José Comblin
A. ANTES DEL CONCILIO
La mayoría de los obispos que llegaron al Concilio Vaticano II no
entendían por qué y para qué habían sido convocados. No tenían proyectos
Pensaban como los funcionarios de la
Curia que el Papa solo podía decidirlo todo y no era
necesario convocar un Concilio. Pero
había una minoría muy consciente de los problemas en el pueblo católico sobre
todo en los países intelectualmente y pastoralmente más desarrollados. Allá
habían vivido episodios dramáticos de la oposición entre las preocupaciones de
los sacerdotes más metidos en el mundo contemporáneo y la administración
vaticana. Sabían lo que habían sufrido en el pontificado de Pio XII que se
oponía a todas las reformas tan esperadas por muchos. Todos los que buscaban
una inserción de la Iglesia
en el mundo contemporáneo, formado por el desarrollo de las ciencias, de la
tecnología y de la nueva economía así como por el espíritu democrático, se
sentían reprimidos. Había una élite de obispos y de cardenales que estaban muy
conscientes de las reformas necesarias y quisieron aprovechar la oportunidad
ofrecida providencialmente por Juan XXIII. La Curia no aceptaba las ideas del nuevo Papa y
muchos obispos estaban desconcertados, porque el modelo de Papa de Juan XXIII
era tan diferente del modelo de los Papas Pío´s, que se pensaba obligatorio
desde Pio IX.
Las comisiones preparatorias del Concilio eran claramente
conservadoras, y, por eso, el día de la apertura del Concilio las perspectivas
de los teólogos y peritos traídos por los obispos más conscientes eran bastante
pesimistas. Pero hubo el discurso de apertura de Juan XXIII, que rompía
decididamente con la tradición de los Papas anteriores. Juan XXIII anunció que
el Concilio no estaba reunido para hacer nuevas condenaciones de herejías, como
era la costumbre. Dijo que se trataba de presentar al mundo otra figura de la Iglesia , que la haría más
comprensible para los contemporáneos. La mayoría de los obispos no entendió
nada, y pensó que el Papa no había dicho nada porque no había mencionado
ninguna herejía. Para el Papa no se trataba de aumentar el número de dogmas,
sino más bien de hablar al mundo moderno en un lenguaje que pudiera entender.
Una minoría esclarecida entendió el recado y sintió que tendría el apoyo del
Papa en su lucha contra la
Curia.
El primero que descubrió esa estrategia fue don Manuel Larraín, obispo
de Talca, Chile, y presidente del CELAM. El, con don Helder Cámara - eran amigos íntimos, acostumbrados a trabajar
juntos – fueron a avisar a las cabezas del episcopado reformador. La Curia había preparado una
lista de miembros de las comisiones, escogidos de tal manera que se sabía que
aprobarían los textos curiales sin problema. Se trataba de rechazar las listas
preparadas por la Curia
y pedir que las comisiones fueran elegidas por el mismo Concilio. Los líderes,
cardenales Doepfner de Munich, Alemania,
Liénart de Lille, Francia, Suenens de Malinas, Bélgica, Montini de Milán y
algunos más tomaron la palabra y pidieron que el mismo Concilio nombrara a los
miembros de las comisiones, lo que fue aprobado con aclamaciones.
La conclusión fue que las nuevas comisiones rechazaron todos los
documentos preparados por las comisiones preparatorias, lo que fue una
afirmación del episcopado frente a la
Curia romana. El Papa estaba feliz. Claro que en pocas horas,
Manuel Larraín y Helder Cámara hicieron listas de los obispos latinoamericanos
que podían integrar las comisiones y otros hicieron lo mismo para los otros
continentes porque don Manuel Larraín ya tenía muchos contactos en el mundo.
Desde el inicio quedó claro que el concilio sería una batalla de cada hora
contra la Curia
romana. El Papa no tenía fuerza para
cambiar la Curia. Hasta
hoy los Papas son prisioneros de la
Curia que en principio depende de ellos. La administración es
más fuerte que el gobernante en la
Iglesia como en muchas naciones. La administración puede impedir
cualquier cambio solo por su inercia. Ni siquiera Juan Pablo II se atrevió a
intervenir en la
Curia. Impotente en Roma se fue al mundo en donde fue
aclamado triunfalmente.
