domingo, 1 de mayo de 2016

Recopilación de textos sobre la Exhortación papal por este servidor



EXHORTACIÓN  APOSTÓLICA  POSTSINODAL
SOBRE  EL  AMOR  EN  LA  FAMILIA

CONTENIDO
1.     Comentarios sobre la Exhortación, Pedro Pierre.
2.    Tres comentarios positivos.
3.    Acompañar, discernir e integrar, Jesús Bastante.
4.    Misericordia y amor, César Kuzma.
5.    Decepción y esperanza, José Arregui.
6.    De la desilusión a la esperanza, Marco Velásquez.
7.    La dicha de amarse, Pedro Pierre.
8.    La Iglesia soltera, masculina y jerárquica, Ivone Gebara.
9.      Carta del papa Francisco: La autonomía de los seglares.


Recopilación de textos por Pedro Pierre.
Guayaquil, mayo de 2016.



1.  EXHORTACIÓN  PAPAL  SOBRE  “EL  AMOR  EN  LA  FAMILIA”
Comentarios,  Pedro  Pierre.

A imagen de una casa con ventanas abiertas pero con puertas cerradas

Mayo de 2016.

CONTENIDO
-        Muchas expectativas con los Sínodos y su preparación
-        Un esfuerzo loable de parte del papa Francisco
-        La doctrina contra la pastoral
-        Tareas pendientes
-        “Oración a la Sargada Familia” (papa Francisco(,


            Han pasado casi un mes desde la publicación, el 8 de abril pasada, de la Exhortación del papa Francisco. Además de ser un fiel resumen de los dos Sínodos sobre la Familia, es un documento pastoral de primera importancia, por el tono realista, la forma sencilla y abierta y la referencia constante a la misericordia. Los comentarios han sido mucho menos numerosos que los que han acompañado los 2 Sínodos y su preparación. De hecho la buena voluntad del papa topa con la doctrina que no ha querido tocar. Nos toca, como siempre, poner la doctrina al servicio de las personas y saber que la doctrina moral no es un dogma sino que se actualiza según las épocas, las personas y los pueblos.


A. MUCHAS EXPECTATIVAS CON LOS SÍNODOS Y SUS PREPARACIONES
            Ciertamente era necesaria una reflexión sobre la familia y una revisión de las prácticas pastorales sobre la misma eran necesarias en la Iglesia. Era un primer paso para revisar también la doctrina sobre la misma. Además el papa Francisco quiso que intervinieran también los laicos. Esto permitió un gran movimiento de comentarios y propuestas para que muchas definiciones y prácticas se actualicen y se modifiquen.
            Pero apareció la realidad muy tradicionalista de cardenales, obispos, sacerdotes y grupos religiosos dispuestos a jugarlo todo para que nada cambiara en las orientaciones doctrinales. Durante los dos Sínodos, la resistencia y la oposición de un grupo significativo de obispos y cardenales han sido tenaces y virulentas, hasta con algo de perversidad. El resultado es una Exhortación con un tinte muy pastoral pero con una doctrina intocada. Esto hizo que le papa no va más allá de los resultados de estos Sínodos: El enfoque sobre la familia cambia, pero no la doctrina tradicional.
Allí reside el gran desafío del papa Francisco: querer 'cambiar la Iglesia' -y está haciendo bastantísimo-, pero sin tocar ni la doctrina ni el modelo eclesial piramidal. Eso de no querer tocar la doctrina lo dijo desde el principio de su pontificado. ¿No hará esta contradicción de volver al Evangelio sin cambiar la doctrina -asentada principalmente en el Derecho canónico y en el Catecismo católico-, que, a lo largo, las estructuras retomen la iniciativa a su favor tradicionalista y que los cambios logrados se vayan perdiendo?


B. UN ESFUERZO LOABLE DE PARTE DEL PAPA FRANCISCO
Notemos que el papa no hace una carta sobre la familia… sino como lo precisa el mismo, sobre « sobre el amor en la familia ». Me gustó este título que le dio el periódico ecuatoriano El Telégrafo: "La dicha del amor", aunque le prefiero este: “La dicha de amarse… a pesar de los pesares”.
Es notable el esfuerzo del papa Francisco para ser positivo, abierto, acogedor, esperanzador... Hace un comentario pertinente sobre el conocido texto de san Pablo que es un hermoso himno al amor (1 Corintios 13,4-7).
«El amor es paciente, es servicial;
el amor no tiene envidia, no hace alarde,
no es arrogante, no obra con dureza,
no busca su propio interés, no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».

Además cita un bello poema de Mario Benedetti:
«Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos».

El papa Francisco hizo el esfuerzo de para actualizarse y actualizarnos sobre la Familia: saca todo lo positivo de los 2 Sínodos sobre la Familia y su preparación,
-        Resalta la grandeza del amor y del matrimonio.
-        Invita a una profundización de la vida familiar desde los valores humanos y evangélicos.
-        Insiste una y otra vez en la acogida, la comprensión, la acogida, la esperanza.

Para sortear las dificultades doctrinales el papa establece algunos principios que debieran regir la conducta de los pastores. A ellos los exhorta a:
-        "Dejar espacio a la conciencia de los fieles",
-        Contar con la "apertura a la gracia",
-        "Mirar con amor a quienes participan en su vida de modo imperfecto",
-        Obligarse para "discernir bien las situaciones",
-        Comprender el matrimonio como "un proceso dinámico";
-        Recordar que "las normas generales prestan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar todas las situaciones particulares".


C. LA DOCTRINA CONTRA LA PASTORAL
            Es la lucha que se va a producir. La mayoría del clero no está dispuesto a “perder el poder” que le da una doctrina tradicionalista tanto sobre el matrimonio y la sexualidad como sobre los seglares y la mujer en particular.

1.      La doctrina muy negativa sobre el amor, la sexualidad, la familia y el matrimonio no ha sido tocada.
El papa Francisco quiere que se ponga la doctrina al servicio de las personas: lo primero es la práctica de la misericordia siguiendo el ejemplo de Jesús. Es cierto que el papa insiste mucho sobre la escucha, la apertura, la comprensión, el discernimiento, el acompañamiento...
La presentación vaticana de la Exhortación nos invita a comprender que “el papa Francisco… sigue la gran tradición pastoral y prudencial de la Iglesia”… destaca en el texto dos criterios que deben guiar la lectura del mismo: el discernimiento y el acompañamiento. Este discernimiento nunca podrá prescindir de las exigencias de la caridad de la Iglesia”. Efectivamente las numerosas referencias a anteriores documentos, en particular de Juan Pablo 2° (divorcio, aborto) y Pablo 6° (contracepción), manifiestan un deseo de continuidad en la doctrina eclesial sobre la familia.
Pero hace falta ir más allá, cómo por ejemplo:
-        Dejar atrás las orientaciones desastrosas del papa Pablo 6° sobre la contracepción,
-        Reconocer la no existencia de lazo conyugal (la famosa 'nulidad') en muchos matrimonios,
-        Abrir ampliamente la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar,
-        Aceptar la validez del aborto en las 9 primeras semanas de gestación,
-        Reconocer la legitimidad de las uniones homosexuales,
-        Revisar la obligación del celibato sacerdotal,
-        Dar a las mujeres el protagonismo que se merecen tanto en la familia como en la Iglesia.
-        Etc.

2.      Una doctrina paralizadora para todos. He aquí unos ejemplos.
La novedad es la de un corazón bondadoso, un espíritu acogedor y una práctica misericordiosa con todos, más particularmente en las situaciones dolorosas. Pero quedan vigentes las normas

a)     A los divorciados vueltos a casar:
-        “El papa tiende la mano a los divorciadas y a las uniones de hecho” (AFP). Insiste en la acogida e integración activa en la Iglesia.
-        Reconoce que los errores y los fracasos son partes del amor y el matrimonio.
-        Aboga para hacer más ágil el reconocimiento de la nulidad de una anterior unión matrimonial.
-        No excomulga de nadie, pero reconoce que esta situación limita la comunión eclesial.

b)     Sobre las uniones homosexuales
-        No hay condena, pero reconoce el papa que las uniones homosexuales no se pueden equiparar con el matrimonio.
-        La norma es el reconocimiento respetuoso y la aceptación en la comunidad.

c)      En canto a la contracepción, se confirma las orientaciones del papa Pablo 6°, insistiendo en la libertad de decisiones responsables de la pareja.

d)     No se habla del celibato, tema actual y candente sobre la concepción del sacerdocio, afín de volver a la práctica de las primeras Comunidades cristianas.

e)      El papa francisco es limitado por la misma institución
-        No ha querido “jugar al llanero solitario”. Hubiera podido tomar otras decisiones: por su estatuto, el papa es ‘omnipotente’, pero no ha usado esta potestad.
-        No ha querido enfrentar la gran mayoría de los obispos que prefieren no cambiar ni el clero que no está preparado para los cambios que necesita la Iglesia sobre los temas de la familia.
-        Sigue la gran brecha entre la realidad del Pueblo de Dios y el pensamiento obsoleto de la jerarquía y el clero en general.

