TRANSICIÓN ECOLÓGICA HACIA UNA SOCIEDAD BIOCENTRADA, Leonardo Boff
ALAI - 21/06/2020.
Para
comprender el significado del coronavirus, tenemos que encuadrarlo en su debido
contexto, no verlo aisladamente bajo la perspectiva de la ciencia y de la
técnica siempre necesarias. El
Coronavírus viene de la naturaleza, contra la cual los seres humanos,
particularmente a través del capitalismo global desde hace siglos, llevan a
cabo una guerra sistemática contra
esta naturaleza y contra la Tierra.
EL CAPITALISMO
NEOLIBERAL GRAVEMENTE HERIDO
Concentrémonos
en la causa principal que es el orden
capitalista. Conocemos la lógica del capitalismo. Él se caracteriza por explotar hasta el límite la fuerza de
trabajo, por el pillaje de los bienes y servicios de la naturaleza, en fin, por
la mercantilización de todas las
cosas. De una economía de mercado hemos pasado a una sociedad de
mercado. En ella las cosas inalienables se transforman en mercancía: Karl Marx
en su Miseria de la Filosofía de 1847, lo ha descrito bien: “Cosas
intercambiadas, dadas pero jamás vendidas… todo
se ha vuelto venal como la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la
conciencia… todo se ha vuelto vendible y llevado al mercado». Él llamó a
esto el “tiempo de la corrupción general y de la venalidad universal”
(ed. Vozes 2019, p.54-55). Es lo que se implantó desde el fin de la segunda
guerra mundial.
Nosotros
seres humanos, bajo el modo de producción capitalista hemos roto todos los lazos con la naturaleza, convirtiéndola en un
baúl de recursos, considerados ilusamente ilimitados, en función de un
crecimiento considerado también ilusamente ilimitado. Resulta que un viejo y
limitado planeta no puede soportar un crecimiento ilimitado.
La
Tierra viva, Gaia, un superorganismo que articula todos los factores para
continuar viva y producir y reproducir siempre todo tipo de vida, ha empezado a
reaccionar y a contraatacar mediante el calentamiento global, los
eventos extremos en la naturaleza, y el envío de sus armas letales, que son los
virus y las bacterias (gripe porcina, aviar, H1N1, zika, chikungunya, SARS,
ébola y otros), y ahora el de la COVID-19, invisible, global y letal.
Este
virus ha puesto a todos de rodillas,
especialmente a las potencias militaristas cuyas armas de destrucción masiva
(que podrían destruir toda la vida varias veces) resultan totalmente superfluas
y ridículas.
A
propósito de la COVID-19 ha quedado claro que cayó como un meteoro rasante
sobre el capitalismo neoliberal desmantelando su ideario: el beneficio, la
acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el
estado mínimo y la privatización de la cosa pública y los bienes comunes.
Ha sido gravemente herido. Ha producido demasiada iniquidad humana, social y
ecológica, hasta el punto de poner en peligro el futuro del sistema-vida y del
sistema-Tierra. Mientras, planteó inequívocamente la disyuntiva: ¿vale
más el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humanas?
Según
el ideario del capitalismo, la elección sería salvar la economía en primer
lugar y luego las vidas humanas. Pero hasta hoy nadie ha encontrado la fórmula
mágica para articular las dos cosas: producir riqueza y evitar la contaminación
de los trabajadores. Si hubiéramos seguido la lógica del capital, todos
estaríamos en peligro. Lo que nos está salvando es lo que le falta a él: la
solidaridad, la cooperación, la interdependencia entre todos, la generosidad y
el cuidado mutuo de la vida de unos y otros y de todo lo que vive y existe.
ALTERNATIVAS POSIBLES
PARA EL POSCORONAVIRUS
El
gran desafío que se nos plantea a cada uno de nosotros, la gran pregunta,
especialmente a los dueños de las grandes corporaciones multinacionales es: ¿Cómo
continuar? ¿Volver a lo que era antes? ¿Recuperar el tiempo y los beneficios
perdidos?
Muchos
dicen: volver simplemente a lo que era antes sería un suicidio, porque la Tierra podría volver a contraatacar con
virus más violentos y mortales. Los científicos ya han advertido que dentro
de poco podemos sufrir un ataque aún más feroz si no aprendemos la lección de
cuidar la naturaleza y desarrollamos una relación más amistosa con la Madre
Tierra.
Enumero
aquí algunas alternativas, pues los señores del capital y las finanzas están en
una furiosa pugna entre ellos para salvaguardar sus intereses y sus fortunas.