La mayoría conciliar que el grupo de frente logró conquistar, no
quería ruptura y por eso siempre dio importancia a la minoría conservadora,
aunque pequeña, que representaba los intereses de la Curia y se identificaba con
ella. Por eso, muchos textos fueron ambiguos porque después de un párrafo
reformista venía un párrafo conservador que decía lo contrario. Por un lado se
anunciaban temas nuevos y luego se abría
espacio para los temas viejos de la tradición de los Papas Pío´s. Esa
ambigüedad perjudicó mucho la aplicación del Concilio.
La minoría conciliar y la
Curia no se convirtieron. Todavía se oponen a Vaticano II y
encuentran argumentos en los mismos textos conciliares conservadores. Cuando
Juan Pablo II citaba los textos del Vaticano II, citaba los textos más
conservadores, como si los otros no hubieran existido. Por ejemplo en la Constitución Lumen Gentium, claro está que el destaque es
el lugar dado al pueblo de Dios. Sin embargo, cuando se trata de la jerarquía,
el pueblo de Dios desaparece y todo continúa como siempre. En 1985 por
instigación del cardenal Ratzinger el pueblo de Dios fue eliminado del
vocabulario del Vaticano. Desde entonces ningún documento romano hace
referencia al pueblo de Dios, que era el tema importante de la constitución
conciliar. El cardenal Ratzinger había descubierto que el pueblo de Dios era un
concepto sociológico, aunque el concepto de pueblo no se encuentre en los
tratados de sociología. El pueblo no existe sociológicamente, porque es un
concepto teológico, bíblico.
Esta situación va a tener mucha importancia en la evolución ulterior
de Vaticano II en la
Iglesia. Desde el comienzo hubo un partido al que siempre se
dio importancia y poder, y que luchó contra todas las novedades. En las
elecciones pontificias que, como siempre son manipuladas por algunos grupos, el
problema de Vaticano II fue decisivo y los Papas fueron elegidos porque se
sabía de sus restricciones a los documentos conciliares en todo lo que tienen de nuevo. El Papa actual
puede vivir diez años más o más todavía. Después de él podemos pensar que será
elegido de nuevo un Papa poco comprometido con el Concilio, para usar un
eufemismo, porque los grupos que defienden esa posición son muy fuertes en la Curia y en el colegio de los
cardenales, y no hay señales de que los futuros nombramientos puedan traer
cambios de orientación. Los últimos nombramientos en la Curia son elocuentes.
B. DE 1965 A 1968
La historia de la recepción de Vaticano II fue determinada por un
acontecimiento totalmente imprevisto. 1968 es una fecha simbólica de la mayor
revolución cultural en la historia del Occidente, más que la revolución
francesa o la revolución rusa, porque
atinge la totalidad de los valores de la vida y todas las estructuras sociales.
A partir de 1968 hubo mucho más que una protesta de los estudiantes. Hubo el
comienzo de un nuevo sistema de valores y una nueva interpretación de la vida
humana.
Vaticano II respondió a los interrogantes y los desafíos de la
sociedad occidental en 1962. Los problemas tratados , las respuestas
propuestas, las discusiones sobre las estructuras eclesiales, las ideas sobre
una reforma litúrgica, todo eso había sido preparado por teólogos y
pastoralistas, sobre todo desde los años 30 en los países de Europa central,
Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza con algunas franjas en el norte de
Italia. Estaba reconstruida la sociedad europea destruida por la guerra y la Iglesia ocupaba un lugar
de destaque en la sociedad. Era el gobierno en Alemania, Italia, Bélgica.
Holanda y tenía participación en los gobiernos de Francia. En realidad, había perdido contacto con la clase
obrera, pero ésta ya estaba disminuyendo numéricamente por la evolución de la
economía hacia los servicios. El número de católicos practicantes estaba
disminuyendo, pero no de una manera que llamara la atención. La Iglesia tenía un clero
fiel, un episcopado bastante ilustrado, aunque poco reformista socialmente,
pero identificado con los partidos demócrata-cristianos. El gran problema de la Iglesia era la tensión
entre los sectores más comprometidos con
la nueva sociedad y el mundo romano de Pio XII, apoyado por las Iglesias
de países menos desarrollados y más tradicionalistas, como España, Portugal,
América latina, Italia, sobre todo al sur de Florencia, o de los pueblos
católicos del Sudeste europeo. Los problemas eran estructurales, y no
alcanzaban ni los dogmas ni la moral tradicional.
