b) Medellín significó una ruptura con
el orden social existente. No es extraño que los sectores del poder comiencen a
desconfiar de la Iglesia latinoamericana. El informe Rockefeller solicitado en
Santa Fe, Estados Unidos, por el partido demócrata (conservador), partiendo de
un ‘sano realismo’, calificó a la Iglesia latinoamericana de ‘juvenil y
romántica’, pronta con los jóvenes idealistas a ser conquistada por movimientos
subversivos y hacer una revolución sin tener claros ni sus fines ni los medios
para lograr mayor justicia social.
c) Medellín fue una redefinición
eclesial en función del Pueblo latinoamericano. Significó la búsqueda de superación
de conflictos intraeclesiales con miras a atender prioritariamente a los
pobres. Esto dejó sin piso a muchas reflexiones teológicas intelectuales sobre
‘teologías de la revolución’, en particular en los países industrializados.
d) Medellín fue responsabilidad de todo
el Pueblo de Dios. Este giro que tomó la Iglesia latinoamericana fue el resultado del
esfuerzo de muchísimas personas. Los cambios se darán si se continúa, en las
bases, un trabajo serio y comprometido. Medellín es obra nuestra, pero hay que
traducir en hechos lo que se ha escrito. Esto es el compromiso de todos. Se
trata de una experiencia espiritual fundamental: ver en la solidaridad con los
pobres y oprimidos el lugar de encuentro renovador con el Señor. Es el comienzo
de una espiritualidad propia a América Latina: Cristo en los pobres.
Celebrar Medellín, a los 5 años,
significa comprometernos con las causas de los pobres y caminar hacia el Dios
de la vida que nos da cita en ellos Estamos buscando su liberación material y
espiritual, desde un renovado pensamiento teológico de la salvación, del
Evangelio y de la Iglesia.
‘Colección Páginas’ número 2. CEP, Lima, 1978.
6. R E C O R D A R M E D E L L Í N, Juan
M. Hurtado L.
15 de Febrero de
2018
1.
Recordar Medellín es
traer a la mente los nombres de grandes obispos de la Conferencia
Episcopal Latinoamericana de aquel tiempo, no sólo de los que participaron ahí
directamente, sino de todos aquellos que conformaron esa gran corriente profética después del Concilio Vaticano II. Muchos
de ellos estuvieron en el Concilio.
2.
Recordar
Medellín
es escuchar las voces proféticas
de Don Helder Câmara, Don Samuel Ruíz García, Manuel Larraín, la labor del
Card. Pironio. Aquí en México recordamos al gran Don Sergio
Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca. Todo un Patriarca Don Sergio: por su
estatura, pues medía casi dos metros de altura; por su inteligencia: era agudo,
perspicaz, profundo, intuitivo, escudriñador; por su solidaridad con el pueblo
de Cuba, de Haití, de Guatemala, de Chile y con tantos otros. Gran innovador
litúrgico en su diócesis: aplicó de inmediato las orientaciones del Concilio en
su catedral de Cuernavaca e hizo del recinto toda una catequesis y una
propuesta teológica.
Don Sergio fue un luchador incansable,
apoyó las huelgas de los trabajadores, de los sindicatos, de los estudiantes. No
había lucha por la justicia en la que Don Sergio no se hiciera presente de una
o de otra forma, celebraba misas en los más variados escenarios: en las
fábricas, en la calle, en las plazas; hablaba en los sindicatos, apoyó
fuertemente las Comunidades Eclesiales de Base en su diócesis y en el país
cuando apenas era el inicio de esta “caminhada”. Historiador de la Iglesia y
amigo de intelectuales como Iván Ilich y Lemercier del convento benedictino de
Cuernavaca.
Por su
presencia en el Encuentro de Cristianos por el Socialismo en Chile y por
su actitud ante las injusticias se ganó el mote de “el obispo rojo”. En México más
de algún obispo le negó la entrada a su diócesis y le prohibió celebrar y
predicar. Esto no lo arredró, al contrario, siguió firme y convencido. Don
Sergio era una persona con muy buen humor, se reía fácilmente de todas estas
situaciones y siempre tenía una palabra oportuna.
Cuando el Presidente Carlos Salinas de
Gortari restableció las relaciones entre el Estado Mexicano y la Iglesia, el
Presidente invito a los obispos a una comida a la Residencia oficial de Los
Pinos. Ahí intercambió unas palabras con el Presidente. “¿Qué le parece la nueva
situación?”, le preguntó el Presidente. A lo que Don Sergio le respondió: “Ya
veremos con quién nos va mejor: con Diocleciano o con Constantino”. Al final de
la comida y ya para despedirlos, el Presidente le preguntó a Don Sergio: “¿Y
por qué me dijo eso, Don Sergio?” “Pues sí, le contestó Don Sergio. Diocleciano
(245-313) persiguió a los cristianos y tuvimos mártires. Constantino reconoció
a la Iglesia y la enriqueció y se perdió mucho la frescura del Evangelio. Así
nos puede pasar ahora”.
Don Sergio nunca quiso tener chofer. Él
manejaba su propio carro -un carro viejo y grandote- en Cuernavaca y en la
Ciudad de México, aún ya con sus 80 años. Alguna vez le preguntaron el por qué
de su negativa para aceptar un chofer que lo ayudara. A lo que respondió con
ironía: “No me gusta que me manejen”. Con lo que quedaban totalmente aclaradas
ambas cosas: su profunda libertad para tomar decisiones y el hecho práctico
de ser él quien prefería manejar personalmente su coche.
3.
Recordar Medellín es
traer toda esa corriente utópica que recorría América Latina y el mundo: el Che
Guevara, Camilo Torres, el Movimiento del 68 en México, París, la Primavera de
Praga, en la Iglesia el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. Esa utopía
de algo nuevo en la sociedad y en la Iglesia alimentó fuertemente nuestros
anhelos juveniles en la década de los 60s y de los 70s. Cuando nos visitaba
alguno de esos personajes, para nosotros eran una braza encendida que
alimentaba nuestros sueños juveniles. Todavía recuerdo una Misa que celebró Don
Helder Câmara en la parroquia universitaria en Münster en mis años de
doctorado. Don Helder encendió literalmente aquella multitud de 1000 jóvenes
que ávidos lo escuchábamos. Pero lo mismo nos pasaba con Daniel Viglietti, Ángel
Parra, Inti Illimani, Quilapayún, Ernesto Cardenal y tantos otros. Esa era
la gran corriente de nuestras utopías y nuestros sueños.
Recordar Medellín es frescura y
encanto que motivan.
7. D E M E D E L L Í N A H
O Y. José
Comblin, 2008.
CONTENIDO: Visión histórica a los 40 años de Medellín
1.
Medellín y Aparecida
2.
El episcopado
3.
El clero
4.
Las y los religiosos
5.
Los laicos
6.
La Iglesia y el mundo
7.
Qué queda de Medellín
¡Medellín! ¡Tan cerca para algunos, tan lejos para la gran mayoría! Pues, en 40 años
América Latina ha cambiado y la Iglesia también ha cambiado, tal vez más que la
misma sociedad. Muchos ni se acuerdan de Medellín.
En Medellín los obispos miraban hacia América
latina en esta forma: “Estamos en el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente, llena de un anhelo de
emancipación total, de liberación de
toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva.
Percibimos aquí los prenuncios en la dolorosa gestación de una nueva
civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una
rápida transformación y desarrollo como un evidente
signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos
hacia su vocación” (Introducción, 4). Los que todavía hablan así hoy en día son
tratados de dinosaurios.
En 1968 y en 2008 los católicos confiesan los
mismos dogmas, reciben los mismos sacramentos, dentro de la misma estructura
eclesiástica. Pero todo ha cambiado, todo lo que es realmente importante: la
vida. Vamos a ver las grandes
diferencias producidas por 40 años de historia.
1.- VATICANO 2º
En 1968, Paulo
6º había publicado "Populorum Progressio”
(El Desarrollo de los Pueblos) y todavía tenía todo el prestigio del
Concilio Vaticano 2º que había llevado hasta un final feliz. No era “popular”,
pero podía contar con un gran respeto por parte del clero, de los religiosos, y
de los laicos formados que esperaban de él que fuera capaz y dispuesto a
orientar la aplicación del Concilio: todavía no se percibían los síntomas de la
gran depresión que iba a afligirlo en los últimos años de su pontificado.
Paulo 6º no era teólogo, pero tenía un gran cultura
y una gran atención a la cultura de su tiempo. Estaba muy marcado por la
Iglesia de Francia, sus teólogos, sus obispos, sus experiencias pastorales. Maritain (filósofo cristiano) era para
él lo mejor del catolicismo francés. No se había dejado asustar por los
franceses aunque la Curia romana hubiera condenado todo lo que había en
Francia. Era tímido, lo que impedía que pudiera imponer su dirección a la
Curia. A veces se dejaba empujar por la Curia, aunque fuera de Roma pocos
estuvieran conscientes de ello en aquel tiempo.
Había aprobado con evidente satisfacción la
propuesta de una nueva Conferencia el CELAM (Consejo Episcopal Latino
Americano) hecha por monseñor Manuel Larraín
(chileno). Quiso estar presente en su inauguración creando así un precedente.
Su encíclica sobre el desarrollo fue muy importante en la Conferencia de
Medellín. Paulo 6º había entendido muy bien el mensaje de Juan 23: la Iglesia
debía mirar hacia el mundo y hablar a los hombres de su tiempo y emanciparse de
un lenguaje que ya nadie entendía.
Benedicto 16 es un teólogo de gran prestigio. Es un teólogo
conservador bastante distante del mundo teológico de Alemania. Lo han elegido
para que fuera el continuador de Juan Pablo 2º. Había sido durante casi todo el
pontificado de Juan Pablo 2º el teólogo más influyente al lado del Papa. Fue el
gran defensor de las tesis tradicionales en eclesiología y en
moral. Fue el promotor y el alma del Sínodo extraordinario de 1985
encargado de explicar y actualizar el Concilio Vaticano 2º. En la práctica el
Sínodo sirvió para relativizar el Concilio de tal modo que ya no tuviera ninguna
fuerza de transformación. Aniquiló la fuerza transformadora del Vaticano 2º e
hizo que la Iglesia se encerrase en sí misma como una fortaleza que se
defiende. El cardenal Ratzinger destruyó y eliminó del vocabulario eclesiástico
el concepto de pueblo de Dios que, para la mayoría conciliar, era el núcleo
central del Concilio. Aceptó toda la argumentación de R. Vekemans sobre el
marxismo de la teología de la liberación sin dar atención al episcopado
latinoamericano. Condenó la teología de la liberación. El Papa Juan Pablo 2º
trató de atenuar los estragos provocados por la instrucción del cardenal
Ratzinger, pero el mal estaba hecho. La Instrucción de la Congregación de
defensa de la fe logró que esa teología latino-americana fuera rechazada como
peligrosa en la mayoría de las diócesis. Su lucha contra esa teología fue
implacable. Más fuerte que la de Juan Pablo 2º que ya era bastante fuerte. De
la teología de la liberación desde entonces no se puede hablar ni en las
facultades de teología ni en los seminarios, salvo un poco en Brasil. Fue el gran
adversario de la ordenación de las mujeres, y no manifiesta señales de
cambio en ese asunto. Estaba muy cercano al movimiento de Giussani 'Communione e Liberazione' que defendió en la vida pública
italiana las tesis más rigurosas de la moral. Muy cercano también a los
movimientos lefebristas, da la impresión de cultivar la nostalgia de la Iglesia
pre-conciliar. Es una persona muy amable, de muy buenas relaciones sociales,
sin autoritarismo en la relación humana, pero inflexible en la doctrina. Busca
el diálogo y fueron muy bien vistas sus conversaciones con Habermas o con Küng.