D. TAREAS PENDIENTES: Sacar provecho de las desilusiones

1.      Personalmente, esperaba más… sin muchas ilusiones.
Por eso encuentro las propuestas, sí, demasiadas tímidas... dejando al discernimiento y buena voluntad de cada uno. A mi parecer es demasiado corto, en particular para el clero (obispos y sacerdotes). Significa para ellos que poco van a cambiar en su cabeza y su práctica, si están en una línea tradicionalista. Da bastante pena.

2.      ‘El poder’ queda en mano de los obispos y el clero:
-        Las orientaciones del papa son abiertas, evangélicas y humanistas.
-        El papa busca descentralizar las decisiones sobre la Familia y da a los obispos y a las Conferencias Episcopales nacionales y continentales el poder de tomar decisiones apropiadas e “inculturadas” sobre la Familia.
-        Pero la gran mayoría de los obispos y del clero en general son muy tradicionales y contradicen -y hasta se oponen a- las opciones del papa. No están decididos a cambiar. Es la herencia de los nombramientos sistemáticamente tradicionalistas y de la formación pre-conciliar del clero, puesta en marcha por los dos papas anteriores.

3.      La autonomía de los bautizados

a)     Nuevas iniciativas laicas
-        Todo esto confirma que quiénes deban tomar más poder en la Iglesia son los laicos, tal como está comenzando a darse... Sigamos haciendo avanzar las cosas a todos los niveles: 'si los pies no avanzan, tampoco la cabeza".
-        Los criterios que nos guían son el ejemplo de Jesús y el ‘buen sentido de los fieles. Estas dos referencias se deben profundizar en los grupos de base tanto en la sociedad como en la Iglesia: Con los pobres organizados y creyentes, no vamos a equivocarnos.

b)     No ha de ser casualidad…
-        Seguramente el papa Francisco se dio cuenta que su Exhortación, en la forma, buscaba abrir muchas puertas, pero que, en el fondo, quedaba prisionero de la doctrina oficial.
-        El mismo día que firmaba la Exhortación, firmaba una carta sobre la autonomía de los seglares. Si el papa dirige prioritariamente su exhortación al clero mayoritariamente conservador, cuenta sobre el buen sentido de los seglares para enrumbar la Iglesia más eficazmente sobre el camino de Jesús.

CONCLUSIÓN

“Mucho ruido y pocas nueces”, pues no se cambia una institución que funcionó durante 16 siglos con los criterios del imperio romano; hace sólo 50 años que el Concilio Vaticano 2° quiso volver el Evangelio de Jesús. Parece que recién despertamos.
-        Por una parte, el papa Francisco no pudo más frente a las resistencias y oposiciones de los obispos tradicionalistas.
-        Por otra parte, no quiso más ya que el mismo papa Francisco optó -como lo dijo claramente desde el principio de su pontificado- por no tocar la doctrina. No se quiso enfrentar a un clero formado con orientaciones preconciliares tal como lo impuso el cardenal Joseph Ratzinger-Benedicto 16.
Al volver al mensaje y al ejemplo de Jesús, el papa Francisco confía que el Espíritu santo abra caminos de misericordia en los corazones de pastores muy alejados del rebaño y del Evangelio. Nos toca soportar muchas dificultades y continuar largas luchas… con la ayuda del Espíritu santo que no nos ha de fallar.
            Para terminar vale rezar la oración que nos confía el papa Francisco al final de su Exhortación.


 ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA.

Jesús, María y José, en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.



2.  TRES  BREVES  COMENTARIOS  CON  ACENTOS  POSITIVOS


CONTENIDO
­         Cómo entender la Exhortación, PROCONCIL.
­         Francisco continúa el cambio, ATRIO.
­         El papa abra las puertas a las transformaciones en la Iglesia, El País.


1. CÓMO ENTENDER LA EXHORTACIÓN, Redacción PROCONCIL.

Estimado/a amigo/a:
En relación con el nuevo documento publicado por el papa Francisco, Amoris Laetitia, sobre los temas abordados por los Sínodos acerca de la familia ya se ha escrito mucho y hay muchos matices en las opiniones.
Hay que pensar en que este documento no tiene por qué reflejar la opinión personal del papa, sino que trata de acoger el pluralismo y la diversidad -a veces duramente enfrentada-que han vivido los Sínodos. No sería lógico que una exhortación apostólica postsinodal se hiciera al margen de lo que ha sido discutido.
Algo novedoso y propio en ella del espíritu que Francisco intenta alentar en la Iglesia: el espíritu de la misericordia, la alegría, el perdón, por encima de las condenas, la incomprensión, la dureza) y que abre nuevos caminos. Sin duda: el lenguaje, los énfasis, los matices, el apremio a los pastores para que lo sean realmente y muestren el rostro de un Dios Padre y Madre y no de un Dios Juez.
Recogemos aquí dos artículos breves, uno de la redacción de la revista digital Atrio y otro del periódico El País. Una voz desde la Iglesia y una desde la sociedad civil que nos parece que resaltan señas muy importantes de la identidad de este documento.


2. FRANCISCO CONTINÚA EL CAMBIO, Redacción de Atrio, 09-abril-2016.

Ya tenemos el resultado de los dos sínodos sobre la familia, precedidos de sendas encuestas globales a la opinión de todos los fieles.
Es un texto largo, profuso, que insiste en que nada cambia en la doctrina pero que abre las puertas a una consideración muy pragmática de cada una de las muchas situaciones por las que transitan las familias.
Puede parecer a alguien (¿o muchos?) que todo el proceso ha sido un parto de los montes, un escurridizo ratoncillo palabrero. Pero otros opinan (opinamos) que Francisco ha mantenido el tipo a pesar de la posición mayoritaria del episcopado actual, con una nueva manifestación de sentido común, del que se habla en reciente artículo de Iglesia Viva: Bergoglio y su revolucionario sentido común. <http://iviva.org/revistas/265/265-41-FORCINA.pdf>
Esta mañana nos llama la atención del editorial de El País que consideramos acertada.


2. 'EL PAPA ABRE LA PUERTA A TRANSFORMACIONES EN LA IGLESIA CON 'AMORIS LAETITIA', Editorial de El País, 9-4-2016.

Con la publicación ayer de su último documento sobre la familia -la exhortación apostólica Amoris Laetitia- el papa Francisco ha vuelto mostrar la habilidad que, en líneas generales, está caracterizando su pontificado. El texto, que había levantado expectación dentro y fuera de la Iglesia católica por tratar una de las cuestiones pendientes de la Iglesia respecto a la sociedad -la organización de la estructura familiar- opta por buscar el consenso entre las diferentes corrientes en lugar de correr riesgos que puedan llevar a enfrentamientos directos.
Sin concretar en exceso -por ejemplo en el caso de la comunión de los divorciados, pide flexibilidad a los sacerdotes para que "les integren en las comunidades" y para que "expresen su participación en diferentes servicios de la iglesia"- el sentido del documento es lo suficientemente amplio como para permitir un cambio real práctico en la postura de la institución sin variar la doctrina general. Y aunque algunos consideren esto una mera alteración cosmética, las 261 páginas en castellano de La alegría del amor pueden abrir un importante cambio de rumbo en la Iglesia respecto a cuestiones polémicas sin desencadenar una ruptura.
Tanto en este documento como en muchas de sus actuaciones Francisco ha optado por una estrategia interesante sobre el ejercicio del poder. La búsqueda del consenso genera críticas y a corto plazo parece inútil; al final, es lo más eficaz.

Subrayado esto, nos gustará  también recibir sus opiniones y comentarios.
Un abrazo fraterno
Emilia Robles



3.  “ ACOMPAÑAR,  DISCERNIR  E  INTEGRAR ”
Resumen,  Jesús  Bastante

Religión digital. Sáb. 9 de Abril 2016. Iglesia de a pie, abril 16.