En 1968 comenzaba abruptamente una revolución total que atingía todos
los dogmas y toda la moral tradicional así como todas las estructuras
institucionales de la Iglesia
como de toda la sociedad. En 1968 Vaticano II habría sido imposible, porque no
habría nadie o casi nadie para entender lo que estaba pasando. Vaticano II
respondió a los problemas de 1962, pero no tenía nada para dar respuestas a los
desafíos de 1968. En 1968 el Concilio habría sido un Concilio conservador
asustado por las transformaciones culturales radicales que empezaban.
Las manifestaciones exteriores de la revolución de los estudiantes en
todo el mundo occidental desarrollado fueron reprimidas con facilidad, y, por
eso, muchos pensaron que sería un
episodio sin consecuencias importantes. En realidad, era el comienzo de
una era nueva que todavía está en pleno
desarrollo hoy día. 1968 significa cambio de toda la política, la educación,
los valores morales, la organización de la vida y la economía.
1968 es una fecha simbólica que evoca los grandes acontecimientos que
cambiaron el mundo en la década de los 60, sobre todo a partir de 1965.
1.
1968 significó una crítica radical de todas las
instituciones establecidas y de todos los sistemas de autoridad
Era la contestación global de toda la sociedad
organizada tradicional. La crítica se dirigía al Estado, a la Escuela en todos sus
niveles, al Ejército, al sistema jurídico, a los hospitales .Era una crítica a
todas las autoridades establecidas que mandan por la fuerza de las estructuras
y hacen de todos los ciudadanos los prisioneros de las instituciones. Claro
está que la Iglesia
católica está incluida en esa crítica. La Iglesia católica era el modelo típico de un
sistema institucional radicalmente autoritario. Ella fue inmediatamente atacada
y denunciada con vigor. Los cambios conciliares, tan tímidos, no podían
convencer a la nueva generación. Vaticano II era totalmente inofensivo si se
compara con la revolución cultural que
partió en 1968.
2.
1968 inició una lucha contra todos los sistemas de
pensamiento, lo que se llamó “los grandes relatos”
Los sistemas son formas de manipulación del
pensamiento, son expresiones de dominación intelectual. No se acepta ningún
sistema que tenga la pretensión de ser “la verdad”. Con eso sufren los dogmas y
el código moral de la Iglesia
católica, y toda su pretensión de “magisterio”. Vaticano II no podía ni
siquiera imaginar que fuera posible tal situación. Allá no hubo ninguna
discusión de ningún dogma y todo el sistema de pensamiento nunca fue
cuestionado. Ahora la nueva generación contesta todo el sistema doctrinal de la Iglesia católica, porque
ese sistema no permite el libre
ejercicio del pensamiento. No es que la
nueva generación quiera negar todo el contenido doctrinal, pero no quiere
aceptar todo un sistema sin discutirlo primero, y no quiere aceptarlo todo en
bloque. Quiere examinar cada elemento, aceptar o no aceptar.
3.
Simultáneamente hubo la explosión de la revolución
feminista
El descubrimiento de la píldora que permite evitar
la fecundación y, por lo tanto, facilita la limitación de la natalidad,
despertó un entusiasmo universal entre las mujeres que tomaron conocimiento de
la novedad. Era un elemento básico en la liberación de las mujeres, que dejaban de ser totalmente dependientes de
maternidades repetidas. Era una novedad para la Iglesia también. Nada
había en la Biblia
sobre esa tecnología. Los episcopados de los países más desarrollados
socialmente, los teólogos consultados por el Papa manifestaron que no había
nada en la moral cristiana que pudiera condenar el uso de la píldora. Pero el
Papa se dejó impresionar por el sector más conservador aunque minoritario, y
publicó la encíclica Humanae Vitae
que fue como una bomba. Muchos no podían creer que el Papa hubiera firmado esa
encíclica. Fue una revuelta inmensa entre las mujeres católicas. Estas no aplicaron la prohibición papal y
aprendieron la desobediencia. De esa fecha viene la huida de las mujeres. Ahora
bien las mujeres son las que trasmiten
la religión. Cuando las mujeres dejaron de enseñar la religión a sus hijos,
aparecieron generaciones que lo ignoran todo del cristianismo. Muchos obispos
quedaron destrozados, pero nada podían
hacer porque el Concilio no había tocado en nada en el ejercicio del primado
del Papa. El Papa decide solo, aún contra todos. Era el caso: el Papa había
decidido contra los obispos, los teólogos, el clero, los laicos que eran
informados. Por desgracia, fue obra del Papa Pablo VI, que por tantos meritos
en la historia del Concilio, aparecía como hombre de apertura. ¿Porque
justamente él? De otro Papa se habría entendido mejor, aunque el efecto
producido hubiera sido igual. Para muchos,
Humanae vitae era como un
desmentido dado a Vaticano II: ¡nada había cambiado!