Pero son diálogos sin conclusión: mucha sonrisa, mucha amabilidad, pero ninguna
concesión sobre el fondo de la cuestión.
En su discurso inaugural en Aparecida el Papa fue muy
moderado. No condenó a nadie. También no había nada para condenar
puesto que Roma tiene el control total sobre todo lo que pasa en la Iglesia. Aun
así su moderación era un elemento muy favorable porque quiso dejar un espacio
de autonomía a los obispos. Sin embargo, en el contexto de la Conferencia, los
discursos y las actividades, había dos señales representativas de su
pontificado. Primero, en un discurso a los obispos del Brasil, hizo referencia
a la salida importante de los católicos. Son millones que se van a las Iglesias
pentecostales. Los obispos fueron culpabilizados porque entendieron que el Papa
les reprochaba una falta de fervor apostólico. Como siempre en la Iglesia, los
problemas son atribuidos a fallas personales. El Papa no puede sentir que es un
problema de estructuras y de cultura, y que los más santos obispos no
podrían impedir esa huida. Pero en la Iglesia nadie puede decir que el problema
es estructural y nadie puede insinuar que una cultura diferente pueda exigir
cambios. Entonces la culpa la tienen los obispos. Ahora bien los obispos han
sido escogidos por el Papa y hacen rigurosamente todo lo que la Curia les
manda. ¿Cuál es la conclusión?
En segundo lugar las visitas y los encuentros del
Papa fueron con los movimientos, lo que manifestó una especial cercanía entre
el Papa y los movimientos, continuación del pontificado de Juan Pablo 2º. El
mensaje era claro para los obispos.
2.- MEDELLÍN Y APARECIDA
La Conferencia de Medellín fue reunida para aplicar el Concilio a América latina. El
Concilio estaba presente a cada momento. En primer lugar había el movimiento
total, el significado global del Concilio. En América latina fue entendido como
exhortación a los cambios. Los
obispos estaban reunidos para definir los cambios necesarios en la Iglesia
latinoamericana. Esta era su predisposición. Para casi todos los obispos el
Concilio había sido una gran sorpresa. Todos abrieron los ojos y se
convirtieron. Estaban en Medellín con el fervor de neo-convertidos. De modo más
específico, la preocupación era la promoción de los laicos, el cambio
de los ministerios en el sentido de servicio al pueblo de Dios, la opción
por los pobres, el servicio activo de la Iglesia en la liberación
temporal de los pueblos de América latina, y el cambio de las estructuras
para dar respuesta a esos retos.
En Aparecida,
la motivación fundamental no fue enunciada y no se explicitaba. Había un tabú.
Era la inmensa migración de los católicos hacia las comunidades evangélicas. En
ningún momento se reconoció que éste era el motivo, pero en las conversaciones
informales siempre aparecía. El desafío era encontrar una respuesta eficaz a
ese problema. La Iglesia estaba perdiendo terreno cuantitativamente y
cualitativamente. Su influjo en la sociedad estaba disminuyendo. No se podía
reconocer públicamente. Habría sido confesar una debilidad.
Por eso, el gran tema fue la misión. Si toda la
Iglesia se hace misionera, ella podrá impedir la continuación del proceso de huida
de los católicos y reconquistar el terreno perdido. De nuevo, no se podía
reconocer que esa migración, que es sobre todo de los pobres, tenía causas
estructurales y necesitaba cambios estructurales. La causa y el remedio
solo podía estar en los individuos: ahora todos los católicos debían ser
misioneros. No se preguntaba por qué no lo son: solo podía ser por flojera. La
exhortación de los obispos sería suficiente para que empezaran a hacer lo que
no hacían. El problema era de pereza y no era problema estructural o cultural.
En este momento no se piensa en cambios, sino más bien en conservación o
retorno al pasado para que los individuos cambien en las mismas estructuras que
impidieron que fueran misioneros. No hay nostalgia del Concilio, sino más bien
nostalgia de la Iglesia pre-conciliar.
3.- EL EPISCOPADO
Los obispos de Medellín estaban saliendo del
Concilio con el sentimiento de que estaba naciendo
una nueva Iglesia. El CELAM era para ellos una realización de la
colegialidad episcopal. Pero había algo más que el Concilio: los organizadores
de Medellín venían del Pacto de las
Catacumbas firmado en la catacumba de Sta. Domitila en Roma el 16 de
noviembre de 1965 por 40 obispos que querían hacer una opción personal por los pobres. Discretamente como siempre, don
Helder Cámara (obispo brasileño) era el alma del Pacto y el alma de Medellín.
Su profunda amistad con Manuel Larraín y su experiencia de estrecha
colaboración en la fundación y el desarrollo del CELAM le daba un destaque
merecido.
Estos obispos querían que Medellín fuera en primer
lugar un programa de conversión para
ellos mismos, los obispos. En la opción por los pobres, en la lucha por la
liberación de los pueblos latinoamericanos querían estar al frente con la
voluntad de convencer a sus Iglesias particulares a adoptar las mismas
opciones. Los del Pacto y otros ya se habían convertidos y ya vivían en medio
de los pobres una vida pobre y humilde, totalmente ajena al modelo tradicional
de obispo. No querían aparecer como príncipes, sino como hermanos.
No todos los obispos latinoamericanos llegaron a
imitar a Helder Cámara, Leonidas Proaño, Enrique Angelelli, Fernando Ariztía,
Sergio Mendes Arceo, Samuel Ruiz y otros más recientes como Oscar Romero. Pero
algo cambió en el estilo de vida de todos. Todos se hicieron más cercanos a su
pueblo y más cercanos a los pobres,
aunque fuera poco.
Los obispos que orientaron Medellín querían estar
al frente de la conversión de la Iglesia a los pobres. Por eso todos fueron
perseguidos. Todos fueron castigados en
Roma. Todos fueron hostilizados por las autoridades políticas y odiados por
los poderosos: 4 obispos murieron asesinados, tal vez 5. El signo más famoso
de esa persecución fue cuando la policía del Ecuador prendió en Riobamba a 17
obispos latinoamericanos y los llevaron a un cuartel de Quito, juntamente con
38 personas entre las cuales sacerdotes, religiosas, una pastora alemana y
seglares, entre ellos el futuro premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Ese acto simbólico fue más significativo cuando se supo que en el origen de esa
prisión estaban el nuncio apostólico y
el arzobispo de Guayaquil (Bernardino Echeverría), implacables enemigos de
monseñor Leonidas Proaño.
El episcopado actual es diferente. Son personas muy
dignas, llenas de virtudes, realizando muy bien el modelo del Concilio de
Trento. Son buenos administradores, preocupados con su diócesis. Pero no hacen de los pobres su prioridad, no
se meten en los problemas sociales para defender a los oprimidos. Son ministros
del recinto sagrado, Viven en la Iglesia “ad intra” y solo aparecen
discretamente al lado de las autoridades civiles o militares. No tienen
conflictos y no suscitan ninguna forma de persecución. Son discretos. La TV
solo los muestra en misas o procesiones, o bien al lado de las autoridades en
algunos eventos públicos.
Muchas veces son escogidos por su vinculación con
movimientos: Renovación carismática, Opus Dei, Schönstatt, Focolari. En Brasil
es notable el número de obispos hechos por Chiara Luppich, la fundadora del
movimiento Focolari. En general los nuevos obispos son escogidos entre los que
trabajan con la clase media, pocas veces entre lo que trabajan en el mundo
popular: estos no ofrecen las mismas garantías de fidelidad al modelo
tradicional pre-conciliar. En tiempos de Medellín varios obispos habían
trabajado en la Acción católica y fueron los que hicieron Medellín. Los
actuales nunca conocieron la Acción católica.
Los obispos actuales no pueden cuestionar estructuras de la Iglesia. Se atienen a los
dogmas definidos y a las normas morales de la Santa Sede sobre todo en materia
de sexo y reproducción. Defienden los “derechos” de la Iglesia” más que los
derechos humanos y promueven la fundación de muchas obras de culto o de
caridad. Hay algunas excepciones, por supuesto, pero son excepciones que no
logran cambiar la dirección básica del episcopado que es conservadora, en el
sentido de conservar el pasado.
En actividad ya no hay obispos que estuvieron en
Medellín. Los nuevos son muy controlados por la Curia romana y no tienen ningún
deseo de tener problemas con Roma. Además siempre más son formados en Roma,
incluso siempre más se escogen personas que eran funcionarios de la Curia
romana. Así queda más claro que el obispo será un buen funcionario romano
enviado a su país de origen.
4.- EL CLERO
En tiempos de Medellín, en muchas regiones todavía
prevalecía el modelo colonial. Los sacerdotes eran curas-párrocos en las
ciudades. Atendían también a una región rural cercana, pero esa actividad era
muy limitada: algunas visitas cada año y sobre todo participación en la fiesta
del Santo o de la Santa. Casi todo el tiempo era reservado a la parroquia. La
parroquia concentraba casi toda la actividad pastoral. Había entre los
sacerdotes algunas asociaciones de piedad. La vida del clero era esencialmente dedicada al culto. Se celebraban
fiestas magníficas con mucha expresividad.
El párroco era una autoridad social reconocida. La
religión todavía era reconocida públicamente y sus fiestas tenían gran
importancia social y cultural. La parroquia todavía era una realidad cultural
importante salvo en las grandes ciudades con más de un millón de habitantes. La
industrialización estaba confinada todavía a algunas ciudades. La clase obrera
existía en esas ciudades pero todavía no tenía gran expresión al nivel nacional
y los sindicatos estaban dominados por el Estado o por caciques locales.
Sin embargo, ya había desde los años ‘50 algunos
sacerdotes que habían descubierto las periferias de las grandes ciudades, el
nacimiento de los tugurios y las villas-miseria, que habían descubierto los
problemas de los obreros. En aquel tiempo penetró en algunos países la Acción Católica Obrera y estos
sacerdotes estaban en contacto con ese movimiento que les daba más
motivaciones. Trabajaban con algunos obispos, o bien en forma solitaria.
Querían descentralizar las parroquias y crear pequeñas comunidades porque
estaban bien conscientes de que los nuevos pobres nunca irían a una Iglesia
parroquial.
No se puede subestimar la contribución de los miles
de sacerdotes europeos que Pio 12
mandó para América latina. Los que venían tenían un espíritu misionero más
fuerte y traían experiencias de sus países. A veces creaban problemas porque
querían imponer algo que no respondía a la cultura del pueblo, pero en general
ellos se adaptaban. Esos grupos de sacerdotes nacionales o extranjeros fueron
los iniciadores de las comunidades
eclesiales de base nacidas de la creatividad de algunos sacerdotes de la
misma región.