-
La primera alternativa sería volver al sistema capitalista neoliberal pero ahora de forma extremadamente radical. El 0,1%
de la humanidad, los multimillonarios, serían quienes utilizarían la
inteligencia artificial con capacidad para controlar
a cada persona del planeta, desde su vida íntima a la privada y la pública.
Sería un despotismo de otro orden, cibernético, bajo la égida del
control/dominación total de la vida de las poblaciones.
Esta
alternativa no ha aprendido nada de la COVID-19, ni ha incorporado el factor
ecológico. Bajo la presión general puede asumir una responsabilidad
socioecológica para no perder beneficios ni seguidores.
Pero
siempre que hay un poder dominador, surge un antipoder incluso con rebeliones
causadas por el hambre y la desesperación.
-
La segunda alternativa
sería el capitalismo verde, que ha sacado lecciones del coronavirus y ha
incorporado el hecho ecológico: reforestar lo devastado, conservar la
naturaleza existente al máximo. Pero no
cambiaría el modo de producción ni la búsqueda de beneficio.
Lo
verde no discute la desigualdad social
perversa y haría de todos los bienes naturales una ocasión de ganancia. Ejemplo:
no sólo ganar con la miel de abejas, sino también con su capacidad de polinizar
otras plantas. La relación con la naturaleza y la Tierra es utilitaria y no se le reconocen derechos, como
declara la ONU, ni su valor intrínseco, independiente del ser humano. Sigue
todavía antropocéntrico.
-
La tercera sería
el comunismo de tercera generación, que no tendría nada que ver con las anteriores,
poniendo los bienes y servicios del planeta bajo una administración colectiva y central. Podría ser posible, pero
supone una nueva conciencia, además de no
dar centralidad a la vida en todas sus formas. Seguiría siendo
antropocéntrico. Está en parte representado por los filósofos Zizek y Badiou.
Por los perjuicios existentes y la recordación de lo que fue el comunismo de
Estado del imperio soviético, controlador y represor, tiene pocos seguidores.
-
La cuarta sería
el eco-socialismo, con mayores posibilidades. Supone un contrato social global con un centro plural
de gobierno para resolver los problemas globales de la humanidad. Los
bienes y servicios naturales limitados y muchos no renovables se distribuirían
equitativamente entre todos, en un consumo decente y sobrio que incluiría
también a toda la comunidad de la vida, que también necesita medios de vida y
de reproducción.
Esta
alternativa estaría dentro de las posibilidades humanas, a condición de
desarrollar una sólida conciencia ecológica, hacerse un dato de toda la
sociedad con la responsabilidad por la Tierra y la naturaleza. A mi juicio, es
todavía sociocéntrico. Le falta
incorporar la nueva cosmología y los datos de las ciencias de la vida, de
la complexidad, viendo a la Tierra como un momento del gran proceso
cosmogénico, biogénico y antropogénico: Tierra como Gaia, un superorganismo que
se autoregula y que garantiza la vida de todos los vivientes.
-
La quinta alternativa sería el buen
vivir y convivir, ensayada
durante siglos por los pueblos andinos. Es profundamente ecológica, porque
considera a todos los seres como portadores de derechos. El eje articulador es la
armonía que comienza con la familia,
con la comunidad, con la naturaleza, con todo el universo, con los antepasados
y con la Divinidad.
Esta
alternativa tiene un alto grado de utopía pero quizás la humanidad, cuando se
descubra a sí misma como una especie viviendo en una única Casa Común, sea
capaz de lograr el buen vivir y convivir.
Conclusión de esta
parte
Está claro que la vida, la salud y los medios de vida
están en el centro de todo, no el beneficio y el desarrollo (in)sostenible. Se
exigirá más Estado con más seguridad sanitaria para todos, un Estado
que satisfaga las demandas colectivas y promueva un desarrollo que obedezca a
los límites y al alcance de la naturaleza.
Como el problema del coronavirus es global se hace
necesario un contrato social global, con un cuerpo plural de dirección y
coordinación, para implementar una solución global.
O salvamos a la naturaleza y a la Tierra o
engrosaremos la procesión de los que se dirigen al abismo.
¿CÓMO BUSCAR UNA
TRANSICIÓN ECOLÓGICA, EXIGIDA POR LA ACCIÓN MORTÍFERA DE LA COVID-19?
¿POR DÓNDE EMPEZAR?
No
podemos subestimar el poder del “genio” del capitalismo neoliberal: él es capaz
de incorporar los datos nuevos, transformarlos en su beneficio privado y usar
para ello todos los medios modernos de robotización, la inteligencia artificial
con sus miles de millones de algoritmos y eventualmente las guerras híbridas.