4.
1968 y la sociedad de consumo
Hasta entonces el consumo estaba orientado por las
costumbres. Había un consumo moderado y limitado. Los ricos no hacían
ostentación de su riqueza. No había rendimientos escandalosos. El consumo
dependía de la regularidad de la vida: comidas regulares e tradicionales,
fiestas tradicionales con gastos
tradicionales, dentro de un ritmo de vida en el que el trabajo ocupaba el lugar
central. A partir de la década de los 60, el trabajo dejó de ser el centro de
la vida. En adelante, en el centro está la busca del dinero para poder pagar
las vacaciones, los fines de semana, las fiestas que se multiplican
indefinidamente, y el consumo festivo. El trabajo es lo que permite el consumo.
El trabajo agrícola desaparece en los países más desarrollados, el trabajo
industrial disminuye, y los servicios no ofrecen ninguna satisfacción humana
por ser aburridos La mismas estructuras sociales estimulan el consumo, y los que no pueden
consumir se sienten rechazados por la sociedad. Desde entonces la gente gasta
lo que no tiene y paga en 12, 48, 70 meses sus compras. Se puede consumir sin
poder pagar inmediatamente. Se paga después de años. Los jóvenes no tienen
normas, gastan lo más que pueden.
5.
El capitalismo descontrolado
La supresión de todas las leyes que controlan los
movimientos de capitales estimula la carrera hacia la riqueza. Una nueva moral
cualifica a la gente por el dinero que acumula y por la ostentación de su
riqueza. En adelante los dueños del capital hacen lo que quieren y como quieren
con el riesgo de provocar crises
financieras de las que las víctimas son
los pequeños. Hasta la queda del comunismo en la URSS el magisterio luchaba
contra ese comunismo y poca atención daba al crecimiento rápido de una nueva
forma de capitalismo. En América latina, la Iglesia reacciona muy timidamente a la conquista
económica por los grandes centros capitalistas mundiales. En la práctica, la Iglesia va a olvidarse de Gaudium et Spes y aceptar la evolución
del capitalismo descontrolado. La doctrina social de la Iglesia perdió todo
significado profético porque en la práctica nada se aplicó a casos concretos. En la práctica el magisterio
aceptó el nuevo capitalismo.
Nada de eso fue provocado por el Concilio. No se
puede atribuir a Vaticano II todo lo que sucedió como consecuencia de la gran
revolución cultural del Occidente. Pues esa revolución tuvo inmediatamente
repercusiones en la juventud de la Iglesia. Todos sintieron que la institución de la Iglesia estaba profundamente
cuestionada y desprestigiada. Ese desprestigio no vino de Vaticano II sino de
la gran crisis cultural. El efecto más visible fue la crisis sacerdotal. Unos
80.000 sacerdotes dejaron el ministerio. Casi todos los seminaristas
abandonaron los seminarios. Esto fue atribuido al Concilio por todos sus
adversarios. En realidad no había nada en Vaticano II que pudiera explicar ese
acontecimiento, Tampoco la huida de millones de católicos laicos se explica por
Vaticano II. Pero todo se explica por la revolución cultural de la
juventud. Sin embargo, los mismos Papas Juan Pablo II y Benito XVI
hicieron varias veces alusiones a ese argumento, aunque no se atrevieron a
expresarlo más claramente
C. LA REACCIÓN DE LA IGLESIA FUE LO QUE SE PODÍA
TEMER
Los Papas y muchos obispos aceptaron el argumento de los conservadores
de que los problemas de la
Iglesia venían del Vaticano II. Varios teólogos que habían
sido defensores y promotores de los documentos conciliares, cambiaron y
adoptaron la tesis de los conservadores, entre ellos el mismo Papa actual.