El Papa pide a los obispos que abran las puertas de la comunión, caso por caso, a los divorciados vueltos a casar. “Acompañar, discernir e integrar”, claves de “Amoris Laetitia”, exhortación postsinodal. El texto incluye citas de Eric Fromm, Martin Luther King, Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Mario Benedetti. “No todas las discusiones doctrinales o morales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales”


"Acompañar, discernir e integrar". Estas tres palabras son las claves de bóveda de "Amoris Laetitia", la esperada exhortación apostólica del Papa Francisco tras las dos asambleas del Sínodo de la Familia y que puede leer aquí. Un texto abierto a las interpretaciones, que muestra el "estilo Francisco" y ese "precioso poliedro" que supone la Iglesia, y en el que se da un mayor énfasis en la misericordia y en la persona, frente a la rigidez de la doctrina.
Y es que, sin cambiar una coma de la misma, el Papa deja las manos libres a los obispos para que permitan la comunión, caso por caso, de los divorciados vueltos a casar; admite las bondades de otras realidades distintas al matrimonio canónico; y plantea una línea de actuación, una advertencia a los rigoristas: "No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales".
"El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre", clama el Papa, quien pide "evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones" porque "se trata de integrar a todos". Para Francisco, los divorciados vueltos a casar "pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas".
"No existen recetas sencillas", reconoce el Papa, quien se niega a "una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos", sino "un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares" que, atendiendo a la "ley de gradualidad", se aplique "la lógica de la misericordia pastoral".
Así, recuerda que "no están excomulgados", y que "pueden ser reintegrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles", evitando el escándalo pero caminando hacia "discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas".
Y es que "la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia", argumenta el Papa, quien critica a los que "nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores". Porque "la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas".
"Amoris Laetitia" es un texto preciso pero con muchas puertas abiertas, que a lo largo de sus 300 páginas, divididas en nueve capítulos y 325 párrafos (además de la oración conclusiva a la Sagrada Familia) se encuentra trufado de citas sinodales y de anteriores Papas, pero también de escritores e intelectuales como Eric Fromm, Martin Luther King, Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Mario Benedetti, de quien copia su fantástico "Si te quiero es porque sos/mi amor, mi cómplice y todo/y en la calle, codo a codo/somos mucho más que dos" para hablar del amor conyugal. Ignacio de Loyola, San Pablo o Santo Tomás son otros de los ejes "literarios" del texto, que también cuenta con una referencia fílmica: "El festín de Babette".
Muchos se sentirán defraudados, a un lado y otro del "precioso poliedro" de opiniones planteadas en las dos asambleas del Sínodo, y en la propia Iglesia. Pero lo cierto es que, aunque la doctrina formalmente no cambia, sí lo hacen, y mucho, las prácticas pastorales. Empezando por la premisa de trabajo de "Amores Laetitia": "Quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales". Esto es, como repite el Papa en varias ocasiones: la doctrina no lo es todo. "En la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella". Y es que "en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales".

EN EL PRIMER CAPÍTULO,…
… "A la luz de la palabra", Francisco repasa algunas de las referencias bíblicas de la familias, que culmina recordando la "emblemática escena que muestra a una adúltera en la explanada del templo de Jerusalén, rodeada de sus acusadores, y luego sola con Jesús que no la condena y la invita a una vida más digna".

EN EL CAPÍTULO SEGUNDO,
… "Realidad y desafíos de las familias", el Papa aborda la actualidad de las distintas realidades familiares. Con un fuerte tono de autocrítica a esa Iglesia del "no" que lamentablemente se había implantado en las últimas décadas.
Así, aunque subraya que "los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano", el Papa indica que "no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad".
"Al mismo tiempo -añade- tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica (...). Con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación. Tampoco hemos hecho un buen acompañamiento de los nuevos matrimonios en sus primeros años, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus lenguajes, a sus inquietudes más concretas. Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales".
"Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario", denuncia el Papa, quien añade que "durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales (...) ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas".
Prosigue la autocrítica: "Muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad. Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera".
El documento también es una defensa sin matices de la vida humana, recordando que "la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto", aunque admite que "la conciencia recta de los esposos (...) puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios". Un llamamiento de la paternidad responsable que se repite en varias ocasiones a lo largo del Amoris Laetitia.
Entre los desafíos, el documento apunta, sin detenerse demasiado en ello, en algunos desafíos, desde el fenómeno migratorio a la diferencia de sexos ("ideología del gender" o ‘género’); desde la cultura de lo provisorio a la mentalidad antinatalista y al impacto de la biotecnología en el campo de la procreación; de la falta de casa y de trabajo a la pornografía y el abuso de menores; de la atención a las personas con discapacidad, al respeto de los ancianos; de la deconstrucción jurídica de la familia o la violencia contra las mujeres. "El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas", apunta el Papa.
En cuanto a las uniones no matrimoniales, el Papa reconoce que "ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena", y aunque reconoce que "no pueden equipararse sin más al matrimonio", sí apunta que "debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad", también "las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo".

EN EL CAPÍTULO TERCERO…
… "La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia", Bergoglio comienza a plantear el núcleo de la instrucción: las "situaciones difíciles y familias heridas", y la responsabilidad de los pastores de "discernir bien las situaciones" porque "el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión".
Volviendo la mirada a las interpretaciones de la doctrina y de papas anteriores, Francisco retoma su defensa del "valor de la vida humana", insistiendo en que "de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a esa vida, que es un fin en sí misma y que nunca puede ser un objeto de dominio de otro ser humano". Por ello, reclama "la obligación moral de la objeción de conciencia" y, sobre el fin de la vida, reclama "la urgencia de afirmar el derecho a la muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la eutanasia" y rechazando "con firmeza la pena de muerte".

EN EL CAPÍTULO CUARTO,…
… "El amor en el matrimonio", Francisco repasa la famosa carta de San Pablo a los Corintios, repasando el amor servicial, compasivo, que no ofende, que es paciente, amable, que confía, espera y disculpa todo, y se detiene en la vida sexual del matrimonio, defendiendo "el sano erotismo" y la "dimensión erótica del amor".

EL CAPÍTULO QUINTO,…
… "Amor que se vuelve fecundo", reclama la paternidad responsable, que "no es procreación ilimitada", y el feminismo "cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad". Al tiempo, defiende que "el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación" y admira a los que optan por la adopción y la acogida de niños, "no sólo en los casos de esposos con problemas de fertilidad".

EL CAPÍTULO SEXTO,…
"Algunas perspectivas pastorales", arranca admitiendo que "a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias". En este punto, pone el acento en la "experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados", volviendo a dejar la puerta abierta al fin del celibato obligatorio en la Iglesia de Occidente.
Este capítulo ya aborda las "rupturas y divorcios" en el seno de la comunidad. Por primera vez, el Papa admite que en algunos casos, sobre todo cuando concurre violencia, "la separación es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia".
En cuanto al acompañamiento a separados y divorciados, el Papa aconseja "acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge", clamando por "una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis".
"A las personas divorciadas que viven en nueva unión, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que «no están excomulgadas» y no son tratadas como tales, porque siempre integran la comunión eclesial". Estas situaciones, añade el Papa, "exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que las haga sentir discriminadas, y promoviendo su participación en la vida de la comunidad". En este punto, Francisco recuerda las modificaciones para agilizar los procesos de nulidades, y anima a prevenir los divorcios mediante una adecuada pastoral antes y después del matrimonio, con especial atención al noviazgo.
El capítulo también habla de las relaciones homosexuales. "Deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar « todo signo de discriminación injusta », y particularmente cualquier forma de agresión y violencia". No obstante, el Papa recuerda que los padres sinodales mostraron su preocupación por la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio, y añade que "no existe fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas", entre ambas realidades.

EN EL CAPÍTULO SÉPTIMO,…
"Fortalecer la educación de los hijos", el Papa defiende la educación sexual como parte esencial de la educación de niños y adolescentes. "Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío", constata el Papa, quien apunta que "la educación sexual debería incluir también el respeto y la valoración de la diferencia, que muestra a cada uno la posibilidad de superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro".
"Tampoco se puede ignorar que en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación (...). Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido", sostiene Bergoglio.