Puede convivir sin piedad, indiferente, con los millones y millones de
hambrientos y arrojados a la miseria.
Por
otra parte, los que buscan una transición paradigmática, dentro de la cual
me sitúo yo, deben proponer una otra forma de habitar la Casa Común,
con una convivencia respetuosa de la naturaleza y cuidado con todos los
ecosistemas, deben generar en la base social otro nivel de conciencia y a
nuevos sujetos portadores de esta alternativa.
Para
esa inmensa tarea tenemos que descolonizarnos de las visiones del mundo y de falsos valores como el consumismo
inculcados por la cultura del capital. Tenemos que ser antisistema y
alternativos.
PRESUPUESTOS PARA UNA
TRANSICIÓN BIEN SUCEDIDA
1- El primero
es la vulnerabilidad de la
condición humana, expuesta a ser
atacada por enfermedades, bacterias y virus. Dos factores están en el origen de
la invasión de microorganismos letales:
-
La excesiva urbanización humana que ha avanzado sobre los espacios de la naturaleza
destruyendo los hábitats naturales de los virus y las bacterias que saltan a
otro ser vivo o al cuerpo humano. El 83% de la humanidad vive en ciudades.
-
El segundo
factor es la deforestación sistemática debida a la voracidad del capital, que busca la
riqueza con el monocultivo de soja, de caña de azúcar, de girasol o con la
producción de proteínas animales (ganado), devastando bosques y selvas, y
desequilibrando el régimen de humedad y de lluvias en extensas regiones como la
Amazonia.
2- Segundo
presupuesto: la inter-retro
relación de todos con todos. Somos, por
naturaleza, un nudo de relaciones orientado hacia todas las direcciones. La
bioantropología y la psicología evolutiva han dejado claro que la esencia
específica del ser humano es cooperar y relacionarse con todos. No hay ningún gen egoísta, formulado por Dawkins a
finales de los ‘60 del siglo pasado sin ninguna base empírica. Todos los genes están interrelacionados
entre sí y dentro de las células. Nadie
está fuera de la relación. En este sentido, el individualismo, valor
supremo de la cultura del capital, es antinatural y no tiene ninguna
sustentación biológica.
3- Tercero presupuesto: el cuidado esencial.
Pertenece a la esencia de lo humano el cuidado sin el cual no subsistiríamos.
El cuidado es además una constante cosmológica: las cuatro fuerzas que sostienen
el universo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y
la nuclear fuerte) actúan sinérgicamente con extremo cuidado sin el cual no
estaríamos aquí reflexionando sobre estas cosas.
El
cuidado supone una relación amiga de la vida, protectora de todos los seres porque
los ve como un valor en sí mismos, independiente del uso humano. Fue la falta
de cuidado de la naturaleza, devastándola, lo que hizo que los virus perdieran
su hábitat, conservado durante miles de años y pasaran a otro animal o al ser
humano. El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la
preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado
desarrollada por ellas, porque el cuidado es del ser humano, pero adquiere una
especial densidad en las mujeres.
4- Cuarto presupuesto: la solidaridad como opción consciente. La solidaridad está en el corazón de nuestra
humanidad. Los bioantropólogos nos han revelado que este dato es esencial al
ser humano. Cuando nuestros antepasados buscaban sus alimentos, no los comían
aisladamente. Los llevaban al grupo y servían a todos empezando por los más
jóvenes, después a los mayores y luego a todos los demás. De esto surgió la
comensalidad y el sentido de cooperación y solidaridad. Fue la solidaridad la que nos
permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue
válido ayer también vale para hoy.
Esta
solidaridad no existe sólo entre los humanos. Es otra constante cosmológica:
todos los seres conviven, están involucrados en redes de relaciones de
reciprocidad y solidaridad de forma que todos puedan ayudarse mutuamente a
vivir y co-evolucionar. Incluso el más débil, con la colaboración de otros
subsiste, tiene su lugar en el conjunto de los seres y coevoluciona.
El
sistema del capital no conoce la solidaridad, solo la competición que produce tensiones,
rivalidades y verdaderas destrucciones de otros competidores en función de una
mayor acumulación. Hoy en día el mayor problema de la humanidad no es ni el
económico, ni el político, ni el cultural, ni el religioso, sino la falta de
solidaridad con otros seres humanos que están a nuestro lado. El capitalismo ve
a cada uno como un consumidor eventual, no como una persona humana con sus
preocupaciones, alegrías y sufrimientos.