Decían que el Concilio “fue mal interpretado”. Por eso, el Papa convocó un
sínodo extraordinario en 1985 por ocasión de los 20 años de la conclusión
del Concilio para luchar contra las
falsas interpretaciones y dar una interpretación correcta. En la práctica la
nueva interpretación, la “correcta”, consistía en suprimir todo lo que había de
nuevo en los documentos de Vaticano II. Una señal muy simbólica fue la
condenación de la expresión “pueblo de
Dios“. Se acabó la época de las experiencias, decía Juan Pablo II. Prácticamente, lo que se hizo, fue rehacer lo
que hizo después de la Revolución francesa:
cerrar las puertas y las ventanas para cortar la comunicación con el mundo
exterior y reforzar la disciplina para evitar las huidas. Pero no se logró
evitar las huídas. El problema es que la Iglesia ya no tiene un inmenso campesinado pobre.
En América latina los pobres se van a los evangélicos.
Desde entonces en el lenguaje oficial se hace referencia
al Concilio, pero su mensaje permanece ignorado. El Concilio permanece en la
memoria y en la fundamentación de las minorías sensibles a la evolución del
mundo, que buscan en él argumentos para
pedir cambios y respuestas a los desafíos del mundo actual. La juventud,
incluso los nuevos sacerdotes, no sabe lo que fue ese Concilio Vaticano II, que
para ellos no ofrece ningún interés. Están más interesados en el catolicismo
anterior a Vaticano II con su seguridad,
sus bellezas litúrgicas y la justificación de un autoritarismo clerical
que les salva de los problemas
La reacción de la
Iglesia fue la vuelta a la disciplina anterior. El símbolo de
esa reacción fue el nuevo código de derecho canónico en el que se mantiene toda
la estructura eclesiástica del código de 1917 con a veces un lenguaje menos
autoritario y más florido. El nuevo código cerró las puertas a todos los
cambios que se podrían inspirar en Vaticano II. Hizo Vaticano II históricamente
inoperante.
En el mundo, la prioridad dada a la lucha contra el comunismo – un
comunismo ya en plena decadencia – hizo que la Iglesia aceptara con
silencio – los silencios de la doctrina social de la Iglesia , decía el padre
Calvez – el capitalismo desenfrenado que se instaló en la década de los 70. En
América latina el Vaticano apoyó las dictaduras militares y condenó todos los
movimientos de transformación social a nombre de la lucha contra el comunismo.
Desde el gobierno de Reagan la alianza con los Estados Unidos fue fiel hasta la
guerra de Iraq que al fin abrió los ojos del Papa por un momento. En esa forma la Iglesia se aliaba con los
poderosos del mundo y se condenaba a ignorar el mundo de los pobres en su
pastoral real. Los nombramientos episcopales fueron altamente significativos.
En América latina la reacción de la Iglesia a la revolución cultural que empezó en el
mundo desarrollado, fue muy dolorosa. Destruyó algo nuevo que estaba naciendo.
Pues, en América latina, Vaticano II significó un cambio real. El Concilio
Vaticano II fue lo que convirtió el episcopado y buena parte del clero y de los
religiosos. Antes, hubo sacerdotes, religiosos, laicos y también obispos que
habían hecho una opción por los pobres. En Roma los obispos latinoamericanos se
encontraron y fueron evangelizados por los obispos de la opción por los pobres.
El CELAM, con la aprobación de Pablo VI, convocó la asamblea de Medellín que
cambió los rumbos de la
Iglesia porque sacó del concilio conclusiones prácticas.
Decidió la opción por los pobres y el compromiso por un cambio social radical,
legitimó las comunidades eclesiales de base y la formación de los laicos por la Biblia , por la acción
política. Las CEBs fueron una estructura nueva en la que los laicos tenían una
real iniciativa y un real poder aunque limitado. En varias regiones, Medellín
no fue aceptada o no fue aplicada. Pero hubo regiones importantes en las que
Medellín cambió la Iglesia
y fue la aplicación de Vaticano II.
Todo ese movimiento fue atacado
sistemáticamente en Roma con argumentos proporcionados por sectores
reaccionarios de América Latina. Desde 1972 la campaña contra Medellín fue
dirigida por Alfonso López Trujillo. A pesar de esa campaña, en Puebla en 1979,
Medellín todavía se salvó. Pero en el pontificado de Juan Pablo II la presión
aumentó. Las advertencias romanas, los nombramientos episcopales, las
expresiones de represión en contra de los obispos más comprometidos con
Medellín tuvieron efecto . La condenación de la teología de la liberación en 1984 quería dar el golpe final. La carta
del Papa a la CNBB
el año siguiente limitó un poco el alcance de la condenación, pero la teología
de la liberación todavía es algo sospechoso.