En aquel tiempo muchos comentaban que había pocos
sacerdotes. Había un sacerdote para cada 10.000 habitantes. Hoy día el número
de sacerdotes ha triplicado, pero la población ha triplicado también de tal
suerte que la condición no ha cambiado. En aquel tiempo la mayoría de los
habitantes vivían en el campo y esos no ocupaban el tiempo de los sacerdotes.
La formación en los seminarios menores o mayores era habitualmente buena, mejor que
ahora. Muchas vocaciones venían de una familia de nivel cultural superior al
promedio del país. Por eso los sacerdotes parecían más cultos que ahora, por
supuesto en la cultura de ese tiempo.
En la actualidad el clero nacional ha crecido y los
extranjeros están en vías de desaparecimiento. Pero el nuevo clero es muy
diferente del anterior. El anterior acogió y quiso poner en la práctica el
programa de Medellín. Una parte importante se fue a vivir con los pobres de los
tugurios. Otros entraron en los problemas sociales levantados por Medellín.
Algunos entraron en “Cristianos por el socialismo”, o en movimiento de
revolución social o nacional. Les dieron mucha publicidad, pero numéricamente
eran muy pocos. La mayoría se dedicaba a la evangelización del mundo popular y
a la concientización política y social dentro de las normas de Medellín.
El nuevo clero sigue las normas de Juan Pablo II.
Concentra sus actividades en la
parroquia. El seminario lo prepara para administrar parroquias. Por eso
tiende a centralizar de nuevo la pastoral. No
cree en las comunidades eclesiales de base o en los pequeños grupos
locales. Valora mucho el culto y valora todos los elementos que enriquecen el
culto: paramentos litúrgicos, imágenes, devociones, canto y conjuntos
musicales. Hay muchas oraciones. No hay
formación teológica o bíblica o espiritual. La música y el canto reemplazan
a la reflexión y al estudio. En esto este sistema corresponde muy bien a la
nueva cultura.
Frecuentemente los sacerdotes trabajan con los nuevos movimientos: sobre todo con el
movimiento carismático, o neo-catecumenal, o focolarino y muchos otros más, más
o menos importantes según la región. En ese caso, en la práctica la pastoral la
dirigen los movimientos. Ahora bien los nuevos movimientos están presentes casi
exclusivamente en la clase media.
El nuevo clero no se mete en los problemas
sociales, en el desarrollo de la ciudad o en la cultura local. Los padres son hombres “separados” como quería el
Concilio de Trento y como no quería el Concilio Vaticano 2º. Del Vaticano 2º, poco
se habla y de Medellín nunca.
La vida parroquial se hace más intensa pero
limitada en el espacio, porque alcanza solamente una parte de la población
bautizada. El mundo de los pobres ha
sido abandonado y, en la práctica, entregado a los evangélicos. La gente de
la parroquia pertenece a una clase media baja, y, a veces también a una parte
de la clase media más alta, pero siempre menos.
Después de Vaticano 2º y de Medellín muchos
sacerdotes dejaron el ministerio. Pero este fue un problema general, sobre todo
en Europa. Fue bastante común atribuir a Vaticano 2º o a Medellín la fuga de
tantos sacerdotes. Era la aplicación del sofisma “post hoc, ergo propter hoc”
(después de esto, entonces por esto). En realidad el fenómeno coincidió con la inmensa revolución cultural de los años
67-68. Esta destruyó las instituciones tradicionales porque denunció todas
las formas de autoridad: la familia, la escuela, la universidad, el Estado y
también la Iglesia. Solo escapó la empresa mostrando así cuál era la
institución más fuerte. Esta revolución continúa y también la salida de muchos
sacerdotes absolutamente sin relación con Medellín o Vaticano 2º. Es un
fenómeno que afecta a toda la cultura occidental.
5.- LAS RELIGIOSAS Y LOS RELIGIOSOS
La evolución de los religiosos y religiosas es en
gran parte paralela a la evolución del clero. En América latina la vida
religiosa había sido muy perturbada por los fenómenos ligados a la
independencia. La vida religiosa antigua casi desapareció. Durante la segunda
mitad de siglo 19 y la primera mitad del siglo 20 se reconstruyó la vida
religiosa por la llegada de innumerables congregaciones religiosas venidas de
Europa o de América del Norte. Habitualmente fueron europeos o europeas que
reinstalaron la vida religiosa. Lo hicieron en los moldes de su patria de
origen. En aquel tiempo la estructura religiosa era rígida y los europeos
impusieron su modo de vivir a los nativos sin ninguna adaptación. ¡Mala suerte!
En forma general los religiosos y las religiosas se
dedicaron a las obras que realizaban en su país de origen. La diferencia fue
que en Europa se dedicaban en gran parte al mundo popular y en América latina
al mundo de la clase media. Fue
sobre todo a la educación, secundariamente a los hospitales. Nacieron
congregaciones nacionales pero según el modelo europeo que era el modelo
romano, en el que la obediencia era el resumen de la vida religiosa. Los
religiosos varones fueron orientados hacia las parroquias y perdieron su
carisma específico. Ocuparon el lugar de un clero diocesano insuficiente.
Otros, como también las religiosas, se dedicaron a la educación de las
burguesías de las ciudades. Ignoraron la
existencia del inmenso mundo de los pobres.
Llegó Vaticano 2º y llegó Medellín. Cada evento
trajo una crisis. La crisis de identidad de los religiosos afectaba a las
congregaciones europeas, pero indirectamente también sus sucursales
latinoamericanas. En Medellín apareció la crisis de la aplicación del modelo
romano para una América latina que se hacía consciente de su identidad y de su
propia historia. “Los cambios provocados en el mundo latinoamericano por el
proceso de desarrollo, y, por otra parte, los planes de pastoral de conjunto a
través de los cuales la Iglesia de América latina quiere encarnarse en nuestras
realidades concretas, realidades de hoy, exigen una revisión seria y metódica
de la vida religiosa y de la estructura de la comunidad” (Medellín, Religiosos
7).
Vaticano 2º y Medellín provocaron dentro de los
Institutos religiosos dramas pequeños o grandes, personales o comunitarios. Era
muy difícil mantener la unidad, era muy difícil legar a la unanimidad para
realizar cambios en la práctica de cada día, como en los objetivos y la razón
de ser del Instituto, lo que llamaban el carisma de la congregación. A la
resistencia de los mayores de edad se juntaba la resistencia de los religiosos
o las religiosas que habían importado un modelo extranjero y asistían a su
contestación por los jóvenes. Al
conflicto de generación se añadió el conflicto entre naciones y culturas
nacionales. En general hubo divisiones en los Institutos religiosos. Una
parte de los religiosos o de las religiosas se fueron al mundo de los pobres y
otra parte se quedó en el mundo de la clase media.
Muchos y muchas jóvenes encontraron en Medellín una
motivación fuerte para emanciparse de una estructura muy dura y sin relación
con su cultura nacional. Muchos religiosos y religiosas dejaron la vida
religiosa después de haber vivido dramas muy dolorosos.
Además otro problema vino a perturbar la evolución
de los Institutos religiosos: la concurrencia de los nuevos movimientos que
movilizaron muchísimas mujeres jóvenes llenas de ideal. La vida religiosa ya no
era el único camino para dedicar su vida a Dios y a su reino. Para los varones,
la situación no era igual. Lo que los candidatos buscaban en general era más
bien el sacerdocio, y no la vida religiosa. La vida religiosa era una forma de
vida parroquial. No les importaba mucho el color. Entraban en tal congregación
porque era la más asequible. Y había menos posibilidades para los varones en
los nuevos movimientos.
La CLAR
(Consejo Latino Americano de Religiosas y Religiosos) tuvo un papel
extraordinario para incentivar los cambios exigidos por Vaticano 2º y Medellín.
Tuvo en su directorio, durante muchos años, personalidades de valor
excepcional. Al principio hubo entendimiento perfecto entre el CELAM y la CLAR.
Cuando en 1972 Alfonso López Trujillo
(obispo de Medellín, Colombia) asumió de hecho poderes dictatoriales en el
CELAM, inició la guerra. Quiso
destruir la CLAR. Logró infligirle daños importantes. Claro está que la CLAR ya
no tiene en América latina el influjo que tuvo alrededor de Medellín.
Los religiosos y las religiosas han pasado por una
evolución semejante a la evolución del clero. Las nuevas generaciones buscan
una vida religiosa menos comprometida con el mundo exterior, más intimista, más
recogida en modelos de oración más tradicionales. Las congregaciones que tienen
más vocaciones son las que se mantienen fieles a las estructuras
pre-conciliares. Pero hay Institutos religiosos que se han mantenido en la
línea de Medellín a pesar de los vientos contrarios. Las grandes Órdenes
tradicionales se mantienen más fieles aunque con un número más reducido de
miembros.
Los religiosos han sufrido el contra-golpe de la
preferencia dada a los nuevos movimientos laicales por Juan Paulo 2º, y,
aparentemente, por el Papa actual. Los
religiosos nunca han sido los queridos de Juan Paulo 2º, seguramente porque
no les encontraba suficientemente obedientes. Es verdad que después de Trento
las congregaciones han sido como el ejército del Papa para defender
incondicionalmente la política del Papa. Después de Vaticano 2º y de Medellín
han abandonado ese oficio y hasta ahora los movimientos lo han asumido.
Hubo fundaciones importantes buscando el retorno al
esquema rígido del catolicismo tridentino. Se ubican voluntariamente al revés de la evolución cultural moderna.
Son defensores agresivos de la moral rígida en materia de sexo y de
reproducción, y, por eso tienen un acceso privilegiado en Roma. Son sobre todo
el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero hay muchos otros más locales o
menos numerosos como el Sodalitium en Perú. Son totalmente ajenos al espíritu
de Medellín.
Por otro lado, están apareciendo muchos grupos de
jóvenes que quieren dedicar su vida a Dios según el evangelio, sin que se sepa
si van a evolucionar hacia una forma de vida religiosa o hacia una forma
laical. ¿Será una respuesta? Hay también muchos grupos o asociaciones que dan
señales de desequilibrio humano. El Papa dijo que los obispos debían practicar
el discernimiento. A veces parece que también en Roma falta discernimiento.
6.- LOS LAICOS
Lo que se entiende por laico ha cambiado más que
todo lo demás. El documento de Medellín menciona dos categorías de laicos. Hay movimientos de laicos que “no
supieron ubicar debidamente su apostolado en el contexto de un compromiso
histórico liberador” (Movimientos de laicos, 4). No es difícil identificarlos:
son el Apostolado de la Oración, las congregaciones marianas, las antiguas
hermandades, y las asociaciones que preparan fiestas religiosas,
peregrinaciones o practican devociones propias. Había muchas controversias a
propósito de ellas en aquel tiempo. Medellín las desacredita.
“Lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo, entendido éste como marco de solidaridades humanas, como trama de
acontecimientos y hechos significativos, en una palabra como historia. El
compromiso debe estar marcado en América latina por las circunstancias
peculiares de su momento histórico presente, por un signo de liberación, de
humanización y de desarrollo” (Movimientos de laicos, 9). Los movimientos
laicales aprobados y estimulados son los que se comprometen con la liberación
por su acción en el mundo. También no es difícil identificarlos: son los
movimientos de Acción católica, y
los movimientos políticos nacidos de eses movimientos. ¡Los tiempos han
cambiado! Vino el tiempo en el que hablar de liberación ya era sospechoso.
Las comunidades
eclesiales de base todavía no aparecían como movimiento global. Ellas ya
existían en varios lugares bajo nombres distintos. Medellín les dará una
expansión extraordinariamente rápida, pues en Puebla ya son un movimiento
importante, objeto de controversias muy fuertes.
Pues, pocos años después de Medellín, con el golpe
de Sucre (Bolivia) en donde Alfonso López se hizo el dictador del CELAM,
comenzó una campaña muy bien montada,
dirigida desde los Estados Unidos y con la contribución de los poderes
económicos locales, de la midia, y también con la contribución militar. Fue una
campaña de denuncia de las comunidades eclesiales de base, y una campaña en
contra de la Acción católica, y de los movimientos políticos con los que
católicos colaboraban. Todos fueron denunciados como comunistas. En los
regímenes militares, los movimientos políticos de liberación fueron
exterminados. Miles de católicos comprometidos fueron muertos. En América
central (Guatemala, Honduras, El Salvador) fueron decenas de miles.
Los movimientos de Acción católica fueron
perseguidos: muchos miembros fueron muertos. Las comunidades eclesiales de base
fueron perseguidas sobre todo en América central. Además las comunidades
eclesiales fueron víctimas de la campaña de difamación también en la Iglesia.
Muchas fueron abandonadas por el clero, otras desaparecieron porque sus
dirigentes fueron muertos o presos. Muchas de las que subsisten han perdido su
carácter original y son comunidades de culto. Sobrevive una minoría en algunas
diócesis, en donde son aceptadas o toleradas por el obispo y apoyadas por un
padre o una religiosa. Estas comunidades tratan de vivir su compromiso en el
mundo según las posibilidades actuales. En total los laicos han pagado un precio de sangre muy alto. Y un precio de
sufrimientos en las cárceles, o los campos de concentración. Los laicos fueron
las mayores víctimas de la persecución en contra de Medellín. Si usaban la
palabra liberación, ya eran comunistas. Después de la caída de los militares no
se volvió a la situación anterior porque la Iglesia había cambiado.
Nuevos movimientos habían surgido. Venían de
Europa o de los Estados Unidos. Venían con muchos medios porque venían de
países ricos y porque en esos países estaban muy bien instalados en la clase
rica. Estos movimientos llegaron ya con su estructura hecha. Por eso son
también ajenos al espíritu de Medellín
puesto que no conocen la evolución de la Iglesia y se instalan como islas de
cultura superior en medio de las poblaciones latinoamericanas. Son acogidos con
entusiasmo por las clases medias y superiores que se encantan con las bellezas
importadas desde países más desarrollados y más cultos.
Los nuevos movimientos llegaron antes de Medellín,
pero no tuvieron mucha expansión. En Medellín no se habla de ellos. Fue sobre
todo a partir de los años ‘70 que se multiplicaron y ocuparon un lugar
importante en la vida social y política. Ahora han llegado a ser la fuerza
dominante en la Iglesia. Pertenecen a la clase media que es la única que pueda
entrar en sus modelos culturales. Ignoran
el mundo popular, salvo en parte los movimientos carismáticos. Su éxito se
debe en gran parte a la evolución social. Con la globalización las
organizaciones populares perdieron su fuerza social y política. También hubo la
gran migración del campo para la ciudad que debilitó mucho las tradiciones
religiosas del pueblo del campo. Nació una clase media más numerosa mientras la
clase obrera iba disminuyendo por las nuevas tecnologías que dispensaron mucha
mano de obra.
Millones de campesinos expulsados de la tierra
vinieron a formar las inmensas masas que viven en las periferias de megalópolis
con más de 5 millones de habitantes, inmensas masas de marginados sin empleo,
sin garantías sociales, con habitación muy precaria. Forman entre ellas una
pequeña economía paralela. La Iglesia católica las abandonó y ellas migraron
para Iglesias evangélicas. Con eso la presencia del mundo popular en la Iglesia
solo podía disminuir. Todavía hay viejos fieles a Medellín que mantienen restos
de organizaciones populares, pero su influjo real en la pastoral es mínimo. A
veces todavía algunos recuerdan el discurso de Medellín pero la vida corre por
otros caminos.
El movimiento más fuerte, que logra a veces
penetrar en el mundo popular, es el Movimiento
carismático. Como todos los movimientos sustenta obras de caridad para
ayudar a los más abandonados, y hacen en eso un trabajo excelente. Pero están
muy lejos del espíritu de Medellín. El
centro es la oración carismática con fenómenos sicológicos típicos que
atribuyen al Espíritu Santo. No se puede descartar que haya fenómenos místicos,
pero no es lo más común y la mística nunca ha sido un fenómeno de masa.
Hay en la humanidad una larga tradición de
experiencias religiosas de masa con exaltación religiosa que dan la impresión
de ultrapasar las fronteras del conocimiento natural, como si fuera la entrada
en un mundo sobrenatural. Basta evocar las religiones africanas que han llegado
con los esclavos y están llenas de semejantes fenómenos. Los fenómenos
carismáticos cumplen con un problema
creado por la civilización capitalista: el vacío de espiritualidad, la
soledad, el desamparo en una sociedad que ignora a las personas y las trata
como puros productores-consumidores. En la reunión de oración carismática el
hombre y la mujer salen de su aislamiento: sienten que Jesús está con él o ella
y les ofrece socorro en los sufrimientos de la vida. Viven habitualmente en un
purgatorio y de repente pasan algunas horas en el cielo.
Además, con la gran
vuelta al culto, hay un número siempre más importante de laicos al servicio
de las parroquias y sobre todo del culto. Aparecieron muchos ministerios
litúrgicos con paramentos que recuerdan las antiguas hermandades. Esos laicos
no tienen ninguna relación con Medellín.
El laicado está muy dividido en partidos que
parecen antagónicos. Hay los que vuelven a las Cruzadas como los Heraldos del
evangelio. Otros vuelven a Trento, como los Legionarios de Cristo o el Opus
Dei. Otros están integrados en la lucha de la Iglesia para defender su posición
privilegiada en la sociedad, fase inaugurada por los Papas Pio’s y reasumida
por los nuevos movimientos. Por otro lado hay el resto de las comunidades
eclesiales de base. Hay algunos sobrevivientes de los movimientos de liberación
al lado de otros que se han convertido a la globalización neoliberal.
Finalmente hay los que sirven en la parroquia fuera del tiempo, del mundo
terrestre y de la historia.
También no podemos olvidar que la nueva cultura de
masa que procede de los Estados Unidos. Logra ocupar de tal modo la psicología
de la juventud que quedan pocas entradas
para algo religioso. La juventud sabe poco de la antigua cultura rural tan
religiosa. En las favelas poca cosa subsiste de ese pasado.
7.- LA IGLESIA Y EL MUNDO
Medellín se ubicó en la línea de Gaudium et Spes (Concilio) y de Populorum Progressio (Carta encíclica de Pablo 6°). Quiere
tratar de la Iglesia como servicio al
mundo, incluso en su evolución terrestre y actual. Cuando mira hacia el
mundo, es para buscar la contribución que puede darle. Las primeras palabras de
la introducción ya lo dicen claramente: “La Iglesia Latinoamericana, reunida en
la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centró su atención en el
hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso
histórico”.
Medellín deja de ver al hombre como objeto inerte
de la evangelización, puro receptor pasivo destinado a ser formado por la
Iglesia. Ve en el hombre un sujeto
activo que construye su existencia y un mundo nuevo. No se trata de formar
al hombre como si se dejara manipular pasivamente. Esta fue la visión de la
Iglesia durante toda la cristiandad. Medellín rompe con esa visión.
Los obispos de Medellín tienen viva conciencia de
que América latina está en un proceso
de conquista de autonomía, de búsqueda de liberación, de creación de una sociedad
más justa. El sentimiento de cambio
era básico, así como él es inexistente en la actualidad. Los obispos se
ubicaban en medio de los diversos movimientos de liberación de ese tiempo.
Rechazaban, pero con comprensión, los movimientos que querían una revolución
por las armas. Claro que era una alusión a Cuba y a todos los movimientos que
empezaban a querer realizar una revolución semejante en su país. Todos se
acordaban de Camilo Torres, y no querían otros Camilo Torres. Pero daban fuerte
apoyo a los movimientos que buscaban una revolución
por medios pacíficos y el modelo era el Chile de Eduardo Frei, católico
convicto y fervoroso. Todos, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos eran
convocados para entrar en luchas semejantes.
En aquella época dominaba un gran optimismo histórico. Había un gran optimismo en la confianza
en la fuerza histórica de los pobres, de
la concientización y de la Iglesia. Esto ha desaparecido desde la
restauración de la llamada democracia. La globalización lo aplastó.
En el tiempo de Medellín ya había en Brasil una dictadura militar nacida de
un golpe el 31 de marzo de 1964. Ese golpe militar fue acogido por el
episcopado y la inmensa mayoría de los católicos como un regalo de Dios.
Agradecieron a los militares que habían salvado el país del comunismo. Miles de
católicos habían sido muertos, presos o exiliados. De eso no se habló en
Medellín. En Brasil algunos obispos ya habían empezado a abrir los ojos,
animados por dom Helder, dom Távora, dom Fragoso y otros, pero la mayoría no
imaginaba lo malo que podían ser los regímenes militares. La CNBB (Conferencia
Episcopal de Brasil) perseveraba en su confianza
en los militares y creía que realmente su país había estado en situación de
peligro de comunismo.
Pero luego en 1968 el régimen se puso más duro en
Brasil y aparecieron golpes militares
en Chile, Uruguay, Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia. En Colombia una dictadura
militar no era necesaria puesto que, dada la guerra civil, los militares
dominaban de hecho la política. Después vinieron El Salvador y Guatemala. En
otros países no fue necesario porque el mando estaba en manos de dictadores civiles que eran fieles
servidores de Estados Unidos: República Dominicana, Haití, Nicaragua, Paraguay,
Honduras. En México el PRI (Partido Revolucionario Institucionalizado) era una
garantía.
La Iglesia quedó dividida. Después de 1970 en
Brasil, algunos meses después del golpe en Chile,
el episcopado se puso crítico de los militares. La Iglesia fue un refugio para muchos perseguidos políticos y nacieron
instituciones de defensa de los derechos humanos bajo la protección de los
obispos. En esos países la resistencia al gobierno militar dictatorial
favoreció la expansión de las comunidades eclesiales de base. Aunque fueran
sospechosas y muchas veces perseguidas, ellas ofrecían una base de resistencia.