Es la solidaridad la que nos está
salvando ante el ataque del coronavirus,
empezando por el personal sanitario que arriesga desinteresadamente su vida
para salvar otras vidas. Vemos actitudes de solidaridad en toda la sociedad,
pero especialmente en las periferias, donde la gente no puede aislarse
socialmente y no tiene reservas de alimentos. Muchas familias que recibieron
canastas de alimentos las repartían con otros más necesitados.
Pero
no basta con que la solidaridad sea un gesto puntual. Debe ser una
actitud básica, porque está en la esencia de nuestra naturaleza.
Tenemos que hacer la opción consciente de ser solidarios a partir de los
últimos e invisibles, de aquellos que no cuentan para el sistema imperante y
son considerados como ceros económicos, prescindibles. Sólo así deja de ser
selectiva y engloba a todos, porque todos somos coiguales y nos unen lazos
objetivos de fraternidad.
TRANSICIÓN HACIA UNA
CIVILIZACIÓN BIOCENTRADA
Toda
crisis hace pensar y proyectar nuevas ventanas de posibilidades. El coronavirus
nos ha dado esta lección: la Tierra, la naturaleza, la vida, en toda su
diversidad, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad deben ser
centrales en la nueva civilización si queremos sobrevivir.
Parto
de la interpretación siguiente: que nosotros, como primeros, hemos atacado a la
naturaleza y a la Madre Tierra durante siglos, pero ahora la reacción de la
Tierra herida y la naturaleza devastada se está volviendo en contra nuestra. Tierra-Gaia
y naturaleza son vivos y cómo vivos sienten y reaccionan a las agresiones. La
multiplicación de señales que la Tierra nos ha enviado, empezando por el
calentamiento global, la erosión de la biodiversidad del orden de 70-100 mil
especies por año (estamos dentro de la sexta extinción masiva en la era del
antropoceno y del necroceno) y otros eventos extremos, deben ser captados e
interpretados.
O
cambiamos nuestra relación con la Tierra y la naturaleza en el sentido de
sinergia, cuidado y respeto, o la Tierra puede no querernos más sobre su
superficie. Y esta vez no hay un arca de Noé que salve a algunos y deje perecer
a los demás. O todos nos salvamos o
todos pereceremos.
Casi
todos los análisis de la COVID-19 se centraron en la técnica, la medicina, la
vacuna para salvar vidas, el aislamiento social y el uso de mascarillas para
protegernos y no contaminar a los demás. Todo eso debe ser hecho y es
indispensable.
Rara vez se habla de la
naturaleza, aunque el virus vino de
la naturaleza. Eso lo hemos olvidado.
La
transición de una sociedad capitalista de superproducción de bienes materiales
a una sociedad que sustente toda la vida con valores humano-espirituales como
el amor, la solidaridad, la compasión, la interdependencia, la justa medida, el
respeto y el cuidado no se producirá de la noche a la mañana.
Será
un proceso difícil que requiere, en palabras del Papa Francisco en su encíclica
“Sobre el cuidado de la Casa Común”, una “conversión ecológica radical”,
que nos llevará a incorporar relaciones de cuidado, protección y cooperación:
un desarrollo hecho con la naturaleza y no contra la naturaleza.
El
sistema imperante puede conocer una larga agonía, pero no tendrá futuro. En mi
opinión, no seremos nosotros los que lo derrotaremos para siempre, sino la
propia Tierra, negándole las condiciones para su reproducción al haber excedido
los límites de los bienes y servicios de la Tierra superpoblada. Este colapso
se verá reforzado por la acumulación de críticas y de prácticas humanas que
siempre se han resistido a la explotación capitalista.
1.
La
incorporación del nuevo paradigma cosmológico, biológico y antropológico
Para una nueva sociedad posCOVID-19 hay que asumir los
datos del nuevo paradigma, que ya tiene un siglo de existencia pero que hasta
ahora no ha logrado conquistar la conciencia colectiva ni la inteligencia
académica, ni mucho menos la cabeza de los “decision makers” políticos.
Este
paradigma es cosmológico. Parte del
hecho de que todo se originó a partir del big bang ocurrido hace 13.7
mil millones de años. De su explosión salieron las estrellas rojas gigantes y
con su explosión, las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y
nosotros mismos. Todos estamos hechos de polvo cósmico.
La Tierra que tiene ya 4.3 mil millones de años y la
vida unos 3.8 mil millones de años, están vivas. La Tierra, y esto es un dato
de ciencia ya aceptado por la comunidad científica, no sólo tiene vida en ella
sino que está viva y produce todo tipo de vidas.
El ser humano que apareció hace unos 10 millones de
años es la porción de la Tierra que en un momento de alta complejidad
comenzó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Por eso hombre viene de húmus,
de tierra buena.