CAPÍTULO OCTAVO
Pero, sin lugar a dudas, y como el propio Papa advierte en su prólogo, el capítulo más relevante -y el más largo- es el octavo, titulado "Acompañar, discernir e integrar la fragilidad". Y es que estas son las tres claves para comprender el estilo del Papa Francisco. "Acompañar, discernir e integrar".
En el contexto del Año de la Misericordia, Bergoglio plantea que "la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza (...). No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña".
Para Francisco, es preciso "valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio", como las parejas que conviven sin haberse casado, o los matrimonios no canónicos. "Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio".
"Es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva" pide el Papa. "Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza". En esta línea, Francisco apunta la "ley de gradualidad con la conciencia" propuesta por el Papa Juan Pablo II, y que sirve de marco para hablar de la cuestión, sin duda, más espinosa, la que ha capitalizado el debate entre los padres sinodales, y entre los distintos modos de entender la Iglesia, en los últimos tres años: los divorciados vueltos a casar.
"He querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar". Francisco lo tiene claro: "El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita". Por ello, "hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición ».
"Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia « inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio", insiste el Papa. Dicho esto, el Papa sostiene el "consenso general" que alcanzaron los padres sinodales respecto a los divorciados vueltos a casar. "Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral".
"Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia", admite el Papa, pero clama porque los obispos actúen "distinguiendo adecuadamente" con "una mirada que discierna bien las situaciones. Sabemos que no existen recetas sencillas".
La única receta es la siguiente: "Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral (...). Es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas. Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del Evangelio".
Habida cuenta la "innumerable diversidad de situaciones concretas", puede "comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas".
"Los divorciados vueltos a casar deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si hubo intentos de reconciliación; cómo es la situación del cónyuge abandonado; qué consecuencias tiene la nueva relación sobre el resto de la familia y la comunidad de los fieles; qué ejemplo ofrece esa relación a los jóvenes que deben prepararse al matrimonio. Una reflexión sincera puede fortalecer la confianza en la misericordia de Dios, que no es negada a nadie", señala el Papa.
Un discernimiento de obispo y sacerdotes que "deben evitar el grave riesgo de mensajes equivocados, como la idea de que algún sacerdote puede conceder rápidamente « excepciones », o de que existen personas que pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores". Francisco echa mano de la tradición de la Iglesia para hablar de "los condicionamientos y circunstancias atenuantes". "Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación llamada irregular viven en una situación de pecado mortal", ejemplifica Bergoglio.
"Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano", denuncia el Papa, quien afirma, con Santo Tomás de Aquino, que, aunque "las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar (...), en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares".
Por ello, "un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones « irregulares », como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aún detrás de las enseñanzas de la Iglesia « para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas».
"Es posible -concluye el Papa, que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia". "El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios".
En cualquier caso, Francisco recomienda "resonar la invitación a recorrer la 'via caritatis' (vía caritativa). La caridad fraterna es la primera ley de los cristianos" y aplicar "la lógica de la misericordia pastoral". "Para evitar cualquier interpretación desviada, recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza (...) La tibieza, cualquier forma de relativismo, o un excesivo respeto a la hora de proponerlo, serían una falta de fidelidad al Evangelio y también una falta de amor de la Iglesia hacia los mismos jóvenes", admite el Papa, quien sin embargo arguye "el peso de las circunstancias atenuantes -psicológicas, históricas e incluso biológicas-", del que "se sigue que, « sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día », dando lugar a « la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible».
"Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, « no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino»", constata el Papa, quien pide a los pastores que ayuden a los fieles a "asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes. El mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos".
"Es providencial que estas reflexiones se desarrollen en el contexto de un Año Jubilar dedicado a la misericordia, porque también frente a las más diversas situaciones que afectan a la familia, « la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona", subraya el Papa, quien recuerda que "Jesús se presenta como pastor de cien ovejas, no de noventa y nueve. Las quiere todas", de modo que a "todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros »".
"La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia", recuerda el Papa, quien critica a los que "nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas »".
"A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios -admite- . Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio".
Como conclusión, el Papa invita "a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia".

FINALMENTE, EL CAPÍTULO NOVENO,…
… "Espiritualidad matrimonial y familiar", el papa constata que "ninguna familia es una realidad perfecta y condicionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar (...). No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud del amor y de comunión que se nos ha prometido".



4.  M I S E R I C O R D I A   Y   A M O R
' Amoris  Laetitia '  como  punto  de  partida  y  no  solamente  de  llegada.

Entrevista con Cesar Kuzma (IHU/Adital).
Adital, abril 16.
*La entrevista es de Patricia Fachin.
Traducción de Susana Rocca.

César Kuzma es profesor e investigador de Teología en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro - PUC-Rio, donde cursó el doctorado en Teología. Es teólogo laico, casado y padre de dos hijos.

"El documento 'Amoris Laetitia' es el resultado de una etapa, pero no el fin de un camino. También Francisco es parte de un proceso. Y, como el propio nombre lo sugiere, Francisco es un proyecto de Iglesia; y este proyecto exige de cada fiel ya sea laico o laica, sacerdote obispo, religioso o religiosa, una nueva actitud, un desprendimiento, un abandonarse en la misericordia de Dios y un arriesgar ‘osado’ en su gracia, evalúa el teólogo.
"La misericordia es una llave para leer la Exhortación 'Amoris Laetitia' porque es una manera como Dios expresa su amor y es de esta forma que él nos invita a su seguimiento”, dice Cesar Kuzma al hacer su primer análisis del documento conclusivo del Sínodo para la Familia, publicado ayer (08-04-2016), por el Papa Francisco.
A la invitación de IHU On-Line, Kuzma respondió en la tarde de este viernes algunas cuestiones, en las cuales presenta sus primeras reacciones a la lectura de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. El teólogo llama la atención sobre el billete de Francisco junto al documento, el cual invoca la protección de la Sagrada Familia. Según él, "la iluminación de la Sagrada Familia exige de nosotros cristianos un entendimiento mayor, porque esta familia no surge perfecta, no surge plena, sino vulnerable. Es en la vulnerabilidad de la familia de Nazaret que Dios pone su morada en una joven muchacha frágil embarazada fuera del casamiento, y un trabajador justo.
Para Kuzma, entre los puntos esenciales para comprender la Amoris Laetitia, se destacan
-        "la realidad de las familias, que mismo siendo general, hace posible algunas percepciones;
-        la cuestión del amor, muy bien desarrollada, casi como un tratado para la pareja y para la familia, un verdadero profundizar la teología del matrimonio en cuanto sacramento;
-        y las cuestiones pastorales conflictivas, con destaque en el capítulo VIII”.
Agrega que "de acuerdo a lo esperado el documento tiene límites, pero debe ser visto como un proceso aún no concluido”. En relación a la comprensión de la realidad de la familia, Kuzma puntualiza que "la multiplicidad de las formas parece haber quedado un poco afuera” del discurso de Francisco. La reflexión sobre el amor por su parte, aun siendo otro "punto clave de la Exhortación”, se describe en un nivel que puede ser considerado utópico, o que justifica la descripción de la búsqueda, del caminar que el documento propone”. Sin embargo, menciona que "hay un límite humano en el amar: somos débiles, nos equivocamos, caemos, no logramos ver el todo”.
Acerca de las cuestiones pastorales, el teólogo destaca que "Francisco apuesta al discernimiento de la comunidad, en el foro personal e íntimo (en la conciencia) y en la vigencia de los pastores. Pero y entonces, ¿Eso será acogido? ¿De qué forma?” Y continúa: "Sería más cómoda una decisión más directa, pero por alguna razón él optó por no hacerla y trajo lo que ya se proyectaba en el Informe Final”.
Además recuerda que el capítulo VIII recupera 3 palabras que surgieron al final del Sínodo, tanto en el discurso del Papa como en el Informe Final: "acompañar”, "discernir” e "integrar”. A través de ellas -concluye- "el papa sugiere una mirada más a la persona que a la ley. (...) La respuesta es más profunda y Francisco quiere salir de lo normativo, quiere incentivar en la iglesia una actitud de atención, cuidado y misericordia”.

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Algunos pasajes de la entrevista.

IHU On-Line - Después de la realización de dos Sínodos de Obispos sobre la Familia, ¿cuál era la expectativa acerca de la publicación Amoris Laetitia en relación a los principales temas que fueron discutidos durante el Sínodo?
Cesar Kuzma
Bueno, es necesario decir ante todo que los dos Sínodos que presidieron y que dieron como resultado esta publicación (2014 y 2015), fueron los Sínodos más discutidos y más comentados de la historia de la Iglesia reciente. Es fácil encontrar los encantos y esperanzas que fueron suscitados en varios lugares, pero también las innúmeras tensiones que las "supuestas perspectivas pastorales crearon en las comunidades entre teólogos y obispos, y alrededor del propio papa, inclusive con pronunciamientos contrarios (y publicaciones) de personas muy próximas a él, que fueron lanzados intencionalmente en las vísperas de cada Sínodo. Estos son los hechos que deben ser considerados, porque frente a todo esto, se observa la actitud de Francisco, siempre discerniendo, sabiendo escuchar y hablar de manera correcta y en el momento oportuno. Este cuidado pastoral y al mismo tiempo el coraje de una respuesta nueva se vislumbraron en las Asambleas Sinodales y se observan también en el nuevo documento.
A mi modo de ver, esa proximidad con las discusiones tiene varias razones: la primera de ellas y la más obvia es la facilidad con que se multiplican las informaciones dentro de nuestra cultura actual, y que nos llegan rápidamente de acuerdo con la interpretación del medio o del agente que la transmite, pudiendo ser fiel o no, constructiva o no. También está el hecho de haber habido dos consultas públicas, y dos cuestionarios que fueron enviados a toda la Iglesia, que llegaron y fueron fructuosos en varios lugares, pero que también no llegaron por razones diversas en otros. Esta es una primera impresión.