En la Argentina
el episcopado, salvo pocas excepciones, se identificó con los generales. Cerró
los ojos: 30.000 murieron sin que los obispos dijeran nada. El nuncio jugaba
tenis con el almirante Masera, el más cruel de la Junta Militar. Hubo
resistencia de algunos sacerdotes y algunos laicos, pero muchos militantes
católicos habían sido asesinados. El drama de las Madres de la Plaza de Mayo
ilustraba muy bien la situación. En Perú
el general Velasco Alvarado realizó algunas reformas sociales pero fue
reemplazado. En el Ecuador los
militares se mostraron más moderados que en la Argentina. Por eso en Perú y
Ecuador los conflictos fueron menos acentuadas, y las complicidades menos
graves.
En América central sucedió lo peor. En El Salvador la mayoría de los obispos
apoyó a los militares incluso después del martirio de monseñor Romero. Mataron
muchos miles, pero la voz de monseñor Romero no encontró apoyo en la mayoría de
los obispos. En Guatemala la Iglesia
tomó una actitud de denuncia y de resistencia, pero decenas de miles fueron
asesinados por las fuerzas militares.
Roma siempre tuvo una actitud ambigua. Globalmente dio apoyo a los
gobiernos militares. Lo más escandaloso fue en la
Argentina y en Chile. En Chile el nuncio Angelo
Sodano (nuncio en Chile, actual secretario del Papa) fue aliado fiel de
Pinochet y cambió todo el episcopado que estaba en la oposición. En Brasil hubo
conflicto permanente de la nunciatura contra la Conferencia episcopal. En el
Ecuador la nunciatura provocó la prisión de los 17 obispos reunidos en
Riobamba. En El Salvador la mayoría de los obispos dieron apoyo a los que
mataron Romero. Roma tenía acuerdos con los Estados Unidos y se había
comprometido en la lucha contra el comunismo. Adoptaba todas las informaciones
de las agencias norte-americanas denunciando el comunismo en cualquier
movimiento social o popular. Un momento significativo fue el viaje de Juan
Pablo 2º a Nicaragua en donde había
tres sacerdotes en el gobierno sandinista. Otro fue el viaje a Cuba en donde el Papa pensaba que iba a
levantar un movimiento popular en contra de Fidel Castro. No pasó nada. Los
obispos críticos del sistema militar fueron castigados, por ejemplo los
cardenales Lorscheider y Arns en Brasil, y muchos otros.
Terminaron los gobiernos dictatoriales militares.
Vino la democracia. Este cambio fue bien acogido por casi todos los católicos,
salvo algunos argentinos. Pero esa democracia llevó de hecho a una
desmovilización popular. La Iglesia como muchos pensó que la democracia iba a
instalar sistemas sociales justos, iba a promover a los pobres y a garantizar
una participación de todos los ciudadanos en el gobierno. Creían que la
liberación anunciada en Medellín iba a realizarla el gobierno democrático y no ya
la concientización popular.
Lo que sucedió fue otra cosa. Fue la instalación
del sistema económico neoliberal en
todos los países. En los ‘90 cada país tuvo un presidente que se encargó de
abrir las puertas de su país a las multinacionales, al capital extranjero, al
libre mercado. Se trataba de modernizar la economía aplicando los preceptos del
neoliberalismo. Se trataba de transformarlo de tal modo que en poco tiempo
pudiera entrar en el Primer Mundo. En esa forma pusieron a su país en la dependencia de las potencias
dominantes. Los países poderosos no practican el libre mercado pero quieren
imponerlo a los países más débiles: quieren conquistar las naciones más débiles
por la dependencia económica.
Las víctimas fueron los pobres. Aumentó la pobreza en forma
catastrófica. Lo peor fue en la Argentina pero todos los países sufrieron y la emigración a los Estados Unidos y
Europa apareció a muchos latinoamericanos como la única solución. Vino la
crisis en los Estados Unidos y hoy día hay una amenaza de depresión en todas
las naciones dependientes.
Los pobres fueron las victimas porque se destruyeron los movimientos populares
por todos los métodos posibles, se redujeron las leyes sociales de protección a
los trabajadores, apareció una inmensa cesantía y la creación de una economía
informal entre los millones de habitantes de las grandes ciudades, excluidos de
la vida ciudadana.
La reacción de la Iglesia ha sido muy débil. Queda la
impresión de que la jerarquía opina que ese problema es de los laicos y ella no
tiene por qué intervenir. Pero los laicos católicos ni hablan, ni actúan, si la
jerarquía no levanta la voz. Han sido formados para obedecer y no para tomar
iniciativas. Y no tienen autoridad en la Iglesia, ni en la sociedad.
Los poderes económicos dominantes controlan el
inmenso aparato tecnológico que
permite centralizar todas las informaciones que circulan en el mundo. Siempre
defienden sus privilegios y engañan a los pobres. El poder ideológico del
sistema de globalización es algo nunca imaginado en la historia. Existe
realmente un pensamiento único. Como
habrá democracia con un pensamiento único. Estamos en una dictadura mundial dirigida por un grupo reducido de poderes
financieros.
No es una dictadura como las del siglo 20. Es mucho
más profunda porque su aparato ideológico es mucho más fuerte. No se trata
solamente de escribir documentos que nadie lee. Son necesarios signos
elocuentes de denuncia y de repudio del sistema. Por si sola la llamada doctrina social de la Iglesia es totalmente
ineficiente. Las clases dominantes no le dan ninguna importancia porque no
molesta en nada.
La voz de Medellín fue muy fuerte porque suscitó
una reacción formidable de los poderosos. Los de Medellín fueron perseguidos:
señal de su valor evangélico. Ahora la Iglesia no es perseguida. Está durmiendo
tranquilamente sin temer nada. No es una buena señal.
En la práctica muchos católicos y casi todos los de
clase media aceptan la evolución actual del sistema socio-económico. Viven
según el principio moral del sistema: cada
cual cuida de sí mismo. Todos tratan de ser buenos productores-consumidores
dentro de las normas morales del sistema o bien poquito al lado. La Iglesia
está separada del mundo económico, social e informativo. No cuenta para nada y
ella no se molesta.
En estos últimos años han aparecido gobiernos de un
tipo diferente. Son gobiernos conducidos por líderes con mucha fuerza
carismática que fueron elegidos por las masas populares contra la clase dominante tradicional. Ellos disponen de un apoyo
popular, sobre todo de los más pobres y realizan reformas sociales que
benefician a los pobres sobre todo en materia de educación, salud, habitación,
sueldo vital. Esto se ha producido en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua,
Paraguay. Por primera vez las elecciones han logrado derrumbar las clases
tradicionales que mantuvieron el estado de pobreza de las masas. Fue una señal
de que por medio de elecciones democráticas es posible en algunas
circunstancias establecer gobiernos que logran hacer algunas de las reformas
que la Iglesia reclama hace muchos años.
Sin embargo, esos gobiernos encuentran una
oposición en algunos casos incluso muy virulenta por parte de la jerarquía y
buena parte del clero. El clero conducido por sus obispos toma la defensa de
las clases que dominaron y oprimieron el país durante siglos. Esto muestra que la Iglesia actual está muy lejos de los
pobres, ni los conoce, ni los entiende, ni los acepta a pesar de discursos
bonitos, pero sin contenido real.
El mismo documento de Aparecida alude a esos nuevos gobiernos en forma claramente
negativa (nº 74). Es una señal de que los obispos escuchan lo que dicen
las elites y no lo que piensa el pueblo de los pobres. La jerarquía exhorta a
los laicos a que asuman compromisos políticos, pero el sentido es ambiguo,
porque se tiene la impresión de que la acción de los laicos tiene por criterio
la defensa de los derechos de la Iglesia, más bien que los derechos de los
pobres y para imponer a la sociedad entera la moral definida por los Papas.
Como en el siglo 19 y durante la época de los Papas Pio’s la Iglesia está a la
defensiva. Defiende su pasado. Lo contrario de lo que querían Vaticano 2º y
Medellín.
8.- ¿QUÉ QUEDA DE MEDELLÍN?
Queda una señal
inolvidable. Medellín es más
evangélico que todos los Concilios ecuménicos. Por eso Medellín tiene mucho
más sentido. Pero aplicarlo siempre será difícil. Que la Iglesia sea evangélica
es muy difícil. La cuestión de la
pobreza es el grande desafío. Jesús nació pobre, vivió pobre, murió pobre,
actuó en medio de los pobres, quiso liberar a los pobres, restituirles la
conciencia de su dignidad, de su valor, de ser los privilegiados de Dios y
darles una vida mejor aquí mismo en la tierra y no solo en el cielo. En el evangelio la cuestión de la pobreza
es prioritaria.
Puesto que la prioridad de los pobres, que incluye
que la Iglesia sea de los pobres es algo terrible, espontáneamente tratamos de
eliminar esa exigencia, atenuando el sentido de las palabras de los evangelios,
buscando todos los subterfugios posibles para no ver la verdad. Claro está que
debemos reconocer nuestra debilidad y nuestra incapacidad de ir lejos en el
camino de Jesús, pero debemos reconocer que es el único válido. Los obispos de
Medellín lo hicieron. Los Concilios anteriores no lo hicieron. Estaban
preocupados con otras cosas que, sin embargo, eran secundarias. Esto fue
posible en Medellín porque muchos participantes ya estaban bien adelantados en el camino de Jesús, no en las palabras,
sino en la realidad material de la vida de cada día.
En segundo lugar queda una minoría abrahámica que permanece fiel y mantiene viva la llama de
Medellín, buscando la vida evangélica. Gracias a esa minoría de obispos,
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, Medellín deja más que un libro y
un recuerdo de cristianos del pasado, Medellín permanece vivo porque algunos lo
viven y dan testimonio en medio de la Iglesia que trata de evitar el tema.
En la historia cristiana hubo muchas personas, laicos, ordenados,
consagrados que siguieron ese camino de Jesús. Pero nunca hubo una asamblea de
obispos, lo que le confiere un valor de autenticidad más grande.
Editor: Enrique A. Orellana F. Cuadernos ‘Opción por los Pobres’ – Chile.
http://alainet.org
8.
LA POBREZA DE
LA IGLESIA
Texto del Documento de Medellín.
Capítulo 14.
I. REALIDAD LATINOAMERICANA
1. El Episcopado Latinoamericano no
puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en
América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa
pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria.
2. Un sordo clamor brota de millones de
hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna
parte. «Nos estáis ahora escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube
de vuestro sufrimiento», ha dicho el Papa a los campesinos en Colombia.
Y llegan
también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los
religiosos, son ricos y aliados de los ricos. Al respecto debemos precisar que
con mucha frecuencia se confunde la apariencia con la realidad. Muchas causas
han contribuido a crear esa imagen de una Iglesia jerárquica rica. Los grandes
edificios, las casas de párrocos y de religiosos cuando son superiores a las
del barrio en que viven; los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de
vestir heredada de otras épocas, han sido algunas de esas causas.
El sistema
de aranceles y de pensiones escolares, para proveer a la sustentación del clero
y al mantenimiento de las obras educacionales, ha llegado a ser mal visto y a
formar una opinión exagerada sobre el monto de las sumas percibidas.
Añadamos a
esto el exagerado secreto en que se ha envuelto el movimiento económico de
colegios, parroquias, diócesis: ambiente de misterio que agiganta las sombras y
ayuda a crear fantasías. Hay también casos aislados de condenable
enriquecimiento que han sido generalizados.