Inicialmente mantenía una relación de coexistencia
con la naturaleza, luego pasó a intervención en ella a través de la
agricultura y en los últimos siglos ha llegado a la agresión
sistemática mediante la tecnociencia. Esta agresión se ha llevado a
cabo en todos los frentes hasta el punto de poner en peligro el equilibrio de
la Tierra y ser incluso una amenaza de autodestrucción de la especie humana con
armas nucleares, químicas y biológicas.
Esta relación de agresión está detrás de la actual
crisis de salud. De seguir adelante, la agresión podría traernos crisis más
fuertes hasta aquello que los biólogos temen: The Next Big One, aquel próximo
gran virus inatacable y fatal que llevará a la desaparición de la
especie humana de la faz de la Tierra.
Para evitar este posible armagedón ecológico, es
urgente renovar con la Tierra viva el contrato natural violado: ella nos da todo lo que necesitamos y
garantiza la sostenibilidad de los ecosistemas. Y nosotros, según el contrato, le devolvemos cuidado, respeto a sus
ciclos y le damos tiempo para que regenere lo que le quitamos. Este contrato
natural ha sido roto por ese estrato de la humanidad que explota los bienes y
servicios, deforesta, contamina las aguas y los mares.
Es decisivo renovar el contrato natural y articularlo
con el contrato social: una sociedad que se siente parte de la Tierra y de la
naturaleza, que asume colectivamente la preservación de toda la vida, mantiene
en pie sus bosques que garantizan el agua necesaria para todo tipo de vida,
regenera lo que fue degradado y fortalece lo que ya está preservado.
2.
La
relevancia de la región: el biorregionalismo
Dado que la ONU ha reconocido a la Tierra como la
Madre Tierra y los derechos de la naturaleza, la democracia tendrá que incorporar nuevos ciudadanos, como los
bosques, las montañas, los ríos, los paisajes. La democracia sería
socio-ecológica. Solamente Bolivia y Ecuador han inaugurado el
constitucionalismo ecológico al reconocer los derechos de la Pacha Mama y de
los demás seres de la naturaleza.
La vida
será el faro orientador y la política y la economía estarán al servicio no de
la acumulación sino de la vida. El consumo, para que sea universalizado, deberá
ser sobrio, frugal, solidario. Y la sociedad estará suficiente y decentemente
abastecida.
Para finalizar, una palabra sobre el bioregionalismo.
La punta de lanza de la reflexión ecológica se está concentrando actualmente en torno a la región. Tomando la región, no como ha sido
definida arbitrariamente por la administración, sino con la configuración que
ha hecho la naturaleza, con sus ríos, montañas, bosques, llanuras, fauna y
flora y especialmente con los habitantes que viven allí. En la biorregión se
puede crear realmente un desarrollo sostenible que no sea
meramente retórico sino real.
Las empresas serán preferentemente medianas y pequeñas, se dará preferencia a la
agroecología, se evitará el transporte a regiones distantes, la cultura será un
importante elemento de cohesión: las fiestas, las tradiciones, la memoria de
personas notables, la presencia de iglesias o religiones, los diversos tipos de
escuelas y otros medios modernos de difusión, de conocimiento y de encuentro
con la gente.
Pensando en un futuro posible con la introducción del
bioregionalismo. La Tierra seria como un
mosaico hecho con distintas piezas de diferentes colores:
son las diferentes regiones y ecosistemas, diversos y únicos, pero todos
componiendo un único mosaico, la Tierra. La transición se hará mediante
procesos que van creciendo y articulándose a nivel nacional, regional y
mundial, haciendo crecer la conciencia de nuestra responsabilidad colectiva
de salvar la Casa Común y todo lo que le pertenece.
La
acumulación de nueva conciencia nos
permitirá saltar a otro nivel donde seremos amigos de la vida, abrazaremos a
cada ser porque todos, desde las bacterias originales, pasando por los grandes
bosques, los dinosaurios, los caballos, los colibríes y nosotros, tenemos el
mismo código genético, los mismos 20 aminoácidos y las 4 bases nitrogenadas o
fosfatadas. Es decir, todos somos parientes unos de otros
con una fraternidad terrenal real como afirman la Carta de la Tierra y la
encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la Casa Común del Papa Francisco.
Será la civilización de la “felicidad
posible” y de la “alegre celebración de la vida”.
Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor y ha escrito: ‘Ecología:
grito de la Tierra, grito de los pobres’, Dabar, Mexico 1995/2015, Trotta 1996;
‘Cómo cuidar da Casa Común’, Dabar, Mexico2016.
https://www.alainet.org/es/articulo/207397
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