D. LO QUE QUEDA DEL VATICANO II
Hoy en día, las reformas logradas por Vaticano II nos parecen muy
tímidas y totalmente inadecuadas por su insuficiencia. Habrá que ir mucho más
lejos porque el mundo ha cambiado más en los últimos 50 años que en los 2.000
años anteriores.
De Vaticano II destacamos lo siguiente que debe permanecer como una
base para las reformas futuras.
1.
El retorno a la Biblia como referencia permanente
de la vida eclesial por encima de todas las elaboraciones doctrinales
ulteriores, por encima de los dogmas y de las teologías.
2.
La afirmación
del pueblo de Dios como participante activo en la vida de la Iglesia , tanto en el
testimonio de la fe como en la organización de la comunidad, con una definición
jurídica de derechos y con recursos en
los casos de opresión por parte de las autoridades.
3.
La afirmación
de la Iglesia
de los pobres.
4.
La afirmación
de la Iglesia
como servicio al mundo y sin busca del poder.
5.
La afirmación
de un ecumenismo de participación más íntima entre las Iglesias cristianas.
6.
La afirmación
del encuentro entre todas las religiones, o pensamientos no religiosos.
7.
Una reforma
litúrgica que use símbolos y palabras comprensibles para los hombres y las
mujeres contemporáneos. Las comisiones formadas después de Vaticano II dejaron
muchas palabras y símbolos totalmente
sin significado para los cristianos de hoy y obstáculo para la misión.
D. LAS CONDICIONES DE LA HUMANIDAD ACTUAL EN ESTADO
DE RADICAL TRANSFORMACIÓN
1.
¿Cómo entender la fe?
Desde la modernidad muchos cristianos perdieron la
fe o pensaron que la habían perdido, porque tenían una idea equivocada de la
fe. Actualmente ese fenómeno se multiplica porque la formación intelectual se
ha desarrollado y muchos se quedan con una consciencia religiosa infantil o
primitiva que rechazan o pierden cuando llegan a la adolescencia.
Los pueblos primitivos de cultura oral y los niños
creen en los objetos religiosos como en los objetos de su experiencia. Por eso
es fácil llegar a pensar que la fe es algo como la experiencia inmediata.
Cuando se dan cuenta que ya no pueden creer en los objetos de la religión en
esa forma porque nació el espirito crítico, creen que pierden la fe, porque la
confunden con su conciencia religiosa infantil.
La fe es diferente de la experiencia inmediata, del
conocimiento científico o del conocimiento filosófico. El objeto de la fe es
Jesucristo, la vida de Jesucristo. Es dar adhesión a esa vida y adoptarla como
norma de vida porque tiene un valor absoluto, porque esa vida es la verdad, es
así que debemos ser hombre o mujer. No es una evidencia que no permite dudas.
Es una percepción de verdad, que nunca suprime una franja de duda, porque
siempre es un acto voluntario, y porque no se ve esa verdad. El creyente no se
siente obligado a creer. Es un acto de entrega de su vida, la elección de un
camino. No hay evidencia de que Jesús vive y está en nosotros, pero se reconoce
porque se siente una presencia que es un llamado repetido a pesar de todas las
dudas.
Hoy día el Papa condena como relativismo fenómenos
propios del ser humano actual que ya no puede entender la manera tradicional de
conocer los objetos de la religión. Estos no son parte de su experiencia de
vida. La fe es conocimiento de la vida de Jesús de una manera totalmente
especial sin comparación con las certidumbres que se están adquiriendo en la
vida de cada día. Esta condición del ser humano actual supone una profunda
revisión de la teología de la fe. Esta revisión de la teología ya se está
haciendo pero no se divulga, lo que
permite que millones de adolescentes pierdan la fe más que nunca, porque no se
les explica lo que es.
2.
La religión
Nuestros contemporáneos dejan los actos litúrgicos
oficiales de la Iglesia ,
porque los encuentran aburridos. La misa habitual es aburrida, salvo en algunas circunstancias muy
especiales en las que aparecen miles de personas. La repetición de lo mismo es
aburrida. La repetición de “domingos del
año” durante tantas semanas es algo aburrido. El lenguaje litúrgico es peor,
porque se hace en lengua popular. Cuando
la liturgia era en latín, era mejor porque no se entendía. Una vez que se
entiende, se nota que el estilo es insoportable. Usa un lenguaje pomposo, formalista, lenguaje de corte:
“humildemente pedimos…”: nadie habla así. “Asociamos nuestra voz a la voz de
los ángeles…” Formula convencional que no responde a nada en la vida. Hay
cientos de fórmulas semejantes. Los carismáticos salvan la situación, pero su
liturgia está lejos de ser una introducción al misterio de Jesús.