Todo esto ha
llevado al convencimiento de que la Iglesia en América Latina es rica.
3. La realidad de muchísimas parroquias
y diócesis que son extremadamente pobres y de tantísimos obispos, sacerdotes y
religiosos que viven llenos de privaciones y se entregan con gran abnegación al
servicio de los pobres, escapa por lo general a la apreciación de muchos y no
logra disipar la imagen deformada que se tiene.
En el
contexto de pobreza y aun de miseria en que vive la gran mayoría del pueblo
latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para
la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable
y se debaten entre la angustia y la incertidumbre. Y no faltan casos en que los
pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y religiosos, no se identifican
realmente con ellos, con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los
que trabajan con ellos o abogan por su suerte.
II. MOTIVACIÓN DOCTRINAL
4. Debemos distinguir:
a. La pobreza como carencia de los
bienes de este mundo es, en cuanto tal, un mal. Los profetas la denuncian como
contraria a la voluntad del Señor y las más de las veces como el fruto de la
injusticia y el pecado de los hombres;
b. La pobreza espiritual, es el tema de
los pobres de Yavé. La pobreza espiritual es la actitud de apertura a Dios, la
disponibilidad de quien todo lo espera del Señor. Aunque valoriza los bienes de
este mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes del
Reino;
c.
La pobreza
como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la condición de los
necesitados de este mundo para testimoniar el mal que ella representa y la
libertad espiritual frente a los bienes, sigue en esto el ejemplo de Cristo que
hizo suyas todas las consecuencias de la condición pecadora de los hombres y
que «siendo rico se hizo pobre», para salvarnos.
5. En este contexto una Iglesia pobre:
-
Denuncia la
carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra;
-
Predica y
vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al
Señor;
-
Se
compromete ella misma en la pobreza material. La pobreza de la Iglesia es, en
efecto, una constante de la Historia de la Salvación.
6. Todos los miembros de la Iglesia
están llamados a vivir la pobreza evangélica. Pero no todos de la misma manera,
pues hay diversas vocaciones a ella, que comportan diversos estilos de vida y
diversas formas de actuar. Entre los religiosos mismos, con misión especial dentro
de la Iglesia en este testimonio, habrá diferencias según los carismas propios.
7. Dicho todo esto, habrá que recalcar
con fuerza que el ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de
millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y
del Concilio, ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión
que no puede soslayar y al que debe responder con diligencia y audacia
adecuadas a la urgencia de los tiempos.
Cristo
nuestro Salvador, no sólo amó a los pobres, sino que «siendo rico se hizo
pobre», vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su
liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres.
Siempre la
Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante «tantas debilidades y
ruinas nuestras en el tiempo pasado». La Iglesia de América Latina, dadas las
condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la
urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que
la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos
hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y
superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por
Cristo.
La situación
presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu
de pobreza que «rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes
temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente la economía y el
poder en beneficio de la comunidad».
La pobreza
de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso.
Signo de valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de
solidaridad con los que sufren.
III. ORIENTACIONES PASTORALES
8. Por todo eso queremos que la Iglesia
de América Latina sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos,
testigo del valor de los bienes del Reino y humilde servidora de todos los
hombres de nuestros pueblos. Sus pastores y demás miembros del Pueblo de Dios
han de dar a su vida y sus palabras, a sus actitudes y su acción, la coherencia
necesaria con las exigencias evangélicas y las necesidades de los hombres
latinoamericanos.
Preferencia
y solidaridad
9. El particular mandato del Señor de
«evangelizar a los pobres» debe llevarnos a una distribución de los esfuerzos y
del personal apostólico que dé preferencia efectiva a los sectores más pobres y
necesitados y a los segregados por cualquier causa, alentando y acelerando las
iniciativas y estudios que con ese fin ya se hacen.
Los Obispos
queremos acercarnos cada vez más, con sencillez y sincera fraternidad a los
pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta nosotros.
10. Debemos agudizar la conciencia del
deber de solidaridad con los pobres, a que la caridad nos lleva. Esta
solidaridad significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar
por ellos.
Esto ha de
concretarse en la denuncia de la injusticia y la opresión, en la lucha
cristiana contra la intolerable situación que soporta con frecuencia el pobre,
en la disposición al diálogo con los grupos responsables de esa situación para
hacerles comprender sus obligaciones.
11. Expresamos nuestro deseo de estar
siempre muy cerca de los que trabajan en el abnegado apostolado con los pobres,
para que sientan nuestro aliento y sepan que no escucharemos voces interesadas
en desfigurar su labor.
La promoción
humana ha de ser la línea de nuestra acción en favor del pobre, de manera que
respetemos su dignidad personal y le enseñemos a ayudarse a sí mismo. Con ese
fin reconocemos la necesidad de la estructuración racional de nuestra pastoral
y de la integración de nuestros esfuerzos con las de otras entidades.
Testimonio
12. Deseamos que nuestra habitación y
estilo de vida sean modestos; nuestro vestir, sencillo; nuestras obras e
instituciones, funcionales, sin aparato ni ostentación.
Pedimos a
sacerdotes y fieles que nos den un tratamiento que convenga a nuestra misión de
padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos honoríficos propios de
otra época.
13. Con la ayuda de todo el Pueblo de
Dios esperamos superar el sistema arancelario, reemplazándolo por otras formas
de cooperación económica que estén desligadas de la administración de los
sacramentos.
La
administración de los bienes diocesanos o parroquiales ha de estar integrada
por laicos competentes y dirigida al mejor uso en bien de la comunidad toda.
14. En nuestra misión pastoral
confiaremos ante todo en la fuerza de la Palabra de Dios. Cuando tengamos que
emplear medios técnicos buscaremos los más adecuados al ambiente en que deban
usarse y los pondremos al servicio de la comunidad.
15. Exhortamos a los sacerdotes a dar
testimonio de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales, como lo hacen
tantos particularmente en regiones rurales y en barrios pobres.
Con empeño
procuraremos que tengan una justa aunque modesta sustentación y la necesaria
previsión social. Para ello buscaremos formar un fondo común entre todas las
parroquias y la misma diócesis y también entre las diócesis del mismo país.
Alentamos a
los que se sienten llamados a compartir la suerte de los pobres, viviendo con
ellos y aun trabajando con sus manos, de acuerdo con el Decreto ‘Presbyterorum
ordinis’.
16. Las comunidades religiosas, por
especial vocación, deben dar testimonio de la pobreza de Cristo. Reciban
nuestro estímulo las que se sientan llamadas a formar entre sus miembros
pequeñas comunidades, encarnadas realmente en los ambientes pobres. Serán un
llamado continuo para todo el Pueblo de Dios a la pobreza evangélica.
Esperamos
también que puedan cada vez más hacer participar de sus bienes a los demás,
especialmente a los más necesitados, compartiendo con ellos no solamente lo
superfluo, sino lo necesario y dispuestos a poner al servicio de la comunidad
humana los edificios e instrumentos de sus obras.
La
distinción entre lo que toca a la comunidad y lo que pertenece a las obras
permitirá realizar todo esto con mayor facilidad. Igualmente permitirá buscar
nuevas formas para estas obras, en que participen otros miembros de la
comunidad cristiana, en su administración o propiedad.
17. Estos ejemplos auténticos de
desprendimiento y libertad de espíritu, harán que los demás miembros del Pueblo
de Dios den testimonio análogo de pobreza. Una sincera conversión ha de cambiar
la mentalidad individualista en otra de sentido social y preocupación por el
bien común. La educación de la niñez y de la juventud en todos sus niveles,
empezando por el hogar, debe incluir este aspecto fundamental de la vida
cristiana.
Se traduce
este sentido de amor al prójimo cuando se estudia y se trabaja ante todo como
una preparación o realización de un servicio a la comunidad; cuando se dispone
orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad.
Servicio
18. No impulsa a la Iglesia ambición
terrena alguna, sino que quiere ser humilde servidora de todos los hombres.
Necesitamos acentuar este espíritu en nuestra América Latina.
Queremos que
nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de
connivencias y de prestigio ambiguo; que «libre de espíritu respecto a los
vínculos de la riqueza», sea más transparente y fuerte su misión de servicio;
que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de
Cristo, presente en la construcción del mundo.
Queremos
reconocer todo el valor y la autonomía legítima que tienen las tareas
temporales; sirviéndolas no queremos desvirtuarlas ni desviarlas de sus propios
fines. Deseamos respetar sinceramente a todos los hombres y escucharlos para
servirlos en sus problemas y angustias. Así la Iglesia, continuadora de la obra
de Cristo, «que se hizo pobre por nosotros siendo rico, para enriquecernos con
su pobreza», presentará ante el mundo signo claro e inequívoco de la pobreza de
su Señor.
9. DE MEDELLÍN
A FRANCISCO
Guayaquil, Pedro Pierre, mayo de 2018.
La reunión episcopal
latinoamericana en Medellín (1968) con el objetivo de aplicar el Concilio
Vaticano 2° a América Latina, marca una etapa significativa en la Iglesia de
América Latina. De hecho empezó a ser ‘la Iglesia de los Pobres que quería el
papa Juan 23. Nada iba a ser como antes. En Argentina el padre Jorge Bergoglio, luego obispo y
cardenal, ahora papa Francisco, ha vivido toda esta época, terminando siendo en
2007 secretario de la Reunión episcopal latinoamericana de Aparecida (Brasil).
No sólo ha vivido esta época, sino que la ha asumido, tal y como lo demuestran
sus palabras y sus actitudes. Revisar estos 50 años nos ayuda a entender la
importancia de Medellín y nos da claves para comprender las opciones del papa Francisco.
Digamos para empezar que la década de
los ’60 fue de grandes novedades tanto en la sociedad como en la Iglesia.
Siempre son los acontecimientos sociales los que nos traen grandes novedades en
la Iglesia. Generalmente también estas novedades eclesiales tienen dificultades
para ser asumidas. Eso es lo que pasa en nuestro continente: Parece que recién
nos damos cuenta del impacto de la reunión de Medellín. Para resumir digamos:
-
Con la reunión
episcopal en Medellín, Colombia 1968, nació una nueva manera de ser Iglesia.
-
Con las reunión
episcopal de Aparecida, Brasil 2017, nació una nueva manera de ser cristiano.
Esas son las opciones con las que el
papa Francisco se identifica plenamente, llamándonos con insistencia a hacerlas
realidad en nuestro continente.
A.
ANTECEDENTES SOCIALES Y ECLESIALES
Los tiempos de cambios sociales
exigen compromisos a los cristianos y así provocan cambios eclesiales. Es lo
que pasó en los años ’60. Por todas partes se gestaban cambios sociales, espacialmente
en Europa y en América Latina.
En Europa, los movimientos de
Acción Católica nacido de la JOC (Juventud Obrera Católica) con el padre José
Cardjin en Bélgica permitieron el despertar y el compromiso de los jóvenes en
la sociedad y en la Iglesia. Estos movimientos de base preparaban sin darse
cuenta el Concilio Vaticano 2°, en particular gracias a su método de reunión y compromiso: ‘Ver, Juzgar y Actuar’ desde los
jóvenes de los sectores pobres de las grandes ciudades.