Francisco y la Iglesia
Sin embargo, otros factores favorecen esta discusión y creo que es más importante considerarlos:
1.      la persona y la propuesta eclesial de Francisco, que desde el momento de su elección y desde sus primeras actitudes y discursos ofreció a la Iglesia la posibilidad de un "nuevo tiempo”, una primavera, como se llamó. Es preciso reconocer aquí que Francisco, como ningún otro en este tiempo moderno, está en la rueda de conversaciones y discusiones que tocan asuntos de Iglesia y más allá de ella, tanto de personas de Iglesia como de personas de fuera;
2.      después al celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II, que por primera vez hizo que la Iglesia revisitara algunos elementos esenciales de su comprensión eclesiológica y su misionaridad, y que tal vez con Francisco por todo aquello que implica tuvieran más fuerza. Un ejemplo de esto es el rescate de la sinodalidad, la colegialidad eclesial, la libertad de hablar y de caminar más allá de una visión monolítica de la Iglesia (y de la teología), el desprendimiento y la apertura a nuevas realidades, la propuesta de una iglesia en salida y que no tenga miedo de enfrentar y de "embarrarse” con los desafíos que nos llegan, siempre en actitud de diálogo, en pastoreo, aspectos característicos del Concilio Vaticano II;
3.      El tema en sí. Hablar de familia en la actual sociedad es hablar de un tema bastante querido y conflictivo, con muchas atenuaciones y percepciones. Sin embargo, Francisco entendió que el tema era necesario y urgente, porque nuevas situaciones merecían nuevas posturas y nuevas respuestas, no tanto doctrinarias sino pastorales;
4.      la propuesta de la misericordia que sabiamente él pone como Año Jubilar e invita a toda la Iglesia a esta reflexión. Si miramos atentamente a sus catequesis, a muchos de sus pronunciamientos y mismo a las intervenciones de las Asambleas de los Sínodos, se nota que el tema de la misericordia -que surge como algo fundamental para la Iglesia (pues Dios es misericordia, él afirma)- siempre fue evocado.

Misericordia: la llave para leer la Amoris Laetitia
Y, pienso yo, que la misericordia es una llave para leer la Exhortación Amoris Laetitia, porque es la manera como Dios expresa su amor y es de esta forma que él nos invita a su seguimiento, teniendo en nosotros el mismo sentimiento (cf. Filp. 2,5). Aun sabiendo que su recepción tendrá limitaciones, porque mismo trayendo y exaltando profundas verdades de fe bien desarrolladas, -es bueno que se diga-, éstas son leídas y entendidas en el actual contexto y siempre hay un límite. Es así como termina la Exhortación, reconociéndolas pero invitando a la familia y a la Iglesia a caminar en la esperanza.

IHU On-Line – ¿Cuál tiende a ser el impacto de la Amoris Laetitia en la iglesia y en el pontificado de Francisco de ahora en adelante?
Cesar Kuzma
La Amoris Laetitia refuerza el tema de la alegría del Evangelio en toda la Iglesia y ahora, de modo especial en la intimidad de la familia, que como Iglesia doméstica es llamada al anuncio y a esta nueva experiencia en el amor. Francisco tiene un modo pastoral de conducir a la Iglesia, él no quiere estar por encima, ni al frente, ni al lado, y motiva a la Iglesia a esta misma actitud: estar uno al lado del otro, porque el camino de fe es un camino que se recorre junto, comunitariamente, siendo la fuerza y la esperanza del otro, para el otro. El trata de traer esto para el documento y en muchas de sus líneas logra provocar esta reacción, cuando habla sobre la madre, sobre los padres, cuando hace la comparación con la casa, una casa donde se realiza la experiencia de Dios.
Observe que él parte de una experiencia propia y que él ofrece a la iglesia, también en este documento. Francisco no tiene la preocupación de responder a todo, hay límites en el documento, como también hay límites en su pontificado. Otras lecturas más críticas y más enfocadas en partes específicas van a profundizar estos datos. Sin embargo, eso es parte de la naturaleza humana de la Iglesia, que es peregrina. Pero él responde hábilmente lo que le llega, llenando con docilidad la experiencia del Reino que es siempre vida y libertad, camino y prontitud en una fe que exige apertura.

Resultado de una etapa
El documento es el resultado de una etapa, pero no el fin de un camino. También Francisco es parte de un proceso. Y como el mismo nombre sugiere, Francisco es un proyecto de Iglesia; y este proyecto exige de cada fiel, ya sea laico o laica, sacerdote obispo, religioso o religiosa, una actitud, un desprendimiento, un abandonarse en la misericordia de Dios y un arriesgarse "osado” en su gracia.
Repito aquí lo que él dijo en Aparecida, durante la JMJ: precisamos dejarnos sorprender por Dios. Trayendo eso al texto, lo que se quiso decir sobre la familia y sobre el amor, es en la familia y en la entrega de uno al otro que este amor se da y se hace pleno. Es en nuestra manera de ser padre, madre e hijo, en cada lugar, en cada tiempo, en la esperanza de una Iglesia y de familias (¡que son iglesias!), que caminan y se arriesgan a "embarrarse” en los caminos de la vida. El amor es un don recibido, lo que necesitamos hacer es acoger y decidir amar, aprendiendo y enseñando los gestos del amor. El documento exige una decisión, así como su pontificado.


5.  DECEPCIÓN  Y  ESPERANZA,  José  Arregui

Abril de 2016.

Me refiero a la Exhortación postsinodal del papa Francisco sobre la Familia: Amoris laetitia (la alegría del amor). Admiro el espíritu y el arte que exhibe el papa en este documento: se ha bandeado con mucha sutileza entre el sector episcopal más aperturista y el más conservador; ha traspasado furtivamente los límites estrechos que el documento final del Sínodo le había marcado; ha driblado hábilmente a defensas y delanteros sin perder el balón; ha apuntado al horizonte, más lejos, sin salirse del terreno acotado. Dice “no, pero sí”. Eso explica que el texto sea tan largo y prolijo, mucho menos cálido y fresco de lo que Francisco nos tiene habituados. Ha hecho lo que ha podido, y no es poco.
Pero me ha decepcionado. Y me ha hecho perder la cena que hace un año aposté a Itziar, mi mujer: a que, después del Sínodo, el papa abriría la puerta para que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar en la misa, aunque fuera tras el humillante “proceso penitencial” previsto. Pues bien, el papa no ha abierto esa puerta, por mucho que algunos pretendan que sí. Deja la decisión en manos del obispo, tras un proceso de discernimiento y conversión. Abre la puerta a que el obispo la abra, pero no es seguro que éste lo haga. Es como si dijera “sí, pero no”. He perdido, pues, la apuesta. Y el papa Francisco ha perdido una gran ocasión para dar un paso adelante mucho mayor, necesario. Es una pena.
Lo malo no es perder una apuesta con la pareja, pues las apuestas perdidas entre marido y mujer son ganancia para los dos. Y si alguien quería de verdad que yo ganara era ella, mi mujer. Pero en este caso hemos perdido los dos, no la esperanza, pero sí las expectativas puestas. Después de tantas semanas de Sínodo en Roma de tantos obispos venidos de todo el mundo, después de tanta palabra, de tanto tiempo y tanto gasto, seguimos estando donde estamos. Y hay tanto que cambiar, y es tan tarde… Solo queda la esperanza, que consiste en seguir caminando día a día. A eso sí nos anima el papa, ¡gracias! Pero ¿eran necesarios dos años de Sínodo episcopal para eso, para dejarlo todo en manos de unos obispos que no hemos elegido, de un episcopado que más que de este papa depende de los dos anteriores y del siguiente que no sabemos cómo será?
Por ahí van justamente mis preguntas decisivas. Ningún paso será determinante, ningún cambio será irreversible mientras no cambie de raíz el sistema de nombramiento de los obispos y, más fundamentalmente, el modelo clerical y predemocrático de Iglesia, con un papa plenipotenciario a su frente, elegido por unos cardenales elegidos por el papa elegido por los cardenales.
Mirad la sociología clerical: del clero joven de hoy saldrán los obispos de mañana, y los cardenales y el papa. Si no creyera en el Espíritu de la vida, perdería el aliento. No es la familia la que está en crisis, querido Francisco: simplemente ha cambiado y sigue cambiando, como todo lo que vive, aunque a veces los cambios nos puedan parecer demasiado acelerados. Es la institución eclesial la que está en crisis, en buena parte porque no cambia o cambia demasiado lentamente y pierde el ritmo de los caminantes de la vida.
He leído que esta Exhortación “marcará un antes y un después en pastoral familiar”. Bendita esperanza o bendito optimismo. ¡Ojalá sea así! En cualquier caso, esperábamos mucho más cuando todo esto empezó. Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, declaró: “El magisterio no está enyesado; es la doctrina acompañando al pueblo”. Constatamos con pesar que la doctrina sigue siendo de yeso y alejada del pueblo. El cardenal Kasper, refiriéndose a la futura Exhortación postsinodal, afirmó tajantemente: “El documento señalará el inicio de la mayor revolución en la Iglesia de los 1500 últimos años”. También él, quizás, ha perdido su apuesta.
La Exhortación apela a la misericordia más de 30 veces. Y relativiza la doctrina. ¡Gracias de nuevo, hermano papa Francisco! Pero el poder y la decisión siguen en manos de los “pastores”. Y la doctrina sigue siendo igual de rigurosa e insólita que antes: el matrimonio es indisoluble aunque el amor se haya disuelto. En cuanto a los homosexuales, llama a que sean acogidos y respetados en su dignidad, pero deja bien claro que no hay analogía, “ni siquiera remota”, entre el matrimonio homosexual y el heterosexual (y el Vaticano acaba de rechazar al diplomático homosexual propuesto por el Gobierno francés). ¿Basta una misericordia que no cambia la doctrina ni el Derecho Canónico? No, no basta.
A pesar de todo, seguiremos caminando, cuidando cada día la esperanza y la alegría del amor. Iremos a cenar y disfrutaremos. Partiremos el pan y comulgaremos con la Vida y con Jesús el Viviente.
Amigas, amigos, nos hallemos en situación “regular” o “irregular”, celebremos en paz la alegría del amor. Y comulguemos en paz, con la bendición de Jesús y seguro que también con la del papa Francisco.