3.
La moral.
Nuestros contemporáneos no aceptan códigos de moral y que se les
impongan o prohíban conductas porque están en el código. Quieren entender el
valor de los preceptos o de las prohibiciones. O sea, están descubriendo la conciencia
moral que hace descubrir el valor de los actos. No aceptan la voz de una conciencia
que no es nada más que la voz del “superego”. Antes la base de la moral
cristiana era la obediencia a la autoridad. Había que hacerlo o no hacerlo,
porque la Iglesia
lo mandaba o lo prohibía. Por eso,
tantas veces los laicos preguntaban: ¿esto se puede hacer? Si el sacerdote
decía que sí, el problema moral estaba solucionado. Ahora bien, esto pertenece
al pasado.
4.
La comunidad.
El cristianismo es comunitario. Pero las formas
tradicionales de comunidad tienden a debilitarse. La misma familia perdió mucho
de su importancia porque los miembros de la familia se encuentran menos. La parroquia actual perdió el sentido
de comunidad. Están apareciendo muchas nuevas formas de pequeñas comunidades
basadas en la libre elección. Esas comunidades tendrán la capacidad de celebrar
la eucaristía, lo que supone una persona apta para presidir la eucaristía en
cada grupo de unas 50 personas. No hay ninguna dificultad de doctrina, porque
en los primeros siglos la situación era esa y no hubo problema. Esto es
fundamental porque una comunidad que no se une en la eucaristía, no es
realmente comunidad cristiana. Los sacerdotes a tiempo completo estarán
alrededor del obispo de cada ciudad importante para evangelizar todos los
sectores de la sociedad urbana.
Claro está que no sabemos cuándo o cómo se llegará a
eso. Es poco probable que un Concilio que reúna únicamente obispos pueda
descubrir las respuestas a los desafíos del tiempo. Las respuestas no vendrán
de la jerarquía, ni del clero, sino de laicos que viven el evangelio en medio
del mundo que entienden. Por eso tenemos que estimular la formación de grupos
de laicos comprometidos al mismo tiempo con el evangelio y con la sociedad
humana en la que trabajan.
Vaticano II quedará en la historia como una
tentativa de reformar la
Iglesia al final de una época histórica de 15 siglos. Su
único defecto fue que vino demasiado tarde. Tres años después de su clausura
estaba cayendo en la mayor revolución cultural del Occidente. Sus detractores
lo acusaron de todos los problemas surgidos de esa revolución cultural, y, con
eso, lo mataron. Pero Vaticano II permanece como una señal profética. En medio de una Iglesia
prisionera de un pasado que no sabe superar, es una voz evangélica. No pudo
reformar la Iglesia como quería, pero
fue un llamado a mirar hacia el porvenir. Aun hay movimientos poderosos que
predican la vuelta al pasado. Tenemos que protestar. Cuando personas que nada
entienden de la evolución del mundo contemporáneo y quieren refugiarse en un
pasado sin apertura hacia el futuro, tenemos que denunciar. Para nosotros
Vaticano II es Medellín. También quisieron matar Medellín. Medellín permanece
como el farol que nos muestra el camino.
ÚLTIMA REFLEXIÓN
El porvenir de la
Iglesia católica está naciendo en Asia y en África. Será muy
diferente. A los jóvenes hay que decirles: ¡Aprendan
el chino!
Texto póstumo de
José Comblin enviado por Hna. Mónica Muggler el 25 de Julio 2011, a Movimiento Teología
para la Liberaciòn
- Chile
Publicado en A Cincuenta años del Concilio
Vaticano II: Verdaderas luces y urgentes desafíos, revista Alternativas - Revista de
análisis y reflexión teológica, año 18, no 41, 2011, Editorial Lascasiana, Managua,
Nicaragua, pp. 11-24.
Correo:
opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
[1] Publicado en
A Cincuenta años del Concilio Vaticano
II: verdaderas luces y urgentes desafíos, revista Alternativas - Revista de
análisis y reflexión teológica, año 18, no 41, 2011, Editorial Lascasiana,
Managua, Nicaragua, pp. 11-24
No hay comentarios:
Publicar un comentario