En América Latina despertaban los
movimientos populares para un cambio de sociedad: el triunfo de la revolución
cubana en 1959 había prendido la chispa por todas partes. En ellos muchos
cristianos se hicieron presentes, hasta en los movimientos guerrilleros.
Sacerdotes y obispos se inquietaron y se reunieron para entender lo que estaba
pasando y cuál era la misión de la
Iglesia en esta realidad.
El Concilio Vaticano 2°, de 1962 a 1965,
permitió el expresar de todas estas inquietudes, ponerse a la escucha de lo que
estaba pasando, abrir nuevos caminos y confirmar una Iglesia pobre y servicial,
aunque los Documentos finales se acercaban más a las preocupaciones europeas.
La iglesia de América Latina, mediante el CELAM (Consejo Episcopal Latino
Americano), fue la única en organizar una reunión episcopal continental, la
segunda, en Medellín (Colombia), en 1968 para entender “la presencia de la
Iglesia en la actual transformación de América Latina” a la luz del Concilio,
tal como lo indica el lema de dicha reunión.
Para el papa Francisco, las intuiciones
y orientaciones del Concilio son sus prioridades, haciéndonos entender que un
Concilio es en la Iglesia la máxima autoridad y el mayor acontecimiento
eclesial del siglo 20.
B.
EN MEDELLÍN NACIÓ UNA NUEVA MANERA DE SER IGLESIA
En América Latina, la década del
’60 fue de gran efervescencia tanto en la sociedad como en la Iglesia. El
despertar de los pobres sacudía el desorden establecido. En la Iglesia nacían,
entre los cristianos pobres, las Comunidades Eclesial de Base (CEBs), siendo
Brasil su primera cuna en la década de los ‘50.
El Concilio llevaba la
preocupación por los pobres pero no profundizó en su problemática ni en las
nacientes CEBs latinoamericanas. Las intervenciones de los obispos
latinoamericanas no lograron que esta preocupación realizara el sueño del papa
Juan 23 que había convocado el Concilio: “La Iglesia es y deber ser la Iglesia
de los pobres”. Pero unos 40 obispos mayoritariamente latinoamericanos sellaron
su compromiso de vivir pobremente y al servicio de los pobres, mediante “El
pacto de las Catacumbas”. Además se comprometieron a hacer una reunión
latinoamericana para aplicar el Concilio en América Latina.
En Medellín los obispos van con
sus asesores que pasaran a ser los teólogos de la liberación. Comienzan
escuchando unas ponencias de los obispos más relevantes de América Latina:
Eduardo Pironio de Argentina, Pablo Muñoz y Leonidas Proaño de Ecuador, Samuel
Ruiz de México… sobre las inquietudes pastorales del momento. Con otros, ellos
son “los Padres de la Iglesia Latinoamericana” e hicieron de Medellín el lugar
de nacimiento de una nueva manera de ser Iglesia: La Iglesia de los Pobres. De
visita en Colombia, el papa Pablo 6° inauguró dicha Conferencia Episcopal
Latinoamericana y luego aprobaría (por teléfono) sus conclusiones.
Por todos estos motivos el Documento de
Medellín son la cédula de identidad de la Iglesia latinoamericana. ¿Cuáles
fueron las líneas principales?
-
Análisis de la
realidad:
América Latina se encuentra en una situación de empobrecimiento por la situación
de dependencia frente a los países industrializados.
-
Iluminación
cristiana:
Esta realidad de pobreza ‘clama al cielo’ y constituye una ‘situación de pecado
social’ que hay que combatir.
-
Compromisos: La Iglesia hace
una opción por los pobres solidarizándose con sus causas y confirmando las
nacientes CEBs como ‘primer núcleo de Iglesia’.
Tales opciones encontraron enseguida
mucha oposición tanto en la Iglesia como en la sociedad. Los grupos
eclesiásticos más tradicionalistas tildaron a los obispos y sacerdotes mentores
de Medellín como ‘comunistas. Los papas Juan Pablo 2° y Benedicto 16 fueron sus
máximos representantes. El gobierno de Estados Unidos no tardó en enviar de
visita al continente una misión liderada por el millonario empresario Rockefeller
para analizar lo que pasaba en la Iglesia y orientar al gobierno para
contrarrestar las novedades que podían ‘afectar los intereses norteamericanos’.
De allí nació el famoso ‘Documento de Santa Fe’ (California, EE.UU.) que
programó la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina: las
dictaduras sangrientas y los miles de asesinatos de obispos, sacerdotes,
religiosas y seglares afín de neutralizar la Iglesia de la Pobres de América
Latina. Notaremos que estamos con el ¡4° Documento de Santa Cruz! Esto hace
pensar que esta Iglesia de los Pobres sigue, por una parte, viva en América
Latina y, por otra, combatida por el imperio del norte…
Cuando
su visita a Colombia, el papa Francisco hizo de su discurso en Medellín una
orientación sobre lo que debe ser la Iglesia, conforme a los Documentos de la
reunión del CELAM en 1968: “Nos dejó la propuesta de una moral humanitaria que
priorice la lucha contra la desigualdad y la pobreza, como esencia de la
construcción de una nueva Colombia”.
C.
EN APARECIDA NACIÓ UNA NUEVA MANERA DE SER CRISTIANO
La 5ª reunión episcopal
latinoamericana se dio en 2,007 en Aparecida, Brasil. Monseñor Jorge Bergolio
es su secretario general. Abordaron la manera de ser “discípulos y misioneros
de Jesucristo para que en él nuestros pueblos tengan vida”. La gran novedad de
Aparecida fue que se confirmara las grandes orientaciones de Medellín: su
método de trabajo, su opción por los pobres, las CEBs, la conversión eclesial a
Jesucristo y a la misión, la liberación calificada de ‘auténtica e integral’…
“mediante una fuerte conmoción que impida (a la Iglesia) instalarse en la
comodidad, el estancamiento y la tibieza, al margen del sufrimiento de los
pobres”. Hasta se planeó una ‘Gran misión continental’ para tal propósito. Diez
años después, nuestra Iglesia sigue en general, por una parte, bastante
‘cómoda, estancada y tibia’ frente a la realidad de pobreza y, por otra,
bastante indiferente al ‘remesón’ que representan las palabras y acciones del
papa Francisco.
Aparecida marca el comienzo de
una época centrada en los bautizados, los ‘cristianos de a pie’, cuyo doble
camino es, por una parte, el ‘discipulado’, o sea, el seguimiento de Jesús, y,
por otra, la ‘misión’, o sea, como dice el papa Francisco, siendo y haciendo
una ‘Iglesia en salida, pobre y para los pobres’. Los obispos y sacerdotes
tienen que dejarse evangelizar por los pobres…
Los
capítulos 7-8 del Documento de
Aparecida,
relativos a la misión son los más significativos:
1.
“La
Iglesia precisa de una ‘fuerte conmoción’.
2.
El
cambio afectará todas las instituciones eclesiales, comenzando por la parroquia.
3.
La
pastoral
social es reforzada.
4.
Los
desafíos
son la ecología y la pastoral urbana.
5.
Los que conviven con el mundo de los pobres son los que van
poner este programa en práctica.
6.
Los
futuros discípulos misioneros capaces de cambiar la fisonomía de la Iglesia
serán laicos, misioneros
laicos.
7.
Se
comenzará con personas voluntarias decididas a entrar en una aventura, pero sin programa
previo ni gran formación porque el Espíritu les mostrará lo que deben
hacer” (José Comblin).
Por las grandes tendencias
tradicionalistas en la Iglesia y las grandes fuerzas conservadoras al nivel
social, el Documento de Aparecida no encontró gran acogida en la institución
eclesial y la ‘gran misión continental’ se quedó en un bonito enunciado… Muchos
jerarcas y clérigos esperan que la ‘tormenta’ levantada por el papa Francisco,
secretario de la Conferencia de Aparecida pase, afín de que todo siga como
siempre…
En
cuanto al papa Francisco, sabemos que, “viniendo del fin del mundo”, lleva las
huellas de una Iglesia latinoamericana, capaces de transformar la Iglesia
universal y acercarla a mensaje y a la misión de Jesús.
CONCLUSIÓN:
Hacia una Iglesia ‘laical’ o Iglesia de los Pobres
El desafío está en el campo de
los laicos y de los que nos solidarizamos con ellos. La Iglesia es de los
bautizados y todos somos primero bautizados. El sacerdocio ordenado tiene que
ponerse al servicio de la misión bautismal de todos los cristianos: ser
profetas, sacerdotes y reyes-pastores, individualmente y en comunidad. Los
sacerdotes tenemos que dar el paso de “sacerdotes celebrantes a asamblea
cristiana sacerdotal”, como ya ha comenzado a hacerse realidad en varias partes
de nuestro continente. El futuro de la Iglesia está ligado, en gran parte, a
este cambio estructural, tanto de parte de los sacerdotes como de parte de los
laicos: ser la Iglesia de los pobres, apasionados de Dios y de los hombres… o
nos iremos ‘muriendo sin pena ni gloria’.
No se trata de ser sólo una
“Iglesia pobre para los pobres”, sino ser “la Iglesia de los pobres”. Al decir
una Iglesia ‘para’ los pobres, no situamos fuera de los pobres: Esto nos exige
una mudanza hacia esta Iglesia de los pobres. Aquella es de los mismos pobres
(Lucas 6,21) y de los que nos hacemos pobres y solidarios con ellos (Mateo
5,3). Son, como dijo el teólogo José Comblin (Brasil), los que son pobres y
optan por los pobres que van a construir la Iglesia de los Pobres. Por allí va
nuestro camino y nuestra conversión. Esta es triple: en palabras, en hechos y
en estructuras.
Estemos atentos al Espíritu que
está trabajando en las bases tanto de la sociedad como de la Iglesia: con los
oídos puestos en estos 2 espacios tenemos que ser protagonistas de una Iglesia
discípula, misionera y celebrativa como también de una sociedad equitativa,
fraterna y participativa. “No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes
le agradó darles el Reino” (Lucas 12,32). ¡Ayudémonos en todo esto!
Ahora hemos de entender mejor
por qué el papa Francisco deseó desde el primer día de su papado “una Iglesia
pobre y para los pobres”. Eso está en continuidad con el caminar de la Iglesia
latinoamericana en estos 50 años. Entremos de lleno en esta dinámica, fruto del
Espíritu de Jesús en nuestro continente. Allí están “los signos de los tiempos”
o llamados de Dios para nosotros, de los que hablaba el papa Juan 23,
10. CON MEDELLÍN DIOS
PASÓ POR AMÉRICA LATINA.
¿ CON
QUIÉN PASA AHORA ? Jon SOBRINO,
2012.
Los diez años de Medellín (1968) a Puebla (1979) fueron únicos en la época
moderna de la Iglesia católica en América Latina. Después comenzó un declive al
que Aparecida (2007) quiso poner freno, aunque hasta ahora queda mucho por
hacer. Al hacer este juicio, no nos fijarnos en la iglesia tal como la analizan
los sociólogos, sino que nos fijamos en “el paso de Dios”. Sin duda es más
difícil de calibrar, pero toca la dimensión más honda de la Iglesia, y al
servicio de qué debe estar. En definitiva qué aporta a los seres humanos y al
mundo como un todo. Y obviamente hay que preguntarse “qué Dios” es el que pasa
por la historia en un momento dado.