http://blogs.periodistadigital.com/jose-arregi.php/2016/04/18/p383383#more383383




6.  LA  ALEGRÍA  DEL  AMOR :
DE  LA  DESILUSIÓN  A  LA  ESPERANZA

La  novedad  está  en  su  estilo  y  su  lenguaje
Francisco confía más en las familias que en muchos pastores
Marco A. Velásquez.
Religión Digital, 11 de abril de 2016.

Francisco consigue oxigenar y dar esperanza a las Iglesias locales.
Sólo que para alcanzar el umbral de la misericordia, tendrá que venir una nueva generación de pastores.

CONTENIDO
-        Preámbulo al documento
-        Novedad del documento
-        ¿A quién exhorta el papa Francisco?
-        Francisco escribe con las manos atadas
-        La fuerza de las minorías


Ha visto la luz la esperada exhortación apostólica de Francisco para las familias del mundo. Ha salido en el Año de la Misericordia, luego de un proceso sinodal que incluyó la Asamblea Extraordinaria de octubre 2014 y la Asamblea Ordinaria de igual mes en 2015.
Su contenido puede evaluarse por la potencial acogida de sus destinatarios, por la novedad de sus propuestas, por su capacidad de 'aggiornamento' (actualización) pastoral o por sus implicancias institucionales, entre otras formas. Sin embargo, hay una que es inevitable y es a partir de las expectativas que despertó; en otras palabras, por su potencial liberador o por su capacidad para alentar la esperanza. Éste es un intento en esa dirección.


PREÁMBULO DEL DOCUMENTO
A fines de octubre de 2013 el papa sorprendió a las conferencias episcopales del mundo con un cuestionario preparatorio de la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de la Familia. Eran 38 preguntas dirigidas a todas las comunidades cristianas de la Iglesia universal. Así estaba disponiendo un mecanismo efectivo para conocer el sensus fidelium (sentir de los fieles), con lo que conseguía elevar las expectativas de novedad a su máximo nivel, en temas de alta sensibilidad pública y social, como son las cuestiones de la familia. La respuesta de las comunidades fue generosa.
La asamblea extraordinaria de 2014 fue seguida con inusual expectación, recordando aquellos días en que la Iglesia despertaba el interés internacional con el desarrollo del Concilio Vaticano II. La conclusión de dicha asamblea marcó el pulso de la esperanza, como también despertó la alerta de una fuerte resistencia de grupos poderosos y conservadores al interior de la jerarquía.
La preparación de la asamblea ordinaria fue muy distinta. El cuestionario se complejizó en extremo, se triplicaron las preguntas y el tiempo de respuesta se redujo. La participación bajó ostensiblemente y el sensum fidelium quedó reducido a la pertinaz participación de unos pocos que, con más convicción que realismo, dieron testimonio de eclesialidad. En el desarrollo de la Asamblea primó el hermetismo, acabándose los reportes diarios de los contenidos, sustituidos por comentarios de un grupo selecto de personas autorizados que departían con la prensa.
Paralelamente, los grupos reticentes a los cambios se organizaron férreamente, creando pudorosos mecanismos de coerción de la libertad pontificia, con lo que consiguieron actualizar el bi-milenario conflicto entre legalismo y misericordia, el mismo con el que llevaron a la cruz a Jesucristo. Una conocida lista de cardenales rebeldes, utilizando inéditos medios de presión, fueron capaces de hacer sentir un clima cismático que marcó los preparativos y el desarrollo de la asamblea ordinaria del sínodo de la familia, convirtiéndola en un aconteciendo de profunda división eclesial.
Al término de la asamblea ordinaria, era evidente que Francisco tenía un nuevo dilema en su conciencia de pastor universal: sus deseos de promover una Iglesia abierta para acoger con misericordia a quienes no llegan a la Iglesia, eran limitados por la amenaza de un cisma eclesial de magnitud comparable a la Reforma de Lutero.
Siendo la unidad de la Iglesia una responsabilidad esencial del carisma pontificio, Francisco debía frenar sus impulsos reformistas y moderar los contenidos y alcances de su exhortación apostólica.


NOVEDADES DEL DOCUMENTO
La novedad de "la alegría del amor" está en su estilo y en su lenguaje. Francisco, de manera cercana y comprensible, aborda con amplitud los vericuetos y complejidades de la vida familiar, con un conocimiento y dominio de realidades que revelan a un pastor atento y comprensivo, formado por su pueblo, gracias al contacto cotidiano con la vida en las "barriadas" de su nostálgico Buenos Aires.
Atrás queda ese lenguaje doctoral y principesco que describía realidades genéricas, incluso enajenantes; dando paso a la vida concreta con sus luces y sombras. Atrás queda ese lenguaje moralizante, lleno de principios muchas veces impracticables, dando paso a la vida concreta, abordando hasta las pudorosas cuestiones de la sexualidad con naturalidad y humanidad. Queda en evidencia la semblanza del pastor que no admite tabúes y que se desborda con soltura en los más espinudos campos de la vida humana.
Francisco está consciente que toda esa pesada caterva magisterial no ha llegado a sus destinatarios, por lo que en amplios espacios de Amoris laetitia vuelve a recorrer los tediosos caminos del magisterio, pero con el lenguaje y la delicadeza del buen pastor, que trata de abajarse para alcanzar esa anhelada comprensión universal. Incluso en no pocos ámbitos, Francisco se transforma en un abuelo consejero que consigue conmover con la puericia de esas historias de niños y madres que, en la complicidad de la relación afectiva familiar, llegan a la conciencia de un pastor habituado a recorrer hogares, poblaciones y realidades concretas llenas de fecundidad humana.


¿A QUIÉN EXHORTA FRANCISCO CON "LA ALEGRÍA DEL AMOR"?
Francisco exhorta a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a los esposos cristianos y a todos los fieles laicos. Sin embargo, en extensos tramos de la lectura surge la pregunta insistente, ¿a quién está exhortando Francisco con la mayor parte de dicho documento?
Por el estilo y por la insistencia, como por la recurrencia, en amplios espacios del documento parece querer enseñar a sus colegas a ser buenos pastores. Así aflora el sello personal de quien comparte su experiencia profunda y que intenta traspasarla a quienes necesitan comprender a las familias. Es evidente que Francisco, confía más en las familias que en muchos pastores, porque los hechos muestran las dificultades que la Iglesia encuentra para llegar a esos núcleos vitales, donde cotidianamente la creatividad, la fuerza y el amor testimonian una lucha fecunda contra demasiadas adversidades. Se revela así una mirada llena de admiración y respeto a quienes caen, se levantan y siguen adelante. Describe en muchos aspectos una oda a la vida.
Su consejo a los protagonistas de la familia es como el del abuelo que, de tanto vivir, tiene autoridad moral para aconsejar; y lo hace sin desatino, con respeto y con admiración. Es imposible no prestar los oídos atentos, como se hace con un integrante más de la familia, que se toma la molestia para dar muchos y buenos consejos.