MEDELLÍN
Fue un salto cualitativo. Irrumpieron los pobres, y en ellos irrumpió Dios.
Fue un hecho fundante que penetró en la fe de muchos y configuró a la Iglesia.
Sorprendentemente, para la asamblea de obispos la prioridad no la tuvo la
Iglesia en sí misma, sino el mundo de pobres y víctimas, es decir la creación
de Dios. Sus primeras palabras proclaman la realidad del continente: “una
pobreza masiva producto de la injusticia”. Los obispos actuaron, ante todo,
como seres humanos, y dejaron hablar a la realidad que clamaba al
cielo. Son los clamores que Dios escuchó en el éxodo, le hicieron salir de
sí mismo y entró decididamente en la historia. De igual modo, con Medellín Dios
entró en la historia latinoamericana.
Desde esa irrupción de los pobres, y de Dios en ellos, Medellín pensó qué
es ser Iglesia, cuál es su identidad y misión fundamental, y cuál debe ser su
modo de estar en un mundo de pobres. La respuesta fue “una iglesia de los
pobres”, semejante a la ilusión que tuvo Juan XXIII y el cardenal Lercaro. En
el concilio no prosperó, en Medellín sí. La Iglesia sintió compasión por los
oprimidos y decidió trabajar por su liberación. Por muchos, con mayor o menor
conciencia explícita, fue acogida como bendición. Por otros, fue percibida, con
razón, como grave peligro.
Muy pronto reaccionó el poder. En 1968 Nelson Rockefeller escribió un
informe sobre lo que estaba ocurriendo, y esa Iglesia, nueva y peligrosa, tenía
que ser debilitada y frenada, y lo mismo ocurrió al comienzo de la
administración Reagan. Oligarquías con el capital, ejércitos, escuadrones de la
muerte, desencadenaron una persecución contra la Iglesia, desconocida en la
historia de América Latina. La persecución, y el mantenerse firme en ella, dejó
en claro lo novedoso y evangélico que estaba ocurriendo: la Iglesia de Medellín
estaba con el pueblo pobre y perseguido, y corrió su misma suerte. Miles fueron
asesinados, entre ellos media docena de obispos, decenas de sacerdotes,
religiosos y religiosas, y multitud de laicos, mujeres y varones. Con
limitaciones, errores y pecados, era una Iglesia mucho más casta que meretriz,
mucho más evangélica que mundana.
Al interior de la Iglesia católica, Pablo VI propició y animó esta nueva
Iglesia, pero altos personeros de la curia romana, y de otras curias locales,
la descalificaron, trataron mal e injustamente a sus representantes señeros,
también a obispos, y diseñaron una iglesia alternativa, diferente y aun contraria,
más devocional, intimista, de movimientos, sumisos a y defensores de la
jerarquía. Y lo que había que evitar era que la Iglesia volviese a entrar en
conflicto con los poderosos. La iglesia popular, nacida alrededor de Medellín,
creyente y lúcida, de comunidades de base, que vivía la pobreza del continente,
sufrió la doble persecución del mundo opresor, y, con alguna frecuencia, de la
propia iglesia.
Una Iglesia así fue testigo y seguidora de Jesús de Nazaret. Encarnada,
defensora y compañera de los pobres, cargaba con la cruz y con frecuencia moría
en ella. Anunció una Buena Noticia como Jesús en la sinagoga de Nazaret. Tuvo
sus “doce apóstoles”, los Padres de la iglesia latinoamericana con don Hélder
Camara uno de los pioneros, con Enrique Angelelli, don Sergio Méndez Arceo,
Leonidas Proaño, con monseñor Romero, pastor y mártir del continente, y otros.
Llegó a ser ekklesia, en la que mujeres y varones, religiosas y laicos,
latinoamericanos y venidos de fuera, llegaron a formar cuerpo eclesial,
una gran comunidad de vida y misión. Entre los de casa y los de lejos se generó
una solidaridad nunca vista: se llevaban mutuamente. Creció la esperanza y el
gozo. Y del amor de los mártires nació una brisa de resurrección, ajena a toda
alienación, que volvía a remitir a la historia para vivir en ella como
resucitados.
En esa Iglesia soplaba el Espíritu, el espíritu de Jesús y el espíritu de
los pobres. Ese espíritu inspiraba oración, liturgia, música, arte. Y también
inspiraba homilías proféticas, cartas pastorales lúcidas, textos teológicos de
casa, no textos simplemente importados que no habían pasado por el crisol de
Medellín. En el centro de todo estaba el evangelio de Jesús. Lucas 4, 16: “He
venido a anunciar la buena noticia a los pobres, a liberar a los cautivos”.
Mateo 25, 36-41: “Tuve hambre y me dieron de comer”. Juan 15, 13: “Nadie tiene
más amor que el que da la vida por los hermanos”. Y Jesús de Nazaret, el
crucificado resucitado, Hechos 2, 23: “A quien ustedes dieron muerte Dios le
devolvió a la vida”.
¿Y AHORA?
Encuestas, estudios sociológicos y antropológicos, económicos y políticos,
ofrecen datos y suministran explicaciones sobre la Iglesia católica y otras
iglesias cristianas. Nos dicen si subimos o bajamos en número y en influjo en
la sociedad. Desde esa perspectiva nada tengo que añadir. Y estrictamente
hablando, tampoco es mi mayor preocupación cuál será el futuro de lo que
llamamos “Iglesia”, aunque en ella he vivido y vivo, y me he acostumbrado a
pertenecer a la familia.
Lo que me interesa, y me alegra, es que “Dios pase por este mundo”. Y la
razón es sencilla. El mundo está “gravemente enfermo”, decía Ellacuría,
“enfermo de muerte”, dice Jean Ziegler. Es decir, necesita salvación y
sanación. Por ello, como creyente y como ser humano, deseo que “Dios pase por
este mundo”, pues ese paso siempre trae salvación a las personas y al mundo en
su conjunto. Tuvimos la dicha de sentir ese paso de Dios con Medellín, con
Monseñor Romero, con muchas comunidades populares. Con muchas personas buenas,
sencillas en su mayoría. Con una pléyade de mártires. Y también, aunque eso
solo se puede sentir “en un difícil acto de fe”, como decía Ellacuría al
explicar la salvación que trae el siervo sufriente de Isaías, con el pueblo
crucificado.
¿Cómo estamos hoy? Sería cometer un grave error caer en simplismos en cosas
tan serias. Sería injusto no ver lo bueno que, de muchas formas, existe en las
iglesias. Y sería arrogante no intentar descubrirlo, aunque a veces se esconda
tras una corteza que no remite con claridad a Jesús de Nazaret. En cualquier
caso, el paso de “Dios” siempre será misterio inescrutable, y sólo de puntillas
y con máximo respeto a todos los seres humanos podemos hablar sobre ello. Pero
con todas estas cautelas algo se puede decir. Mencionaremos las realidades de
los fieles y sus comunidades, pero tenemos en mente sobre todo a las
instancias, altas en jerarquía, históricamente muy responsables de lo que
ocurre, y a las que no se puede pedir cuenta con eficacia. Con sencillez doy mi
visión personal.
De diversas formas abunda el pentecostalismo, como forma de iglesia
distante de los problemas reales de vida y muerte de las mayorías, aunque trae
ánimo y consuelo a los pobres, lo que no es desdeñar cuando no tienen dónde
agarrarse para que su vida tenga sentido -distinta es la situación en clases
más acomodadas. Prolifera un gran número de movimientos, docenas de ellos,
proliferan los medios de comunicación de las iglesias, emisoras de radio y
televisión, sumisos en exceso a ideales y normas que provienen de curias, sin
dar sensación de libertad para tomar ellos mismos en sus manos un evangelio que
anuncia la buena nueva para los pobres, en forma de justicia, y sin sospechar
la necesidad de un estudio, reflexivo, mínimamente científico, de la Palabra de
Dios, y en general de la teología que propició el Vaticano II y Medellín.
Proliferan devociones de todo tipo, las de antes y las de ahora. Jesús de
Nazaret, el que pasó haciendo el bien y murió crucificado, es dejado de lado
con facilidad en favor del niño Jesús, sea de Atocha, de Praga, el Dios niño,
dicho con gran respeto. Con facilidad se diluye el Jesús recio de Galilea, del
Jordán, el profeta de denuncias alrededor del templo de Jerusalén, en favor de
devociones, basadas en apariciones con un trasfondo sentimental y melifluo en
exceso. Por decirlo con sencillez, la divina providencia puede atraer más que
el Padre de Jesús, el Hijo que es Jesús de Nazaret, el Espíritu Santo, que es
Señor y dador de vida, y Padre de los pobres como se canta en el himno de Pentecostés.
En su conjunto cuesta hoy encontrar en la Iglesia la libertad de los hijos
e hijas de Dios, la libertad ante el poder, que no por ser sagrado deja de ser
poder. Se nota excesiva obsecuencia y sumisión hacia todo lo que sea jerarquía,
lo que llega a convertirse en miedo paralizante. Desde las instancias de poder
eclesial apunta el triunfalismo, y lo que he llamado la pastoral de la
apoteosis, multitudinaria, mediática. En muchos seminarios el discurrir y
pensar es sustituido por el memorizar. En las reuniones del clero, por lo que
sabemos, las preguntas, la discusión y el debate son sustituidas por el
silencio. Las cartas pastorales de los años setenta y ochenta -verdadero
orgullo de las iglesias, que reverdecen en ocasiones, en Guatemala por ejemplo-
son sustituidas por breves mensajes, modosos y comedidos, con argumentos
tomados de las últimas encíclicas del papa. El centro institucional no parece
estar ya en América Latina, sino en la distante Roma. Todo esto está dicho con
respeto.
Cómo será el paso de Dios por América Latina y con quién pasará está por
ver, y en definitiva es cosa de Dios. Pero es cosa nuestra anhelarlo, trabajar
por ello, y aprender de cómo ocurrió en el pasado alrededor de Medellín. Bueno
es saber y analizar los vaivenes de la membresía y el influjo de las Iglesias
en la sociedad. Por lo que dicen los datos, en ambas cosas la Iglesia católica
va a menos. Pero más presentes hay que tener las raíces de cuya savia ha vivido
el paso de Dios. Y regarla humildemente, con aguas vivas. Qué le ocurrirá a
nuestra iglesia, y a todas las iglesias, está por ver. Mi deseo es que, ocurra
lo que ocurra en lo exterior, sea por ponerse al servicio del paso de Dios por
este mundo, el Dios de Jesús, compasivo, profeta y crucificado. Y el Dios dador
de esperanza.
Estas son preguntas que podemos hacerlas siempre. Pero quizás es bueno
hacerlas al comienzo de cuaresma. Este tiempo nos exige reciedumbre para
caminar a Jerusalén. Y nos ofrece esperanza de encontrarnos allí con Jesús
crucificado y resucitado.
“Eclesalia Informativo”
autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. 23/02/12. http://www.eclesalia.net - Correo:tambiensomosiglesiachile@yahoo.com
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