FRANCISCO ESCRIBE CON LAS MANOS ATADAS
En los temas controversiales, como el acceso a la comunión de las personas separadas y divorciadas vueltas a casar, así como en los temas relativos a las personas homosexuales es donde las expectativas parecen frustrarse.
Sin embargo, para sortear las dificultades doctrinales, con sagacidad ignaciana, el papa establece algunos principios que debieran regir la conducta de los pastores. A ellos los exhorta
-        a "dejar espacio a la conciencia de los fieles",
-        a la "apertura a la gracia",
-        a "mirar con amor a quienes participan en su vida de modo imperfecto",
-        a la obligación de "discernir bien las situaciones",
-        a comprender el matrimonio como "un proceso dinámico";
-        así también les recuerda que "las normas generales prestan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar todas las situaciones particulares".
De esta manera, radica gran parte de los problemas pastorales al discernimiento de los obispos locales, que como supuestos conocedores cercanos de la realidad local, pueden ejercer ese anhelado "discernimiento práctico". En este sentido, Francisco ratifica en los hechos que los obispos locales tienen más grados de libertad pastoral que el obispo de Roma, y esto es simplemente genial. Así, Francisco consigue oxigenar y dar esperanza a las Iglesias locales. Sólo que para alcanzar el umbral de la misericordia, tendrá que venir una nueva generación de pastores. Y mientras falten pastores misericordiosos, Francisco deja parte de los problemas pastorales en el ámbito de la conciencia de los fieles.
Respecto a las personas homosexuales, el documento deja no sólo una deuda, sino también una herida. Sólo dos puntos de la exhortación son dedicados a este realidad (251 y 252),
-        donde el primero aboga por el respeto que merecen y condena todo signo de discriminación;
-        mientras el segundo cierra cualquier posibilidad de reconocimiento de las relaciones homosexuales bajo el estatus matrimonial. Hay que reconocer que esto último no era esperable objetivamente como un fruto de Amoris laetitia.
La fuerza pontificia de aquella frase "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?" no aparece en el documento. Aquello ha quedado recluido en el ámbito de una suerte de censura. Y claro, si la misma Congregación para la Doctrina de la fe enmendó al papa en dicho terreno, no sólo por su afán de rehuir su deber de juzgar, sino por no hacerlo con pecadores públicos, proscritos de la salvación, como considera a las personas homosexuales activas.


LA FUERZA DE LAS MINORÍAS
Con la publicación de "la alegría del amor" unos se alegran y otros entristecen. Se alegran quienes con las estratagemas del poder, consiguieron subordinar a un papa en pos de sus amenazas cismáticas, doblegándolo a no transigir un ápice en la línea doctrinal. Se alegran porque sus tácticas han superado la prueba de la eficacia, y desde ahora reenfocarán sus energías a asegurar la elección de un sucesor de Pedro que restablezca el orden institucional amenazado por la peligrosa irrupción de la misericordia.
Los entristecidos son los mismos de siempre, los 'anawin' (pobres), aquellos que tienen puesta toda su confianza en Dios, porque saben que no existe poder humano que pueda asegurarles el porvenir, más que su fe. Entretanto, ese resto de Israel seguirá soñando con otra manera de ser Iglesia.

Marco A. Velásquez.



7.  L A   D I C H A   D E   A M A R S E,  Pedro  Pierre.

Artículo en El Telégrafo, abril de 2016.

Como es su estilo, el papa Francisco acaba de publicarse una Exhortación que retoma las conclusiones de los dos sínodos de los obispos católicos sobre la familia. Hace una reflexión vigorosa y muy abierta sobre “el amor en la familia”. Por una parte, vigorosa con los obispos y sacerdotes para que sean pastores atentos y respetuosos de todas las personas que pasan pruebas, dificultades y caídas en sus vida matrimonial, al ejemplo de Jesús que “se presenta como pastor de cien ovejas, no de noventa y nueve: A todas las quiere". Y, por otra, muy abierta con todas y todos porque pone como ley primera la misericordia y no las normas del derecho canónico o del catecismo católico, recordando la proclama de Jesús: “El sábado -día sagrado para los judíos- está al servicio del hombre y no el hombre al servicio del sábado”.
Recuerda el papa la grandeza del matrimonio y, para las parejas y las familias, ‘la dicha de amarse’ de verdad en un “amor libre y exclusivo”. Para recalcar la dimensión social del matrimonio, utiliza los bellos versos de un poema del uruguayo Mario Benedetti:
«Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos».
Todas las personas en dificultades van a encontrar en las palabras del papa la comprensión, la acogida, el respeto y el apoyo que muchas veces se les negó en la Iglesia. Es el caso de las parejas en unión de hecho la cual, bien vivida, es signo de la gracia y presencia de Dios. El papa reconoce a las parejas el derecho de separación no por conveniencia sino porque es “incluso moralmente necesaria frente a las violencias”. En cuanto a la contracepción reconoce el papa que la decisión final y responsable depende de la pareja. A los divorciados vueltos a casar, les dice que “quedan parte de la Iglesia, para que puedan comulgar en ciertos casos y ser integrados activamente en las actividades pastorales”. En cuanto a las uniones homosexuales advierte el papa que "no pueden equipararse sin más al matrimonio", pero sí apunta que "debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad". Afirma el papa que la vida matrimonial y familiar es un proceso lleno de aciertos y errores como de caídas y levantadas que se merece respeto y ayuda: “El que esté sin pecado eche la primera piedra”. Sólo para el aborto el papa no admite excepción; al mismo tiempo subraya que nadie se puede arrogar el derecho de condenar, marginar o peor expulsar. Advierte el papa que "no existen recetas sencillas" y que "en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales".
Así que el tono del escrito papal es positivamente esperanzador, concluyendo así: “No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud del amor y de comunión que se nos ha prometido". Allí está el secreto de ‘la dicha de amarse’.




8.  LA  IGLESIA  SOLTERA,  MASCULINA  Y  JERÁRQUICA 
HABLA  A  LA  FAMILIA.

Entrevista con Ivone Gebara. (IHU/Adital).

*La entrevista es de João Vitor Santos
Traducción de Patricia Pizzorno.

La filósofa y teóloga Ivone Gebara no oculta su decepción con la exhortación apostólica Amoris Laetitia: "ingenuamente esperaba que se dirigiese en primer lugar a las familias católicas, especialmente a aquellas que buscan seguir lo más fielmente posible, las orientaciones del papado".
Ivone pone de relieve la dificultad del laicado en comprender los textos, y la necesidad de una acción mediadora por parte del clero. "Los pobres que quieran entender algo del texto no podrán hacerlo en forma directa, sino siempre a través de la mediación interpretativa de obispos, sacerdotes, diáconos, etc.," puntualiza.
"En la Exhortación percibimos tolerancia hacia las personas consideradas víctimas, pero al mismo tiempo intransigencia frente a teorías y filosofías que podrían debilitar los cimientos del idealismo filosófico católico tan fuertemente presente en el texto," opina la teóloga.
Ivone Gebara es filósofa, religiosa y teóloga. Enseñó durante casi 17 años en el Instituto Teológico de Recife – ITER. Actualmente se dedica a escribir y dar cursos y conferencias en varios países del mundo, sobre hermenéuticas feministas, nuevos referentes éticos y antropológicos, y los fundamentos filosóficos y teológicos del discurso religioso. Entre sus trabajos más recientes publicados encontramos, entre otros: Compartilhar os pães e os peixes. O cristianismo, a teologia e teologia feminista (2008), O que é Cristianismo (2008), O que é Teologia Feminista (2007), As águas do meu poço. Reflexões sobre experiências de liberdade (2005).
En la siguiente entrevista, concedida por e-mail a IHU On-Line, Ivone cuestiona la forma en la que la exhortación manifiesta las ideas conservadoras, jerárquicas y masculinas de la Iglesia sobre las familias y sus múltiples posibilidades de configuración. "Una vez más la Iglesia se muestra como una jerarquía masculina y célibe, jerarquía que no se constituye en familia de acuerdo al modelo indicado, sino que critica comportamientos y define orientaciones de vida como si fuese experta en los complejos vericuetos del amor humano" analiza.


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IHU On-Line - ¿A quién va dirigida la exhortación? ¿Cómo explicar la cuestión de los destinatarios?
Ivone Gebara
Los destinatarios de la exhortación son claros. Aunque trate de la familia y del matrimonio cristiano, se dirige en orden jerárquico: a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos. Sigue el mismo estilo de las cartas, encíclicas y exhortaciones de los papas anteriores. Sin embargo, debido al tema, ingenuamente esperaba que se dirigiese en primer lugar a las familias católicas, especialmente a aquellas que quieren seguir, en la medida de lo posible, las orientaciones del papado.
Me sorprendió el hecho de que el Papa Francisco, queriendo estar cercano a los pobres y reiterando varias veces que tenemos que ir a las calles, escuchar a los pobres, abrazar su causa, una vez más escriba o firme un texto tan extenso y tan inaccesible tanto a los pobres, como a la gente común. Esto significa que los pobres que quieran entender alguna cosa del texto no podrán hacerlo en forma directa, sino siempre a través de la mediación interpretativa de obispos, sacerdotes, diáconos, etc. Nos enfrentamos una vez más al problema de la sutileza de los poderes religiosos y de su capacidad para mantener las mentes y los corazones sumisos a sus afirmaciones consideradas "verdades" según Dios o según la Biblia.
La tan mentada responsabilidad personal y colectiva queda reducida a la letra o a una retórica sin una eficacia significativa en la vida. Además, una vez más, la Iglesia aparece siendo antes que nada, una jerarquía masculina y célibe, jerarquía que no se constituye como una familia de acuerdo al modelo indicado, sino que critica comportamientos y define orientaciones de vida como si fuese experta en los complejos vericuetos del amor humano. Un cierto malestar invade a los/las lectores/as que esperaban reflexiones más simples y directas que pudiesen ayudar en la formación contemporánea de las conciencias, en el respeto a las diferencias y en la responsabilidad colectiva.


IHU On-Line – ¿El título de la Exhortación no es una invitación al amor?
Ivone Gebara
El hermoso título de la exhortación "La alegría del amor" más que una invitación al amor es una invitación a la reflexión a partir de lo cotidiano de nuestras relaciones. Sabemos que, si bien hay alegría en el amor, el título parece esconder las penas del amor, los sinsabores, las muchas frustraciones, los inevitables desacuerdos, los quiebres en la confianza, la crueldad humana que se manifiesta en la vida cotidiana. Por último, oculta a través de una poderosa y sutil actitud "paternal” la sumisión de los fieles a un mundo idealizado que no es el nuestro, a un mundo donde los poderes espirituales tienden a masacrar la compleja mezcla de nuestras vidas.
Lo más grave de todo esto es la justificación de las orientaciones e interpretaciones dadas a través de lo que entienden por "poder de Dios", no dudando en subordinar las conciencias a sus "opiniones", a menudo identificadas también con la libertad. Hay una ambigüedad que atraviesa todo el texto, especialmente en el uso de conceptos imaginados como "adquisición tranquila" de la comunidad de creyentes o como evidentes en la experiencia de muchos. Hay también una especie de defensa de la jerarquía de la iglesia que se presenta como el lado que sabe y tiene razón en la compleja historia del mundo de hoy. Es un lado que habla no como la publicidad consumista o como los grandes de este mundo y tampoco como los que transitan caminos que parecen ser contrarios al orden establecido por Dios. Los obispos vuelven a asumir su función magisterial incluso en asuntos que parecen escapar de su competencia.



9.  CARTA  DEL  PAPA  FRANCISCO  AL  CARDENAL  MARC  OUELLET,
Presidente  de  la  Pontificia  Comisión  para  América  Latina.

Adjuntamos carta de Francisco a propósito de clericalismo y autonomía de los laicos, para su difusión.
Servicio de Articulación CEB Continental. Abril de 2016.

"No es el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros".
El Papa denuncia el "clericalismo" y la creación de una "élite" de laicos en la Iglesia.
"Cuando nos desarraigamos como pastores de nuestro pueblo, nos perdemos".
Religión digital, 26 de abril de 2016.

A Su Eminencia Cardenal
Marc Armand Ouellet, pss.
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina

Eminencia:

Al finalizar el encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe tuve la oportunidad de encontrarme con todos los participantes de la asamblea donde se intercambiaron ideas e impresiones sobre la participación pública del laicado en la vida de nuestros pueblos.
Quisiera recoger lo compartido en esa instancia y continuar por este medio la reflexión vivida en esos días para que el espíritu de discernimiento y reflexión “no caiga en saco roto”; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios.
Precisamente es desde esta imagen, desde donde me gustaría partir para nuestra reflexión sobre la actividad pública de los laicos en nuestro contexto latinoamericano. Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar. El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir. Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin un rebaño al que está llamado a servir. El pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se lo sirve desde dentro. Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente.
Mirar al Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante del mismo nos posiciona en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratamos de una manera diferente. Esto nos ayuda a no caer en reflexiones que pueden, en sí mismas, ser muy buenas pero que terminan funcionalizando la vida de nuestra gente, o teorizando tanto que la especulación termina matando la acción. Mirar continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: “es la hora de los laicos” pero pareciera que el reloj se ha parado.
Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo. Por él y con la unción del Espíritu Santo, (los fieles) quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo (LG 10). Nuestra primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo (LG 9). El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción.
A su vez, debo sumar otro elemento que considero fruto de una mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II. No podemos reflexionar el tema del laicado ignorando una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar -y a las que les pido una especial atención- el clericalismo. Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados.
Hay un fenómeno muy interesante que se ha producido en nuestra América Latina y me animo a decir: creo que uno de los pocos espacios donde el Pueblo de Dios fue soberano de la influencia del clericalismo: me refiero a la pastoral popular. Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos. Sabemos que la pastoral popular como bien lo ha escrito Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, tiene ciertamente sus límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión, pero prosigue, cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente “piedad popular”, es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad... Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo. (EN 48). El Papa Pablo VI usa una expresión que considero clave, la fe de nuestro pueblo, sus orientaciones, búsquedas, deseo, anhelos, cuando se logran escuchar y orientar nos terminan manifestando una genuina presencia del Espíritu. Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en su “olfato”, confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo “propiedad” de la jerarquía eclesial.
He tomado este ejemplo de la pastoral popular como clave hermenéutica que nos puede ayudar a comprender mejor la acción que se genera cuando el Santo Pueblo fiel de Dios reza y actúa. Una acción que no queda ligada a la esfera íntima de la persona sino por el contrario se transforma en cultura; una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida (EG 68).
Entonces desde aquí podemos preguntarnos, ¿qué significa que los laicos estén trabajando en la vida pública?
Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Ahí encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias, intentando no solo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniarlo. ¿Qué significa para nosotros pastores que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres. Significa como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su esperanza. Abriendo puertas, trabajando con ellos, soñando con ellos, reflexionando y especialmente rezando con ellos. Necesitamos reconocer la ciudad -y por lo tanto todos los espacios donde se desarrolla la vida de nuestra gente- desde una mirada contemplativa, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas... Él vive entre los ciudadanos promoviendo la caridad, la fraternidad, el deseo del bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero (EG 71). No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones.
Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos. Por eso, debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe. ¡Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás! Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas —especialmente— para los habitantes urbanos. (EG 73) Es obvio, y hasta imposible, pensar que nosotros como pastores tendríamos que tener el monopolio de las soluciones para los múltiples desafíos que la vida contemporánea nos presenta. Al contrario, tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por nuestra gente o sin nuestra gente. Como diría San Ignacio, “según los lugares, tiempos y personas”. Es decir, no uniformizando. No se pueden dar directivas generales para una organización del pueblo de Dios al interno de su vida pública. La inculturación es un proceso que los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en donde está y con quién está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una determinada porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive, celebra y anuncia su fe. Con la idiosincrasia particular y de acuerdo a los problemas que tiene que enfrentar, así como todos los motivos que tiene para celebrar. La inculturación es un trabajo de artesanos y no una fábrica de producción en serie de procesos que se dedicarían a “fabricar mundos o espacios cristianos”.
Dos memorias se nos pide cuidar en nuestro pueblo. La memoria de Jesucristo y la memoria de nuestros antepasados. La fe, la hemos recibido, ha sido un regalo que nos ha llegado en muchos casos de las manos de nuestras madres, de nuestras abuelas. Ellas han sido, la memoria viva de Jesucristo en el seno de nuestros hogares. Fue en el silencio de la vida familiar, donde la mayoría de nosotros aprendió a rezar, a amar, a vivir la fe. Fue al interno de una vida familiar, que después tomó forma de parroquia, colegio, comunidades que la fe fue llegando a nuestra vida y haciéndose carne. Ha sido también esa fe sencilla la que muchas veces nos ha acompañado en los distintos avatares del camino. Perder la memoria es desarraigarnos de dónde venimos y por lo tanto, nos sabremos tampoco a dónde vamos. Esto es clave, cuando desarraigamos a un laico de su fe, de la de sus orígenes; cuando lo desarraigamos del Santo Pueblo fiel de Dios, lo desarraigamos de su identidad bautismal y así le privamos la gracia del Espíritu Santo. Lo mismo nos pasa a nosotros, cuando nos desarraigamos como pastores de nuestro pueblo, nos perdemos.
Nuestro rol, nuestra alegría, la alegría del pastor está precisamente en ayudar y estimular, al igual que hicieron muchos antes que nosotros, sean las madres, las abuelas, los padres los verdaderos protagonistas de la historia. No por una concesión nuestra de buena voluntad, sino por propio derecho y estatuto. Los laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales tenemos que servirnos.
En mi reciente viaje a la tierra de México tuve la oportunidad de estar a solas con la Madre, dejándome mirar por ella. En ese espacio de oración pude presentarle también mi corazón de hijo. En ese momento estuvieron también ustedes con sus comunidades. En ese momento de oración, le pedí a María que no dejara de sostener, como lo hizo con la primera comunidad, la fe de nuestro pueblo. Que la Virgen Santa interceda por ustedes, los cuide y acompañe siempre,

Vaticano, 19 de marzo de 2016.

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